por Luis Enrique Alcalá | Dic 12, 2012 | Argumentos, Política |
El delta primario de las posibilidades (clic para ampliar)
El formalismo matemático (fractales) sobre el que se asienta la teoría de la complejidad, en cambio, permite describir el futuro como una estructura arborificada o ramificada, como una arquitectura discontinua en la que unos pocos futuros posibles actúan como cauces o “atractrices” por los que puede discurrir la evolución del presente. (…) Es así como aun en condiciones de extrema complejidad es posible tanto predecir el futuro como seleccionarlo. Por el lado de la predicción social, el problema es ahora un asunto de identificación de las atractrices actuantes en un momento dado. Por el lado de la acción, se trata de evitar ciertas atractrices indeseables y de seleccionar alguna atractriz conveniente o, más allá, de crear una nueva atractriz altamente deseable.
Los rasgos del próximo paradigma político
La forma seria y responsable de considerar el futuro político es (…) imaginarlo como el delta de un río. Está formado por brazos o caños diversos, los que no llevan todos el mismo caudal. Los más caudalosos son los más probables.
Futuro en ramas
Un río que desemboca en año bisiesto.
Las élites culposas (Portada)
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La atención del país es unifocal: se clava sobre la sucesión presidencial. Al haber alertado Hugo Chávez Frías sobre su falta absoluta como Presidente de la República, una natural explosión de especulaciones ha caído sobre la psiquis nacional. Sabedor de que sería así, el presidente Chávez vino expresamente a amarrar el indócil futuro político inmediato. Por eso dijo—como el Padre, por el pico del Espíritu Santo, sobre Jesús de Nazaret en el Jordán—de Nicolás Maduro: «Este es mi hijo bien amado en quien he puesto todas mis complacencias».
Hugo Chávez sabe que de no actuar con decisión, inequívocamente, pudiera desatarse una lucha por el poder entre Maduro y Diosdado Cabello, para empezar. Elías Jaua pensaría cosas, como Adán Chávez, Jorge Rodríguez y José Vicente Rangel. Su alocución de la noche del sábado congela estas tensiones y asegura, al menos a corto plazo, que una guerra intestina no dé al traste con su revolución. Pero el testamento anunciado establece ya la premisa mayor de todo el análisis del asunto: Chávez Frías no llegará a 2019 en funciones presidenciales, y esto obliga a la realización de una nueva elección de Presidente.
La Constitución ha excavado los cauces de los tres caños que desaguan desde la desembocadura de la falta absoluta; fija el mapa del delta primario.
Artículo 233. Serán faltas absolutas del Presidente o Presidenta de la República: la muerte, su renuncia, la destitución decretada por sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, la incapacidad física o mental permanente certificada por una junta médica designada por el Tribunal Supremo de Justicia y con aprobación de la Asamblea Nacional, el abandono del cargo, declarado éste por la Asamblea Nacional, así como la revocatoria popular de su mandato.
Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional.
Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente o Presidenta de la República durante los primeros cuatro años del período constitucional, se procederá a una nueva elección universal y directa dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva.
En los casos anteriores, el nuevo Presidente o Presidenta completará el período constitucional correspondiente.
Si la falta absoluta se produce durante los últimos dos años del período constitucional, el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva asumirá la Presidencia de la República hasta completar el mismo.
Es sobre este mapa deltano que el Presidente ha trazado su preferencia: que sea Nicolás Maduro quien lo suceda como líder de su proyecto político.
Para que esto tenga alta probabilidad de asentarse como realidad, el factor tiempo es esencial. A corto plazo, nadie dentro del chavismo, ninguno de los líderes alternos, tiene posibilidad real de contradecir la voluntad expresada por el épico jefe. Nadie podría conspirar para serruchar las patas de la silla de Maduro con una narrativa necesaria que fuera convincente o, al menos, suficientemente persuasiva. Tampoco podría la Mesa de la Unidad Democrática reabrir el juego candidatural celebrando nuevas elecciones primarias; a plazo breve (no mayor de año y medio), la MUD tendría que morir con Capriles Radonski, a pesar de las insinuaciones de Antonio Ledezma y las apetencias de María Corina Machado y otros muchos pretendientes. Cualquier otra cosa causaría un considerable desconcierto en el mercado natural de la oposición, al que se le aseguró hasta el 6 de octubre que Capriles era el político que podría con Chávez y enrumbaría al país hacia un futuro mejor, que había un camino.
Esto se sabía desde hace tiempo; este blog lo anticipó el 12 de abril (hace ocho meses) en La segunda elección:
En consecuencia, vendría una segunda elección presidencial después de que Capriles haya sido derrotado. Él querrá presentarse a esa elección y la Mesa de la Unidad Democrática tendrá, como se dice, que morir con él. No va a organizar otras primarias, y Datanálisis vendría en su auxilio con mediciones—del 29 de febrero al 7 de marzo—que lo visualizan ganador ante los previsibles sustitutos de Chávez: Capriles 33,4%-Jaua 29,5%; Capriles 33,7%-Maduro 23,3%; Capriles 34,4%-Cabello 20,4%. A pesar de esto, las ganas de otros candidatos diferidos renacerán con fuerza y argumentarán que Capriles ya tuvo su oportunidad y fue vencido. Él dirá que su vencedor ya no existe.
La medición de Datanálisis ha quedado invalidada, no tanto por la derrota de Capriles (habrá que ver qué destino le espera el domingo de esta semana en Miranda) como porque ya el propio Chávez ha sacado a Cabello y Jaua del juego; ya no tendría la encuestadora que preguntar por tres teóricos cotejos, sólo por uno: Capriles vs. Maduro. Y lo más probable es que, a corto plazo, Maduro le ganara la elección a Capriles.
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Estando en el interés del gobierno moverse en el fast track, y no pareciendo posible que haya magníficas noticias médicas, tal vez su plan sea que Chávez tome posesión (anulando cualquier interinato de Cabello) para renunciar en pocos días o semanas y forzar el tránsito electoral según el tercer párrafo del Artículo 233, el más caudaloso de los caños del delta político. Los esfuerzos que le fueren posibles serían dedicados a buscar el voto por Maduro. (El Chamán del Guaraira Repano apunta que pudiera hasta tomar posesión en La Habana: un traslado de Luisa Estella Morales y unas cuantas firmas electrónicas bastarían, de acuerdo con los precedentes establecidos). La figura de Chávez se equipararía a la de Fidel Castro: un enfermo que se resiste a morir y se reserva meter la cuchara cuando lo estime imprescindible.
En suma, aun cuando los pronósticos médicos dieran a Chávez uno o dos años más de vida—el gobierno de los Estados Unidos estima (según dato que me aporta el agente de negocios del Arcángel San Gabriel) que durará hasta septiembre u octubre de 2013—dejaría la Presidencia; humanamente se habría ganado el reposo conveniente a la preparación de su muerte, y continuar al frente del gobierno lo sumergería en un pozo de decisiones impostergables, varias de ellas muy económicamente desagradables. Por la misma razón, sería políticamente de la mayor conveniencia que Maduro las tomara después de haber sido electo, es decir, pronto.
