por Luis Enrique Alcalá | Abr 11, 2010 | Argumentos, Económica, Política, Terceros |

Las manos de Rosling dan forma a ideas para el 2020
El 24 de enero de este año trajimos al blog el ameno poder didáctico de Hans Rosling (Estadísticas motorizadas. Una entrada previa—LEA #331, 14 de mayo de 2009—ya daba cuenta de su extraordinario trabajo desde la Fundación Gapminder. Su nivel de comprensión de los grandes procesos sociales, con el despliegue visual en animación de su dinámica, es algo que no puede conseguirse de ninguna otra manera.
De nuevo, he aquí una de sus mejores presentaciones en TED (Technology, Entertainment, Design), que es un reservorio de extraordinarias disertaciones cortas (no más de veinte minutos cada una) sobre variados temas de actualidad (Ideas worth spreading) por los más acreditados expositores.
Recientemente, Ericsson, la firma de telefonía sueca—la nacionalidad de Rosling—decidió producir una serie de videos futuristas, cuyo cierre fue confiado al profesor del Karolinska Institutet de Estocolmo en vista de su extraordinaria capacidad pedagógica. Por ahora sólo puede verse las piezas, incluida la de Rosling—2020 – Shaping Ideas, la #20—, en idioma inglés. La #8, por cierto, fue requerida a una venezolana, la muy autorizada socióloga del cambio tecno-económico Carlota Pérez, catedrática de Tecnología y Desarrollo Socio-económico en la Universidad Tecnológica de Tallin, Estonia, y Honorary Research Fellow de Política Científica y Tecnológica de la Universidad de Sussex, Inglatera, quien visitara recientemente al país.
Rosling tiene la marca de los mejores profesores: un estupendo sentido del humor. La audiencia corresponde cálidamente a sus jocosos apuntes y seguramente recuerda por ellos su lección con más facilidad. LEA
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por Luis Enrique Alcalá | Mar 20, 2010 | Económica, Política |

Cuentas claras
Un libro, que seguramente pretenderá estatura de manual oficial para la conversión de la economía natural venezolana en una socialista, acaba de ser presentado por su autor, Haiman El Troudi , ex Ministro de Planificación y Desarrollo. Se trata de La política económica bolivariana y los dilemas de la transición socialista en Venezuela.
El Troudi justifica el paso al socialismo sobre una sola afirmación genérica: “Tenemos que reconocer que en este país la manera en que se definen las ganancias es dantesca”. Es decir, que el cálculo económico del empresario promedio en Venezuela genera distorsiones espantosas, dignas del canto de Dante, las que exigirían numerosas instancias de control del proceso económico para impedirlas. Luego, con el cambio generacional, la propiedad de los medios de producción estaría en manos del poder comunal. Entonces todos seríamos felices.
Ahora bien, ¿qué es lo que ocurre realmente en el flujo económico habitual de una empresa capitalista típica? Tomemos por caso una industria imaginaria y esquemática que actúe en ambientes financieros en los que la tasa de interés sea parecida a la de países desarrollados o, más bien, a la que prevaleció en Venezuela (9% anual) durante el período democrático hasta 1989, el año de introducción del “paquete económico” del segundo gobierno de Pérez, para los intereses que los bancos pagaban a los depósitos a plazo fijo. A lo largo de esa etapa, un industrial exitoso se daba con una piedra en los dientes cuando la ganancia de su empresa, típicamente de 10% o 15% de sus ventas, llegaba a representar cada año un 20% del capital que había invertido en ella. La diferencia de 11% sobre la tasa de interés era el incentivo que le movía a arriesgar capital y esfuerzo, y a someterse a riesgos adicionales de otra índole. (El riesgo al fracaso o el riesgo jurídico, por ejemplo). Ese margen diferencial era suficiente para que no se conformara con recibir 9% de un banco sobre el capital que depositara en él, o 12% si se atrevía a prestarlo él mismo con los riesgos implicados en la actividad de prestamista.
Digamos que en esa industria imaginaria hay un total de 400 personas trabajando (entre empleados y obreros) y que cada uno devenga, en promedio, 8.000 bolívares (fuertes) de remuneración mensual por su trabajo. (Unos ganan menos de 8.000 y otros ganan más, como es lo usual). El total de la remuneración del trabajo sería en este caso de 3.200.000 bolívares mensuales, o 38.400.000 anuales.
