por Luis Enrique Alcalá | Nov 25, 2012 | Argumentos, Política |
Al final de la entrada se ha insertado una actualización a partir de notificaciones procedentes de la dirección de Twitter @GrupoLaColinaAC. Se ha añadido un tuit de Nelson Ramírez Torres y mi respuesta por correo electrónico.
La secuencia de implosión de una torre industrial
…admite inadvertidamente saber que no puede proporcionar un liderazgo nacional, cuando proclama: «Yo tengo una sola lucha: mejorar la calidad de vida del pueblo mirandino». El empleo de contrafigura de Hugo Chávez, demostrada la incompetencia de Capriles, está vacante.
Mimesis del adversario
We are not amused
Victoria de Inglaterra
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Más aborrece un vacío la política que la naturaleza. El campo opositor está de nuevo sin cabeza indiscutida y se mueven ostensiblemente algunos, y más discretamente otros, para postularse a esa función capital.
La aspiración más notoria es la de María Corina Machado, ciertamente la cabeza más articulada entre los precandidatos opositores que compitieron, el 12 de febrero, por el estandarte presidencial de la Mesa de la Unidad Democrática. Evaluando correctamente que Henrique Capriles Radonski no tiene cómo imponerse como líder de la oposición, ha iniciado una intensa campaña de reposicionamiento; ahora declara sobre todo y, más sintomáticamente, ha emitido una proclama que redactó, como la reina Victoria, en plural mayestático: “Tenemos la determinación de construir la Venezuela donde estos valores imperen y estamos dispuestos a liderar esta transformación. (…) Nos corresponde a nosotros asumir esta responsabilidad y liderar esta ineludible tarea”.
Leopoldo López, a su vez, ha emprendido una campaña de apoyo personal a los candidatos opositores a las gobernaciones, en apariciones sucesivas estado por estado. Otros maniobran de modo menos aparente: el persistente Eduardo Fernández (candidato que Lewis Pérez y Luis Miquilena reservaban en caso de que la candidatura Capriles no hubiera despegado) y Henry Ramos Allup, convencido de que los muchachos pusieron la torta del 7 de octubre, que parece ser promovido por los medios de Rafael Poleo como la única posible contrafigura de Hugo Chávez. También hay quienes acusan a Ramón Guillermo Aveledo de introducir cambios en la estructura de la MUD en preparación de una eventual candidatura suya, mientras él se queja de haber sido dejado solo y sin apoyo, principalmente financiero. Diego Arria se limita a publicar un libro: La hora de la verdad (¿toda la verdad y nada más que la verdad?)
Claro que Capriles Radonski no comparte el desahucio que se hace de su persona política e intentará repetir como candidato. Muchos opositores de a pie, que invirtieron una afiebrada fe en el candidato perdedor, creen que hay mucho Capriles para rato, que hizo una campaña extraordinaria, que el muchacho se portó muy bien. Pero si se hiciera una votación que calificara los puntos de Capriles en el examen de octubre, por más benévola que fuese probablemente rendiría que tuvo un buen desempeño, pero no tan bueno como para postularlo una segunda vez. No es para tanto.
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¿Por qué esta anticipada precampaña presidencial? ¿No sería la próxima elección de Primer Magistrado en 2018? La razón está en una lectura más o menos general, compartida por chavistas y opositores: que Chávez no podrá cubrir cuatro años de su nuevo período—después de los cuales el Vicepresidente Ejecutivo en funciones completaría lo que falte—, y entonces sobrevendría, si la Constitución no fuere alterada, una nueva elección. (Ver en este blog La segunda elección, entrada del 12 de abril de 2012). También el campo oficialista se preocupa y reacomoda ante esa posibilidad. En cualquier caso, nada convencional emergerá destacadamente hasta después del 16 de diciembre, una vez que se haya recompuesto por causa de las elecciones el mapa regional.
Pero hay otros actores que no obedecen a una lógica electoralista. El general Carlos Julio Peñaloza construye ahora una denuncia por entregas; ella amenaza con detonar una bomba que pudiera causar la implosión de la Mesa de la Unidad Democrática y la resurrección del abstencionismo, al suscitar graves sospechas sobre la honestidad del Consejo Nacional Electoral, las fuentes de financiamiento de la MUD y la presencia de quintacolumnistas en su seno. Hasta ahora, las insinuaciones de Peñaloza—con obvias inexactitudes—se han centrado sobre la presentación de un sospechoso: el Grupo La Colina y su jefe, el ingeniero Juan Mijares, a quien Peñaloza vincula con Teodoro Petkoff.
Peñaloza ni siquiera está seguro de la procedencia del nombre del Grupo La Colina; éste viene de haberse reunido en La Colina Creativa en el campus de la Universidad Metropolitana (no de «la colina» en el de la Universidad Simón Bolívar donde funciona IDEA, un instituto de investigación liderado en sus inicios por exiliados del IVIC: Raimundo Villegas y sus asociados, mayormente familiares). Vicente Díaz, Rector del CNE, es miembro del grupo, que sufrió una pequeña escisión para separar de la fracción más numerosa a Alfredo Croes, Melquíades Pulido, Diego Blanco y Alberto Schaffernorth (NetUno). El denunciante hace arrancar la historia con la concesión de la banda de 800 MHz a BellSouth (Telcel, en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez), un espectro de frecuencias anteriormente asignado a las comunicaciones de las fuerzas armadas venezolanas.* Un cheque de 107 millones de dólares pagados por BellSouth no habría llegado jamás al Tesoro Nacional. (Mijares era en esos tiempos el Director de CONATEL). Y, por supuesto, Peñaloza apunta a la «penetración» de la MUD y, antes, de la Coordinadora Democrática por fichas de La Colina, y a la especie de fraude electrónico por parte del Consejo Nacional Electoral. Regresaríamos a las cosas que en 2004 decían Henry Ramos Allup o Súmate respecto del referendo revocatorio, a la desbandada de 2005 que también liderase el jefe de Acción Democrática.**
Los alegatos de Peñaloza—una cita de Luis Castro Leiva, por ejemplo, entresacada de su contexto—me hicieron recordar un pasaje del astrofísico Carl Sagan en Los dragones del Edén:
Detectar conspiraciones cuando no hay ninguna es un síntoma de paranoia; detectarlas cuando sí existen es un signo de salud mental. Un conocido mío dice que si uno no es un poco paranoico en los Estados Unidos hoy en día entonces está loco. (…) En cierta forma, la ciencia puede ser descrita como el pensamiento paranoico aplicado a la Naturaleza: buscamos conspiraciones naturales, conexiones entre datos aparentemente dispares. Nuestro objetivo es abstraer patrones de la naturaleza (pensamiento del hemisferio derecho), pero muchos patrones que se proponen de hecho no corresponden con los datos. Así, los patrones propuestos deben someterse a la criba del análisis crítico (pensamiento del hemisferio izquierdo). La búsqueda de patrones sin análisis crítico, tanto como un rígido escepticismo sin la búsqueda de patrones, son las antípodas de una ciencia incompleta. Una eficaz búsqueda del conocimiento requiere ambas funciones.
En suma, no pinta nada bien el clima que rodea a la Mesa de la Unidad Democrática. Sórdida cosa esta nueva denuncia de Peñaloza, que reduce al nivel de una bagatela los veinte mil bolívares de Wilmer Ruperti para Juan Carlos Caldera. (Éste ya vuelve a ofrecer declaraciones como si no hubiera pasado nada). ¿Quiénes emergerían, al deceso de la MUD, como sus herederos? LEA
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*El abogado Nelson Ramírez Torres ha publicado un libro—La traición encubierta—sobre este caso de Telcel, que involucra a Roberto Smith Perera (Venezuela de Primera) y a Diego Arria, enlace inicial entre BellSouth y los intereses de los Cisneros. (Al preguntársele por las fuentes de financiamiento para su participación en las primarias de la MUD, Arria señaló que eran la venta de sus acciones de Telcel. Ramírez Torres asegura que nunca las tuvo; a lo sumo habría obtenido un jugoso finder’s fee).
**En depósito del Consejo Nacional Electoral en Fila de Mariches, Primero Justicia presentó, a quien en verdad era un miembro del Grupo La Colina, como técnico suyo. Leopoldo González mostró, el 29 de noviembre de 2005, «que las máquinas de votación guardaban, en un profundo piso de su memoria, la secuencia de los votos registrados en ellas. El sorpresivo hallazgo no equivalía, por supuesto, a la determinación de la posibilidad de fraude electoral. La memoria de las máquinas almacenaba exactamente los votos que habían sido emitidos, sin adulterarlos en lo más mínimo. El problema era que en principio podía ser vulnerado el secreto del sufragio, si se efectuaba el cotejo de la secuencia guardada en las memorias de las máquinas de votación con el orden de registro de las máquinas captahuellas. (…) En una reunión de la peña de Luis Ugueto Arismendi del 3 de abril de 2006, Alfredo Croes, destacado miembro del Grupo La Colina, certificó que las máquinas de Smartmatic hacían exactamente lo que la empresa había ofrecido y que no era posible acceder a la secuencia de votación sin la connivencia de gobierno y oposición». (Las élites culposas, pág. 273 y nota 162). Para abrir esa memoria había que recomponer una llave partida en cinco trozos, uno de los cuales quedaba en poder del CNE, dos quedaban al PSUV y dos a la oposición.
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ACTUALIZACIONES
1. Desde la dirección de Twitter @GrupoLaColinaAC, recibí primero el siguiente tuit dirigido a @doctorpolitico: «SE DESTAPA ESCÁNDALO EN CORAL GABLES por ejercicio ilegal del corretaje bursátil, GENERAL VENEZOLANO involucrado sancionado». (Lunes 26 de noviembre, a las 10:51 a. m.)
Poco después, la dirección mencionada insistía: «SE DESTAPA ESCÁNDALO EN CORAL GABLES por ejercicio ilegal d corretaje bursátil, GENERAL VENEZOLANO sancionado POR la NASD». (A las 3:23 p. m. de ayer).
Una búsqueda somera en Google de «general venezolano escándalo Coral Gables NASD» no rindió resultados, por lo que envié tuit en estos términos: «¿Algún enlace a noticia sobre el caso en Coral Gables?» (A las 4:18 p. m.) La dirección mencionada respondió (ya ha borrado este tuit): finra.org/web/groups/ind…, dirección abreviada para http://www.finra.org/web/groups/industry/@ip/@enf/@da/documents/disciplinaryactions/p011982.pdf. También tuiteó: «d donde saca ud. q la ida d 3 personas del grupo laColina es fracción mayoritaria, cuando quedaron 150 dl grupo original?»
A esto último respondí: «Creo que Ud. (o Uds.) no leen con atención. Puse que cuatro (no tres) se separararon de la fracción mayoritaria». (Hoy, 27 de noviembre a las 9:39 a. m.) En efecto, arriba se lee: «Vicente Díaz, Rector del CNE, es miembro del grupo, que sufrió una pequeña escisión para separar de la fracción más numerosa a Alfredo Croes, Melquíades Pulido, Diego Blanco y Alberto Schaffernorth (NetUno)».
