Ésta es la segunda entrada de una serie de breves lecciones sobre los principios de la Política Clínica. Es el punto de vista asumido explícitamente por el suscrito desde 1984, y la aproximación que ha guiado las publicaciones de doctorpolítico. Entre los servicios que se anunciará prontamente en este blog, se encuentra un curso formal de Introducción a la Política Clínica, a ofrecer en varias ciudades del país.
(Aquí en archivo de audio):
político, ca. 7. f. Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados.
clínico, ca. 1. adj. Perteneciente o relativo al ejercicio práctico de la medicina basado en la observación directa de los pacientes y en su tratamiento.
Diccionario de la Real Academia Española
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Política Clínica (2)
La definición que ofrece el Diccionario indica que la clínica es una aproximación empírica, basada en la observación directa de los casos y no en alguna teoría preconcebida. Llevada al campo de la Política, la palabra implica que se trata de un arte que ha dejado atrás el recurso a las ideologías, esos sistemas de creencias más o menos supersticiosas acerca de cuál sería la sociedad humana teóricamente perfecta. En una Política Clínica, el lugar de la ideología es ocupado por la metodología que permita la solución de problemas concretos de carácter público. La Política Clínica no pretende saber cuál es la sociedad perfecta: su preocupación es conocer qué constituye una sociedad sana, una sociedad normal.
¿Qué es, entonces, una sociedad normal para la Política Clínica? En materia de renta, por ejemplo, una sociedad normal mostrará una distribución estadística normal; es decir, muy pocos serán muy ricos, un poco más serán no tan ricos, una gran mayoría formará una gran clase media, bastante menos serán pobres y muy pocos serán muy pobres.
La existencia de una exigua clase muy rica es una constante histórica que no depende del sistema político. No ha habido revolución que no genere una clase privilegiada, como nos enseñó Milovan Djilas respecto de la revolución soviética. Pero la sustitución de una hegemonía por otra, de una clase social próspera por otra distinta no es la solución a la enfermiza distribución de las rentas en nuestro país, que se compone de los inevitables y escasos ricos, una delgada clase media en vía de depauperación y una grande masa de pobres.
Cualquier definición de sociedad normal se verá expuesta a cambios de significado con el correr del tiempo, así como la definición de “hombre sano” ha variado en el curso de la historia. No puede ser la misma concepción de salud la de una sociedad en la que la esperanza de vida alcanzaba apenas a los treinta años, que la que es exigible en una que extiende la longevidad con las nuevas tecnologías médicas.
Del mismo modo, una cosa era la “sociedad normal” alcanzable a fines del siglo XVIII y otra muy distinta la asequible a las tecnologías políticas de hoy en día. Es innegable el hecho de que muchas entre las naciones del planeta exhiben una distribución del ingreso que dista bastante de lo que una “curva de distribución normal” describiría. LEA
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