Addenda et corrigenda

Apartando correcciones tipográficas—un paréntesis, uso de cursivas—, se ha practicado una corrección importante en el texto de DICTAMEN 2010 (anterior entrada) al añadir unas oraciones en el último párrafo de la sección Producción de un hecho político eficaz, en el Tratamiento. Esa adición hace más comprensible la prescripción.

Antes decía:

En cambio, el referéndum sobre el socialismo, además de inobjetable, necesarísimo y largamente debido, sería, de resultar adverso al proyecto socialista, un golpe letal. En palabras del mismo Chávez: paralizaría todos los “motores de la revolución”.

Ahora dice:

En cambio, el referéndum sobre el socialismo, además de inobjetable, necesarísimo y largamente debido, sería, de resultar adverso al proyecto socialista, un golpe letal. En palabras del mismo Chávez: paralizaría todos los “motores de la revolución”. Un desenlace de este tipo tendría tanta fuerza que muy probablemente haría inevitable la renuncia de Hugo Chávez a su actual cargo; si a la convicción creciente acerca de la ineficacia e inconveniencia de su gobierno, se suma la anulación de su coartada general—el “socialismo del siglo XXI”—, la viabilidad política del régimen decrecería muy marcadamente, pues habría sido radicalmente desautorizado por el Poder Constituyente Originario, la verdadera Corona.

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DICTAMEN 2010

APTO MEDICO

Introducción

El presente estudio, ofrecido para esta fecha (17 de diciembre de 2009) a los suscritores de la Carta Semanal de doctorpolítico el pasado 11 de noviembre de 2009, es probablemente el ejercicio más clínico de los presentados en esa publicación. De este modo, hay más acercamiento a las tres primeras cláusulas del Código de Ética compuesto y jurado públicamente por el suscrito el 24 de septiembre de 1995. Se las reproduce a continuación:

*Recomendaré o aplicaré, según sea el caso, sólo las acciones y cambios que entienda sean beneficiosos a las personas y a sus asociaciones, a menos que este beneficio particular implique perjuicio a la sociedad general o daño innecesario a otras personas o sus asociaciones, y jamás recomendaré o aplicaré nada que yo sepa sería dañino a las personas o asociaciones que pidan mi consejo o asistencia.

*Procuraré comunicar interpretaciones correctas del estado y evolución de la sociedad general, de modo que contribuya a que los miembros de esa sociedad puedan tener una conciencia más objetiva de su estado y sus posibilidades, y contradiré aquellas interpretaciones que considere inexactas o lesivas a la propia estima de la sociedad general y a la justa evaluación de sus miembros.

*Pondré a la disposición pública mis prescripciones para la salud de la sociedad general cuando su aplicación requiera la aprobación de los Electores de esa sociedad, y daré a cualquier Elector que me la pida mi opinión acerca del estado y progreso de su sociedad general.

En junio de 1986, compuse un primer dictamen de esta clase. En él expuse: “Lo ofrezco como dictamen porque estoy convencido de que la política debe ser concebida como un acto médico. Es decir, en política lo realmente importante es, como en medicina, la salud del paciente. Y en política el paciente es la nación”. Y también:

Un paciente se encuentra sobre la cama. No parece padecer una indisposición común y leve. Demasiados signos del malestar, demasiada intensidad y duración de las dolencias indican a las claras que se trata de una enfermedad que se halla en fase crítica. Por esto es preciso acordar con prontitud un tratamiento. No es que el enfermo se recuperará por sus propias fuerzas y a corto plazo. Tampoco puede decirse que las recetas habituales funcionarán esta vez. El cuerpo del paciente lucha y busca adaptarse, y su reacción, la que muchas veces sigue cauces nuevos, revela que debe buscarse tratamientos distintos a los conocidos. Debe inventarse un nuevo tratamiento. La junta médica que pueda opinar debe hacerlo pronto, y debe también descartar, responsable y claramente, las proposiciones terapéuticas que no conduzcan a nada, las que no sean más que pseudotratamientos, las que sean insuficientes, las que agravarían el cuadro clínico, de por sí extraordinariamente complicado, sobrecargado, grave.