Supongamos ahora que esta fuerza de trabajo es dirigida por cuatro socios ejecutivos, cada uno de los cuales posee un 25% del capital y devenga un sueldo mensual de 65.000 bolívares (65.000.000 en bolívares débiles), u ocho veces el promedio de la remuneración promedio a los trabajadores, para una remuneración ejecutiva total de 260.000 bolívares mensuales o 3.120.000 anuales.
Supongamos también que por la magia del socialismo del siglo XXI se logra que estos ejecutivos ya no perciban sueldos, sino que trabajen con el mismo ahínco que antes como esclavos, y que lo que antes ganaban se reparta entre los 400 trabajadores. Bueno, en este caso la remuneración mensual de toda la fuerza de trabajo pasaría de ser 3.200.000 bolívares a ser 3.460.000 o, lo que es lo mismo, la remuneración mensual promedio de cada trabajador crecería de 8.000 bolívares mensuales a 8.650. Es decir, para conseguir un aumento salarial de sólo 8% debo reducir todo ejecutivo a la esclavitud, confiando en que su dedicación y su productividad permanecerían inalteradas bajo ese régimen.
En una industria típica la remuneración del trabajo está alrededor de 40% del costo total de producción, y éste es un 70% del total de costos y gastos. (Los gastos generales no asociados a la producción serían el 30% de ese total). Esto provendría de la siguiente estructura: un total anual de costos de la producción de 96.000.000 bolívares—de los que 38.400.000, como hemos dicho, corresponderían a la remuneración del trabajo—y gastos generales de 41.142.857 para un total de gastos y costos de 137.142.857 bolívares. Si la ganancia fuese, como es típico, de 10% de las ventas, entonces la empresa tendría que vender 152.400.000 bolívares por año para que, restado de ellos el total de costos y gastos, esa ganancia quedara en algo más de 15.000.000. (Exactamente, 15.257,143).
Si ahora consideramos que con ese monto se cumple el objetivo de un rendimiento anual de 20% sobre el capital invertido, lo que los accionistas han arriesgado en la empresa es un poco más de 75.000.000 de bolívares (76.285.714).
Ahora bien, es igualmente política habitual de una industria apartar la mitad de la ganancia para reinversión en la empresa que la mantenga viable, de modo que lo que realmente llega a repartirse de dividendos a los accionistas es asimismo la mitad de aquélla. En este caso, 7.628.571 bolívares por año. Ah, pero el socialismo del siglo XXI hace otro acto mágico al obtener de los ejecutivos accionistas su tesón de siempre aunque les arrebate los dividendos para repartirlos, una vez más, entre los trabajadores. Por este acto contrario a la “exclusión” cada trabajador recibiría al año 19.071 bolívares adicionales, o el equivalente de 1.589 bolívares mensuales más.
En síntesis, la desaparición de la remuneración ejecutiva y los dividendos vendría a representar un aumento mensual en la remuneración promedio de los trabajadores de 2.239 bolívares. Su sueldo pasaría de 8.000 bolívares por mes a 10.239, para un aumento de 28%.
¿Representaría tal cosa el paso de algún trabajador de la “exclusión” a la “inclusión social”?
De más está repetir que los cálculos presentados son esquemáticos—no se ha considerado cosas tales como las habituales comisiones pagadas a vendedores ni el impepinable rubro del impuesto sobre la renta—y corresponden a una empresa ficticia, pero se trata de un ejemplo bastante cercano a las condiciones frecuentes de una industria promedio.
¿Es esto tan difícil de explicar a la población?