Entretanto, ya figuras de oposición pintan a Maduro con colores casi tan apetecibles como los que adornarían a Capriles. Eduardo Fernández ha propuesto que se conceda al Vicepresidente «el beneficio de la duda»; según él, ha demostrado ser «proclive al diálogo».
Él río está revuelto y sobran pescadores. LEA
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Nota. En el gráfico, las probabilidades adjudicadas son ilustrativas y no, naturalmente, mediciones precisas. Por ejemplo, se considera muy poco probable que el presidente Chávez no llegue a tomar posesión, menos que la probabilidad de que supere cuatro años del período. También, que se cree más probable que Maduro derrote a Capriles si la nueva elección se produce a breve plazo, y que a plazo mediano (después de año y medio), ni la candidatura de Maduro ni la de Capriles son seguras. En el muy improbable caso de que la falta absoluta ocurra luego de cumplidos cuatro años del período, una probabilidad menor de 100% (se ha colocado 70%) quiere decir que no es seguro que Maduro concluya el período aunque legalmente llegue a ser investido como Presidente.
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por Luis Enrique Alcalá | Nov 25, 2012 | Argumentos, Política |
Al final de la entrada se ha insertado una actualización a partir de notificaciones procedentes de la dirección de Twitter @GrupoLaColinaAC. Se ha añadido un tuit de Nelson Ramírez Torres y mi respuesta por correo electrónico.
La secuencia de implosión de una torre industrial
…admite inadvertidamente saber que no puede proporcionar un liderazgo nacional, cuando proclama: «Yo tengo una sola lucha: mejorar la calidad de vida del pueblo mirandino». El empleo de contrafigura de Hugo Chávez, demostrada la incompetencia de Capriles, está vacante.
Mimesis del adversario
We are not amused
Victoria de Inglaterra
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Más aborrece un vacío la política que la naturaleza. El campo opositor está de nuevo sin cabeza indiscutida y se mueven ostensiblemente algunos, y más discretamente otros, para postularse a esa función capital.
La aspiración más notoria es la de María Corina Machado, ciertamente la cabeza más articulada entre los precandidatos opositores que compitieron, el 12 de febrero, por el estandarte presidencial de la Mesa de la Unidad Democrática. Evaluando correctamente que Henrique Capriles Radonski no tiene cómo imponerse como líder de la oposición, ha iniciado una intensa campaña de reposicionamiento; ahora declara sobre todo y, más sintomáticamente, ha emitido una proclama que redactó, como la reina Victoria, en plural mayestático: “Tenemos la determinación de construir la Venezuela donde estos valores imperen y estamos dispuestos a liderar esta transformación. (…) Nos corresponde a nosotros asumir esta responsabilidad y liderar esta ineludible tarea”.
Leopoldo López, a su vez, ha emprendido una campaña de apoyo personal a los candidatos opositores a las gobernaciones, en apariciones sucesivas estado por estado. Otros maniobran de modo menos aparente: el persistente Eduardo Fernández (candidato que Lewis Pérez y Luis Miquilena reservaban en caso de que la candidatura Capriles no hubiera despegado) y Henry Ramos Allup, convencido de que los muchachos pusieron la torta del 7 de octubre, que parece ser promovido por los medios de Rafael Poleo como la única posible contrafigura de Hugo Chávez. También hay quienes acusan a Ramón Guillermo Aveledo de introducir cambios en la estructura de la MUD en preparación de una eventual candidatura suya, mientras él se queja de haber sido dejado solo y sin apoyo, principalmente financiero. Diego Arria se limita a publicar un libro: La hora de la verdad (¿toda la verdad y nada más que la verdad?)
Claro que Capriles Radonski no comparte el desahucio que se hace de su persona política e intentará repetir como candidato. Muchos opositores de a pie, que invirtieron una afiebrada fe en el candidato perdedor, creen que hay mucho Capriles para rato, que hizo una campaña extraordinaria, que el muchacho se portó muy bien. Pero si se hiciera una votación que calificara los puntos de Capriles en el examen de octubre, por más benévola que fuese probablemente rendiría que tuvo un buen desempeño, pero no tan bueno como para postularlo una segunda vez. No es para tanto.
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¿Por qué esta anticipada precampaña presidencial? ¿No sería la próxima elección de Primer Magistrado en 2018? La razón está en una lectura más o menos general, compartida por chavistas y opositores: que Chávez no podrá cubrir cuatro años de su nuevo período—después de los cuales el Vicepresidente Ejecutivo en funciones completaría lo que falte—, y entonces sobrevendría, si la Constitución no fuere alterada, una nueva elección. (Ver en este blog La segunda elección, entrada del 12 de abril de 2012). También el campo oficialista se preocupa y reacomoda ante esa posibilidad. En cualquier caso, nada convencional emergerá destacadamente hasta después del 16 de diciembre, una vez que se haya recompuesto por causa de las elecciones el mapa regional.
Pero hay otros actores que no obedecen a una lógica electoralista. El general Carlos Julio Peñaloza construye ahora una denuncia por entregas; ella amenaza con detonar una bomba que pudiera causar la implosión de la Mesa de la Unidad Democrática y la resurrección del abstencionismo, al suscitar graves sospechas sobre la honestidad del Consejo Nacional Electoral, las fuentes de financiamiento de la MUD y la presencia de quintacolumnistas en su seno. Hasta ahora, las insinuaciones de Peñaloza—con obvias inexactitudes—se han centrado sobre la presentación de un sospechoso: el Grupo La Colina y su jefe, el ingeniero Juan Mijares, a quien Peñaloza vincula con Teodoro Petkoff.
