La Nota del Día se publicó en este blog hasta el 27 de julio de 2010. He aquí la del 11 de marzo de ese año.
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Los ciudadanos rusos han comenzado a usar el poco eufónico pero muy práctico término “desputinización”. Obviamente, esto quiere decir la cesación del poder e influencia de Vladimir Putin en su país, la desintoxicación de Rusia.
Simon Shuster ha escrito sobre el tema desde Moscú para TIME Magazine, y registra un cambio cualitativo que es desfavorable para Putin. De acuerdo con observación que obtuviera de Boris Nemtsov—el equivalente ruso de Julio Borges o Henry Ramos Allup—, hasta ahora la oposición a Putin no había logrado más que dejar caer “gotas de agua sobre un lingote incandescente”. Pero, últimamente, son ahora múltiples protestas de miles de ciudadanos contra el régimen las que exigen la renuncia del primer ministro ruso en localidades de provincia.
El punto de quiebre, arguye Shuster, ocurrió el 30 de enero, con una manifestación en Kaliningrado de 10.000 asistentes, nada para los estándares venezolanos pero desusadamente grande para “la dócil cultura política rusa”. Los habitantes de esta ciudad báltica se han visto grandemente afectados en lo económico, a consecuencia de medidas impositivas que han traído desempleo y el cierre de unos 20.000 negocios. Tampoco les agrada el gobernador impuesto por Moscú, y menos todavía que en medio de la crisis éste pase costosas vacaciones europeas. (O sea, un putinburgués cualquiera).
Nemtsov, como otros líderes de la oposición, fue hasta Kaliningrado para hablar a las concentraciones protestantes. Allá dijo: “Moscú está chupando los recursos de las regiones como si fueran sus colonias. Mientras no salgamos de este estado policial corrupto no habremos logrado nada”.
Pero lo interesante es que las protestas afloran en varios sitios, cada vez con mayor asistencia, y que simultáneamente la popularidad de Vladimir disminuye significativamente. A la semana siguiente de los eventos de Kaliningrado, la encuestadora estatal VTsIOM midió el más bajo nivel de aprobación de Putin de los últimos cuatro años.
A pesar de esto, Shuster advierte que Putin es, de lejos, el político ruso más popular y el más poderoso. El putinismo controla todas las instituciones políticas de Rusia, a su burocracia y los principales canales de televisión. (¿Suena conocido?) Y la oposición está profundamente dividida: “Los egos a veces sobrepasan su pragmatismo, y una alianza real pareciera imposible. Desde Kaliningrado, los líderes opositores han vuelto a las andadas de denunciarse los unos a los otros”. (Acá no estamos tan mal, a pesar de las recientes demostraciones en Carabobo).
Pareciera recomendable, entonces, que tanto el gobierno venezolano como su leal oposición adquieran espejos rusos. LEA
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Complemento
El 28 de junio de 2007, la Deutsche Welle decía en Chávez y Putin: ¿aliados naturales?: …la visita de Chávez le viene bien a Putin, según el director del equipo de investigaciones sobre Rusia de la Fundación Ciencia y Política (SWP), Prof. Dr. Hans-Henning Schröder. En conversación con DW-WORLD, el politólogo hizo notar que Putin está en gran medida aislado y sólo le queda la posibilidad de llevar a cabo una política de obstrucción. Y cualquiera que lo secunde en ello es bienvenido. Por otra parte, su estructura económica se asemeja más bien a la de un país emergente, ya que se basa en alto grado en la exportación de materias primas. Ahora, sin embargo, los cambios en el mercado energético han mejorado su situación. Y Moscú quiere aprovechar el momento para consolidar su posición en el plano internacional, dice el politólogo. En este contexto hay similitudes con lo que ocurre en Venezuela, que tampoco tiene fuerza para desarrollar más que una política de obstrucción a ese nivel. En este contexto Chávez es un socio oportuno para Putin, opina Schröder, calificándolos como «socios naturales». Pero de ahí no se colige que sean aliados estratégicos, sino más bien circunstanciales. Por otra parte, no cabe esperar que la cúpula rusa pueda llegar a dar un giro en dirección a la cruzada ideológica de Chávez porque, según puntualiza Schröder, «las elites rusas se han enriquecido hasta la saciedad con el modelo, de modo que no tienen inclinación alguna al socialismo».
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