Mi querida niña: ¿cuándo vas a entender que la normalidad no es una virtud? Más bien denota falta de coraje moral.
Alice Hoffman
Practical Magic
…la refutación del discurso presidencial debe venir por superposición. El discurso requerido debe apagar el incendio por asfixia, cubriendo las llamas con una cobija. Su eficacia dependerá de que ocurra a un nivel superior, desde el que sea posible una lectura clínica, desapasionada de las ejecutorias de Chávez, capaz incluso de encontrar en ellas una que otra cosa buena y adquirir de ese modo autoridad moral. Lo que no funcionará es “negarle a Chávez hasta el agua”, como se recomienda en muchos predios. Dicho de otra manera, desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución.
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Hace poco trajo este blog referencia a una noticia contenida en Rayuela, la novela cumbre de Julio Cortázar. Ella nos informa de peceras con tabiques de vidrio transparente, en la que los peces que nadan allí tropiezan una y otra vez con ellos, pues no pueden distinguirlos del agua. Al cabo de una serie de frustraciones, los animales aprenden y dan vuelta antes de chocar. Luego, retirados los tabiques, continúan creyendo que no pueden pasar de un lado al otro: «Llegar hasta un punto en el agua, girar, volverse, sin saber que ya no hay obstáculo, que bastaría seguir avanzando…»
Los humanos pensamos desde cajas de percepción; nuestros marcos mentales nos impiden ver cosas que debieran resultar obvias. La oposición política venezolana funciona dentro de una caja que ha limitado su capacidad de formular estrategias eficaces, y la más esclavizante de todas es, justamente, que ella se piensa como oposición. Para los dirigentes de oposición, y la inmensa mayoría de sus seguidores, no hay otra cosa política distinta de la aborrecida presencia de Hugo Chávez, Presidente de la República «Bolivariana» de Venezuela. La Mesa de la Unidad Democrática es una coalición antichavista; Henry Ramos Allup, con característica franqueza, admitió en marzo del año pasado (en declaraciones al diario Ciudad Ccs) que Acción Democrática no compartía “ni ideales ni visiones” con los restantes partidos de la MUD: “La política suele hacer extraños compañeros de cama. Hoy compartimos propósitos, no ideales ni visiones”, y el propósito fundamental de la central opositora es salir de Chávez cuanto antes. Su clientela política piensa lo mismo, en muchos casos con radicalidad aun mayor. (Ver en este blog Enfermo típico). La película que exhibe la oposición está filmada en blanco y negro; naturalmente, también la que presenta el oficialismo. El simplismo de ambas posturas las hace mutuamente complementarias.
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Aurelio Useche Kislinger aportó a este blog un extenso comentario a El ojo clínico, en el que argumenta con un catálogo de razones, típicas de la caja perceptual opositora, para poner en duda las mediciones de la opinión pública que registran una amplia ventaja de Hugo Chávez sobre Henrique Capriles Radonski (Datanálisis, 15,3 puntos; Datos, 16 puntos; Hinterlaces, 17 puntos; IVAD, 20,3 puntos). Su última línea concluye: «…me vienen dudas de si las encuestas están reflejando la realidad». Para hacer justicia a los argumentos de Useche, he creído conveniente dedicar esta entrada a glosar su comentario, y le avisé de este método en mi contestación provisional. Glosemos, pues, el comentario del Ing. Useche párrafo por párrafo.
Luis Enrique: no comparto tu visión pesimista, tan determinante, sobre un triunfo de Capriles. Sin desmeritar en lo absoluto tus comentarios e interpretaciones, sería muy importante que tus lectores tuvieran la oportunidad de ver las encuestas en su presentación integral. Ello permitiría observar con plenitud la información y cifras que ellas contienen.
La adjudicación de etiquetas calificativas, como «pesimista», es argumentalmente inválida y constituye una de las falacias más elementales. Chávez usa esa técnica con profusión («escuálido», «majunche»). No tengo acceso a las presentaciones integrales de ninguna encuestadora; no soy cliente de ninguna de ellas. Ofrezco en este blog la información que llega a mis manos, y en el mejor de los casos ella se contrae a unas pocas láminas o «resúmenes ejecutivos». Pero tal vez el Ing. Useche no haya leído el archivo de la última presentación en rueda de prensa de Hinterlaces, que puede ser descargado en formato .pdf al pie de El ojo clínico, y se haya limitado a la lectura de este artículo.
He venido observando en algunos de los encuestadores cierto afán de protagonismo por su frecuente presencia en los medios, en los cuales, además de entregar los resultados que, a su criterio, son los más relevantes de sus investigaciones, también emiten juicios de valor que los coloca más en el rol de políticos activos que investigadores de opinión. Y, desde luego, son opiniones, respetables, que constituyen un sesgo en la percepción sobre la opinión pública.