Peñaloza ni siquiera está seguro de la procedencia del nombre del Grupo La Colina; éste viene de haberse reunido en La Colina Creativa en el campus de la Universidad Metropolitana (no de «la colina» en el de la Universidad Simón Bolívar donde funciona IDEA, un instituto de investigación liderado en sus inicios por exiliados del IVIC: Raimundo Villegas y sus asociados, mayormente familiares). Vicente Díaz, Rector del CNE, es miembro del grupo, que sufrió una pequeña escisión para separar de la fracción más numerosa a Alfredo Croes, Melquíades Pulido, Diego Blanco y Alberto Schaffernorth (NetUno). El denunciante hace arrancar la historia con la concesión de la banda de 800 MHz a BellSouth (Telcel, en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez), un espectro de frecuencias anteriormente asignado a las comunicaciones de las fuerzas armadas venezolanas.* Un cheque de 107 millones de dólares pagados por BellSouth no habría llegado jamás al Tesoro Nacional. (Mijares era en esos tiempos el Director de CONATEL). Y, por supuesto, Peñaloza apunta a la «penetración» de la MUD y, antes, de la Coordinadora Democrática por fichas de La Colina, y a la especie de fraude electrónico por parte del Consejo Nacional Electoral. Regresaríamos a las cosas que en 2004 decían Henry Ramos Allup o Súmate respecto del referendo revocatorio, a la desbandada de 2005 que también liderase el jefe de Acción Democrática.**
Los alegatos de Peñaloza—una cita de Luis Castro Leiva, por ejemplo, entresacada de su contexto—me hicieron recordar un pasaje del astrofísico Carl Sagan en Los dragones del Edén:
Detectar conspiraciones cuando no hay ninguna es un síntoma de paranoia; detectarlas cuando sí existen es un signo de salud mental. Un conocido mío dice que si uno no es un poco paranoico en los Estados Unidos hoy en día entonces está loco. (…) En cierta forma, la ciencia puede ser descrita como el pensamiento paranoico aplicado a la Naturaleza: buscamos conspiraciones naturales, conexiones entre datos aparentemente dispares. Nuestro objetivo es abstraer patrones de la naturaleza (pensamiento del hemisferio derecho), pero muchos patrones que se proponen de hecho no corresponden con los datos. Así, los patrones propuestos deben someterse a la criba del análisis crítico (pensamiento del hemisferio izquierdo). La búsqueda de patrones sin análisis crítico, tanto como un rígido escepticismo sin la búsqueda de patrones, son las antípodas de una ciencia incompleta. Una eficaz búsqueda del conocimiento requiere ambas funciones.
En suma, no pinta nada bien el clima que rodea a la Mesa de la Unidad Democrática. Sórdida cosa esta nueva denuncia de Peñaloza, que reduce al nivel de una bagatela los veinte mil bolívares de Wilmer Ruperti para Juan Carlos Caldera. (Éste ya vuelve a ofrecer declaraciones como si no hubiera pasado nada). ¿Quiénes emergerían, al deceso de la MUD, como sus herederos? LEA
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*El abogado Nelson Ramírez Torres ha publicado un libro—La traición encubierta—sobre este caso de Telcel, que involucra a Roberto Smith Perera (Venezuela de Primera) y a Diego Arria, enlace inicial entre BellSouth y los intereses de los Cisneros. (Al preguntársele por las fuentes de financiamiento para su participación en las primarias de la MUD, Arria señaló que eran la venta de sus acciones de Telcel. Ramírez Torres asegura que nunca las tuvo; a lo sumo habría obtenido un jugoso finder’s fee).
**En depósito del Consejo Nacional Electoral en Fila de Mariches, Primero Justicia presentó, a quien en verdad era un miembro del Grupo La Colina, como técnico suyo. Leopoldo González mostró, el 29 de noviembre de 2005, «que las máquinas de votación guardaban, en un profundo piso de su memoria, la secuencia de los votos registrados en ellas. El sorpresivo hallazgo no equivalía, por supuesto, a la determinación de la posibilidad de fraude electoral. La memoria de las máquinas almacenaba exactamente los votos que habían sido emitidos, sin adulterarlos en lo más mínimo. El problema era que en principio podía ser vulnerado el secreto del sufragio, si se efectuaba el cotejo de la secuencia guardada en las memorias de las máquinas de votación con el orden de registro de las máquinas captahuellas. (…) En una reunión de la peña de Luis Ugueto Arismendi del 3 de abril de 2006, Alfredo Croes, destacado miembro del Grupo La Colina, certificó que las máquinas de Smartmatic hacían exactamente lo que la empresa había ofrecido y que no era posible acceder a la secuencia de votación sin la connivencia de gobierno y oposición». (Las élites culposas, pág. 273 y nota 162). Para abrir esa memoria había que recomponer una llave partida en cinco trozos, uno de los cuales quedaba en poder del CNE, dos quedaban al PSUV y dos a la oposición.
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ACTUALIZACIONES
1. Desde la dirección de Twitter @GrupoLaColinaAC, recibí primero el siguiente tuit dirigido a @doctorpolitico: «SE DESTAPA ESCÁNDALO EN CORAL GABLES por ejercicio ilegal del corretaje bursátil, GENERAL VENEZOLANO involucrado sancionado». (Lunes 26 de noviembre, a las 10:51 a. m.)
Poco después, la dirección mencionada insistía: «SE DESTAPA ESCÁNDALO EN CORAL GABLES por ejercicio ilegal d corretaje bursátil, GENERAL VENEZOLANO sancionado POR la NASD». (A las 3:23 p. m. de ayer).
Una búsqueda somera en Google de «general venezolano escándalo Coral Gables NASD» no rindió resultados, por lo que envié tuit en estos términos: «¿Algún enlace a noticia sobre el caso en Coral Gables?» (A las 4:18 p. m.) La dirección mencionada respondió (ya ha borrado este tuit): finra.org/web/groups/ind…, dirección abreviada para http://www.finra.org/web/groups/industry/@ip/@enf/@da/documents/disciplinaryactions/p011982.pdf. También tuiteó: «d donde saca ud. q la ida d 3 personas del grupo laColina es fracción mayoritaria, cuando quedaron 150 dl grupo original?»
A esto último respondí: «Creo que Ud. (o Uds.) no leen con atención. Puse que cuatro (no tres) se separararon de la fracción mayoritaria». (Hoy, 27 de noviembre a las 9:39 a. m.) En efecto, arriba se lee: «Vicente Díaz, Rector del CNE, es miembro del grupo, que sufrió una pequeña escisión para separar de la fracción más numerosa a Alfredo Croes, Melquíades Pulido, Diego Blanco y Alberto Schaffernorth (NetUno)».
Pero entonces fui a leer el .pdf de un boletín de la NASD (siglas de la antigua National Association of Securities Dealers, Inc, una corporación de carácter privado para autorregular la industria de corretaje de valores. Hoy en día, luego de una recomposición de julio de 2007, es conocida como Financial Industry Regulatory Authority, Inc.) En el boletín mencionado consta lo siguiente:
Carlos Julio Penaloza (CRD #2187279, Registered Principal, Coral Gables, Florida) submitted a Letter of Acceptance, Waiver, and Consent in which he was fined $7,500, and suspended from association with any NASD member in a principal capacity for 30 business days. Without admitting or denying the allegations, Penaloza consented to the described sanctions and to the entry of findings that he permitted another individual of his member firm to act in the capacity of a general securities representative by effecting securities transactions without being registered as a general securities representative and to act in the capacity of a general securities principal by acting as a branch manager without being registered as a general securities principal.
Penaloza’s suspension began September 20, 2004, and will conclude at the close of business October 29, 2004. (NASD Case #C10040091)
Es decir, hace un poco más de ocho años el general Peñaloza fue multado por valor de US$ 7.500 y recibió prohibición por un mes de actuar como corredor principal, por haber presuntamente autorizado a un empleado de su firma para actuar como representante principal sin haber estado registrado al efecto. La nota de NASD señala que Peñaloza ni admitió ni negó la acusación, aunque se sometió a las sanciones.
