Mikhail Gorbachov (1931-2022)

 

El más merecido Premio Nobel de la Paz ha sido probablemente el concedido en 1990 a Mijaíl Gorbachov, fallecido ayer. Sin él, todavía estaríamos en la Guerra Fría y ante la Unión Soviética. Él permitió (auspició) en 1989 la unión de las dos Alemanias y la disolución de la antigua Unión Soviética.

Cuando eso comenzaba me encontraba con mi familia en Maracaibo, empeñado en dirigir la resurrección del periódico zuliano La Columna, que emergiera de nuevo el 8 de septiembre de 1989. El recién salido tabloide pudo enviar en noviembre de ese mismo año a Carlos Caridad Montero, joven periodista* de la sección de Economía, a cubrir los acontecimientos en Berlín. De allí me trajo, como souvenir, un estuche con unos pocos cascotes del infame Muro de Berlín que comenzaba a ser derruido por ciudadanos alemanes.

Gorbachov fue el artífice de la perestroika, la reforma del estado soviético, y la política del glasnost, o transparencia de la gestión pública. Sólo un gigante pudo concebir y hacer eso en el territorio del absolutismo zarista y comunista.

La caída del régimen del Shah de Irán fue la primera «sorpresa» de cierta magnitud, la que inicia la serie de acontecimientos «impensables» que incluye cataclismos tales como el derrumbamiento del Muro de Berlín y la desmembración de la Unión Soviética como secuela de la perestroika de Gorbachov. (La miopía tiene cura, 15 de mayo de 2013).

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La primera vez que me topé con el nombre ruso Mijaíl venía seguido del apellido Glinka, y esa conjunción onomástica designaba al padre del nacionalismo musical ruso. Es de él la pieza para piano que se pone a continuación, La alondra. Ahora que el alma de Gorbachov ha volado al encuentro de su adorada esposa Raisa (fallecida en 1999), que vuele con él la música de su compatriota.

 

 LEA

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* «La Columna de 1989-1990 fue la obra de jóvenes». (La erección de una columna nueva, 27 de junio de 2010).

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