Es clarísimo que las circunstancias del país son hoy muchísimo más graves que hace veintitrés años. A comienzos del fatídico año de 2002, quien escribe concibió un procedimiento de abolición del gobierno que comenzaba por los siguientes considerandos:

Nosotros, la mayoría del Pueblo de Venezuela, Soberano, en nuestro carácter de Poder Constituyente Originario, considerando

Que es derecho, deber y poder del Pueblo abolir un gobierno contrario a los fines de la prosperidad y la paz de la Nación cuando este gobierno se ha manifestado renuente a la rectificación de manera contumaz…

Que el gobierno presidido por el ciudadano Hugo Rafael Chávez Frías se ha mostrado evidentemente contrario a tales fines, al enemistar entre sí a los venezolanos, incitar a la reducción violenta de la disidencia, destruir la economía, desnaturalizar la función militar, establecer asociaciones inconvenientes a la República, emplear recursos públicos para sus propios fines, amedrentar y amenazar a ciudadanos e instituciones, desconocer la autonomía de los poderes públicos e instigar a su desacato, promover persistentemente la violación de los derechos humanos, así como violar de otras maneras y de modo reiterado la Constitución de la República e imponer su voluntad individual de modo absoluto…

Es igualmente claro que la descripción contenida en el segundo considerando persiste en forma agravada.

………

Sumario

A la exploración clínica, el sistema político venezolano revela una evidente y grave patología. Sobre un prolongado cuadro crónico de casi dos décadas previas de insuficiencia política, se ha sobrepuesto un agudo proceso oncológico que ya dura más de un decenio, pernicioso e invasivo, que pone en gravísimo peligro el desempeño democrático del Estado, el que pudiera sufrir malformaciones de difícil reversión y someter a la población entera mediante una dominación y un control completos de sus libertades ciudadanas. Una intervención terapéutica eficaz se hace urgentemente necesaria, luego de la aplicación reiterada de tratamientos que han fracasado.

Diagnóstico

Un cuadro general de insuficiencia política—el sistema político resuelve mal los problemas de carácter público—caracteriza a Venezuela. La etiología de esta condición es de carácter paradigmático: el paradigma desde el que operan los actores políticos convencionales (Realpolitik o política de poder + definición ideológica en el eje izquierda-derecha) les impide la producción de soluciones eficaces a los problemas públicos. Aquellas que implementan usualmente conducen al agravamiento de esos problemas.

La condición descrita fue percibida por los Electores venezolanos ya en la primera mitad de la década de los años ochenta:

Tan temprano como en 1984 la encuestadora Gaither mostró cómo, en el lapso de un año, el porcentaje de encuestados que no lograba identificar un “mejor partido” entre las opciones AD, COPEI, MAS y otros—es decir, todos—saltó bruscamente de 27% a 43%, o casi la mitad de la opinión pública. Tradicionalmente, la abstención electoral en Venezuela había sido mínima; todavía para las elecciones presidenciales de 1983, la abstención fue de sólo 12%. Seis meses después, la abstención creció a 40,7% en las elecciones municipales de 1984. Dos años más tarde, la empresa Datos registraba que ya 58% de sus entrevistados prefería un candidato presidencial que no viniera de los partidos. (Carta Semanal #350 de doctorpolítico, 25 de septiembre de 2009).

Y acerca de la campaña presidencial de 1983, fue posible escribir:

El venezolano que asistió a cualquiera de las innumerables reuniones que poblaron, como a cualquier otra, la batalla electoral de 1983, estaba más preocupado por el país en su conjunto, clara y evidentemente enfermo, que por el interés sectorial de su inmediata incumbencia. De allí el éxito de la vaga promesa del “Pacto Social” por Jaime Lusinchi, pues si abstracta e imprecisa, al menos tenía la virtud de ser formalmente una panacea. (Memorias Prematuras, 1986).

Los actores políticos convencionales no han encontrado el modo de actualizarse paradigmáticamente. Reiteran incesantemente la “necesidad” de posicionarse ideológicamente y emitir declaraciones de principios doctrinarios, mientras operan desde una praxis de política de poder. (“…la actividad de obtener poder e impedir que el contrincante obtenga poder”. Carta Semanal #50 de doctorpolítico, 21 de agosto de 2003).

