Estas cosas pasan

Estas cosas pasan

 

Sir George Conway procedió con gravedad. Las frases caían fácilmente de sus labios: la extrema delicadeza de la posición del gobierno, los intereses del público, la solidaridad del partido, la necesidad de presentar un frente unido, el poder de la prensa, el bienestar del país… Todo sonaba bien y no significaba nada. Para él, las palabras se habían convertido en un medio para oscurecer los hechos, no para revelarlos. Era competente en el arte de la frase útil; es decir, la frase que caiga en el oído como un alivio pero esté totalmente vacía de contenido.

Agatha Christie – Los trabajos de Hércules

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Tal vez la enfermedad más grave de la sociedad venezolana es su inclinación, aparentemente inevitable, a criticarse y rechazarse a sí misma. Es una exhortación insistente, permanente, a buscar, destacar y amplificar lo negativo. (…) Al nivel del ciudadano común repetimos ese patrón de conducta de muchos entre los líderes venezolanos. Repetimos los rumores más estrambóticos y las opiniones más pesimistas.

La peor enfermedad referéndum, octubre de 1995

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Muchas personas trabajadoras, honestas y patrióticas llegan a sentir el aguijón de la desesperanza y buscan mudarse a otras latitudes para dejar de ver los problemas que aquejan a los venezolanos, para no pensar más en eso, para escapar a las trabas que un sistema anacrónico y disfuncional impone a su actividad empresarial o profesional.

In memoriam Augusto Mijares referéndum, agosto de 1994

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La política puede ser, en efecto, congelada en ineficacia a través del estéril proceso de perpetuar el conflicto en el medio de cultivo de una sociedad culpable. Es por esto que una de las tareas principales para una nueva manera de conducir el negocio político es la búsqueda de líderes, partidos o instituciones políticas de una clase diferente, que puedan hacer surgir la expiación o absolución general de una sociedad.

El estado de la psiquis venezolana: síndrome de la sociedad culpable Dictamen, junio de 1986

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Leopoldo Castillo creyó ver—A través de la mordaza—, en la crítica de la sociedad española a los principales partidos políticos de su país, un grave peligro: que España siga un camino parecido al venezolano, en el que el descrédito de Acción Democrática y COPEI habría abierto la puerta a la llegada del chavismo en las elecciones de 1998. Lo malo no fue, según Castillo, que AD y COPEI se portaran mal sino decirlo; no la sordera de los políticos sino la locuacidad de quienes nos atrevimos a criticarlos. Castillo esgrime una pobre defensa de una política que hace crisis planetaria. Para él, Carlos Fuentes habría errado en su testamento; en artículo publicado el día de su muerte (15 de mayo de 2012) éste osó advertir a François Hollande de un nuevo desafío: “…el de una sociedad que al cabo no se reconoce en ninguna de las tribus políticas tradicionales: izquierda, centro o derecha“. Es realmente irónico que quienes fueron los principalísimos responsables de la llegada de Hugo Chávez Frías a Miraflores quieran cargar la culpa a los que se preocuparon de advertir a tiempo la necesidad de corrección, que pretendan pasar factura a Ibsen Martínez y RCTV por la transmisión de un registro de la realidad: la magnífica telenovela Por estas calles. El pasticho socialista del chavismo-madurismo es, por supuesto, una trasnochada y pretensiosa ilusión, una receta que no puede traer sino fracaso, pero es igualmente desandado el acatamiento irreflexivo a una Mesa de la Unidad Democrática que en materia de fracaso es experta.

A llorar p’al valle – 8 de agosto de 2013

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…la refutación del discurso presidencial debe venir por superposición. El discurso requerido debe apagar el incendio por asfixia, cubriendo las llamas con una cobija. Su eficacia dependerá de que ocurra a un nivel superior, desde el que sea posible una lectura clínica, desapasionada de las ejecutorias de Chávez, capaz incluso de encontrar en ellas una que otra cosa buena y adquirir de ese modo autoridad moral. Lo que no funcionará es “negarle a Chávez hasta el agua”, como se recomienda en muchos predios. Dicho de otra manera, desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución.

Retrato hablado – 30 de octubre de 2008

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