La versión estándar acerca de la caída del régimen perezjimenista es que su desenlace fue el resultado de una avalancha causada por un texto público; esto es, de un comunicado o manifiesto. En este caso, quien habría puesto a rodar la bola de nieve que crecería hasta arrollar el gobierno de Marcos Evangelista Pérez Jiménez fue monseñor Rafael Ignacio Arias Blanco, Arzobispo de Caracas (aún no éramos tan importantes como para tener cardenales). En efecto, su carta pastoral del 1º de mayo de 1957, leída en los púlpitos en día de San José Obrero para defender a los venezolanos pobres, sirvió como estímulo de atrevimientos crecientes: los estudiantes, los profesores universitarios y los académicos, los trabajadores y algunos empresarios, siguieron la pauta con la publicación de sus comunicados a fines de aquel año, y luego se produjeron las reacciones militares del 1º y el 23 de enero de 1958, dando la última al traste con el régimen. Tal interpretación se encuentra con profusión; por ejemplo, escribe Julián Castro Contreras el 20 de abril de 2014 en el diario La Nación del Táchira (Pastoral de monseñor Arias Blanco): «Su pastoral quedó para siempre. La prueba de cómo unas palabras, en el momento preciso, son más fuertes que los fusiles de una dictadura. A los 55 años de esa acción determinante de la Iglesia, hay quienes se preguntan: ¿Surgirá en este nuevo siglo otro monseñor Arias Blanco que indique el camino que debe seguir Venezuela?»
La cosa no es tan simple. En Crisis de la Democracia (CENDES, 1970), José Agustín Silva Michelena repite el título de un libro de Harold Laski para establecer una sugestiva correlación entre los cataclismos políticos venezolanos (la Independencia, la Federación, la caída de Pérez Jiménez) y un marcado descenso en los valores de exportación del monoproducto del caso (cacao, café, petróleo). Los precios del petróleo en el mundo iniciaron una pronunciada disminución un año antes de la pastoral de Arias Blanco, sólo que la Crisis de Suez, que incluyó la nacionalización del canal e invasiones tripartitas a Egipto, protegió por unos meses al barril venezolano.
Y tampoco es que la pastoral de Arias Blanco tuviera un carácter incendiario; en esencia, fue un llamado de atención acerca del problema de la pobreza para la mayoría de la población venezolana de la época:
Estamos ante una nueva prueba de la solicitud de preocupación de la Iglesia por la clase obrera, que llega en hora feliz a nuestra Patria; en la hora en que Venezuela siente, en todo su ser, el estremecimiento de una nueva vida que está naciendo; en la hora de una transformación radical de su economía.
Más adelante, diagnosticaba el mal:
Nuestro país se va enriqueciendo con impresionante rapidez. Según un estudio económico de las Naciones Unidas, la producción per capita en Venezuela ha subido al índice de quinientos cuarenta dólares, lo cual la sitúa de primera entre sus hermanas latinoamericanas, y por encima de naciones como Alemania, Holanda, Australia e Italia. Ahora bien, nadie osará afirmar que esa riqueza se distribuye de manera que llegue a todos los venezolanos, ya que una inmensa masa de nuestro pueblo está viviendo en condiciones que no se pueden calificar de humanas. El desempleo que hunde a muchísimos venezolanos en la desesperación; los salarios bajísimos con que una gran parte de nuestros obreros tienen que conformarse, mientras los capitales invertidos en la industria y el comercio que hacen fructificar esos trabajadores, aumentan a veces de una manera inaudita; el déficit no obstante el plausible esfuerzo hasta ahora realizado por el Estado y por la iniciativa privada, de escuelas, sobre todo profesionales, donde los hijos de los obreros puedan adquirir la cultura y formación a que tienen absoluto derecho para llevar una vida más humana que la que han tenido que sufrir sus progenitores; la falta de prestaciones familiares con que la familia obrera pueda alcanzar una mayor bienestar; las inevitables deficiencias en el funcionamiento de institutos y organismos creados para el mejoramiento y seguridad del trabajador y su familia; la frecuencia con que son burlados la Ley del Trabajo y los instrumentos legales previstos para la defensa de la clase obrera; las injustas condiciones en que muchas veces se efectúa el trabajo femenino; son hechos lamentables que están impidiendo a una gran masa de venezolanos poder aprovechar, según el plan de Dios, la hora de riqueza que vive nuestra patria, que, como dijo el Eminentísimo Cardenal Caggiano, Legado Pontificio al II Congreso Eucarístico Bolivariano, en la Sesión Extraordinaria que en su honor celebrara el Ilustre Concejo Municipal del Distrito Federal: «Tiene tanta riqueza que podría enriquecer a todos, sin que haya miseria y pobreza, porque hay dinero para que no haya miseria».
