Ingredientes para la cocción de un nuevo paradigma político

 

 

El 26 de diciembre de 1985 concluí la escritura de Krisis – Memorias prematuras, mi primer libro, el que sería impreso al año siguiente por Editorial Ex Libris, excelente imprenta que recién iniciaba operaciones. (Fue el segundo libro que ella imprimiera y—según Javier Aizpúrua, amigo y factor principal de Ex Libris—el primer libro venezolano escrito y diagramado en un computador personal). Pudo ver la luz gracias al financiamiento de mi gran amigo Gerd Stern. Reproduzco de seguidas, de ese texto, la relación de un intercambio con Alfredo Keller a comienzos de octubre de 1984.

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A los pocos días tuve contacto con un capaz trabajador de la periferia copeyana: Alfredo Keller, Director de Conciencia 21, centro de análisis político que sirve a COPEI. Su visita, y la que yo hice poco después a sus oficinas, sirvieron para que, al exponer, yo pudiera asentar, con mayor precisión, algunas formulaciones más explícitas de lo que se venía configurando como mi comprensión de lo político y que había venido exponiendo ante el auditorio unipersonal de Diego Urbaneja.

Ante Alfredo esbocé una caracterización del liderazgo político clásico, y comparé varios de sus rasgos con el de un nuevo liderazgo que a mi juicio era posible y era mejor. Por ejemplo, dije que el liderazgo tradicional operaba por oposición, mientras que el nuevo liderazgo debía actuar por “superposición”, al traer un nuevo paradigma político que cubría y hacía prescindible el anterior. Hasta eché mano de Max Weber para discutir una diferencia en la “legitimación” del liderazgo clásico y el liderazgo más moderno que era posible. Max Weber es uno de los grandes de la sociología de fin de siglo. Al estudiar las formas de la legitimación del poder describió tres “tipos ideales”: tres formas cualitativamente diferentes y que podían ser estudiadas con cierta abstracción. El poder puede legitimarse por la vía carismática: el de un liderazgo que tiene poder de conectar alógicamente, influyendo fuertemente de modo afectivo sobre un gran conjunto de personas. Fidel Castro, Adolfo Hitler, John Fitzgerald Kennedy, Renny Ottolina, José Luís Rodríguez, son personas con carisma. Se da también la legitimación tradicional, referida a un largo pasado de unión con una vieja fuente originaria o fundadora: la de Isabel II de Inglaterra o la de Caldera. Y también se establece legitimación para el poder por razones burocráticas: se controla un aparato poderoso. Es el caso de Eduardo Fernández, de Talleyrand, de López Contreras, de Manuel Peñalver.

Había que añadir, le decía a Alfredo Keller, una vía más pertinente al problema. Los próximos líderes se legitimarán porque traerán soluciones que sí sean suficientes, y será posible esto porque enfocarán la política de un modo diferente. La legitimación será programática, porque se establecerá más racionalmente por aquellos que suministren metas con mayor sentido, y será paradigmática, porque aportará una nueva arquitectura para nuevas interpretaciones de los hechos políticos.

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La cita precedente complementa a Una metamorfosis preferible, entrada en este blog que fuera publicada hace dos días. LEA

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