El concierto de Francisco

Michelangelo Merisi da Caravaggio: La incredulidad de Sto. Tomás

Michelangelo Merisi da Caravaggio: La incredulidad de Santo Tomás (clic sobre la imagen para ampliarla)

 

Por «invitación» de José Rafael Revenga, quien me introdujo a la poesía de Gerard Manley Hopkins

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En música amo a Mozart, obviamente. Aquel ‘Et Incarnatus est’ de su Misa en Do es insuperable: ¡te lleva a Dios! Me encanta Mozart interpretado por Clara Haskil. Mozart me llena: no puedo pensarlo, tengo que sentirlo. A Beethoven me gusta escucharlo, pero prometeicamente. Y el intérprete más prometeico para mí es Furtwängler. Y después, las Pasiones de Bach. El pasaje de Bach que me gusta mucho es el Erbarme Dich, el llanto de Pedro de la Pasión según San Mateo. Sublime. Después, a distinto nivel, no de la misma intimidad, me gusta Wagner. Me gusta escucharlo, pero no siempre. La Tetralogía del anillo, dirigida por Furtwängler en la Scala el año 1950 es lo mejor que hay. Sin olvidar Parsifal dirigido el ’62 por Knappertsbusch”.

Francisco I – Entrevista de Civiltà Cattolica

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El gusto musical de Francisco I privilegia las piezas vigorosas, heroicas, prometeicas. Parece haber cristalizado en las décadas de 1950 y 1960, a juzgar por las grabaciones que más valora, y esto indica que su formación jesuítica fue crucial en el proceso: empezó su noviciado en 1958 y fue ordenado sacerdote en 1969 (aunque tomó sus votos perpetuos en 1973). Si tal cosa es un indicador de su personalidad, habrá que esperar un papado épico; quizás se habría entendido mejor con Hugo Chávez que con Nicolás Maduro.

Todos los compositores que nombró en su famosa entrevista a Civiltà Cattolica, por otra parte, son germánicos: Mozart (austríaco), Beethoven, Bach, Wagner (alemanes). Antes, descubrió sus aficiones literarias: Dostoyevsky, Hölderlin (otro alemán), Manzoni (por fin alguien próximo a su apellido italiano) y Gerard Manley Hopkins, converso inglés y jesuita como el Papa actual:

Glory be to God for dappled things—
For skies of couple-colour as a brinded cow;
For rose-moles all in stipple upon trout that swim;
Fresh-firecoal chestnut-falls; finches’ wings;
Landscape plotted and pieced—fold, fallow, and plough;
And all trades, their gear and tackle and trim.

All things counter, original, spare, strange;
Whatever is fickle, freckled (who knows how?)
With swift, slow; sweet, sour; adazzle, dim;
He fathers-forth whose beauty is past change:
Praise him.

Pied Beauty (Belleza multicolor, 1877)

La placa Hopkins (clic amplía)

La placa Hopkins (clic amplía)

Este último poeta pareció tener tendencias homosexuales, centradas en Digby Mackworth Dolben, a quien conoció en 1865. Le dedicó una secuencia de sonetos publicada bajo el título The beginning of the end:

The sceptic disappointment and the loss
A boy feels when the poet he pores upon
Grows less and less sweet to him, and knows no cause

Hopkins pasó por esa turbación de alma que concluyó en 1867, cuando Dolben murió ahogado, y en todo caso el episodio es de su vida anglicana, antes de su conversión al catolicismo. Pero tal vez la elevación de espíritu manifiesta en sus poemas sea lo que mueve a Francisco I a admirarlo, y a declarar:

Durante el vuelo en que regresaba de Río de Janeiro dije que si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla. (…) Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: «Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?» Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición.

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He aquí un concierto según el programa elaborado por Jorge Mario Bergoglio, Papa, con las grabaciones que especificó y otras que se aproximan a sus gustos y son de la época que prefiere.

Stader

Stader

Primero que nada, de la Gran Misa en Do menor (KV 427) de Wolfgang Amadeus Mozart, un fragmento del Credo: Et incarnatus est, en la voz de María Stader, a quien acompaña la Orquesta Sinfónica RIAS de Berlín que dirige Gustav König. La grabación es de 1957.

