por Luis Enrique Alcalá | Feb 21, 2014 | Argumentos, Política |
Una señal clara y eficaz
Solíamos decir de él que sería el mejor de los compañeros, si no dijera siempre la verdad…
Oscar Wilde – La esfinge sin secreto
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Fue el 7 de diciembre de 2013, un día antes de las últimas elecciones municipales, la fecha escogida para que un grupo de cincuenta y cinco venezolanos, en el que descollaban Leopoldo López y María Corina Machado, expusiera que «la salida» era la convocatoria de una asamblea constituyente:
En búsqueda de salidas democráticas para cambiar un régimen deslegitimado en su origen y desempeño que permitan recuperar la Venezuela soberana, plural y de justicia social (…) vemos en el derecho legítimo del pueblo a convocar democráticamente una Asamblea Nacional Constituyente a través de una gran movilización popular (…) el mecanismo más eficiente, plural y democrático para recomponer el acuerdo social de la República. Con nuevos funcionarios a la cabeza de los poderes públicos, tendremos en Venezuela unas elecciones presidenciales enmarcadas en un proceso justo, equilibrado y transparente acorde con nuestro arraigo democrático y tradición de libertad.
Esta declaración contiene varias peculiaridades, siendo la más notoria el cuestionamiento a la legitimidad de Nicolás Maduro como Presidente de la República. Por supuesto, eso fue lo mismo que sostuvo Henrique Capriles Radonski al término de las elecciones presidenciales del 14 de abril de 2013. Inicialmente, el candidato derrotado quiso convocar una manifestación de desconocimiento de los resultados: una ventaja de Maduro de sólo 1,49%, según proclamación del Consejo Nacional Electoral, el mismo que certificó la derrota de los estratégicos proyectos de reforma constitucional en 2007, incluyendo el presentado por el Presidente de la República, que fue rechazado por un margen de 1,31%.
Constituyente (salida de Maduro) ya
Luego, como más de uno antes, el comunicado del 7 de diciembre incurría en el error de concebir una constituyente como herramienta para vaciar los poderes de chavistas y rellenarlos con opositores. La más elemental noción de institucionalidad democrática establece que la herramienta correcta es la instancia electoral. (Es posible conseguir chavistas que han aprendido algo tan simple. El ministro Héctor Rodríguez—Educación—, anticipándose en dos días a la marcha que produjo la generalización de la protesta, y luego de condenar el «plan fascista» convocado por líderes de la oposición—López, Machado, Ledezma—, declaró con todas sus letras: «La salida para cambiar cualquier Gobierno son las elecciones». Si su jefe concurriera con esta opinión, tendrá que abandonar la costumbre de celebrar el fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1992). En camino hacia el «plebiscito» del 8 de diciembre de 2013, Henrique Capriles Radonski cometía la misma equivocación, y este blog apuntó entonces (Lo que se viene, 5 de agosto de 2013):
Esto es una aventura que ha venido siendo propuesta, con insistencia creciente en los últimos tiempos, en predios opositores, principalmente por Julio César Moreno León—ver en este blog La imaginación al poder para una crítica de la idea—, y el propio Capriles anticipó en su programa semanal de TV digital el 18 de junio: “No descartemos que en el futuro se lleve a cabo un proceso constituyente, porque para que este país pueda funcionar no solo basta con cambiar el Presidente. Aquí tiene que cambiar el sistema judicial, los alcaldes, el CNE, la Fiscalía, la Contraloría, tiene que venir un cambio absoluto”. Bueno, para cambiar esos poderes no es necesaria una asamblea de esa clase; bastaría con ganar las elecciones municipales y las próximas de Asamblea Nacional, el órgano que elige todo lo demás. Una constituyente es para cambiar la Constitución por una nueva, y con ocasión de los Lineamientos para el Programa de Gobierno de la Unidad Nacional (23 de enero de 2012), Capriles refrendó lo siguiente:
44. La base normativa fundamental para el nuevo gobierno es la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la cual calificamos como una Constitución democrática, respetuosa del Estado de Derecho y de los derechos humanos.
45. Ella representa no sólo el punto de partida ineludible desde la perspectiva de la validez y vigencia formal de las normas, aunado ello a su ratificación popular, sino también una plataforma jurídica aceptable para el despliegue de las políticas de un gobierno democrático. Permite el funcionamiento de instituciones democráticas y garantiza los derechos humanos.
Claro que se tiene la idea equivocada de que una constituyente es “originaria”, con poder suficiente para repetir el abuso inconstitucional de la Preeliminación del Senado en 1999, antes de que la Constitución vigente hubiera sido aprobada y promulgada por el referendo popular del 15 de diciembre de ese año. (Oportunidad en la que no se registra reclamo de alguna importancia de Capriles, que entonces presidía la Cámara de Diputados).
Naturalmente, la elección de una constituyente mayoritariamente opositora es sólo un espejismo: «Al día siguiente [del remitido], el Polo Patriótico lograba 242 alcaldías y la Mesa de la Unidad Democrática 75, o menos de la tercera parte, pero en la cabeza de los firmantes cupo la ilusa noción de que las elecciones de una hipotética constituyente serían ganadas decisivamente por la oposición». (Desarreglos simétricos). Si Capriles perdió ante Maduro por una diferencia estrechísima, y logró el 14 de octubre de 2012 el mejor desempeño de cualquier otro competidor de Chávez (la ganga de sólo once puntos por debajo)—Salas Römer 16,2%, Arias Cárdenas 22%, Rosales 25,9%—, dos meses después la oposición perdía cuatro de las cinco gobernaciones que había logrado en 2008. Sólo sobrevivió Capriles en Miranda y, claro, otras dos gobernaciones no fueron ganadas por el oficialismo (Amazonas y Lara) pero fueron capturadas por disidentes del chavismo, no por «opositores puros».
En resumen, la idea de que una asamblea constituyente es la salvación de Venezuela es malísima.
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Tanto nadar…
Impertérrito, Leopoldo López continuó machacando la cosa: «Nada cambió del 7 al 9 de diciembre, sigue siendo un Estado delincuente, profundamente antidemocrático, corrupto, ineficiente. La gran discusión ahora es qué hacer con esa realidad, en la que salimos de un ciclo electoral pero estamos en una relación Estado-nación que amerita asumir una posición política en torno al mantenimiento del régimen que está gobernando en Venezuela». (Entrevista por Elvia Gómez en El Universal, 23 de diciembre de 2013, a dieciséis días del comunicado de los cincuenta y cinco). «En la Mesa de la Unidad hace dos meses decidimos que íbamos a asumir la salida del Gobierno por la vía constitucional y democrática. Los vehículos constitucionales son distintos, está la renuncia, el revocatorio, la enmienda, la constituyente y creemos que de esas opciones la constituyente es la más adecuada: se puede convocar por el pueblo, recolectando firmas de por lo menos 15% de los electores y eso nos permitiría hacer un activismo de calle, un despliegue cuerpo a cuerpo, que es el terreno de la política en la que estamos en el 2014″.
