Carta Magna de los barones ingleses a Juan Sin Tierra en 1215 (clic para ampliar)

Juan Sin Tierra fue una triste figura de la longeva monarquía inglesa. Hermano de Ricardo I de Inglaterra, Corazón de León, no tuvo otra gloria que la de ser el déspota cobarde combatido por Robin Hood. En 1215, los barones ingleses decidieron pararle el trote, y redactaron el primer documento constitucional de la historia, la Carta Magna, a la que Juan no tuvo más remedio que acatar y refrendar con el sello real. Casi 800 años después, un varón venezolano, el general Carlos Julio Peñaloza, ha escrito una carta al Presidente de la República, Hugo Con Tierra Expropiada, que es tan magna como su predecesora, en razón de su dignidad.

El general Peñaloza fue quien debelara las intenciones golpistas de Hugo Con Tierra en 1989; sus gestiones y advertencias fueron desestimadas por la torpe arrogancia de Carlos Andrés Pérez, a quien el suscrito sugirió la renuncia el 21 de julio de 1991 (Salida de estadista: «El Presidente debiera considerar la renuncia. Con ella podría evitar, como gran estadista, el dolor histórico de un golpe de Estado, que gravaría pesadamente, al interrumpir el curso constitucional, la hostigada autoestima nacional. El Presidente tiene en sus manos la posibilidad de dar al país, y a sí mismo, una salida de estadista, una salida legal»). Tampoco hizo caso a este llamado, y seis meses y catorce días después los golpistas quisieron aprovechar, como avezados delincuentes, la nocturnidad de la madrugada del 4 de febrero de 1992 para deponer a Pérez, fracasaron y se rindieron, no sin antes haber derramado sangre ajena.

La carta del general Peñaloza ha sido publicada por El Nuevo País el lunes 15 de noviembre; de allí toma su texto este blog y lo reproduce abajo. Es clarísima, es valiente, es terrible, puesto que pinta el paisaje posible de la guerra civil. Como él mismo advierte, sin embargo, no tiene armas para tal empresa, como tampoco las tienen los «líderes jóvenes, inteligentes y corajudos dispuestos al combate» que a juicio de Peñaloza sobran en Venezuela. Aparentemente, la cosa sería desproporcionadamente asimétrica; aparentemente, el Presidente de la República manda tropas a las que se ha obligado a jurar Patria, Socialismo o Muerte, y aparentemente cuenta con sus milicias, formadas precisamente para defenderlo. En teoría, los «líderes jóvenes, inteligentes y corajudos dispuestos al combate» morirían en el choque, como los jóvenes de la Carga de la Brigada de Caballería Ligera en Balaclava. (Durante la Guerra de Crimea, centenares de jóvenes jinetes ingleses recibieron la orden de atacar los emplazamientos de la artillería rusa, que los masacró. El mariscal Pierre Bosquet comentó sobre la suicida valentía: “C’est magnifique, mais ce n’est pas la guerre”).

No será necesario, sin embargo, un sacrificio de ese tipo. Primero, porque hay armas civiles para pararle el trote a Hugo Con Tierra. Es hora de que hable la Corona, el Pueblo, pues las cosas han llegado a un punto donde ya no deben ser decididas por mandatarios, ni siquiera por el primero de ellos. Podemos y debemos activar un referendo suficiente para detener el proyecto de dominación más pernicioso que hayamos conocido en el país. Segundo, porque Chávez no sería acatado, por más soles que acumule sobre charreteras ajenas o propias; ya fue desacatado en una ocasión, cuando ordenó la puesta en práctica del Plan Ávila el 11 de abril de 2002.

Hugo Con Tierra ha amenazado con resistencia armada—la que demostradamente no sabe conducir—si un nuevo Presidente de la República osa destituir los mandos militares que cree afectos a su causa. No tiene ni la razón ni el derecho. Es atribución presidencial (Numeral 6 del Artículo 236 de la Constitución Nacional) la capacidad de asignar los cargos de los altos oficiales de la Fuerza Armada Nacional. Nadie puede maniatar a un presidente en esto.

