El suscrito clausuró el martes 16 de los corrientes un panel convocado por Hinterlaces, integrado además por Manuel Felipe Sierra y Miguel Pérez Pirela, para comentar el resultado electoral del 7 de octubre. Previamente, Oscar Schemel presentó el análisis de la encuestadora. Su página web destaca: «Oscar Schémel insistió en que los marcos de interpretación clásicos resultan cortos, insuficientes y desacertados para re-significar, interpretar y simbolizar las nuevas realidades. (…) El Presidente de Hinterlaces explicó que en Venezuela existe una disputa social y simbólica,—pero no antagónica—por refundar una nueva Democracia y redefinir las relaciones sociales y el desarrollo». Schemel opinó que el gobierno triunfante debe extender su «base social de apoyo» y ampliar los consensos, incorporando a otras clases sociales. A continuación, el contenido de mis planteamientos.
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Pudiera decirse que las encuestadoras son los laboratorios del bioanálisis político. El buen médico no puede prescindir del bioanálisis, pues éste le ofrece las lecturas precisas de azúcar en la sangre o las proporciones exactas de los distintos tipos de glóbulos blancos en ella. Del mismo modo, el buen político debe hacer uso de los estudios de opinión cuyos resultados, por supuesto, pueden variar según el laboratorio que analice las muestras. Una encuestadora que cinco días antes de la elección presidencial daba a Henrique Capriles como triunfador sobre Hugo Chávez por 4,6 puntos de ventaja (un error de más de 15%), explicó su inexactitud el miércoles de la semana pasada, en un foro del diario Últimas Noticias, como consecuencia de «un error muestral». La verdad es que el Vicepresidente Ejecutivo de esa encuestadora dijo el 27 de junio, al comentar la diferencia de sus números con otras encuestadoras: «Eso es imposible, alguien está mintiendo“. La mentira, como sabemos, puede ser recíproca, y es bueno estar en un evento convocado por una encuestadora que no miente.
Pero el buen médico no tiene que esperar que un bioanalista le diga que alguien está enfermo; su ojo clínico le permite adelantarse. Así es también con los buenos políticos, por lo que cabe preguntarse qué es un buen político, quiénes serían aquellos a los que llegáramos a llamar estadistas porque serían gente experta en el arte del Estado. Viene en nuestro auxilio Alexis de Tocqueville, pues ofreció en El Antiguo Régimen y la Revolución una definición del «verdadero arte del Estado», al que identificó con «una clara percepción de la forma como la sociedad evoluciona, una conciencia de las tendencias de la opinión de las masas y una capacidad para predecir el futuro».
Visión. En eso consiste, pues, el «ojo político», y un ojo clínico adiestrado podía en este caso conocer de antemano cuál sería el resultado de la elección del 7 de octubre. Los resultados de esa fecha no le sorprendieron. Hay, afortunadamente, una «historia clínica» de la que tomaré extractos que me permitirán soportar la tesis de cómo puede un ojo clínico adelantarse a la demoscopia.
El 10 de marzo de 2011, año y medio antes de la votación del 7 de octubre pasado, se anticipó en El pelotón opositor, artículo en el que se analizaba las posibilidades de los precandidatos de oposición (Henrique Capriles Radonski incluido), lo siguiente:
Puede señalarse en cada uno de ellos algunas bondades, sin la menor duda, pero pareciera que ellas son insuficientes para la tarea de alcanzar la Presidencia de la República en un cotejo que, indefectiblemente, incluirá la candidatura de Hugo Chávez, quien repetirá y ampliará su comportamiento ventajista. No es un candidato “normal” quien puede derrotar al Presidente en ejercicio. Menos suficientes todavía serían esas bondades para manejar acertadamente el Poder Ejecutivo Nacional en las condiciones esperables para 2013, en el improbable caso de que éste cayera en sus manos.
Casi tres años antes, el 30 de octubre de 2008, se especificó en el artículo Retrato hablado los rasgos necesarios en una candidatura viable y eficaz, capaz de derrotar electoralmente al presidente Chávez:
Siendo así las cosas ¿cuáles serían los rasgos imprescindibles en tal contrafigura?
