LEA, por favor
La publicación Comuna (Pensamiento crítico en la revolución) probablemente tenga el récord Guinness por la cantidad de miembros de su Consejo Editorial, un total de treinta nombres y un nombre. Parece que será, si perdura y a juzgar por lo que ella misma denomina su “número cero” (Año 1, julio, agosto y septiembre de 2009), una revista en formato de libro. Ha comenzado sus andanzas editoriales con una recopilación de las ponencias o discursos de unas jornadas de reflexión (Intelectuales, democracia y socialismo, 3 y 4 de junio de 2009) que cobraron fama al filtrarse al conocimiento público que en ese evento—patrocinado por el Centro Internacional Miranda conducido por Michael Lebowitz y Juan Carlos Monedero—se había criticado el “hiperliderazgo” de Hugo Chávez.
Luego de reproducir las palabras de bienvenida pronunciadas por Luis Bonilla-Molina, el volumen reproduce como primer texto el discurso de Vladimir Acosta, que se atribuye el carácter cuádruple de historiador, sociólogo, profesor universitario (UCV) y analista internacional. También es uno de los treinta y un miembros del Consejo Editorial de Comuna. (El profesor Acosta conduce dos programas en la Radio Nacional de Venezuela. En uno de ellos aseguró el 3 de febrero de este año que el atentado a la Sinagoga de Maripérez había sido perpetrado por el Mossad, el servicio secreto israelí, para que creyéramos).
La ponencia de Acosta—de cuyos planteamientos iniciales se construye esta Ficha Semanal #257 de doctorpolítico—no es reproducida de primera por razones cronológicas o de importancia temática. La publicación explica su política editorial en la contratapa: “Los artículos publicados en Comuna: Pensamiento crítico en la revolución se ordenarán en estricto orden alfabético…” Esto es, lo que diga Acosta siempre será publicado antes que lo dicho por Luis Britto García, Eva Golinger, Marta Harnecker, Rigoberto Lanz, Michael Lebowitz, Juan Carlos Monedero y Ernesto Villegas. (Todos pertenecen al Consejo Editorial de Comuna). Por casualidad, pues, “Perder el temor a hacer la crítica”, el título asignado a lo dicho por Acosta, abre la serie de treinta y una intervenciones. (El mismo número de miembros del Consejo Editorial. ¿Casualidad? No, los “intelectuales” cuyas intervenciones reseña el libro-revista, son prácticamente los mismos que componen el consejo mencionado varias veces). Pero el discurso de Acosta viene muy bien como apertura de la publicación.
Acosta expuso que la revolución cuyo líder es Hugo Chávez adolece de tres defectos o problemas principales: que no tiene un programa político claro, que no tiene una dirección colectiva, y que no existe—el PSUV no lo sería, a su juicio—un partido revolucionario. (Salido enteramente de línea, acomete la noción de un partido único).
Su primera declaración es una admisión de irresponsabilidad de enorme magnitud: ¿cómo puede añadirse al mero abuso de imponer una concepción política que no es compartida por la mayoría de los venezolanos, la irresponsabilidad de imponer lo que ni siquiera está bien definido?
Pero lo que sí queda perfectamente definido, perfectamente claro, es que los problemas que enumera como principales son de la exclusiva manufactura de Hugo Chávez: “…la línea política es lo que el Presidente [Chávez] va descubriendo o estableciendo como línea política…” “Aquí no ha habido la creación de una dirección colectiva… para que un dirigente… se atreva a opinar antes de que el Presidente Chávez lo diga porque todo está más o menos establecido, una línea general”. “El PSUV de hecho ha sido, por lo menos hasta ahora, un instrumento administrativo y electoral para aplicar la línea política que el Presidente Chávez va estableciendo, no es un partido político todavía”.
¿Quién tiene la culpa?
LEA
…
¿De quién es la culpa?