Et incarnatus est

Haskil

Haskil

El papa Francisco dijo amar a Mozart, lo que me permitió saludar a Gustavo Sucre Eduardo S. J. con la noticia el mismo día de la publicación de la entrevista (19 de septiembre) en las revistas jesuitas de todo el mundo. Para el padre Sucre,* hay buenos compositores, grandes compositores y luego está Mozart. (Atendió mi llamada y me hizo notar con típico humor que el Papa es infalible). Francisco I expresó su preferencia por las interpretaciones de Clara Haskil de la música mozartiana. Pongo, pues, el 1er. movimiento del poderoso Concierto para piano y orquesta #20 en Re menor (KV 466), tocado por ella en 1950 junto con la Orquesta Sinfónica de Winterthur conducida por Henry Swoboda.

Allegro

Ingeniero de la película Prometeo

De la película Prometeo (clic amplía)

El Sumo Pontífice llamó prometeico (el más) a Wilhelm Furtwängler, el gran director de orquesta alemán, luego de decir que le gustaba escuchar a Beethoven prometeicamente. Es seguramente una de sus cumbres interpretativas la versión que grabó en 1954 de la Quinta Sinfonía (op. 67 en Do menor), con la Orquesta Filarmónica de Berlín. He aquí su primer movimiento.

Allegro con brio

Ludwig

Ludwig

Después de Mozart y Beethoven no podía hacer otra cosa que nombrar a Johann Sebastian Bach, de cuya obra cumbre—La Pasión según San Mateo—escogió evocar el aria Erbarme dich, el llanto de Pedro: Erbarme dich, mein Gott, um meiner Zähren willen! («¡Ten piedad, Dios mío, considerando mis lágrimas!»). En la versión que sigue, Otto Klemperer dirige en 1962 a la Orquesta Philharmonia para acompañar a la finísima mezzosoprano Christa Ludwig.

Erbarme dich

Furtwängler

Furtwängler

Konetzni

Konetzni

Entonces acude dos veces a Richard Wagner: primero, con un aprecio general por la tetralogía de El anillo de los nibelungos en manos de Furtwängler, cuando la dirigió en Milán en 1950 con la Orquesta de la Scala. Es de esta ejecución, grabada en vivo, la Escena final de El ocaso de los dioses, la ópera que cierra el épico ciclo. La estupenda mezzosoprano Hilde Konetzni canta acá la desolada meditación de Gutrune a la muerte de Sigfrido; luego, la orquesta magistralmente conducida por Furtwängler se encarga de cerrar el tercer acto, la ópera y la tetralogía con un trozo de música suprema. En él resurge el leitmotiv de la redención por el amor, en lo que, a juicio de quien escribe, es el momento más sublime de toda la música occidental.

 Götterdämmerung – Escena final

Knapperstbusch

Knappertsbusch

La última cosa musical que menciona Francisco I es la última ópera wagneriana, Parsifal, el héroe de la búsqueda del Santo Grial, y especifica la versión de Hans Knappertsbusch en 1962. Es la que se trae acá; dirige nada menos que la Orquesta del Festival de Bayreuth. (Es en esta ciudad de Franconia donde se escenifica anualmente un festival para representar exclusivamente las óperas de Wagner). He aquí, para el final del concierto franciscano, la Escena final de la ópera postrera.

Escena final de Parsifal

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Encore: Francisco I, una vez que cesaron sus confesiones musicales, declaró que su película favorita era La strada, obra cimera de Federico Fellini (1954). El video insertado a continuación trae imágenes del filme mientras suenan sus bellísimos temas musicales.


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Crucifixión blanca

Crucifixión blanca

El pintor favorito del papa Francisco es Caravaggio, y Marc Chagall, en especial su Crucifixión blanca, lo conmueve. De ese ajusticiamiento portentoso nace la fuerza del cristianismo, de la idea del sacrificio de Dios para salvarnos de la condenación. Caravaggio pinta la herida—que mana Lumen fidei y convence a Tomás—en el costado de Jesús, pero ha habido en el mundo mucha gente cuyo sufrimiento fue más doloroso que la cruz. Hay hoy muchas más heridas, y más profundas heridas; Francisco lo sabe, y es eso lo que le ocupa. LEA

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* …Gustavo Sucre S. J., verdadera columna vertebral de la Universidad Católica Andrés Bello, su Decano de la Facultad de Economía y su Secretario por muchos años. La universidad quiso premiarle con un especialísimo Doctorado Honoris Causa en Derecho pues, como cuenta el jurista José Luís Aguilar Gorrondona, quería ser abogado y sacrificó su interés al de la universidad, que tenía demasiados hombres de leyes cuando carecía de quienes supieran ciencia económica. No hay misas que den más paz y más sucintas que las que oficia, en cuyos escuetos y pertinentes sermones nunca falta una balsámica nota de humor. (Del prólogo al libro Alicia Eduardo – Una parte de la vida, de Nacha Sucre).