Y ya anticipaba #LaSalida: «…hubo un cortocircuito al haber asumido, como yo creo que es correcto, que ganamos las elecciones el 14 de abril pero no lograr que se materializara en un triunfo de hecho. Ese cortocircuito entre el 14A y el 8D es importante atenderlo. La mayoría de los venezolanos que quieren cambio creen que hemos debido salir a defender el triunfo con una protesta ciudadana no violenta, apoyando la voluntad popular ya expresada. Ese derecho de ir a la calle está en la Constitución y es un derecho histórico de los pueblos. Los pueblos se rebelan ante sistemas de dominación desde que la historia es historia. (…) Yo no tengo ninguna duda de que la gente se hubiera venido (el 17 de abril a la marcha hacia el CNE) en canoa de Pedernales, caminando de Maracay, a caballo de los Llanos, en bicicleta de Valencia». Su nueva socia había cuestionado lo mismo, la presunta blandenguería de Capriles al suspender la manifestación anunciada por él mismo, en conversación con Germán Carrera Damas, quien la secundó enfáticamente.
Fragmento de conversación Machado Parisca – Carrera Damas
También repitió López una falacia ya olvidada por Capriles y la Mesa de la Unidad Democrática. Para apuntalar la tesis de la ilegitimidad del presidente Maduro, dijo: «El mismo Nicolás Maduro sembró dudas el 14 de abril cuando ofreció una auditoría que no se hizo y por ese cuestionamiento las elecciones del 8 de diciembre adquirieron una connotación nacional». Eso es falso; se realizó la auditoría del total de las mesas que contempla la Ley Orgánica de Procesos Electorales, y ella confirmó los resultados. (Sobre la discusión acerca de los cuadernos electorales, ver en este blog Las reglas de juego). Capriles haría un papelón en su viaje a Chile y Perú de julio de 2013, para reclamar un presunto incumplimiento del «compromiso» asumido por UNASUR. Este organismo se había limitado a saludar «al Presidente Nicolás Maduro por los resultados de los comicios y su elección como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela», había instado «a todos los sectores que participaron en el proceso electoral a respetar los resultados oficiales de la elección presidencial emanados del Consejo Nacional Electoral» y tomado «nota positiva de la decisión del Consejo Nacional Electoral de implementar una metodología que permita la auditoría del total de las mesas electorales». En ningún momento se refirió a los cuadernos electorales. (Ver La torpeza de la deshonestidad).
Por lo demás, las elecciones del 8 de diciembre, que según López «adquirieron una connotación nacional» y según Capriles iban a ser un plebiscito sobre el desempeño de Maduro que él conduciría y ganaría, como jefe de campaña de todas las candidaturas de oposición, significaron una ventaja nacional de 803.594 votos para el oficialismo. (En la entrevista citada, López admitió su concurrencia de criterio con Capriles: «López aclara que él no critica la estrategia plebiscitaria que llevó adelante Henrique Capriles en la campaña municipal, porque ‘era inevitable'», escribió Elvia Gómez. Pero fue el estrepitoso fracaso de tal estrategia lo que dañó, tal vez irreversiblemente, el liderazgo de Capriles. No fue por eso, de todos modos, que López creyó posible reemplazarlo de inmediato).
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Ya entrados en este dificilísimo año de 2014, López & Machado convocaron a una «asamblea de ciudadanos» en la Plaza Brión de Chacaíto, no sin antes haber reclutado a Antonio Ledezma y promovido eventos similares y simultáneos en otras ciudades del país, a celebrarse diez días antes del trágico 12 de febrero. El concepto de asamblea de ciudadanos es constitucional: «Artículo 70. Son medios de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político: la elección de cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la revocatoria del mandato, la iniciativa legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y ciudadanas cuyas decisiones serán de carácter vinculante… La ley establecerá las condiciones para el efectivo funcionamiento de los medios de participación previstos en este artículo». (No hay una ley de asambleas de ciudadanos, pero la Ley Orgánica de los Consejos Comunales las define como la instancia superior de los consejos comunales, es decir una instancia enteramente local. Ninguna podría decidir el término de un Presidente de la República).
La «asamblea» de la Plaza Brión
Ostensiblemente, las asambleas examinarían las opciones constitucionales enumeradas el 7 de diciembre—renuncia del Presidente, enmienda, reforma, revocatorio, constituyente (no se incluyó la apelación al Artículo 350, otrora favorita de más de un opositor)—; en apariencia, López & Machado cum Ledezma no sabían en qué palo ahorcarse; en verdad, ya habían optado por el empleo de la marca constituyente—«de esas opciones la constituyente es la más adecuada»—como etiqueta de lo que realmente era una insubordinación de calle: «Los venezolanos opositores al gobierno revolucionario bolivariano que conduce los destinos de Venezuela desde 1999, se reunieron en las primeras asambleas ciudadanas para debatir ‘La Salida’ del régimen, propuesta hecha por María Corina Machado, Leopoldo López y la Movida Parlamentaria». (lapatilla). Leyendo correctamente el recrecido malestar ciudadano, creyeron que una caída del gobierno de Maduro podía hacerse inminente con la presión de marchas, y que había que arrebatar de una vez por todas el liderazgo opositor a un timorato y colaboracionista Capriles. (Thaelman Urgelles: «…el propósito más profundo de los promotores de #LaSalida no es reemplazar de inmediato al gobierno, sino a Henrique Capriles como líder del pueblo democrático y a Ramón Guillermo Aveledo como coordinador de la oposición organizada»).
El propio Capriles declaró: “Hay una lectura de los que quieren buscar el 8 de diciembre interesadamente para destruirme a mí; eso es parte de la lucha política, ésos se sientan al lado de uno, ésos se sientan atrás de uno y uno tiene que estar pendiente porque lo que hay no es la palmadita sino el cuchillo para clavártelo” (El Universal, 2 de febrero de 2014), no sin argumentar que ¡él no había perdido las elecciones municipales porque no había sido candidato! Hay que tener tupé: Capriles se autopostuló como jefe de campaña de todos los candidatos municipales de oposición—calcando al Hugo Chávez de 2008—e inventó la estupidez del «plebiscito», cosas ambas acogidas por la Mesa de la Unidad Democrática. De todos modos, no se atrevió a oponerse a la táctica López-Machado y estuvo presente en la marcha fúnebre. La MUD tampoco se atrevió, aunque Tomás Guanipa, Secretario de Primero Justicia, condicionó la cosa: “En la unidad se han hecho debates en todos los espacios sobre las acciones que hay que tener y sobre lo que debemos hacer en Venezuela. Por unanimidad se decidió acompañar al pueblo en las protestas ciudadanas que se hacen todos los días en Venezuela y que no tienen que ver con el interés de algunos sectores de aumentar su liderazgo o de satisfacer su ego”. (Correo del Orinoco, 4 de febrero de 2014).
El próximo paso se daría diez días después, el Día de la Juventud. Montados sobre las primeras protestas estudiantiles, que ya habían incluido episodios de violencia—agresión a la residencia del gobernador Vielma Mora en San Cristóbal—, se dieron a combinar esos movimientos con la participación de manifestantes que ya no eran tan jóvenes. (Este blog no tiene elementos de juicio que le permitan asentar que López & Machado estuvieran tras aquellas manifestaciones iniciales en el interior de la República, aunque las «asambleas» del 2 de febrero contribuyeron a la generación del clima de exasperación. Tuit típico desde Chacaíto: «#LaSalida el comienzo del fin de este régimen. Vamos Venezuela en adelante por la Democracia lucha sin cansancio!»).