Pero entonces fui a leer el .pdf de un boletín de la NASD (siglas de la antigua National Association of Securities Dealers, Inc, una corporación de carácter privado para autorregular la industria de corretaje de valores. Hoy en día, luego de una recomposición de julio de 2007, es conocida como Financial Industry Regulatory Authority, Inc.) En el boletín mencionado consta lo siguiente:
Carlos Julio Penaloza (CRD #2187279, Registered Principal, Coral Gables, Florida) submitted a Letter of Acceptance, Waiver, and Consent in which he was fined $7,500, and suspended from association with any NASD member in a principal capacity for 30 business days. Without admitting or denying the allegations, Penaloza consented to the described sanctions and to the entry of findings that he permitted another individual of his member firm to act in the capacity of a general securities representative by effecting securities transactions without being registered as a general securities representative and to act in the capacity of a general securities principal by acting as a branch manager without being registered as a general securities principal.
Penaloza’s suspension began September 20, 2004, and will conclude at the close of business October 29, 2004. (NASD Case #C10040091)
Es decir, hace un poco más de ocho años el general Peñaloza fue multado por valor de US$ 7.500 y recibió prohibición por un mes de actuar como corredor principal, por haber presuntamente autorizado a un empleado de su firma para actuar como representante principal sin haber estado registrado al efecto. La nota de NASD señala que Peñaloza ni admitió ni negó la acusación, aunque se sometió a las sanciones.
¿Es esto un «escándalo» (DRAE: Alboroto, tumulto, ruido) que «se destapa»? ¿Una multa de una organización privada—no de la Securities Exchange Comission—y una breve suspensión temporal? Lo cierto es que si se trata del Grupo La Colina defendiéndose del alegato en su contra que construye—a mi modo de ver, como sugerí, algo paranoicamente el general Peñaloza—es una defensa muy mala; el argumento ad hominem (matar al mensajero) es falacia de las más primitivas. El Grupo La Colina tendría que negar, en su defensa, las cosas que Peñaloza afirma, no intentar el descrédito del general tremebundo. Vale.
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2.A las 7:20 p. m. de ayer, el abogado Nelson Ramírez Torres puso el siguiente tuit conminatorio: «¿Por qué @DoctorPolitico señalaste paranoia del general Peñaloza? ¿Por su convicción de que en Venezuela hubo fraude electoral?» Así le contesté en correo que le dirigí anoche a las 8:42 p. m.:
Peñaloza hace arrancar el asunto en la época de La traición encubierta. Resulta obvio que al menos ha leído tu libro, quizás hablado contigo de estas cosas. Tan sólo por esto, si yo razonara como él, podría construir la vistosa teoría de una conspiración que los incluye a ambos y a Rafael Poleo; quizás también a a algunos golpistas, los únicos beneficiarios de una conseja que otra vez lleva a la conclusión de que el camino electoral está bloqueado.
La relación que intenta establecer entre el Grupo La Colina, fundado en 2005, a partir de una referencia de Castro Leiva a «la colina» muchos años antes y una cita de él sacada de contexto y que no significa lo que él quiere establecer, ya es signo de su ligereza al sugerir conexiones aviesas. Conocí a Castro Leiva, y puedo asegurarte que no era marxista ni aprobaba a Chávez.
No he leído tu libro; no sé si en él presentas dudas fundadas acerca de la conducta del Ing. Mijares en el asunto BellSouth. La MUD y su señora madre, la Coordinadora Democrática, se beneficiaron del apoyo de gente de La Colina. Fue Leopoldo González, un miembro de ese grupo, quien demostró en Fila de Mariches la posibilidad de que se vulnerara el secreto del voto. Sería un extraño proceder en personas que, según Peñaloza, trabajan para hacernos confiar en un sistema electoral que sería fraudulento.
El cuestionamiento de Petkoff, sobre evaluaciones superficiales de Ojo Electoral, no resiste el análisis; era conveniente una ONG tal luego de que Súmate se sumara a los golpistas que sostuvieron que en 2004 hubo otro fraude electoral.
Hasta ahora, no he visto que Peñaloza o tú proporcionen ni una sola prueba seria de fraude electrónico el 7 de octubre. Tampoco sé si Peñaloza se tiene por cristiano; en todo caso, la tradición judeo-cristiana tiene por grave pecado «levantar falsos testimonios y mentir».
Es a esas cosas a las que llamo paranoicas. («Detectar conspiraciones cuando no hay ninguna es un síntoma de paranoia». Carl Sagan).
Quiero añadir una apuesta: deme quien quiera probar la tarea de construir una teoría de conspiración cuyo protagonista sea cualquier persona más o menos conocida. En veinticuatro horas le presentaré un vistoso pasticho como el generado por Peñaloza, con insinuaciones tan flojas como «La trampa puede armarse después de la transmisión de la data desde las máquinas de votación a la sala de conteo del CNE». (Artículo en su blog www.puestodecombate.org del 10 de agosto). En la emisión del sábado pasado de Dr. Político por Radio Caracas Radio, expresé opinión acerca de esta forma de «razonar». He aquí el fragmento de 55 segundos del programa:
De Dr. Político en RCR – 24/11/12
Vale.
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por Luis Enrique Alcalá | Nov 21, 2012 | Argumentos, Política |
Aveledo en Noticias 24 Radio
Las candidaturas de oposición a las gobernaciones de estado en 2004 (un mes y medio después del referendo revocatorio) obtuvieron dos de veintitrés puestos en disputa: Zulia (Manuel Rosales) y Nueva Esparta (Morel Rodríguez). En 2008 avanzaron hasta cinco (Zulia, Nueva Esparta, Táchira, Carabobo y Miranda) y lograron adicionalmente la Alcaldía Metropolitana. El oficialismo perdía terreno. Con las defecciones de Henri Falcón en Lara y el «Gato» Briceño en Anzoátegui, Ramón Guillermo Aveledo saca las cuentas y concluye que siete gobernaciones están en manos de la oposición. Por esto declaró a Noticias24 Radio: “Si obtenemos menos (de las siete gobernaciones que actualmente tiene la oposición) es un revés. Si obtenemos las que tenemos es un triunfo y si obtenemos más va a ser un gran triunfo”.
El Presidente de Datincorp
No fue exactamente un contrapunto, pues no coincidió con Jesús Seguías, Presidente de Datincorp, en el estudio de la emisora-web, pero éste dijo a Nestor Luis González que una de las ventajas del presidente Chávez es que se le enfrenta una oposición incompetente, “pues no puede ser que ante un Gobierno calificado como malo, ellos permanezcan estancados”. Para compensar, Seguías observó: “El Presidente se arriesgó al postular personas que no son de esos estados y nunca han vivido allí y esa decisión política es un riesgo, por ello en algunas regiones su victoria no es tan clara”. A pesar de esta advertencia, opina Seguías que «Chávez mantiene un control muy sólido de su población electoral y es poco probable que la oposición aumente o sostenga las gobernaciones que posee actualmente». A su juicio, pues, ocurriría lo que Aveledo llama «un revés». Otro.
Cosa distinta es el piso de las alcaldías. El desempeño opositor fue peor en él en las últimas elecciones:
No hay ni uno solo de los estados del país en el que las opciones opositoras o disidentes ganaran una mayoría de las alcaldías. En Apure, Portuguesa, Sucre, Vargas y Yaracuy (más el Distrito Capital) ni una sola alcaldía recayó en candidatos de oposición o disidentes del chavismo. He aquí una lista de los estados seguidos por dos números; el primero es el número de sus municipios en los que se eligió alcalde, mientras que el segundo es el de las alcaldías obtenidas por candidatos del PSUV: Anzoátegui, 21, 18; Apure, 6, 6; Aragua, 18, 17; Barinas, 12, 11; Bolívar, 11, 8; Carabobo, 13, 11; Cojedes, 9, 7; Delta Amacuro, 4, 3; Falcón, 25, 22; Guárico, 15, 12; Lara, 9, 8; Mérida, 23, 18; Miranda, 20, 15; Monagas, 13, 12; Nueva Esparta, 11, 6; Portuguesa, 14, 14; Sucre, 15, 15; Táchira, 29, 16; Trujillo, 19, 16; Vargas, 1, 1; Yaracuy, 12, 12; Zulia, 19, 13. (Carta Semanal #313 de doctorpolítico, 27 de noviembre de 2008).
Lo más vistoso y poderoso, naturalmente, es el nivel de las gobernaciones. (De la de Zulia salió la candidatura de Rosales y de la de Miranda surgió Capriles). Por esto el gobierno ha puesto en funcionamiento una táctica novedosa y otra más conocida: la «campaña paraguas» del «proceso constituyente» para la elaboración del «Segundo Plan Socialista», una gran producción teatral y tramposa y, por otro lado, el enlodamiento de la reputación de los más visibles candidatos de la oposición. Así, Diosdado Cabello ataca a Henri Falcón con insinuaciones de malversación, Elías Jaua hace lo propio frente a Henrique Capriles Radonski y se acaba de anunciar una investigación a Pablo Pérez y algunos de sus colaboradores por presunto enriquecimiento ilícito.
Por ahora, sin embargo, las encuestas parecen indicar que esta última táctica no hace mucha mella en los estados en poder de la oposición. IVAD ha medido (19 a 29 de octubre) una ventaja de más de 8 puntos en Zulia de Pablo Pérez sobre Francisco Arias Cárdenas (50,8% contra 42,1%), una ventaja de 21,5% a favor de Capriles en Miranda sobre Jaua y hasta GIS XXI tiene a Henri Falcón ganando cómodamente en Lara (según medición del 29 de octubre al 5 de noviembre) sobre Luis Reyes Reyes, quien no parece percibir la realidad y asegura que el estado es rojo-rojito. Otros estados donde la oposición tiene posibilidades de progresar son Amazonas, Bolívar y Sucre. Pero «el Pollo» Henrique Salas Feo parece encaminarse a la derrota frente a Francisco Ameliach (IVAD: 37,7% ante 42%). La dinastía Gallo-Pollo de los Salas—que irónicamente se justificaba porque habría acabado con la adeca hegemonía Celli en Carabobo—toca a su fin.
En todo caso, la oposición no logrará un avance dramático, por lo que no podrá alcanzar siquiera la mitad de las gobernaciones. El mapa seguirá mostrándose muy enrojecido pero, bueno, Aveledo estima que perder con un score de 15 goles a 8 sería «un gran triunfo». Es cuestión de terminología, pero lo que necesita la Mesa de la Unidad Democrática no es obtener, aunque más eficientemente, un nuevo fracaso. LEA
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ADDENDA
El 11 de octubre, tres días después de las elecciones presidenciales, Manuel Felipe Sierra me entrevistó para su programa en Noticias24 Radio sobre el tema de las elecciones regionales del 16 de diciembre. He aquí el audio de esa entrevista:
Con Manuel Felipe Sierra – Noticias 24 – 11/10/12
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por Luis Enrique Alcalá | Oct 11, 2012 | Argumentos, Política |
La torta de la oposición
Bote salvavidas: Lancha que sirve para que se ahoguen juntos los que se iban a ahogar por separado.