¿Es esto un «escándalo» (DRAE: Alboroto, tumulto, ruido) que «se destapa»? ¿Una multa de una organización privada—no de la Securities Exchange Comission—y una breve suspensión temporal? Lo cierto es que si se trata del Grupo La Colina defendiéndose del alegato en su contra que construye—a mi modo de ver, como sugerí, algo paranoicamente el general Peñaloza—es una defensa muy mala; el argumento ad hominem (matar al mensajero) es falacia de las más primitivas. El Grupo La Colina tendría que negar, en su defensa, las cosas que Peñaloza afirma, no intentar el descrédito del general tremebundo. Vale.
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2.A las 7:20 p. m. de ayer, el abogado Nelson Ramírez Torres puso el siguiente tuit conminatorio: «¿Por qué @DoctorPolitico señalaste paranoia del general Peñaloza? ¿Por su convicción de que en Venezuela hubo fraude electoral?» Así le contesté en correo que le dirigí anoche a las 8:42 p. m.:
Peñaloza hace arrancar el asunto en la época de La traición encubierta. Resulta obvio que al menos ha leído tu libro, quizás hablado contigo de estas cosas. Tan sólo por esto, si yo razonara como él, podría construir la vistosa teoría de una conspiración que los incluye a ambos y a Rafael Poleo; quizás también a a algunos golpistas, los únicos beneficiarios de una conseja que otra vez lleva a la conclusión de que el camino electoral está bloqueado.
La relación que intenta establecer entre el Grupo La Colina, fundado en 2005, a partir de una referencia de Castro Leiva a «la colina» muchos años antes y una cita de él sacada de contexto y que no significa lo que él quiere establecer, ya es signo de su ligereza al sugerir conexiones aviesas. Conocí a Castro Leiva, y puedo asegurarte que no era marxista ni aprobaba a Chávez.
No he leído tu libro; no sé si en él presentas dudas fundadas acerca de la conducta del Ing. Mijares en el asunto BellSouth. La MUD y su señora madre, la Coordinadora Democrática, se beneficiaron del apoyo de gente de La Colina. Fue Leopoldo González, un miembro de ese grupo, quien demostró en Fila de Mariches la posibilidad de que se vulnerara el secreto del voto. Sería un extraño proceder en personas que, según Peñaloza, trabajan para hacernos confiar en un sistema electoral que sería fraudulento.
El cuestionamiento de Petkoff, sobre evaluaciones superficiales de Ojo Electoral, no resiste el análisis; era conveniente una ONG tal luego de que Súmate se sumara a los golpistas que sostuvieron que en 2004 hubo otro fraude electoral.
Hasta ahora, no he visto que Peñaloza o tú proporcionen ni una sola prueba seria de fraude electrónico el 7 de octubre. Tampoco sé si Peñaloza se tiene por cristiano; en todo caso, la tradición judeo-cristiana tiene por grave pecado «levantar falsos testimonios y mentir».
Es a esas cosas a las que llamo paranoicas. («Detectar conspiraciones cuando no hay ninguna es un síntoma de paranoia». Carl Sagan).
Quiero añadir una apuesta: deme quien quiera probar la tarea de construir una teoría de conspiración cuyo protagonista sea cualquier persona más o menos conocida. En veinticuatro horas le presentaré un vistoso pasticho como el generado por Peñaloza, con insinuaciones tan flojas como «La trampa puede armarse después de la transmisión de la data desde las máquinas de votación a la sala de conteo del CNE». (Artículo en su blog www.puestodecombate.org del 10 de agosto). En la emisión del sábado pasado de Dr. Político por Radio Caracas Radio, expresé opinión acerca de esta forma de «razonar». He aquí el fragmento de 55 segundos del programa:
De Dr. Político en RCR – 24/11/12
Vale.
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por Luis Enrique Alcalá | Jun 3, 2012 | Argumentos, Política |
Ubicación ideológica normal de los venezolanos. Eugenio Escuela, mayo 2006.
…este nuevo desafío, el de una sociedad que al cabo no se reconoce en ninguna de las tribus políticas tradicionales: izquierda, centro o derecha…
Carlos Fuentes
Viva el socialismo. Pero… (su último artículo)
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Un joven político venezolano, de visita en mi casa hace cuatro semanas, vino ostensiblemente a pedir consejos para encaminar su inmediata trayectoria. Es concejal caraqueño y ha intentado, infructuosamente, llegar a la Asamblea Nacional y convertirse en candidato a una de las alcaldías de Caracas. Es firme creyente, pues, en que tiene que alcanzar posiciones públicas de cada vez mayor ámbito e importancia para ascender la escalera que culmina en su sueño: la Presidencia de la República. Luego de escuchar y considerar someramente los consejos que me había pedido—le hablé de la inutilidad de las ideologías y la necesidad de una política clínica como única legitimación—declaró repentinamente. «Yo estoy conformando un equipo para tomar el poder».
Evidentemente, pensó que eso bastaría para impresionarme y sumirme en actitud entusiasta o reverente. Ni siquiera hizo alusión a su postura ideológica o a algún partido con el que estuviera comprometido; él tenía su propio grupo y tomaría el poder, era cosa decidida. Por ahora, procura aparecer cuanto puede en los medios de comunicación con alguna denuncia llamativa. El número es más importante que la sustancia: hay que ver y dejarse ver.
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A fines del siglo XIX estaban ya definidas las ideologías que se ofrecen como justificación de la lucha por el poder en los tiempos que siguieron, hasta nuestros días. En el siglo XVIII el liberalismo ofreció una ideología apropiada para la Revolución Industrial; la libertad era principalmente libertad de empresa y libertad de contrato: los trabajadores se empleaban «libremente» por salarios que escasamente aseguraban su supervivencia. Para 1848, año del Manifiesto Comunista que Carlos Marx y Federico Engels compusieron, la ideología marxista estaba lista para combatir al liberalismo y constituir la base de la Unión Soviética, la China maoísta, el régimen de Cuba y las mitades norteñas de Corea y Vietnam. En 1891, León XIII puso en juego—encíclica Rerum novarum—la Doctrina Social de la Iglesia, propuesta explícitamente como una tercera vía (bastante antes de Tony Blair) entre el capitalismo liberal y el socialismo marxista. Cinco años más tarde, Eduard Bernstein inventaría la social-democracia, un socialismo atenuado que defenderían los adecos del mundo. La baraja estaba completa.
Cada una de estas ideologías pretendía ser la respuesta a lo que se llamó el Problema Social Moderno. Había una anatomía nueva en las sociedades más adelantadas: su economía ya no era la agraria y artesanal que caracterizó a la Edad Media; ahora eran las fábricas las unidades características y la aguda división social entre patronos y obreros había suplantado la distinción entre señores y siervos de la gleba. El Problema Social Moderno requería dilucidar cómo debía repartirse la ganancia del producto industrial: mientras más se adjudicaba a los patronos la postura y la ideología era más de derecha y mientras más quería beneficiarse a los obreros más de izquierda.
