Tres dobles, dos en pelo y final feliz

Una tranca no despreciable

La mano de hoy no ofrece particularidades notables, pero sí propició una discusión en la mesa sobre la que se jugó. La discrepancia tuvo que ver con el modo de salir, sólo que no hubo comprobación inmediata de las opciones. Debo advertir que quien escribe fue quien dijo que habría salido por una piedra distinta de la escogida por Sur. El análisis de hoy se reduce a comparar la realidad con la fantasía. Como siempre, comencemos por evaluar individualmente las cargas de cada jugador.

Sur ha cargado un juego liviano (32 puntos) y sin fallas. Tiene, sin embargo, el problema de tres dobles, dos de los cuales no tienen compañía. Comoquiera que tiene sólo un cinco y sólo un seis, se trata de una carga que puede verse fácilmente en problemas. El curso de la mano lo dirá.

Este cargó el peso promedio de 42 puntos, tiene, como Sur, tres dobles (el 2-2 en pelo) y falla por tres. De regular calidad.

Norte cargó un punto menos que Este, no tiene fallas ni dobles y sus tríos de doses y treses pudieran llegar a ser determinantes. Una carga bastante buena.

Oeste, finalmente, también tiene una buena carga: sin fallas y con un solo doble (6-6) acompañado. No obstante, aporta demasiados puntos a la pareja, con 53.

Una cámara cenital captaría una distribución bastante igualitaria; a primera vista, no es fácil pronosticar a cuál de los dos lados tocará la victoria. Tan sólo resalta la mayor pesadez de la carga de Este & Oeste: 95 puntos contra 73 de Norte & Sur.

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En el juego, Sur, un jugador más ortodoxo que San Cirilo el Filósofo, se atuvo al principio de salir con el doble mayor acompañado, y como su 4-4 y su 3-3 están íngrimos, optó por poner en la mesa el doble blanco. A fin de cuentas, como hemos visto, posee una carga más bien liviana. Este no puede dejar de notar esta elección, y luego de pensar brevemente para reportar otro blanco en su mano, y no teniendo más cuatros que seises, eleva la mesa con 0-6. Norte hace lo que le corresponde: piensa un poco señalando otro seis en su mano y cierra con 6-3, pinta esta última que es más liviana que el cinco de su 6-5 y de la que cargó tres piedras. Oeste, habiendo notado que su compañero todavía puede defenderle una vez más por los blancos, cierra la salida con 0-5, una vez más subiendo la mesa en consonancia con su pesada carga y la primera postura de Este. La primera ronda no tiene otra clave que este forcejeo de Norte-Sur en pro de la liviandad contra Este-Oeste que prefieren la pesadez.

Ahora Sur debe decidir por cuál de las pintas abiertas se quedará fallo; no necesita ser un genio para guardar el único cinco que tiene, en previsión de que sea repetido contra él por Oeste, y opta por salir de la debilidad del 3-3 sobre la pinta iniciada por su pareja. Este aprovecha para continuar la descarga de piedras altas desprendiéndose del molesto 5-5, pensando para indicar su otro cinco. Norte insiste en la preservación de una mesa baja y repone la salida de su compañero con 3-0 después de pensar un poco para advertir de su tres restante. (Jugar 5-6 la elevaría, lo dejaría con una falla y, en cualquier caso, estaría poniendo una pinta de la oposición. Jugar 3-2 ofrecería una piedra nueva, para mayor facilidad de respuesta de los oponentes). Oeste le lleva la contraria; sabe que Sur no tiene treses—si los tuviera, habría salido por el 3-3 que colocó en su jugada anterior (en lugar del 0-0)—y, además, es ahora quien tiene la mayoría por esa pinta y sabe también exactamente cuál es el tres faltante (el 3-2) y que Norte lo tiene; en consecuencia, una vez que su compañero ya salió del 5-5, cierra la pinta que inició para colocar una iniciada y cerrada por Norte, poniendo a Sur a jugar por una sola punta. (Lo hace pensando, para indicar que aún guarda un cinco en su poder).