En diciembre de 1993, el vicealmirante Radamés Muñoz León fue hasta la quinta Tinajero, residencia del Presidente Electo, Rafael Caldera Rodríguez, en compañía de los demás miembros del Alto Mando Militar. Allí les dijo el presidente Caldera que no serían confirmados en sus cargos, cuando ni siquiera había tomado posesión de la Presidencia de la República. De esa entrevista salió Muñoz León con la cara descompuesta que registraron los fotógrafos de prensa y el rabo entre las piernas, domado por un civil. No pudo alzarse contra la decisión, como tampoco pudo alzarse como quiso, en octubre de ese mismo año, contra Ramón J. Velásquez. No pudo, aunque en noviembre de 1993 había exhibido en privado su talante fanfarrón, cuando dijo que él mismo se encargaría «de llevar a Fuerte Tiuna preso, desnudo en un camión de estacas, a Caldera si desconoce el triunfo de Oswaldo Álvarez Paz».

El general Henry Rangel Silva ha definido las decisiones que pudiera tomar un nuevo Presidente de la República, en cuanto a la composición del Alto Mando Militar, como «desmantelamiento de la Fuerza Armada Nacional». Está radicalmente equivocado; él no es la Fuerza Armada Nacional, y sus días, a pesar del cuarto sol, están contados.

Con algo sugerido por el general Peñaloza no estoy de acuerdo: él señala que si Hugo Con Tierra dejara de recibir instrucciones de Fidel Castro y se dedicara a gobernar (en imitación de Bachelet y Lula), podría revertir las tendencias y resultar triunfador en 2012. No creo, primeramente, que el descomunal estropicio político, social, económico e institucional del que Chávez es principal responsable pueda ser reparado por él antes de las próximas elecciones. Ni siquiera creo que sepa de gobierno, como él mismo lo sabe también a estas alturas. Ya no encuentra cómo salir del enmarañado atolladero en que se ha metido en compañía de incapaces. Y, como lo sabe, como se ha dado cuenta de haber creado una progenie de problemas que no podrá resolver, tal vez su inconsciente lo impele a buscar su salvación en un holocausto épico que lo reivindique, tal como creyó un cabo austriaco y golpista que ordenó la demolición de Berlín cuando ya tenía la derrota en la cara. Esa clase de delirio sólo puede consumarse en el suicidio. LEA

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Carta abierta del Gral. Peñaloza al presidente Chávez

Ciudadano Hugo Rafael Chávez Frías

Presidente de la Republica

Sr. Presidente,

No lo veo desde hace casi 21 años, cuando nos reunimos en mi despacho de Comandante del Ejército. Como recordará, lo detuve porque tenía pruebas fehacientes de que Ud. preparaba un golpe para el día 6 de diciembre de 1989. En esa oportunidad, un grupo de altos funcionarios y oficiales, actuando como cómplices, abogaron ante el presidente, quien decidió dejarlo en libertad «por falta de pruebas». El mismo plan, entonces abortado, Ud. lo repitió el 4F de 1992, luego de mi retiro. Ese golpe fallido lo convirtió en una figura nacional y lo llevó a Miraflores legalmente. Antes de esas elecciones ningún militar amenazó con desconocer su posible victoria. Si alguno lo hubiera hecho, yo mismo hubiera salido a defenderlo a Ud. de ese chantaje.

Hoy en día, cumplidos 70 años, me preocupa su decisión de defender en público al Mayor General Henry Rangel Silva y ascenderlo in situ, como se hace con quienes han ejecutado un acto heroico con peligro inminente de su vida. Este indigno general lo único que hizo fue jactarse de estar amancebado con Ud. y su causa. Para él, la lealtad a la patria es a medias mientras con Ud. es total. Ante esta escandalosa exhibición de adulancia, Ud., en lugar de degradarlo, corrió a ascenderlo. Antes de que la adulación del general Rangel Silva fuese premiada con el impúdico ascenso, escribí un artículo en «El Nuevo País» criticando las desdichadas declaraciones del mencionado general. Luego, un coro de protestas desde diferentes trincheras permitió palpar el descontento popular. Ud. no lo percibió porque hace tiempo perdió sintonía con el pueblo.