Enrique Jardiel Poncela – Para leer mientras sube el ascensor
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No hay democracia sin partidos, repetía Ramón Guillermo Aveledo el 6 de octubre para la web de El Nacional y su originalísima sentencia era rebotada, con entusiasmo, en el espacio virtual por frenéticos tuits de esa misma fecha. A juzgar por ese concepto, la Mesa de la Unidad Democrática hace honor a su nombre, pues son más o menos treinta partidos sus miembros; es mucha democracia.
Para la elección del 7 de octubre, no todos los partidos—algunos entran y salen, otros se fusionan o cambian el nombre—fueron con tarjeta propia. Los venerables AD y COPEI, por ejemplo, así como Proyecto Salas Gallo-Pollo (perdón, Proyecto Venezuela), optaron por no exponerse al conteo y decidieron «ir con» la tarjeta MUD Unidad. Otros han añadido la palabra o el concepto de unidad a sus denominaciones: Unidad para Venezuela, MIN Unidad, Unidos Visión Venezuela, Unidad DR, Unidad NOE. (En la lista oficial de la MUD aparece también el vetusto nombre de Unión Republicana Democrática). Muchos fueron los que quisieron montarse en el bote salvavidas, en el autobús del progreso.
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He aquí una tabla que registra el desempeño de las distintas tarjetas el pasado domingo:
Votación para Capriles Radonski por tarjetas
(Los votos reportados luego para Capriles Radonski fueron 6.499.575, vs. 8.136.637 para Chávez Frías. La proporción de las distintas tarjetas de la MUD no varía sustancialmente).
Resulta claro que Primero Justicia alcanzó su objetivo: siendo que el candidato de la MUD es miembro suyo, quiso ir con tarjeta propia para medirse y emerger, circunstancialmente, como el «primer partido de la oposición». Esa jugada era, obviamente, un tiro al piso. La gran mayoría de los votantes sabe que Capriles es un primojusticiero, y era natural que una buena cantidad de los votos a su favor desaguara por el canal de su partido. PJ—Primero Julio, al decir de Leopoldo López y Ramón José Medina—estuvo muy cerca de la votación por la tarjeta unitaria y diez puntos por encima de Un Nuevo Tiempo, que es porcentualmente la ventaja que Chávez obtuvo sobre su contendor. (Ahora se razona que esa diferencia es un gran progreso del autobús respecto de la elección de 2006—cuando Chávez superó a Rosales por 26 puntos—, y que la pérdida no fue por mucho; los estrategas zulianos pudieran aducir lo mismo en esto de determinar cuál es el principal partido de la oposición. Ya lo harán).
Las tres primeras tarjetas (MUD, PJ, UNT) representaron el 80% (79,8%) de la votación a favor de Capriles. Si se considera las cinco primeras, añadiendo el «popular» partido de Leopoldo López—ex Primero Justicia, ex Un Nuevo Tiempo—y Avanzada Progresista, refugio de los ex chavistas Ismael García, Henri Falcón, el «Gato» Briceño y algunos ex adecos y otros izquierdistas menores, se alcanza 90,9% de los votos de la oposición. Así se repartió la torta, y ya Moverse no puede moverse más, porque llegó en el último lugar.
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Las reacciones dignas en el mundo opositor llaman a no rendirse; así razonan los dirigentes de la MUD y el candidato mismo, tanto Julio Borges como Teodoro Petkoff: que Chávez tiene a «la mitad del país en contra», que el vaso está medio lleno. No alcanzan al obvio corolario: que Capriles tiene más de la mitad de la población en contra. Y ahora se escucha lo mismo que se decía tras la elección presidencial de 2006, cuando se creyó que Rosales era el líder que a la oposición le faltaba. (Ver la Lectura recomendada de esta semana en este blog: Medio líder). Ahora se cree haber encontrado esa figura en Capriles, sobre todo porque tuvo un desempeño mejor que el del zuliano. Si éste no ganó en ningún estado del país (sólo en el municipio Maracaibo), Capriles superó a Chávez en Mérida y Táchira, que eran los únicos estados—más Trujillo—donde COPEI, fundado en 1946, ganaba tradicionalmente con la afluencia del gomecismo (hegemonía andina) desplazado por la revolución protagonizada por militares y Acción Democrática en 1945. Son cosas que se han dicho antes: luego del revocatorio de 2004, la elección de gobernadores en 2008 y la minoría en la Asamblea Nacional en 2010. La MUD casi que celebra, como aquel entusiasmado argentino luego de la Guerra de las Malvinas: «¡Che, quedamos subcampeones!»
El precursor en su carraca
Ahora bien, como Manuel Rosales, Capriles tendría que ejercer el tal liderazgo de la oposición en el tiempo que le dejaría el ejercicio de la Gobernación del Estado Miranda (¿medio tiempo?), si es que gana la elección decembrina en la que ha decidido participar 72 horas después de cesar como candidato presidencial. Tendrá por competidor a Elías Jaua, en un estado que se suponía suyo y en el que no pudo ganarle a Hugo Chávez, quien lo superó por unos siete mil votos. A comienzos de 2007, cuando una buena parte de opositores entendidos creía con fe de bretona que Rosales era ese líder que la oposición «tanto había buscado», el Dr. Ramón J. Velásquez mostró su molestia por la nueva candidatura del zuliano a la Alcaldía de Maracaibo. (El segundo parágrafo del Artículo 160 de la Constitución especificaba entonces que los gobernadores en ejercicio sólo podían presentarse una vez a la reelección, y Rosales ya había sido reelecto el 31 de octubre de 2004). El ex Presidente dijo a una reunión de una fracción de aquellos entendidos: «¿No y que era un líder nacional? ¿Cómo es eso de refugiarse en una alcaldía? ¡Jefe es jefe!» Capriles sigue los pasos de Rosales con su mismo justificativo: Más vale pájaro en mano que cien volando. (En realidad treinta, el número de partidos que componen la MUD). El franciscanismo de Capriles no llega hasta prescindir así como así del presupuesto del estado Miranda.
¿No es una de las críticas que se hace a Hugo Chávez que además de su cargo público ejerce muy activamente la jefatura del oficialismo como Presidente del PSUV?
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Un automatismo que no deja de ser conmovedor postula que «lo que hay que hacer», «lo que tenemos que hacer», es preservar el «capital político» obtenido el 7 de octubre. Esto es una ilusión de base lingüística: la mera conjunción del sustantivo capital y el adjetivo político. Ese capital fue gastado íntegramente el domingo pasado; Chávez no tiene un «capital» de ocho millones de votos ni Capriles uno de seis millones y medio. (Como no tenía siquiera el capital de 53,11% de electores mirandinos que lo eligieron en 2008; el domingo obtuvo el apoyo de 49,51%). En cada campaña hay que empezar de nuevo; la conciencia de la gente no es un mineral cristalizado para siempre. Y la primera persona del plural en «tenemos» se refiere, por supuesto, a quienes se definen como antichavistas. Esta gente alienada (fuera de sí, referida a algo externo y no a sí misma, sin sustancia propia) puede conformarse con el liderazgo del «Flaco»—como hay innumerables referencias en Twitter y Facebook a Capriles Radonski—por el mero hecho de que él no es Chávez, pero la cosa no será tan fácil en el seno de la central opositora. Dicho sea de paso, en una de sus ineficaces imitaciones de Chávez, Capriles adquirió la costumbre de referirse a él mismo en tercera persona, y hablaba en su mítines del «Flaco» y de «Capriles» o «Capriles Radonski». David Owen anotó como uno de los rasgos de lo que llamó enfermedad hibrística la «tendencia a hablar de sí mismos en tercera persona o con el plural mayestático». (In Sickness and in Power, 2008).
Tampoco se acerca la aprobación de la oposición organizada al volumen de votos obtenidos por Capriles el 7 de octubre. En la cuarta semana de septiembre, Datanálisis levantó los datos de su Tracking telefónico nacional; en el rubro de autodefinición política encontró un 42% de entrevistados que se identificaban con el oficialismo o chavismo—menos que el 54% que terminó sufragando por Chávez—y sólo 17,6% que lo hacían con la oposición o el antichavismo; 33,4% se denominó Ni-Ni y 7% no supo o no contestó. Claro que Datanálisis no es la encuestadora favorita de los opositores, aquella que habló primero de «empate técnico» y luego, para el 2 de octubre, de la victoria de Capriles por 4,6% de ventaja. («Alguien está mintiendo». Saúl Cabrera, Vicepresidente de Consultores 21). Los votos por Capriles no son de la Mesa de la Unidad Democrática.
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Una cosa es el liderazgo del capriloradonskismo y otra muy distinta el de los factores formales de oposición, reunidos en la Mesa de la Unidad Democrática. Esta organización de organizaciones o «movimiento de movimientos»—lo que se necesita es una organización de ciudadanos—dista mucho de ser un movimiento homogéneo. En famosa entrevista a Ciudad Ccs—un diario al que también han concedido sus declaraciones Julio Borges y Eduardo Fernández, entre otros opositores—dijo Henry Ramos Allup (9 de marzo de 2011): «Bueno, la política suele hacer extraños compañeros de cama. Hoy compartimos propósitos, no ideales ni visiones».
La cosa está entre Ramones
Por otra parte, la MUD misma, su secretaría, es objeto de competencia. Ya se comenta que Ramón José Medina buscará postularse como sucesor de Ramón Guillermo Aveledo, y ésta sería sólo una de las luchas internas en su seno. No todos querrán admitir a Capriles como líder único de la oposición, y más de uno querrá ser candidato presidencial en 2018 o aun antes, si es que una incapacitación de Chávez da paso a una nueva elección según lo contemplado en el Artículo 233 de la Constitución: «Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. (…) Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente o Presidenta de la República durante los primeros cuatro años del período constitucional, se procederá a una nueva elección universal y directa dentro de los treinta días consecutivos siguientes».
Pero peor aún es que la MUD no ha logrado desprenderse de su imagen de vieja política, por más que Capriles dijera en su campaña que la había superado. La MUD es hija de la extinta Coordinadora Democrática, a juzgar por su composición:
Mapas genéticos de madre e hija única y heredera
El 60% de las organizaciones que componían la Coordinadora Democrática forma ahora parte de la Mesa de la Unidad Democrática; en cualquier caso, sus miembros más importantes y vocales: Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática, COPEI, Movimiento al Socialismo, La Causa R, Proyecto Venezuela. Entre las que estaban y no están han desaparecido algunas; otras han cambiado de nombre o se han fundido, y entre las que están y no estaban hay un buen número que no existía cuando se despachaba los asuntos de la oposición desde la quinta Unidad en la popular y populosa barriada de Campo Alegre.
Cuatro días después del referendo revocatorio de 2004, la Carta Semanal #100 de doctorpolítico estableció un símil que precedía a una conclusión:
Si tuviéramos, Dios no lo permita, un pariente con tan grave dolencia que ameritara la atención de toda una junta médica; si este cuerpo de facultativos intentase primero una cierta terapéutica y con ella provoca a nuestro familiar un paro cardiaco; si a continuación prescribe un segundo tratamiento que le causa una crisis renal aguda; si, finalmente, aplica aún una tercera prescripción que desencadena en nuestro deudo un accidente cerebro-vascular, con toda seguridad no le querremos más como médicos.