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Para empezar…

Así se dice próxima apertura en catalán

Así se dice próxima apertura en catalán

Hay piezas musicales que son portaestandartes. Abren una colección de piezas, una ópera, un ballet u otra clase de obras. He aquí unas cuantas instancias.

Prekudio al Te deum: parte de violín

Prekudio al Te Deum: parte de violín

Comencemos por la Introducción al Te Deum en Re mayor, H. 146, de Marc-Antoine Charpentier (1643-1704). Tal como es de esperar, es una música alegre: un Te Deum es un himno de acción de gracias, propio de celebraciones. (En Tosca, de Puccini, el Primer Acto cierra con uno equivocado; el oficialismo italiano de la época—el barón Scarpia incluido—celebra lo que creyó una victoria contra Napoleón, pero la cosa resultó al revés, y esto último se revela en el Acto Segundo). Charpentier descolló en el Barroco por la calidad de sus composiciones; para muestra, este botón que no por nada fue escogido por la Unión Radiofónica Europea como su tema insignia. Aquí lo interpreta la Orquesta de Cámara Inglesa conducida por Raymond Leppard.
Te Deum

El Rey del Barroco musical, tal vez de toda la música occidental, es el grandísimo Johann Sebastian Bach (1685-1750). Cuatro fueron las suites orquestales que compuso, y a ellas se las llama en alemán Ouvertüren, pues todas tienen como número inicial una obertura, que ya no preludiaba una ópera sino una suite de danzas u otras piezas. Ese término se emplearía más adelante para designar obras independientes que presagiaban la forma que se conocería como poema sinfónico. (Por ejemplo, la pieza perfecta de Tchaikovsky: la Obertura-Fantasía Romeo y Julieta). Aun así, se suponía que debían iniciar un concierto, delante del resto de las piezas que lo compusieran. De la Suite Orquestal#3 en Re mayor (BWV 1.068) de Bach, escuchemos su grandiosa Obertura por la Akademie für Alte Musik de Berlín con la dirección de Bernhard Forck.
Suite Orquestal #3

El tercer gran líder—Mozart fue el segundo—de la música noble de Occidente, Ludwig van Beethoven (1770-1827), compuso varias oberturas: Egmont, Coriolano, Leonora I, II y III, Las ruinas de Atenas, La consagración de la casa… Su ópera principal es Fidelio, para la que compuso una obertura que aquí escucharemos en versión de Riccardo Muti al frente de la Orquesta de Filadelfia.
Fidelio

Caricatura de Berlioz en el Wiener Theaterzeitung (1846)

Caricatura de Berlioz en el Wiener Theaterzeitung (1846)

Poco después del paso de Beethoven por la tierra emergería la música de Héctor Berlioz (1803-1869), un compositor adelantado a su época. Esto es más evidente en su sinfonía dramática Roméo et Juliette (1839), una obra sinfónico-coral de gran escala. Berlioz fue un gran orquestador—escribió el Grand traité d’instrumentation et d’orchestration modernes (1844), anticipador de los Principios de orquestación (1891) de Nikolai Andreievitch Rimsky-Korsakoff— y un director de orquesta que exigía conjuntos de enormes dimensiones, los que no se verían en Europa sino hasta la época de Gustav Mahler (1860-1911). Por ese rasgo fue caricaturizado más de una vez, al punto de que nadie menos que Gustave Doré se ocupó de él en una caricatura publicada en el Journal pour rire en 1850. Ahora nos ofrece la Introduction de Romeo y Julieta la Orquesta Sinfónica de Londres que dirige Colin Davis.

Roméo et Juliette

Otro poderoso compositor, esta vez el ruso Aleksandr Borodín (1833-1887), es el autor de la ópera El Príncipe Igor, de la que son especialmente populares sus Danzas Polovtsianas, o Danzas de los pólovtsy (cumanos), una tribu nómada que habitó a lo largo del Volga al norte del Mar Negro. El segundo tema de su Introducción es el de la canción Stranger in paradise, un número del musical de Robert Wright y George Forrest, Kismet, cuya música es enteramente de Borodín. El mítico Herbert von Karajan dirige la Orquesta Filarmónica de Berlín.

