Actualizado con nota al pie

Discípulo de Álvaro Uribe Vélez, «gente decente»

 

Los cisnes—que son, como se sabe, palmípedas—no cacarean. Más bien graznan. Las aves que cacarean se encuentran propiamente dentro de la familia de las gallináceas. (No todas las gallináceas, es de advertir, cacarean). Sin embargo, una de las más cacareadas de las “pruebas” de fraude sistemático y masivo es un estudio cuyos autores son Ricardo Hausmann y Roberto Rigobón y que lleva por título “En busca del cisne negro: Análisis de la evidencia estadística sobre fraude electoral en Venezuela”.

Juvenalia y tropicalia, 9 de septiembre de 2004

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¿Habrá algún país latinoamericano que preste sus fuerzas armadas para proteger a la oposición venezolana?

Álvaro Uribe Vélez, 13 de mayo de 2016

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A sense of disaster pervaded the United States, sharpened by the most widely quoted remark of the war: «It becomes necessary to destroy the town in order to save it.» The American major meant that the town had to be razed in order to rout the Viet-Cong, but his phrase seemed to symbolize the use of American power—destroying the object of its protection in order to preserve it from Communism.

Barbara Tuchman, The March of Folly

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Con fecha de hoy se publica en Project Syndicate (The World’s Opinion Page) un artículo cuyo autor es Ricardo Hausmann: D-Day Venezuela, del que también hay versión en español. Se trata de una pieza delirante, que aboga por ¡la invasión de Venezuela por una fuerza armada ensamblada con militares de varios países de América y Europa! Hausmann pretende justificar tal crimen internacional sobre la base de una escueta enumeración más de los problemas que aquejan a la población venezolana. (No dice nada que no sepamos). Previamente, despacha como remedios inadecuados o inútiles dos posibles desenlaces: el que proporcionaría una elección presidencial y el que provendría de un golpe de Estado militar, como si se tratara de categorías equivalentes.

Dado que todas las soluciones son imprácticas, inviables o inaceptables, la mayoría de los venezolanos anhelan alguna forma de deus ex machina que los salve de esta tragedia. Lo mejor sería poder convocar elecciones libres y justas para llegar a tener un nuevo gobierno. Este es el Plan A de la oposición venezolana organizada en torno a Mesa de la Unidad Democrática, y es lo que se busca en las conversaciones que se están realizando en la República Dominicana. No obstante, es un desafío a la credulidad pensar que un régimen dispuesto a matar de hambre a millones de personas para mantenerse en el poder, va a ceder ese poder en elecciones libres.

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La idea de un golpe militar para restaurar el orden constitucional agrada menos a muchos políticos democráticos porque temen que después los soldados no regresen a sus cuarteles. Por lo demás, el régimen de Maduro ya es una dictadura militar, con oficiales a cargo de muchas agencias gubernamentales. Los oficiales de alto rango de las fuerzas armadas son esencialmente corruptos, habiendo participado durante años en actividades de contrabando, delitos cambiarios y en las compras públicas, narcotráfico y muertes extrajudiciales que, en términos per cápita, son tres veces más prevalentes que en Las Filipinas de Rodrigo Duterte. Un número importante de altos oficiales decentes han estado renunciando a las fuerzas armadas.

El adjetivo que Hausmann adjudica a los altos oficiales que estarían renunciando en «número importante» (?) evoca la fórmula que Juan Carlos Sosa Azpúrua propugnaba en agosto de 2014 (buscar «unos militares decentes»), pero también es un contrasentido la prédica de un procedimiento a todas luces inconstitucional para «restaurar el orden constitucional». Según el economista de longevo y voluntario exilio, el fuego debe combatirse precisamente con fuego.

No se queda allí, sin embargo; primero desprecia la utilidad de las sanciones internacionales aplaudidas y procuradas por más de un dirigente de la oposición:

Las sanciones focalizadas en individuos, que administra la Office of Foreign Assets Control (OFAC) de Estados Unidos, están incomodando a muchos de los bandidos que gobiernan Venezuela. No obstante, en el mejor de los casos son muy lentas, pues para el tiempo que rindan el efecto deseado se habrán producido decenas de miles de muertes evitables y se habrán ido al exterior millones de nuevos refugiados venezolanos. Y, en el peor de los casos, nunca surtirán efecto. Al fin y al cabo, sanciones como estas no han conducido a un cambio de régimen en Rusia, Corea del Norte, ni Irán.