Sobre ese cuadro general ha emergido el proceso oncológico de la dominación de Hugo Chávez, desde su asunción al poder el 6 de diciembre de 1998. El término oncológico se emplea para destacar que la patología chavista no fue inoculada al país por un agente o vector externo, sino que procede de las propias entrañas de la nación, estaba en su seno. También, por supuesto, para designar su carácter pernicioso e invasivo, que ha ido penetrando extensamente los tejidos social e institucional trastocándolos y destruyéndolos. El mecanismo específico no es otro que el de una exacerbación del paradigma antes descrito: asumiendo una ubicación de izquierda extrema y llevando la praxis de política de poder a sus últimas consecuencias, sin el escrúpulo de la urbanidad política de un actor convencional. Yehezkel Dror ya había descrito esta tipología en Crazy States: A counterconventional strategic problem (1971):

Estos son los rasgos, según Dror, de un «Estado loco»: 1. tiene objetivos muy agresivos en contra de otros; 2. mantiene un profundo e intenso compromiso con esos objetivos (dispuesto a pagar un alto precio por su logro y correr grandes riesgos); 3. está imbuido de un sentido de superioridad frente a la moralidad convencional y las reglas habitualmente aceptadas de la conducta internacional (dispuesto a la inmoralidad e ilegalidad en términos convencionales en nombre de «valores superiores»); 4. exhibe un comportamiento lógicamente consistente dentro de tales paradigmas; 5. lleva a cabo acciones externas que impactan la realidad (incluyendo el uso de símbolos y amenazas). (Carta Semanal #62 de doctorpolítico, 13 de noviembre de 2003).

Este proceso que, por lo demás, ha venido manifestándose con agresividad creciente, ancla en cinco pedúnculos, que le prestan fuerza muy considerable:

1. El empleo de un “discurso salvaje” transformado en un “discurso de poder”, según apunte de Francisco Toro Ugueto (traducción del suscrito) sobre un libro de Juan Manuel Briceño Guerrero (El laberinto de los tres minotauros, 1977-1982):

…explica no sólo por qué existe el chavismo, sino también por qué tiene éxito. La atracción política de Chávez está basada en el lazo emocional que su retórica crea con una audiencia que resiente profundamente su marginalización histórica. Funciona al hacerse eco de la profunda resaca de furia de los excluidos, una furia que Briceño Guerrero explica poderosamente. La retórica de Chávez está basada en una comprensión intuitiva profunda del discurso no occidental/antirracional en nuestra cultura, un discurso que ha sido alternadamente atacado, descontado y negado por generaciones de gobernantes de mentalidad europea. Chávez valida el discurso salvaje, lo refleja y lo afirma. Lo encarna. En último término, transmite a su audiencia un profundo sentido de que el discurso salvaje puede y debe ser algo que nunca ha sido antes: un discurso de poder.

2. El rechazo a la unipolaridad planetaria. Dentro de la prédica del Presidente de la República, uno de cuyos focos principales es una constante censura a los Estados Unidos, su preferencia por un mundo multipolar resuena con percepciones bastante extendidas en el planeta, y fue facilitada por el áspero desempeño de los sucesivos gobiernos de George W. Bush. A estas alturas, los propios Estados Unidos han comenzado a dejar de verse a sí mismos como hegemón planetario. A fines de noviembre de 2008, ya electo Barack Obama pero con Bush aún en funciones, el Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos dio a conocer su estudio Tendencias Globales 2025 – Un mundo transformado. Allí se lee, por ejemplo:

El sistema internacional—tal como fuera construido luego de la Segunda Guerra Mundial—será casi irreconocible para 2025, debido al surgimiento de potencias emergentes, una economía globalizadora, una transferencia histórica de riqueza relativa y poder económico de Occidente a Oriente y la creciente influencia de actores no estatales. Hacia 2025, el sistema internacional será uno global y multipolar, al continuar estrechándose las brechas de poder nacional entre países desarrollados y en desarrollo.