En verdad, no logro encontrar en las intervenciones públicas de algunos encuestadores ningún «juicio de valor». (Corrijo: Datanálisis y Consultores 21, así como Keller, se expresan frecuentemente con sesgo favorable a la oposición). Veo, en cambio, sus interpretaciones de los datos que obtienen, lo que me parece no sólo legítimo, sino útil. En tales intervenciones, seguramente hacen gravitar su conocimiento de primera mano acerca de las «presentaciones integrales» que se echaba en falta en el punto anterior. Y a veces se aventuran a criticar errores de campaña, que los respectivos comandos están en libertad de ignorar. Los encuestadores pueden ser legítimamente «asesores políticos»: Gallup, por ejemplo, se define como compañía consultora basada en investigación de opinión; Pew Research como un think tank; IPSOS tiene una división de «asuntos públicos» capaz de asesorar políticamente; National Opinion Research Center (Universidad de Chicago) lista entre sus capacidades Policy Analysis and Recommendations y algo que llama Technical Assistance, etcétera.
Se ha tratado el caso del chavismo y Chávez, similar al fanatismo religioso. Chávez ha logrado captar a buena parte de la opinión venezolana por su facilidad de expresión, utilizando frases y términos muy parecidos al lenguaje común de la población. Ello sucedió con AD y su principal líder Rómulo Betancourt. AD fue (ya no lo es) el movimiento político de mayor seguimiento en el país. No hay que olvidar al Juan Bimba con su cara feliz, con un bollo de pan en el bolsillo. Ahora tenemos modos más sofisticados: neveras, TV, lavadoras, cocinas, dádivas en dinero, empleo y sueldo sin trabajar. Pero además, un gran temor por la evidente coacción del gobierno. ¿Cuántos de esas camisas rojas van obligados a las manifestaciones de apoyo a Chávez?
Chávez es bastante más que un político con facilidad de expresión y términos del habla popular, en la que usualmente no se consigue referencias a conceptos de Antonio Gramsci o Montesquieu. Ha convertido—Francisco Toro Ugueto dixit—el «discurso salvaje» descrito por José Manuel Briceño Guerrero (El laberinto de los tres minotauros) en un discurso de poder. Chávez «ha adquirido una estatura mundial que, independientemente de su corrección, es superior a la de cualquier candidato emergido o emergente y a la de cualquier otro presidente venezolano de la historia, en verdad segunda sólo tras la de Bolívar». (Tío Conejo como outsider). Gústenos o no, su comparación con Betancourt es muy insuficiente. Y no deja de haber resonancias religiosas en la fanática aceptación de Capriles como otro Arcángel San Miguel, encargado por Jehová mismo para reducir al nuevo Luzbel que es Chávez a la condición de Lucifer, eternamente condenado al llanto y crujir de dientes. Basta una visita al espacio de Twitter para encontrar innumerables caracterizaciones de Capriles en términos muy cercanos a la superstición. (En 2004, la psicóloga Magaly Villalobos encontró parecido a este respecto entre el chavismo santero y las estampitas marianas que Juan Fernández blandía en época del suicida paro petrolero). Los gobiernos anteriores a Chávez usaban la dádiva sistemáticamente: Plan de Emergencia de Wolfgang Larrazábal o Programa Materno-Infantil de Rafael Caldera. En todos los casos era criticable cuando se la empleaba como herramienta de clientelismo político, cosa que Chávez no inventó, aunque ciertamente la ha exacerbado a proporciones tumorales. Si no neveras, las latas de leche y las planchas de zinc fueron instrumentos proverbiales de la política previa a Chávez. Puestos en plan de exigencia cuantitativa—»¿Cuántos de esas camisas rojas van obligados a las manifestaciones de apoyo a Chávez?»—, convendría que el Ing. Useche precisara una cifra para la cantidad de los que reciben «sueldo sin trabajar»; en los gobiernos anteriores a la larga dominación chavista, hablábamos de los «reposeros».
Desde luego, son millones de gentes recibiendo esos beneficios del gobierno, que no pueden expresarse en libertad, cuando en reuniones, encuestas, focus groups, son invitados a dar su opinión. No entro a debatir si los métodos y diseño de muestras son incorrectos o no. Más bien me refiero al ambiente de libertad de opinión restrictiva que existe en el país. Y nadie olvida los efectos negativos de la lista de Tascón. Y a un cierto temor infundado muy calladamente sobre el secreto del voto. Desearía saber cuáles serían los resultados de una encuesta en Cuba o en la URSS, en su tiempo.
¡Ah, una cifra precisa! Millones de gentes. He visto videos de focus groups conducidos por Hinterlaces en los que ciudadanos catalogables en las clases D y E se expresan libremente en apoyo a la propiedad privada. (Dos fueron colocados en el Tragaluz de este blog, y están a la orden de quienes los requieran). La infame Lista de Tascón actúa desde la época del referendo revocatorio (2004), y no por eso las encuestas han medido equivocadamente la intención de voto. El ventajismo y los métodos sucios del oficialismo no son cosa nueva pero, en general, los venezolanos supimos, gracias a las encuestas, quiénes serían triunfadores y quiénes perdedores en los numerosos cotejos electorales celebrados desde esa fecha, incluyendo la derrota del gobierno en 2007. La comparación con Cuba o la URSS es, de nuevo, desproporcionada. El chavoma, por fortuna, es bastante más benigno que el fideloma o el stalinoma.