Hoy hay de nuevo una distinta anatomía de las sociedades que han continuado su evolución: la Organización Internacional del Trabajo enumera desde hace unos años más de un millón de oficios diferentes. ¿Cómo podría ser una descripción adecuada la división de esa inmensidad en sólo las dos clases excluyentes de patronos y obreros? China es hoy en día un país capitalista gobernado por un partido que se dice su antítesis, el comunista, y hasta Cuba sostenida por el apasionado amor de Chávez reconoce por fin que debe permitir una economía privada. ¿Qué sentido tienen hoy el liberalismo, el marxismo, la socialdemocracia y la democracia cristiana?
Salvo la prédica cada vez menos convencida del «socialismo del siglo XXI», en Venezuela se usa muy poco el tema ideológico; María Corina Machado interesó a muy poca gente con su aproximación ideológica del «capitalismo popular», y a pesar de que Un Nuevo Tiempo encargó a Demetrio Boersner la redacción de su documento de principios ideológicos y Primero Justicia realizó, a la usanza de COPEI, un congreso ideológico, los discursos de los líderes se atienen a formular críticas contra el gobierno o proferir el remedio genérico del clisé y la frase altisonante: «El 7 de octubre es un momento crucial para la Patria, es un evento estratégico no coyuntural, es la base definitiva para la construcción del socialismo bolivariano y de la independencia» (Blanca Eekhout), o «La Venezuela que viene no va a ser solamente del petróleo; ése es un recurso importante, pero tenemos talento para diversificar nuestra economía y ése es el camino» (Henrique Capriles Radonski).
En verdad, los políticos convencionales se han dado cuenta de que las ideologías, que justificaban la lucha por el poder, ya no sirven ni para eso. Sólo queda la lucha.
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¿A qué partido pertenece?
El próximo pasado 23 de mayo, registró el diario El Universal la siguiente declaración de un conocido político nacional: “Está en juego el próximo 7 de octubre la democracia, la libertad, el futuro de todas las familias de Venezuela, nos estamos jugando a Venezuela». Exactamente el mismo día, el mismo periódico traía esta otra proclamación, no demasiado diferente: “En octubre nos jugamos la soberanía y la independencia de nuestro país. Nos estamos jugando el futuro de la patria». Se trata de la misma imagen de que algo crucial está frente a nosotros, de inminente importancia, de tono épico y pretensión histórica, a punto de ocurrir. Para nuestros políticos (de lado y lado de la polarización), cada semana hay una encrucijada histórica, un hito en la epopeya nacional. Doce días antes de estas manifestaciones gemelas—la primera de Antonio Ledezma, la segunda de Jorge Rodríguez (¿no y que son de toldas distintas?)—titulaba el mismo diario: «Ocariz llama a los venezolanos a unir esfuerzos para rescatar al país». Por supuesto, la implicación velada es que quien se ocupa en llamados tan trascendentes es una persona que merece ser admirada.
Es obvio que el número uno en el ranking nacional en esto de epopeyas cotidianas es el Presidente de la República: todo lo que hace o deja de hacer, desde la última «misión» que se le ocurra (para conjurar algún problema que no ha logrado resolver) hasta su «absceso pélvico», es histórico y lo inscribe en la liga—algo venida a menos—del Panteón Nacional y en los registros meritorios de la historia universal.
¿Cuándo tendrá la palabra, por Dios, la sencilla y tranquila construcción de Venezuela por sus ciudadanos comunes? ¿Cuándo lograrán éstos arrancar el mérito a esos remedos de héroe mitológico que a cada instante opinan en los espacios comunicacionales del país? ¿Hasta cuándo la grandilocuencia ineficaz? LEA
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por Luis Enrique Alcalá | May 15, 2012 | Argumentos, Política |
También hay indignados en Cataluña
Gregorovius pensó que en alguna parte Chestov había hablado de peceras con un tabique móvil que en un momento dado podía sacarse sin que el pez habituado al compartimiento se decidiera jamás a pasar al otro lado. Llegar hasta un punto en el agua, girar, volverse, sin saber que ya no hay obstáculo, que bastaría seguir avanzando…
Julio Cortázar – Rayuela
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El dato más significativo de la reciente encuesta de Datanálisis es su reporte de una anomalía. Lo habitual es que, a medida que un proceso electoral se acerca a la fecha de votación, la proporción de indecisos se adelgace, que sean menos los injustamente vilipendiados Ni-ni, la gente que no está alineada con los términos de una polarización. Pero la afamada encuestadora ha revelado el 10 de mayo que de marzo a abril los entrevistados indecisos pasaron de 25% a 31% de la muestra, un ascenso de seis puntos (porque Hugo Chávez bajó un punto y Henrique Capriles perdió cinco). En los procesos electorales anteriores, esta población no alineada, que en otros momentos ha llegado a superar la mitad del país, descendió cuando comenzaba a decantarse en tibio apoyo a los candidatos polares. Pero aun hoy, cuando ya menos de cinco meses nos separan de las elecciones del 7 de octubre, casi la tercera parte del país no está convencida ni por Chávez ni por Capriles.
Esta anómala situación está de alguna manera justificada: en cierto modo, Capriles y Chávez son ambos ejemplo de la vieja política, la de la lucha por el poder que pretende legitimarse desde una ideología que se blande, explícita o implícitamente, como coartada. Es la política rechazada, sin demasiada conciencia, por los indignados en Europa y los Estados Unidos, en un repudio que también se ha manifestado en los bandazos electorales que van de partidos conservadores a izquierdistas y de éstos a los primeros. (De Gordon Brown a David Cameron, de Sarkozy a Hollande, de Aznar a Rodríguez Zapatero a Rajoy, de Clinton a Bush a Obama).
En el dato de los indecisos recrecidos hay una clave para el tratamiento de la actual situación política venezolana, una cuya adopción requiere salirse de la caja que prescribe para el país una condición binaria, una película en blanco y negro cuyos únicos protagonistas son el gobierno y su oposición.
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El Grupo Jirahara—la versión barquisimetana del Grupo Santa Lucía—se reunió en el fin de semana que condujo al 1º de mayo. El consenso general daba a Capriles Radonski como ganador de las elecciones del 7 de octubre porque seguramente Chávez no podría ser el candidato del socialismo. Pero en la misma reunión ya se escuchó cifras provenientes del Pulso Nacional de Datos: si un mes antes Datanálisis registraba que Capriles ganaría eventuales confrontaciones con Nicolás Maduro, Diosdado Cabello o Elías Jaua, parecía entonces que estos careos ya no le favorecían, sobre todo si se medía con el último de los nombrados. (El Nacional de hoy recoge esta misma impresión, al comentar el marcado descenso de 3,5% en los precios de los bonos venezolanos en los mercados luego de conocerse un informe negativo de Bank of America-Merrill Lynch: «En el informe elaborado por el economista Francisco Rodríguez se asegura que las probabilidades de una victoria electoral de la oposición, incluso contra un candidato que no sea Hugo Chávez, ha descendido significativamente. (…) Señala que si Chávez se retira, las encuestas muestran una competencia muy cerrada entre Henrique Capriles Radonski y cualquier otro aspirante oficialista. El vicepresidente ejecutivo, Elías Jaua, parece ser el candidato más fuerte del Gobierno con un pequeño margen de ventaja en los estudios de opinión»).
