La paz no necesita dudas

La paz no necesita dudas

 

Imagine all the people
 living life in peace… Imagine all the people
 sharing all the world…

John LennonImagine

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Condena de la hipocresía

Condena de la hipocresía

Un libro en octavo recortado con carátula verde, de tal vez 120 páginas de contenido, me llamaba desde la vitrina de una librería en la Avda. Independencia de Mérida, frente al Rectorado de la Universidad de Los Andes. Era Kalki o el futuro de la civilización, obra publicada en castellano por Doxa en 1954; su autor, Sri Radhakrishnan. Era el año de 1962 cuando la compré y la leí, pero no logro olvidar la página impar en la que resaltaba una condena de Radhakrishnan, que comenté en la Carta Semanal #38 de doctorpolítico (29 de mayo de 2003):

En Kalki: El futuro de la Civilización, Sri Radhakrishnan postulaba una convergencia, si se nos permite el uso del término, entre la civilización oriental—de la que él era, por supuesto, un representante—y la civilización occidental, predicción que por cierto no habría satisfecho a Mohatmas Gandhi en sus momentos de mayor ironía, pues a éste le preguntó una vez un periodista: “¿Qué opina Ud. de la civilización occidental?” Gandhi replicó: “Me parece una buena idea”. Radhakrishnan, en un pasaje del libro mencionado, discutía el fundamento ético del protocolo de Ginebra que proscribe el empleo de gases y armas bacteriológicas (1925) en los conflictos bélicos. No le parecía consistente que fuera permitido achicharrar a decenas de personas con bombas incendiarias o que fuese comme il faut atravesar el cerebro de alguien con una bayoneta, mientras se consideraba un atentado contra la urbanidad de la guerra el uso de un gas venenoso. Para Radhakrishnan esto equivalía a criticar a un lobo “no porque se comiese al cordero, sino porque no lo hacía con cubiertos”. Es decir, opinaba que el protocolo de Ginebra no era otra cosa que un ejercicio de hipocresía típicamente occidental.

«Según el Bhagavata puraná, Kalki vendrá al final de kali iugá—la era del demonio Kali (que no se debe confundir con la diosa Kalí)—montado en un caballo blanco, blandiendo una espada para matar a toda la humanidad (que estará completamente degradada) e iniciar una nueva satiá iugá—la era de la verdad—con los sabios que se han conservado puros en los Himalayas». (Wikipedia en Español).

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El mundo está en vilo por los acontecimientos de Ghouta, suburbio de Damasco en Siria bajo control rebelde, y sus posibles secuelas. Ya no se discute si el 21 de agosto armas químicas fueron empleadas allí—posiblemente la neurotoxina Sarín—, sino el número de víctimas—entre 300 y 1.700—y la autoría del ataque. Los representantes de la Mesa de la Unidad Democrática—Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Israel, Suecia y Turquía, junto con otros partidos menores—adjudicaron la culpa al gobierno sirio; los representantes del PSUV—el propio gobierno sirio, Irán y Rusia—acusaron a los rebeldes del ataque. (El incidente ocurrió casi un año exacto después de que Barack Obama dijera—el 19 de agosto de 2012—que el uso de armas químicas por parte del gobierno de Bashar al-Assad modificaría el «cálculo» de los Estados Unidos sobre el persistente conflicto civil sirio).

Ahora se espera los resultados de la observación de funcionarios de las Naciones Unidas en el área. Al principio, Assad negó el acceso a los inspectores, que se encontraban a unos 10 kilómetros del sitio envenenado; el 26 extendió el permiso a la inspección—luego de que la ONG Médicos Sin Fronteras contabilizara 355 muertes por armas químicas, el 24—y los funcionarios de la ONU fueron recibidos a tiros. El ejército de Hassad ha procedido a bombardear sistemáticamente el área del incidente, por lo que tal vez sea imposible encontrar una escena del crimen como lo quisiera CSI Miami.