Muerte en la calle
Entonces llegó la tragedia que catapultó la indignación de la oposición más impaciente. En momentos cuando esto se escribe (19 de febrero) ya son seis las personas muertas en circunstancias protestatarias. Emiliana Duarte escribió en Caracas Chronicles:
Leopoldo, María Corina and the opposition groups that called for yesterday’s protests are not at fault for the heartbreaking deaths that occurred. They are, however, either deeply naive in ignoring the very probable chance that colectivos would show up and kill protesters, or – more likely – tragically ill-prepared for such a scenario and just hoping for the best. Either way, calling for a peaceful protest without comprehending and preparing for the full scope of what we’re dealing with is, I’m sorry to say, irresponsible and lazy.*
Luis Vicente León avisó con tiempo: «Pensar que la incapacidad de ganar una elección (cualquiera que sea la razón) se resolverá intentando medios radicales, sin ser mayoría y sin motivar a la gente, frente a un gobierno mayoritario, populista y que tiene el monopolio de las armas y del poder, puede sonarle muy atractivo en el discurso a mucha gente que, quizás con razón, se encuentre desesperada, pero es tan ineficiente e imposible como el éxito de la política económica del gobierno nacional. Las dos son intrínsecamente malas». (¿Es la hora de los radicales?, en Prodavinci, 6 de febrero de 2014).
Por supuesto, es un derecho ciudadano la petición de la renuncia de un funcionario público en cualquier momento y sitio. La manifestación pública de ese deseo no debe ser reprimida.
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Existe una larga tradición filosófica acerca de las condiciones de una guerra justa; gente como Santo Tomás de Aquino se ha ocupado de eso. De modo esquemático, son éstas las que justifican una acción violenta ante la agresión a una colectividad: 1. El daño infligido por el agresor en contra de la comunidad ha sido grave y continuado; 2. Todo otro medio de detenerlo se ha mostrado impráctico o ineficaz; 3. La probabilidad de éxito de la acción reparadora es elevada o suficiente: 4. El empleo de la violencia no debe producir males mayores que lo que se pretende repeler. Puede admitirse que la primera y, tal vez, la cuarta condición están cumplidas—el momento económico nacional, que pesa sobre toda la nación, ciertamente se agravará con los disturbios—, pero ni están agotados todos los medios para parar el trote a Nicolás Maduro ni era en absoluto probable que fuera exitosa la iniciativa propugnada por López & Machado. Los hechos lo dicen.
El titular de la corona
La salida no es la calle. La salida es la apelación al soberano:
No puede ocultarse lo pernicioso del régimen chavista, y la condición a la que ha sometido al país es repudiable en todo sentido. Es por ello que las ganas de mucho pueblo de protestarlo son harto explicables; el gobierno nos ha llevado a los límites de la exasperación. Pero mandar es muy preferible a protestar. La grave situación de la república, consecuencia de la necia intención de imponerle una camisa de fuerza socialista, sólo puede resolverla la Corona: el Soberano, el Poder Constituyente Originario. Éste es un poder supraconstitucional, sólo limitado por los derechos humanos y lo que la nación haya convenido con las soberanías equivalentes de otras naciones. Es éste el gigante que debe ser despertado para que hable, para que se pronuncie, para que manifieste su voluntad. No para que marche o fabrique pancartas, no para que golpee cacerolas o abuchee presidenticos en juegos de pelota, sino para que ordene. No hay eventos electorales próximos en el calendario nacional (…) pero siempre es tiempo de referendo. Podemos convocarlo cuando queramos. Más que nunca, es el tiempo de preguntar al Soberano si está conforme con la implantación en Venezuela de un régimen político-económico socialista, que es la coartada fundamental del actual gobierno y los que lo antecedieron desde 1999. (La marcha de la insensatez, 12 de febrero de 2014).
La contestación a objeciones comunes a este tratamiento se encuentra en Doctrina del referendo sobre el socialismo, y una explicación hablada en el programa #72 (7 de diciembre de 2013) de Dr. Político en RCR. LEA
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*Leopoldo, María Corina y los grupos de la oposición que convocaron las protestas de ayer no tienen la culpa de las desgarradoras muertes que se produjeron. Son, sin embargo, o bien profundamente ingenuos al ignorar la posibilidad muy probable de que los colectivos aparecerían y matarían a manifestantes, o—más probablemente—trágicamente mal preparados para tal escenario y por limitarse a esperar lo mejor. De cualquier manera, llamar a una protesta pacífica sin comprender y prepararse para la magnitud real de lo que estamos confrontando es, siento decirlo, irresponsable y negligente. (Traducción añadida a raíz de una comunicación que la exigió con impertinencia).
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Para descargar en archivo de formato .pdf La salida
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por Luis Enrique Alcalá | Feb 18, 2014 | Argumentos, Política |
¿Gente insubordinada?
En el estudio de los sistemas complejos se conoce cómo es que un sistema puede evolucionar, por decirlo así, en el borde del caos, en gran diferencia respecto de los sistemas plenamente caóticos. Esto es un resultado de la tendencia, observable en cualquier sistema complejo, hacia la autorganización. Más aún, la condición que los expertos llaman “caos débil”, es muy común en la naturaleza. Es el estado normal de los sistemas más dinámicos en cuanto a potencialidad evolutiva. Tan castrante del cambio creativo es el excesivo rigor, el excesivo orden, como el caos pleno. Resbalemos, pues, por este borde del caos, en este desarreglo, con los ojos bien abiertos y la imaginación bien dispuesta, porque así vamos a encontrar la verdadera salida
Turmoil or disarray*
El Diario de Caracas, 3 de agosto de 1998
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La primera noticia de la mañana daba cuenta de la destitución del Jefe del SEBIN—nombre horrible, como diminutivo de grosera expresión—, el servicio sucesor de la DISIP que antes (en tiempos de Rómulo Betancourt) se llamaba DIGEPOL, presuntamente la metamorfosis benéfica de la Seguridad Nacional de Marcos Pérez Jiménez, su Gestapo. La decisión fue tomada por el presidente Nicolás Maduro por desacato a sus órdenes expresas de acuartelar los efectivos del organismo, las que en sí revelan la percepción presidencial de que está en su interés calmar las cosas. Es gravísimo que, en medio de un ambiente de extendida protesta, la autoridad del Presidente de la República sea desconocida, especialmente por cuerpos armados. Añádase a tan preocupante desarrollo que ayer el gobernador de Carabobo, Francisco Ameliach, declaró por Twitter: «UBCH a prepararse para el contraataque fulminante. Diosdado dará la orden». ¿Quién gobierna en Venezuela?
La segunda noticia avisaba que los espacios de Chacaíto, el escenario que había escogido Leopoldo López para marchar, cual mártir, a entregarse a las autoridades que lo buscaban con un auto de detención, habían sido tomados por numerosos y bien pertrechados agentes de la Policía Nacional «Bolivariana» y la Guardia Nacional «Bolivariana». (Parece que Cabello no llegó a dar las órdenes anticipadas por Ameliach, por ahora).
La tercera fue que López se había entregado a las 12:23 p. m. Consummatum est.
