Luis Buñuel: El discreto encanto de la burguesía

El discreto encanto de la burguesía fue un título escogido tan al azar como lo fue Un perro andaluz (1928). «Realmente no habíamos pensado en la burguesía hasta que, la última noche del rodaje, decidimos encontrar un título. Se me había ocurrido «El encanto de la burguesía» pero Carrière me hizo notar que faltaba un adjetivo, y entre mil de ellos fue elegido «discreto». Nos parecía que, con este título, la película adquiría otra forma y casi otro fondo. Se la miraba de forma distinta». El evidente tono de comedia de la cinta provocó que más de un crítico la considerara como «una sátira feroz de la burguesía». A Buñuel le disgustaban estas apreciaciones. «No es una sátira y mucho menos feroz. Creo que es la película que he hecho con un espíritu de humor amable».

Películas del cine mexicano

(Aunque El discreto encanto de la burguesía es una cinta de producción francesa, el sitio web citado se la apropia como cine mexicano porque Buñuel, opuesto al régimen de Francisco Franco, adoptó la nacionalidad de México).

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El presidente Chávez habita un espacio de significados del siglo XIX, significados marxistas en gran medida obsoletos; a su «socialismo del siglo XXI» hay que restarle doscientos años. Es ahora quizás la más frecuente expresión de su discurso, relativamente nueva en él, el término «burguesía», que emplea en tono peyorativo y condenatorio. Es ahora para él vehículo insignia de la «burguesía venezolana» el conjunto de las Empresas Polar, al que somete a un acoso permanente. «Si la Polar sigue acaparando… iremos entonces por la Polar. ¿Es la cerveza una necesidad nacional? Yo cerraría esa empresa, eso es para mantener a los pobres dominados y explotados (…) ¿Cerveza pa’ qué? Para sacar más barriga y colesterol (…) Ah, que salen unos trabajadores a defender la Polar, pobres de ellos. Están defendiendo la burguesía, eso da tristeza. La clase obrera debe estar alineada con el pueblo, no con la burguesía”.

La palabra burguesía proviene de burgo, que viene de origen latino. DRAE: burgo. (Del b. lat. burgus, y este del germ. *bŭrgs). 1. m. p. us. En la Edad Media, fortaleza construida por los nobles feudales para vigilar los territorios de su jurisdicción, donde se asentaban grupos de comerciantes, artesanos, etc. 2. m. p. us. Aldea o población muy pequeña, dependiente de otra principal. burgo podrido. 1. m. Circunscripción electoral dominada habitualmente por caciques políticos.

Los burgueses fueron, entonces, actores económicos que no dependían económicamente de un señor feudal, aunque políticamente dependieran de él para su defensa. Los señores feudales, totalmente rurales, vivían del producto de la agricultura que practicaban en sus tierras los siervos de la gleba (tierra, especialmente la cultivada), éstos sí dependientes en todo del señor. Poco a poco, la vida urbana fue más dinámica que la rural, y de la actividad de los artesanos y comerciantes, reunidos en gremios, emergió un grupo social del que surgieron las primeras industrias—eran gente de trabajo—que se expandieron luego con los adelantos tecnológicos de la Revolución Industrial.

Carlos Marx vivió enteramente (1818-1883) en el siglo XIX, cuando las empresas industriales ejercían sobre sus trabajadores un control ventajista comparable al de los señores feudales sobre los siervos de su gleba. Nueve años antes de que escribiera el Manifiesto Comunista (1848) a dúo con Federico Engels, la novela Oliver Twist de Charles Dickens ya hacía una aguda crítica de la pobreza urbana. Aquella fase del capitalismo temprano era espantosa y fue, por supuesto, enteramente superada, mediante legislación social y la práctica misma de los empresarios, que no tardaron mucho tiempo en adquirir conciencia social. (En 1990, la American Management Association pidió a Federal Express que explicara el secreto de su éxito, merecedor de numerosos premios de «calidad total». En la primera página del folleto que la AMA publicara, FEDEX explicó su filosofía gerencial: el accionista obtendrá ganancias cuando los clientes estén satisfechos, y éstos lo estarán cuando los empleados estén satisfechos; por ende, la médula del negocio de FEDEX consiste en mantener a sus empleados satisfechos).

Pero, para la época de Marx, esta nueva conciencia social del empresario no existía. En el Manifiesto Comunista escribió:

Vemos entonces que los medios de producción e intercambio, sobre cuyas fundaciones la burguesía se construyó a sí misma, fueron generados en la sociedad feudal. En una cierta etapa del desarrollo de estos medios de producción e intercambio, las condiciones bajo las que la sociedad feudal producía e intercambiaba… las relaciones feudales de la propiedad, ya no fueron más compatibles con las entonces desarrolladas fuerzas productivas; se transformaron en grilletes. Tenían que ser hechas pedazos; fueron hechas pedazos. En su lugar entró la libre competencia, acompañada por una constitución social y política adaptada a ella, y la influencia económica y política de la clase burguesa. Un movimiento similar se despliega ante nuestros ojos… Las fuerzas productivas a disposición de la sociedad ya no tienden a favorecer el desarrollo de las condiciones de la propiedad burguesa; por lo contrario, se han hecho demasiado poderosas para estas condiciones que las maniatan y, tan pronto como superen esos grilletes, traerán orden al conjunto de la sociedad burguesa, poniendo en peligro la existencia de la propiedad burguesa.