3. El fracaso del Consenso de Washington. A la caída del “socialismo real” con el desplome de la Unión Soviética y su sistema de clientes satelitales, una lectura simplista (Francis Fukuyama, The End of History?, en la revista The National Interest, 1989) entendía que tan portentosos acontecimientos anunciaban una era de generalización de la democracia liberal y los mercados capitalistas en el mundo. La década siguiente mostró  cuán equivocada era esa impresión. (Entre nosotros, el “caracazo” de 1989 fue una trágica campanada). Más recientemente, la crisis de los mercados financieros, desatada a fines de 2008, contribuyó a alimentar con hechos las refutaciones conceptuales de la tesis de una generalización inevitable del sistema capitalista:

El impacto es de dimensiones tan enormes que The Guardian Weekly, el semanario inglés, preguntó a Vince Cable (Shadow Minister of the Treasury del partido Liberal-Demócrata) hace sólo nueve días: “¿Es esto el principio del fin del capitalismo como lo conocemos?” (Guardian Podcast #78). Cable rechazó esa interpretación, pero el mero hecho de que la pregunta haya sido concebida revela la extensión de la crisis de confianza, casi universal, que afecta ahora a los muy sofisticados sistemas financieros de los países más desarrollados del mundo. Los productos de una altanera ingeniería financiera se tambalean como un viaducto que estuvo bien hecho, pero fue colocado sobre terreno movedizo. (Carta Semanal #304 de doctorpolítico, 25 de septiembre de 2008).

El presidente Chávez no dejó de aprovechar el proceso para afirmar su “socialismo del siglo XXI:

Los recientes acontecimientos catastróficos en los mercados financieros estadounidenses, y los de países estrechamente conectados con ellos, han sido saludados con arrogancia socialista que proclama el fin del capitalismo. Se trata de una soberbia, de una hibris, equivalentes a los de Francis Fukuyama cuando decretaba “el fin de la historia” a la caída de la Unión Soviética. La hecatombe financiera del mes que acaba de concluir es ciertamente terrible, pero lo es más la catástrofe crónica del pueblo cubano o la que duró setenta años en Rusia bajo la égida comunista. (Carta Semanal #305 de doctorpolítico, 2 de octubre de 2008).

4. La dinámica de la democracia participativa. Ya en 1984, John Naisbitt incluía el tránsito de una democracia meramente representativa a una participativa en su libro Megatendencias:

La democracia participativa está revolucionando la política local en América y borbotea hacia arriba para cambiar también la dirección del gobierno nacional. Los años 70 marcaron el comienzo de la era participativa en política, con un crecimiento sin precedentes en el empleo de iniciativas y referenda… Políticamente, estamos en un proceso de desplazamiento masivo de una democracia representativa a una democracia participativa… El hecho es que hemos superado la utilidad histórica de la democracia representativa y todos sentimos intuitivamente que es obsoleta… Esta muerte de la democracia representativa también significa el fin del sistema de partidos tradicionales.

Naisbitt escribía una década antes de la explosión de la Internet. Chávez llevó el asunto no solamente a la Constitución de 1999, sino a la Cumbre Presidencial de las Américas que se celebrara en Québec en 2001. Localmente fue criticado al no prosperar su intento de insertar el concepto de democracia participativa en la declaración final.

Si uno se pone a ver, la frase «constitución moribunda», que tanto nos alarmó por lo inoportuna e irrespetuosa que fue en boca de Chávez en el solemne acto de su primera toma de posesión, es menos radical que la de «muerte de la democracia representativa», que Naisbitt emitiera, con el aplauso de sus muchos admiradores, hace ya diecisiete años. (El Llanero Solitario en Québec, artículo en la revista Zeta reproducido en la Ficha Semanal #36 de doctorpolítico, 8 de marzo de 2005).

5. La ideología marxista residual. Hugo Chávez adoptó desde su juventud una óptica marxista acerca de la vida social, y las proximidades conceptuales con Jorge Giordani, Martha Harnecker y Heinz Dieterich (últimamente muy distanciado)—para no hablar de su relación favorita con Fidel Castro—consolidaron ese punto de vista radical:

María de Lourdes Vásquez ha reportado en el diario El Universal recientes declaraciones (30 de junio) del Presidente de la República, que siguen ya un guión ortodoxamente marxista. Abre así su nota: “El Presidente de la República, Hugo Chávez, indicó durante la noche del martes que en Venezuela existe una ‘guerra social’, según él desatada por las clases poderosas que quieren seguir explotando a los más pobres y en función de ellos manipulan y tienen desatada una ‘guerra psicológica’.” (Carta Semanal #338 de doctorpolítico, 2 de julio de 2009).