En estos últimos años, como bien lo expresas en tu libro, han existido errores y omisiones en la actuación de la dirigencia política por errores de percepción; sin embargo, las elecciones primarias me han convencido de que existen cambios muy favorables. Y es que 3,5 millones de venezolanos manifestaron su opinión. Y esta encuesta, con esta muestra, es un indicio invalorable de la opinión pública.
La Mesa de la Unidad Democrática es, indudablemente, un progreso respecto de su señora madre: la Coordinadora Democrática. Hay una distancia considerable en el nivel de competencia de Enrique Mendoza y el de Ramón Guillermo Aveledo, y éste habría sido un mejor candidato de la MUD que Capriles Radonski. Pero las primarias de la MUD no fueron una encuesta; por definición, un evento de esa clase es sesgado, pues convoca a los opositores de Chávez. (La menos cuidadosa de las encuestas procura que su muestra de entrevistados sea representativa de la población general). Tampoco es cierto que votaron en aquéllas 3,5 millones de venezolanos. La asistencia exacta fue de 3.079.284 votantes. El exigente Ing. Useche no debió meter de contrabando la participación de 420.716 electores faltantes. En cuanto a su significación, tal asistencia equivale a 16,79% del registro electoral de enero de 2012 (18.338.913 electores inscritos). En su momento, defendí a Consultores 21—en Dos instantáneas—de una interpretación inexacta de sus datos. Alguien escribió en Twitter: “Consultores 21 calcula que 28% del RE irá a primarias”. La encuestadora tan sólo registró que, en su medición del 5 al 15 de diciembre de 2011, unos 561 entrevistados de una muestra de 2.000 ciudadanos—28,05%—indicaron “alto nivel de seguridad de participación” en las elecciones primarias de la oposición del 12 de febrero. En ningún momento aludió Consultores 21 al registro electoral ni postuló que tal cifra era un pronóstico. Pero si los críticos de algunas encuestadoras fuesen consistentes, ciertamente han debido echar en cara a Consultores 21 este «error» de 67% respecto de la base de votantes efectivos. Por otra parte, la numerosa asistencia a las primarias pudiera haber equivalido a una muy alta proporción de la clientela opositora, y entonces habría que recorrer una distancia de al menos 4.000.000 de votos adicionales para aspirar al triunfo. En cualquier caso, el Ing. Useche pareciera repetir «errores de percepción» de la «dirigencia política» que hace equivaler, como si no hubiera otra, a la de oposición.
He sido un crítico del inicio de la campaña de Capriles, no respondiendo a los ataques desmesurados de Chávez, al llamarlo majunche, o el de Jorge Rodríguez acerca de las náuseas que le generan al escuchar y ver a Capriles. Capriles venía haciendo un papel de bobalicón. Ello por la influencia de los ex chavistas en la MUD, sobre sus temores sobre la conveniencia de atacar a Chávez. Afortunadamente, ha habido un cambio y observo a Capriles con disposición a debatir y refutar a Chávez. Ojalá logre hacerlo con mayor determinación.
Capriles Radonski entendió, como su comando de campaña y quizás toda la dirigencia de la MUD, que era una táctica que le llevaría a la derrota dejar entender que clausuraría las «misiones» del gobierno. Para salir al paso de las dudas, llegó a anunciar una «Ley de Misiones», asunto que de todas formas no tocaría al Presidente de la República sino a la Asamblea Nacional, a menos que el abanderado de la MUD esté previendo ser beneficiario de una de esas leyes habilitantes que son tan criticadas. Así reiteró uno de esos «errores de percepción» que entiende que el considerable apoyo a Chávez se reduce a un interés clientelar. La misma idea se expresó en 2006 con la oferta bandera de Teodoro Petkoff—el «Cesta-Ticket Petrolero»—, reciclada en la tarjeta «Mi Negra» de Manuel Rosales. Arriesgo una conjetura de la que no tengo pruebas: al Ing. Useche no le consta que la idea de Capriles obedezca a la influencia de los ex chavistas en la MUD (Ismael García o Henri Falcón, por ejemplo). Y al expresar un deseo—Insha’Allah—indica a las claras que se ubica en uno de los dos polos de la película en blanco y negro, nítidamente dentro de la caja de oposición. (Para evitar esto, no es en absoluto necesario meterse dentro de la del oficialismo). Además, si Capriles Radonski tuviera la menor capacidad de refutar a Chávez, ¿por qué habría esperado a esta fecha desde que emergiera a la escena política en 1999?
