El año pasado se cumplieron 50 años de un evento excepcional: el simposio Desarrollo y Promoción del Hombre, organizado por el naciente Instituto para el Desarrollo Económico y Social (IDES) para presentarse en sociedad. Fueron sus líderes más destacados Arístides Calvani, primer presidente del instituto, Alfredo Anzola Montaubán, a la sazón Gerente de la Fundación Creole, y José Rafael Revenga, su mano derecha y Vicepresidente del IDES.
Entre el 13 y el 17 de julio de 1964, los afortunados asistentes atendimos, en el auditorio del Colegio de Ingenieros de Venezuela, las actuaciones de un insólito encierro de toros de fina casta: Ronald Clapham (Alemania), Simón Romero Lozano (Chile), Kenneth Boulding y Frederick Harbison (Estados Unidos), Jean Yves Calvez, Georges Celestin, Louis Lebret, Guy Lemmonier, Alfred Sauvy (Francia), Felix Morlion (Italia), Juan Pablo Terra (Uruguay), Roberto Álamo, Eloy Anzola Montaubán, Héctor Mujica y Arístides Calvani (Venezuela).
Bastaría recordar que el padre Lebret, fundador de Économie et humanisme, dirigía entonces el IRFED (Instituto Internacional para la Investigación y la Formación, la Educación y el Desarrollo), y era el autor de la famosa definición: «El desarrollo es la serie coordinada de pasos, para una población determinada, y para las fracciones de población que la componen, de una fase menos humana a una fase más humana, al ritmo más rápido posible y al costo menos elevado posible, manteniendo la solidaridad entre las poblaciones y subpoblaciones». O que Kenneth Boulding, economista, fuera cofundador de la Teoría General de Sistemas y autor de más de treinta libros, entre los que destacaban The Economics of Peace y el seminal Conflict and Defence, además de editor del Journal of Conflict Resolution. O que Alfred Sauvy era ya el Sumo Pontífice de la Demografía e inventor del concepto de Tercer Mundo, que designaba a los países que no estaban alineados ni con Washington ni con Moscú: «…car enfin, ce Tiers Monde ignoré, exploité, méprisé comme le Tiers Etat, veut lui aussi, être quelque chose». («…porque, en fin, ese Tercer Mundo ignorado, explotado, despreciado como el Tercer Estado, también quiere ser algo»).
Nunca desde entonces se ha reunido en el país una masa crítica intelectual tan poderosa como la que el IDES ensambló hace cincuenta años y un año. A partir de los ricos e iluminadores insumos de esa pléyade de pensadores, los participantes trabajamos en grupos de discusión e intervinimos en la sesión plenaria, y fuimos testigos de un cotejo sorprendente: el padre Jean Yves Calvez, autor de La Pensée de Karl Marx, disertó a cuatro manos con Héctor Mujica—la principal autoridad intelectual del Partido Comunista de Venezuela—acerca de La economía como respuesta a las necesidades del hombre. Mujica inició sus palabras con este testimonio: «Creo que los amigos del IDES me han escogido para presidir esta sesión precisamente porque soy un militante, soy un hombre comprometido con una ideología y un partido revolucionario, el Partido Comunista de Venezuela, desde mi adolescencia». La apertura y tolerancia del liderazgo político y, sobre todo, empresarial de la época en Venezuela—era el primer año de la presidencia de Raúl Leoni—, que había dado origen, un año antes, al Dividendo Voluntario para la Comunidad y a su Declaración de Responsabilidad Social de la Libre Empresa, adelantándose treinta y seis años a la conciencia social corporativa que se consolidara mundialmente hacia el año 2000, se ponían de manifiesto en esa inusual conjunción de marxólogo y marxista. (No faltó quien sugiriera que Alfredo Anzola Montaubán era un comunista disfrazado).