Y ésta es la estructura del problema con la Coordinadora Democrática. La constelación que se formó alrededor de ella, no sin méritos que hemos reconocido, nos llevó primero a la tragedia de abril de 2002, luego a la sangría suicida del paro, finalmente a la enervante derrota del revocatorio. (Para no agregar al inventario una nutrida colección de derrotas menores). No hay vuelta de hoja. No podemos atender más nunca a esa dirigencia.
La hija y heredera de aquella otra organización de organizaciones, que no de ciudadanos, ha vuelto a fracasar. La misma dirigencia que entregó íntegra al gobierno la Asamblea Nacional en 2005 y fue incapaz de obtener una mayoría de curules en la de 2010—tampoco numérica: PSUV 48,13%, MUD 47,22%—, la organización que ni siquiera existía en 2007 cuando el gobierno perdió, fundamentalmente por abstención entre sus filas, el referendo sobre las reformas constitucionales de 2007, la que en el mejor de sus intentos hasta ahora logró cinco de veintitrés gobernaciones en 2008, ha aplicado un nuevo tratamiento que no cura al paciente de su chavoma.
Si la oposición tuvo su mejor desempeño desde 1998 es porque esta vez derrotar a Chávez era más fácil que nunca. Un artículo en TIME Magazine del día siguiente a la elección apuntaba:
Pero los venezolanos tenían más razones que nunca para votar en contra de Chávez en estas elecciones—delitos violentos y rampantes que han significado para el país la tasa más alta de homicidios de América del Sur, la mala gestión económica que ha producido una de las tasas de inflación más altas del mundo, la corrupción oficial que ha comenzado a recordar a los venezolanos la sordidez que Chávez condenara cuando llegó al poder—, y el hecho de que la mayoría no lo rechazara habla menos del duro ventajismo de Chávez que del persistente fracaso de la oposición en ofrecer una alternativa convincente.
Se trata de la misma gente. Es gente, hay que reconocerlo, muy consistente: volvió a poner la torta, aunque haya sido una torta más pequeña. LEA
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por Luis Enrique Alcalá | May 15, 2012 | Argumentos, Política |
También hay indignados en Cataluña
Gregorovius pensó que en alguna parte Chestov había hablado de peceras con un tabique móvil que en un momento dado podía sacarse sin que el pez habituado al compartimiento se decidiera jamás a pasar al otro lado. Llegar hasta un punto en el agua, girar, volverse, sin saber que ya no hay obstáculo, que bastaría seguir avanzando…
Julio Cortázar – Rayuela
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El dato más significativo de la reciente encuesta de Datanálisis es su reporte de una anomalía. Lo habitual es que, a medida que un proceso electoral se acerca a la fecha de votación, la proporción de indecisos se adelgace, que sean menos los injustamente vilipendiados Ni-ni, la gente que no está alineada con los términos de una polarización. Pero la afamada encuestadora ha revelado el 10 de mayo que de marzo a abril los entrevistados indecisos pasaron de 25% a 31% de la muestra, un ascenso de seis puntos (porque Hugo Chávez bajó un punto y Henrique Capriles perdió cinco). En los procesos electorales anteriores, esta población no alineada, que en otros momentos ha llegado a superar la mitad del país, descendió cuando comenzaba a decantarse en tibio apoyo a los candidatos polares. Pero aun hoy, cuando ya menos de cinco meses nos separan de las elecciones del 7 de octubre, casi la tercera parte del país no está convencida ni por Chávez ni por Capriles.
Esta anómala situación está de alguna manera justificada: en cierto modo, Capriles y Chávez son ambos ejemplo de la vieja política, la de la lucha por el poder que pretende legitimarse desde una ideología que se blande, explícita o implícitamente, como coartada. Es la política rechazada, sin demasiada conciencia, por los indignados en Europa y los Estados Unidos, en un repudio que también se ha manifestado en los bandazos electorales que van de partidos conservadores a izquierdistas y de éstos a los primeros. (De Gordon Brown a David Cameron, de Sarkozy a Hollande, de Aznar a Rodríguez Zapatero a Rajoy, de Clinton a Bush a Obama).
En el dato de los indecisos recrecidos hay una clave para el tratamiento de la actual situación política venezolana, una cuya adopción requiere salirse de la caja que prescribe para el país una condición binaria, una película en blanco y negro cuyos únicos protagonistas son el gobierno y su oposición.
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El Grupo Jirahara—la versión barquisimetana del Grupo Santa Lucía—se reunió en el fin de semana que condujo al 1º de mayo. El consenso general daba a Capriles Radonski como ganador de las elecciones del 7 de octubre porque seguramente Chávez no podría ser el candidato del socialismo. Pero en la misma reunión ya se escuchó cifras provenientes del Pulso Nacional de Datos: si un mes antes Datanálisis registraba que Capriles ganaría eventuales confrontaciones con Nicolás Maduro, Diosdado Cabello o Elías Jaua, parecía entonces que estos careos ya no le favorecían, sobre todo si se medía con el último de los nombrados. (El Nacional de hoy recoge esta misma impresión, al comentar el marcado descenso de 3,5% en los precios de los bonos venezolanos en los mercados luego de conocerse un informe negativo de Bank of America-Merrill Lynch: «En el informe elaborado por el economista Francisco Rodríguez se asegura que las probabilidades de una victoria electoral de la oposición, incluso contra un candidato que no sea Hugo Chávez, ha descendido significativamente. (…) Señala que si Chávez se retira, las encuestas muestran una competencia muy cerrada entre Henrique Capriles Radonski y cualquier otro aspirante oficialista. El vicepresidente ejecutivo, Elías Jaua, parece ser el candidato más fuerte del Gobierno con un pequeño margen de ventaja en los estudios de opinión»).
Un gentil maestro de la mercadotecnia, de postura libertaria, insospechable de chavismo, tropezado casualmente en uno de los intermedios de Tosca (el Día de la Madre en el Teatro Teresa Carreño), sentenciaba: «Es un asunto de mind share. El tema de Chávez y su enfermedad ocupa prácticamente todo el espacio de conciencia política de los venezolanos; Capriles es inexistente». Al comentar ayer este diagnóstico con uno de los más avezados políticos que tiene el país, éste se refugió así: «Eso es un problema que no puede resolverse con primarias sino como los chilenos hicieron, por decisión consensuada de los políticos que sí saben cómo se bate el cobre».
Atiné a señalarle que no se comprendía bien por qué un político veterano como Ramón Guillermo Aveledo, que sabe perfectamente bien cómo se bate el cobre, había cedido a presiones de gente como Leopoldo López Mendoza, adalid de las primarias que no tuvo empacho en rogar que la Mesa de la Unidad Democrática postulara por consenso a Carlos Vecchio—su candidato—a la Asamblea Nacional, al día siguiente de resultar derrotado en primarias por María Corina Machado. Para mis adentros, pensé que la referencia chilena no era otra cosa que llanto sobre leche derramada: las primarias ocurrieron ya. ¿Sería que el influyente político con el que conversaba está proponiendo a la MUD la reversión de la candidatura de Capriles y su sustitución por alguien de mayor pegada o tracción? Mi último pensamiento, mientras me despedía, consistió en percatarme de que mi interlocutor hablaba encerrado en una caja; para él, el problema sería el de colocar en el campo un candidato «correcto» de oposición.
Días antes, un viejo amigo me escuchaba recapitular los hallazgos de los últimos estudios de opinión que han podido conocerse: la brecha entre Chávez y Capriles se ha ampliado a favor del primero; el candidato opositor está en caída. Desde el interior de la misma caja respondió filosóficamente: «Bueno, eso es lo que hay».
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Una tercera figura
La solución al preocupante dilema electoral de 2012 es salirse de él, darse cuenta de que no tienen por qué ser Hugo Chávez (o cualquiera de sus suplentes) y Henrique Esoesloquehay Capriles las únicas posibilidades. Pero esa solución era el camino correcto desde hace mucho tiempo, incluso antes de la aparición de Chávez-Capriles; en febrero de 1985 podía escribír: «El espacio intelectual de los actores políticos tradicionales ya no puede incluir ni siquiera referencia a lo que son los verdaderos problemas de fondo, mucho menos resolverlos. (…) Por esto no solamente se trata de entender la política de modo diferente, sino de permitir la emergencia de nuevos actores políticos que posean experiencias y conocimientos distintos». (Proyecto – La Sociedad Política de Venezuela). Hace mucho tiempo que la política ideológica, radical o moderada, muestra signos de esclerosis en los paradigmas que orientan y determinan su acción.
Hace bastante tiempo que debimos buscar y encontrar otras avenidas, para atrevernos a un salto paradigmático que, tarde o temprano, se dará en el mundo entero, puesto que la política ideológica, la de izquierdas y derechas que buscan el poder y luego no saben qué hacer con él—¿lo saben Hollande, Cameron o Rajoy?—ha estado largamente en crisis de impotencia.
Pero nuestra coyuntura momentánea es electoral, y necesitamos una solución:
El discurso de una contrafigura exitosa, si bien tendrá que incluir una refutación eficaz del chavismo, deberá alojar asimismo planteamientos nacionales que debiera sostener aun si Chávez no existiese. El problema político venezolano es más grande que Chávez. (…)
…la refutación del discurso presidencial debe venir por superposición. El discurso requerido debe apagar el incendio por asfixia, cubriendo las llamas con una cobija. Su eficacia dependerá de que ocurra a un nivel superior, desde el que sea posible una lectura clínica, desapasionada de las ejecutorias de Chávez, capaz incluso de encontrar en ellas una que otra cosa buena y adquirir de ese modo autoridad moral. Lo que no funcionará es “negarle a Chávez hasta el agua”, como se recomienda en muchos predios. Dicho de otra manera, desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución. (Retrato hablado).
No hay duda de que admitir una solución de esa clase requiere un salto de la percepción, un aventurarse fuera de las cajas que desde hace más de una década impiden la osadía estratégica que sería eficaz. Lo que hace falta en Venezuela es la ocurrencia de una sorpresa política.
En un estudio de septiembre de 1987 (Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela), se consideraba la llegada de un outsider a la Presidencia de la República como uno de esos eventos sorpresivos. Puede resultar útil ahora refrescar algunas de sus consideraciones:
El primer rasgo indispensable en el líder que pueda orientar a su favor la considerable potencialidad de un voto harto de lo tradicional y de su ineficacia, es que sea un verdadero outsider. Hay, al menos, dos sentidos en los que este concepto de outsider se aplicaría en este contexto.
Para comenzar, el candidato debe ser un político que pueda ser percibido como estando fuera del establishment de poder venezolano. No necesariamente significa esto que el candidato deba estar contra la actual articulación de poder en Venezuela. Simplemente es necesario que no se le perciba como formando parte de la red de compromisos que caracterizan a la configuración actual.
