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pandemonio De pandemónium. 1. m. Lugar en que hay mucho ruido y confusión.

Diccionario de la Lengua Española

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Una confusa llamada me da cuenta esta mañana de cómo hierve el descontento popular, que ahora parece orientarse en frenéticas reuniones hacia exigencias a la Asamblea Nacional para que interpele (y «destituya») a ministros, o «firmazos» no convocados por la MUD, de la que se desconfía, para peticiones diversas. (Participan en estas sesiones opositores comunes y chavistas de Marea Socialista). Telón de fondo: tres mil ciudadanos esperaban por la apertura de un local de Central Madeirense, bajo la vigilancia de 30 guardias nacionales (cada guardia debe controlar cien personas). El irritante más reciente: las declaraciones del Vicepresidente de Planificación y Conocimiento (?), Ricardo Menéndez, según las cuales 94% de los venezolanos come tres veces al día o más, «a pesar de la guerra económica que se ha desatado contra el país». (En época de Lusinchi, era su Ministro de Relaciones Interiores el dirigente adeco José Ángel Ciliberto, caracterizado por declaraciones acerca de cómo a las mujeres les gustaba que las secuestraran y cómo los venezolanos comíamos carne dos veces al día). Un aderezo: Freddy Bernal, jefe del estado mayor de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, comunica que en opinión del representante en Venezuela (Marcelo Resende) de la FAO—la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas—el país no requiere ayuda humanitaria.

Ayer me solicitó el amable corresponsal Antonio Álvarez que comentara en mi programa del sábado este último asunto. Ésta fue mi respuesta:

Acá está lo que pone Wikipedia en Español:

Crisis humanitaria es una situación de emergencia en la que se prevén necesidades masivas de ayuda humanitaria en un grado muy superior a lo que podría ser habitual, y que si no se suministran con suficiencia, eficacia y diligencia, desemboca en una catástrofe humanitaria. Surge por el desplazamiento de refugiados o la necesidad de atender in situ a un número importante de víctimas de una situación que supera las posibilidades de los servicios asistenciales locales, bien por la magnitud del suceso (incluso en países desarrollados como el Katrina en los EE. UU.), bien por la precariedad de la situación local (lo habitual en los países subdesarrollados). Las causas pueden ser crisis políticas (guerra internacional o civil, persecución de una minoría), crisis ambientales, que a su vez pueden ser previsibles (malas cosechas por sequía, plagas o en todo caso mala planificación, que pueden producir hambrunas), poco previsibles (huracanes, monzones) o totalmente imprevisibles (terremotos, tsunamis).

La designación de crisis humanitaria cabría sin duda para situaciones como las vividas en Haití, que sufrió en 2010 un espantoso terremoto que cobró más de 300.000 vidas, e inmediatamente después una epidemia de cólera. Tampoco se aplica al caso de Venezuela el concepto de hambruna, que se refiere a una condición social en la que hay al menos una muerte por hambre diaria para cada 10.000 habitantes. En nuestro país, por fortuna, no mueren 3.000 personas de hambre todos los días.

En general, un cierto lenguaje hiperbólico, conveniente a cierta clase de discurso político, desayuda en lugar de ayudar. No es necesario para que sepamos los venezolanos que estamos en las peores condiciones generales desde la Guerra Federal. El empleo de una etiqueta dramáticamente vistosa no conduce a la solución de nuestros graves problemas políticos. Me permito recomendarle la lectura en este blog de Etiqueta Negra.

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También ayer, José Rafael Revenga fue entrevistado por Pedro Penzini López para Globovisión desde la sede de Fedecámaras, donde se conmemoraba ochenta años del famoso artículo de Arturo Úslar Pietri: Sembrar el petróleo. (Título tomado de frase y tesis escrita primero por Alberto Adriani). Entre referencias al humanista, el amigo dijo confiar en que el general Padrino López, el nuevo zar, será capaz de resetear—reiniciar, reinicializar—el modelo económico en el que se empeña el chavismo-madurismo desde hace diecisiete años. En correo privado, dije al Dr. Revenga luego de ver la entrevista: «No concurro con la idea de Padrino como ‘reseteador’; ni hay un botón de reset ni Padrino, el más marxista de los militares, hará lo que se requiere: repudiar el modelo socialista».