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El gobierno de Nicolás Maduro está en serísimos problemas. No sólo es que la bomba de tiempo económica, armada por su predecesor eterno, ahora le explota en la cara, sino que tiene una buena parte de la población en la calle, exigiendo que se vaya. Es en medio de tan grave situación que parece no controlar ni a sus propias filas.
¿Como Cristo en la cruz?
Sobre Maduro pesa la herencia del despropósito de Hugo Chávez y ella incluye, entre otras muchas cosas, tres chavistas de gran peso: Jorge Giordani, el alucinado gurú del socialismo más extraviado; Diosdado Cabello, realengo personaje que se cree parte principalísima del Poder Ejecutivo y actúa por su cuenta en consecuencia; Rafael Ramírez, lord protector del tumor económico primario: PDVSA. («Entonces pensé: la solución de la cosa no es salir de Nicolás Maduro; es salir de Rafael Ramírez. Es él quien debiera ofrecer su renuncia». Orlando curioso, 4 de febrero de 2014). Mucho se lograría si pudiera repudiar, no a uno, sino a estos tres chivos expiatorios.
Pero el presidente Maduro no está en las condiciones de Josif Stalin; no tiene la capacidad, desde de su precario mando, para hacer purgas de gente tan poderosa. Tampoco es para él una referencia útil la desesperada cambiadera de ministros de Pérez Jiménez en enero de 1958, en el tramo final de su caída, cuando sacrificó a Laureano Vallenilla Lanz (realmente Planchart) y a Pedro Estrada, jefe del SEBIN (realmente Seguridad Nacional), y trajo al general Néstor Prato como Ministro de Educación, para sustituirlo de inmediato por Humberto Fernández Morán. Hacer algo así emitiría la más clara señal de debilidad irreversible.
En lugar de eso, en estos momentos da otro discurso más, ante una concentración de «trabajadores petroleros resteados con el legado de Chávez, Maduro y el socialismo», flanqueado por Rafael Ramírez. La locura persiste.
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El gobierno presidido por Nicolás Maduro está enfermo, y no es catarro lo que tiene.
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La oposición no está mejor. Hace cuatro días, escribía Thaelman Urgelles:
Los trágicos acontecimientos de ayer en Caracas fueron el pico de una operación política que nos ofrece la presunta salida inmediata de la penosa situación socio-política (y especialmente económica) en la que se encuentra Venezuela. No me refiero a la estupenda cadena de marchas y concentraciones efectuada en todo el país, convocadas por las federaciones estudiantiles de todas las universidades aunque los méritos fueron hábilmente atraidos para sí por políticos que poseen más saliva para engullir la harina mediática que ello provocó. Me refiero a los promotores de un nuevo atajo voluntarista al que ellos mismos han denominado #LaSalida, denominación muy apropiada para estimular las prisas de sectores de clase media cuya escasa experiencia política coincide con su justificada indignación por el desastre que sufre nuestra depauperada Venezuela. Muy directa y explícita la consigna de #LaSalida, con hashtag incluido, para bautizarlo en el escenario principal de su campaña publicitaria, que no es otro que las redes sociales de Internet. La resonante convocatoria que ha tenido, a partir de las acciones iniciales de vanguardias juveniles muy bien organizadas y localizadas, habla del nivel de desesperación que habita en ciertas capas poblacionales de clase media ilustrada, pues no más allá de ellas se registra, como en los años 2000 a 2004, la virulencia protestataria. (…) Al parecer, el propósito más profundo de los promotores de #LaSalida no es reemplazar de inmediato al gobierno, sino a Henrique Capriles como líder del pueblo democrático y a Ramón Guillermo Aveledo como coordinador de la oposición organizada. En ese caso, el movimiento debería tener por Hashtag el más apropiado de #LaEntrada… de ellos a las posiciones dirigentes de la oposición. Es duro decir esto de personas sobre quienes pesan órdenes de prisión; pero dado que nos estamos jugando la suerte de Venezuela alguien debe atreverse a hablar claro, quizás alguien como quien escribe, que no posee otra ambición que recuperar un país libre para sus hijos y nietos.
Todos sabemos quiénes promovieron «la salida». Un día antes de la celebración de las elecciones municipales del 8 de diciembre, cincuenta y cinco nombres firmaban un remitido de prensa en el que se aseguraba que «la salida» era una asamblea constituyente:
Los firmantes de este manifiesto vemos en el derecho legítimo del pueblo a convocar democráticamente una Asamblea Nacional Constituyente a través de una gran movilización popular (…) el mecanismo más eficiente, plural y democrático para recomponer el acuerdo social de la República. Con nuevos funcionarios a la cabeza de los poderes públicos, tendremos en Venezuela unas elecciones presidenciales enmarcadas en un proceso justo, equilibrado y transparente acorde con nuestro arraigo democrático y tradición de libertad.
Comunicado del 7 de diciembre (clic amplía)
Al día siguiente, el Polo Patriótico lograba 242 alcaldías y la Mesa de la Unidad Democrática 75, o menos de la tercera parte, pero en la cabeza de los firmantes cupo la ilusa noción de que las elecciones de una hipotética constituyente serían ganadas decisivamente por la oposición. Y sólo dos de las cincuenta y cinco rúbricas alcanzaron espacio en los medios: Leopoldo López y María Corina Machado, en su primer acto público de separatismo de la supuestamente sagrada unidad opositora. El primero tiene una trayectoria que empieza por el cheque de PDVSA gestionado por su madre a favor de Primero Justicia—cuando ambos eran empleados de esa empresa—, y continúa por su militancia en tal partido, del que se separa amenazando constituir Primero Justicia «Popular», para refugiarse en Un Nuevo Tiempo, al que abandona cuando esta organización postula a Liliana Hernández, su leal acompañante, a la Alcaldía de Chacao, pues su hombre de confianza era Emilio Graterón; finalmente, después de anunciar la constitución de unas efímeras redes «populares», termina formando Voluntad «Popular». Machado, por su parte, que procuraba en 2006, por propia admisión, una «crisis de gobernabilidad» que diera al traste con el gobierno—mediante un alzamiento o una invasión de marines—, que el año antes tuvo su momento de grande liga con la reunión en la Sala Oval donde la recibiera George W. Bush, el funesto presidente estadounidense (héroe de Germán Carrera Damas), brindó en bandeja de plata al madurismo el indicio que la identificaba como conspiradora internacional, y tiñó de sospecha a la MUD, al decir al mencionado historiador que ella ha debido ir al Departamento de Estado, antes de que Ramón Guillermo Aveledo hubiera presuntamente planteado a esa instancia de potencia extranjera que «la única manera de salir de esto es provocar y acentuar una crisis, un golpe de Estado o un autogolpe, o un proceso de atornillamiento y domesticación donde se genera un sistema de control social total».
Fragmento de grabación a Machado Parisca y Carrera Damas
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El cuarto Reich
No todo aquello que se opone a algo malo es por ese mismo hecho algo bueno. En la película en blanco y negro de la polarización política nacional, en esta pelea de perros a la que asistimos y que a veces propina dentelladas mortales a los inocentes, una fracción de opositores neuróticos encuentra bueno y heroico todo lo que niega al chavismo. Es censurable, aunque comprensible dentro de la paranoia oficialista, que el gobierno haya ordenado la supresión de la señal del canal NTN 24 de los servicios de televisión por cable, pero esa estación sólo transmitía un ángulo de los sucesos del 12 de febrero; sus entrevistados fueron Leopoldo López, María Corina Machado, Diego Arria y nadie menos que Otto Reich, ex embajador de los EEUU en Venezuela, alto funcionario de Ronald Reagan y los Bush, entrometido en época del Carmonazo. Yo vi con estos ojitos el muy sesgado desempeño de NTN 24 antes de su bloqueo «por razones de Estado».
Creo posible que la mano de los Estados Unidos esté en esta cosa de los disturbios de estos días, y entiendo que eso entusiasme a gente a la que vi reír, hace dos semanas, con un asqueroso audio de una voz maracaibera que pide a gritos y groserías que llegue a Venezuela un contenedor lleno de banderas gringas, cosa que contaba con su divertida aprobación.
Pero en la oposición venezolana y, por supuesto, en el pueblo entero, hay una mayoría abrumadora que no padece esa despreciable enfermedad.
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Es así como la situación nacional es de enorme peligrosidad. No es imposible que el gobierno de Maduro colapse, y entonces sólo dos cauces pudieran desaguar ese desenlace: una nueva elección para la que no hay preparación candidatural—¿Cabello contra Falcón?—o que los militares, ellos mismos divididos, asuman las riendas del Poder Ejecutivo. Para lo primero no estamos listos y, con deshonrosas excepciones, no somos entusiastas de lo segundo.
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Ahora me portaré ingenuamente, con la mayor candidez de comeflor, y resumiré el guión de una película de Disney. Si en el cacumen de Maduro se encendiera una chispa de sensatez, convocaría a Miraflores a Juan Requesens, Ramón Guillermo Aveledo, Henrique Capriles Radonski, Henry Ramos Allup y Eduardo Fernández. A ellos les diría lo obvio: que tanto la oposición como su gobierno están en grave condición, que el desarreglo pudiera sepultarlos a ambos y dañar, más gravemente aún de lo que ya lo está, al país entero, y que por eso propone un acuerdo sobre estas bases: 1. el cese de la protesta y de la represión; 2. la liberación de los estudiantes detenidos; 3. el repudio a cualquier intervención extranjera, sea ésta de Cuba o los EEUU, en los asuntos venezolanos; 4. el refuerzo de los acuerdos bilaterales en materia de tratamiento de la inseguridad ciudadana; 5. una inmediata NEP (nueva política económica) diseñada sobre las bases recomendadas por economistas reconocidos y que salve al país de morir de inflación e inanición; 6. una hibernación del Plan «de la Patria» hasta la celebración de un referendo en el que sea el Soberano quien decida si quiere para Venezuela un régimen político-económico socialista, que puede ser convocado por votación concertada de oficialismo y oposición en la Asamblea Nacional.
Claro, esto requiere meter en el escaparate el disfraz de Che Guevara y vestir el ropaje de verdadero estadista. A esto concedo mínimas probabilidades, pero ¿quién sabe? El chavismo y la oposición harían bien en recordar las inmortales palabras de Luis Felipe Llovera Páez: «El pescuezo no retoña». LEA
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*turmoil: a state or condition of extreme confusion, agitation, or commotion. disarray: a lack of order or sequence; confusion, disorder. Merriam-Webster Dictionary.
Para descargar en archivo de formato .pdf Desarreglos simétricos
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por Luis Enrique Alcalá | Ene 30, 2014 | Entrevistas, Política |
M. F. Sierra en Noticias 24 Radio
De nuevo conversamos Manuel Felipe Sierra y el abajo firmante sobre política nacional. El espacio, naturalmente, fue su programa en Noticias 24 Radio: El Análisis. El anfitrión puso el foco de nuestro intercambio sobre recientes iniciativas opositoras. Acá está el audio de la conversación. LEA
Entrevista en El Análisis
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por Luis Enrique Alcalá | Jun 28, 2013 | Notas, Política |
No le reconocen su capacidad de Canciller
…puede decirse que Bush ha dado la alternativa a María Corina Machado. Con la entrevista del martes, Machado pasa a ocupar un indiscutido primer lugar en el liderazgo político venezolano, opacando los municipales intentos de Julio Borges, por ejemplo. Aunque se cuida muy bien de mencionar siquiera la idea de una candidatura, es claro que se ha posicionado con más fuerza que nadie con este viaje norteño.
Carta Semanal #140 de doctorpolítico (2 de junio de 2005)
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Fragmento difundido de conversación Machado-Carrera Damas
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Según se ha sabido por grabación ilegal y abusiva de una conversación entre María Corina Machado y el historiador Germán Carrera Damas, la lideresa opositora se siente frustrada porque no se le permite conducir la representación internacional ejecutiva de la Mesa de la Unidad Democrática. Según sus palabras, Ramón Guillermo Aveledo no quiere aflojar ese coroto, «quiere los dos sombreros». Y esto después de que Machado estableciera de una vez por todas que, si a Henrique Capriles Radonski lo recibió el Presidente de Colombia, a ella la recibió el Presidente de los Estados Unidos, ¡nadie menos que el mismísimo George W. Bush!
Claro que no todo el mundo aprobó la entrevista Bush-Machado. En la misma fecha del epígrafe, Milagros Socorro escribió en El Nacional:
Lo peor de todo son las rodillitas. Esas manzanas de mármol (minuciosamente depiladas) asomando de la minifalda, un look entre ejecutivo y sexy, muy al uso entre las jóvenes ambiciosas del momento. Están las sandalitas, desparpajadas, audaces, veraniegas. Pero lo descorazonador son esas rodillas apretadas para hacer más llevadero el piconcito, esas rodillas ateridas porque a su lado no se encuentra un buen muchacho, un “admirador”, como se decía antes, un amante tierno y caballeroso sino el hombre más poderoso de la Tierra, el más frío cuando toca ordenar un bombardeo, uno de los más sedientos a la hora de los bloody marys… Y allí, a su lado, con cara de colegiala elegida para recitarle un poema al general Perón de visita en el plantel, está María Corina Machado, con una sonrisita forzada porque algo dentro de sí debía estarle advirtiendo que en ese momento cometía el peor error de su vida. (Ay, María Corina, qué fastidio, 2 de junio de 2005).
Al quejarse con Carrera Damas—éste le dijo que su aislamiento por la MUD es «una grosería»—, adjudicó a Aveledo los rasgos de mezquindad y pequeñez, pero también aseveró que el Secretario Ejecutivo de la MUD fue a decir al Departamento de Estado de los EEUU «que la única manera de salir de esto es provocar y acentuar una crisis, un golpe de Estado o un autogolpe… o un proceso de atornillamiento y domesticación donde se genera un sistema de control social total». A esto, el historiador pregunta: «Se está poniendo bajo el amparo del Imperio. ¿No?» (Antes había concurrido con la opinión de Machado acerca de las presuntas mezquindad y pequeñez de Aveledo: «Yo lo he tenido sentado allí, y él me dio esa impresión también». Igualmente aprobó la tesis de Machado de que «el golpe ya ocurrió»; en entrevista en Santiago de Chile, Machado dijo el 29 de mayo: «…el golpe militar ya tuvo lugar, porque el señor Maduro al final es una marioneta del gobierno cubano…»)
De nuevo, Machado lleva la ventaja histórica sobre Aveledo:
El miércoles 5 de abril de 2006, una reunión extraordinaria de la peña más longeva de Caracas, cuyo anfitrión es Luis Ugueto Arismendi, antiguo Ministro de Hacienda de Luis Herrera Campíns, se convocaba para escuchar a María Corina Machado, quien había solicitado la sesión con urgencia. Unas setenta personas, entre quienes me encontraba, asistieron a la exposición de la indiscutible líder de Súmate.