La dominación chavista, pues e independientemente de su equivocación, goza de profundo sentido político e histórico, y eso la hace difícil de superar; además de tan fuertes y anchos anclajes pedunculares, ha recibido una abundante irrigación de recursos financieros, la que ha permitido la diseminación de este proceso tumoral en el país y en buena parte del continente.

 

Tratamiento

De la insuficiencia política

Comoquiera que la etiología del cuadro general y previo de insuficiencia política es de carácter paradigmático, la superación de esa condición patológica requiere un cambio de paradigma (paradigm shift, Thomas Samuel Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, 1962). En el artículo Paradigm shift en Wikipedia (traducción del suscrito) encontramos:

El paradigma, desde el punto de vista de Kuhn, no es simplemente la teoría vigente, sino la visión del mundo completa dentro de la que existe y todas las implicaciones que vienen con ella. Está basado en aspectos del paisaje del conocimiento alrededor de los que los científicos se identifican… Cuando se ha acumulado suficientes anomalías significativas contra un paradigma vigente, la disciplina científica es empujada a un estado de crisis, según Kuhn. Durante esta crisis, nuevas ideas, quizás algunas previamente descartadas, pasan a ser ensayadas. En algún momento se forma un nuevo paradigma, el que gana sus propios nuevos adeptos, y una “batalla” intelectual se establece entre los seguidores del nuevo paradigma y los sostenedores del viejo paradigma… Kuhn dijo, con el empleo de una cita de Max Planck: “…una verdad científica nueva no triunfa por el convencimiento de sus oponentes haciéndoles ver la luz, sino más bien porque sus oponentes mueren tarde o temprano, y surge una nueva generación familiarizada con aquél”.

Con ocasión de aplicar este protocolo kuhniano a la comprensión de nuestra insuficiencia política en febrero de 1985, el suscrito comentó:

…es mi creencia que la revolución que necesitamos es distinta a las revoluciones tradicionales. Es una revolución mental antes que una revolución de hechos que luego no encuentra sentido al no haberse producido la primera. Porque es una revolución mental, una “catástrofe en las ideas”, lo que es necesario para que los hechos políticos que se produzcan dejen de ser insuficientes o dañinos. (Memorias Prematuras, 1986).

Y, como sugiere Kuhn, un paradigma político no puede cambiar si la visión del mundo—Weltanschauung—de los actores políticos convencionales (Chávez incluido) no es sustituida por una nueva. Nuestros actores políticos convencionales operan dentro de marcos mentales clásicos, newtonianos y deterministas, y no han accedido aún a nuevos núcleos conceptuales, provistos principalmente por las novísimas teorías de la complejidad. (“Existe ahora, pues, un marco teórico y analítico—la teoría de la complejidad, el concepto de fractales, la teoría del caos—que permite entender los sistemas políticos desde una nueva perspectiva, así como, por el lado del «análisis de políticas», un arsenal de instrumentos para una producción racional de políticas específicas”. Los rasgos del próximo paradigma político, referéndum #0, febrero de 1994).

Un claro ejemplo viene dado por la concepción de la economía clásica respecto de los mercados:

Para la economía clásica la mano misteriosa del mercado estaba basada en la eficiencia del decisor individual. Se lo postulaba como miembro de la especie Homo œconomicus, hombre económicamente racional. Los modelos del comportamiento microeconómico postulaban competencia perfecta e información transparente. El mercado era perfecto porque el átomo que lo componía, el decisor individual, era perfecto. La propiedad del conjunto estaba presente en el componente. En cambio, la más moderna y poderosa corriente del pensamiento cientí­fico en general, y del pensamiento social en particular,  ha debido admitir esta realidad de los sistemas complejos: que éstos—el clima, la ecología, el sistema nervioso, la corteza terrestre, la sociedad—exhiben en su conjunto “propiedades emergentes” a pesar de que estas mismas propiedades no se hallen en sus componentes individuales. En ilustración de Ilya Prigogine, Premio Nóbel de Química: si ante un ejército de hormigas que se desplaza por una pared, uno fija la atención en cualquier hormiga elegida al azar, podrá notar que la hormiga en cuestión despliega un comportamiento verdaderamente errático. El pequeño insecto se dirigirá hacia adelante, luego se detendrá, dará una vuelta, se comunicará con una vecina, tornará a darse vuelta, etcétera. Pero el conjunto de las hormigas tendrá una dirección claramente definida. Como lo ponen técnicamente Gregoire Nicolis y el mismo Ilya Prigogine en Exploring Complexity (Freeman, 1989): “Lo que es más sorprendente en muchas sociedades de insectos es la existencia de dos escalas: una a nivel del individuo y otra a nivel de la sociedad como conjunto donde, a pesar de la ineficiencia e impredecibilidad de los individuos, se desarrollan patrones coherentes característicos de la especie a la escala de toda la colonia”. Hoy en día no es necesario suponer la racionalidad individual para postular la racionalidad del conjunto: el mercado es un mecanismo eficiente independientemente y por encima de la lógica de las decisiones individuales. (Marcos para la interpretación de la libre empresa en Venezuela, enero 2004).

