A la hija bien nacida, Estrella de la Mañana.

 

Las primeras escenas de una extraordinaria película de 1968 mostraban dos bandas de homínidos vecinos que se amenazaban ritualmente todos los días, antes de beber agua del mismo pozo, intentando recíprocamente reivindicar su posesión; no hacían más que dar chillidos histéricos. Arthur C. Clarke quiso decirnos—en 2001: Odisea del espacio, llevada al cine por Stanley Kubrick—que los problemas fronterizos son de muy vieja data. En aquella época antediluviana, no había aún políticos profesionales habituados al insulto y la amenaza, dependientes de esas drogas; tampoco magnicidios, golpes de Estado, sanciones internacionales (no había naciones) o elecciones que influir o posponer.

 

 

¿Alguna semejanza con nuestro ciclo diario de mutuas condenaciones o descalificaciones entre líderes, partidos u otros grupos y comentaristas? ¿Pura coincidencia, como se advierte usualmente en el cine? La cosa es aun más antigua, anterior a los primates:

…el cerebro que es evolutivamente más primitivo (cientos de millones de años), llamado por MacLean el Complejo R—rodea a la estructura que denominamos mesencéfalo—sigue existiendo y funcionando en el sistema nervioso central de los humanos que es, por supuesto, el más poderoso y sofisticado del reino de la zoología. A pesar de que más adelante en la evolución se superpondrán a él dos estructuras distintas y más evolucionadas—el llamado sistema límbico y el neocortex (corteza nueva)—la naturaleza no lo ha desechado: construye sobre él y lo preserva. El sistema límbico, asiento fundamental de las emociones, es posterior al Complejo R y anterior al neocortex, pero tampoco es desplazado por éste, que se le superpone sin anularlo cuando añade, al fin, las funciones superiores del pensamiento analítico y el lenguaje. No deja de parecer a Sagan divertido que MacLean haya “demostrado que el Complejo R juega un rol importante en la conducta agresiva, la territorialidad, el ritual y el establecimiento de las jerarquías sociales”. Y comenta Sagan: “A pesar de bienvenidas excepciones ocasionales, me parece que esto caracteriza una buena cantidad de la conducta burocrática y política moderna. No quiero decir por esto que el neocortex no esté funcionando en absoluto en una convención política norteamericana o una sesión del Soviet Supremo; después de todo, mucha de la comunicación en estos rituales es verbal y por tanto neocortical. Pero es sorprendente cuánto de nuestra conducta real—distinta de lo que decimos y pensamos de ella—puede ser descrita en términos reptilianos”. (Política natural, 19 de marzo de 2009. La letra R equivale a reptiles; dinosaurios, pues).

 

 

Escribió Daniel Eckmann en el Neue Zürcher Zeitungen (La decencia tiene un mercado, 10 de agosto de 2016):

…la política se alimenta de la emoción diaria más que de los fundamentos a largo plazo. Siempre cerca de cámaras y micrófonos, dado que todas las inhibiciones se pierden fácilmente. El intercambio de golpes ha sido durante mucho tiempo la forma retórica básica de la política. Los contextos no se explican ni se organizan, sino que se reducen a un lema. A favor o en contra, no hay nada en el medio. Y debido a que las etiquetas tienen que vencer, cada campo necesita sus chivos expiatorios. Cualquiera que piense diferente se convierte en un enemigo. Polarización, polémica y protesta en lugar de equilibrio, propiedad y sentido de la proporción. Un mal negocio. Es recompensado quien se queja de errores o defectos y señala con el dedo a los culpables. O, para decirlo sin rodeos: la producción de insatisfacción atrae más atención en el mercado político que la producción de soluciones.

Y eso es en Suiza. LEA

___________________________________________________________

 

Share This: