Y, por si acaso, tampoco he variado de opinión respecto a otra cosa: ni necesitamos ni queremos otro intento militar para resolver esta crisis. La soberanía no reside en los generales, no reside en Fedecámaras, en la CTV, en las universidades, en la Causa R, en la iglesia católica, en las otras iglesias todas reunidas, en las asociaciones de vecinos. La soberanía reside en el pueblo. En el pueblo todo. Ningún segmento, por más lúcido, capacitado o bien intencionado que pueda ser, tiene derecho a suplantar al cuerpo social en su conjunto.

Fe de erratas – El Globo, 26 de marzo de 1992

________________________________________________

 

Los lados de un forcejeo

 

Las caricaturas contrapuestas deben ser identificadas. La primera, a la izquierda, es facsímil de la que hiciera Nino Menardo, en estupenda interpretación de la idea de soberanía popular, para un artículo del suscrito (Destranquémosle) del 5 de marzo de 1992 en el diario El Globo, un mes y un día después de la intentona golpista de Arias Cárdenas, Chávez y demás socios conspiradores. Juan Bimba, en despreocupada pose de monarca, con una mano en el bolsillo de su liquilique arremangado para revelar las alpargatas, lleva en la otra el sombrero de cogollo, porque su cabeza luce ahora, perfectamente ajustada, la corona del Soberano. Se trata del Pueblo serenamente seguro de su poder, con cara de no tener que dar explicaciones.

Un poco antes, el 28 de febrero de aquel año, escribía también para El Globo:

En estricto sentido, el comandante Chávez y sus compañeros de la cuarta madrugada de febrero abusaron de nosotros.

He podido conocer y admirar muy de cerca la conducta médica de un pediatra excepcional. Como pocos médicos que conozco, éste se tomó en serio el juramento de Hipócrates, el primer código ético de una profesión que la Historia registra por escrito. El protocolo que sigue este médico al que me refiero es invariablemente el mismo: ante la enfermedad de uno de sus pacientes procura, primeramente, que el enfermo se cure sin su intervención de faculto. Parte, pues, de una confianza básica y fundamental en las propias capacidades del cuerpo humano para sanarse a sí mismo. Sólo si el paciente no da muestras de mejoría se aviene entonces a recomendar algún remedio. Para que consienta en recetar antibióticos casi que hay que torcerle el brazo. Un revólver sobre su pecho es necesario para que admita que, llegado un cierto momento, el caso debe tomarlo un cirujano. Para él un cirujano es, entonces, un último recurso y no es, propiamente y de acuerdo con Hipócrates, un recurso médico. Políticamente, las cosas deben verse de la misma manera.

El comandante Chávez actuó como cirujano. La imagen del 4 de febrero como acto quirúrgico ha entrado ya en nuestras cabezas. Pero los militares que participaron en la acción, independientemente de su valentía y de la pasión que los animaba, abusaron del pueblo venezolano. Porque es que ningún cirujano tiene derecho a intervenir sin el consentimiento del paciente, a menos que éste se encuentre inconsciente y, por tanto, privado de su facultad de decidir si se pone en las manos del cuchillero. Y el pueblo venezolano no estaba inconsciente y el comandante Chávez no nos consultó sobre la operación y nosotros no le autorizamos a que lo hiciera.

Claro que justamente un día antes de la fracasada intentona, el 3 de febrero de 1992, el mismo periódico había publicado otro artículo mío (Basta), último de una serie que exigía la renuncia de Carlos Andrés Pérez—la había pedido por vez primera el 21 de julio de 1991, desde El Diario de Caracas—, en el que puse:

Basta de paquete. Basta de financiarle sus campañas extranacionales. Basta de mermas al territorio. Basta de megaproyectos, sociales o económicos. Basta de megaocurrencias. Basta de megalomanía. Usted, señor Pérez, que hace no mucho ha tenido la arrogancia de autotitularse patrimonio nacional, tiene toda la razón. Usted sí es patrimonio nacional, historia nacional, cruz y karma nacionales. Por tanto es a nosotros a quienes corresponde decidir qué hacer con Ud. Por de pronto, no queremos que siga siendo Presidente de la República.

Era entonces difícil imaginar un gobierno peor que el suyo. Todos los estudios de opinión detectaban el rechazo generalizado que suscitaba, aunque también la renuencia a sustituirlo por la incertidumbre acerca de quién pudiera sucederle. Pero a la madrugada del día siguiente, cuando hasta mi casa llegaban atronadores los cercanos disparos contra La Casona, sentí como afrenta personal lo que hacían los alzados desconocidos, puesto que me había empeñado, no sin costo también personal, en que cesara el gobierno de Pérez por métodos civiles, civilizados.

………

La segunda de las caricaturas es, a juicio de quien escribe, una de las más geniales del genio Pedro León Zapata, publicada el 29 de julio de 2008, como es costumbre, en el diario El Nacional, que no me ha autorizado a reproducirla.

Lo dice todo. Alude, por supuesto, a la frase de su mentor y modelo, Fidel Castro, en el alegato del juicio que siguió al fallido asalto al Cuartel Moncada de La Habana: “La historia me absolverá”. Pero el tiranosaurio del dibujo, con botas y charreteras, que no es rex sino red, dice como le corresponde que es la prehistoria quien lo absolverá. ¿De cuál forma más concisa puede decirse que el agresivo régimen rojo de Hugo Chávez es un anacronismo, una involución?

Desde que se anunciara, el Viernes Rojo, la devaluación que es, primero que otra cosa, la admisión de un fracaso—a lo que se ha añadido el humillante racionamiento eléctrico en un país cuya más patente «ventaja comparativa» era justamente la abundancia de energía fósil e hidroeléctrica—, el enjambre ciudadano se muestra propenso a volverse africanizado. Sin que hubiera líder ostensible que lo dirigiese, un buen número de las abejas electoras voló a consumir anticipadamente, en protección contra inevitables aumentos de precios; otro sub-enjambre convocaba a una gran marcha de protesta para el próximo 23 de enero; otro, simplemente, llamaba a salir a la calle ese mismo día, sin marcha; otro proponía, finalmente, un paro general con idéntico fin para hoy mismo. (De esta última convocatoria se sospecha que sea sembrada por el propio gobierno). Después de estas manifestaciones, la Mesa de la Unidad ha decidido oficializar la invitación a marchar el sábado 23 de enero (cómoda fecha). Por enésima vez, la carencia de imaginación política repite acciones enteramente simbólicas e ineficaces, que sólo sirven para drenar algo de la irritación ciudadana. Hace tiempo que al gobierno le da risa la consigna-cliché de la oposición burocrática: “Hay que calentar la calle”.

Fueron entonces, inicialmente, reacciones inorgánicas, reacciones de turba antes de ser burocratizadas por la Mesa de la Unidad, y por tal razón el gobierno debe preocuparse mucho. (En Las 9 leyes de Dios, Kevin Kelly dice: «Una turba puede dirigirse a sí misma, y en el territorio del cambio rápido, masivo y heterogéneo, sólo una turba puede dirigir»). Rafael Poleo, que en octubre de 2008 le mostró el espejo del fin de Benito Mussolini—en atrevimiento idéntico al que con seis años de anticipación apareciera en la Carta Semanal de doctorpolítico (#16A, del 5 de diciembre de 2002, referida en LEA, por favor #307)—y debió marchar una vez más al exilio, dijo en entrevista aparecida el lunes 11 de los corrientes, anteayer, en Tal Cual, que hay “tres elementos que podrían causar la caída del gobierno de Hugo Chávez en un futuro cercano”. Éstos son: “Uno, la fatiga del líder. Dos, la falta de dinero… Tres, Chávez ha optado por una apuesta perdedora en el tablero geopolítico”.

Con razones distintas, el infaltable Heinz Dieterich, aún admirador de Chávez, concedió una entrevista a Carolina Barros (Venezuela Analítica, 5 de enero de 2010) la que, después de citarle diciendo que si el gobierno perdía las elecciones de Asamblea Nacional el proceso bolivariano llegaría a su fin, incluyó el siguiente intercambio:

Pregunta: En uno de sus últimos artículos usted describió al Gobierno de Chávez como un Titanic a punto de chocar y señaló la urgencia por cambiar el rumbo. También el embajador de Venezuela ante la OEA, Roy Chaderton, dio una señal de alarma ante los medios.

Heinz Dieterich: La preocupación por la supervivencia de la revolución bolivariana, expresada por el embajador Roy Chaderton, existe en amplios sectores de la Nueva Clase Política (NCP) bolivariana, desde alcaldes, diputados, diplomáticos, militares, comunicadores, gobernadores y hasta ministros. Esa preocupación nació hace alrededor de tres años, pero se manifiesta hoy con mayor fuerza, porque el iceberg está más cerca. Como es natural, hay fracciones de derecha, centro e izquierda en la NCP, definidas por ideología, política y economía. Lo que tienen en común es su miedo a perder el poder. Por eso no actúan ante el presidente con la verdad y firmeza que requiere la grave crisis del sistema y de la nación.

Hay olor, pues, a inminencia. El iceberg al que Dieterich se refiere no es otro que el Pueblo de Venezuela, ése que Nino Menardo pintó con tanta inteligencia, el mismo que enviará a Hugo Chávez de regreso a la prehistoria. LEA

__________________________________________________________

 

Share This: