Mar de lágrimas

Mar de lágrimas partidistas

Leopoldo Castillo creyó verA través de la mordaza—, en la crítica de la sociedad española a los principales partidos políticos de su país, un grave peligro: que España siga un camino parecido al venezolano, en el que el descrédito de Acción Democrática y COPEI habría abierto la puerta a la llegada del chavismo en las elecciones de 1998. Lo malo no fue, según Castillo, que AD y COPEI se portaran mal sino decirlo; no la sordera de los políticos sino la locuacidad de quienes nos atrevimos a criticarlos. (En mi caso y explícitamente ¡desde febrero de 1985, catorce años antes de la primera presidencia de Chávez!)

Castillo esgrime una pobre defensa de una política que hace crisis planetaria. Para él, Carlos Fuentes habría errado en su testamento; en artículo publicado el día de su muerte (15 de mayo de 2012) éste osó advertir a François Hollande de un nuevo desafío: «…el de una sociedad que al cabo no se reconoce en ninguna de las tribus políticas tradicionales: izquierda, centro o derecha«. Es realmente irónico que quienes fueron los principalísimos responsables de la llegada de Hugo Chávez Frías a Miraflores quieran cargar la culpa a los que se preocuparon de advertir a tiempo la necesidad de corrección, que pretendan pasar factura a Ibsen Martínez y RCTV por la transmisión de un registro de la realidad: la magnífica telenovela Por estas calles. El pasticho socialista del chavismo-madurismo es, por supuesto, una trasnochada y pretensiosa ilusión, una receta que no puede traer sino fracaso, pero es igualmente desandado el acatamiento irreflexivo a una Mesa de la Unidad Democrática que en materia de fracaso es experta. No fue capaz de demostrar la existencia de un fraude electoral el pasado 14 de abril, y ahora irá a decir, como en aquella cuña del detergente Ariel, a instancias internacionales: ¡Mamá, Federico me está molestando!

Por esto el país se reacomoda políticamente. Félix Seijas (Instituto Venezolano de Análisis de Datos) ha incorporado a sus estudios de opinión un concepto muy útil, el de «bloques políticos estructurales», las agrupaciones fundamentales de la opinión en referencia a los polos del espectro partidista local. He aquí lo que midió en mayo y julio de este año:

IVAD en mayo y julio

Bloques políticos estructurales (IVAD en mayo y julio de 2013)

En proporciones

En proporciones

En sólo dos meses, el acompañamiento al bloque oficialista perdió 1,1 puntos y la simpatía por la oposición descendió en 3,4%; la agrupación de los independientes—Ni-ni, no alineados, como se quiera nombrarlos—captó esas disminuciones para crecer 4,5 puntos.

La solución al problema de una calidad deficiente de la política a nivel mundial no es acallar su crítica; es ofrecer un nuevo tipo de organización política, con código genético distinto al de los partidos tradicionales, que se dedican a una lucha por el poder con pretexto de una ideología y exhiben la conducta de solidaridades o descalificaciones automáticas.

Ese nuevo actor político, pues, requiere una valentía di­ferente a la que el actor político tradicional ha estimado necesaria. El actor político tradicional parte del princi­pio de que debe exhibirse como un ser inerrante, como al­guien que nunca se ha equivocado, pues sostiene que eso es exigencia de un pueblo que sólo valoraría la prepotencia. El nuevo actor político, en cambio, tiene la valentía y la honestidad intelectual de fundar sus cimientos sobre la realidad de la falibilidad humana. Por eso no teme a la crítica sino que la busca y la consagra. (Sociedad Política de Venezuela – Documento base: Tiempo de Incongruencia, febrero de 1985).

Quienes puedan ofrecer una organización política convincente recibirán, en primera instancia, el apoyo de ese enorme bloque independiente que es ahora más del 40% del país; luego sumarán el de gente afiliada a ambos polos, que está allí porque no conoce una opción satisfactoria.

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