La conclusión es clarísima: no hay nada de ciencia en la interpretación marxista de la economía de las unidades productivas. La verdad es que la labor empresarial, erróneamente tenida por excluyente, se remunera (salvo casos especiales particularmente escandalosos) de modo muy razonable. Si se eliminara la remuneración ejecutiva y el pago de los dividendos, se “excluiría” (esta vez sí) la función imprescindible de aquel que arriesga considerablemente para obtener una justa ganancia. En nuestro caso: cada uno de los cuatro socios recibiría una alta remuneración mensual (65.000 bolívares) por la delicada gestión que implica imaginar y definir el negocio, mantenerlo unido coherentemente y dirigir sus operaciones en medio de un ambiente competitivo y estatalmente regulado. Además recibiría un dividendo que debe compensarle la inmovilización de los recursos que invierte como capital y el riesgo nada trivial de perderlo. En el ejemplo discutido, cada accionista habría tenido que aportar 19.071.429 bolívares, y recibiría por año 1.907.143 bolívares como dividendo, un 10% de su inversión.
¿Es esto algo censurable? ¿Debe esto impedirse para que cada trabajador reciba 1.589 bolívares adicionales por mes, suponiendo que la rentabilidad de la empresa seguiría siendo la misma al suprimir el incentivo al capitalista salvaje?
De nuevo, ¿son estas claras cuentas algo de dificilísima explicación a los ciudadanos de este país por los órganos empresariales encargados de defender la libre iniciativa? LEA
por Luis Enrique Alcalá | Feb 17, 2010 | Argumentos, Económica, Política |
En los Estados Unidos existe mucha y justificada preocupación por el nivel de la creciente deuda federal, alimentada por un desmesurado déficit presupuestario. Lo importante, por supuesto, es cómo pudiera detenerse la hemorragia financiera del gobierno nacional de ese país. Pero desde el punto de vista de la evaluación política lo justo se obtiene con claridad respecto de las causas del fenómeno.

La guerra y la preferencia por las grandes compañías son la causa del déficit de los EEUU
En el gráfico a la izquierda, tomado de The Economist, es posible observar el comportamiento de ese déficit desde 2009, cuando Barack Obama comenzara su período, hasta 2019, en proyecciones de la Oficina de Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos. Son tres las bandas más gruesas, los caños de desagüe de mayor caudal. En primer término, la banda gris azulada registra el efecto de la recesión económica, que seguramente no puede ser atribuida a la administración del nuevo presidente. (Las relativamente moderadas bandas roja y beige corresponden a los programas de auxilio y estímulo económico; la primera incluye a las gigantescas y quebradas entidades de ahorro y préstamo— Fannie y Freddie—y el programa TARP: Troubled Asset Relief Program).
Pero los dos cauces verdaderamente gigantescos corresponden, primeramente, al gasto de las guerras en Irak y Afganistán (en amarillo) emprendidas por George W. Bush sobre bases, sobre todo la primera, verdaderamente irresponsables y abusivas. El segundo y más grande caudal (en azul) corresponde, finalmente, a los recortes impositivos característicos de la época de Bush: el beneficio descomunal que este presidente concediera, bajo la astuta designación de “alivio fiscal” (tax relief), a las grandes compañías estadounidenses.
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Un segundo indicador del desempeño comparado de las administraciones de Bush y Obama fue enviado anteayer en correos electrónicos procedentes de David Plouffe, Director de Organizing For America, la estructura de apoyo popular a Obama del Partido Demócrata.

La sangría de Bush comienza a ser restañada (un click sobre la imagen la amplía)
En este caso, las magnitudes graficadas son las de las pérdidas en empleos en los Estados Unidos, mes a mes, entre diciembre de 2007 y enero de 2010, según cifras obtenidas de la Oficina de Estadísticas Laborales de los Estados Unidos. El gráfico, que abarca 26 meses, es elocuente: las máximas pérdidas se dieron en enero de 2009, el último mes del gobierno de Bush, luego de una trayectoria creciente. A partir de la presidencia de Obama, las pérdidas han ido disminuyendo marcada y consistentemente.
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El próximo dato es propiamente político. El Washington Post dio a conocer ayer su encuesta conjunta con ABC News respecto de la opinión popular que ha merecido una reciente decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos, que abriera los diques de contención a las empresas y sindicatos en materia de gasto en campañas electorales.
Con una mayoría de 5 a 4, la Corte decidió el 21 de enero que las corporaciones tenían el mismo derecho que las personas individuales a la hora de financiar campañas en apoyo de u oposición a candidatos particulares, revirtiendo así prohibiciones expresas mantenidas por décadas.