Danzas polovtsianas

Del mismo modo, lo primero que suena en la obra de Igor Stravinsky (1882-1971) Le Sacre du Printemps (La Consagración—o Rito—de la Primavera) es la Introduction de su Primera Parte (L’adoration de la Terre), cuyo tema es inicialmente expuesto por el fagote. La obra causó un escándalo durante su estreno en París (1913) con los Ballets Ruses de Sergei Dhiagilev y tal vez esa introducción haya sido inspirada en el comienzo de Prelude a l’aprés midi d’un faune (1894), obra de Claude Debussy sobre un poema de Stéphane Mallarmé. Para facilitar el cotejo, primeramente suena el número de Stravinsky (Pierre Boulez con la Orquesta de Cleveland) seguido del tema de Debussy.

Le Sacre du Printemps
L’après-midi d’un faune

Montaje del Ballet de San José, California

Montaje del Ballet de San José, California

Carl Orff regaló a los melómanos una obra extraordinaria: su cantata escénica Carmina Burana (Canciones del Beuern). Aunque la música (1935-36) está orquestada con la riqueza instrumental del siglo XX, Orff logró una ambientación melódica y rítmica que sugiere su origen medieval. (Las letras de los distintos números están tomadas de una colección de poemas de los siglos XI, XII y XIII, descubierta en 1803 en la Abadía Benedictina del Beuern, en Baviera. Orff compuso también Catulli Carmina y Trionfo di Afrodite para completar la trilogía Trionfi). La impar obra fue estrenada en Francfort en 1937, en su versión completa con danza. Desde entonces, el mundo no ha dejado de disfrutarla y admirarla; nada más apropiado: Orff sigue en ella su concepto de escena total, su Theatrum Mundi. Aquí nos entregan su número introductorio—O Fortuna, que se repite, como en el Magnificat de J. S. Bach, al final—, de la breve sección inicial de la obra (Fortuna Imperatrix Mundi), la Orquesta Sinfónica de Londres y su Coro bajo la dirección de André Previn.

O Fortuna

De la precedente riqueza musical pasemos a la simplicidad de la Entrada de las Waldszenen (Escenas del bosque. op. 82) de Robert Schumann (1810-1856), en ejecución de Rudolf Serkin.

Entrada

El inicio de un tema con variaciones es la exposición del tema mismo. (Una excepción es la Rapsodia sobre un tema de Paganini de Sergei Rachamninoff, que comienza por la primera variación precedida por una introducción). Está aquí el tema de las Variaciones para orquesta sobre un tema original (Enigma), del compositor inglés Edward Elgar (1857-1934), compuestas entre 1868 y 1869. Leonard Bernstein se encarga de dirigir a la Orquesta Sinfónica de la BBC para ofrecérnoslo.

Tema

La esposa de Weill estrenó el pael de Anna I

La esposa de Weill estrenó el papel de Anna I

Nadie discutirá que un prólogo es lo que viene antes de otro texto más largo, y hay obras cantadas que lo tienen. Uno famosísimo es el de la ópera Los Payasos, de Ruggiero Leoncavallo (1857-1919), la más famosa de sus obras. El gran barítono y bajo Ettore Bastianini se encarga de certificar que los artistas son gente de carne y hueso. De seguidas, Gisela May, acompañada por la Orquesta Sinfónica de la Radio de Leipzig que conduce Herbert Kegel, nos trae el Prólogo de Los siete pecados capitales (en alemán, Die sieben Todsünden), un ballet chanté que surgió de la colaboración en 1933 (el año de la llegada de Adolf Hitler al poder en Alemania) del dramaturgo Bertolt Brecht, el músico Kurt Weill y el coreógrafo George Ballanchine. La ocasión trajo el alejamiento de Brecht y Weill; el primero quiso que esta historia de una esquizofrénica (Anna), ambientada en los Estados Unidos, siguiera un tratamiento marxista y Weill impuso un enfoque psicoanalítico. (La composición de Weill trae su habitual reminiscencia de la música de cabaret).