Pero cuatro buques de guerra estadounidenses se aproximan a las costas sirias, mientras el Reino Unido reúne aviones ofensivos en Chipre, su base mediterránea. No se descarta que los EEUU e Inglaterra ataquen objetivos militares sirios en represalia por lo que han llamado una «absoluta aberración». Una operación de esa clase es sólo un castigo; no tendría como objetivo el derrocamiento del régimen de Assad, y si fuere dirigida, al menos en parte, contra los depósitos sirios de armas químicas posiblemente esparcería gases venenosos que pudieran matar más personas que las que murieron en Ghouta.

Los cadáveres de Gouta (clic amplía)

Los cadáveres de Ghouta (clic amplía)

Ese cuadro horrible es el resultado del pigmento con que se le pinta: el óleo de la Realpolitik. (Según la Enciclopedia Británica, esta clase de política “…postula que los estados buscan el engrandecimiento de su propio poder como un fin en sí mismo y que la búsqueda de ese poder se basa en la amenaza y el empleo de la fuerza militar y la coerción económica”). Es eso lo que el concepto convencional de la política—«los intelectuales, los sectores profesionales y empresariales, los líderes de la sociedad civil no pueden seguir de espaldas (…) a la realidad de los partidos que protagonizan la lucha por el poder”; Pedro Pablo Aguilar, 7 de junio de 1986—es perfectamente capaz de producir, porque la política «sería» así: «un peligroso escenario de Causas Generales que dominan el planeta (Montesquieu; Darwin)», según instruía Hugo Chávez a la Corte Suprema de Justicia en 1999. Bueno, en Siria este peligroso escenario darwiniano ya va por 100.000 muertos: en junio, 25.000 muertos (31,25%) eran del PSUV (soldados de Assad); 18.000 (22,5%) de la MUD (rebeldes) y 46,25% o ¡37.000 muertos eran civiles ajenos a la confrontación o Ni-ni! (Parecen números de IVAD: en julio, 34,8% de oficialistas, 23,2% de opositores, 42% de independientes no alineados).

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El mundo debe repudiar deliberadamente, con la mayor claridad y decisión, a los políticos que sólo saben pelear. En nuestro patio, una dolencia relativamente leve nos acosa cada día. Empalidece ante las tragedias siria y egipcia, por supuesto, pero tiene enferma a la psiquis nacional. Mutuas acusaciones y descréditos hablan de atentados reales o fabricados, corrupción oficialista u opositora, criminal negligencia industrial o traicioneros sabotajes, intenciones aviesas en la oposición o el gobierno. Asistimos a un teatro que no queremos contemplar y se nos impone: una guerra civil de baja intensidad. Una «patria segura» requiere también la seguridad psicológica, pero los asesores de imagen se han graduado en gerencia del espectáculo, y todos los días nos ofrecen un capítulo nuevo de su reality show más elaborado: La letrina nacional. (Descriptor de la Profra. María Eugenia García en Dr. Político #56 por Radio Caracas Radio, el 17 de este mes a punto de concluir).

Y esto consta en este blog en El causahabiente (4 de julio de 2013):

…en la quincuagésima emisión del programa Dr. Político por Radio Caracas Radio, sugerí al presidente Maduro la utilidad de verse en el espejo egipcio, cuatro días antes de que los militares depusieran el gobierno de Mohamed Morsi, que el domingo pasado cumplió escasamente un año de haber sido electo. Ayer, diecisiete millones de egipcios protestaban su gobierno en muchas de las ciudades de Egipto, y ese enorme enjambre ciudadano forzó su término y la transición en circunstancias que llaman a la preocupación. Wael Ghonim, un respetado ícono cívico en Egipto que había apoyado a Morsi hace un año, lo acusó de polarizar y paralizar al país, y opinó así: “Ningún país avanza cuando la sociedad está dividida de este modo, y el principal papel del Presidente de la República es unir, pero, desafortunadamente, el Dr. Morsi, el Presidente de la República, ha fracasado miserablemente en este objetivo”.

Si la paz va a llegar algún día a Egipto y Siria ¿qué excusa pudieran esgrimir nuestros operadores políticos convencionales para seguir sacándose los ojos entre sí? Hay que exigirles que depongan sus armas difamatorias y se sienten a conversar. Ya basta. LEA

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