Un gentil maestro de la mercadotecnia, de postura libertaria, insospechable de chavismo, tropezado casualmente en uno de los intermedios de Tosca (el Día de la Madre en el Teatro Teresa Carreño), sentenciaba: «Es un asunto de mind share. El tema de Chávez y su enfermedad ocupa prácticamente todo el espacio de conciencia política de los venezolanos; Capriles es inexistente». Al comentar ayer este diagnóstico con uno de los más avezados políticos que tiene el país, éste se refugió así: «Eso es un problema que no puede resolverse con primarias sino como los chilenos hicieron, por decisión consensuada de los políticos que sí saben cómo se bate el cobre».
Atiné a señalarle que no se comprendía bien por qué un político veterano como Ramón Guillermo Aveledo, que sabe perfectamente bien cómo se bate el cobre, había cedido a presiones de gente como Leopoldo López Mendoza, adalid de las primarias que no tuvo empacho en rogar que la Mesa de la Unidad Democrática postulara por consenso a Carlos Vecchio—su candidato—a la Asamblea Nacional, al día siguiente de resultar derrotado en primarias por María Corina Machado. Para mis adentros, pensé que la referencia chilena no era otra cosa que llanto sobre leche derramada: las primarias ocurrieron ya. ¿Sería que el influyente político con el que conversaba está proponiendo a la MUD la reversión de la candidatura de Capriles y su sustitución por alguien de mayor pegada o tracción? Mi último pensamiento, mientras me despedía, consistió en percatarme de que mi interlocutor hablaba encerrado en una caja; para él, el problema sería el de colocar en el campo un candidato «correcto» de oposición.
Días antes, un viejo amigo me escuchaba recapitular los hallazgos de los últimos estudios de opinión que han podido conocerse: la brecha entre Chávez y Capriles se ha ampliado a favor del primero; el candidato opositor está en caída. Desde el interior de la misma caja respondió filosóficamente: «Bueno, eso es lo que hay».
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Una tercera figura
La solución al preocupante dilema electoral de 2012 es salirse de él, darse cuenta de que no tienen por qué ser Hugo Chávez (o cualquiera de sus suplentes) y Henrique Esoesloquehay Capriles las únicas posibilidades. Pero esa solución era el camino correcto desde hace mucho tiempo, incluso antes de la aparición de Chávez-Capriles; en febrero de 1985 podía escribír: «El espacio intelectual de los actores políticos tradicionales ya no puede incluir ni siquiera referencia a lo que son los verdaderos problemas de fondo, mucho menos resolverlos. (…) Por esto no solamente se trata de entender la política de modo diferente, sino de permitir la emergencia de nuevos actores políticos que posean experiencias y conocimientos distintos». (Proyecto – La Sociedad Política de Venezuela). Hace mucho tiempo que la política ideológica, radical o moderada, muestra signos de esclerosis en los paradigmas que orientan y determinan su acción.
Hace bastante tiempo que debimos buscar y encontrar otras avenidas, para atrevernos a un salto paradigmático que, tarde o temprano, se dará en el mundo entero, puesto que la política ideológica, la de izquierdas y derechas que buscan el poder y luego no saben qué hacer con él—¿lo saben Hollande, Cameron o Rajoy?—ha estado largamente en crisis de impotencia.
Pero nuestra coyuntura momentánea es electoral, y necesitamos una solución:
El discurso de una contrafigura exitosa, si bien tendrá que incluir una refutación eficaz del chavismo, deberá alojar asimismo planteamientos nacionales que debiera sostener aun si Chávez no existiese. El problema político venezolano es más grande que Chávez. (…)
…la refutación del discurso presidencial debe venir por superposición. El discurso requerido debe apagar el incendio por asfixia, cubriendo las llamas con una cobija. Su eficacia dependerá de que ocurra a un nivel superior, desde el que sea posible una lectura clínica, desapasionada de las ejecutorias de Chávez, capaz incluso de encontrar en ellas una que otra cosa buena y adquirir de ese modo autoridad moral. Lo que no funcionará es “negarle a Chávez hasta el agua”, como se recomienda en muchos predios. Dicho de otra manera, desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución. (Retrato hablado).
No hay duda de que admitir una solución de esa clase requiere un salto de la percepción, un aventurarse fuera de las cajas que desde hace más de una década impiden la osadía estratégica que sería eficaz. Lo que hace falta en Venezuela es la ocurrencia de una sorpresa política.
En un estudio de septiembre de 1987 (Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela), se consideraba la llegada de un outsider a la Presidencia de la República como uno de esos eventos sorpresivos. Puede resultar útil ahora refrescar algunas de sus consideraciones:
El primer rasgo indispensable en el líder que pueda orientar a su favor la considerable potencialidad de un voto harto de lo tradicional y de su ineficacia, es que sea un verdadero outsider. Hay, al menos, dos sentidos en los que este concepto de outsider se aplicaría en este contexto.
Para comenzar, el candidato debe ser un político que pueda ser percibido como estando fuera del establishment de poder venezolano. No necesariamente significa esto que el candidato deba estar contra la actual articulación de poder en Venezuela. Simplemente es necesario que no se le perciba como formando parte de la red de compromisos que caracterizan a la configuración actual.
(…)
Hay un segundo sentido, más específico, en el que el candidato que pueda resultar la sorpresa debe ser un outsider. Debe serlo también en términos de estar afuera o por encima del eje tradicional del “espacio” político. Tal eje viene determinado por un continuum más o menos lineal, que va desde las posiciones de “izquierda” hasta las posiciones de “derecha”. Esta es una división tradicional del campo político, pues responde al criterio de que el principal “problema social” (o político), consiste en distribuir la renta social: si se acomete este asunto con preferencia para “los pobres” entonces se es izquierdista; si esto se hace con preferencia por “los ricos”, entonces se es derechista.
No es éste el sitio para describir otra noción política más moderna que considera obsoleto el planteamiento anterior, definitorio de “derechas” e “izquierdas”. Pero el candidato que pretenda tener éxito (…) deberá ser outsider también en el sentido de no situarse en alguna posición del eje referido, sino en un plano diferente.
La segunda característica importante (a nuestro juicio más importante que la condición de outsider) que debe ostentar un candidato con posibilidades de “dar la sorpresa”, es la posesión de tratamientos suficientes y convincentes para la crisis.