I Pagliacci

Los siete pecados capitales

Arriba se mencionó de pasada el concepto de poema sinfónico, una obra que sigue un poema, una narración o algún elemento pictórico en su desarrollo. Quien primero empleara el término fue el compositor y virtuoso húngaro Franz Liszt (1811-1886). Él mismo compuso trece obras de esa clase, y Les Préludes (d’aprés Lamartine), la tercera de ellas, se ocupa de representar musicalmente una oda del poeta francés en sus Nouvelles méditations poétiques. Es el poema sinfónico más popular de Liszt; el informe radial del ejército alemán (Wehrmachtbericht) en la Segunda Guerra Mundial, así como el noticiero Die Deutsche Wochenschau, emplearon la marcha final como su tema musical. La fina Orquesta Filarmónica de Viena es dirigida acá por Giuseppe Sinopoli.

Les Préludes

Pietro Mascagni

Pietro Mascagni

Un verdadero Preludio es el que introduce la ópera Cavalleria rusticana, la exitosa composición breve de Pietro Mascagni (1863-1945) que frecuentemente se graba junto con Los payasos. Aquí suena en los instrumentos de la Orquesta Filarmónica de Praga dirigidos por Friedemann Riehle. Daniel Barenboim queda a cargo de la Orquesta de París para interpretar otro muy importante, con el que cierra esta entrega de músicas introductorias: el Preludio a los Maestros Cantores de Nuremberg, la solemne composición de Richard Wagner (1813-1883). Es tan bueno, que a pesar de ser un preludio funciona perfectamente como epílogo.

Cavalleria Rusticana

Maestros Cantores

Bueno, ahora que quince magníficos músicos nos han preludiado quince veces, es hora de que nos pongamos a hacer algo muy importante. LEA

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Música preludial

Los cuatro primeros compases del Preludio en Do mayor de J. S. Bach

Si se me preguntara qué es la música, diría que ella es el Preludio #1 en Do mayor de El clavecín bien temperado de Juan Sebastián Bach. La pieza es de una extrema simplicidad: consiste en una sucesión de acordes arpegiados—cada una de las cinco notas básicas de su diseño melódico podría ser tocada simultáneamente con las otras—que construyen tensiones armónicas resueltas con eficaz nobleza. Es tan perfecta, que el gran melodista francés Charles Gounod la tomó como base armónica de su hermosísimo Ave María. Oigamos primero al virtuoso israelí Tzvi Erez tocando el preludio de Bach al piano. Después, una versión de la pieza de Gounod por una combinación inusual de músicos: Yo Yo Ma toca en su violonchelo la melodía del francés mientras las notas de Bach son increíblemente cantadas por Bobby McFerrin, el mismo que vendiera tantas copias de Don’t worry; be happy.

Preludio en Do mayor

Ave María

En el conjunto al que el preludio anterior pertenece (Libro I, BWV 846) hay un total de veinticuatro piezas; Bach escribió una para cada tonalidad de las escalas mayores y menores. El mismo procedimiento siguió Federico Chopin en el grupo de sus Preludios del op. 28. Naturalmente, el #1 es asimismo en Do mayor. (Interpretado aquí por Ivo Pogorelich). El solemne número 20 es, por lo contrario, en Do menor; también es una breve serie de acordes tocada tres veces, forte, piano, pianissimo (con un crescendo a forte al cerrar. Lo toca maravillosamente Vladimir Ashkenazy).

Preludio en Do mayor

Preludio en Do menor

Podemos regresar a Bach para continuar en la búsqueda de nobleza musical. Uno de sus sobrecogedores preludios corales—piezas litúrgicas breves basadas en una melodía simple—es el clasificado con el número 721 en el catálogo general de su obra: Erbarm dich mein, o Herre Gott. (Ten piedad de mí, oh Señor Dios). Pocas piezas pueden representar mejor la serena confianza en la misericordia divina, propia de las religiones cristianas. Raymond Leppard dirige con gran gusto la Orquesta de Cámara Inglesa. (Hace poco, el 11 de marzo, fue el mismo preludio colocado en este blog: Concierto barroco. Esto da idea de cuánto me gusta).

Preludio coral

Portada de las Suites para violonchelo de Bach

Bach compuso para varios instrumentos, naturalmente, entre ellos el violonchelo. Sus Seis suites para violonchelo solo, redescubiertas y lanzadas a la fama por Pablo Casals—las encontró a sus 13 años en una casa de empeño en Barcelona—, permanecen entre las mejores composiciones para ese instrumento. De nuevo, es Yo Yo Ma quien toca el Preludio de la Suite #1.