El cambio requerido es de tal naturaleza, que implicará la formación de tipos nuevos de organización política:

Es importante construir lo necesario para que se dé el tránsito de uno a otro paradigma, de uno a otro concepto, de una vieja a una nueva conceptualización. Esto precisa de una nueva asociación política. Los actores políticos tradicionales, legitimados internamente por sostener alguna posición ideológica en algún “espacio” del viejo eje político de derechas e izquierdas, difícilmente pueden aceptar lo que tendrían que aceptar, que es, ni más ni menos, que de aquello que les sostiene no es posible deducir soluciones a los problemas políticos importantes. Las reglas de las organizaciones políticas tradicionales configuran un ambiente asfixiante que impide la ventilación de planteamientos que difieran de las interpretaciones consagradas. Es necesario por esto diseñar y crear una nueva asociación política, con unas normas que faciliten la emergencia y difusión de las nuevas concepciones, así como la actividad de nuevos y más competentes actores políticos individuales. (Memorias Prematuras, 1986).

En febrero de 1985, luego de largos meses de trabajo y análisis, fue posible arribar en Venezuela al diseño general de un tipo de asociación política caracterizado por un código genético diferente al de un partido convencional. Subyacía al análisis un diagnóstico de insuficiencia política de los actores políticos tradicionales, y se ubicaba la etiología de esa condición en una «esclerosis paradigmática» de esos actores. Esto es, que no ya la negatividad de tales actores (la idea de que serían intencionalmente nocivos o de que la actividad política es de suyo una praxis «sucia»), sino la insuficiencia de su positividad en razón de que operaban dentro de marcos conceptuales obsoletos, eran la causa del deplorable desempeño de nuestro Estado, de nuestras instituciones y de los actores políticos predominantes. Creía tenerse claro para entonces que se requería toda una sustitución de paradigmas y la emergencia de un vehículo asociativo nuevo, que dejara atrás los vicios de constitución que fuerzan a los partidos convencionales, independientemente de la buena voluntad de sus integrantes y dirigentes, a un desempeño insuficiente. (Carta Semanal #102 de doctorpolítico, 2 de septiembre de 2004).

La superación de la insuficiencia política de Venezuela no será, por tanto, un proceso rápido. Se trata de un tratamiento complejo y más bien lento, a emprender con paciente perspectiva de largo plazo, desprovisto de expectativas inmediatistas. Es una transformación que, por otro lado, comienza a ocurrir en varios otros puntos del planeta:

Tal paradigma puede ser sustituido, como comienza en la práctica a ocurrir aun antes de que las elaboraciones teóricas parezcan existir. (“La victoria de Obama no señala un desplazamiento ideológico en este país. Significa que el público americano se ha hartado de las ideologías”, escribió Roger Simon para Capitol News el 5 de noviembre de 2008). “Nicolás [Sarkozy] ha adoptado el bipartidismo no sólo con una gracia natural, sino también con un sincero abrazo de corazón. Él se yergue en el moderno molde post-ideológico”, opinó Tony Blair en la edición “Hombre del Año 2008” de TIME Magazine. “Pienso que recibimos un fuerte mandato de cambio… Esto significa un gobierno que no esté impulsado ideológicamente”, dijo Barack Obama en entrevista para la misma edición de la revista. (Carta Semanal #326 de doctorpolítico, 2 de abril de 2009.

Del chavoma

Ahora bien, el cuadro patológico más agudo del sistema político venezolano, así como el más pernicioso y peligroso, es indudablemente la dominación chavista en progreso, y por tanto el tratamiento de esta enfermedad es tanto más importante como más urgente.