Ha tenido, por lo menos, la intención de denunciar el modelo rentista petrolero, ya agotado en Venezuela. Pero todavía existen muchos venezolanos, pobres, ricos, empleados, profesionales que desean ver a un país con tipo de cambio subsidiado, tasas de interés reguladas por el BCV, crédito del Estado, pero en otras manos. Y es que esos tiempos no volverán. Es necesario que futuros políticos tomen a la economía como centro de su debate, y que procuren hacer riqueza para salir de la pobreza y acabar ese mito de que somos un país rico.
Estoy de acuerdo con el Ing. Useche en la necesidad de dejar atrás el modelo rentista petrolero, que las sucesivas administraciones de Chávez sólo han exacerbado. Sin embargo, me cuesta creer que Capriles, que ha propuesto consagrar las misiones en ley especial, tenga una firme voluntad en este sentido. Y, otra vez, ¿sobre cuál base demoscópica establece el Ing. Useche que «muchos venezolanos»—¿cuántos son? ¿Cuántos pobres, cuántos ricos, cuántos empleados, cuántos profesionales?—sienten el deseo que describe?
Hace unos años atrás, con motivo del referéndum para la reelección de Chávez, una dama que hacía la limpieza en casa decía: “A mí no me gusta Chávez, pero Ud. podrá comprender que él me regaló la nevera, la lavadora, la tv y la cocina”. Ahora, estas elecciones ocurren en un ambiente muy distinto, con mucho más evidencia de la población sobre el fracaso de Chávez, el temor es mayor. El abuso de la opinión pública sobre la gestión de Chávez, y las posibilidades de poner en peligro los ingresos del gobierno, tanto de empleados, contratistas y la coacción desde el gobierno son factores que pesan, indudablemente. En procesos anteriores, hasta 1999, habia más libertades y menos temor.
El radicalismo y el revanchismo son factores que pesan en esta ocasión. Por ello no estoy seguro, me vienen dudas de si las encuestas están reflejando la realidad.
Bueno, una golondrina no hace verano. El recurso anecdótico a la declaración de una empleada doméstica en la casa del Ing. Useche no puede ser generalizado al estatus de ley de la sociología venezolana. No hay modo de inferir a partir de ese único caso que no hay gente que apoye a Chávez por razones distintas. De nuevo, es un acertado señalamiento del clientelismo que evidentemente practica el gobierno, asunto antes cubierto. Pero cabe preguntar al Ing. Useche, que cuestiona a nuestros encuestadores, ¿es que ha hecho él algún estudio de opinión científicamente diseñado que le permita afirmar que ahora «el temor es mayor»? ¿Pudiera ofrecernos él, en «presentación integral», los detalles de su estratificación, nivel de confianza y margen estadístico de error? En este punto, la crítica al gobierno que atinada y legítimamente sustenta es extrapolada, sin decirlo, a la postulación de un mítico voto oculto que pudiera manifestarse el 7 de octubre para dar un triunfo a Capriles. Es hipótesis vieja; en 2004, fue adelantada por Alfredo Keller para augurar un triunfo opositor en el referendo revocatorio de ese año, y su campeón fue Ibsen Martínez, quien ahora escribe artículos de apariencia erudita en los que intenta invalidar, entre alusiones irrelevantes y altaneras de intención ofensiva, los estudios de opinión pública que miden mayor intención de voto por Hugo Chávez, sobre la base de ocasionales y escasos errores pasados. Su lógica, aplicada a sí mismo, lo descalificaría.
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El Ing. Useche ha hecho un favor a los lectores de este blog: el de presentar sugerentemente el catálogo de motivos por los cuales negarse a la aceptación de una realidad simple. La gran mayoría de los registros de opinión en Venezuela, como lo han destacado sin queso que alabar varios medios extranjeros y agencias noticiosas como Associated Press y Reuters, reporta que la candidatura de Chávez Frías lleva una ventaja muy significativa a la candidatura de Capriles Radonski, y sólo faltan 76 días para el 7 de octubre. Si no está esa mayoría unánimemente equivocada, este candidato segundo tendría que sacar de la manga recursos milagrosos para siquiera empatar la votación.
Con argumentos como los del Ing. Useche, se consuelan quienes piensan políticamente dentro de la caja perceptual de los partidos de oposición y sus seguidores. Su esquema retórico es la proyección de un deseo, wishful thinking. Naturalmente, el que se esté en minoría no significa que se esté en el error. Pero algún significado tendrá que IVAD haya contabilizado (5 al 15 de julio) en 18% el voto opositor duro, ante 46,9% del chavismo firme o que, muy similarmente, Hinterlaces también consiga 18% de apoyo al total de los partidos de la MUD, frente a 42% a favor del PSUV.
Quizás sea una explicación de tan marcado y reiterado fracaso el asunto de los tabiques que encierran la percepción y el pensamiento de la oposición. El chavismo es muy pernicioso, pero no por ese mismo hecho convierte en buenos a sus opositores; a ambos hay que dejarlos atrás. LEA
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Una primera reacción
Luis Enrique: antes de comentar tu blog Glosas Aurelianas, debo agradecerte por darle esa importancia a mis comentarios sobre Ojo Clínico.