La base de esta condición consiste en poder partir de una concepción de lo político que comprenda importantes y hasta radicales diferencias con las concepciones convencionales. En la raíz de tal concepción está la necesidad de una sustitución de paradigmas políticos, en el sentido que Tomás Kuhn da al término paradigma. Es decir, nos hallamos ante una realidad social y política que ya no puede ser comprendida por los planteamientos y enfoques convencionales, lo que es la causa de fondo de la crisis de gobernabilidad. No es el caso que los políticos tradicionales tengan las recetas adecuadas y por “maldad” se resistan a aplicarlas. El punto es que no las saben. (…)
A partir de una concepción diferente, más científica y moderna de la política y sus posibilidades tecnológicas reales, es como podría ser posible la generación de tratamientos que cumplan con tres condiciones necesarias a la persuasión pública requerida:
1. Deben ser radicales pero pocos: dos extremos resultan imposibles, dañinos o inútiles: el planteamiento de una reforma radical y global, que se ocupe de todo a la vez, en el mejor de los casos será altamente traumático y, más probablemente, imposible de aplicar por falta de capacidad para gerenciar un grado de cambio tan exhaustivo; la estrategia de cambiar lo menos posible e ir ajustando las cosas de modo incrementalista es derrotada por la complejidad original del problema y su velocidad de complicación creciente. Este dilema es comprendido intuitivamente por el elector promedio. De allí la poca credibilidad de los programas de gobierno exhaustivos, así como la de los programas tímidos e incrementalistas. Para que un programa alcance la credibilidad necesaria deberá ser del tipo radical selectivo, es decir, identificador de pocos puntos estratégicos sobre los que se ejerza una acción transformadora a fondo. Y a esta condición deberá sumarse la de concreción, pues no bastará la enumeración de pocas áreas si éstas son vagamente definidas.
2. Deben ser eficaces: no se trata por tanto de pseudotratamientos. “Reactivar la economía” no es la solución, sino el estado final que debe alcanzarse una vez aplicada la solución. Combatir el “centralismo”, combatir el “presidencialismo”, etcétera, son orientaciones generales muy loables pero poco concretas. Los tratamientos deberán venir explicados en forma tan concreta que se pueda especificar su beneficio y su costo. Los tratamientos deberán dirigirse al ataque de causas problemáticas antes que a la moderación temporal de sintomatologías anormales.
3. Deben ser positivos: se necesita un planteamiento terapéutico que trascienda la política quejumbrosa para ofrecer salidas que permitan un razonable optimismo.
Por último, el candidato debiera tener la capacidad de “librar por todos”. (En el juego infantil del escondite se estipula a veces una regla por la que al quedar sólo un jugador por descubrir, éste puede salvarse, no únicamente a sí mismo, sino a todos los anteriores que hayan sido atrapados.) No se trata acá de “capacidad de convocatoria” (…) El cargo de Presidente de la República tiene de por sí mucha capacidad de convocatoria, y lo tendría mucho más si tal cargo lo ocupase un outsider que hubiera logrado dar la sorpresa. El punto está más bien en la voluntad real de convocar que tenga el involucrado, en la medida en que no esté atado a intereses tan específicos que no pueda verdaderamente pasar por encima de rencores de asiento grupal. Si un aspirante a outsider sorpresivo, a “tajo” de las elecciones, plantea su campaña con un grado apreciable de vindicta, de falta de comprensión de lo que en materia de logros políticos debemos aún a los adversarios, obtendrá temprana resonancia y fracaso final. El outsider con posibilidad de éxito no se impondrá por una mera descalificación de sus contendientes y, en todo caso, no por descalificación que se base en la negatividad de éstos sino en la insuficiencia de su positividad. El propio Isaac Newton reconoció: “Si pude ver más lejos fue porque me subí sobre los hombros de gigantes».
Después de esas consideraciones de fondo, el estudio mencionado entró en las de carácter práctico. Decía entre otras cosas:
El eje básico de una campaña correctamente ejecutada pasa nuevamente por la suficiencia de los tratamientos que el outsider proponga. La campaña debe ser planteada en esos términos: suficiencia vs. insuficiencia.
Luego viene la consideración del tiempo estratégico. Por diversas razones el tiempo de lanzamiento de la candidatura con posibilidades debe ser lo más tardío posible.* Por un lado está el problema de los recursos: es improbable que un verdadero outsider pueda conseguir los fondos necesarios a una campaña prolongada. Por otra parte, el intento debe ser hecho contraviniendo los intentos de actores muy poderosos. En tales condiciones una guerra de atrición no es sostenible. (…) Nuestro outsider se encuentra en la situación de Israel, país pequeño y rodeado de enemigos mucho más numerosos y de mayor poder. Así, su estrategia indica un golpe sorpresivo y contundente y definitivo. Por último, el tiempo debe ser tardío porque lo que es necesario producir corresponde a lo que los psicólogos de la percepción llaman un gestalt switch. Es un cambio súbito en la manera de percibir una misma cosa. De este modo, o el cambio de percepción se produce o no se produce, o se entiende o no se entiende, y para esto no es necesaria o correcta una campaña de convencimiento gradual, sino una argumentación suficiente que tienda a producir una respuesta más instantánea.
Este punto viene ligado, como dijimos, al tema de los recursos. Pues una condición de corrección de la campaña deberá ser por fuerza la de su economía. La campaña deberá ser económica. Tanto porque no se dispondrá de muchos recursos como porque un gasto excesivo produciría un rechazo de la misma. Así, la campaña debiera ser diseñada en términos económicos.
Esto será posible si la campaña es planteada en términos de calidad vs. cantidad. Contra la reiteración esloganista de millares de cuñas y pancartas, una concentración en mensajes más completos, más densos y contundentes.
A favor de esta posibilidad jugaría la amplificación que se daría por el efecto de novedad. Por el mismo hecho de plantearse una campaña de estilo diferente es como se daría la posibilidad de distinguir el mensaje en un mar de ruido electoral, en la cacofonía de las abrumantes campañas tradicionales, como un minúsculo flautín clarísimo lo hace dentro de un tutti orquestal.
Tío Conejo sí puede ganarle a Tío Tigre
Finalmente, aquel estudio de hace casi veinticinco años volvía sobre el crucial tema de los recursos, arriba mencionado en relación con una consideración del tiempo estratégico. Su argumentación fue reutilizada en el trabajo Tío Conejo como outsider—un capítulo del libro Chávez es derrotable (Libros Marcados, 2005)—y se pone a continuación:
La condición crítica será seguramente la de disponibilidad de los recursos. Acá se enfrentaría un outsider con la incredulidad básica ante una aventura no convencional y con la tendencia conservadora que aun en casos de crisis encuentra difícil ensayar algo novedoso. Aquellos que pudieran dotar a un candidato como el descrito con los recursos suficientes estarán oscilando entre los extremos de más de un dilema.
Uno de los dilemas es el de seguridad vs. corrección. Se sabe de lo inadecuado de los actores políticos tradicionales, pero ante un planteamiento correcto por un outsider habría la incomodidad de abandonar lo conocido. Stafford Beer decía, refiriéndose a la sociedad inglesa de hoy, que su problema era que “los hombres aceptables ya no son competentes, mientras los hombres competentes no son aceptables todavía”. En forma similar Yehezkel Dror destaca otro dilema: si se quiere eficacia es necesaria una transparencia en los valores, la exposición descarnada de los mismos; si lo que se quiere, en cambio, es consenso, entonces es necesaria la opacidad de los valores, no discutirlos más allá de vaguedades y abstracciones.