(…)
Hay un segundo sentido, más específico, en el que el candidato que pueda resultar la sorpresa debe ser un outsider. Debe serlo también en términos de estar afuera o por encima del eje tradicional del “espacio” político. Tal eje viene determinado por un continuum más o menos lineal, que va desde las posiciones de “izquierda” hasta las posiciones de “derecha”. Esta es una división tradicional del campo político, pues responde al criterio de que el principal “problema social” (o político), consiste en distribuir la renta social: si se acomete este asunto con preferencia para “los pobres” entonces se es izquierdista; si esto se hace con preferencia por “los ricos”, entonces se es derechista.
No es éste el sitio para describir otra noción política más moderna que considera obsoleto el planteamiento anterior, definitorio de “derechas” e “izquierdas”. Pero el candidato que pretenda tener éxito (…) deberá ser outsider también en el sentido de no situarse en alguna posición del eje referido, sino en un plano diferente.
La segunda característica importante (a nuestro juicio más importante que la condición de outsider) que debe ostentar un candidato con posibilidades de “dar la sorpresa”, es la posesión de tratamientos suficientes y convincentes para la crisis.
La base de esta condición consiste en poder partir de una concepción de lo político que comprenda importantes y hasta radicales diferencias con las concepciones convencionales. En la raíz de tal concepción está la necesidad de una sustitución de paradigmas políticos, en el sentido que Tomás Kuhn da al término paradigma. Es decir, nos hallamos ante una realidad social y política que ya no puede ser comprendida por los planteamientos y enfoques convencionales, lo que es la causa de fondo de la crisis de gobernabilidad. No es el caso que los políticos tradicionales tengan las recetas adecuadas y por “maldad” se resistan a aplicarlas. El punto es que no las saben. (…)
A partir de una concepción diferente, más científica y moderna de la política y sus posibilidades tecnológicas reales, es como podría ser posible la generación de tratamientos que cumplan con tres condiciones necesarias a la persuasión pública requerida:
1. Deben ser radicales pero pocos: dos extremos resultan imposibles, dañinos o inútiles: el planteamiento de una reforma radical y global, que se ocupe de todo a la vez, en el mejor de los casos será altamente traumático y, más probablemente, imposible de aplicar por falta de capacidad para gerenciar un grado de cambio tan exhaustivo; la estrategia de cambiar lo menos posible e ir ajustando las cosas de modo incrementalista es derrotada por la complejidad original del problema y su velocidad de complicación creciente. Este dilema es comprendido intuitivamente por el elector promedio. De allí la poca credibilidad de los programas de gobierno exhaustivos, así como la de los programas tímidos e incrementalistas. Para que un programa alcance la credibilidad necesaria deberá ser del tipo radical selectivo, es decir, identificador de pocos puntos estratégicos sobre los que se ejerza una acción transformadora a fondo. Y a esta condición deberá sumarse la de concreción, pues no bastará la enumeración de pocas áreas si éstas son vagamente definidas.
2. Deben ser eficaces: no se trata por tanto de pseudotratamientos. “Reactivar la economía” no es la solución, sino el estado final que debe alcanzarse una vez aplicada la solución. Combatir el “centralismo”, combatir el “presidencialismo”, etcétera, son orientaciones generales muy loables pero poco concretas. Los tratamientos deberán venir explicados en forma tan concreta que se pueda especificar su beneficio y su costo. Los tratamientos deberán dirigirse al ataque de causas problemáticas antes que a la moderación temporal de sintomatologías anormales.
3. Deben ser positivos: se necesita un planteamiento terapéutico que trascienda la política quejumbrosa para ofrecer salidas que permitan un razonable optimismo.
Por último, el candidato debiera tener la capacidad de “librar por todos”. (En el juego infantil del escondite se estipula a veces una regla por la que al quedar sólo un jugador por descubrir, éste puede salvarse, no únicamente a sí mismo, sino a todos los anteriores que hayan sido atrapados.) No se trata acá de “capacidad de convocatoria” (…) El cargo de Presidente de la República tiene de por sí mucha capacidad de convocatoria, y lo tendría mucho más si tal cargo lo ocupase un outsider que hubiera logrado dar la sorpresa. El punto está más bien en la voluntad real de convocar que tenga el involucrado, en la medida en que no esté atado a intereses tan específicos que no pueda verdaderamente pasar por encima de rencores de asiento grupal. Si un aspirante a outsider sorpresivo, a “tajo” de las elecciones, plantea su campaña con un grado apreciable de vindicta, de falta de comprensión de lo que en materia de logros políticos debemos aún a los adversarios, obtendrá temprana resonancia y fracaso final. El outsider con posibilidad de éxito no se impondrá por una mera descalificación de sus contendientes y, en todo caso, no por descalificación que se base en la negatividad de éstos sino en la insuficiencia de su positividad. El propio Isaac Newton reconoció: “Si pude ver más lejos fue porque me subí sobre los hombros de gigantes».
Después de esas consideraciones de fondo, el estudio mencionado entró en las de carácter práctico. Decía entre otras cosas:
El eje básico de una campaña correctamente ejecutada pasa nuevamente por la suficiencia de los tratamientos que el outsider proponga. La campaña debe ser planteada en esos términos: suficiencia vs. insuficiencia.
Luego viene la consideración del tiempo estratégico. Por diversas razones el tiempo de lanzamiento de la candidatura con posibilidades debe ser lo más tardío posible.* Por un lado está el problema de los recursos: es improbable que un verdadero outsider pueda conseguir los fondos necesarios a una campaña prolongada. Por otra parte, el intento debe ser hecho contraviniendo los intentos de actores muy poderosos. En tales condiciones una guerra de atrición no es sostenible. (…) Nuestro outsider se encuentra en la situación de Israel, país pequeño y rodeado de enemigos mucho más numerosos y de mayor poder. Así, su estrategia indica un golpe sorpresivo y contundente y definitivo. Por último, el tiempo debe ser tardío porque lo que es necesario producir corresponde a lo que los psicólogos de la percepción llaman un gestalt switch. Es un cambio súbito en la manera de percibir una misma cosa. De este modo, o el cambio de percepción se produce o no se produce, o se entiende o no se entiende, y para esto no es necesaria o correcta una campaña de convencimiento gradual, sino una argumentación suficiente que tienda a producir una respuesta más instantánea.
Este punto viene ligado, como dijimos, al tema de los recursos. Pues una condición de corrección de la campaña deberá ser por fuerza la de su economía. La campaña deberá ser económica. Tanto porque no se dispondrá de muchos recursos como porque un gasto excesivo produciría un rechazo de la misma. Así, la campaña debiera ser diseñada en términos económicos.
Esto será posible si la campaña es planteada en términos de calidad vs. cantidad. Contra la reiteración esloganista de millares de cuñas y pancartas, una concentración en mensajes más completos, más densos y contundentes.
A favor de esta posibilidad jugaría la amplificación que se daría por el efecto de novedad. Por el mismo hecho de plantearse una campaña de estilo diferente es como se daría la posibilidad de distinguir el mensaje en un mar de ruido electoral, en la cacofonía de las abrumantes campañas tradicionales, como un minúsculo flautín clarísimo lo hace dentro de un tutti orquestal.
Tío Conejo sí puede ganarle a Tío Tigre
Finalmente, aquel estudio de hace casi veinticinco años volvía sobre el crucial tema de los recursos, arriba mencionado en relación con una consideración del tiempo estratégico. Su argumentación fue reutilizada en el trabajo Tío Conejo como outsider—un capítulo del libro Chávez es derrotable (Libros Marcados, 2005)—y se pone a continuación:
La condición crítica será seguramente la de disponibilidad de los recursos. Acá se enfrentaría un outsider con la incredulidad básica ante una aventura no convencional y con la tendencia conservadora que aun en casos de crisis encuentra difícil ensayar algo novedoso. Aquellos que pudieran dotar a un candidato como el descrito con los recursos suficientes estarán oscilando entre los extremos de más de un dilema.
Uno de los dilemas es el de seguridad vs. corrección. Se sabe de lo inadecuado de los actores políticos tradicionales, pero ante un planteamiento correcto por un outsider habría la incomodidad de abandonar lo conocido. Stafford Beer decía, refiriéndose a la sociedad inglesa de hoy, que su problema era que “los hombres aceptables ya no son competentes, mientras los hombres competentes no son aceptables todavía”. En forma similar Yehezkel Dror destaca otro dilema: si se quiere eficacia es necesaria una transparencia en los valores, la exposición descarnada de los mismos; si lo que se quiere, en cambio, es consenso, entonces es necesaria la opacidad de los valores, no discutirlos más allá de vaguedades y abstracciones.
Así, pues, se estaría ante un dilema de tradicionalidad vs. eficacia, de poder vs. autoridad. Es pronosticable que la mayoría de los actores con recursos, ante una solicitud de cooperación por parte de un outsider con tratamientos realmente eficaces, se pronunciaría por los términos dilemáticos más conservadores o “seguros”.
Pero es concebible que una minoría lúcida entre los mismos pueda proveer los recursos exigidos por una campaña poco costosa—no puede, no debe ser cara—en grado suficiente, al menos para cebar la bomba que pueda absorber los recursos totales del mercado político general, pues si la aventura cala en el ánimo del público, una multitud de pequeños aportes puede sustituir o complementar a un número reducido de aportes cuantiosos.**
Pero el obstáculo principal consistirá en salvar la diferencia entre una percepción de improbabilidad y una de imposibilidad. Ni aun el menos conservador de los hombres dará un céntimo a una campaña de este tipo si considera que todo el esfuerzo sería inútil, si piensa que un resultado exitoso es, más allá de lo improbable, completamente imposible. El análisis que hemos hecho indica que, si bien el éxito de una aventura así es por definición improbable—a fin de cuentas se trataría de una sorpresa—no es necesariamente imposible, y que, por lo contrario, la dinámica del proceso político venezolano hace que esa baja probabilidad inicial vaya en aumento. Si esto es percibido de este modo, entonces tal vez las fuentes de apoyo necesarias quieran comportarse como un jugador racional de la ruleta con cien dólares en la mano. Apartará cincuenta dólares como reserva y de los cincuenta restantes apostará la mayoría, cuarenta y cinco quizás, a las posibilidades de mayor probabilidad: rojo (Chávez), negro (Borges), par (Smith), impar (Petkoff). Pero jugará cinco de los cien dólares en pleno al diecisiete negro (outsider), porque sabe que si la apuesta es de éxito menos probable, si pierde lo hace poco y si gana, en virtud del efecto multiplicador del pleno, obtendrá mucho más de lo que haya invertido.
En El pelotón opositor, nota varias veces citada en este blog, se afirmó en marzo del año pasado: «No es un candidato ‘normal’ quien puede derrotar al Presidente en ejercicio». Seis años antes decía el epígrafe de Tío Conejo como outsider:
Siendo que Chávez tiene el mayor control del poder posible en Venezuela—político, militar, económico—una oposición al estilo cacical debe fracasar. Es un brujo, no un cacique, quien puede suceder a Chávez a corto plazo. (…) No es otro “tío tigre” menor que pretenda discutirle la posición alfa a Tío Tigre en su manada. Es Tío Conejo.
