
La idea que Eugenio Mendoza Goiticoa llevó a la XVIII Asamblea de Fedecámaras (Mérida, julio de 1962)
Se ha querido presentar al empresariado nacional como actor insensible y egoísta, involucrado en una dominación deliberada sobre los habitantes más pobres del país. La verdad es que el empresario venezolano ha sido destacado pionero en materia de responsabilidad y solidaridad social, tanto en términos de recursos aportados como en materia de iniciativas con imaginación y de conceptos avanzados en la materia.
Siempre hubo filantropía de los empresarios en Venezuela, pero fue en la década de los años sesenta cuando su presencia se hizo marcadamente mayor y mejor orientada por una moderna filosofía de la responsabilidad social, de elaboración esencialmente autóctona. En 1964 los empresarios venezolanos concibieron y emitieron su Declaración de Responsabilidad Social de la Libre Empresa, que daba piso principista a la organización y el concepto del Dividendo Voluntario para la Comunidad, que cumplió 40 años de existencia en 2004. El documento fue conceptualmente tan importante que la explicación venezolana de sus nociones fue requerida en el continente y en Europa, y misiones de empresarios nacionales fueron a distintos países a llevar el evangelio de la responsabilidad social, tan lejos como a Filipinas, donde la iniciativa del DVC fue copiada en la asociación Phillipine Business for Social Progress (1971). Treinta y seis años antes de que British Petroleum comenzara la publicación de balances sociales y ecológicos (año 2000), ya el liderazgo empresarial venezolano había establecido las líneas conceptuales de la responsabilidad social de la empresa, noción que terminó estando de moda en el mundo sólo al inicio del siglo XXI.
La década de oro de la inversión social privada fue, entonces, la que va de 1963 a 1973 (justo el año antes de que se iniciara la patología económica venezolana causada por la inundación de dólares petroleros a raíz del embargo de los países árabes, una acción en la que Venezuela no tuvo parte). Entre esos años floreció una numerosa constelación de organizaciones no gubernamentales dedicadas a la acción solidaria en casi cada parcela de necesidad, y criterios y conceptos desarrollados por ellas y por la actividad fundacional fueron asumidos por el gobierno para sus propios programas. (En materia, por ejemplo, de desarrollo de las comunidades de menores recursos—con el Instituto Venezolano de Acción Comunitaria y Acción en Venezuela—o en la consideración de la enseñanza preescolar como sistema educativo formal: los principios desarrollados por Alba Fernández de Revenga en el Centro Infantil Altamira de la Fundación Neumann informaron la filosofía de la educación oficial en preescolar, establecida por el Ministerio de Educación que ejercía Enrique Pérez Olivares, muy recientemente fallecido).
Por aquella época, debe anotarse, la incipiente democracia venezolana se vio seriamente amenazada por la violenta actividad subversiva de la guerrilla rural y urbana. El empresariado venezolano eludió la tentación de involucrarse, como le fue propuesto, en la promoción de la violencia contraria, y asumió como suya la acción a favor de las comunidades desde la perspectiva de una ciudadanía corporativa que respondía a la realidad social. Y aunque a comienzos de la democracia el sector público disponía de más recursos que el sector privado, la acción social de éste se hizo sentir con su creatividad innovadora y la magnitud y energía de su dedicación.
Esto cambió de manera muy importante a partir de 1974. Un Estado repentinamente recrecido en recursos, trastocó las proporciones y las prioridades. Así, un Estado súbitamente rico ya no tuvo tanto interés en la cooperación social proveniente de la iniciativa privada, y el deterioro posterior de las condiciones económicas generales dificultó la proyección de la acción social empresarial.
A pesar de esto, la solidaridad social del empresario venezolano sigue siendo muy significativa, como lo atestiguan las cifras de su inversión en la comunidad, que han sido recogidas por reciente investigación sistemática. (Tan sólo una entidad bancaria venezolana, por ejemplo, registraba en 2004 la cifra de 17 millardos de bolívares de aporte en el “balance social” que publica con regularidad).
Pero más allá de las cifras, es la calidad y la eficiencia de la inversión social privada algo digno de destacar. La sola iniciativa de la red de escuelas de Fe y Alegría representa para el Estado venezolano un enorme alivio de la carga social, y a todas luces es de una productividad superior a la del sistema educativo público.
Hoy en día la presencia social del empresario nacional está multiplicada por todas partes, a través de su contribución al sostenimiento de numerosas ONGs o mediante la operación directa de programas propios. Además del Dividendo Voluntario para la Comunidad, Fedecámaras ha establecido una especial Oficina de Responsabilidad Social, y la Cámara de Comercio Venezolano-Americana (Venamcham) administra su vigoroso programa de Alianza Social. Numerosas fundaciones de diversas escalas canalizan fondos de muy importante cuantía para la educación, la ciencia, la cultura, el alivio de la pobreza, la profilaxis contra las drogas, la salud, el deporte.
Pero como decía Juan XXIII, no sólo hay que ser bueno, hay que parecerlo. Es necesario que el empresariado de Venezuela se reposicione a este respecto, a partir de la realidad de su trascendente solidaridad social. Ser rico no es malo.
