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No puede ponerse en duda la trascendencia del día 26 de septiembre de este año. En esa fecha, los electores venezolanos elegiremos una nueva Asamblea Nacional. Ese día, habrá elecciones, a pesar de la testaruda paranoia de la contraguerrilla comunicacional opositora, que hace todo género de predicciones apocalípticas sobre la supuesta intención de Chávez de suspenderlas—por un método que nunca se explica—si llegare a creer que sus candidatos no podrán conformar la mayoría que necesita su revolución. Tonterías. Las elecciones van.

Todos sabemos cómo el gobierno ha aumentado su control de los restantes poderes del Estado, especialmente de la Asamblea Nacional. A pesar de la más reciente deserción de Patria Para Todos—ya en 2007 un fragmento de Podemos se había salido del redil—, el Partido Socialista Unido de Venezuela mantiene una mayoría holgada que le permite aprobar cuanta pieza de legislación interese al Ejecutivo. Es, precisamente, la posibilidad fundada de arrebatar este control del Legislativo por parte de Hugo Chávez, lo que hace a las elecciones del 26 de septiembre un evento tan crucial. Una Asamblea fuera de las manos del oficialismo cambiaría radicalmente la escena política: se detendría la invasión legislativa socializante y se haría posible el control sobre un gobierno que no rinde cuentas desde los días del Plan Bolívar 2000. Chávez no podría seguir viajando como lo hace.

Eritema legislativo

El número mágico, en una Asamblea de 167 diputados, es la mayoría simple de 84 representantes; puesto en negativo, arrebatar el control del Poder Legislativo a Chávez equivale a limitar las curules que obtengan el PSUV y el Partido Comunista de Venezuela (el único aliado que le queda) a 83. ¿Cuán probable es este resultado?

Aunque se trata de múltiples elecciones desagregadas, en las que factores de diversa índole determinarán sus resultados, el reciente y creciente deterioro del apoyo de la población al gobierno permite estimar que un voto-castigo pudiera significarle al gobierno la derrota, dependiendo del comportamiento de los votantes no alineados con gobierno u oposición. El Instituto Venezolano de Análisis de Datos ya medía la importancia de este último segmento en su estudio de la opinión pública del mes de febrero, en el que la intención de voto por los candidatos oficialistas era ligeramente inferior a la correspondiente a candidatos independientes y los de la oposición formal (Mesa de la Unidad Democrática), aunque un porcentaje muy significativo (14%) de gente indecisa impide cualquier pronóstico:

Un reparto equitativo

Esa distribución relativamente plana—no hay un segmento claramente dominante—corresponde a la distribución de las simpatías entre los polos oficialista y opositor, hoy en día prácticamente equivalentes. La encuesta de marzo de Alfredo Keller y asociados muestra el mismo aplanamiento de la autodefinición política, aunque pareciera continuar siendo el sector independiente, por su mayor tamaño, la clave de todo el asunto. Por ahora, pareciera que esta distribución hubiera sido ordenada por alguien que hubiera dicho: repártase equitativamente:

Lo que Keller mide

El fenómeno de aplanamiento se debe al crecimiento de la polarización a medida que se conoce la concreción de las candidaturas y se acerca la fecha de la votación. Ambos factores adelgazan la magnitud de los votantes en posición neutral o no alineada, los conocidos y vilipendiados Ni-ni, que hasta fines de 2009 componían la mitad de los electores. Un cómputo compuesto de las mediciones de tres encuestadoras—Datanálisis, Hinterlaces, IVAD—entre 2004 y 2009 ofrece precisamente esa fotografía:

No alineados al frente

Para fines del año pasado, todavía la autodefinición política favorecía al gobierno, con simpatías que duplicaban las suscitadas por la oposición. Pero esto está cambiando de manera radical y acelerada, al aumentar la erosión de la confianza nacional en el gobierno de Hugo Chávez. Hinterlaces ya registraba en noviembre del año pasado un 57% de entrevistados que estimaba que el país iba mal encaminado. A la vuelta de tres meses esta opinión alcanzaba ya una cota de 65%. Y la misma encuesta de Keller ha venido midiendo este deterioro progresivo, según revela la siguiente infografía de El Universal:

El gobierno en caída

No obstante, las elecciones, como se apuntó, dependen en último término de una conjunción de factores múltiples, entre los que cosas como la capacidad financiera de las campañas respectivas—rubro de ventaja para el gobierno—y la concentración o dispersión de esfuerzos en los numerosos circuitos en disputa destacan como los más importantes. A nuestras manos llegó un análisis desprovisto de identificación, razón por la que es imposible atribuirle crédito de autoría; está centrado en una recomendación estratégica para la oposición: que focalice su mayor dedicación sobre una veintena de circuitos clave (por alguna razón, sus tablas fueron confeccionadas en idioma inglés, lo que genera errores con los acentos):

Un modo teórico de ganar

Todo esto, naturalmente, es de un carácter altamente especulativo, pero en términos generales la cosa no pinta bien para el gobierno, y la percepción de que esto es así alimenta los últimos y sucesivos divorcios de antiguos socios de Chávez (Podemos, PPT, Henri Falcón, Alberto Müller Rojas, ahora el grupo de Luis Fuenmayor Toro: De Frente con Venezuela).

Después del 26 de septiembre, por supuesto, se desatará la contienda principal, cuyo foco es la Presidencia de la República en las elecciones previstas para diciembre de 2012. Una vez más, Chávez se ve disminuido; las dos terceras partes del país (IVAD, Hinterlaces) prefieren que deje de gobernar a partir de esa fecha.

Pero eso dependerá de la emergencia de una figura (o contrafigura) cuyo discurso resuene con la distribución nacional de preferencias políticas. Un registro grandemente revelador y poco conocido es el proporcionado por el encuestador Eugenio Escuela a mediados de 2006, al preguntar por esas preferencias en términos del eje izquierda-derecha. Los resultados reconfirman que Hugo Chávez insiste en remar contracorriente:

Una distribución prácticamente ideal

Venezuela es de centro, y quizás quiera expresarse así el 26 de septiembre. La «piedra natal» de ese mes es el zafiro, y su significado «pensamiento claro». LEA

 

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