“Cuadro de la resolución acaecida el 19 de abril de 1810 en la ciudad de Santiago de León de Caracas ahora capital de la República de Venezuela. El Tumulto se efectuó entre el frontispicio de la Iglesia Catedral y la balaustrada de la plaza hacia el Oriente. Los personajes inmediatos al Capitán General son ilustres cabildantes que le precisaron a pasar a la Sala Consistorial donde quedó sellada la Gloriosa revolución que ha dado independencia y libertad a casi todo el nuevo mundo». (Juan Lovera, 1776-1841).
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En diciembre de 1984 me cupo el honor de acompañar al Dr. Arturo Úslar Pietri en el primero, último y único número de la revista Válvula, de la empresa Constructora Nacional de Válvulas, presidida por su sobrino, Andrés Sosa Pietri. Allí se publicó el texto de una disertación inédita del humanista en la Casa de Venezuela de Santa Cruz de Tenerife, flanqueado por un artículo—La verdad que ya no podemos eludir—que compuse con materiales provenientes de una conferencia que dicté en Filadelfia en marzo de 1983 y de una carta a Arturo Sosa hijo, Ministro de Hacienda, fechada el 7 de septiembre del año siguiente. De este trabajo, se reproduce acá un fragmento de la sección titulada Una integración con sentido.
Eran momentos cuando España, recién salida de la dictadura de Franco y presidida por Felipe González, consideraba ingresar a la OTAN como paso previo a su admisión en la Comunidad Económica Europea, que exigía a los españoles un período de prueba de varios años antes de concederles pasaportes de su unión.
En el texto se afirma: «Somos peces en pecera de tabiques móviles», en alusión al siguiente pasaje de Julio Cortázar en Rayuela: “Gregorovius pensó que en alguna parte Chestov había hablado de peceras con un tabique móvil que en un momento dado podía sacarse sin que el pez habituado al compartimiento se decidiera jamás a pasar al otro lado. Llegar hasta un punto en el agua, girar, volverse, sin saber que ya no hay obstáculo, que bastaría seguir avanzando ”.
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Hemos incurrido en dos errores de óptica cuando hemos pensado en la integración. El primero, error de operación, ha consistido en suponer que la integración económica es menos difícil que la política, cuando comenzar por lo económico es comenzar por la competencia. El segundo error, error de construcción, error más grave, ha sido pensar en integración sin pensar en España, en integrar solamente a la “América Latina”. Y, como ha sido dicho antes, no estaremos completos sin España.
Hemos escrito América Latina entre comillas porque América Latina no existe. América Latina tampoco es un pueblo. Es la población que del continente americano, hecho físico, hizo el pueblo hispánico. Por eso, tampoco la población hispánica de la península ibérica es algo más que parte de un pueblo que un día tuvo que separarse pero ya no necesita permanecer desunido. Aunque aún no lo entienda, como lo muestra la Historia de España Alfaguara que, en seis tomos, pretende eludir el tema dedicando solo ocho páginas al proceso de emancipación de las antiguas colonias.
Cabe preguntarse, por ejemplo, que haría España en la Comunidad Económica Europea. Allí donde tantas trabas le ponen, donde quieren someter a prueba de varios años la “calidad humana” del español antes de franquear su libre tránsito. O que haría en la OTAN, que la convertirá en blanco de cohetes rusos, violentando hasta el dolor personal de sus actuales gobernantes sus sentimientos más ancestrales.
Somos peces en pecera de tabiques móviles. España peninsular se dirige hacia los francos y sajones porque se sabe también pequeña. Es también una población en busca de un pueblo. Quisiera acercársenos más y lo hace tímidamente. Pasa vacaciones en América y protege a Contadora y defiende las Malvinas. Pero no es capaz de imaginar que nosotros pudiéramos reconocernos sus hermanos, como ya estaba declarado para 1810: “…cuando ya han sido declarados, no colonos, sino partes integrantes de la Corona de España, y como tales han sido llamados al ejercicio de la soberanía interina y a la reforma de la constitución nacional…” (Acta del Ayuntamiento de Caracas del 19 de abril de 1810). España peninsular, que todavía se siente madre, no se ha percatado de que no es otra cosa que hermano. Hermano mayor, sí, el más adelantado, el que más nos puede enseñar de industria. Hermano.
Nosotros también lo intuimos, pero parcialmente. Lo ha procurado Ángel Bernardo Viso sin llegar a proponerlo. Lo viene sugiriendo Úslar con prudente insistencia. Pero todavía no terminamos de entender que reunirnos con Iberia no significa representar al hijo pródigo, lo que no queremos. Ya no volveríamos a una madre patria. Ahora iríamos al encuentro de un hermano. LEA
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Gracias a Rafael Rengifo, esta referencia utilísima al discurso de orden pronunciado ayer por la historiadora Inés Quintero ante la Academia Nacional de la Historia, por su encargo, sobre el 19 de abril de 1810.
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