LEA, por favor
William Morton Wheeler (1865-1937) hizo fama con su muy enjundioso estudio del comportamiento de las hormigas y los hormigueros. Es a él a quien recurre Kevin Kelly, Editor Ejecutivo Fundador de la revista Wired y autor del importantísimo libro Out of Control (Addison Wesley 1994, Perseus Books, 1995), para definir el comportamiento de enjambres y colmenas en su primer capítulo. (El libro todo de Kelly puede obtenerse gratuitamente, por capítulos y secciones, en http://www.kk.org/outofcontrol/contents.php). En esta Ficha Semanal #255 de doctorpolítico se reproduce la sección del primer capítulo en la que refiere el trabajo del gran entomólogo estadounidense.
De las citas sale Kelly a generalizar sobre el fenómeno de las propiedades emergentes de los sistemas complejos. Son las sociedades, por supuesto, un sistema de la mayor complejidad, dada la riqueza de modos de comunicación que empleamos los humanos. En la ciencia actual, a partir de las recientes disciplinas de la complejidad, la noción de pueblo cobra un nuevo sentido. La política, por consiguiente, se enriquece cuando se alcanza comprensión suficiente—lo que es bastante fácil—de las más nuevas aproximaciones al estudio de los sistemas complejos.
La noción fundamental es que una sociedad es mucho más que la mera suma de sus partes. La invención y acelerado desarrollo de la Internet y la telefonía celular, con sus múltiples medios de interacción, alimentan poderosamente esta nueva conciencia.
Existe, pues, el enjambre ciudadano, capaz no sólo de conciencia, sino también de acción común. Al comienzo de nuestro tercer milenio ya deja de ser un mero rebaño pastoreado por un líder: por sí mismo genera conductas colectivas fermentadas en el conjunto.
Usualmente es ese enjambre de dócil disposición, pero el 16 de octubre de 2003 se escribía en la Carta Semanal #58 de doctorpolítico: “Las abejas son usualmente inocuas hacia el hombre o las bestias. Pero son letales para el más grande de los animales. Hasta el mayor de los elefantes sucumbe a los mil aguijones envenenados de un enjambre. Como mil hipodérmicas sobre un hombre, cada una de las cuales inocula la milésima de una dosis mortal”.
Naturalmente, la acción colectiva puede expresarse de manera más constructiva; por ejemplo, a través de una elección o un referéndum. Se habla mucho de esto último en los últimos días. Ya que somos gente, miembros racionales del conjunto superior y emergente que es nuestra sociedad, podemos pensar el asunto sosegadamente, para escoger cuál es el referéndum que conviene.
Calma, pues. A rumiar entre todos la actual situación política, y con nuestra mente colectiva, desde la colmena ciudadana, a decidir la acción adecuada a aquélla.
LEA
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Mente-colmena
Wheeler, el pionero de las hormigas, comenzó a llamar, a la agitada cooperación de una colonia de insectos, un “superorganismo”, para distinguirlo claramente del uso metafórico del término “organismo”. Traía la influencia de una cepa filosófica del cambio de siglo, que veía patrones holísticos superpuestos a la conducta individual de partes más pequeñas. La empresa de la ciencia daba entonces los primeros pasos de su impulso por comprender minuciosamente los detalles de la física, la biología y las restantes ciencias naturales. Una mescolanza de esfuerzos por reducir los conjuntos a sus constituyentes, visto como el sendero más pragmático para entender los conjuntos, continuaría por el resto del siglo y es todavía el modo dominante de la investigación científica. Wheeler y sus colegas fueron una parte esencial de esa perspectiva reduccionista, como lo atestiguan cincuenta monografías sobre esotéricas conductas específicas de las hormigas. Pero, al propio tiempo, Wheeler encontró “propiedades emergentes” dentro del superorganismo, superpuestas a las propiedades residentes en las hormigas colectivizadas. Wheeler decía, entonces, que el superorganismo del hormiguero “emerge” de la masa de los organismos ordinarios de los insectos. Y postulaba la emergencia como explicación científica, técnica y racional, no como misticismo o alquimia.
Wheeler sostenía que esta comprensión de la emergencia era un modo de conciliar el enfoque reduccionista con una aproximación holística. La dualidad cuerpo-mente o la dualidad todo-parte simplemente se evaporaban cuando el comportamiento holístico emergía legítimamente de las conductas limitadas de las partes. La especificidad de la emergencia de una supersustancia a partir de partes más básicas no era sino una vaga idea en la mente de quienes pensaban en ella. Todavía lo es.