A continuación, anuncia su prescripción pretendidamente infalible con el mayor desparpajo:

Esto nos deja con una posible intervención militar internacional, solución que asusta a la mayoría de los gobiernos latinoamericanos a causa de la historia de agresiones contra sus intereses soberanos, especialmente en México y Centroamérica. (…) Si se trata de soluciones, por qué no considerar la siguiente: la Asamblea Nacional podría destituir a Maduro y al narcotraficante de su vicepresidente, Tareck El Aissami, sancionado por la OFAC y a quien el gobierno estadounidense le ha embargado más de US$ 500 millones. Dado este vacío de poder, la Asamblea, nombraría de forma constitucional a un nuevo gobierno, el que a su vez podría solicitar asistencia militar a una coalición de países amigos, entre ellos, latinoamericanos, norteamericanos y europeos. Esta fuerza liberaría a Venezuela de la misma forma en que canadienses, australianos, británicos y estadounidenses liberaron a Europa en 1944-1945. Más cerca de casa, esto sería semejante a la liberación de Panamá de la opresión de Manuel Noriega por parte de Estados Unidos, la que marcó el inicio de su democracia y del crecimiento económico más rápido de América Latina.

Panamá es propuesto como el modelo a seguir, económicamente y por haber sido objeto de invasión, pero en el original en inglés se nota de modo más inmediato la confusión de Hausmann: «the National Assembly could impeach Maduro». Hausmann parece creer que es aplicable en Venezuela el procedimiento estadounidense de impeachment, y también luce que ignora que el 9 de enero de 2017 ya la Asamblea Nacional había declarado el «abandono» del cargo de Presidente de la República por parte de Nicolás Maduro; esto es, ya lo habría destituido. (Sin el menor efecto, por cuanto se trató de procedimiento tan arbitrario como nulo. Ni la propia Asamblea Nacional creyó en su decisión, puesto que dejó de oficiar al Consejo Nacional Electoral para que convocara elecciones presidenciales en el plazo de un mes, como manda la Constitución para el caso de falta absoluta del Presidente antes de cumplirse cuatro años del período, lo que ocurriría al día siguiente. Ni siquiera porque habría «llegado en la raya» se le ocurrió a Julio Borges exigir esas elecciones).*

En síntesis, no es ya que Hausmann, contratado en 2004 por María Corina Machado, crea haber demostrado fraude en el referendo revocatorio contra Hugo Chávez; ahora su delirio alcanza nuevas cotas para abogar por una invasión militar de Venezuela que incluiría tropas estadounidenses: «una coalición de países amigos, entre ellos, latinoamericanos, norteamericanos y europeos». Al menos Uribe Vélez había entrevisto la «ayuda» de sólo «algún país latinoamericano».

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Hausmann se inscribe en la simplista «comprensión habitual de nuestra política nacional como película en blanco y negro, una historia de héroes contra villanos (en roles cambiantes según quien la cuente) que no admitiría otras salidas». (El mercado político nacional, 8 de octubre de 2014). Así trasluce cuando escribe «la oposición política organizada está hoy en una posición de mayor debilidad que en julio, a pesar de la crisis y del masivo apoyo diplomático internacional», como si no hubiera otras opciones. Las próximas elecciones nacionales contarán con candidatos que no se inscriben en tal dicotómica polarización.

Déjenos tranquilos, Prof. Hausmann; desde su exilio dorado, desde su Hausmannskost (cocina casera) no se ocupe más de nosotros. Los venezolanos lo declaramos persona non grata. LEA

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Actualización: Bloomberg trae hoy (3 de enero) una nota de la que se traduce lo siguiente: «Pero, bajo las leyes actuales, los legisladores pueden expulsar a Maduro y El Aissami y procurar la instalación de un nuevo gobierno conducido por el jefe de la Asamblea Nacional. Esa persona pudiera entonces solicitar a fuerzas internacionales que provean asistencia militar para restaurar un orden democrático, dijo Hausmann». No existe ninguna ley venezolana que permita tales cosas. Bloomberg, quizás sin proponérselo, no hace otra cosa que confirmar el grado de delirio de Hausmann y su abismal ignorancia—y la de la agencia misma—acerca de la juridicidad venezolana, que más bien lo sometería a juicio por el delito de traición a la patria si pudiera echarle mano. (Ver asimismo la evaluación del desvarío en Americas Quarterly por Sean W. Burges y Fabricio Chagas Bastos: Invadir Venezuela es una pésima idea).

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