causahabiente. Der. Persona que ha sucedido o se ha subrogado por cualquier título en el derecho de otra u otras.
Dicionario de la Lengua Española
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Audio de entrevista con Manuel Felipe Sierra en Noticias 24 Radio
Nicolás Maduro es el causahabiente de Hugo Chávez. Hasta 1999 ignoré la existencia del término y, por supuesto, su significado. Pero ese año asistí al bautizo del último libro de Rafael Caldera—Los causahabientes: de Carabobo a Puntofijo—, en el hotel Eurobuilding. Supe entonces que en 1971, durante su primera presidencia, el Dr. Caldera había encargado a Tito Salas el cuadro que aparece arriba y dispuesto su exhibición en una de las paredes de La Casona. El libro trata, obviamente, de la sucesión que viene desde Simón Bolívar hasta 1958, cuando en la casa del autor se firmara el importante Pacto de Puntofijo, que dio estabilidad a una democracia que estaba por nacer en Venezuela.
Es ahora el presidente Maduro quien tiene sobre sus hombros el peso de una tarea enorme: nada menos que suceder al líder planetario Hugo Rafael Chávez Frías, de quien dije en un texto de 2005: «…ha adquirido una estatura mundial que, independientemente de su corrección, es superior a la de cualquier candidato emergido o emergente y a la de cualquier otro presidente venezolano de la historia, en verdad segunda sólo tras la de Bolívar». (Tío Conejo como outsider).
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En su carrera demoscópica de una docena de años, Oscar Schemel ha traído a la conciencia nacional más de una lectura original; por ejemplo, sus apuntes sobre la nueva cultura política del país, la importancia de los electores no alineados (Ni-ni) o los rasgos religiosos en el liderazgo de Chávez. Ayer propuso conclusiones muy serias a partir del último estudio de Hinterlaces (19 al 23 de junio). Luego de destacar que de febrero a esta parte el apoyo al gobierno había caído 12 puntos (de 53% a 41%) y el de la oposición había subido 9 (de 21% a 30%, para un cierre total de la brecha de 21%), sentenció: “El país es mucho más homogéneo de lo que parece. La muerte del presidente Chávez está reconfigurando la cultura política, está desradicalizando y despolarizando a la sociedad venezolana, que se está moviendo más hacia el centro y está rechazando mayoritariamente las posiciones extremas».
Claro que la noción de centro está referida al eje ideológico de derecha a izquierda, y la cosa es en verdad que la política se desplaza en busca de un plano postideológico, pero aún cabe esa terminología bipolar. Hace un poco más de siete años, escribía el suscrito:
Pero mientras se produce la sustitución de un paradigma esclerosado, exacerbado por la decimonónica opción izquierdista del gobernante actual, impulsor a ultranza, a sus últimas consecuencias, de un esquema de política como lucha o polémica, habrá todavía que hablar con palabras conocidas. ¿Qué tal una oferta de centro? (…) ¿Será lo adecuado presentar una oferta que, entendiéndose a sí misma como trascendente de la vieja dicotomía izquierda-derecha, pueda ser comprendida por los electores como de centro? ¿Y será el candidato correcto ese caballero desconocido que responde al maracaibero nombre de Ninguno Nosabe Nocontesta? (El mero centro, 15 de junio de 2006).
A pesar de los recalentamientos de la polarización por los recientes eventos electorales—7 de octubre y 16 de diciembre de 2012 y 14 de abril de este año—y la inminencia de las elecciones municipales (8 de diciembre próximo), Hinterlaces mide la proporción de electores no alineados en 25% o uno de cada cuatro venezolanos. Schemel anota «…que en circunstancias políticas y electorales, [el país] se radicaliza en extremo». Dicho de otra manera, cuando no estamos en medio de una campaña electoral los no alineados alcanzan una proporción mayoritaria, que en ocasiones ha excedido 60%.
No ha habido hasta ahora una organización política que haya sabido hablar con modernidad y responsabilidad, primeramente, a ese mercado primario de considerables proporciones. En cuanto hiciera presencia efectiva, buena parte de lo que permanece en estado de polarización se le adheriría. Pero mientras no exista, el estado de opinión que Schemel describe puede manifestarse como un movimiento que no responda a líneas partidistas, como la expresión de un enjambre de abejas ciudadanas que, en la medida en que predominen emociones de frustración, puede africanizarse con violencia. El año que viene conmemoraremos un cuarto de siglo del Caracazo.
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El pasado sábado, en la quincuagésima emisión del programa Dr. Político por Radio Caracas Radio, sugerí al presidente Maduro la utilidad de verse en el espejo egipcio, cuatro días antes de que los militares depusieran el gobierno de Mohamed Morsi, que el domingo pasado cumplió escasamente un año de haber sido electo. Ayer, diecisiete millones de egipcios protestaban su gobierno en muchas de las ciudades de Egipto, y ese enorme enjambre ciudadano forzó su término y la transición en circunstancias que llaman a la preocupación. Wael Ghonim, un respetado ícono cívico en Egipto que había apoyado a Morsi hace un año, lo acusó de polarizar y paralizar al país, y opinó así: «Ningún país avanza cuando la sociedad está dividida de este modo, y el principal papel del Presidente de la República es unir, pero, desafortunadamente, el Dr. Morsi, el Presidente de la República, ha fracasado miserablemente en este objetivo».
Si el aprecio del gobierno baja muy marcadamente en breve plazo mientras la oposición sube en aceptación, el causahabiente de Chávez debe asumir el papel que Morsi no supo desempeñar. Sin dejar de poner atención a posibles intenciones aviesas, debe elevarse sobre las diferencias para procurar la unión de los venezolanos, debe buscar el diálogo con las cabezas más sensatas de la oposición—Ramón Guillermo Aveledo, por caso, saludó la incipiente mejoría de las relaciones entre Venezuela y EEUU a raíz del encuentro Jaua-Kerry—, puede tal vez aceptar los esfuerzos de COPEI para posicionarse como «la fuerza del diálogo» y pedir a Eduardo Fernández que se encargue de la mediación. (Para no tener que recurrir a un agente externo, como la OEA o el Centro Carter en los tiempos de la mediación de César Gaviria y Jimmy Carter).
Hay señales positivas, aunque todavía escasas. Hay un nuevo diálogo gobierno-empresarios, en procura de un tratamiento eficaz a la parálisis productiva y el desabastecimiento; hay algo de distensión con los norteamericanos. (Ayer, el Secretario de Estado John Kerry tuvo la ocurrencia de felicitar a Venezuela «por su independencia» y destacar que entre su país y el nuestro hay más de un rasgo o interés común). Y aquí la oposición tiene la oportunidad de contribuir a la reconciliación nacional; no debe caer en la tentación de mantener los ánimos caldeados, envalentonada por su magnífico desempeño electoral del mes de abril.
El papel que le toca al presidente Maduro no es el de ser un clon del presidente Chávez; al contrario, como Eleazar López Contreras, causahabiente a la muerte de Juan Vicente Gómez, su fin último debiera ser el de pacificar y reunir a la nación. Las virtudes que debe cultivar son las recomendadas por el viejo general: «Calma y cordura». LEA
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Estoy de acuerdo con el planteamiento con algunas observaciones:
Fallecido el vendedor del odio, su imagen se ha ido difuminando y toda su prédica también va pasando paulatinamente al olvido de la gente.
El peligro está en que se desarrolle un odio desenfrenado en contra del régimen por su incompetencia criminal para resolver los problemas de la gente.
El actual Presidente no tiene el carisma, la dicción, la inteligencia ni la conexión emocional con el pueblo para poder mantenerla o arrastrarlo por esa misma senda. Luce como una pésima versión de algo que él mismo no es y además parece implantada la matriz de que nunca dice la verdad.
Esto realmente ha permitido que la gente tienda a ubicarse en una línea media o de ponderación, no polarizada, aunque coincido con que los eventos electorales, mientras no surja un liderazgo claro del medio o uno, que desde uno de los extremos, camine firmemente a la reconciliación (creo que Carpirles ha hecho algo en este sentido y a esa actitud atribuyo su avance en la última elección), la polarización seguirá en esas circunstancias.
Soy un admirador de Mandela porque superó una situación muy grave de odio interracial, tan elevado y justificado que se magnificaba con diferencias culturales muy marcadas en su sociedad, evidenciadas en el hecho de que, dentro de los opositores al Apartheid, se encontraban varios grupos de tribus enfrentadas entre sí, además de otros grupos raciales como los hindúes, que anticipaban un baño de sangre al término del régimen racista de Suráfrica.
La reconciliación y el perdón (sobre todo el pedir perdón a la sociedad por las horrores cometidos), fueron los elementos determinantes para que se abriera un espacio de diálogo muy exitoso.
Mi impresión todavía es que el gobierno no quiere el diálogo sino la confrontación y que los acercamientos que ha hecho con el empresariado me hacen recordar una reunión en el Ministerio de Alimentación a la que fueron convocados empresarios para colaborar con el gobierno, a fin de controlar el desabastecimiento de alimentos de hace unos años. En esa oportunidad nos dijeron claramente: «Ustedes no son más que unos aliados circunstanciales de la revolución». Para mí el mensaje fue claro: tenemos un problema que no podemos resolver y por eso acudimos a ustedes, pero no es que hemos cambiado nuestra forma de pensar sobre ustedes.
Ayer alguien comentaba en la radio que hay dos tipos de ceguera, la real y la ideológica. En este gobierno hay un claro propósito de seguir en la implantación del comunismo porque es el único medio para preservar el poder de manera indefinida. La prueba evidente es que la crisis no les abre los ojos para hacer un cambio económico que resuelva el tema, ni cambiar a los dinosaurios que lo provocaron.
No podemos ser ingenuos acerca de que esto pierde vigencia y debemos seguir ondeando nuestras banderas con firmeza.
Esto no excluye la posibilidad de diálogo, pero me resulta evidente que el gobierno avanza sin pausa para doblegar a las universidades mediante la firma de una convención colectiva que las obligue a aceptar la formación socialista y el ataque en contra de las organizaciones sindicales y de las convenciones colectivas, el aplanamiento de los salarios en todos los organismos y la promoción de consejos de trabajadores que ahora anuncian estarán armados próximamente.
Para mí, no podemos quedarnos de brazos cruzados, porque el diálogo se puede parecer mucho más al que llevaron a cabo los estadpunidenses con el Viet Cong durante la guerra, en la que se dialogaba en pleno conflicto, o algo similar a lo que ha estado ocurriendo en Egipto en este último año, que por la estupidez de Morsi y su ceguera teológica llevó a un golpe de estado.
Gracias por tu contribución, a la que debo observarle el énfasis que pone sobre las intenciones palpables del gobierno. Por un lado, no puede hablarse de comunismo sin explicar que el término denota a una sociedad sin clases (y sin Estado) que se alcanzaría sólo después de que operara por un buen tiempo un régimen socialista (DRAE: Sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y en la regulación por el Estado de las actividades económicas y sociales, y la distribución de los bienes). En momentos cuando China se ha convertido en una polis de economía capitalista rampante bajo una dominación política de su Partido Comunista, cuando Cuba intenta salir del hueco socialista en que se metió, no veo que el gobierno venezolano pueda implantar un sistema socialista, mucho menos uno comunista. Naturalmente, tienes razón sobre los innumerables intentos del chavismo de imponer un pensamiento único (e ineficaz y atrasado). Pero en año y medio desde que tomara el poder en Cuba, Castro no había dejado ni una sola empresa privada viva, lo que no es el caso venezolano. El chavoma fue mucho menos virulento y agresivo que el castroma.
Luego, si se va a ir al diálogo debe entenderse que se trata de una apuesta al futuro. Como dijo Don José Mujica, Presidente de la República Oriental del Uruguay (ver El Sabio de la Aldea): «En la vida hay que aprender a cargar con una mochila de dolor, pero no vivir mirando la mochila».
Si tu impresión de que el gobierno no quiere sino la confrontación fuere correcta, debe aceptarse que lo mismo pudiera decirse de la oposición. Capriles no pierde oportunidad de confrontar; acaba de decir que el presidente Maduro estuvo en Cuba para hablar de los ascensos militares de hoy, cosa que no le consta en absoluto. (A menos que haya espiado, como Snowden mostró que los Estados Unidos hacen, como fueron espiados la diputada Machado y el profesor Carrera y lo fueron el diputado Quintero y el empresario Ruperti). Su campaña hacia el 14 de abril, en contra de lo que dices, fue mucho más pugnaz y confrontacional de lo que fue la del 7 de octubre.