Lo que el grupo de Wheeler tenía claro era que la emergencia es un fenómeno natural común. Está relacionado con el tipo ordinario de causación en la vida cotidiana, el tipo en el que A causa a B que causa a C, o 2 + 2 = 4. La causalidad ordinaria es la invocada por los químicos para cubrir la observación de que los átomos de azufre y los átomos de hierro forman moléculas de sulfuro de hierro. De acuerdo con su colega y filósofo C. Lloyd Morgan, el concepto de emergencia señalaba una variedad diferente de causación. Aquí, 2 + 2 no es igual a 4; ni siquiera nos sorprende con 5. En la lógica de la emergencia, 2 + 2 = manzanas. “El paso emergente, aunque pueda parecer más o menos como un salto, se entiende mejor como un cambio cualitativo de dirección, o un desvío crítico en el curso de los eventos”, escribe Morgan en Evolución emergente, un atrevido libro de 1923. Morgan llega a citar un verso de la poesía de Browning que confirma cómo surge la música de los acordes:
Y no sé si, salvo en esto, tal don se permite al hombre / Que de tres sonidos fabrica, no uno cuarto, sino una estrella.
Ahora diríamos que es la complejidad de nuestros cerebros lo que extrae música de las notas, puesto que suponemos que los cedros no pueden oír a Bach. Sin embargo, es la “baquidad”—todo lo que nos invade cuando oímos a Bach—una apropiada imagen poética de cómo emerge un patrón significativo a partir de notas musicales o la información genérica.
La organización de una minúscula abeja produce un patrón para su minúscula décima de gramo de células de las alas, otros tejidos y quitina. El organismo de una colmena produce la integración para su comunidad de obreras, zánganos, polen y prole. Todo un organismo de 50 libras de colmena emerge con su propia identidad de las pequeñas partes-abeja. La colmena posee mucho que ninguna de sus partes posee. La mota que es el cerebro de una abeja opera con una memoria de seis días; la colmena como conjunto opera con una memoria de tres meses, el doble de la vida promedio de una abeja.
Las hormigas, también, tienen mente de colmena. Una colonia de hormigas, en movimiento de un nido a otro, exhibe el substrato kafkiano del control emergente. Cuando hordas de hormigas abandonan su campamento y se dirigen al oeste, llevando huevos, larvas, pupas—las joyas de la corona—en sus picos, otras hormigas de la misma colonia, obreras patrióticas, cargan el tesoro hacia el este con la misma velocidad, mientras aun otras obreras, quizás reconociendo mensajes conflictivos, corren en una y otra dirección con las manos vacías. Un día de oficina típico. Y, sin embargo, la colonia se mueve. Sin que haya una toma de decisiones visible en un nivel superior, escoge un nuevo sitio para anidar, instruye a las obreras que comiencen a construir y se gobierna a sí misma.
La maravilla de la “mente de colmena” es que nadie está al control, aunque una mano invisible gobierna, una mano que emerge de miembros muy brutos. La maravilla es que más es diferente. La generación de un organismo de colonia a partir del organismo de un bicho sólo requiere que los bichos se multipliquen para ser muchos, muchos más, y que se comuniquen los unos con los otros. En alguna fase el nivel de complejidad alcanza un punto donde nuevas categorías, como una colonia, pueden emerger de categorías simples como las de un bicho. Lo que implica esta maravilla es que la colonia es inherente a la “bichidad”. Así, no hay nada a encontrar en una colmena que no esté sumergido en una abeja. No obstante, puede uno escudriñar una abeja eternamente con un ciclotrón o un fluoroscopio y jamás encontrar la colmena.
Es ésta una ley universal de los sistemas vivos: no puede inferirse complejidades de alto nivel a partir de las existencias del nivel inferior. Nada—ningún computador o mente, ningún medio matemático, físico o filosófico—puede desvelar el patrón emergente que está disuelto en las partes sin actuarlo en la realidad. Sólo la actuación de una colmena dirá si una colonia está arraigada en una abeja. Los teóricos lo ponen de este modo: dejar correr un sistema es el método más rápido, más corto y el único seguro para discernir las estructuras emergentes que residen latentes en él. No hay atajos para “expresar” en la realidad una enrevesada ecuación no lineal para descubrir lo que hace. Demasiado de su comportamiento está almacenado y oculto.
Esto nos lleva a preguntarnos qué otras cosas están almacenadas en una abeja que aún no hemos visto. O qué otras cosas están almacenadas en la colmena que todavía no ha aparecido porque no ha habido suficientes colmenas en fila simultáneamente. Si a ver vamos, qué está contenido en un humano que no emergerá hasta que estemos todos interconectados por alambres y política. Las cosas más inesperadas fermentarán en esta supermente-colmena biónica.
Kevin Kelly
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