Preludio de la Suite #1

Es, por supuesto, uno de los más famosos preludios de la historia el Preludio en Do sostenido menor, de Sergei Rachmaninoff, que llegó a adquirir nombres fantásticos, como El Día del JuicioLas campanas de Moscú. Es una de sus cinco Morceaux (piezas) de fantaisie, compuestas cuando tenía 19 años de edad. Ese preludio se convirtió con rapidez en la marca de fábrica del concertista y compositor, al punto de que las audiencias de sus recitales le exigían a voz en cuello: «¡Do sostenido!» Rachmaninoff admitió alguna vez que esta costumbre había llegado a fatigarle. El pianista estadounidense Van Cliburn, ganador del Premio Tchaikovsky de Moscú, es el encargado de tocarlo para nosotros.

Preludio en Do sostenido menor

Del mismo compositor es muy popular el Preludio en Sol menor, el #5 del op. 23. Un lenguaje musical español permea toda la pieza, pero es especialmente notable en el contrapunto melancólico de su sección media. Emil Gilels, grabado en concierto, es ahora el ejecutante. (Para escuchar la extraordinaria versión de Vladimir Horowitz, véase en este blog Titán del piano).

Preludio en Sol menor

Aprovechemos el contacto ruso para escuchar el Preludio en Re bemol mayor de Reinhold Glière, el #1 de su op. 43, a cargo de Anthony Goldstone y luego el Preludio #1 en Do mayor de Dmitri Shostakovich, por Alexander Melnikov.

Preludio en Re bemol mayor

Preludio en Do mayor

El autor de las Bachianas Brasileiras

Un hermoso ejemplo de estas piezas preludiales, anticipo de más música, es el Preludio #1 para guitarra del gran compositor brasileño Heitor Villa-Lobos. Julian Bream lo toca con gran sentimiento a continuación.

Preludio #1

Ya que nuestra entrada se ha latinizado, cerrémosla con la buena música del gran maestro francés, el Papa del Impresionismo musical: Claude Debussy. En primer lugar, de su Primer Libro de Preludios, el que llamó poéticamente La niña de los cabellos de lino, que nos interpreta la estupenda concertista Moura Lympany. La culminación es el muy hermoso Preludio a la siesta de un fauno, inspirado en un poema homónimo de Stéphane Mallarmé. La Orquesta Sinfónica de Londres es conducida por el mítico director Leopold Stokowski.

Preludio del Libro I

Preludio a la siesta de un fauno

Que esta selección sea el preludio de otras por venir, organizadas para su agrado. LEA

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Concierto barroco

 

El marco de un clavecín, alma del Barroco, construido por el portugués Joze Calisto en 1780

 

“¡Ahora!” —aulló Antonio Vivaldi, y todo el mundo arrancó sobre el “Da capo”, con tremebundo impulso, sacando el alma a los violines, oboes, trombones, regales, organillos de palo, violas de gamba, y a cuanto pudiese resonar en la nave, cuyas cristalerías vibraban, en lo alto, como estremecidas por un escándalo del cielo.

Alejo Carpentier

Concierto Barroco

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Escritura barroca

El mundo del arte oscila cíclicamente, como sístole y diástole, entre el academicismo riguroso y períodos de liberación. Clasicismo y Romanticismo, por ejemplo, Cubismo y Expresionismo, Op Art y Pop Art. El período Barroco fue un vigoroso tiempo de revolución, y es seguramente en su música donde la libertad para experimentar nuevas sonoridades, formas, ritmos y armonías se puso de manifiesto con mayor elocuencia.

Después regresaría el rigor, en la reglamentada época clásica—Haydn, Mozart, Gluck, Couperin, Soler, Charpentier, Boccherini—, que no impidió la creación de obras musicales cumbres, como en el caso del segundo de los nombrados, el incomparable genio de Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart. (Se ha dicho que hay compositores, buenos compositores, extraordinarios compositores y, después, está Mozart). Pero antes de su tiempo, la revolución estaba hecha para superar la música renacentista, y hasta Mozart le debe su riqueza, pues el Barroco alcanzó un intrincado desarrollo del arte de la composición.