Tío Conejo existe. LEA
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*En 1990, tres años después de la campaña breve prescrita en Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela, Alberto Fujimori, un estadista prometedor que se perdió en la corrupción, alcanzó la Presidencia de Perú luego de una campaña de tres meses, a pesar de ser un desconocido para la mayoría del país a su comienzo.
**En 2008, veintiún años después del mismo estudio, la campaña de Barack Obama obtuvo la gran mayoría de sus fondos—un total de 745 millones de dólares—en donaciones pequeñas del público en general que contribuía por Internet.
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por Luis Enrique Alcalá | Ene 16, 2012 | Argumentos, Política |
A las 6 p. m. del miércoles 25 de enero, el Licdo. Jesús Urbina me entrevistó en el programa Agenda Pública, que conduce en la emisora de radio de la Universidad del Zulia, LUZ Radio. Urbina centró sus preguntas sobre el tema del programa de la MUD, haciendo referencia a esta entrada. He aquí el archivo de audio de la conversación:
A la medida de seis precandidatos
Los signatarios de este acuerdo respaldaremos de forma unitaria al candidato que en las primarias del 12 de febrero sea escogido como abanderado de la Unidad Democrática en las próximas elecciones presidenciales. Igualmente nos comprometemos a respaldarlo de manera unitaria y transparente en el ejercicio de la Presidencia de la República y en el cumplimiento de nuestro programa de gobierno.
Mesa de la Unidad Democrática
Lineamientos del Programa de Gobierno de Unidad Nacional (en revisión), diciembre de 2011
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Invitación
Ramón Guillermo Aveledo pudiera argüir que no me gustan ni los huevos fritos, una vez que sepa, como seguramente espera, que los Lineamientos del Programa de Gobierno de Unidad Nacional, a ser firmados en compromiso por los precandidatos y los dirigentes de la MUD el próximo 23 de enero, no me convencen en lo absoluto. También podrá decir, una vez escrito lo precedente, que él no se ocupa en lo más mínimo de lo que escribo. Por si acaso, no obstante, quiero aducir pruebas, primero que nada, de que el estilo planificador plasmado en el documento referido—LPGUN, para abreviar—es algo contra lo que he advertido desde hace mucho tiempo, bastante antes de la existencia de la Mesa de la Unidad Democrática, que él coordina con tanta diplomacia y tino.
Mi primer libro (Krisis: Memorias prematuras) salió a la luz en marzo de 1987, hace casi veinticinco años. En él puse, comentando el intento candidatural de Rafael Caldera en 1983:
La pirámide programática de Caldera era manejada por Luís Enrique Oberto, una de las “caras nuevas” que ya había sido su ministro de planificación y el conductor del programa de gobierno de Luís Herrera, el famoso texto que éste llamó Mi compromiso con Venezuela. El inconveniente de esta forma de redactar programas de gobierno es que el resultado final tiende invariablemente a la incoherencia. Más de una vez he asistido a reuniones de ese cuño. Desde una media docena de personas hasta varias decenas en algunos casos, se reúnen a “echar ideas” o a leer sus ponencias favoritas. Usualmente no le es dado al director de la reunión, aunque piense que oye alguna idea impertinente, rechazar muchas de las proposiciones, pues el compañero de Achaguas se podría resentir y el apoyo de Fulanito y los fulanistas sería escatimado. La sumatoria de un proceso de tal naturaleza es de un grado de incompatibilidad tal, o de un carácter tan absolutamente negador del concepto de prioridades (al incluir prácticamente de todo), que no es posible nunca llevarla a la práctica si se llega a ganar las elecciones.
Una lágrima tardía
Cuando la persistencia de Rafael Caldera lo llevó por segunda vez a Miraflores, inicié en febrero de 1994 la publicación mensual referéndum. Escribí para inaugurarla el trabajo Los rasgos del próximo paradigma político, en el que se lee entre otras cosas:
La confusión de la herramienta con el fin explica mucho de los resultados de la política nacional. La discusión pública venezolana se halla a punto de agotar los sinónimos castellanos del término conciliación. Acuerdo, pacto, concertación, entendimiento, consenso, son versiones sinónimas de una larga prédica que intenta convencernos de que la solución consiste en sentar alrededor de una mesa de discusión a los principales factores de poder de la sociedad. Nuevamente, no hay duda de que términos tales como el de conciliación o participación se refieren a muy recomendables métodos para la búsqueda de un acuerdo o pacto nacional. No debe caber duda, tampoco, que no son, en sí mismos, la solución.
Tomemos el caso, por ejemplo, de la insistente proposición de una asamblea constituyente, bandera de lucha del llamado Frente Patriótico, asumida como lema electoral de José Antonio Cova, repropuesta por Oswaldo Álvarez Paz al término de las elecciones, voceada por Eduardo Fernández después del 4 de febrero de 1992, admitida como posibilidad por Rafael Caldera en su «Carta de Intención». El problema es que el Frente Patriótico no ha presentado un proyecto de constitución, y tampoco los demás actores mencionados. Es decir, se insiste en hablar de la herramienta sin hablar del producto que ésta debe construir.
Por otra parte, el método mismo tiende a ser ineficaz. Los ideales de democracia participativa, la realidad de la emergencia de nuevos factores de influencia y poder, han llevado, es cierto, a la ampliación de los interlocutores de las «mesas democráticas» de las que debe salir el ansiado «acuerdo nacional». Así fue diseñado, por ejemplo, el consejo de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE), al combinar en él la presencia tradicional de líderes empresariales y líderes sindicales, con representantes de partidos, de la iglesia, de las organizaciones vecinales, etcétera. Así buscó conformarse el «Encuentro Nacional de la Sociedad Civil» organizado por la Universidad Católica Andrés Bello, cuando su rector tomó el reto que pareció recaer, a mediados de 1992, sobre la Iglesia Católica venezolana, en respuesta a un estado de opinión nacional de gran desasosiego, que buscaba en cualquier actor o institución que pudiera hacerlo la formulación de una salida a la aguda y profunda crisis política. Pro Venezuela, la Mesa Democrática de Matos Azócar, los encuentros que organizó José Antonio Cova, y la constante prédica de los partidos, todos fueron intentos de alcanzar ese ya mítico gran entendimiento nacional.
La evidencia es, pues, suficiente. La oposición de intereses en torno a una mesa de discusión difícilmente, sólo por carambola, conducirá a la formulación de un diseño coherente. Es preciso cambiar de método. Y es preciso cambiar el énfasis sobre la herramienta por el énfasis en el producto.
La mamá de la MUD
Finalmente, cuando la fallecida madre de la MUD, la Sra. Coordinadora Democrática, creía que de su seno saldría un sucesor de Hugo Chávez—pensaba que éste sería ineludiblemente revocado en su mandato presidencial en 2004, lo que forzaría una elección presidencial—, se dio a la tarea de elaborar el ya olvidado «Consenso-País» (la MUD ni lo menciona en los LPGUN). Hubo quienes concedieran gran importancia a ese desdeñado documento. Me referí a una presentación del asesor John Magdaleno, del lunes 5 de octubre de 2009, en la Carta Semanal #352 de doctorpolítico:
Expuso una caracterización del fracaso opositor en el intento revocatorio de 2004 como un “salto al vacío”. En él se habría fracasado porque la oposición no acertó a poner en escena a una “contrafigura de Chávez”—explicación parcial posiblemente correcta—y, sobre todo (fue en lo que más insistió), porque el documento del llamado “Consenso-País” de la Coordinadora Democrática no fue suficientemente promovido o publicitado, porque no se imprimió y repartió una cantidad suficiente de ejemplares entre la población, porque no se hizo con él una campaña publicitaria con pegada.
Es de aquel inane texto que escribí el 20 de noviembre de 2003 (Consenso bobo, Carta Semanal #63 de doctorpolítico):
Los documentos del «consenso-país»—que incurre desde su propio nombre en la usurpación, pues «el país» no lo ha elaborado, como tampoco la Nación elaboró nuestros vetustos y ya olvidados planes «de la Nación»—indican una clase particular de proposiciones en su contenido: la de las «seudoproposiciones». Son afirmaciones tan generales como las de que hay que «reactivar la economía», «combatir la pobreza» o «eliminar el desempleo».
Era práctica ritual de muchos economistas venezolanos reunirse en diciembre de cada año durante el segundo período de Caldera—usualmente en el IESA—para echar predicciones sobre la inflación y la tasa de cambio del año siguiente. Los periodistas hacían su agosto, pues cada economista de alguno de estos «paneles de expertos» estaba muy dispuesto a conceder declaraciones. La declaración estándar era algo más o menos como lo siguiente: «Lo que propongo es un verdadero programa económico integral, armónico, coherente y creíble».
Ya el mero hecho de que tal afirmación se compusiera de un solo sustantivo y cinco adjetivos debía llamar a la sospecha. Pero, por otra parte, una sencilla prueba podía evidenciar que se trataba, en realidad, de una seudoproposición. La prueba consiste, sencillamente, en construir la proposición contraria, la que en este caso rezaría así: «Propongo un falso programa económico desintegrado, inarmónico, incoherente e increíble». Resulta evidentísimo que nadie en su sano juicio se levantaría en ningún salón a proponer tal desaguisado. Ergo, la proposición original no propone, en realidad, absolutamente nada.
Tomemos algunos casos concretos del documento base del so called «consenso-país». Por ejemplo esta seudoproposición: «Se reiniciarán o se reforzarán programas de becas, de alimentación y de dotación de útiles para los niños». (Página 39). ¿Querrá alguien oponerse proponiendo lo siguiente: «Se clausurarán o debilitarán programas de becas, de alimentación y de dotación de útiles para los niños»?
O esta otra: «Asegurar mecanismos de coordinación entre las diferentes organizaciones con responsabilidad sobre la seguridad ciudadana a nivel nacional» (Página 33). O ésta: «Establecer formas de financiamiento de largo, mediano y corto plazo, con fondos públicos y privados, en las modalidades necesarias para garantizar la eficiencia del crédito y para atender el especial perfil de riesgos de esta actividad». (Página 27).
¿Qué espera la Coordinadora Democrática? ¿Qué Chávez se oponga prometiendo formalmente mecanismos de descoordinación o modalidades innecesarias para garantizar la ineficiencia del crédito a corto, mediano y largo plazo?
En cuanto a la hipótesis de que la tengo cogida con la Mesa de la Unidad Democrática, pues, I rest my case: mi opinión sobre la clase de ejercicios a la que pertenecen los LPGUN ha permanecido invariable desde que comencé a ocuparme sistemáticamente de política. Pero una nueva referencia a otro enfoque de John Magdaleno puede adelantarse, porque resultará apunte pertinente al análisis que sigue. Esta vez hablaba el 19 de enero de aquel mismo año de 2009, para presentar en compañía de Roberto Briceño León los resultados de un estudio de opinión y recomendar acciones contrarias al proyecto de enmienda constitucional que permitiría la reelección indefinida de mandatarios públicos. La referencia se encuentra en la Carta Semanal #316 de doctorpolítico, del 22 de enero de 2009: «Un estudio particularmente interesante fue el dirigido por Roberto Briceño León, John Magdaleno, Olga Ávila y Alberto Camardiel. Este esfuerzo combinó una encuesta nacional (22 de diciembre) y la realización de focus groups bastante especiales, pues fueron compuestos de modo que no se mezclaran partidarios del gobierno, sus opositores o gente no alineada con ninguno de esos polos. (…) La interpretación de la encuesta, por su parte, pone de manifiesto el carácter crucial de los electores no alineados ni con el gobierno ni con la oposición».