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Frederick Harbison fue quien tal vez trajera las más prácticas recomendaciones. (Su conferencia se produjo en la segunda sesión dedicada a Promoción de soluciones operacionales). Experto en desarrollo de recursos humanos, acababa de publicar con Charles Myers el libro Education, Manpower and Economic Growth, obra en la que se defendía la estrategia de desarrollar recursos humanos de alto nivel, luego de mostrar convincentemente que su densidad era el indicador más significativo de un país desarrollado. Harbison abrió su disertación, en la mañana del 17 de julio de 1964, con estas palabras:
Entre las naciones latinoamericanas, Venezuela es evidentemente la más rica en términos de ingreso nacional per cápita y también en términos de recursos nacionales para su población. Venezuela ha gozado consistentemente durante las últimas dos décadas de una tasa de crecimiento muy alta. Efectivamente, en términos de tasa de crecimiento, Venezuela se encuentra entre el 5 y el 10 por ciento de los países de más rápido crecimiento en el mundo. Se podría decir que, entre los países del mundo entero, Venezuela, en términos de su ingreso nacional es ya un país semi-avanzado. Evidentemente, tiene la capacidad para unirse, en un futuro no demasiado distante, al grupo de las naciones económicamente más avanzadas del mundo. Pongamos de lado, de una vez por todas, la idea de que Venezuela es un país pobre o un país subdesarrollado. Venezuela está en el proceso de convertirse en un país muy avanzado, y los venezolanos deberían tener conciencia de ese hecho y enorgullecerse de él. Sin embargo, me permito sugerir que la verdadera riqueza de una nación no son sus recursos minerales, su capital material o sus reservas de divisas extranjeras, sino más bien la etapa de desarrollo y la mentalidad de su población. Si un país no desarrolla a su población, a sus recursos humanos, sus proyectos de desarrollo económico estarán condenados al fracaso.
Medio siglo después, está claro que perdimos ese tren. (Las dos décadas previas aludidas por Harbison van del último año de Medina Angarita, pasando por la Junta presidida por Betancourt, la presidencia de Gallegos, la junta de Delgado Chalbaud y la presidencia de Pérez Jiménez, hasta el período democrático de Betancourt, concluido el mismo año del simposio).
Pero ese tren todavía pasa por nuestra estación. Cuando soplan vientos de cambio en Venezuela, vale la pena recordar su diagnóstico y su récipe: «…aunque Venezuela está acercándose a la etapa de una economía avanzada, su capacidad de desarrollar recursos humanos de alto nivel está muy subdesarrollada. (…) Tiene que desarrollar su propia capacidad de formación de este tipo de personal. Y esto significa, no sólo la expansión de la educación primaria y secundaria, no solamente el ingresar masas indiferentes de estudiantes a las universidades, sino la creación de institutos modernos de investigación, de educación postuniversitaria, de alta calidad, elevación de los niveles de excelencia en la universidad y en los programas avanzados para desarrollar aun más a los gerentes, ingenieros, técnicos y científicos, en el transcurso de su empleo profesional. En este siglo XX, de la explotación de los conocimientos, ninguna nación puede esperar alcanzar la prosperidad sin desarrollar la excelencia y la calidad a través de todo su sistema educativo».
Más tarde, el Plan Mariscal de Ayacucho, liderado por Leopoldo López Gil bajo la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez, fue acertada concreción de la estrategia harbisoniana. Hoy, sin embargo, una proporción alarmantemente grande de nuestros recursos de alto nivel alimenta la dotación profesional de países escogidos por venezolanos para la emigración. (Luego de derrotar a los moros, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla la emprendieron contra los judíos—médicos, comerciantes, artesanos—, a los que expulsaron de España, y ellos buscaron refugio en la tolerante Constantinopla. El gran sultán Salim preguntaba entonces a sus ministros acerca del prestigio político del monarca español: «¿Cómo pueden llamar sabio a este Fernando, que ha empobrecido sus dominios para enriquecer los míos?»).
A mí me tomaría 33 años señalar—en Si yo fuera Presidente—una osada pero posible meta nacional:
A fines del siglo pasado, y siguiendo el ejemplo de varias naciones europeas, Antonio Guzmán Blanco decretó la obligatoriedad de la educación elemental o primaria para todos los ciudadanos de Venezuela. Para la época del gobierno de Marcos Pérez Jiménez el título de bachiller todavía significaba algo, al punto de que funcionarios públicos con el rango de directores de ministerio eran tan sólo bachilleres. Eso ya no es suficiente hoy en día; por esto creo que el Estado venezolano debe apuntar a una meta aún más ambiciosa: que el habitante venezolano promedio pueda alcanzar un nivel de conocimientos equivalente por lo menos a tres años de educación superior.