Médicamente hablando (en oposición a lo “quirúrgico” o inconstitucional), la remoción del “chavoma” debe ser obtenida por medios inobjetablemente democráticos. Para comienzos del año 2002, una clara mayoría de los ciudadanos de Venezuela—en medición unánime de las firmas encuestadoras—estaba inconforme con el gobierno presidido por Hugo Chávez, y esa condición imprescindible comienza a aflorar de nuevo en estos tiempos. Crecientemente, ciudadanos que durante largo tiempo han apoyado al gobierno, han llegado ya a la conclusión de que la continuación de Chávez en el poder es inconveniente a la República. (Una medición ilustrativa es la de la encuesta nacional de IVAD—trabajo de campo entre el 25 de octubre y el cuatro de noviembre de 2009—, que reporta: Acerca del comportamiento del Presidente ante la problemática que vive el país: aprueba 40,7%; desaprueba 54,0%. Opciones con las que está más de acuerdo, en cuanto al mandato del presidente Chávez: que el presidente Chávez culmine su mandato en el 2010, tras un referéndum revocatorio, 29,8%; que culmine su mandato en su período constitucional en el año 2012 y dé paso a otros liderazgos, 35,6%; que permanezca hasta el 2021, 6,6%; que permanezca más allá del 2021, 19,5%. Esto es, 65,4% de los encuestados prefieren que el presidente Chávez cese en sus funciones a más tardar en 2012).

El asunto está, entonces, en conseguir vías terapéuticas que procedan democráticamente, dentro del marco constitucional venezolano. Por un lado, es posible esperar hasta el año en el que, en principio, habría las elecciones presidenciales de fin de período: 2012; en este caso, el trabajo consistirá en promover una candidatura eficaz, capaz de vencer electoralmente al presidente Chávez, quien seguramente intentará reelegirse una vez más, según la facilidad que obtuviera a raíz del referéndum sobre enmienda constitucional del 15 de febrero de este año. (Los rasgos necesarios de una candidatura eficaz han sido enumerados y descritos en la Carta Semanal #309 de doctorpolítico, del 30 de octubre de 2008).

Por otro lado, la peligrosa perniciosidad creciente del gobierno de Chávez, aconseja encontrar modos democráticos y constitucionales anticipados de su remoción. Dos condiciones son imprescindibles en esta terapéutica: 1. la producción de un hecho político contundente, en el que se exprese inequívocamente la voluntad electoral (más bien, constituyente) en contra del gobierno; 2. la presencia de una contrafigura que concite la aprobación de los electores. (Esta última condición estuvo ausente en la oportunidad del referéndum revocatorio del 15 de agosto de 2004, y un buen número de electores que hubieran votado afirmativamente la revocación de haber contemplado un sucesor aceptable, votó en contra. “Cuando ya una mayoría nacional rechazaba a Carlos Andrés Pérez en 1991, se detectaba igualmente la negativa a su sustitución porque se ignoraba quién podía sucederlo”, Carta Semanal #309 de doctorpolítico, del 30 de octubre de 2008. En ambos casos, el comportamiento aparentemente paradójico de la opinión encuentra explicación en la imposibilidad de percibir un sucesor aceptable).

Producción de un hecho político eficaz

El hecho político contundente que cristalice la opinión crecientemente contraria a Chávez antes de la oportunidad electoral ordinaria, pasa por la apelación al Poder Constituyente Originario; es decir, a alguna clase de referéndum en el que se exprese ese poder supremo. Tres tipos principales son fácilmente concebibles:

1. El referéndum revocatorio contemplado en la Constitución. Ésta dice: “Artículo 72. Todos los cargos y magistraturas de elección popular son revocables. Transcurrida la mitad del período para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria, un número no menor del veinte por ciento de los electores o electoras inscritos en la correspondiente circunscripción podrá solicitar la convocatoria de un referendo para revocar su mandato”.

El Presidente inició su período de seis años en enero de 2007 y, por consiguiente, en enero de 2010, el año que viene, puede ya recogerse las firmas para forzar un referéndum de esa clase. Si tuviere lugar antes de enero de 2011 y su poder le fuere revocado, se configura una falta absoluta que fuerza a nuevas elecciones presidenciales en el término de un mes. Si eso ocurre después del 10 de enero de 2011 (luego de cumplidos los primeros cuatro años del período), la falta absoluta es cubierta por el Vicepresidente (que él designa) hasta concluir el período y no hay elecciones.