En efecto, Padrino López emitió un comunicado el pasado 5 de julio que cierra así: «…tenemos la ineludible obligación de preservar el precioso legado de la independencia así como las reivindicaciones sociales conquistadas al amparo de la revolución bolivariana, que concibió magistralmente el comandante supremo, Hugo Rafael Chávez Frías. Chávez vive… la patria sigue. Independencia y patria socialista…»

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Y ayer traía el servicio de noticias de Costa del Sol FM un artículo de monseñor Ovidio Pérez Morales. Allí dice el prelado:

La Conferencia Episcopal Venezolana ha tomado de nuevo posición, clara y firme, frente al drama nacional. En documento titulado El Señor ama al que busca la justicia (12 de julio), luego de pasar en revista una serie de problemas de tipo socioeconómico, político y ético-cultural, declara lo siguiente: “La raíz de los problemas está en la implantación de un proyecto político totalitario, empobrecedor, rentista y centralizador que el Gobierno se empeña en mantener”. (…) Hace un año los obispos venezolanos enfatizaron: “El mayor problema y la causa de esta crisis general, como hemos señalado en otras ocasiones, es la decisión del Gobierno Nacional y de los otros órganos del Poder Público de imponer un sistema político–económico de corte socialista marxista o comunista. Ese sistema es totalitario y centralista, establece el control del Estado sobre todos los aspectos de la vida de los ciudadanos y de las instituciones públicas y privadas. Además, atenta contra la libertad y los derechos de las personas y asociaciones y ha conducido a la opresión y a la ruina a todos los países donde se ha aplicado” (Exhortación pastoral Renovación ética y espiritual frente a la crisis”, 12.1.2015). El “mayor problema” y “la causa” de la crisis nacional resultaba ser, pues, lo que un año antes la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana  había puntualizado: “la pretensión del partido oficial y autoridades de la República de implantar el llamado Plan de la Patria, detrás del cual se esconde la promoción de un sistema de gobierno de corte totalitario” (Comunicado del 2. 4.2014).

No puedo estar más de acuerdo con esa lectura, pero la conclusión de Pérez Morales es un non sequitur. [En lógica, non sequitur (del latín «no se sigue») es una falacia en la cual la conclusión no se deduce (no se sigue) de las premisas. En sentido amplio, se aplica a cualquier razonamiento inconsecuente. Wikipedia en Español]. Dice el obispo: «Si las cosas son así, se impone de modo ineludible un cambio en profundidad y no meramente cosmético para reconducir y reconstruir el país. Es decir, se impone sanar en la raíz, eliminar la causa de los males, dejando a un lado la involución castrosocialista y retomando el carril moral y constitucional. De allí la necesidad del Referendo Revocatorio este mismo año, para abrir cauce a un genuino progreso nacional, en paz y pluralismo democrático».

Si la causa de los males es el modelo, Monseñor, lo que hay que llevar a referendo es eso mismo, lo que hay que preguntar al Soberano es si está de acuerdo con la implantación en Venezuela de un régimen político-económico socialista, lo que no impide que se busque el muy necesario referendo revocatorio. Y eso fue propuesto no el año pasado, sino por primera vez el 23 de julio de 2009; pasado mañana se cumplirán siete años. (Parada de trote). Desde entonces, he argumentado abundantemente a favor de esta posibilidad, en este blog y por Radio Caracas Radio (Dr. Político #17, 3 de noviembre de 2012); desde entonces, ya se ha hecho innecesaria la iniciativa popular de 10% de los electores, puesto que a partir del 5 de enero de este año una mayoría simple de la Asamblea Nacional (84 votos) puede convocar inobjetablemente ese preciso referendo consultivo. (Artículo 71 de la Constitución Nacional: «Las materias de especial trascendencia nacional podrán ser sometidas a referendo consultivo (…) por acuerdo de la Asamblea Nacional, aprobado por el voto de la mayoría de sus integrantes…») Una cosa así no necesita ni siquiera captahuellas; bastaría el acta de la sesión de los diputados.