Sur, en efecto, debe pegarle a su salida rápidamente con 0-1, puesto que no tiene  otra opción. Tampoco Este tiene jugada por una de las puntas y se le presentan las posibilidades de jugar 1-1 o 1-5; siguiendo la lógica de la mano coloca la más pesada, habiendo notado que su pareja guarda, al menos, otro cinco. Una vez más, Norte elude servir el seis y cierra con 3-2. Es ahora Oeste quien repite el seis de la primera jugada de su compañero con 2-6, evitando iniciar pinta nueva si cerrara el cinco con 5-4.

El implacable plan de liviandad del eje vertical continúa al cerrar Sur el seis con 6-1 lo que, de paso, es la repetición de la pinta que inició en su previa postura. Ahora sí se acuesta Este con 1-1. La fidelidad al plan tácitamente asumido lleva a Norte a rehusar, por tercera vez, servirle a Oeste un seis con 5-6; prefiere iniciar pinta nueva con 1-4, aunque presume que su oponente se encabezará por los treses con 4-3. Es precisamente eso lo que Oeste hace.

Sur cierra una vez más una pinta alta, reponiendo el dos inaugurado por su pareja al jugar su único cinco, el 5-2. Este sólo puede jugar 2-2 rápidamente, lo que permite a Norte obligar a Oeste a reventar su efímera cabeza—»Poco duró la dicha», se dice en las mesas amistosas—jugando 2-0, a conciencia de que ahora encabeza a Este. (Desde la primera ronda se sabe que Oeste no tiene más blancos, y Sur jugó rápidamente el 0-1 la penúltima vez). En efecto, Oeste se ve obligado a jugar 3-1.

Ya Sur adivina lo que va pasar, pues hace al último dos (2-4) en poder de Norte, dado que fue su compañero quien iniciara esa pinta; al cerrar con 1-2 prepara la tranca. Trágicamente, Este debe servirla al reventar su fugaz cabeza de blancos con 0-4. Norte no se hace rogar y tranca a dos recogiendo 31 puntos de los contrarios.

Antes dije que no había particularidades notables en esta mano, pero sí la hubo: no pasó ninguno de los jugadores hasta el desenlace.

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Lo que sostuvo el infrascrito, como mirón, es que si hubiera sido Sur hubiera salido en pelo con 4-4, puesto que el juego de blancos es debilísimo en Sur y no descarga tantos puntos como con la opción del doble cuatro y, además, el compañero no presumirá esta piedra en poder del salidor.

Como se dijo al comienzo, esta posibilidad no fue analizada en detalle de inmediato, pero el escepticismo con el que la sugerencia fue recibida alimentó la curiosidad, y una consulta a El arte de las 28 piedras, de Alfredo Fernández, parecía darme la razón. En la sección que dedica al tratamiento de los dobles en pelo en la carga del salidor (Capítulo VI. La Salida. V. Juego donde existen varios dobles en pelo), dice: «Así, en la mayoría de los casos, deberá salirse con el doble mayor si éste está comprendido dentro del rango del doble-cuatro al doble-seis». (1ra. edición, 1996, pág. 103).

Pero veamos qué hubiera ocurrido con la salida por 4-4 en una trayectoria razonable.

Triunfo relativamente magro

Sur habría recibido inmediatamente un pase en castigo a su osadía, pues Oeste, teniendo la piedra de cuadrar (3-4) la usa cuadrando a la mano en lugar de al pie para asegurarle al compañero una nueva pinta para jugar, sobre todo si éste pensó para jugar 4-6 indicando otro cuatro en su poder y el propio Oeste guarda también otro (4-5). Más adelante, Norte prefiere con mucha razón irse de la cabeza de cuatros antes que servir el seis de los contrarios, y Oeste evita a continuación dar el tres que Norte ha puesto ya dos veces pensando y juega 5-0. La salida por 4-4 también habría dado el triunfo al eje vertical, pero la cosecha habría sido más escasa.

Parece que yo no tenía razón, al menos en este caso. LEA

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