Machado comenzó con el enunciado de la premisa mayor de su presentación: nos hallábamos enfrentados a un gobierno que no creía en la alternabilidad democrática, uno que jamás entregaría el poder si lo llegare a perder en elecciones. La premisa no fue más comentada ni expandida durante toda la exposición, aunque proyectó su sombra sobre todo el resto de lo argumentado.
Luego, describió a grandes rasgos el mecanismo de primarias y rebatió, de forma persuasiva, los inconvenientes que usualmente se oponían a la idea de las mismas. Lo que más enfatizó, sin embargo, fue la exigencia de que el candidato más votado tendría que convertirse en el sumo adalid de la lucha por condiciones electorales confiables para retirarse de las elecciones, no con 5% en las encuestas, sino con 40% gracias a las primarias, lo que era preferible y sí “tendría impacto”, en caso de “ser necesario”.
Fue luego de todo eso que se suscitó una ronda de intervenciones de algunos asistentes. Uno de ellos argumentó que el gobierno no era demócrata y por tanto jamás sería derrotable por vía electoral—la premisa mayor del inicio—, razón por la cual “lo que había que hacer” era crear, mediante el retiro de la candidatura, una “crisis de gobernabilidad” que pudiera ser aprovechada por otros factores de poder que acabaran con el régimen. Entonces, María Corina Machado se dirigió al ponente de la receta descrita para decirle: “Pues mira, eso es exactamente lo que estamos buscando”.
(Las élites culposas, Libros Marcados, 2012, pág. 284).
De modo que si el asunto es representar en Washington la estrategia de provocar una crisis de gobernabilidad en Venezuela como «única manera de salir de esto», Aveledo—a quien Machado le reconoce la posesión de «una capacidad de chantaje enorme» (?)—no es sino una segunda edición. Ella cree, naturalmente, que es mejor la primera edición; que para sentarse «con los actores claves, llevándoles información clave» para que el Congreso de los EEUU «reaccione», que para reunirse con «el Departamento de Estado, con los senadores, o con personas que puedan tener capacidad de influencia y posicionar una línea radical (como me califican), confrontacional, no dialogante, no electoral», ella lo haría mucho mejor que el barquisimetano. Ya predicaba eso siete años antes de la presunta representación de Aveledo, sólo diez meses después de su reunión con George W. Bush.
Claro que hay otras diferencias; a Machado le pareció «terrible» que Aveledo declarase en bienvenida de una mejora de las relaciones entre Venezuela y los Estados Unidos, con ocasión del encuentro de Elías Jaua y John Kerry. (Carrera Damas admitió haber sentido «ganas de llorar» con la declaración del jefe de la MUD. A criterio de este blog, ella fue una de las posturas más atinadas de Aveledo y el consorcio que coordina).
Pero no fue Aveledo solamente quien recibió las cándidas críticas de Machado; también Henrique Capriles Radonski. Machado considera que Capriles falló gravemente al desactivar la marcha de protesta contra los resultados electorales del 14 de abril, programada para el 17 de ese mismo mes. Machado mencionó «al grupo que está alrededor de Capriles» como alineado con el mensaje que Aveledo supuestamente habría entregado en Washington. Machado prometió dotar a Carrera Damas con una dirección electrónica segura para enviarle información—»este correo»—y no «aparecer como que [está] socavando o conspirando contra Henrique». Bueno, nos quedamos sin conocer qué pudiera minar al «gran líder» de la oposición venezolana.
………
Por supuesto que la grabación Machado-Carrera es una intromisón vil e ilegal. Blanca Rosa Mármol opinó que esa grabación no sería admisible como prueba en un juicio, «a menos que fuese un seguimiento autorizado por el tribunal para evitar la comisión de un delito”. Pero es que el gobierno no pretende llevar a juicio a María Corina Machado ni a Ramón Guillermo Aveledo, o Henrique Capriles Radonski o Germán Carrera Damas sobre la base del audio ilícito, sino entorpecer las relaciones en el seno de la MUD y desacreditar lo que considera una mera pose democrática. Es, por otra parte, de conocimiento público que desde hace tiempo el oficialismo interviene conversaciones indiscriminadamente; por ejemplo, aquella comunicación de 2002 entre Carlos Andrés Pérez y Carlos Ortega, en la que el Presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela recibió el consejo de coordinarse con Pedro Carmona Estanga. Un poco más de dos años después, el 25 de julio de 2004, el diario El Nacional publicaba una entrevista a Pérez en la que éste asentaba «que el gobierno de Chávez sólo cesaría mediante la aplicación de violencia en su contra y que él, Carlos Andrés Pérez, estaba personalmente involucrado en una conspiración que la ejercería». (Carta Semanal #97 de doctorpolítico, 29 de julio de 2004).
Quizás no recordemos cosas como ésas o aun anteriores; por ejemplo, el video de la extorsión del abogado Braulio Jatar—asesor de Douglas Dáger, copeyano, entonces Presidente de la Comisión de Contraloría de la Cámara de Diputados—al empresario Camilo Lamaletto en 1991. Pero desde el año pasado hemos presenciado un verdadero festival de grabaciones, mayormente de audio. Primero fue el video de Juan Carlos Caldera en el acto de recibir dinero en efectivo—que no reportó al Consejo Nacional Electoral—de parte del boliburgués Wilmer Ruperti; luego vino el opus magnum de Mario Silva y sus delaciones a un agente extranjero, y más tarde supimos de los manejos de Ruperti y Heliodoro Quintero. Ahora el audio delictivamente obtenido de la conversación de María Corina Machado con Germán Carrera Damas es uno más, y debe saludarse, al menos, que no emerjan en él indicios de corrupción, como sí los hay abundantemente en los tres anteriores.
Pero Machado se encuentra ahora en una posición política extremadamente difícil ante quienes son los dos dirigentes más importantes de la oposición: Ramón Guillermo Aveledo y Henrique Capriles Radonski. ¿Quién de estos dos le concederá confianza en lo sucesivo? Ahora verá Machado que el consejo de Carrera Damas le será aplicado: va ser ella quien será driblada. Mientras ella ande en lo que llamó «avanzando mi cosa», su entendimiento con ambos líderes será una pura e hipócrita apariencia.