Pero la carta pastoral, en ningún caso, fue un llamado a deponer el régimen imperante entonces en el país, ni siquiera a pronosticar que hubiera entrado «en fase terminal». También decía:
Y con las palabras de Nuestro Santo Padre Pío XII, os recordamos que: «No es en la revolución, sino en una evolución armónica donde está la salvación y la justicia. La violencia nunca ha hecho más que derribar en vez de levantar; encender las pasiones en vez de calmarlas; acumular odios y ruinas, en vez de hermanar a los combatientes, y ha lanzado a los hombres y a los partidos a la dura necesidad de reconstruir lentamente, tras dolorosas pruebas, sobre las ruinas de la discordia. Sólo una evolución progresiva y prudente, valiente y acomodada a la Naturaleza, iluminada y guiada, por las santas normas cristianas de la justicia y la equidad, puede llevar al cumplimiento de los deseos y de las honestas necesidades del obrero» (Discurso del 13 de junio de 1943).
Es decir, Arias Blanco daba a Pérez Jiménez y a los empresarios la oportunidad de rectificar, de multiplicar «el plausible esfuerzo hasta ahora realizado por el Estado y la iniciativa privada». (DRAE: plausible. Digno o merecedor de aplauso. Atendible, admisible, recomendable).
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En cabezas políticas clásicas, newtonianas, las cosas ocurren en sociedades que se asemejan a una mesa de billar. Si se golpea una bola con la misma fuerza y en el mismo ángulo, sus sucesivas trayectorias recorrerán siempre el mismo camino: si se aumenta el precio de la gasolina se suscitará un nuevo Caracazo, y si se publica un manifiesto cargado de repudio el gobierno más pintado caerá indefectiblemente. Pero el inicio de lo que se llamó «la salida» (hashtag #lasalida; ver La salida), fue otro comunicado del 7 de diciembre de 2013 que contó con la firma de 55 personas, entre las que destacaban las de Ma. Corina Machado y Leopoldo López (las dos terceras partes de los suscritores del manifiesto para un «acuerdo nacional para la transición» del 11 de los corrientes). Entonces abogaban por la elección de una asamblea constituyente: «…vemos en el derecho legítimo del pueblo a convocar democráticamente una Asamblea Nacional Constituyente a través de una gran movilización popular (…) el mecanismo más eficiente, plural y democrático para recomponer el acuerdo social de la República. Con nuevos funcionarios a la cabeza de los poderes públicos, tendremos en Venezuela unas elecciones presidenciales enmarcadas en un proceso justo, equilibrado y transparente acorde con nuestro arraigo democrático y tradición de libertad». El gobierno no cayó por eso, ni siquiera porque dos meses y cinco días después arrancara un ciclo de airadas y prolongadas protestas cuyo saldo fue de varias decenas de muertes. (Ver en este blog La marcha de la insensatez). Los sistemas complejos, nos dice la ciencia de la complejidad, son altamente sensitivos a las «condiciones iniciales»; es decir, pequeñas variaciones en ellas conducirán a futuros que pueden ser muy diferentes.
Del comunicado de 2013 puede decirse que los líderes del asunto (López & Machado), proponentes de una asamblea constituyente—que ya ha sido sustituida por el «acuerdo nacional para la transición»—como medio para salir del gobierno de Maduro, también se habían adherido el 23 de enero de 2012 a los Lineamientos para el Programa de Gobierno de Unidad Nacional, cuya estipulación #46 decía enfáticamente: “La prioridad político-institucional del nuevo gobierno no ha de cifrarse en el cambio global de esa Constitución, ni en la convocatoria de una Asamblea Constituyente”. Una de tres: o son muy volubles—la donna è mobile qual piuma al vento—, o tienen muy mala memoria o entonces actuaron con insinceridad. En todo caso, la volubilidad parece ser la explicación más probable: un poco más de un año después de su prescripción constituyente ya la han abandonado. (¿Qué pasó con la recolección de firmas para convocarla que anunciara Voluntad Popular, un partido que hace un año contaba con una afiliación declarada de apenas 2,1% de los electores?) El comunicado del 11 de febrero de este año ha sido suscrito, además de por Ledezma, López y Machado, por Román Duque Corredor y varios ciudadanos de los que acostumbran suscribir alguna «petición» en petitiononline.com—ninguna causó jamás el menor efecto, y ahora el sitio mismo ha sido clausurado— y por COPEI, reciente e imprudentemente adherido según proclamara su presidente, Roberto Enríquez. Ninguna organización asociada a Ma. Corina Machado aparece en la pantalla de radar de las encuestas, pero puede sumarse al porcentaje de Voluntad Popular el 0,8% de COPEI y una parte del 0,5% de la categoría «Otro» en la que debe estar incluida la Alianza Bravo Pueblo de Ledezma, según registros de Datanálisis. (No dispongo de mediciones posteriores a abril de 2014). Un poco más de 3% de preferencias es lo que respalda al trío salidista-comunicadista, que impone una estrategia de inminentismo mediante periódicas y vistosas tácticas comunicacionales.
Ya se ha destacado acá, por otra parte, un error fundamental en el concepto del tal «acuerdo nacional para la transición»: que unos pocos protagonistas encaramados en tarimas o reunidos en hoteles procederían a organizar «consensos y compromisos» sectorialmente construidos, cuando es el Pueblo en su conjunto el actor que debe protagonizar el arreglo de lo que está muy desarreglado. (Ver Dos cepas del virus salidista).
La actuación del trío comunicadista ha causado graves problemas a la federación de partidos opositores que conocemos como Mesa de la Unidad Democrática. Ha jugado aparte de la MUD en tres ocasiones sucesivas: el comunicado del 7 de diciembre de 2013, un día antes de las elecciones municipales pretendidamente plebiscitarias; la detonación de las protestas aguerridas el 12 de diciembre de 2014; el nuevo comunicado del 11 de febrero de este mismo año. Esa actuación concede permiso a José Vicente Rangel para decir cosas como éstas: «Todo cuanto declara y hace en la práctica un importante sector de la oposición sirve de plataforma a los fines de la ruptura del orden constitucional. Y hablo de importante sector porque es así. Porque es el que lleva la batuta. El que impone la línea, el que cuenta con apoyo mediático nacional e internacional irrestricto, y el que dispone de los vastos recursos que el gobierno norteamericano le asigna a la subversión en Venezuela. (…) Por eso Ledezma, López y Machado le imprimen el sello a la oposición, en tanto que los otros, AD, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y otros marchan a la cola». (En el editorial del programa de Televén José Vicente hoy del 22 de febrero). Esta dinámica no es nueva; cuando unos militares rebeldes «liberaron» (más bien tomaron) la Plaza Francia de Altamira en 2002, luego del fracasado golpe de Carmona Estanga, los líderes de los partidos más veteranos declinaron por un tiempo apersonarse en el sitio—incluso declararon en contra de la acción—, pero al ver que se trataba del happening político de moda, se contagiaron de tarimitis y allá fueron para dar discursos ante el público que diariamente concurría al sarao. Por otra parte, ninguno, salvo Primero Justicia, se deslindó del «Carmonazo».
Así como Francisco I, Papa, ha logrado un refrescamiento de la Iglesia Católica al repudiar sin remilgos la pederastia eclesiástica y la corrupción financiera del Vaticano, le sale a la MUD divorciarse del salidismo. Hay métodos mucho más democráticos y, sobre todo, más eficaces para la instalación de alternativas sanas a la presente situación nacional. LEA
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una vez mas un magnifico analisis que des-construye tanta «sabiduria convencional» y tantas iniciativas contradictorias en las cuales el voluntarismo conceptual intenta sustituir «la salvacion de las circunstancias».
Gracias, Profe.
Yo pensé que Chuo Torrealba podía alcanzar mejores logros en la MUD. De no ser por los últimos acontecimientos (caso Ledezma) aún estaríamos con el «salidismo» en pleno esplendor.
Ledezma es salidista.
El caso Ledezma ha logrado, hasta ahora, aglutinar a los partidos de la MUD.
No creo, Don Yunis, que haya aglutinación por ese caso.