Pues bien, la encuesta del Post registró que 8 de cada 10 ciudadanos consultados están en desacuerdo con esa decisión. (Están “fuertemente opuestos” en 62% de los casos). Un 72% de los encuestados está a favor de restablecer las limitaciones derogadas.
Estas muy significativas mayorías tienen poco que ver con grupos demográficos, raza o edad e, incluso, con afiliación política o nivel de ingreso. Entre quienes se definen como demócratas, la oposición a la decisión judicial es de 85%, pero los republicanos la oponen en el 76% de los casos. (81% de los independientes expresó su oposición).
La nota del Post destaca que el líder de la minoría republicana en el Senado, y otros legisladores del mismo bando, han alabado la decisión y anunciado su futura oposición a cualquier intento de atenuar sus efectos. Pareciera que estos líderes conservadores andan buscando lo que no se les ha perdido. LEA
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por Luis Enrique Alcalá | Ene 24, 2010 | Económica, General, Política, Terceros |

El motor de números Rosling
Hasta que los computadores aparecieran para permitir la graficación dinámica de estructuras muy complejas, las matemáticas fractales no pudieron emerger de su fase embrionaria. Se conocía, por supuesto, el Conjunto de Cantor, que representa el proceso de convertir una línea recta en una entidad cada vez más e infinitamente pulverulenta.
Luego, Francia tomó el puesto de Meca de los fractales (aunque no tenían ese nombre) y de los procesos caóticos. Gaston Julia y Pierre Fatou descubrieron estructuras matemáticas «monstruosas», tenidas por «anomalías» que no podían ver porque sólo disponían de lápiz y papel, pizarrón y tiza, para confrontar la infinita complejidad que las caracteriza. Henri Poincaré, por su parte, enunció por primera vez (1903) el principio de la sensibilidad a las condiciones iniciales de los sistemas complejos. Pero, sin el computador, la biblia de las matemáticas fractales—Benoit Mandelbrot: The Fractal Geometry of Nature (1982), el lenguaje del caos y la complejidad—no hubiera podido ser escrita. De ninguna otra forma podría imaginar un humano la riqueza infinita del Conjunto de Mandelbrot.

Haz click sobre la imagen para ver animación de la generación del Conjunto de Mandelbrot. (En Wikimedia Commons).
Del mismo modo, la conducta de las estadísticas en el tiempo, su cambio en la escala temporal, no es de fácil percepción. Es, por consiguiente, de la mayor importancia, para científicos y políticos, para ciudadanos y tomadores de decisiones, el singular aporte de Hans Rosling y su Fundación Gapminder. El sueco Rosling, profesor de Salud Internacional en el Karolinska Institutet, inventó el concepto de Trendalyzer, un programa de computación que confiere animación a series de datos estadísticos. A partir de esta invención, no hay forma más eficaz de expresar la dinámica de esos datos: su desarrollo, su vida.
Google—¿quién más?—ha adquirido los derechos de Trendalyzer; el gigante de la información sabe cuándo es bueno lo que descubre. Ahora ofrece gratuitamente la herramienta, rebautizada como Motion Chart, el gráfico que se mueve. Y también TED (Technology, Entertainment, Design) ha contribuido a que se conozca el poderoso instrumento. En su fabuloso sitio web se encuentran presentaciones de Rosling, que hablan por sí solas. Una de ellas se muestra abajo. LEA
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por Luis Enrique Alcalá | Ene 13, 2010 | Económica, Entrevistas, Política |
El Ing. Aurelio Useche Kislinger, ex Director Principal del Banco Central de Venezuela y ex Jefe de la Oficina Central de Presupuesto, ha accedido amablemente a asentar para DoctorPolítico su comentario sobre la devaluación de la moneda venezolana, recientemente decretada, el Viernes Rojo (8 de enero de 2010), por el Gobierno Nacional.
He aquí el archivo de audio:
por Luis Enrique Alcalá | Ene 9, 2010 | Económica, Política |

Pura pérdida
El bolívar fuerte no lo era tanto, a juzgar por la devaluación ordenada y anunciada ayer por el Presidente de la República.
