Una ideología se compone de una explicación y una prescripción. Por el primero de sus componentes, pretende entender cómo funciona una sociedad dada o, como en el caso de la más pretenciosa de todas (el marxismo), la historia entera de la humanidad. (Historicismo marxista o materialismo histórico). Es este componente el que se quiere hacer pasar por científico. Aunque fue la pareja Marx-Engels la que acuñó el término “socialismo utópico”, fue el segundo quien catalogó las teorías de Marx como “socialismo científico”. Muchos creen conmovedoramente que esto es así. El general Raúl Isaías Baduel, con ocasión de su pase a retiro el 18 de julio de 2007, dijo en su discurso de despedida: “…si la base para la construcción del Socialismo del Siglo XXI es una teoría científica de la talla de la de Marx y Engels…”, …”, y el presidente Chávez dijo en la Asamblea Nacional el 15 de enero de este año: “El marxismo sin duda que es la teoría más avanzada en la interpretación, en primer lugar, científica de la historia, de la realidad concreta de los pueblos…” Captor y cautivo piensan lo mismo en este punto.
Fue, sin embargo, nadie menos que Karl Popper, el papa de la Filosofía de la Ciencia en el siglo XX, quien mostrara y demostrara que el “historicismo”, en particular el marxista, era un discurso contracientífico. (En La miseria del historicismo). Antes, en La lógica de la investigación científica, Popper estableció un sólido criterio, el famoso “criterio de demarcación”, para distinguir entre un discurso científico y uno que no lo es. El marxismo no pudo nunca superar la barra del criterio popperiano.
La explicación proporcionada por la ideología usualmente consigue culpables de un estado indeseable de la sociedad—indeseabilidad que se establece según los “valores” de la ideología concreta—que resalta en su crítica. Así, por ejemplo, el marxista sostendrá que la culpa del subdesarrollo es de la empresa privada, cuyo afán de lucro produce la “exclusión” de grandes contingentes humanos en su afán por mantener privilegios de clase, y que el Estado revolucionario está llamado a corregir ese estado de cosas; por lo contrario, un liberal argüirá que el subdesarrollo es culpa de la excesiva intromisión del Estado en la economía y que, si se deja tranquila a la “libre empresa”, será posible alcanzar un desarrollo avanzado. En medio de estos polos extremos se ubican las ideologías intermedias: básicamente la socialdemocracia (socialismo evolucionista o reformista), una suerte de socialismo de virulencia atenuada fundado desde Alemania por Eduard Bernstein hacia 1896, y la democracia cristiana o socialcristianismo, desarrollado a partir de principios expuestos en las “encíclicas sociales” de los papas a partir de León XIII (1891), y que desde un inicio se perfilaba explícitamente como un “tercer camino”.
Todas ellas son formas obsoletas e ineficaces de plantearse la actividad política. Son medicina precientífica. LEA
Decíamos ayerque España anda de fútbol mientras el canciller Moratinos rescata presos políticos de Cuba. El mismo día llegaron a suelo español los primeros siete liberados, alegres pero incapaces de reforzar a la selección española. Los andares exitosos del Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero fueron posteriores al levantamiento de datos de una encuesta—27 de mayo al 18 de junio—en la que no le va tan mal al gobierno del PSOE, al menos en lo que atañe a su presidencia semestral de la Unión Europea. Tampoco, a pesar de las penurias macroeconómicas, al Banco de España; siendo justamente la UE la entidad internacional mejor valorada por los españoles (calificación de 5,9), la OTAN ha sacado una nota de 5,4 y el instituto emisor español una de 5,1, por delante del Banco Central Europeo (4,8). De penúltimo y último aparecen el Fondo Monetario Internacional (4,6) y el G-20 (4,8).
El estudio no es otro que el Barómetro del Real Instituto Elcano, un “foro de análisis y discusión sobre la actualidad internacional y muy particularmente sobre las relaciones internacionales de España”. El instituto es una fundación privada bajo la Presidencia de Honor de S.A.R. el Príncipe de Asturias, establecida en diciembre de 2001 con el fin de ser de utilidad “para la toma de decisiones de los agentes españoles, públicos y privados, que trabajan en el plano internacional”. De allí que el Barómetro se enfoque sobre temas, instituciones y actores internacionales y los países mismos. Por ejemplo, los españoles consultados (1.200) opinaron peor de Cuba (4,5), Marruecos (4,5), Israel (4) e Irán (3,4), y mejor de Alemania (6,3), Francia (6,1), Estados Unidos (6), Inglaterra (5,9) y Argentina (5,7), cuando aún Maradona no había fracasado tan feo.
Se pone la cosa interesante cuando la calificación se adjudica a los gobernantes. El consentido de los españoles es Barack Obama, con la máxima calificación de 7,6. La Sra. Merkel obtuvo 6,4 puntos, Sarkozy 5,7 y Cameron, el recién llegado, 5,2.
Entre los peores alumnos de la clase están, en orden infamante, Mahmoud Ahmadinejad (3,1), Silvio Berlusconi (2,9), y Raúl Castro (2,3). El último del lote, el peor del curso: Hugo Chávez, quien con 1,9 puntos está, si no ponchado, al menos muy raspado.
En cambio, como decía hace cinco días Fray Luis Vicente León (vía UberTwitter): “La iglesia católica lideriza la lista de instituciones con mayor credibilidad en Venezuela”. Y también: “Dentro de los grupos chavistas, la iglesia católica es también la institución con mayor credibilidad en Vzla”.
En atuendo deportivo gringo, capitalista y burgués
Fidel Castro no es tan viejo. Es menor, por ejemplo, que Hugh Hefner (9 de abril de 1926), el fundador de Playboy Magazine. Castro es cuatro meses y cuatro días menor (13 de agosto de 1926) que el fauno millonario, quien en estos días batalla con su competidor, Penthouse, por el control del grupo de las conejitas.
Castro tampoco quiere perder—o parecer que pierde—control de su imperio en Cuba. La Revolución Cubana también es una marca, posicionada desde hace tiempo entre los consumidores políticos izquierdistas, especialmente los franceses, como algo chic. Acaba de aparecer en un programa de opinión (Mesa redonda) de la televisión estatal cubana—¿es que hay televisión en Cuba que no sea estatal?—, justamente cuando el régimen que preside su hermano menor—mucho menor; Raúl tiene sólo 79 años—está en las noticias porque, en magnanimidad por cuotas, concederá la libertad a 52 presos políticos, luego de intercesión de los prelados católicos de Cuba y el gobierno español, hoy inflado con vientos de fútbol.
Por supuesto que la noticia de esa liberación debe alegrar los corazones, como la de Ingrid Betancourt—que mete la pata con peregrinas demandas contra el Estado colombiano—en su momento. Pero es que ni Betancourt, por más imprudente que fuera, ni los disidentes cubanos que recuperarán su libertad física (no la política) tenían por qué estar privados de ella. La pretensión de Castro el mayor, de coger cámara en la liberación de unos presos que él mismo encerró hace siete años, es una muestra más del caradurismo socialista.
Apareció, pues, como oráculo, como viejo sabio, como grande y experimentado timonel, para advertir de la inminencia de una guerra nuclear en el Cercano Oriente. Hace no mucho escribió que los Estados Unidos e Israel procurarían usar el Campeonato Mundial de Fútbol como distracción para lanzar desapercibidos un ataque contra Irán. (¿Creería, realmente, que el alto mando militar iraní podía ser sorprendido mientras miraba encuentros deportivos en Sudáfrica?) Ayer concluyó el mes futbolístico y no hubo ataque alguno, quizás porque su astucia desmontó la aviesa maniobra a tiempo.
Ahora fue más allá, advirtiendo a los Estados Unidos que guerrear con Irán no es lo mismo que combatir con Irak: “Cuando Bush atacó a Irak, Irak era un país dividido. Irán no está dividido”. Aparentemente, durante su larga e inconclusa convalecencia, no se enteró de la represión que Ahmadinejad se vio forzado a emplear para aplacar la protesta post electoral de la mitad de ese país.
Hasta ahora, por lo que se conoce de la entrevista en Mesa redonda, Castro el viejo no objetó en modo alguno el barbárico procedimiento penal de la lapidación en Irán. LEA
La rendición de BredaoLas lanzas es un óleo sobre lienzo, pintado entre 1634 y 1635 por Diego Rodríguez de Silva y Velázquez y que se conserva en el Museo del Prado de Madrid desde 1819.