Más adelante referí y cuestioné:
Briceño y Magdaleno, luego de expresar su convicción de que la inminente consulta ofrece una oportunidad para “reposicionar” a la oposición, argumentaron que era de la suprema importancia la elección de quienes debieran hacer ostensiblemente frente—fronting—al proyecto de enmienda. Hablaron de una disyuntiva—falsa, a mi manera de ver—entre estudiantes y líderes convencionales, dando a entender que no había otras voces posibles. (En intento pedagógico hablaron, debe reconocerse, de encontrar los “badueles” o “marisabeles” de 2009). Esto es, la recomendación de Briceño y Magdaleno es la de constituir un coro de tres voces: la de aquellos que aún no están listos (estudiantes), la de los rechazados (líderes convencionales), la de los saltadores de talanquera (“badueles” y “marisabeles”). ¿Es que no hay otras voces en Venezuela?
Llama la atención que, después de haber expuesto que sería decisiva la participación de los electores no alineados—el estudio combinado mide su tamaño a la par de quienes apoyan a Chávez y mayor que el de sus opositores, como lo han hecho desde hace al menos seis años todas las encuestadoras, en proporciones cambiantes que oscilan entre 35% y 50%—, no se saque la conclusión obvia. Antes que “badueles” o “marisabeles”, urge conseguir voces no alineadas, con discurso no alineado y argumentos no alineados para asestar el golpe definitivo a las pretensiones continuistas de Hugo Chávez.
………
La primera cosa criticable de los LPGUN es un asunto fundamental, y se pone de manifiesto desde el inicio mismo del documento, en el numeral noveno de la introducción. Sus primeros tres puntos están referidos, como los números 10 y 11 y luego del 18 al 26, ambos inclusive, a la factura y método de los lineamientos. Son los números 4, 5, 6, 7 y 8 los que establecen el territorio terapéutico, con la crítica al desempeño del gobierno actual, que califican justamente como traicionero a la Constitución, contrario a los principios democráticos y nefasto, con el resultado de un grave deterioro de la calidad de vida de los venezolanos. Es entonces el punto 9 el que define el objetivo de los LPGUN:
«Para enfrentar estos desmanes, y rescatar la institucionalidad democrática se presentan los siguientes Lineamientos del Programa de Gobierno de Unidad Nacional, en procura de un buen gobierno, una sociedad productiva, con calidad de vida y con buenas relaciones internacionales».
Nunca hemos sido mayoría
Es decir, los LPGUN son presentados y justificados en función del gobierno de Hugo Chávez, en reiteración de la falla de origen de la oposición formal y burocratizada de los últimos trece años. En la Carta Semanal #352 de doctorpolítico, antes citada, me referí a este fenómeno del siguiente modo:
El encuestólogo y prologuista [John Magdaleno] ofreció como premisa inicial la siguiente declaración: “Apartando el 2 de diciembre de 2007, nunca hemos sido mayoría”. Y ese plural de la primera persona gramatical no necesitaba ser explicado; aquello a lo que ese implícito “nosotros” se refería era a quienes se oponen a Chávez y, más específicamente, a la audiencia que tenía por delante mientras hablaba. Ése es el conglomerado que entiende como determinante, ésa sería la clientela que esperaba sus palabras.
Tal óptica no es nueva; desde que Chávez asumió por vez primera la Presidencia de la República, en los inicios de 1999, el resto de las iniciativas políticas ha optado por entenderse como mera oposición a Chávez. En terminología relativamente reciente, se la nombra como “comunidad opositora”. Un artículo en el diario El Nacional aducía poco después de la derrota de Manuel Rosales en las elecciones presidenciales de 2006: “La votación que el CNE le adjudicó al candidato opositor es importante, siempre y cuando éste sepa ejercer el liderazgo del antichavismo…” (Felices perdedores, 12 de diciembre de 2006). Exactamente ese mismo día, un análisis que circuló privadamente se expresaba en términos como los siguientes (se subraya un cierto término repetido insistentemente):
La oposición… decidió no participar en las elecciones legislativas… la Oposición ya había perdido sus Gobernaciones y Alcaldías… para una parte importante de la Oposición el contrincante mayor no era Chávez, era el CNE… Muchos pensaban que la oposición era mayoría… la ausencia de la Oposición de la contienda electoral… La Oposición se debatía entre el método de escogencia del candidato único y la campaña por condiciones… Muestra un liderazgo indiscutible en la oposición durante la campaña… Se ganó al lograr la unidad de toda la oposición… Que la oposición es minoría… ¿Cuál es el estado de la oposición un día después?… La Oposición amanece como un conglomerado nacional de importante magnitud… no desperdiciar esfuerzos en combatir a la oposición desde la oposición misma…
He allí la falla de origen de la inmensa mayoría de los planteamientos políticos distintos del chavismo: que sólo atinan a definirse como antichavistas. Desaparecido Chávez, dejarían también, entonces, de tener sentido sus existencias. Ésa es la misma falla de origen de la iniciativa que acá se discute.
Una nueva acción política que quiera ser viable no puede pensarse como oposición a Chávez; es preciso que procure superar el actual estado de cosas por superposición, por salto a un nivel superior de la política. (A fin de cuentas, el régimen de Chávez no es otra cosa que la exacerbación oncológica de una política que no inventó él: la política de poder posicionada en algún punto del eje decimonónico de izquierda y derecha). La refutación de Chávez debe venir, para usar términos evangélicos, por añadidura, nunca como única justificación.
El último numeral (27) de la introducción de los LPGUN reformula la coletilla del numeral noveno sin aludir, gracias a Dios, al gobierno chavista: «Estos Lineamientos se presentan como base para un gobierno de unidad, amplitud, diálogo y respeto que promueva el progreso de todos los venezolanos». Un opositor a la oposición tendría que sugerir «un gobierno de desunión, estrechez, monólogo e irrespeto que impida el progreso de todos los venezolanos». Ni siquiera Chávez se atrevería a proponer algo así.
………
Dos cuestiones planteadas con énfasis en los LPGUN llaman la atención. La primera de ellas es la consagración de la Constitución de 1999 como base del esfuerzo programático. Dice el documento:
44. La base normativa fundamental para el nuevo gobierno es la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la cual calificamos como una Constitución democrática, respetuosa del Estado de Derecho y de los derechos humanos.
45. Ella representa no sólo el punto de partida ineludible desde la perspectiva de la validez y vigencia formal de las normas, aunado ello a su ratificación popular, sino también una plataforma jurídica aceptable para el despliegue de las políticas de un gobierno democrático. Permite el funcionamiento de instituciones democráticas y garantiza los derechos humanos.
Se trata de la misma Constitución que no gustaba en 1999 a los principales partidos de oposición. («AD, Copei, Primero Justicia, Proyecto Venezuela y Fedecámaras hicieron campaña contra la aprobación de la Constitución», Wikipedia en español). Cuando Luis Ugalde argumentaba en El Nacional—El día después, 25 de octubre de 2007—que votar contra los proyectos de reforma constitucional del Ejecutivo y el Legislativo nacionales era lo mismo que abstenerse de votar, también defendía con denuedo la Constitución de 1999: “Chávez ha decidido imponer una nueva Constitución (acabando con la bolivariana)… La nueva constitución es una locura… Hay que… evitar que se aplique un régimen que reduzca los derechos humanos y elimine la democracia pluralista”. Hace tiempo que la oposición al elefantiásico texto de 1999 ha quedado en el olvido.
Pero hay un detalle que debiera causar problemas insalvables a la particular candidatura de Diego Arria que, como se sabe, está predicada sobre dos iniciativas fundamentales: procurar que Hugo Chávez sea juzgado por la Corte Penal Internacional de La Haya y convocar a una Asamblea Constituyente. Esto último es totalmente innecesario para los fines declarados por Arria, que el 8 de diciembre declaró en televisión que la constituyente que propugna no sería “para hacer una nueva constitución, sino unos cambios puntuales”. (Ver en este blog Por la tapa de la [b]arri[g]a). Pero el punto es que Arria ha hecho de la convocatoria de una asamblea constituyente la bandera principal de su campaña, y que los LPGUN se deslindan claramente de tal pretensión en su numeral 46: «La prioridad político-institucional del nuevo gobierno no ha de cifrarse en el cambio global de esa Constitución, ni en la convocatoria de una Asamblea Constituyente».
Un concepto errado de constituyente
¿Qué va a hacer Arria? Si se aviniere a firmar el 23 de enero su compromiso con los LPGUN, contradiría frontalmente su planteamiento central. Si no lo hace, ¿podría la MUD permitir su participación en las elecciones primarias del 12 de febrero? ¿Podría su tesorería devolver a Arria el importe de su boleto de entrada, que con toda probabilidad habrá ya gastado? Arria pareciera haber preparado una salida, al enviar a Aveledo una carta que ha dado a conocer el sábado 14 de enero; en ella, sin aludir al asunto constituyente, dice:
En carta dirigida al coordinador de la MUD fijé posición con respecto al Compromiso de Unidad Nacional:
«El Compromiso de Unidad Nacional, debe expresar con absoluta transparencia, las características y dimensión del reto que enfrentará un Gobierno de Unidad Nacional. En este sentido no puedo sino destacarle que decirle al país la verdad, y toda la verdad sobre la situación política y económica en que se encuentra es, más que crítico, esencial para afianzar la credibilidad del compromiso ante la audiencia nacional».
(…)
Sólo si la Unidad adopta el compromiso expreso de hablarle al país de manera clara y contundente, sobre cuán grave es su situación actual, de cuán difíciles son las perspectivas políticas, económicas y sociales de Venezuela, y más grave aún, de caer en la disolución de la vida civil, podremos esperar que para las cruciales elecciones de este año, el país entienda lo que está realmente en juego, y ejerza su derecho al voto de la manera más informada y consciente posible.
En otras palabras, Arria no cree que los LPGUN hablan desde esa claridad, pues en caso contrario no habría necesidad de su advertencia a Aveledo. Ya tiene, entonces, el pretexto para retirar su candidatura, sin admitir la razón real: que su intento no ha recabado un apoyo superior a un promedio de 2% en las encuestas. Para él, las uvas están verdes, como diría la proverbial zorra de Félix de Samaniego.