En primer lugar, me colocas dentro de una caja de percepción, en la cual, según tus comentarios estoy atrapado. Disiento de tus conclusiones, quizás hechas en forma ligera, por cuanto mi visión sobre la Venezuela del futuro, la expongo en mi libro “Del Viernes Negro a la Revolución Bolivariana” Editorial Grijalbo 2010,la cual difiere del contexto del discurso oposicionista radical. Allí expongo que “Hay que tener claro que para poder superar los conflictos sociales, económicos y políticos, no basta solamente con la salida de Chávez del gobierno, sino además resulta indispensable la construcción de un acuerdo consensual, es decir un pacto político, que basado en una visión de largo plazo permitirá identificar las acciones a tomar para asegurar el éxito hacia el futuro” (pg. 117/118). Resulta obvio que un pacto político a largo plazo, no es posible sin la participación de la corriente denominada chavismo, la cual sigue una proporción importante de la población. Luego agrego más adelante, partiendo del objetivo fundamental de que la accion política del futuro sea la reducción de la pobreza, (durante la gestión de Chávez, más bien se han profundizado sus causas): “El crecimiento económico debe estar sustentado en políticas que implican un gran esfuerzo de concertación nacional, para evitar que la separación existente entre chavistas y no chavistas continúe minando las bases institucionales y políticas del país”. Y posteriormente indico: “Venezuela posee las reservas de mayor importancia de hidrocarburos, en el hemisferio occidental lo cual tiene el significado de contar con una palanca muy importante de su crecimiento económico. Ello es cierto, si el enfoque con el cual sea llevada a cabo la expansión de la industria petrolera implique una visión de negocios, con participación inmensa de capital y trabajo venezolano, en concurrencia con capital extranjero, indispensable para ello” (pg. 141) Más adelante escribo:”Expandir la industria petrolera, teniendo a PDVSA como pivote central, implica una inversión superior a los 150.000 millones de dólares, la cual no puede ser asumida por PDVSA exclusivamente. Se hace indispensable la participación de capitales tanto nacionales como extranjeros, con lo cual es necesario adoptar una visión diferente a la tradicional, y mucho más contrastante del actual gobierno, frente a la participación de empresas multinacionales y al capital extranjero. Ello implica sobreponer la política de vender menos al mejor precio, para entrar a considerar una de vender lo más posible dentro de una estructura de precios razonables que permita entre otros aspectos, lograr una cierta estabilidad del mercado. Ello lo puede hacer Venezuela atendiendo a su alto nivel de reservas” (pg. 135). Como podrás observar, los participantes de esa caja de percepción a la cual tú intentas de introducirme, no se manifiestan en este sentido. Más bien, si la cajita de percepción implica aquellos que están exclusivamente con Capriles, más bien observo que su propuesta de política petrolera es difusa y no explícita en sus objetivos. De modo que mal me colocas dentro de ella.
Ahora bien, si me preguntaras que prefiero, el triunfo de Chávez o de Capriles, lo digo con claridad Capriles. Eso no se observa en tus comentarios.
Con relación a las encuestas indicas que solo dispones la de Hinterlaces, la cual revise gracias a tu pagina. Indicas que “No tengo acceso a las presentaciones integrales de ninguna encuestadora; no soy cliente de ninguna de ellas. Ofrezco en este blog la información que llega a mis manos, y en el mejor de los casos ella se contrae a unas pocas láminas o “resúmenes ejecutivos”.
Si ello es así, no entiendo cómo puedes hacer conclusiones tan determinantes sobre las encuestas si no las has examinados en todo su contexto. Un análisis de ellas no puede reducirse de intervenciones públicas o comentarios en prensa o Tv, creo que para adoptar una posición firme como la que muestras hay que leer todo su contenido. Revisando todas las preguntas en todo su contexto, haciendo análisis comparativos y diferenciales, entre ellas y los resultados y luego deducir las conclusiones. Digamos un proceso inductivo deductivo que permita intentar hacer pronósticos. Precisamente lo que critico y denomino juicios de valor de las intervenciones de algunos encuestadores, se refiere a esos comentarios sobre la orientación de la campaña, mensajes del candidato, algunas veces dicho con un sentido ambiguo de estar con el bien y el mal al mismo tiempo. Claro que los encuestadores pueden ser asesores, nadie lo discuta, pero para ello tienen que tener un compromiso de asesoría profesional, en este caso con Capriles. Creo que ninguna de ellas son asesores del candidato Capriles. Tengo entendido que Pedro Cabrera de Consultores 21 forma parte del comando de Capriles.
Cuando digo pesimista, me refiero a la derrota de Capriles, que para mi denota ese sentimiento cuando haces ese pronóstico. No quiero indicar que para mí un triunfo de Chávez sea una posición optimista.