Llegamos a la elección de una nueva Asamblea Nacional luego de años de desentendimiento entre nuestras universidades y los poderes nacionales, de asedio oficial a nuestros centros superiores de conocimiento. Los nuevos diputados debieran colocar como su primera prioridad el aseguramiento de los fondos necesarios al rescate y reanimación de nuestras universidades, pues Harbison tenía razón y nunca es tarde para hacerle caso. LEA
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Nota: al escribir estas líneas, he querido dedicarlas a José Rafael Revenga, Alfredo Anzola Méndez, Antonio D’Alessandro y Ana Blanco Díaz.
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Érase una vez un grupo de amigos y colegas, ilusionados con la clara posibilidad de orientar la conducción del país según lineamientos modernos, en momentos cuando el concepto, el término y los estudios sobre «el desarrollo de las naciones» iniciaban su aparición pública y académica.
Para aquel entonces surgía el importante CENDES de la UCV, de clara filiación cepalista, bajo la dirección del muy respetable Jorge Ahumada con la colaboracion del eminente sociólogo José Agustín Silva Michelena. Otra concepción, si no antagónica diferente por ser marcadamente más operativa, existía desde hacía pocos años en la CVG bajo la admirable guía del general Rafael Alfonzo Ravard. Guayana era en aquel entonces una verdadera «nueva frontera». En adición, Arístides Calvani era un fervoroso entusiasta, promotor de una red de institutos de investigación y formación, configurados por valores demócrata/cristianos, bajo el nombre de DESAL.
Calvani delegó en mi persona el manejo integral del IDES, como tú bien recordarás. El simposio «Desarrollo y Promoción del Hombre”, que conmemoras con sobrada razón, nace de una idea que Alfredo Anzola, por largos años Presidente de la Fundación Creole y gran amigo de mi familia desde varias generaciones previas, me presenta en un almuerzo en el Country Club de Caracas en septiembre de 1963. De inmediato le respondí que podía plasmar su iniciativa y darle toda la concreción indispensable.
Esto me llevó a configurar una lista potencial de participantes, en la cual di lugar preeminente a varios pensadores franceses (Lebret de «Économie et Humanisme», Calvez del Centro Sèvres de los jesuitas en Francia, Sauvy, etc.), más los expertos estadounidenses que mencionas, de la talla de Kenneth Boulding, Presidente de la American Economic Association, y Frederick Harbison, experto de talla mundial en la formación de recursos humanos de alto nivel (RHAN).
Previamente a diciembre de 1963, contacté a los seleccionados, obteniendo un sorpresivo número de aceptaciones. Y recuerdo que con toda alegría ese 19 de diciembre Alba y yo partimos a París en viaje de luna de miel, en donde me acompañó a definir la participación de Lebret, Calvez y Sauvy. Igualmente, recuerdo que conversamos con el eminente economista François Perroux, a quien no le fue posible asistir al simposio el próximo mes de julio.
Recuerdo de manera especial las conversaciones sostenidas durante los seis meses de preparación del evento con los geniales Roberto Álamo, Vicepresidente de Planificación de la CVG, y Héctor Font Viale-Rigo, Director de Recursos Humanos del mismo ente.
A Jose Antonio Gil Yepes y a mí nos tocó recibir al padre Lebret a su llegada al Aeropuerto de Maiquetía. Harbison inició sus palabras de la siguiente manera: «Me han calificado como experto. La definición que le doy al vocablo es: una persona que ha sobrevolado un país de noche por tres horas».
Son algunos de tantos recuerdos que has ayudado a desempolvar en mi disco duro, al ponerlos sobre la mesa algo más de medio siglo después.
Érase otra Venezuela…
Muchísimas gracias por enriquecer con tu memoria la entrada sobre la presentación del IDES en sociedad. Es sorprendente que algo tan especial haya sido arreglado en poco más de seis meses; había un manual de la ONU—de ésos que se compraban en la Librería del Este en el edificio Galipán—que aconsejaba darse año y medio para organizar un evento internacional. Tu comentario ofrece contexto a la increíble aventura.
Tu amigo Chi Yi Chen, mi profesor de Economía (como lo fuiste tú de Filosofía Social y Política), nos hacía estudiar la materia por el texto de Perroux. Y tú te encargaste de recordarnos a Calvez en tu blog hace cinco años: Ignacio y Marx.
La anécdota confirma que muchas cosas importantes han nacido en el Caracas Country Club, donde se bebiera la primera taza de café en el Valle de Caracas.