Y su cosa es alcanzar la Presidencia de la República. En cuanto Capriles perdió la elección del 7 de octubre del año pasado contra Hugo Chávez y suponía la supervivencia del reelecto, decidió reelegirse él como Gobernador de Miranda. Machado no perdió tiempo:
Más aborrece un vacío la política que la naturaleza. El campo opositor está de nuevo sin cabeza indiscutida y se mueven ostensiblemente algunos, y más discretamente otros, para postularse a esa función capital. La aspiración más notoria es la de María Corina Machado, ciertamente la cabeza más articulada entre los precandidatos opositores que compitieron, el 12 de febrero, por el estandarte presidencial de la Mesa de la Unidad Democrática. Evaluando correctamente que Henrique Capriles Radonski no tiene cómo imponerse como líder de la oposición, ha iniciado una intensa campaña de reposicionamiento; ahora declara sobre todo y, más sintomáticamente, ha emitido una proclama que redactó, como la reina Victoria, en plural mayestático: “Tenemos la determinación de construir la Venezuela donde estos valores imperen y estamos dispuestos a liderar esta transformación. (…) Nos corresponde a nosotros asumir esta responsabilidad y liderar esta ineludible tarea”. (Horror vacui, 25 de noviembre de 2012).
La fase terminal de la enfermedad de Chávez «cambió el contexto» y desbarató sus planes, y Capriles no tiene entre los suyos el relevo de su propia figura por Machado, menos ahora, cuando la candidez de ésta le ha servido en bandeja de plata su anulación. Más pendiente debe estar de Aveledo; el Chamán del Guaraira Repano me aseguró que el Secretario Ejecutivo de la MUD espera, como caimán en boca de caño, el desplome definitivo del errático liderazgo de Capriles para lanzarse como el próximo candidato de la oposición.
Por lo demás, es una lástima que María Corina Machado no hubiera recibido una lección de hace casi veinte años:
El texto de John R. Vásquez, The power of power politics, destaca la crisis de ineficacia explicativa y predictiva del paradigma que concibe a la actividad política como proceso de adquisición, intercambio y aumento del poder detentado por un sujeto de cualquier escala. (Individuo, corporación, estado). Aun cuando su investigación se centra sobre la inadecuación de esa visión en el campo académico de las ciencias políticas, este fenómeno tiene su correspondencia en el campo de la política práctica. (A fin de cuentas, lo que la baja capacidad predictiva de ese paradigma significa es que en la práctica política el estilo de la Realpolitik parece, al menos, haber entrado en una fase de rendimientos decrecientes).
Una de las razones para esta situación de crisis del paradigma del poder por el poder, puede ser encontrada en la informatización acelerada del planeta y sus consecuencias. La Realpolitik ha necesitado siempre del secreto para garantizar su eficacia. Pero en los últimos tiempos hemos sido testigos del descubrimiento y exposición pública de los más elaborados planes de ocultamiento político. Un caso particularmente notable fue el del financiamiento de la Administración Reagan a los «contras» en Nicaragua. Un complicadísimo y retorcido esquema de ocultamiento, que involucraba a insospechables aliados momentáneos (Irán, que para los efectos de relaciones públicas era enemigo de los Estados Unidos), resultó ser imposible de ocultar.
Por esto es que el glasnost, la política de «transparencia» declarada por Gorbachov en la antigua Unión Soviética, más que un deseo inspirado en valores éticos, era una necesidad. Ante el asedio de los medios de comunicación, que se ha unido a las previsibles acciones de los adversarios políticos que intentan descifrar las intenciones del contrario, el actor político de hoy se ve forzado, cada vez más, a determinar sus planes suponiendo que van a ser, a la postre, conocidos públicamente. La política de hoy tiende a parecerse cada vez más a un juego de ajedrez, en el que cada oponente posee información completa acerca de la cantidad, calidad y ubicación de las piezas del contendor. (Los rasgos del próximo paradigma político, referéndum #0, febrero de 1994).
Sin embargo, no sólo es Machado quien está en problemas. Después de su desprevenida manifestación, tanto Aveledo como Capriles necesitan controlar el daño infligido a su planteamiento ostensible: que la Mesa de la Unidad Democrática y quien fuera su candidato presidencial, su candidato a gobernador y, de nuevo, su candidato presidencial en un período de catorce meses, han escogido la ruta electoral por razones de principio, que no andan en procura de la desestabilización del gobierno de Nicolás Maduro.
Cierro estas consideraciones con un audio más amable, un epílogo musical. LEA
María Cristina me quiere gobernar
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por Luis Enrique Alcalá | Mar 20, 2013 | Entrevistas, Notas, Política |
He aquí el audio de la entrevista que Manuel Felipe Sierra me hiciera en Radio Venezuela, en la misma fecha de inserción de esta entrada. Previamente, el audio de un micro sinóptico para el noticiero de la emisora.
En 790AM hoy
Entrevista en 790 AM – 20/03/13
María, la legitimadora
Entendiendo que ningún Estado puede darle entera satisfacción material ni cultural a la sociedad, le corresponde mantener un ambiente propicio para que la sociedad trabaje en su propia satisfacción y en la provisión de recursos para el Estado. No debe subordinarse la sociedad al Estado. Debe subordinarse el Estado a la sociedad.
Programa de Gestión de María Bolívar
Uno de ellos argumentó que el gobierno no era demócrata y por tanto jamás sería derrotable por vía electoral, (…) razón por la cual “lo que había que hacer” era crear, mediante el retiro de la candidatura, una “crisis de gobernabilidad” que pudiera ser aprovechada por otros factores de poder que acabaran con el régimen.
Las élites culposas
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Además de Henrique Capriles y Nicolás Maduro, María Bolívar, Eusebio Méndez, Julio Mora, Reina Sequera y Fredy Tabarquino son candidatos a la Presidencia de la República en las elecciones del próximo 14 de abril. ¿Qué sentido tienen sus candidaturas? Bolívar y Sequera también fueron postuladas para las elecciones anteriores, las del 7 de octubre de 2012; la primera obtuvo 0,04% de la votación total, la segunda diez veces más: 0,47%. ¿Es que alguna de las dos cree que tiene el más mínimo chance de suceder a Hugo Chávez, venciendo al Presidente en funciones?
La utilidad real para el oficialismo de, no uno, sino cinco candidatos adicionales, es la de proveer legitimidad al inminente acto electoral, suscitado por la falta absoluta de Hugo Chávez Frías, en caso de que se retire la candidatura de Capriles, como ya ocurrió en 2005 con las candidaturas de oposición a la Asamblea Nacional. En aquella ocasión, un hallazgo en la Fila de Mariches—donde el Consejo Nacional Electoral sometió las máquinas de Smartmatic a un examen técnico—que no significaba la posibilidad de fraude electrónico, aunque sí una potencial violación del secreto del voto, sirvió de pretexto para que Henry Ramos Allup llamara a la retirada en estampida. Como refiero en Las élites culposas, «recordé que el 31 de octubre, un mes antes del descubrimiento en la Fila de Mariches, me había escrito un precandidato presidencial de oposición: ‘…estamos preparando un retiro masivo de candidatos… seguido de un evento espectacular de lanzamiento de campaña 2006′. La demostración de González [el técnico del Grupo La Colina llevado por Primero Justicia] fue un golpe de suerte a favor de una retirada que estaba decidida de todos modos». (Pág. 275). Y no quiero decir con esto que alguno o todos los candidatos menesterosos hayan sido colocados en la boleta electoral del 14 de abril por obra del gobierno; para serle útiles basta que estén allí.