El primero de ellos, paradójicamente, es que no sea una contrafigura de Chávez. Es decir, que su razón de ser no sea oponerse al actual Presidente de la República. El discurso de una contrafigura exitosa, si bien tendrá que incluir una refutación eficaz del chavismo, deberá alojar asimismo planteamientos nacionales que debiera sostener aun si Chávez no existiese.
Luego, y en estrecha relación con lo anterior, la refutación del discurso presidencial debe venir por superposición. El discurso requerido debe apagar el incendio por asfixia, cubriendo las llamas con una cobija. Su eficacia dependerá de que ocurra a un nivel superior, desde el que sea posible una lectura clínica, desapasionada de las ejecutorias de Chávez, capaz incluso de encontrar en ellas una que otra cosa buena y adquirir de ese modo autoridad moral. Lo que no funcionará es “negarle a Chávez hasta el agua”, como se recomienda en muchos predios. Dicho de otra manera, desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución.
Quien sea capaz de un discurso así, por supuesto, deberá haber abrevado de las más modernas y actuales fuentes de conocimiento, y haber arribado a un paradigma de lo político que deje atrás tanto la desactualizada y simplista dicotomía de derechas e izquierdas—capitalismo o liberalismo versus socialismo—como el modelo de política de poder (Realpolitik). El discurso de Chávez es, obviamente, decimonónico, pero no podrá superársele con Hayek o Juan XXIII.
Quien pretenda el trabajo de contrafigura de Chávez deberá, en la misma línea, ser enciclopédicamente capaz. Esto es así, más que porque lo requiera la tarea política normal, porque la narrativa de Chávez, fuertemente ideológica, contiene una explicación y una respuesta para prácticamente casi todo. Hay una manera “bolivariana” de lavarse los dientes, de entender la historia de Venezuela y del mundo, de suponer el futuro, de estimar cómo deben ser los seres humanos, de prescribir la forma de la economía y los contenidos de la educación, de cambiar los nombres de todas las cosas, etcétera. La contrafigura tendrá que moverse con comodidad en más de un territorio conceptual, tendrá que ser tan “todo terreno” como Chávez. No bastará que sea “buen gerente”, o que haya hecho méritos como operador político convencional.
Después, la contrafigura viable no podrá tener ni rabo de paja ni techo de cristal. En particular, no debe ser asimilable a una vuelta al pasado pre-chavista, a lo que inexactamente se entiende por “Cuarta República”. Menos todavía debiera ser posible tildarla de elitista. Quien quiera asumir la misión no deberá entenderse como parte de una “gente decente y preparada” que desprecie la venezolanidad, como más de uno que denuesta frecuentemente del gentilicio y se presume “material humano” superior al de la mayoría de sus compatriotas. Aparte de su injusticia e incorrección intrínsecas, el tufo de una orientación aristocratizante se distingue a cien kilómetros de distancia y no es apreciado.
Además de todo lo anterior, el candidato al empleo de contrafigura de Chávez deberá ser tan buen comunicador como él, capaz de sintonía y afinidad. No basta disponer de dotes intelectuales y morales. El acto político es esencialmente un acto de comunicación. Por supuesto, el contenido de la comunicación, el mensaje mismo, tendrá que ser sólido, serio, responsable, pero tendrá que ser comunicado con idoneidad. Los públicos no deberán oler en el líder buscado la mentira, ni detectar lenguajes corporales que contradigan su prédica.
Está clarísimo que los rasgos de ese retrato hablado no se corresponden con los aparentes en Capriles Radonski. Pero mucho antes todavía, el 31 de marzo de 2005, se dijo en la Carta Semanal #131 de doctorpolítico:
Siendo que Chávez tiene el mayor control del poder posible en Venezuela—político, militar, económico—una oposición al estilo cacical debe fracasar. Es un brujo, no un cacique, quien puede suceder a Chávez a corto plazo. (2006). No es otro “tío tigre” menor que pretenda discutirle la posición alfa a Tío Tigre en su manada. Es Tío Conejo.
Lo que tal vez llevó al editor Fausto Masó a invitar al autor de esas palabras a que contribuyera con un capítulo para el libro que publicó como Chávez es derrotable, un año antes de la elección de 2006. Ese capítulo fue entregado a Libros Marcados en octubre de 2005, y se llamó Tío Conejo como outsider. Allí se decía de Chávez, cinco años antes del anuncio de la enfermedad presidencial:
…no sólo tiene el control de todo el aparato estatal—desde el nivel nacional hasta el municipal en lo ejecutivo, y transversalmente en lo legislativo, judicial, electoral y el “poder ciudadano”—lo que incluye casi todo aparato represor—militar convencional y de reserva junto con lo policial (salvo unos pocos municipios)—sino por supuesto los recursos financieros públicos, que en el año electoral han sido presupuestados en nada menos que 85 billones de bolívares. (Más de cuatro veces, en bolívares corrientes, lo que manejara en su primer año de gobierno). Por si fuera poco, usará este poder desde una plataforma de apoyo electoral que oscila, según las encuestas, entre 45% y 60%—veinte o cuarenta puntos sobre su más cercano competidor—y, para coronar, ha adquirido una estatura mundial que, independientemente de su corrección, es superior a la de cualquier candidato emergido o emergente y a la de cualquier otro presidente venezolano de la historia, en verdad segunda sólo tras la de Bolívar. Si Chávez muriera mañana, habrá dejado un hondo y extenso recuerdo en el mundo entero, y una empatía global con su trayectoria y sus posturas se convertiría en una amplificación y diseminación de ellas. A Chávez hay que mantenerlo vivo.
Las citas que anteceden son muestra suficiente para apuntalar la tesis anunciada; el ojo clínico se anticipa al bioanálisis y, en particular, el ojo del buen político sabía, antes de que la demoscopia seria lo estableciera, que Capriles Radonski no podía ganar las elecciones presidenciales de 2012.
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Debiera poderse abrir un nuevo lapso de la política venezolana luego de los resultados del 7 de octubre. El ojo político-clínico veía el 28 de septiembre de 2012 lo que asentó en Reporte climatológico parcial:
Creo que después del 7 de octubre habrán mejorado las condiciones para una necesaria distensión. Hace rato que ya no oímos “¡Exprópiese!” Apartando la disminución de sus fuerzas físicas, el Presidente de la República ha comenzado a notar que no cuenta con gerentes capaces en número suficiente dentro de su gobierno, que cada estatización—después del millar que ha ordenado—es un nuevo escaparate en un lomo recargado, que hasta Cuba se abre tímidamente a la iniciativa privada, que su socialismo no puede funcionar y sólo le queda definirlo de otra manera menos marxista para preservar la etiqueta en la que tanta propaganda ha invertido.
En cualquier caso, Venezuela no se extingue el 7 de octubre, y los que se han fajado en la aventura capriloradonskista también serán mejores si son humildes:
Hace unos días, en un sorprendente ejercicio de lucidez, por lo demás habitual en él, el Dr. Ramón J. Velásquez dibujó con hábil pincel grueso el trayecto histórico que nos ha traído a este insólito momento. Con toda la intención trazó la rúbrica de cierre: “El resultado de todo esto es que el país está dividido”. ¿Unir a “la oposición”, cuando la mitad de la nación no le está afiliada, sería la estrategia adecuada? Tal vez, pero la tarea política profunda es la de unir a ese país dividido. Es imposible completarla con altanería. (Principal virtud. Carta Semanal #320 de doctorpolítico, 19 de febrero de 2009).
Este último artículo llevaba como epígrafe palabras dichas por el Presidente de los Estados Unidos recién electo en 2008, en contestación a la primera pregunta que la revista TIME Magazine le hiciera para presentarlo como Persona del Año: “…creo que ganamos una victoria decisiva. Sin embargo, cuarenta y siete por ciento del pueblo americano votó por John McCain. Por consiguiente, no creo que los americanos quieran arrogancia en su próximo presidente”.
La virtud de la modestia o humildad es una de las principales en un buen político:
…los políticos, en abrumadora mayoría, se conducen por la vida como si fuesen seres inerrantes, y eso que su campo profesional es bastante más complejo que el asumido por las ciencias naturales. Su discurso es usualmente enfático, muchas veces furibundo, como si hubiesen alcanzado una certidumbre que les da derecho a la imposición de sus criterios e ideologías. En particular, son más arrogantes cuando rebasan el discurso meramente político para pontificar como jueces morales, con la condena de amplios conjuntos humanos y pretender que su opinión es moralmente superior. Los electores debiéramos bajarle el copete a los políticos que pretenden tener toda la razón. (El político virtuoso, Carta Semanal #259 de doctorpolítico, 18 de octubre de 2007).
En su campaña, Capriles mostraba arrogancia cuando, en imitación de Hugo Chávez, comenzó a hablar de sí mismo en tercera persona, refiriéndose a él mismo como el «Flaco» y Capriles o Capriles Radonski. Por lo que respecta al Presidente de la República no fue nada modesto autodenominarse fatuamente el «corazón de su Patria»; si eso fuera verdad, Venezuela sufriría una cardiopatía severa, pues ese corazón ha sido medido en 54% de la masa corporal venezolana el pasado 7 de octubre.
Pero si Hugo Chávez y Henrique Capriles no observaran la virtud de la modestia o humildad, los venezolanos forzaremos esa distensión necesaria, esa unión de los venezolanos. La atinadísima encuestadora que es Hinterlaces reportó el 20 de julio de 2011 la rotunda respuesta de sus entrevistados de entonces a la siguiente pregunta: «¿Cree Ud. que ha llegado el momento en que chavistas y opositores se pongan de acuerdo para unir al país?» De los consultados, sólo 3% no contestó o declaró no saber y 7% se mostró contrario a esa noción; 90% de los entrevistados—representativos de 9 de cada 10 venezolanos porque Hinterlaces sí es muy cuidadosa en su diseño muestral—consideró que había llegado el momento de que opositores y chavistas se pusieran de acuerdo para unir al país.
No necesitamos que los líderes nacionales nos empujen a encontrarnos los unos con los otros. El enjambre ciudadano puede decidir ese movimiento por sí mismo. El Pueblo Soberano, la verdadera Corona, puede ordenar el reencuentro.
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Gracias a Hinterlaces, gracias a Oscar Schemel. Les felicito por un trabajo bien hecho.
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Miguel Pérez Pirela empleó reiteradamente durante su intervención, que precedió inmediatamente a la mía, una terminología dicotómica: «bolivarianos» y «opositores». A esto me referí más o menos con las siguientes palabras:
El nombre Bolívar y el adjetivo bolivariano no son marcas o franquicias al estilo de McDonald’s; hay un sentido en el que todo venezolano es asimismo bolivariano, y el adueñarse de esas denominaciones para un exclusivo uso sectario es una apropiación indebida. Puedo entender la manipulación buscada por el gobierno, cuando pretende que Bolívar era socialista. Pero el Libertador dijo a Francisco Iturbe al término de la Campaña Admirable (1813): «No tema Ud. por las castas; las adulo porque las necesito. La democracia en los labios y la aristocracia aquí», poniendo la mano en el corazón. No había entonces ningún socialismo bolivariano.
Más allá de eso, personalmente estoy harto de Bolívar. Nuestro Código Civil dice que a la mayoría de edad la gente se emancipa de sus padres, aunque los siga queriendo; pues bien, hace rato que hemos debido emanciparnos del Emancipador, del Padre de la Patria. Pérez Pirela dijo que la oposición no debía «enfrascarse en marcos mentales de los ochenta o los noventa», y le doy toda la razón. Pero mucho peor es enfrascarse en marcos del siglo XIX. «O inventamos o erramos» es la frase más manida de Simón Rodríguez, figura del panteón chavista, e inventar es dejar atrás al pasado. No se debe entrar en el futuro mirando al espejo retrovisor.
LEA
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El método científico requiere de comprobaciones sucesivas, que a su vez requieren de otras ciencias y de otras disciplinas. El señor y la compañía que tuvieron el «pequeño» error, en este caso equivale a confundir un examen de heces con uno de sangre. Sacaron la sangre del lugar errado o las heces por via intravenosa. Esa compañía hizo revolver las cenizas y huesos del Thomas Bayes, Carl Gauss y de Andrei Markov en sus santas y sagradas tumbas, por decir lo menos. Fueron y lo digo una vez superada la indignación del uso de la mentira con fines políticos, que fue lo que sentí al verlos decir hasta el cansancio y con toda seguridad y aplomo los resultados que presentaban. No sólo era una desfachatez sino algo peor, un apoyo a la campaña de difamación y segregación a la que se sometieron a las compañías serias que estaban presentando sus datos, confiando en sus artes y ciencia, sin obtener sangre por vía rectal ni heces por vía arterial. Además de engañar y crear falsas expectativas a las personas de la oposición, provocar un falso sentido de triunfalismo en los organizadores de la campaña y quién sabe si hasta al mismo señor Capriles Radonski. A la par, que le dio armas al señor Chávez y a su campaña, municiones para unificar a su propio bando y satanizar la ética y moral del contrario. Un caso de malapraxis estadística y política para decir lo menos. Una vergüenza.
El método científico requiere llenar dos niveles: uno explicativo y uno predictivo; lo correcto es que el primero sirva para apoyar al segundo. No es lineal, es estocástico y por eso es difícil ser científico y, más aún, ser médico. El ojo clínico es la sumatoria de la experiencia, el estudio y la intuición. Nuestros políticos actuales, para delimitar la muestra o la población, en caso estadístico, quieren creer sólo en la tercera. Consideran una virtud «el olfato» político, una virtud mucho mejor y más productiva en un sabueso.
La visión es un sentido poco apreciado, muy poco. Nuestros políticos actuales tienen o una miopía selectiva que les permite ver sólo a los que están de acuerdo con ellos y les sirven a sus planes, agravada por un daltonismo ideológico, donde los mismísimos Adán y Eva eran rojos socialistas o amarillos justicialistas, que por lo visto, en los pacientes actuales, es incurable.
Por otro lado, Pasteur, Koch, etc, etc, han demostrado que no se puede combatir con éxito lo que se desconoce:
¿Quién sabe más del otro?
¿Los chavistas de la oposición?
¿Los de la oposición de los chavistas?
La respuesta es de Perogrullo, a menos que se tomen las muestras de los lugares equivocados y se apliquen equivocada y antiestadísticamente también, los reactivos.
A pesar de las advertencias, disponibles a todos en esta página web, los actores o pacientes hacen todo lo contrario. Parece que el problema es que se quiere creer más en brujos, sobadores y curanderos que en médicos.
Lo que hace peligroso para el país la falsa dicotomía y el falso dilema actual no está en lo que diferencia al chavismo de la oposición o viceversa, sino en lo que son similares (en la concepción recursiva, fractal, complejo del término). Yo vi a una persona insegura que temía nombrar al contendor como evitando nombrar un espanto y vi a otra criticando cosméticamente y asimilando castigo en la esquina, como el primero cuando estaba preso. En otras palabras, vi un trozo de cada uno escondido dentro de la personalidad del otro y se les salía cuando más trataban de disimularlo.
Hablando de disimulos, el petróleo permite esconder la mayoría de las fallas del país, donde el aspecto político es el más visible, pero que no sería sostenible en ningún país del mundo sin una industria petrolera que pague tanta ineptitud compartida y tanta entropía.
Por lo tanto, era una cuestión de insultos, burlas, muecas y mentiras. Nada de refutaciones; éstas requieren de respeto, conocimiento, visión y buena voluntad. Categorías muy poco nombradas en Il Principe del que todos se nutren.
El incendio se apagará con la ayuda del Altísimo, cuando el combustible se haya acabado. Es decir: la plata y con mala suerte con el método tradicional premoderno venezolano, peleando a sangre y fuego por los despojos.
A menos que se entienda esto:
Los de la oposición deben aprender a oír (Shemá o Azurna, como ejemplos) a entender y sentir las emociones de los chavistas y poder evocar los sentimientos que éstas provocan y valorarlos.
Los chavistas deben entender la razón de la oposición y valorarla. Igual que sus expectativas.
Esto se lo puede expresar a usted, doctor Alcalá así de simple porque tengo la absoluta seguridad de que Ud. sabe, maneja, entiende y enseña que simple no es sinónimo de fácil, ni de sencillo.
Los dos precondiciones simples son la base mínima del metalenguaje necesario que ud. correcta y valientemente propone. Esas dos dimensiones enmarcan por lo menos lo que requiere menos energía.
Cualquiera sea el discurso ideológico, nuestros amigos de la oposición y chavistas, lo usan como los conservadores azules y los liberales amarillos. Sólo son disfraces. Justificaciones discursivas de una ambición política desmedida que en ambos casos o ignora a la otra mitad o se goza en subyugarla.
La ideología chavista es totalizante para decir lo menos, tiene ud. toda la razón de que quien lo desafie debe tener un conocimiento enciclopédico para llenar todo el espacio que el chavismo cubre, pero nunca con otra visión totalizante, a lo menos, sintetizante, mientras los medios así lo permitan.
Hoy me siento parte del partido Tío Conejista. Creo que Ud. es otro correligionario de esa ideología.
De hecho, cada vez que hablo con un chavista furibundo, veo el mismo tejemaneje de las competencias que vi antes de las primarias de la oposición y cuando veo a un opositor recalcitrante y bravo, veo al Chávez que de verdad tiene adentro. Porque todos los venezolanos tenemos a Tío Tigre y a Tío Conejo adentro.
El Tío Tigre actual a más bravuconadas y amenazas demuestra que es un tigre de papel. (De papel moneda).
El marxismo que metía miedo al comienzo, en la mutación tropical chavista se ha demostrado infinitesimalmente menos cruento que el original aunque para el comunismo sangriento siempre hay tiempo y más aún para aquellos que ven en la desaparición física del señor Chávez la solución de sus problemas.
Pero tampoco debe soslayarse la violencia inicial que provocó la polarización actual. Todos los dolores y pérdidas tuvieron un motivo aunque nunca han tenido castigo.
También es de resaltar que el Estado, el de siempre, desde el comienzo hasta ahora, ha sido negligente por decir lo menos en la facilitación de los recursos y de los espacios para la interacción generalizada de los venezolanos, sea el que sea que gobierne, sin seguridad en esos espacios que faciliten las interacciones muy difícilmente se den. De la disminución de esos espacios de la división entre feudos cercados y guetos, tenemos lo que hoy sufrimos y justamente como un todo, nos merecemos.
Habiendo el espacio, el enjambre se organizará él mismo.
Muchas gracias a Hinterlaces, muchas gracias al señor Oscar Schemel. Quisiera invitarlo a que se una al partido del Tío Conejo; el único requisito es hacer lo que Ud. hizo: decir la verdad y sostenerla, con humildad y decencia, que bueno es tener conciudadanos como usted y la de la gente que trabaja con Ud. para toda Venezuela.
Mantener la dicotomía para bolivarianos y antibolivarianos favorece a los peores. Si de verdad lo fueran los primeros no estarían tan gordos, no serían tan prepotentes y groseros ni serían tan propensos a discriminar y a segregar. Los que no son bolivarianos en verdad, por madurez y respeto a los muertos, deberían aceptar a los que así se etiquetan y hacerse la siguiente pregunta:
¿A cuántos dioses, a cuántos santos deben haber pedido esta gente sin resultados para llegar hasta aquí?
¿Cuántas oraciones no escuchadas, cuántos sufrimientos debe pasar una persona, para idolizar y endiosar a una figura militar y seguir a un falso profeta?
Esto es humildad, conocimiento y buena fe. Es conocer al contrincante como es y, si es posible, como a sí mismo. No es quién le gana a quién, es competir para hacer el bien y de ser posible eficientemente, tratando de oír a todo el enjambre, en un país que sea de todos.
Un abrazo Doctor Alcalá; parece imposible, pero cada vez lo que dice vale más para los hombres de paz, mucho más.
Bueno, gracias de nuevo. Está visto que Ud. «procesa nuestro proceso» con el auxilio de poderosos y actuales marcos de interpretación. Nuestro político clásico puede estar, en muchos casos, bien intencionado, pero su capacidad interpretativa queda limitada por mindsets newtonianos. Una vez escribió un cierto columnista dominical un artículo en el que preguntaba: ¿hay espacio para una nueva fuerza política? Evidentemente, las imágenes vectoriales, mecánicas que empleaba eran irremediablemente inadecuadas.
Es por esto que ya escribía en febrero de 1985:
Intervenir la sociedad con la intención de moldearla involucra una responsabilidad bastante grande, una responsabilidad muy grave. Por tal razón, ¿qué justificaría la constitución de una nueva asociación política en Venezuela? ¿Qué la justificaría en cualquier parte?
Una insuficiencia de los actores políticos tradicionales sería parte de la justificación si esos actores estuvieran incapacitados para cambiar lo que es necesario cambiar. Y que ésta es la situación de los actores políticos tradicionales es justamente la afirmación que hacemos.
Y no es que descalifiquemos a los actores políticos tradicionales porque supongamos que en ellos se encuentre una mayor cantidad de malicia que lo que sería dado esperar en agrupaciones humanas normales.
Los descalificamos porque nos hemos convencido de su incapacidad de comprender los procesos políticos de un modo que no sea a través de conceptos y significados altamente inexactos. Los desautorizamos, entonces, porque nos hemos convencido de su incapacidad para diseñar cursos de acción que resuelvan problemas realmente cruciales. El espacio intelectual de los actores políticos tradicionales ya no puede incluir ni siquiera referencia a lo que son los verdaderos problemas de fondo, mucho menos resolverlos. Así lo revela el análisis de las proposiciones que surgen de los actores políticos tradicionales como supuestas soluciones a la crítica situación nacional, situación a la vez penosa y peligrosa.
Pero junto con esa insuficiencia en la conceptualización de lo político debe anotarse un total divorcio entre lo que es el adiestramiento típico de los líderes políticos y lo que serían las capacidades necesarias para el manejo de los asuntos públicos. Por esto, no solamente se trata de entender la política de modo diferente, sino de permitir la emergencia de nuevos actores políticos que posean experiencias y conocimientos distintos.
Las organizaciones políticas que operan en el país no son canales que permitan la emergencia de los nuevos actores que se requieren. Por lo contrario, su dinámica ejerce un efecto deformante sobre la persona política, hasta el punto de imponerle una inercia conceptual, técnica y actitudinal que le hacen incompetente políticamente. Hasta ahora, por supuesto, el país no ha conocido opciones diferentes, pero, como bien sabemos, aún en esas condiciones los registros de opinión pública han detectado grandes desplazamientos en la valoración popular de los actores políticos tradicionales, la que es cada vez más negativa.
Después de diagnosticar esa «esclerosis paradigmática», más adelante completaba:
No basta, sin embargo, para justificar la aparición de una nueva asociación política la más contundente descalificación de las asociaciones existentes. La nueva asociación debe ser expresión ella misma de una nueva forma de entender y hacer la política y debe estar en capacidad de demostrar que sí propone soluciones que escapan a la descalificación que se ha hecho de las otras opciones. En suma, debe ser capaz de proponer soluciones reales, pertinentes y factibles a los problemas verdaderos.
No debe entenderse por esto, sin embargo, que tal asociación pretenda conocer la más correcta solución a los problemas. Tal cosa no existe y por tanto tampoco existe la persona o personas que puedan conocerla. Ningún actor político que pretenda proponer la solución completa o perfecta es un actor serio.
Siendo las cosas así, lo que proponga un actor político cualquiera siempre podrá en principio ser mejorado, lo que de todas formas no necesariamente debe desembocar en el inmovilismo, ante la fundamental y eterna ignorancia de la mejor solución. Más todavía, una proposición política aceptable debe permitir ser sustituida por otra que se demuestre mejor: es decir, debe ser formulada de modo tal que la comparación de beneficios y costos entre varias proposiciones sea posible.
De este modo, una proposición deberá considerarse aceptable siempre y cuando resuelva realmente un conjunto de problemas, es decir, cuando tenga éxito en describir una secuencia de acciones concretas que vayan más allá de la mera recomendación de emplear una particular herramienta, de listar un agregado de estados deseables o de hacer explícitos los valores a partir de los cuales se rechaza el actual estado de cosas como indeseable. Pero una proposición aceptable debe ser sustituida si se da alguno de los siguientes dos casos: primero, si la proposición involucra obtener los beneficios que alcanza incurriendo en costos inaceptables o superiores a los beneficios; segundo, si a pesar de producir un beneficio neto existe otra proposición que resuelve más problemas o que resuelve los mismos problemas a un menor costo.
En ausencia de estas condiciones para su sustitución la política que se proponga puede considerarse correcta, y dependiendo de la urgencia de los problemas y de su importancia (o del tiempo de que se disponga para buscar una mejor solución) será necesario llevarla a la práctica, pues el reino político es reino de acción y no de una interminable y académica búsqueda de lo perfecto.
Pero es importante también establecer que no constituyen razones válidas para rechazar una proposición la novedad de la misma («no se ha hecho nunca») o la presunción de resistencias a la proposición. Por lo que respecta a la primera razón debe apuntarse que una precondición de las políticas aceptables es precisamente la novedad. Respecto de la existencia de resistencias y obstáculos hay que señalar que eso es un rasgo insalvable de toda nueva proposición. El que las resistencias y los obstáculos hagan a una proposición improbable no es una descalificación válida, puesto que, como se ha dicho, «El trabajo del hombre es precisamente la negación de probabilidades, la consecución de cosas improbables.»
Toda proposición política seria, y muy especialmente la que pretenda emerger por el canal de una nueva asociación política deberá estar dispuesta a someterse a un escrutinio y a una crítica comparativa que se conduzcan con arreglo a las normas descritas más arriba. La «objetividad» política sólo se consigue a través de un proceso abierto y explícito de conjetura y refutación, pero jamás dentro de un ámbito en el que lo pautado es el silencio y el acatamiento a «líneas» establecidas por oligarquías, o en el que se confunde la legitimidad política con la mera descalificación del adversario.
Acerca de estas cosas hay que educar a la ciudadanía y también, por supuesto, a quienes tengan vocación pública. Me preparo ahora para ofrecer un taller de Nociones de Política General, y un nuevo libro que imagino como un Manual del ciudadano, con rudimentos de Política General que le permitan reconocer la solidez en el profesional de la Política y, como dice Bárbara Tuchman, rechazar lo postizo.
LEA
Una pequeña contribución de un ciudadano de a pie al propósito de tu taller.
Por lo visto, y lo digo sin ironía, pareciera que de los ciudadanos que no participamos directamente en la política de Venezuela, los NI-NI son los que tienen la más objetiva interpretación de su realidad. Y es que así como Luis Castro Leiva, en su discurso del 23 de enero de 1.998 en el Congreso, hablaba en forma crítica del oxímoron de que no se requiere preparación para ser Presidente, sino más bien un candidato mercadeable, muchos políticos hoy actúan pensando que la objetividad impide el logro de sus propósitos. Claro que estas dos premisas pueden llevar a la conclusión de que la técnica del “marketing” en general se basa en el engaño, cosa que tampoco es cierta. No se trata de la “técnica” sino de la práctica que de ella hace la parte actuante. En una oportunidad, cuando analizabas el punto de la segunda enmienda de la Constitución de USA, con toda razón decías que un arma colocada sobre una mesa no ofrece peligro alguno, que son los sujetos activos de su entorno quienes lo son.
En el problema de las estimaciones hechas con un “error muestral” resulta difícil determinar con propiedad si fue tal cosa o si estuvimos frente a una línea estratégica electoral de los sujetos activos. Pero lo que sí se puede afirmar, es que al menos dos de las encuestadoras más serias del país utilizando las técnicas requeridas, es decir con la debida propiedad, mostraron una situación materialmente diferente a la que presentaba Consultores 21.
Cada quien creyó lo que su pasión o su razón—en ese orden—le permitieron creer.
Aunque no soy un seguidor a pies juntillas del objetivismo de Ayn Rand, pues la vida sin emociones no es vida, el exceso de ellas nos lleva a la mediocridad. Es por esto que es hora de sustituir en la política imagen por prestigio. La primera se fabrica, el segundo se gana con hechos. El colectivo así ha de exigirlo, especialmente ahora cuando se comienza a “hablar” tardíamente de una alternativa, y más aún, cuando vivimos bajo el signo de este virtualismo que nos impone la revolución tecnológica.
Saludo
¿Ayn Rand? ¡Zape! Me quedo definitivamente con Bárbara Tuchman, quien decía: «Aware of the controlling power of ambition, corruption and emotion, it may be that in the search for wiser government we should look for the test of character first. And the test should be moral courage. (…) The problem may not be so much a matter of educating officials for government as educating the electorate to recognize and reward integrity of character and to reject the ersatz». Ésa es la tarea política profunda. Lo postizo se vende a través del mercadeo político, lo que llamas prestigio es la concreción de la integridad de carácter.