No comparto ese comentario Chávez, “ha adquirido una estatura mundial que, independientemente de su corrección, es superior a la de cualquier candidato emergido o emergente y a la de cualquier otro presidente venezolano de la historia, en verdad segunda sólo tras la de Bolívar”. ¿Que ha hecho Chávez, para que alguien indique semejante disparate?. Le reconozco sus habilidades políticas, pero jamás comparables con Rómulo Betancourt, quien ha sido el gran político venezolano, que logro concebir un régimen democrático civil, en la cual la participación de la población fue evidente en la selección de su gobernantes, incluido Chávez que al fin y al cabo es una regresión del militarismo revolucionario, decadente en America Latina.
Luego, en una segunda impresión, haré los comentarios sobre el resto de tu análisis en Glosas Aurelianas.
Hola, Aurelio. Jamás hago comentarios políticos o de ninguna otra índole a la ligera. Una vez más, rechazo por impertinente tu costumbre de adjetivar sin justificar.
Glosa aureliana se contrajo estrictamente a lo que argumentaste en tu muy largo comentario, y éste se redujo, con excepción de un punto que revisaré luego, a argüir a favor de tu conclusión: «…me vienen dudas de si las encuestas están reflejando la realidad». Mi artículo no fue ni pretendió ser una glosa de tu libro o tus ejecutorias en la Oficina Central de Presuesto o tu docencia universitaria o tu actual función profesional, puesto que ésos no eran el asunto, sino de tus argumentos para poner en duda la validez de las mediciones desfavorables sobre la intención de voto por Capriles, obviamente tu candidato, pues escribiste: «Afortunadamente, ha habido un cambio y observo a Capriles con disposición a debatir y refutar a Chávez. Ojalá logre hacerlo con mayor determinación».
El largo comentario que respondí fue, en efecto, una suerte de catálogo de razones opositoras—no exhaustivo, hay otras—para negar la realidad de las mediciones de opinión: la hipótesis del temor que impediría respuestas sinceras y el voto oculto implicado, la crítica al clientelismo del gobierno y otras de sus censurables prácticas (que en principio debieran significar un rechazo a Chávez y no lo que las encuestas indican; ver sobre este punto Los tres misterios de Hugo Chávez en el blog de Carlos Alberto Montaner), la descalificación a los encuestadores sobre la base de que excederían su función e introducirían sesgos en la comprensión de la opinión pública, sin contar la incorrección de inflar efectistamente las cifras de la asistencia a las primarias de la oposición y la pretensión de que ellas habrían sido una «encuesta» muy decidora, argumento favorito de los seguidores de Capriles. Fue a esa temática puesta por ti que reaccioné; tu intento de irte por las ramas a otros temas carece de relevancia lógica.
En tu aporte, hiciste una referencia a tesis tuyas sobre la necesidad de superar un modelo rentista petrolero, sobre las que abundas ahora con las citas que haces de tu obra la que, repito, no fue el tema de tu comentario o mi refutación. En mi respuesta dije: «Estoy de acuerdo con el Ing. Useche en la necesidad de dejar atrás el modelo rentista petrolero, que las sucesivas administraciones de Chávez sólo han exacerbado». Tu nueva argumentación, por tanto, pelea con algo inexistente. En el uso parlamentario se te habría declarado fuera de orden.
Los lectores de este blog no saben lo que ahora referiré: que antes (19 de julio) enviaste una contribución bastante menos moderada, la que no aprobé por contener lenguaje ofensivo que es inaceptable. De esto te informé: «Aurelio: he decidido esta vez no publicar tu comentario. Es norma de mi blog no dar curso a participaciones ofensivas y explicar privadamente a quienes las remiten el motivo de la supresión. Creo que el comentario que he copiado arriba es gravemente irresponsable. Dices cosas que ponen en entredicho a terceros sin que pueda haber en ti constancia de tus afirmaciones». Tú aceptaste mi decisión, al contestarme: «Gracias Luis por tus observaciones, las cuales tienen lugar y las acepto».
Reproduzco ahora ese comentario suprimido (en buena medida para protegerte de ti mismo), esta vez sin la edición y corrección que usualmente hago a tus contribuciones para que queden en buen castellano:
Luis, despues de la estupida ofensa que Guanipa hiciera a Schemel, dificlmente puede esta arrojar cifras a favor de Capriles. Hinterlaces ya no es imparcial. Lamentablemente.
Luis Vicente Leon es un garrulo. A mi juicio no tiene consistencia por cuanto tiene una desmedida ambicion por ser una figura nacional con proyeccion politica. Lo he criticado duramente, puesto que su posicion es contraria a toda etica profesional. Los encuestadores deben ser muy prudentes emitiendo juicios politicos, a menos que ellos se consideren polticos. Entonces ya no son encuestadores. Son actores. Es el caso de Leon y Schemel. Muy distintas son la posiciones de Datos y Consultores 21, que mantienen un grado de prudencia cuando declaran. mas Saade que Cabrera, sin dejar de serlo. Los encuestadores no son asesores politicos, asi como tampoco politicos activos. Son meramente investigadores de la opinion publica, mas no debe hacer interpretaciones mas alla de la data recogida. No creo en Data Analisis ni en Hinterlaces.