Para entender desde un punto de vista histórico esta obra de Velázquez hay que remontarse un poco a lo que estaba sucediendo desde finales del siglo XVI y principios del XVII. Los Países Bajos (liderados por su noble más importante, Guillermo de Orange) estaban inmersos en la guerra de los ochenta años o guerra de Flandes, en la que luchaban por independizarse de España.
En 1590, con Mauricio de Nassau-Orange (cuarto hijo de Guillermo) como estatúder de las Provincias Unidas de los Países Bajos, la ciudad de Breda fue tomada por los holandeses. La tregua de los doce años mantuvo el país en calma entre 1609 y 1621. Cuando el rey de España Felipe IV subió al trono en 1621, la tregua expiró y la guerra comenzó de nuevo. La intención de Felipe IV era recuperar esa plaza tan importante desde la cual se podría maniobrar para otras conquistas.
Felipe IV nombró como jefe supremo de la expedición a Breda al mejor estratega a su servicio conocido en aquella época, al aristócrata genovés Ambrosio de Spinola, que se puso al mando de 40.000 hombres más un buen número de generales españoles, como el marqués de Leganés y don Carlos Coloma, militares muy famosos.
La ciudad de Breda estaba defendida por Justino de Nassau, de la casa de Orange. El cerco y sitio a la ciudad fue una lección de estrategia militar. Algunos generales de otras naciones acudieron allí en calidad de lo que hoy se entiende como «agregado militar», para conocer y observar la táctica del gran Spinola. Lo principal era impedir que hasta el sitio llegaran refuerzos de víveres y municiones. Para ello se realizaron una serie de acciones secundarias; una de las que más éxito tuvo fue el anegar los terrenos inmediatos e impedir así el paso a la posible ayuda.
Las crónicas de la época cuentan que la defensa de Breda llegó a ser heroica, pero la guarnición tuvo que rendirse y levantar la bandera. Justino de Nassau capituló el día 5 de junio de 1625. Fue una capitulación honrosa que el ejército español reconoció como tal, admirando en su enemigo la valentía de los asediados. Por estas razones permitió que la guarnición saliera formada en orden militar, con sus banderas al frente. Los generales españoles dieron la orden de que los vencidos fueran rigurosamente respetados y tratados con dignidad. Las crónicas cuentan también el momento en que el general español Spinola esperaba fuera de las fortificaciones al general holandés Nassau. La entrevista fue un acto de cortesía, el enemigo fue tratado con caballerosidad, sin humillación. Este es el momento histórico que eligió Velázquez para pintar su cuadro.
La conversación con Aymara Lorenzo en Primera Página, el programa que conduce por Globovisión, tuvo lugar cuatro días después de la entrevista de radio que me hiciera a cuatro manos con Argelia Ríos(En dos platos). Para mi sorpresa, se suscitó una buena cantidad de comentarios favorables, muy interesados. Los ágiles twitteros fueron especialmente generosos.
El martes siguiente, Día de San Pedro y San Pablo, visité una sesión de análisis en la Fundación Raúl Leoni, al cabo de la cual uno de los participantes me dijo que «había tenido» que verme en La Hojilla. Explicó que su señora madre le dijo, al mediodía del 25, que hubiera querido que viera a un sociólogo que había estado en Globovisión y que el programa había estado «muy bueno». Él respondió que entonces me vería en La Hojilla pues, si había sido así, Mario Silva no me perdonaría. En efecto, al sintonizar por la noche Venezolana de Televisión, allí me encontró. Este blog tiene los videos de esa edición de La Hojilla, en la que el Sr. Silva me hizo el señalado favor de dedicarme dos de sus tres secciones; se consiguen sin dificultad alguna en la web de VTV (primer segmentoysegundo segmento). En una próxima entrada, me ocuparé del peculiar «análisis» de ese insólito comentarista.
He aquí el tercer y último fragmento de la entrevista en Primera Página. Es fácil notar la amabilidad de Aymara Lorenzo, que permitió todo el espacio al entrevistado. Gracias a ella, y gracias a Globovisión.
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