No ha habido forma, Monseñor—y le consta a Ud. que esa avenida fue propuesta en su presencia a varios miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana (hace unos dos años)*—, de que los factores principales de la Asamblea Nacional y la Mesa de la Unidad Democrática acojan tan límpido mecanismo; para ser específico: he discutido el asunto con Jesús Torrealba—quien opuso estos argumentos: «Para cruzar ese puente hay que llegar al río»; «Hay que tener foco»—, he remitido explícita correspondencia electrónica a Henry Ramos Allup, quien ni siquiera ha acusado recibo, e hice llegar el 3 de marzo de 2015, por conducto de familiar suyo cercanísimo, una carta a Julio Borges en la que le ponía: «Tal vez conozcas que llevo algún tiempo promoviendo este tratamiento referendario pero, si acogieras estos planteamientos, yo no tendría inconveniente en permanecer tras el telón; es decir, no exigiría protagonismo alguno». (No he recibido contestación). Hace pocos días, expuse la iniciativa a un miembro importante del Comité de Estrategia de la MUD, para recibir de vuelta su silencio.

Hoy mismo, resurgió el planteamiento al conversar con quien me llamara para informarme de la desazón descrita arriba en el primer párrafo, y mi interlocutor, persona políticamente culta e informada, explicó que la resistencia provenía de los partidos de la MUD que pertenecen a la Internacional Socialista (Voluntad Popular, por ejemplo). Pacientemente, le expliqué a mi vez (lo he hecho con él más de una) que el socialismo del que hablamos no es el de los países «socialistas» escandinavos (que tienen todos economías de mercado), sino del definido en el Diccionario de la Lengua Española: Sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes. (Tal diccionario es herramienta consuetudinaria del Tribunal Supremo de Justicia; no faltaría más: el Artículo 9 de la Constitución Nacional especifica que «El idioma oficial es el castellano»). Que el socialismo del que hablamos, le dije—y la gran mayoría del país lo entiende así cuando lo rechaza en todas las encuestas—, es el del Plan «de la Patria», definido como «Segundo Plan Socialista»; que es el de las garrafales estatizaciones que Clíver Alcalá Cordones sugiere se reviertan; el mismo de la difamación, la persecución y la hiperfiscalización de las empresas privadas venezolanas; que es el del preámbulo estándar de los decretos de Maduro: “Con el supremo compromiso y voluntad de lograr la mayor eficacia política y calidad revolucionaria en la construcción del socialismo…” No estamos hablando de lo que defendiera hace pocos días la diputada Delsa Solórzano.

Vuelvo a preguntar: ¿Qué espera la Asamblea Nacional? ¿Podrá Ud., Monseñor, hacerle la misma pregunta? ¿Querrá el augusto cuerpo de la CEV acoger la idea, hacerla suya si quiere, y exigirla al Poder Legislativo Nacional?**

Mejor aún: que los descontentos del pueblo descritos al inicio se comuniquen con los diputados para exigir, no interpelaciones—o «destituciones» que requieren dos terceras (Artículo 240 de la Constitución) o cuatro quintas partes (Numeral 10 del Artículo 187) de los parlamentarios—, sino la convocatoria de ese referendo central por mayoría simple, y que los obispos que quieran sumarse a esa iniciativa popular de instruir a sus representantes lo hagan en tanto ciudadanos ordinarios. LEA

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*Antes ha habido coincidencia de autoridades eclesiásticas con mi prédica; el pasado 25 de abril, acerca del propuesto diálogo de los principales factores políticos del país, argumentaba en Plantilla del Pacto: «…en lugar de un acuerdo entre gobierno y oposición, lo que conviene al país es un pacto de los poderes públicos nacionales. (…) El acuerdo al que debe arribarse es esta vez uno entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo…» Dos días después, monseñor Padrón emitía un comunicado de la Presidencia de la CEV en el que se plantea idéntica cosa: «…el Poder Ejecutivo y la Asamblea Nacional, a más de respetarse y actuar según su respectiva autonomía, reconociendo el papel que a cada uno le corresponde, están llamados a dar al pueblo ejemplo de ‘encuentro y diálogo’ en favor de la convivencia nacional».

**Si se le ocurriera a la Asamblea Nacional convocar a un referendo sobre el socialismo, que no califique la pregunta. La cuestión es ésta, simple y sencillamente: «¿Está Ud. de acuerdo con la implantación en Venezuela de un régimen político-económico socialista?» Que no invente diciendo que hay que especificar que se trata del «socialismo del siglo XXI»; el Plan «de la Patria» no se presenta como «Segundo Plan Socialista del Siglo XXI», y los decretos de Maduro no dicen que se empeña en «la construcción del socialismo del siglo XXI». Basta la definición del Diccionario de la Lengua Española.

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