Como vemos, Marx ya usaba extensamente a sus treinta años de edad un nuevo concepto de burguesía: la clase social dueña de los medios de producción. La mayor parte del tiempo, Marx no empleaba el término peyorativamente. De hecho, reconocía las virtudes burguesas, aunque criticara a los burgueses por su «hipocresía moral». Pero Marx no llegó a ver la instauración de algún gobierno socialista sobre las líneas que él mismo postulara. No llegó a ver, por tanto, la emergencia de una «burguesía estatal», una nueva clase privilegiada típica del «socialismo real», como la tristemente famosa nomenklatura del estalinismo.

Tampoco llegó a vivir hasta 1930, cuando se iniciara un vasto proceso de aburguesamiento de las clases obreras, en la dinámica del progreso social. («Aburguesamiento es el proceso de migración de individuos hacia la burguesía como resultado de su propio esfuerzo o la acción colectiva, tal como la emprendida por los sindicatos en los EEUU y otras partes entre los años 30 y 60, que estableció un estatus de clase media para los trabajadores de las fábricas y otros que por sus empleos no hubieran sido considerados de clase media, permitiendo que un número creciente de los que pudieran tradicionalmente ser clasificados como clase trabajadora asumiera el estilo de vida y los valores individualistas de las llamadas clases medias y así rechazara el compromiso con metas sociales y económicas colectivas. El proceso opuesto es la proletarización». Wikipedia).

Y cuando Marx hacía la crítica a la «hipocresía moral» de la burguesía, por supuesto, incurría en una distorsión de la realidad que implicaba una «superioridad moral» inexistente en el proletariado. El producto moral mediocre o malo es observable en cualquiera de los estratos sociales, en cualquier sistema político-económico. En particular, es fácilmente observable en los sistemas socialistas, donde a la medianía moral de la humanidad en su conjunto, se añade el abuso que proviene de la ventaja de un poder político absoluto. Los sistemas socialistas, impedidos esencialmente de alterar el comportamiento característico del género humano, generan todos una nueva burguesía más odiosa, la «nueva clase» que describiera tan exactamente Milovan Djilas.

El «sistema» chavista ha generado, precisamente, esa nueva clase, esa nueva burguesía que no bebe cerveza, sino güisqui de 18 años de añejamiento, coloca abundantes dólares en cuentas del exterior, adquiere o construye lujosas viviendas y conduce costosas camionetas como la que birlaron a un incompetente chofer de Evo Morales, una que Hugo Chávez le había regalado. El estilo de vida de Hugo Chávez es, verdaderamente, de alta burguesía, como lo es el de Fidel Castro, que fumaba finísimos habanos Cohíbas y no aceptaría que Chávez le regalara una caja de nuestros modestos Guácharos. De estar vivo Carlos Marx, de haber visto el estalinismo y el castrismo y el chavismo criticaría—era un tipo serio—la hipocresía moral de cada uno de esos regímenes.

Es una hipocresía con ínfulas moralistas, con pretensiones de poder indicar a cada ciudadano individual cuál debe ser su conducta privada, cuáles deben ser sus hábitos de consumo, cómo debe bañarse—a oscuras—, cómo debe vivir, cuáles deben ser sus opiniones. Es una hipocresía porque es la burguesía execrada, precisamente, la gente que ha dado al mundo sus medios de progreso material; por poner un solo caso, el Twitter que ahora entusiasma (hasta que se le agote el capricho) al Presidente de la República. Éste no desprecia, para su uso personal, ninguna tecnología de la más moderna; no usa tecnología indígena, no vuela en aviones fabricados en Corea del Norte, sino en un Airbus fabricado por burgueses, no se pone en la muñeca un reloj cubano. Hugo Chávez es un perfecto burgués, y su hipócrita e injusta condena de la burguesía es una mera coartada para ejercer grosera y abusivamente el poder.

Las nomenklaturas de los regímenes socialistas son una burguesía de Estado, que ha sustituido el capitalismo privado por un capitalismo estatal. En este país es constatación cotidiana que las condiciones laborales de los trabajadores de las empresas del Estado, en la época de Chávez, son bastante peores que las prevalecientes en la empresa privada, y que sus sanas aspiraciones de progreso son impedidas con amenazas e insultos. Así trata Chávez a lo que él llama pueblo, un concepto que en su óptica es altamente inexacto: la burguesía es también pueblo, y lo es de manera muy legítima.

El chavismo es el opio del pueblo. LEA

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