Johannes Vermeer: Dama ante un virginal (un tipo de clavecín)

La textura del contrapunto o punctus contra punctum—voces con melodías diferentes que suenan simultáneamente—es la característica fundamental de la música barroca, que emergió en diversas formas: la simple del canon, los grounds o passacaglias, hasta la entreverada fuga. El contraste dinámico de pasajes suaves y fuertes es otro rasgo del barroco, conseguido dramáticamente al alternar los tocados por el concertino (un pequeño número de instrumentos) y los confiados al tutti (ripieno) de la orquesta de ese tiempo. Y otra constante del período es el basso continuo, la asignación a un grupo de instrumentos—el continuo, cuyo núcleo era el clavecín—de la base armónica, típicamente en notas graves, de las piezas. Frecuentemente, ese bajo era cifrado: venía señalado un tono pero con suficiente libertad para que los ejecutantes improvisaran. (Como en el jazz. Una comparación de varias grabaciones de una misma pieza barroca—por ejemplo, el comienzo de Invierno, la última de Las cuatro estaciones de Vivaldi, registrará las diferencias introducidas por distintos ejecutantes). Luego, debe considerarse el aporte barroco en lo atinente a la forma musical: conciertos (para orquesta y solistas y grossi, es decir, para orquesta y un grupo instrumental), oratorios, misas, cantatas, sonatas, partitas, variaciones, fantasías y la suite barroca, predecesora de la sinfonía moderna del período clásico, y que en sí misma era un catálogo de formas individuales: allemande, giga, minueto, sarabanda, gavota…

En suma, el período musical barroco se caracterizó por la innovación total en un ambiente de libertad.

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Antonio Vivaldi

He aquí veinticuatro piezas de esa época, para una hora y treinta y dos minutos de la mejor música. El viaje sonoro ha sido organizado del sur al norte, comenzando por Italia y concluyendo en Inglaterra. Dejaremos que el Padre Rojo, Antonio Vivaldi (1678-1741), prepare suavemente nuestros oídos, primeramente, con la Siciliana de su Concierto para guitarra en La mayor (John Williams, guitarrista, y Eugene Ormandy dirigiendo la Orquesta de Filadelfia); luego, con el movimiento lento de su Concierto para violín en Re mayor (Raymond Leppard, Orquesta de Cámara Inglesa) y, finalmente, con el Adagio de su Concierto para guitarra en la misma tonalidad (Ettore Stratta, Orquesta de Cámara Barroca).

Siciliana
Lento
Adagio

Domenico Scarlatti

Domenico Scarlatti (1685-1757) es el autor de la animada Sonata en Mi mayor, traída acá por el prodigioso pulso de Vladimir Horowitz. Después, regresamos a la calma con el Adagio del Concierto op. 9 de Tomaso Giovanni Albinoni (1671-1750), interpretado por Christoph Kircheis al órgano y Ludwig Güttler en la trompeta. Todavía en vena de serenidad, escuchamos el dulce movimiento lento del Concierto para oboe y orquesta en Re menor de Alessandro Marcello (1669-1747), por la Orquesta de Cámara Inglesa que dirige Raymond Leppard. Juan Sebastián Bach apreciaba tanto la pieza que la transcribió para clavecín, y Benedetto, el hermano de Alessandro, la transpuso a la tonalidad de Do mayor. Una estupenda versión con guitarra en lugar de oboe es música de fondo para una escena de cortejo en Las fresas de la amargura (The Strawberry Statement, película sobre las revueltas estudiantiles de 1968 en los EEUU).

Sonata
Adagio
Lento

Alessandro Marcello

Tomaso Albinoni

Jean-Joseph Mouret

Jean-Philippe Rameau

Subamos por Europa, hacia Francia. El Rondó de la Suite des symphonies de Jean-Joseph Mouret (1682-1738) suena acá por The New York Trumpet Ensemble, y el brasileño Sergio Odair Assad interpreta en su guitarra un grupo de Gigas de Jean-Philippe Rameau (1683-1764), posiblemente el más importante músico del Barroco francés.