………
Una segunda cosa que salta a la vista es el tratamiento timorato de la política social de Hugo Chávez, asentado sobre la noción, también formulada por John Magdaleno el 8 de octubre de 2009 (Carta Semanal #352 de doctorpolítico), de que Chávez «nos» gana por las misiones:
…el encuestólogo (…) procedió a instruir a los circunstantes con interpretaciones harto conocidas, presentadas como si nunca hubieran sido pensadas. Por ejemplo, que la aceptación de Chávez había sido alta porque ponía énfasis en la agenda social: salud, alimentación y educación, principalmente; esto es, por las famosas “misiones”. En cambio, la oposición se habría concentrado en la agenda política: la libertad, la crítica a la corrupción y el militarismo, la defensa de los presos políticos y el derecho de protesta, etcétera. Allí estaría la clave de la diferencia en el desempeño del régimen y el de la oposición, entre el oficialismo y “nosotros”.
Los LPGUN declaran en su introducción (16), al reconocer que se inspiran en las «100 Soluciones para la gente» que acompañaron la campaña de la MUD a la Asamblea Nacional: «Nos comprometemos a diseñar y poner en práctica políticas que mejoren la vida de los venezolanos. Para ello, reconoceremos los beneficios otorgados, y trabajaremos para ampliarlos en cobertura y calidad». Hay un grande temor a criticar las misiones de Chávez. (Dicho sea de paso, ¿qué es de la vida del centenar de «soluciones para la gente»? ¿Pudiera Alfredo Keller encuestar y ver si algún elector común recuerda aunque sea una de esas «soluciones»? ¿Habrá votado alguien por convicción de la bondad o conveniencia de alguna de ellas? Lo digo porque la centena ha sido rebasada con creces en los LPGUN, que contienen la muy estimable cifra de 1.252 «lineamientos»).
De modo más preocupante, la MUD asume terminología de Chávez, al dedicar la subsección «Y la inclusión social» de la sección «El espíritu general del nuevo gobierno» en el capítulo 1, «Institucionalidad democrática». Allí se lee:
Y la inclusión social
40. La oferta social del programa y del gobierno de la Unidad pertenece al corazón de su ideario. La inclusión social será uno de los grandes desafíos del nuevo gobierno, porque los abismos estructurales para el acceso al disfrute de los derechos sociales básicos son numerosos.
(…)
42. Lo anterior, sumado al espíritu integrador antes referido, hace aconsejable preservar los niveles de protección social que el actual gobierno haya alcanzado, aunque reorientándolos o reconduciéndolos a la lógica institucional y de respeto a los derechos humanos de todos que ha de guiar las políticas y la actuación oficiales.
L. P. España: derechos exclusivos sobre exclusión
En cambio, un experto en esto de incluir y excluir, Luis Pedro España (Director, desde hace años, del Estudio de la UCAB sobre la pobreza), escribió el 12 de enero (La estafa mejor vendida) en El Nacional:
Desde el punto de vista técnico, moral y democrático las misiones son, más que una oferta engañosa, un ardid con el que se tiene secuestrada la política social de Venezuela, de la cual puede que no podremos zafarnos hasta que en la práctica se ensayen con éxito mejores fórmulas.
Técnicamente no se acogen a principios de justicia social, redistribución progresiva o consideran indicadores de eficiencia y eficacia. Están disponibles para aquellos ciudadanos que merezcan los favores del Estado según el juicio de los militantes de base del Gobierno, además de contar con todo un rosario de ineficiencias caracterizadas por una lógica de operativo, plan de emergencia o jornada especial, que resta la continuidad y constancia que requiere toda política social que pretenda tener impacto y generar haberes humanos y productivos en sus destinatarios.
Desde el punto de vista moral son un chantaje político que sólo la falta de escrúpulos de sus propugnadores, comenzando por el mismísimo jefe, es capaz de permitir y avalar sin el menor cargo de conciencia o vergüenza política. No sólo se reconoció desde el principio su utilidad política antes que social, sino que además su instrumento de implementación, las listas y censos, no hacen sino ratificar la lealtad prepago (es decir, previa a recibir el beneficio) que está detrás de cualquiera de las (ahora llamadas grandes) misiones.
Democráticamente las misiones han convertido los derechos sociales, que son, más que constitucionales, un producto de las luchas sociales de nuestro pueblo, en favores personales de un caudillo y una ideología, y han suprimido clientelarmente cualquier posibilidad de disenso o simple derecho al pataleo.
En ningún caso las misiones sociales pueden asociarse a éxitos tangibles. La muletilla de reducción de la pobreza es cortesía del boom petrolero y de un aumento del consumo de las familias, que en modo alguno trasforma las causas estructurales de nuestra pésima calidad de vida.
¿Es que la MUD—o los 31 equipos que compusieron sus LPGUN—, que se define como oposición, no sabe hacerla? Al asumir el término «inclusión» como propio—por cierto, España incurre desde hace años en la misma práctica—, refuerza la narrativa oficialista de inclusión y exclusión. (DRAE: incluir. 1. tr. Poner algo dentro de otra cosa o dentro de sus límites. 2. tr. Dicho de una cosa: Contener a otra, o llevarla implícita. excluir. 1. tr. Quitar a alguien o algo del lugar que ocupaba). ¿Es que hay una reunión periódica en algún punto del Caracas Country Club en la que se dilucide cómo se va a excluir efectivamente a determinados venezolanos del «disfrute de los derechos sociales básicos»? Seguramente hay en Venezuela, como en todas partes, empresarios desalmados—al igual que políticos, deportistas, sacerdotes, científicos, literatos, enfermeros y bomberos desalmados—pero, en general, está en el interés del empresario más bruto que la población ante la que se desempeña sea próspera, no pobre o «excluida». La explicación de la pobreza como «exclusión» es una soberana tontería.
………
Los LPGUN son de una densidad equivalente a la del innombrable Consenso-País en aquello de seudoproposiciones o afirmaciones sencillamente bobas. He aquí unos pocos botones de muestra:
76. Los consejos comunales deben estar claramente perfilados como instancias de participación, en los términos del artículo 70 de la Constitución.
317. A partir de entonces se perdieron tres grandes virtudes que tuvo nuestra economía por más de 50 años: tipo de cambio estable, inflación de un dígito, y crecimiento sostenido y constante [¿no son «sostenido» y «constante» la misma cosa?], lo que, entre otros factores, encontró sustento en la disciplina fiscal y monetaria que fue característica de dicho período.
363. El próximo gobierno de Unidad Nacional debe asegurar un cambio de rumbo para Venezuela. Es una tarea compleja, considerando que el actual gobierno ha acentuado la reconocida fragilidad de la economía venezolana y la vulnerabilidad de los venezolanos frente a cambios de origen externo o el impacto de políticas abiertamente inadecuadas.
394. Parte del gasto público debe destinarse a programas de obras públicas, incluyendo la reorganización del programa de construcción de viviendas en necesaria alianza con el sector privado.
551. La primera acción debe ser la emisión de un nítido y coherente mensaje dirigido al sector privado productor y a los consumidores para reestablecer [sic] la confianza.
1151. Se implementarán programas de recuperación de la infraestructura y superestructura aeroportuaria existente, lo que incluye la adecuación de los sistemas de control de tráfico, terminales, pistas y demás áreas, así como la mejoría de los servicios de navegación.
A estas alturas el lector habrá aprendido a construir proposiciones contrarias a las listadas, esperables, por tanto, en el discurso de campaña de Hugo Chávez. Como ayuda a su propio ejercicio, he aquí una posible redacción alterna del número 76: «Los consejos comunales deben estar opacamente perfilados como instancias de participación, en contravención del artículo 70 de la Constitución». Ñapa: la redacción chavista del número 551 quedaría así: «La primera acción debe ser la emisión de un borroso e incoherente mensaje dirigido al sector privado productor y a los consumidores para establecer la desconfianza».
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Pero es la pretensión principal de la MUD que quienes participen como precandidatos en sus elecciones primarias del 12 de febrero se comprometan a asumir los LPGUN como el programa que el Ejecutivo Nacional, dirigido por uno de ellos, desarrollaría. Además quiere que se comprometan a no presentarse a la reelección en 2018.
Vamos a ver si nos entendemos. Los LPGUN han asentado que «La base normativa fundamental para el nuevo gobierno es la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela». Bueno, es la atribución 18 del Presidente de la República (Artículo 236 de la Constitución) «Formular el Plan Nacional de Desarrollo y dirigir su ejecución previa aprobación de la Asamblea Nacional». Y establecía originalmente el Artículo 230: «El Presidente o Presidenta de la República puede ser reelegido, de inmediato y por una sola vez, para un período adicional». Como sabemos, la enmienda constitucional aprobada el 15 de febrero de 2009 eliminó la limitación de la reelección por un solo período adicional.
Entonces, si la Constitución es consagrada como «la base normativa fundamental» de un hipotético «Gobierno de Unidad Nacional», ¿cómo es que la MUD misma la vulnera imponiendo limitaciones a prerrogativas irrenunciables, vistiendo a sus precandidatos con camisas de fuerza? Ningún candidato a la Presidencia puede renunciar a una atribución que sea, a la vez, una exigencia, como la potestad de formular el plan de acción del Ejecutivo Nacional; tampoco puede imponérsele la renuncia a la posibilidad de reelegirse, como tampoco puede renunciar un obrero a sus prestaciones sociales, aunque algún patrono inescrupuloso presente en un tribunal del trabajo un papel firmado donde eso conste.
Claro que ya ha comenzado el sutil reacomodo terminológico, que abre la puerta a desdecirse en estas contradicciones, anunciadas con bombos y platillos. El documento aquí discutido se llamó Lineamientos del Programa de Gobierno de Unidad Nacional; si nos fijamos en la redacción de la invitación al acto del 23 de enero, ya ella dice Lineamientos para el Programa de Gobierno de Unidad Nacional. (Una unidad «nacional», por cierto, que la encuesta del IVAD del 27 de octubre al 3 de noviembre de 2011 estimó en 27,4%). La cosa como que es una mera sugerencia.
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De resto, el lenguaje, las nociones fundamentales y los supuestos de los fulanos LPGUN ponen de manifiesto la vigencia, en el reino de la oposición, de conceptos políticos tan anticuados como presuntuosos. Uno destaca: la creencia de que los países son hechos por los gobiernos. (15. «Construir una sociedad productiva y de progreso». 363. «El próximo gobierno de Unidad Nacional debe asegurar un cambio de rumbo para Venezuela». O, al final: «Unidad en la inclusión. La política debe servir para construir una sociedad que incluya a todos»).
Los países tienen la mala costumbre de construirse ellos mismos, muchas veces a contrapelo de los estorbos de los gobiernos más entrometidos, como el que ahora tenemos. Es típica la arrogancia política de quienes creen que los presidentes son los jefes de los pueblos. (Henrique Salas Römer, por ejemplo: «Aquel que pretenda gobernar sobre un país…», diciembre de 1998. O Hugo Chávez, «No me ocupo de la oposición; estoy muy ocupado dirigiendo al país», septiembre de 2005). Los presidentes son, escasamente, los jefes del aparato ejecutivo estatal en el nivel nacional. No son nuestros jefes; son nuestros mandatarios. Somos nosotros los mandantes.
Ya basta de presunciones obsoletas, que indignan. LEA
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