En vez del grotesco ascenso, el mal ejemplo merecía una sanción y destitución. Pero esto no es lo que más preocupa. Debemos acostumbrarnos a la idea de que pronto tendremos docenas de generales en jefe y así el grado que mereció Simón Bolívar, nuestro gran secuestrado, se devaluará al igual que nuestra moneda. Lo grave es que Ud. confirme de viva voz su decisión de desconocer el resultado de las elecciones presidenciales del 2012 si éste le es adverso. Semejante abuso de autoridad no puede pasar desapercibido, aunque las autoridades competentes no tomen las medidas para condenarlo. Con este acto, Sr. Presidente, Ud. le ha declarado de facto la guerra a más de la mitad del pueblo venezolano.

Aunque tengo los setenta años de aquel personaje histórico-legendario, no pretendo ser un moderno Alonso Andrea de Ledezma, enfrentando a los bucaneros ingleses que saquearon Caracas en 1595. Ni siquiera tengo un viejo yelmo y armadura, ni una lanza oxidada. Pero tengo mi conciencia y me considero en el deber de hacerle frente y recoger el guante retador con que Ud. nos abofeteó a los ciudadanos venezolanos. Nadie me ha seleccionado para ocupar esa posición, pero como soldado de la república considero mi deber asumir el riesgo. Después de todo, a Ud. tampoco nadie lo ha autorizado a ejercer chantaje electoral. Estamos en igualdad de condiciones, salvo que Ud. es Goliat. Soy un viejo que siendo todavía adolescente juró defender las instituciones hasta perder la vida si fuera necesario, y sigo fiel a ese compromiso. Ya viví bastante y la muerte no me asusta.

Por lo expuesto, Sr Presidente, le notifico que las fuerzas democráticas de la patria lo retan a enfrentarse en las metas electorales y aceptar el triunfo del que obtenga la mayoría. Si trata de poner en práctica sus amenazas del uso de la fuerza antes o después de esas elecciones, resistiremos con las mismas armas que Ud. utiliza. También le participamos que el nombramiento del general Rangel, o cualquier otro oficial señalado como presunto narcotraficante, como Ministro de la Defensa para el momento de las elecciones, será tomado como una señal de que Ud. sigue con los planes de desconocer los resultados electorales en el 2012.

Le advierto que sólo habrá paz si respeta la Constitución y a la voz de la mayoría del pueblo. Hasta ahora sus constantes violaciones de la Carta Magna se han pasado por alto, pero la acumulación de desacatos se está haciendo intolerable. El posible aborto de las elecciones del 2012 o el desconocimiento de un resultado adverso a sus intereses políticos liberará los demonios que están represados. Los venezolanos queremos la paz, pero al mismo tiempo rechazamos las dictaduras de cualquier color. A partir de este momento estamos velando las armas de la democracia y al mismo tiempo rogamos porque no se desate una guerra civil.

No pretendo ser el jefe de un movimiento en su contra, sólo soy un humilde mensajero. Sobran líderes jóvenes, inteligentes y corajudos dispuestos al combate. Espero que esta tragedia no sea necesaria. El ejército forjador de libertades no va a asesinar venezolanos.

Esto no es una amenaza de golpe o el inicio de una conspiración, es un campanazo para que Ud. entienda que estamos dispuestos a luchar por la libertad y a impedirle consolidar una dictadura siguiendo las líneas que recibe de La Habana. No queremos que el sueño de Bolívar se convierta en una pesadilla castrista.

En aras de un poder pasajero y de una ideología obsoleta y ruinosa Ud. no puede iniciar una guerra fratricida que lo convertirá en un monstruo ante la historia. No llame más a Fidel para pedir instrucciones. Dedíquese a gobernar a Venezuela con los venezolanos. La gran unidad hispanoamericana nunca se logrará con el modelo comunista. Es más, si sigue el patrón de gobierno de la Sra. Bachelet o de Lula hasta podría cambiar la tendencia actual y ganar en el 2012. Le garantizo que si Ud. gana limpiamente, su triunfo será reconocido como debe ser. Vuelva a ser venezolano, deje morir a Fidel en paz para que Venezuela pueda vivir en concordia.

Le prevengo de reaccionar con los habituales insultos y descalificaciones. Siempre estaremos listos para actuar como personas racionales y decentes, de acuerdo a lo que nos enseñaron en la academia que nos formó como ciudadanos y soldados. Entierre el hacha de la guerra dirigida desde Cuba. Venezuela lo reclama.

Atentamente,

General de División

Carlos Julio Peñaloza Zambrano

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