Rondó
Gigas

Johann Pachelbel

Pero ahora llegamos al corazón del Barroco musical, en Alemania. Sé que no me perdonarían si dejara de poner el famosísimo Canon en Re mayor—que es en verdad una passacaglia—de Johann Pachelbel (1653-1706), una pieza de culto universal originalmente concebida para tres violines y continuo. (Leppard, otra vez, con sus músicos ingleses). A continuación, de uno de los maravillosos conciertos para flauta de Johann Joachim Quantz (él mismo flautista), el #116 en Re mayor, el movimiento Arioso, con Max Pommer al frente del Nuevo Collegium Musicum Bach. Luego, Anthony Newman es acompañado por la Orquesta del Festival de Madeira en la Polonesa de la Suite para flauta y orquesta de Georg Philipp Telemann (1681-1767), músico esencialmente autodidacta. Del mismo compositor, suena después el movimiento Vivace de su concierto para trompeta y orquesta. (El solista es Simon Wallace). Así deja servida la mesa al enorme Johann Sebastian Bach, su compadre. (Telemann era el padrino de Carl Philipp Emanuel Bach, otro compositor entre los veinte hijos del patriarca del Barroco musical—quizás el mejor compositor de todos los tiempos—, Juan Sebastián).

Canon
Arioso
Polonesa
Vivace

Johann Joachim Quantz

Georg Philipp Telemann

Johann Sebastian Bach

Carl Philipp Emanuel Bach

J. S. Bach (1685-1750) merece estar acá sobrerrepresentado con seis piezas, tanta es su grandeza como compositor. En primer lugar, sintamos su alegría, la emoción de un hombre apasionado que ocupaba a sus esposas siendo veinte veces padre. La Badinerie de la Suite orquestal #2 en Si menor, a cargo de la Akademie für Alte Musik, seguida por la elegancia serenísima del Aria de las Variaciones Goldberg, tocada al piano por el especialista en Bach, Glenn Gould. Entonces afrontemos la profunda nobleza del Preludio coral Erbarm’ Dich (Leppard) y el retorno del contento sabroso en el primer movimiento—Vivace—del Concierto para dos violines, cuerdas y continuo en Re menor (Pinnock, Trevor – The English Concert), el Preludio en Mi mayor (Eugene Ormandy, Orquesta de Filadelfia) y el broche de oro de la apertura del Magnificat—un canto a la Virgen María en la liturgia cristiana—en Re mayor por la Cantoría Gächhinger de Stuttgart. Esta última obra contiene una de las geniales anticipaciones de Bach; la sección de inicio es repetida al final de la misma, dándole un carácter «cíclico» que no aparecería en la música occidental hasta bien entrado el siglo XIX. Dejémoslo sucedido por su hijo, Carl Philipp Emanuel (1714-1788), con el Allegro de su Concierto para flauta en Si bemol mayor (Eckart Haup y los Solistas Barrocos de Dresden).

Badinerie
Aria
Preludio coral
Vivace
Preludio
Magnificat

Allegro

 

Georg Friedrich Händel

Para movernos a tierra inglesa, podemos acompañar a Georg Friedrich Händel (1685-1759), nacido en Halle y viajero a Italia antes de establecerse definitivamente en Londres en 1712. Raymond Leppard dirige a la orquesta de siempre en la Llegada de la Reina de Saba, del oratorio Salomón. Inmediatamente después, el mismo director y la misma agrupación (obviamente preferidos) nos ofrecen el Minuetto de Berenice, una de las cuarenta y dos óperas del prolífico músico germano-inglés. De Händel nos despedimos con el conocidísimo y noble Largo (la música del aria Ombra mai fu de la ópera Jerjes) en versión de las Cuerdas de Budapest.

La Reina de Saba
Minuetto
Largo

Henry Purcell

Entonces dejamos el escenario a la música del gran compositor barroco inglés, Henry Purcell (1659-1695). El Rondó de Abdelazer es tema que Benjamin Britten (1913-1976) empleara para su Guía de los jóvenes a la orquesta, una pieza didáctica filmada por encargo de la BBC de Londres. La versión original barroca está aquí por—¿quiénes otros?—la Orquesta de Cámara Inglesa y Raymond Leppard. John Eliot Gardiner despide este concierto al frente del Ensemble Equale de Metales; interpretan de Purcell la Música Funeral para la Reina María, que sonara en la ácida película de Stanley Kubrick: La naranja mecánica.

Rondó
Música funeral

La numerosa oferta de esta entrada es muestra minúscula de la abundancia musical del Barroco. LEA

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(La música en esta entrada puede descargarse en ivoox).

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