Yo en esos diez minutos o doce minutos difícilmente puedo detenerme a detallar los problemas. Voy hacer fundamentalmente una suerte de enunciado que luego puede ser profundizado o discutido. Y justamente para aprovechar el tiempo traje algunos pequeños apuntes aquí. Habría que empezar, en mi opinión—y éste es un tema que yo he tratado con más detalle en otras oportunidades—viendo lo que son tres problemas claves de este proceso en medio de todos sus logros.
Falta de un programa político claro
El primero es la falta de una línea política o de un programa político claro. Por supuesto [está] el Socialismo del Siglo XXI, pero el Socialismo del Siglo XXI hasta ahora es una idea muy genérica y tiene que ser así porque es una idea en construcción. Nosotros no tenemos ninguna receta socialista. Y este proceso ha llegado ahí a través justamente de una secuencia de hechos. Al principio, lo que había era fundamentalmente una sensibilidad social, luego se fue asumiendo una posición antiimperialista y finalmente se ha ido asumiendo el Socialismo del Siglo XXI. Pero hay montones de cosas aquí que no están claras, y uno de los hechos que resalta ahí es que la línea política es fundamentalmente lo que el Presidente [Chávez] va descubriendo o estableciendo como línea política. Y eso ya genera un primer problema. Porque ocurre entonces que el segundo problema, que se relaciona con eso—y yo apenas los estoy enunciando—es la falta de una dirección colectiva, cosa a la cual yo me he referido miles de veces.
Nadie cuestiona el liderazgo de Chávez, pero se requiere una dirección colectiva
Por supuesto nadie cuestiona el liderazgo del Presidente Chávez; el Presidente Chávez es el alma, el corazón, el nervio, la fuerza de este proceso, este proceso se identifica plenamente con él, el Presidente trabaja 25 horas diarias por este proceso, dedica su vida y arriesga su vida por este proceso. Nadie cuestiona el liderazgo, pero el Presidente no puede hacerlo todo, ni puede estar en todas partes. Y una de las cosas que requiere un proceso como ése es una dirección colectiva y estamos lejos de tener una dirección colectiva. La relación sigue siendo una relación del Presidente con el pueblo, que lo adora con toda razón la mayoría del pueblo, pero los dirigentes, los líderes, los cuadros o son desconocidos o son ignorados e incluso son hasta rechazados por la propia población.
Que los dirigentes se atrevan a pronunciarse antes de que Chávez lo diga
Aquí no ha habido la creación de una dirección colectiva que refuerza el liderazgo del Presidente y eso me parece que es fundamental para que las tareas puedan cumplirse mucho mejor y para que un dirigente, teniendo además una línea política, se atreva a opinar antes de que el Presidente Chávez lo diga porque todo está más o menos establecido, una línea general. Eso es la segunda falla, que yo creo que tenemos y repito: las estoy enunciando sin entrar mucho en detalles.
Ausencia de un partido revolucionario Una tercera falla, un tercer problema, es la ausencia de un partido revolucionario. Aquí no hay un partido revolucionario. El PSUV no es ni siquiera un partido, perdónenme que lo diga. El PSUV de hecho ha sido, por lo menos hasta ahora, un instrumento administrativo y electoral para aplicar la línea política que el Presidente Chávez va estableciendo, no es un partido político todavía. Además, un partido político que se organiza desde arriba, tiene el riesgo de atraer a mucha gente que no es revolucionaria. Hay muchos revolucionarios en el PSUV, pero también hay gente que anda buscando obtener puesto, etcétera, etcétera. Ése es uno de los problemas de fondo que se plantea con el PSUV.
¿Por qué un solo partido? Además no tendría ni siquiera por qué haber un solo partido aquí, podría haber varios partidos y eso generaría una mayor riqueza en las discusiones. Porque un partido más grande y más poderoso genera arrogancia, genera prepotencia, genera malas relaciones con los propios aliados. Esto genera o está relacionado con problemas, en este caso, de burocratismo, de ineficiencia y, a veces, hasta de corrupción sobre los cuales no voy a decir más nada.
Vladimir Acosta
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