Acabo de ver en Facebook un ejemplo más de esos mensajes pretenciosos, presuntamente sofisticados en materia histórica, con la obvia intención uribista de desacreditar los acuerdos que ponen fin a más de medio siglo de guerra en Colombia. Éste es su texto, que acompaña a una foto de Neville Chamberlain en la que blande el ignominioso Pacto de Munich:
Chamberlain, primer ministro británico, exhibe orgullosamente un ACUERDO DE PAZ firmado por Hitler, quien para ello había exigido que Checoslovaquia le fuera ENTREGADA. La Segunda Guerra Mundial produjo después la muerte de casi 70 millones de personas.
Quien presentó esa perla de sabiduría histórica (Bernardino Mejía) añadió: «Muchos imbéciles siguen creyendo en esa falsa Paz. A través de los tiempos, esto solo ha traído esclavitud, miseria y muertes!!!» Se me ocurrió comentar:
Así como ese pacto resultó muy mal—«Never to go to war with one another again», anunció Chamberlain—, muchos otros acuerdos de paz fueron exitosos. Es procedimiento defectuoso en razonamiento político extraer conclusiones universales de casos especiales. Por mencionar un solo caso: «The Peace of Westphalia (German: Westfälischer Friede) was a series of peace treaties signed between May and October 1648 in the Westphalian cities of Osnabrück and Münster effectively ending the European wars of religion. These treaties ended the Thirty Years’ War (1618–1648) in the Holy Roman Empire, and the Eighty Years’ War (1568–1648) between Spain and the Dutch Republic, with Spain formally recognizing the independence of the Dutch Republic». (Wikipedia, Peace of Westphalia). ¿No escribió John Lennon Give peace a chance?
Acá está el Himno de Lennon:
LEA
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..»Según Victor Cherbuliez, desde el año 1500 hasta el 1860 d.c., se han firmado no menos de 8.000 tratados de paz, cada uno de los cuales se esperaba que garantizaría la paz perpetua, aunque, uno con otro, no duró mas de dos años cada uno de ellos..» (Erich Fromm, Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea).
Sr. Palma: eso es sólo una forma de leer la historia. Lo que pudiera llamarse el instinto de lucha está cableado en el piso de nuestro cerebro que ha sido llamado Complejo R (por reptiles; vea Ud. en este blog Política natural). Pero eso no es lo único: también tenemos un piso que maneja emociones (el Sistema Límbico) y, finalmente, la corteza cerebral que nos permite el lenguaje y el razonamiento. Siempre ha existido un buen número de personas que prefieren destacar la visión pesimista de la humanidad. (¿Cherbuliez tendría a mano una indagación empírica acerca de las expectativas de los firmantes de unos 8 mil tratados de paz en un lapso de 360 años, acerca de sus estados mentales, que es lo único que justificaría la aseveración que Fromm recoge?)
No se trata de eliminar el «combate político», sino de forzar al sistema para que transcurra por el cauce de un combate programático como el descrito. Valorizar menos la descalificación del adversario en términos de maldad política y más la descalificación por insuficiencia de los tratamientos que proponga. Este desiderátum, expresado recurrentemente como necesidad, es concebido con frecuencia como imposible. Se argumenta que la realidad de las pasiones humanas no permite tan «romántico» ideal. Es bueno percatarse a este respecto que del Renacimiento a esta parte la comunidad científica despliega un intenso y constante debate, del que jamás han estado ausentes las pasiones humanas, aun las más bajas y egoístas. (El relato que hace James Watson—ganador del premio Nobel por la determinación de la estructura de la molécula de ADN junto con Francis Crick—en su libro La Doble Hélice, 1968. es una descarnada exposición a este respecto). Pero si se requiere pensar en un modelo menos noble que el del debate científico, el boxeo, deporte de la lucha física violenta, fue objeto de una reglamentación transformadora con la introducción de las reglas del Marqués de Queensberry. Así se transformó de un deporte «salvaje» en uno más «civilizado», en el que no toda clase de ataque está permitida. En cualquier caso, probablemente sea la comunidad de electores la que termine exigiendo una nueva conducta de los «luchadores» políticos, cuando se percate de que el estilo tradicional de combate público tiene un elevado costo social. (Los rasgos del próximo paradigma político, febrero de 1994).
Ud. prefiere la versión negativa, digamos cínica, de la humanidad; si se siguiera las implicaciones de lo que señala, declararíamos grandemente inútil, a priori, todo intento de reconciliación entre humanos en pugna, pero hasta en los primates se observa conductas conciliatorias:
«Algunos animales son sorprendentemente sensitivos a peligros que acosan a otros. Los chimpancés, que no saben nadar, han llegado a ahogarse en estanques en zoológicos tratando de salvar a otros. Ante la posibilidad de obtener comida halando una cadena que también administra una descarga eléctrica a un compañero, los monos rhesus pasan hambre durante días enteros. Los biólogos arguyen que éstas y otras conductas sociales son las precursoras de la moralidad humana… El año pasado Marc Hauser, un biólogo de la evolución en Harvard, propuso en su libro ‘Mentes morales’ que el cerebro tiene un mecanismo, conformado genéticamente, para la adquisición de reglas morales, una gramática moral universal similar a la maquinaria neural para el aprendizaje del lenguaje. En otro libro reciente, Primates y filósofos, el primatólogo Frans de Waal defiende, contra filósofos críticos, su punto de vista de que las raíces de la moralidad pueden encontrarse en la conducta social de monos y simios… La vida social requiere empatía, la que es especialmente obvia entre los chimpancés, así como sus métodos para terminar las hostilidades internas. Toda especie de simio o mono tiene su propio protocolo para la reconciliación después de las peleas, según hallazgo del Dr. de Waal. Si dos machos no logran reconciliarse, los chimpancés hembras a menudo reúnen a los rivales, como si sintieran que la discordia empeora a la comunidad y la hace más vulnerable al ataque de vecinos. Incluso llegan a evitar una pelea arrebatando piedras de las manos de los machos. El Dr. de Waal cree que estas acciones son emprendidas para el mayor bien de la comunidad, distinto de las meras relaciones entre individuos, y son un precursor significativo de la moralidad en las sociedades humanas”. (Nicholas Wade: Científicos hallan inicios de la moralidad en comportamiento de primates, The New York Times, 20 de marzo de 2007). Pero es que hasta en disciplinas más abstractas, como la Teoría de los Juegos (John von Neumann y Oskar Morgenstern), es posible asistir a la emergencia de la cooperación. El famoso “dilema del prisionero” es un juego de estrategia matematizable—inventado en la Corporación RAND, el más grande think tank del mundo—, que modela cómo es posible llegar a un resultado que daña a todos los jugadores cuando éstos siguen una estrategia perfectamente racional que se cierra a la cooperación. Llevado a computadores que juegan entre sí, y a pesar de sembrar en ellos una estrategia inicial de retaliación (tit for tat), al cabo de numerosas repeticiones los computadores típicamente “aprenden” a cooperar. El altruismo, pues, es tan real como el egoísmo, por lo que cualquier esfuerzo serio y responsable de entender el comportamiento social, y de hacer política, debe tomarlo en cuenta. (Reflexión postrimera, 27 de diciembre de 2007).
Yo prefiero apostar a las nuevas posibilidades de participación que la informática ha puesto a disposición del enjambre ciudadano; el primero de los párrafos en cursivas fue escrito un año antes de que la Internet llegara a Venezuela.
Dr, su comentario supero al articulo. 😉
Gracias, Oliver. Habrá notado que eran argumentos ya listos, hacen 22 y 9 años, respectivamente.