Al año siguiente de la entrega de la Asamblea Nacional por forfeit de la oposición, una insólita alegría se manifestaba en algunos personajes de la periferia opositora: creían que había sido un acierto estratégico profundo la retirada de noviembre de 2005, pues habría deslegitimado a la Asamblea Nacional enteramente roja, al causarse una abstención electoral de 75%. Ya nadie osa defender esa torpe maniobra; junto con el Carmonazo y el paro petrolero de 2002-2003, es ahora generalmente evaluada como una grande estupidez política.
Pero antes de que tal toma de conciencia llegara a generalizarse, se creyó que la fórmula era repetible, con mayor eficacia, en el proceso electoral de 2006, que enfrentó a Hugo Chávez y Manuel Rosales.
El miércoles 5 de abril de 2006, una reunión extraordinaria de la peña más longeva de Caracas, cuyo anfitrión es Luis Ugueto Arismendi, antiguo Ministro de Hacienda de Luis Herrera Campíns, se convocaba para escuchar a María Corina Machado, quien había solicitado la sesión con urgencia. Unas setenta personas, entre quienes me encontraba, asistieron a la exposición de la indiscutible líder de Súmate.
Machado comenzó con el enunciado de la premisa mayor de su presentación: nos hallábamos enfrentados a un gobierno que no creía en la alternabilidad democrática, uno que jamás entregaría el poder si lo llegare a perder en elecciones. La premisa no fue más comentada ni expandida durante toda la exposición, aunque proyectó su sombra sobre todo el resto de lo argumentado.
Luego, describió a grandes rasgos el mecanismo de primarias y rebatió, de forma persuasiva, los inconvenientes que usualmente se oponían a la idea de las mismas. Lo que más enfatizó, sin embargo, fue la exigencia de que el candidato más votado tendría que convertirse en el sumo adalid de la lucha por condiciones electorales confiables para retirarse de las elecciones, no con 5% en las encuestas, sino con 40% gracias a las primarias, lo que era preferible y sí “tendría impacto”, en caso de “ser necesario”.
Fue luego de todo eso que se suscitó una ronda de intervenciones de algunos asistentes. Uno de ellos* argumentó que el gobierno no era demócrata y por tanto jamás sería derrotable por vía electoral—la premisa mayor del inicio—, razón por la cual “lo que había que hacer” era crear, mediante el retiro de la candidatura, una “crisis de gobernabilidad” que pudiera ser aprovechada por otros factores de poder que acabaran con el régimen. Entonces, María Corina Machado se dirigió al ponente de la receta descrita para decirle: “Pues mira, eso es exactamente lo que estamos buscando”.
Las primarias, definitivamente, permitirían que los electores participaran en la decisión de escogencia del candidato. Serían, era obvio, más democráticas. Pero si se las quería emplear, en diabólica, insincera y arrogante manipulación, para entusiasmar a muchos electores en una candidatura cuya misión, sin que los ciudadanos lo supieran, era retirarse para generar problemas de gobernabilidad al gobierno y ejecutar después alzamientos o intervenciones extranjeras, entonces debíamos rechazarlas con el mayor denuedo. Ya se nos había llevado una vez, como corderos, al riesgo de la muerte el 11 de abril de 2002, mientras una necia conspiración se aseguraba de capitalizar, para una autocracia que jamás fue escogida en primarias, el beneficio del sacrificio.
Un articulista con seudónimo había ya sugerido que un supuesto pacto de Teodoro Petkoff con Fidel Castro, buscaba evitar “una gigantesca crisis de gobernabilidad que empuje definitivamente a Chávez a su propio abismo. De Miraflores al infierno… dadas las condiciones internacionales y el endurecimiento de las posturas del Pentágono hacia Caracas, una profunda crisis interna con el aislamiento internacional y la dureza de los Estados Unidos, el futuro para Chávez, para Castro y sendas ‘revoluciones’ sería de pronóstico reservado”. Ha habido siempre quienes celebran en Venezuela que los militares de los Estados Unidos se endurezcan.
De nuevo, los sostenedores de este récipe creían haber descubierto, luego de la masiva ausencia electoral del 4 de diciembre de 2005 y el evidente impacto sobre el discurso gubernamental, que la abstención en retirada de último minuto era el fusible eficaz que detonaría impepinablemente la crisis buscada. Pero claro, se añadía, para que la retirada surtiera efecto debía primero adquirirse fuerza, una masa crítica opositora construida, por ejemplo, mediante la organización de elecciones primarias que “calentaran la calle”. Naturalmente, no debía explicarse toda la estrategia al elector común, quien no tenía por qué saber que lo de las primarias era una carantoña, pues de sospecharlo no se produciría la participación masiva que el plan requería. De nuevo, como “teníamos la razón”, estaríamos moralmente autorizados a manipular a la población opositora mediante el engaño. (Las élites culposas, págs. 283-285).
Ayer, Día de San José, el diario El Nacional publicó un irrespetuoso editorial, enteramente alineado con entrometidas declaraciones de Roberta Jacobson, Secretaria de Estado para América Latina de los Estados Unidos de Norteamérica. (En entrevista concedida a El País de Madrid el 15 de los corrientes). Allí dijo Jacobson: «Creemos que los venezolanos merecen unas elecciones abiertas, justas y transparentes en las que todos pueden ejercer su voto con la confianza de que su decisión será respetada». Más adelante, y luego de cuestionar el proceso venezolano en materia de la observación internacional, reiteró: «…lo importante ahora es que las elecciones sean limpias y transparentes. Será un poco difícil, pero eso es lo que los venezolanos y la comunidad internacional debe [sic] de [sic] apoyar». El periódico madrileño quiso que la funcionaria estadounidense cuestionara la celeridad de la elección—que la Constitución Nacional manda en treinta días ante una falta absoluta del Presidente de la República—, al preguntarle: «¿No han sido convocadas estas elecciones con demasiada rapidez?» Aquí, El Nacional dijo que la reacción enteramente explicable de Tibisay Lucena, Presidenta del CNE, equivalía a haber «montado en cólera» y a salir «como Juana de Arco del trópico» por sugerencia de, tal vez, Nicolás Maduro, Diosdado Cabello o Elías Jaua. También aludió cobarde y desalmadamente a problemas de salud de la Sra. Lucena. ¿Cómo reaccionaría el Departamento de Estado de los EEUU a la declaración de un vocero autorizado de la Unión Europea, que expresara deseos de que alguna elección en ese país fuera abierta, justa, limpia y transparente? Es una vergüenza que El Nacional haya publicado la insultante pieza; el digno Miguel Otero Silva se revuelve en su tumba. ¡Cómo se nota la ausencia del sentido común de Simón Alberto Consalvi! (Apunte de Manuel Felipe Sierra).
La razón real de la estampida opositora en 2005 fue que los sondeos de opinión no auguraban a sus partidos más de 15% (entre todos) de la votación de diciembre de ese año. Ahora las encuestas conocidas colocan a Capriles Radonski, de quien todas las mujeres estarían enamoradas, en desventaja insalvable. Espero que él no se preste a una maniobra artera retirando su pobre candidatura—casi tan pobre como la de Maduro—, como estoy seguro de que con estas líneas aumenta mi propensión a accidentes o encuentros con el hampa asesina y mi favoritismo entre opositores neuróticos. LEA
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*Luis Betancourt Oteyza
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