El desiderátum de una Política Clínica, en la que la solución de los problemas públicos predomine sobre la búsqueda del poder, es despreciado por los políticos “profesionales”, que lo creen expresión romántica o ingenua. En política, nos dicen, es preciso sacar sangre. Y si se les dice que la actividad política pudiera ser modelada a partir de la actividad de la comunidad científica, entonces no pueden aguantar la risa.
Lo que ignoran, seguramente, es que la comunidad científica no deja de expresar las pasiones humanas de la emulación y la lucha. Es bueno percatarse a este respecto de que, del Renacimiento a esta parte, la comunidad científica—en la que la confrontación sigue un método universal descrito por Karl Popper en La lógica de la investigación científica—despliega un intenso y constante debate, del que jamás han estado ausentes aquellas pasiones, aun las más bajas y egoístas. El relato que hace James Watson—ganador del premio Nóbel por la determinación de la estructura de la molécula de ADN junto con Francis Crick—en su libro «La Doble Hélice», de 1968, es una descarnada exposición a este respecto. Watson refiere la feroz competencia por la solución de ese problema, en la que su equipo, por ejemplo, se sentía en una carrera urgentísima contra el grupo liderado por Linus Pauling en los Estados Unidos.
Pero si se quiere pensar en un modelo menos noble que el del debate científico, el boxeo, deporte de lucha física violenta, fue objeto de una metamorfosis con la introducción de las famosas reglas del Marqués de Queensberry. Así se transformó de un deporte «salvaje», a puño limpio y sin árbitro, en uno algo más «civilizado», en el que no toda clase de ataque está permitida.
No se trata, en consecuencia, de negar el espíritu competitivo de la humanidad, sino de reglamentarlo, de encauzarlo hacia una competencia de ideas y soluciones. Se trata de eludir la terrible ironía de Argenis Martínez, quien escribiera: “La característica general de la política venezolana hasta ahora es que si usted está mejor preparado en el campo de las ideas, es más inteligente a la hora de buscar soluciones y tiene las ideas claras sobre lo que hay que hacer para sacar adelante el país, entonces usted ya perdió las elecciones”.
En cualquier caso, probablemente sea la comunidad de Electores la que termine imponiendo una nueva conducta a los «luchadores» políticos, cuando se percate de que el estilo tradicional de combate público tiene un elevadísimo costo social. LEA
Audio del texto narrado
_________
Y resulta que, justamente, la ciencia como práctica social, como discurso que quiere explicar el mundo según ciertos estándares, nace con la democracia, con la polis griega; son instituciones hermanas. El desprecio y la burla ante una mirada como la que ha venido proponiendo LEA viene, naturalmente, de la ignorancia, que es siempre atrevida, y de la socarronería proverbial y tragicómica del político tradicional. Otra referencia sobre cómo la ciencia y la política tienen simetrías sugerentes está en un texto ya clásico que se puede encontrar aquí: http://www.oei.es/salactsi/latour.htm . Seguramente serán los nuevos medios (Internet, las redes telemáticas) las que progresivamente logren que la gente tome conciencia de lo que LEA apunta en el último y demoledor párrafo de su artículo.
Tiene Ud. mucha razón, estimado científico social. La Internet es la mejor esperanza del mundo.