Volvemos a los tiempos de RECADI (Régimen de Cambio Diferencial) en la época de Jaime Lusinchi. Apartando el mercado paralelo del “dólar permuta”, en el que Chávez prometió intervenir y PDVSA es el principal oferente, ahora habrá dos pisos oficiales de intercambio de las monedas venezolana y estadounidense.
El misericordioso dólar CADIVI, a Bs. F. 2,15 por unidad, ha fenecido, y en su lugar, como una ameba que se divide, han quedado un dólar a Bs. F. 2,60 y otro, el “petrolero”—váyase a saber por qué este nombre tan inadecuado—, a Bs. F. 4,30, en burda psicología que aspira a sugerir que hemos regresado a los tiempos “del cuatro treinta”, del “ta barato, dame dos”. La tasa menos exigente se aplicará a “sectores prioritarios como salud, alimentación, y ciencia y tecnología. También abarcará a las importaciones del sector público, remesas familiares, estudiantes en el exterior, consulados y embajadas acreditadas en el país, jubilados, pensionados y algunos otros casos especiales”. (Yaneth Fernández, El Universal). El resto de la economía deberá hacer cola en CADIVI para obtener dólares a 4,30, lo que en todo caso es una ganga para quienes se vieron forzados a pagar bastante más para financiar sus importaciones en el mercado informal, al haberse producido gran viscosidad y hasta clausura de los canales de la casa de cambios oficial.
Desde el punto de vista estrictamente macroeconómico, se trata de una medida largamente esperada que será bien recibida internacionalmente. Walter Molano, analista de BCP Securities, cree que “ayuda al alivio de los achaques fiscales del país y lo pone en un pie macroeconómico más firme”. La posición de la deuda venezolana debiera mejorar. Por otro lado, las empresas venezolanas pasan súbitamente a ser más competitivas, con menores precios de sus productos exportables y una competencia interna de la importación en desventaja. Como es característico en él, el presidente Chávez presentó la cosa como decisión que marca una nueva época: “Lo que queremos con estas medidas es estimular la política exportadora; que Venezuela sea un país que exporte y dejar de estar dependiendo exclusivamente del petróleo”.
Pero, primeramente, resulta descarada esa declaración en un gobierno que no ha hecho otra cosa que reforzar el esquema petrolero-rentista de la economía nacional, al tiempo que ha sometido a asedio terrorista a la economía no petrolera. Luego, no estamos ya en momentos de recetas económicas simplistas, y la momentánea ventaja que se confiera a los exportadores se demostrará insuficiente. Tan temprano como en 1986, la economista Carlota Pérez (edición aniversaria de la revista Número) alertaba: “Claro que la tasa de cambio es una variable importante para una política exportadora y no niego que su manipulación sea eficaz para algunos productos y por cierto tiempo. Pero, como estrategia sólida y permanente esa ruta no es más que un espejismo. Sin entrar a discutir el problema del alto contenido importado de nuestra producción industrial, en el mundo actual la mano de obra barata ya no basta ni para invadir los mercados de importación ni para atraer la inversión extranjera. Ya es demasiado tarde para emprender ese camino”.
Por encima de todo, sin embargo, la decisión devaluadora favorece globalmente al gobierno, cuyo ingreso principal ocurre justamente en dólares. Le serán más fácil, al menos, dos cosas: pagar a valor inferior sus obligaciones con proveedores y gastar más bolívares debilitados en año electoral. Más difícil, en cambio, se hará su cacareada “lucha” contra la corrupción. Quienes tengan los contactos adecuados comprarán a 2,60 y venderán a 4,30, y de esa ganancia saldrán las comisiones que alimentan a la chavoburguesía.
Del otro lado está el pueblo, que no come vallas publicitarias que proliferarán en la inminente campaña. La inflación aumentará, y los venezolanos veremos, una vez más, cómo este gobierno se prefiere a sí mismo sobre los habitantes del país.
Cuando la gente del MBR-200 conspiraba, criticaba acerbamente a RECADI, al Viernes Negro, a la corrupción, a la situación general de la economía, a la inflación. Todo esto, creía, justificaba su alzamiento. ¿Qué merecería un Viernes Rojo? ¿No debiera Hugo Chávez deponerse a sí mismo?
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