LEA
____________________________________________________________
Luis: tuve la oportunidad de conocer a Alfredo Anzola, en primera instancia en la UCAB, cuando egresé en 1966. Anzola organizó con Santiago Vera un retiro en la Colonia Tovar, con varios sarcedotes jesuitas y otras personalidades, sobre la responsabilidad profesional, la ética y el compromiso social de la profesión de ingeniero. Luego tuve el honor de estar con él en el Directorio de la Fundación Laboratorio Nacional de Hidráulica, una de las instituciones de mayor compromiso profesional y científico, en la cual se desarrollaban modelos físicos para estudiar el comportamiento de ríos, presas, canales y obras hidráulicas en general. Esta fundacion surgió como una iniciatva del MOP, heredera del Laboratorio de Hidráulica del INOS, dirigido por Santos (Yayo) Michelena. Anzola fue Directivo de la Fundación Creole, la cual ayudó a la UCAB en su desarrollo de Montalbán. Era una excelente persona, representativa del gentilicio que caracterizaba a los dirigentes privados y públicos de entonces. Incomparables con los actuales, salvo excepciones desde luego.
Siempre he tenido interés en examinar el por qué en Venezuela los empresarios quebraron, se fueron de los negocios, y en hacer una investigación a fondo sobre este tema. Quedan algunas empresas como Polar y sobreviven las transnacionales como GM, Colgate, Procter, Ford, entre otras. Pero pocas de capital nacional, algunos bancos como Mercantil y Banesco. Los demás son socios de bancos extranjeros, lo cual no lo critico.
Venezuela es un país pobre, con un sector privado disminuido, sin mayor proyección. Las empresas que sobreviven son comercios importadores y algunas empresas de construcción que mantienen aún presencia por trabajos con el Estado y están sometidas al código chavista.
No es posible un crecimiento económico sólido y permanente si no hay empresas privadas, pero mientras la base de la política económica sea el rentismo petrolero, será difícil logar superar al estado actual de cosas. Estoy muy lleno de pesimismo sobre el futuro del país. Entre otros factores, por una ausencia de dirigentes con visión de largo plazo. A muchos sólo les interesa tener acceso a Miraflores, como meta.
Como dices, Alfredo Anzola Montaubán fue un caballero excepcional, adelantado a su tiempo.
Los dos gobiernos de Carlos Andrés Pérez tuvieron mucho que ver con la decadencia de la dirigencia empresarial en Venezuela. En el segundo, la liberación de las tasas de interés quitó el sentido a la rentabilidad industrial acostumbrada. Corimón, por caso, se daba con una piedra en los dientes cuando obtenía una ganancia anual de 20% sobre su capital invertido. ¿Cómo podía esto sostenerse con tasas de interés disparadas a niveles superiores a 50%? Corimón, las Empresas Mendoza y otras se vinieron abajo luego de ese segundo período de Pérez en manos de una segunda generación—Philippe Erard, Eugenio Antonio Mendoza—que destrozó la paciente construcción de décadas. Lo mismo pasó políticamente: Eduardo Fernández, con su injustificable campaña tigresca de 1988, inició el desplome de COPEI, construido por líderes de otro tamaño. (Ya habrás visto referencia a esta fractura generacional en el primer capítulo de Las élites culposas).
A lo que debemos apostar es a un aprendizaje de pueblo y dirigentes con esta anacrónica y simplista dominación de Chávez. No será eterna. Hay una juventud venezolana que, por ley de vida, superará lo hecho en la década de los sesenta.
Tuve la oportunidad de escucharlo esta tarde con Pedro Penzini López en su programa de radio. Le confieso que quedé inmediatamente «enganchado», si así me permite decirlo, con la absoluta claridad y sencillez con la que expresa sus ideas, opiniones y conceptos; cosa no muy común, por cierto, en personas de su trayectoria, credenciales y experiencia. De allí comencé a seguirlo en Twitter y casi inmediatamente recibo por esa vía su amable respuesta, con la invitación a navegar en este Mar de Conocimiento que es su Blog DoctorPolítico.
Agradezco altamente y valoro en justa medida su aporte, del cual si me lo permite, haré difusión para que llegue al mayor número de personas posibles a fin de ayudar a nuestro país a salir de la mediocridad y el atraso en el que lamentablemente hoy se encuentra.
Saludos cordiales,
Fernando Guijarro Amesty
@FernanGuijarro
Maracaibo-Venezuela
Caramba, Sr. Guijarro, agradezco mucho la generosidad de su comentario, y su amable oferta de hacer conocer este blog.
Viví en Maracaibo entre marzo de 1989 y septiembre de 1990; fue una de las épocas más satisfactorias y felices de mi vida. En esos tiempos, me cupo en suerte conducir el relanzamiento del diario La Columna, hecho por periodistas jóvenes, en su mayoría egresados de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Zulia. Ese equipo logró el Premio Nacional de Periodismo de 1990, a escasos diez meses del arranque.
Tengo, incluso, un título de guajiro honorario. (Porque hice que don Orlando Espina—hijo de un guajiro que fuera vendido como esclavo a los tres años de edad—fuera Gerente de la compañía Onda, creada especialmente para ocuparse de la distribución del periódico, y le concedí el 30% de sus acciones; es decir, lo convertí en socio de Monseñor Domingo Roa Pérez, Arzobispo de Maracaibo).
En 2010, puse en este blog un artículo conmemorativo de la hazaña.