Así, pues, se estaría ante un dilema de tradicionalidad vs. eficacia, de poder vs. autoridad. Es pronosticable que la mayoría de los actores con recursos, ante una solicitud de cooperación por parte de un outsider con tratamientos realmente eficaces, se pronunciaría por los términos dilemáticos más conservadores o “seguros”.
Pero es concebible que una minoría lúcida entre los mismos pueda proveer los recursos exigidos por una campaña poco costosa—no puede, no debe ser cara—en grado suficiente, al menos para cebar la bomba que pueda absorber los recursos totales del mercado político general, pues si la aventura cala en el ánimo del público, una multitud de pequeños aportes puede sustituir o complementar a un número reducido de aportes cuantiosos.**
Pero el obstáculo principal consistirá en salvar la diferencia entre una percepción de improbabilidad y una de imposibilidad. Ni aun el menos conservador de los hombres dará un céntimo a una campaña de este tipo si considera que todo el esfuerzo sería inútil, si piensa que un resultado exitoso es, más allá de lo improbable, completamente imposible. El análisis que hemos hecho indica que, si bien el éxito de una aventura así es por definición improbable—a fin de cuentas se trataría de una sorpresa—no es necesariamente imposible, y que, por lo contrario, la dinámica del proceso político venezolano hace que esa baja probabilidad inicial vaya en aumento. Si esto es percibido de este modo, entonces tal vez las fuentes de apoyo necesarias quieran comportarse como un jugador racional de la ruleta con cien dólares en la mano. Apartará cincuenta dólares como reserva y de los cincuenta restantes apostará la mayoría, cuarenta y cinco quizás, a las posibilidades de mayor probabilidad: rojo (Chávez), negro (Borges), par (Smith), impar (Petkoff). Pero jugará cinco de los cien dólares en pleno al diecisiete negro (outsider), porque sabe que si la apuesta es de éxito menos probable, si pierde lo hace poco y si gana, en virtud del efecto multiplicador del pleno, obtendrá mucho más de lo que haya invertido.
En El pelotón opositor, nota varias veces citada en este blog, se afirmó en marzo del año pasado: «No es un candidato ‘normal’ quien puede derrotar al Presidente en ejercicio». Seis años antes decía el epígrafe de Tío Conejo como outsider:
Siendo que Chávez tiene el mayor control del poder posible en Venezuela—político, militar, económico—una oposición al estilo cacical debe fracasar. Es un brujo, no un cacique, quien puede suceder a Chávez a corto plazo. (…) No es otro “tío tigre” menor que pretenda discutirle la posición alfa a Tío Tigre en su manada. Es Tío Conejo.
Tío Conejo existe. LEA
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*En 1990, tres años después de la campaña breve prescrita en Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela, Alberto Fujimori, un estadista prometedor que se perdió en la corrupción, alcanzó la Presidencia de Perú luego de una campaña de tres meses, a pesar de ser un desconocido para la mayoría del país a su comienzo.
**En 2008, veintiún años después del mismo estudio, la campaña de Barack Obama obtuvo la gran mayoría de sus fondos—un total de 745 millones de dólares—en donaciones pequeñas del público en general que contribuía por Internet.
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por Luis Enrique Alcalá | Feb 12, 2012 | Argumentos, Política |
Por fin ¿cuántos caminos hay?
CAPRIL (Captopril)
TABLETAS
Antihipertensivo
INDICACIONES: Hipertensión arterial, insuficiencia cardiaca, nefropatía diabética y pacientes con posinfarto al miocardio.
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No hubo mucha sorpresa en las elecciones primarias organizadas por la Mesa de la Unidad Democrática. Ya tiene esta federación un candidato presidencial: Henrique Capriles Radonski, quien no perdió nunca el primer lugar en las preferencias registradas por los estudios de opinión. Más aún: Capriles logró una votación porcentual de gran contundencia con el 63,9% de los votos válidos, más que duplicando al segundo lugar ocupado por Pablo Pérez, con 30,7%. Como se esperaba, María Corina Machado obtuvo la medalla de bronce, con una votación—3,7%—cercana a la que siempre le auguraban las encuestas. Claro que Capriles le sacó una ventaja gigantesca: ¡60 puntos! Diego Arria logró duplicar con 1,2% a Pablo Medina (0,5%); ésta será su última campaña por un sueño que tuvo desde niño: la Presidencia de la República.
(Todas las imágenes se amplían con un clic).
Las cifras anunciadas por Teresa Albánez
Una votación convincente
Dos cosas, no obstante, no resultaron como se presumía. La primera es la ventaja de 33 puntos de Capriles sobre Pérez, pues las encuestas le dieron en el mejor caso una diferencia a su favor de 20 puntos. Así que gran impacto tuvo, seguramente, el apoyo de Leopoldo López. Para el 15 de diciembre, Consultores 21 adjudicaba a Capriles 51% y a López 11,2%, lo que sumaba 62,2%, muy cerca de la votación de hoy a favor del primero. También midió esa encuestadora con bastante precisión la fracción favorable a Pérez: 30,1%. (Daba a Machado 3%, pero tenía invertidos a Medina con 1,1% y Arria con 0,4%. Naturalmente, con números tan bajos el error muestral puede modificar esos datos muy significativamente).
La segunda cosa que salió bastante mejor que lo esperado fue la participación total de votantes. Algún encuestador había estimado hace dos meses un rango de 1.200.000 a 1.900.000 votantes para una discusión de escenarios; la asistencia total de hoy estuvo muy cerca de tres millones (2.904.710 en 95% de mesas escrutadas, faltando básicamente el conteo de votos en el exterior). Es una votación muy apreciable. (La misma encuesta de Consultores 21 había contabilizado una intención «firme» de participar que equivalía a 28% del registro electoral, o 5.134.895 votantes. No hay duda de que la encuestadora obtuvo tal respuesta, aunque está claro que el valor predictivo de ese tipo de mediciones es más bien bajo). La MUD puede estar contenta de los resultados que cultivó con tesón.
Tampoco puede haber duda de que una presidencia de Capriles Radonski, a pesar de sus limitaciones, sería muy preferible a la continuación de Chávez en el poder. Es posible, por otra parte, que una mayoría del electorado crea el 7 de octubre que conviene la paz al país; si Capriles se distingue por algo de la opción continuista es, precisamente, porque representaría la disolución del clima pugnaz y agresivo que ha caracterizado el tiempo de Chávez. Quizás eso sea suficiente.
En todo caso, los próximos tres meses indicarán si existe alguna posibilidad de que Capriles supere a Chávez en las elecciones que sobrevendrán en ocho; ya algunas encuestas han mostrado la disminución de la ventaja de Chávez a números de un solo dígito, cuando hasta hace nada le adjudicaban 15 puntos sobre Capriles.
Este blog desea a Capriles la mejor de las suertes. Ojalá logre un desempeño convincente a breve plazo. LEA
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