Lucena anuncia la fecha del parto

Lucena avisa la fecha del parto

 

¿Son cinco meses y medio de anticipación demasiado poco? Ayer anunció Tibisay Lucena que las elecciones de la nueva Asamblea Nacional tendrán lugar el 6 de diciembre, y que la campaña propiamente dicha durará veinte días: del 13 de noviembre al 3 de diciembre. También que habrá una ventana de cinco días—3 al 7 de agosto—para introducir las postulaciones. Por su parte, el sábado pasado anunció la Mesa de la Unidad Democrática que esta semana presentaría la lista completa de sus candidatos en «alianza perfecta», que además se cobijarán bajo una tarjeta única. Si ya los tienen ¿serán suficientes cuarenta y ocho días para armar los recaudos de la inscripción de candidaturas en el Consejo Nacional Electoral? ¿Violó el CNE alguna disposición constitucional o legal al haber esperado hasta ayer para dar a conocer la importante fecha? ¿Qué justificaba la alarma porque hasta ayer no se conociera?

Jesús Torrealba no perdió tiempo para declarar: «La mejor prueba de que no estamos en una democracia es lo que acaba de ocurrir con el tema de la fecha de las elecciones. En un país como este, que está en un proceso totalitario, el pueblo tuvo que arrancarle la fecha de las elecciones al Gobierno [?] y lo hicimos a través de múltiples presiones. La Mesa de la Unidad Democrática tuvo que convocar manifestaciones frente a todas las sedes regionales del CNE. Protestas populares, acciones de calle. Hasta compatriotas nuestros tuvieron que declararse en huelga de hambre. Todo eso formó parte de la presión del pueblo venezolano para arrancarle eso que hoy Tibisay Lucena anunció como si fuese una gran ‘cosota’ «.

Bueno, ese modo de «razonar» es una falacia—razonamiento inválido con apariencia de validez—bien conocida; su nombre técnico: post hoc ergo propter hoc. O sea, «dado que el evento Y siguió al evento X, el evento Y ha debido ser causado por el evento X». ¿Tiene fundamento Torrealba para su interpretación: que de no haber sido por las manifestaciones ante sedes regionales del organismo electoral y las huelgas de hambre jamás se habría conocido la fecha de las elecciones parlamentarias o, tal vez, nunca se habrían celebrado? Por supuesto que no; durante todo el período precedente no hay ninguna instancia que permitiera suponer seriamente que no iba a haber elecciones, y en cambio hubo más de una que fundamentaba la seguridad de que las habría. (La celebración, supervisada por el CNE, de las elecciones primarias de la MUD, por ejemplo). Fue la oposición histérica la que convirtió la espera por la fecha en una «gran cosota», y su memoria es corta: no ha habido proceso electoral reciente en el que no se haya extendido la neurótica sospecha de que el oficialismo suspendería las elecciones. «El Gobierno intentará suspender las elecciones parlamentarias (previstas para septiembre)», aseguraba Antonio Ledezma el 25 de marzo de 2010 a La Voz de Galicia, para citar uno solo entre decenas de casos parecidos.

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Puede entenderse la muy agresiva recepción que Torrealba concediera al anuncio de Lucena; la MUD cree que no puede darse el lujo de alienar a los opositores comecandela, los que siguen a Ledezma, López y Machado. Lo primero que Torrealba hizo al confirmarse su designación como Secretario Ejecutivo de la federación opositora fue declarar que la MUD se iba «p’a la calle», y de inmediato fue con Lilian Tintori a visitar a su marido preso. A pesar de que los líderes opositores más radicales han introducido reiteradamente vistosas e ineficaces iniciativas—la idea de una nueva constituyente, por caso, en contravención de compromisos expresamente contraídos por ellos—, Torrealba quiere ser entendido como acompañante de sus dramáticas protestas. Es fenómeno visto; cuando un grupo de militares en rebeldía tomó la Plaza Francia en 2002 después del Carmonazo, la postura inicial de los partidos que compondrían la Coordinadora Democrática, la fallecida madre de la MUD, fue la de no asociarse a tal espectáculo pero, cuando constataron la persistente afluencia de público y, sobre todo, que Globovisión lo transmitía casi ininterrumpidamente, contrajeron la tarimitis y allá fue a pescuecear ante las cámaras gente como Henry Ramos Allup o Eduardo Fernández.

Como era previsible, Leopoldo López ha concluido su huelga de hambre, aduciendo que el objetivo se ha alcanzado. También emplearán él, su esposa y Voluntad Popular en pleno, la falacia antes descrita para alegar que de no haber sido por el heroico sacrificio, el martirio casi de su líder no conoceríamos la fecha del próximo evento electoral. (Ya hay quienes se muestran dispuestos a perdonar a Thomas Shannon por retratarse sonriente en Haití con Diosdado Cabello; la máquina de especulaciones asegura que el enviado estadounidense fue quien negociara la suspensión de la huelga de hambre de López a cambio de la fecha). Claro que, como reportara el diario 2001, el ayuno fue predicado «para exigir el cese de la represión contra el pueblo venezolano, la liberación inmediata de todos los presos políticos, la definición inmediata de la fecha de las elecciones parlamentarias y la amplia y transparente observación internacional del proceso electoral». Seguramente, la invitación que el CNE hizo a UNASUR para que observara las elecciones será también atribuida a la huelga de hambre, y eso del «cese de la represión contra el pueblo venezolano, y la liberación inmediata de todos los presos políticos» ya no ameritará la abstención alimenticia, como ya no es necesaria una constituyente.

Ya tenemos, pues, fecha cierta para elegir los nuevos diputados de la República. A esos comicios llega la oposición con una impresionante ventaja en las encuestas. Sabiamente, Torrealba aleccionó: «Que nadie se ponga a celebrar antes de tiempo. Es verdad, tenemos una amplísima ventaja en todos los sondeos de opinión, incluso y sobre todo en los que paga el Gobierno. Estamos duplicando y triplicando al Gobierno en materia de intención de voto. Pero eso no quiere decir que el mandado esté hecho. Hay que transformar la intención de voto, en voto. Hay que transformar la posibilidad de victoria, en victoria».

En efecto, el día de las votaciones pesará mucho una ventaja de otro tenor: la mayor capacidad de movilización de votantes del oficialismo. Pero aun así luce lo más probable un desenlace en principio sano para el país: que el PSUV pierda el control de la Asamblea Nacional que ha usado insolentemente.

Este resultado no sería del todo malo para el gobierno de Maduro, el que naturalmente hará lo que esté en sus manos para que no se produzca; mientras controle el Tribunal Supremo de Justicia, mantendrá una ventaja decisiva y, además, quedaría desmontada la caracterización común de que equivale a una dictadura montada en fraude electoral. «¿Cómo es que el Consejo Nacional Electoral es fraudulento cuando ha certificado el triunfo opositor en las elecciones de Asamblea Nacional?», podría decir. Cada gobierno copeyano de la época prechavista se desempeñó con un Congreso de la República en manos de la oposición, y aun así pudo administrar el Poder Ejecutivo. Así vive hoy Barack Obama.

Pero, claro, ni siquiera una cosa así cerrará la boca a los predicadores del fraude que son, como Bruce Willis, duros de matar. Y, también, Torrealba continuará atribuyéndose lo que no es suyo. LEA

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