Es fácil notar que en esa ocasión no hubo la menor referencia a política económica o el rentismo petrolero, que ahora intentas aducir como cosas que he debido tomar en cuenta al rebatir tu insistencia sobre interpretaciones del momento electoral y su reflejo en estudios de opinión. Tu comentario ulterior del 22 de julio, que fue exactamente lo que desmonté en Glosa (no glosas) aureliana, tuvo el mismo propósito de invalidar lo que las encuestas dicen respecto de tu candidato. Por Skype me confirmaste tu baja opinión de Capriles y dijiste: «Pero eso es lo que hay», que es la razón del capriloradonskismo residual para situarse dentro de la película en blanco y negro que lo reduce todo a oponerse a Chávez. Si yo practicara, como tú, la adjetivación como recurso retórico, diría que se trató de un intento terco de tu parte. En materia del actual proceso electoral argumentas desde el interior de la caja de la percepción antichavista.
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En ningún momento he dicho que sólo dispongo de las encuestas de Hinterlaces; me limité a señalarte que el archivo de su más reciente presentación estaba disponible en mi blog, y esbocé la conjetura de que no lo habías visto; tu respuesta confirma que tal era el caso. He colocado antes muchas otras, incluyendo (el 2 de julio) una de Consultores 21. Nunca ha sido mi propósito el «análisis de las encuestas». He reportado la consistente ventaja de Chávez en las mediciones que más respeto me merecen; si siguieras tu prescripción, tú debieras estudiar las encuestas completas para patalear ante esos resultados.
Ahora llamas disparate a la constatación de que Chávez ha adquirido una inmensa estatura mundial («independientemente de su corrección»), y tuerces el significado de lo escrito, que de ninguna manera equivale a declararlo mejor político que Betancourt. Me permitiré por esta vez una adjetivación crítica: tu observación es una verdadera necedad.
Tomas en muy mal sentido mis comentarios. Me incluyes en una caja de percepcion de manera arbitraria. Y para negar esta inclusion, te escribi sobre mi manera de pensar sobre economia y politica, de modo de darte los argumentos que hacen contraria a esa calificacion que intentas hacer. Por ello me cite sobre el tema economico y petrolero y la necesidad de una gran concertacion nacional. No he mencionado para nada mis ejecutorias del pasado, asi que esta demas ese parrafo.Evito por lo general citarme a mi mismo. Soy fiel creyente de la modestia como valor de las personas.
Lo cierto Luis, es que tenemos opiniones diferentes sobre las encuestas, que apenas conozco es cierto y desearia tenerlas en su integridad para una mejor opinion y no sobre informaciones parciales a llegadas a la mano.
He respetado tu lenguaje, a veces agresivo, y aceptado tus observaciones con humildad.
Veo que caraces de esta condicion, y por lo contrario se nota, repito en mi criterio, una excesiva referencia a ti mismo, que no contribuye en nada a una mejor compresion de tu pensamiento.
Tengo sospechaque prefieres una derrota de Capriles, lo cual implica que tendrias una simpatia por el triunfo de Chavez, puesto que no hay una tercera opcion para el 7 de Octubre. No hay mas que eso Capriles o Chavez. Prefiero a Capriles, sin lugar a dudas. A pesar de tener criticas a su planteamiento electoral.
Creo que por ahora doy cancelado este debate, en aras de una relacion personal de amistad con respeto.
En el curso de este debate, Aurelio, si he hecho alguna referencia a mí mismo, es para rechazar los adjetivos que has empleado para referirte a mí o mis opiniones: «tu visión pesimista», «tus conclusiones, quizás hechas en forma ligera», «semejante disparate». Como bien recuerdas, fuiste tú quien hizo extensas citas de ti mismo, las que no venían al caso de las mediciones de opinión sobre intención de voto hacia la elección del 7 de octubre. Como he mostrado con la publicación, en mi respuesta anterior, de tu primer comentario, suprimido por mí, a El ojo clínico, eres tú quien emplea lenguaje agresivo y ofensivo: «estúpida ofensa», «gárrulo», «tiene una desmedida ambición», «su posicion es contraria a toda ética profesional». Eres tú quien desliza con facilidad calificaciones denigrantes. Me he limitado a ponerte en tu puesto.
Ahora repites el procedimiento, primero al llamarme directamente inmodesto. Son parte del código de ética que compuse y juré cumplir en 1995 las siguientes estipulaciones:
*Consideraré mis apreciaciones y dictámenes como susceptibles de mejora o superación, por lo que escucharé opiniones diferentes a las mías, someteré yo mismo a revisión tales apreciaciones y dictámenes y compensaré justamente los daños que mi intervención haya causado cuando éstos se debiesen a mi negligencia.
*No dejaré de aprender lo que sea necesario para el mejor ejercicio del arte de la Política, y no pretenderé jamás que lo conozco completo y que no hay asuntos en los que otras opiniones sean más calificadas que las mías.
*Reconoceré según mi conocimiento y en todo momento la precedencia de aquellos que hayan interpretado antes que yo o hayan recomendado antes que yo aquello que yo ofrezca como interpretación o recomendación, y estaré agradecido a aquellos que me enseñen del arte de la Política y procuraré corresponderles del mismo modo.
Luego, sigues ofendiéndome al manifestar sospechas de que prefiero la derrota de Capriles. Eso mismo es un ejemplo perfecto de pensar dentro de la caja opositora: que cualquier noticia o evaluación de las posibilidades de Capriles que las crea mínimas, por no decir inexistentes, «implica… una simpatía por el triunfo de Chávez»; la película en blanco y negro. Hace veinte días puse en este blog un artículo que debo suponer no leíste—¿Una tragedia inescapable?—, puesto que si lo hubieras leído no tendría fundamento tu sospecha maniquea. En él está clarísima mi evaluación: «…opción trágica (tragic choice). Es una situación de esa clase la que se eleva el próximo 7 de octubre frente a los electores venezolanos: ni Hugo Chávez Frías ni Henrique Capriles Radonski son una opción satisfactoria». Luego procedí a una crítica de ambos candidatos, y en el turno de Chávez refuté aspectos de su discurso—en una forma ignorada por Capriles—y le llamé fatuo, con una llamada al pie con la definición del DRAE (Lleno de presunción o vanidad infundada y ridícula), para que no hubiera dudas de mi insulto.
Es decir, Aurelio, me encuentro fuera de la caja binaria en la que estás hundido. En la conversación por Skype a la que antes aludí, dijiste que en mi libro había un sesgo, que en él destacaban más mis críticas a la oposición. Entonces te saqué la cuenta: en él se encuentran 57 referencias, algunas positivas y otras negativas, a Rafael Caldera, 43 a Carlos Andrés Pérez, 26 a Pedro Carmona Estanga, 23 a Eduardo Fernández, 13 a María Corina Machado ¡y 241 a Hugo Chávez, en su enorme mayoría fuertemente críticas! En la contraportada del libro se lee como primera cosa: «Las élites venezolanas vienen de más de dos décadas de reiterada imprudencia. La nueva élite chavista es la más equivocada de todas». Y en su introducción advertí ya:
Y ése es en verdad el problema: si critico fuertemente la política de Chávez—como he hecho muy incesante y sistemáticamente desde que supiéramos de él en 1992—, entonces mis conocidos me aplauden. Si, por otro lado, se me ocurre señalar un error en sus opositores, entonces se me censura porque no debo rozarles ni con el pétalo proverbial. No es, por tanto, el ejercicio de la crítica per se lo que me es reconvenido, sino sólo cuando lo dirijo a quienes se oponen al actual gobierno entre los cuales, por cierto, hay mucho bicho raro y dañino al país. Sólo debo, es la cosa, encontrar error en Chávez y sus seguidores; aunque un opositor suyo diga una barbaridad, tendría que morir callado, pues de otra forma pondría en peligro “la unidad”.
La impresión que se forma en mí es que no me has leído con atención. Por ejemplo, pudieras releer el final del segundo epígrafe de Glosa aureliana, escrito el 30 de octubre de 2008, mucho antes de que Capriles Radonski fuese candidato: «Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución». Muchas veces has sabido, de oírme y leerme, que opino que el chavismo es pernicioso y también que la oposición a Chávez es políticamente insuficiente.
No es cierto que hayas aceptado mis observaciones con humildad. Todas las has discutido, con creciente aproximación a la ofensa personal. Privadamente lo hiciste, como dejé constancia, y eso fue porque te mostré decisivamente en qué te equivocabas:
No puedes saber—necesitarías penetrar su conciencia, haber obtenido su confesión o ser su psicólogo—que exista en alguien «una desmedida ambición» (Deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama). Puedes suponerlo, pero no afirmarlo. (Blas Pascal: «El corazón tiene razones que la razón desconoce»). Gárrulo, por cierto, es un adjetivo (Dicho de una persona: Muy habladora o charlatana). La fórmula «X es un gárrulo» es gramaticalmente incorrecta. Es cierto que es objetivamente observable una frecuencia desmedida en la presencia de León en los medios, con sus artículos y su diaria y múltiple participación en Twitter, pero aun así eso no invalida la objetividad de sus mediciones. Se trata de dos asuntos diferentes; el uno no se desprende lógicamente del otro.
En el caso de Schemel infieres que ha perdido imparcialidad porque ha sido ofendido por uno de los bandos. A pesar de tal cosa, ha reportado ayer una reducción de 4 puntos en la ventaja de Chávez. De nuevo, no puedes deducir lógicamente del hecho notorio de haber sido ofendido—por Guanipa, Colomina y Bautista, así como por una jauría de menores partidarios de Capriles—que por tal razón ejerza venganza con cifras adulteradas. No es cosa que te conste en absoluto.
Estoy de acuerdo con tu proposición de dar por concluida esta discusión y mantener la amistad; acepto tu capitulación, aunque la ofrezcas a regañadientes.