La convocatoria de un referéndum tal exige la firma de 20% de los electores, unas 3.400.000 sobre un registro electoral de 17 millones de ciudadanos.

2. Un referéndum consultivo sobre una pregunta como: “¿Considera Ud., Sr. Elector, conveniente para la salud de la Nación que el ciudadano Hugo Chávez Frías continúe en el cargo de Presidente de la República Bolivariana de Venezuela?” Al ser meramente consultivo, esta clase de referéndum no surte efectos vinculantes, y el Presidente pudiera negarse a renunciar, pero la presión introducida para esa renuncia es indudable, y el referéndum que dio origen al proceso constituyente en 1999 fue igualmente consultivo; técnicamente, no tenía carácter vinculante.

Una renuncia provocada por un resultado adverso de tal magnitud configuraría una falta absoluta del Presidente de la República, y los plazos indicados en el aparte anterior aplican igualmente.

Un referéndum de esta clase, convocado por iniciativa popular, requiere la firma de 10% de los electores, o 1.700.000 ciudadanos habilitados para votar.

3. Un referéndum consultivo sobre la siguiente pregunta: “¿Está usted de acuerdo con la implantación en Venezuela de un sistema político-económico socialista?”

Este concreto referéndum fue propuesto en la Carta Semanal #341 de doctorpolítico, del  23 de julio de 2009, y predicado sobre el rechazo evidente de la mayoría ciudadana a la orientación expresamente socialista (estatista) del gobierno:

Todas las encuestas que ha podido conocer quien escribe han dado recientes datos bastante similares. Por ser representativo del conjunto, limitemos los números a un solo estudio: el informe final del Monitor Socio-Político de Hinterlaces del 1º de junio de este año. Este estudio “cuantitativo y cualitativo” registra lo mismo que otros investigadores reportan: que una mayoría de los consultados rechaza las políticas más recientes del Ejecutivo Nacional y sus demás poderes sumisos.

En particular, por ejemplo, Hinterlaces (Oscar Schemel) mide 68% de desacuerdo con la nacionalización de empresas y haciendas ordenada desde la Presidencia de la República. (Quienes están de acuerdo con esa medida alcanzan sólo al 28%. Cuatro por ciento no quiso o no supo responder). Por ejemplo, según el estudio referido, 63% estima que esa medida pudiera afectar a la propiedad privada de todos los venezolanos. (Treinta y tres por ciento no cree tal cosa). Por ejemplo, 68% está de acuerdo con la propiedad privada que apoyan los empresarios y no con la propiedad colectiva propuesta por el presidente Chávez. (Veintisiete por ciento dice preferir la propiedad colectiva sobre la privada).

Y 57% no aprueba el establecimiento del “socialismo del siglo XXI” en el país, frente a 35% que lo aprueba. Y si ese socialismo fuera como el cubano, la desaprobación asciende a 87% y la aprobación desciende a 9%.Y 83% expresa desacuerdo con la idea de que es malo ser rico. (Once por ciento expresa acuerdo). Y 86% no piensa que ser pobre es bueno. (Diez por ciento sí lo cree). Y 80%—contra 16%—no concurre con la idea de que todos debemos ser iguales para que no haya ricos ni pobres, como sostiene que ocurriría el Presidente de la República.

En suma, la mayoría de los venezolanos rechaza la pretensión de implantar en el país un sistema político-económico socialista…

¿Qué hace uno con una mayoría tan fuerte? Pues procura que se exprese políticamente de modo válido. Pide que el asunto sea votado, pues está seguro de ganar una consulta que lo considera. Es ésa una regla política elemental. Quien tiene la mayoría quiere que se la mida y certifique, porque quien tiene la mayoría puede mandar.

Las mismas exigencias de 10% de los electores convocantes y los mismos plazos referidos a la falta absoluta del Presidente se aplican a este caso.

………

Finalmente, es concebible asimismo la aplicación directa de un procedimiento de abolición del gobierno, no contemplado en la Constitución pero perfectamente jurídico en virtud de la doctrina constitucional venezolana establecida en sentencia del 19 de enero de 1999 de la Corte Suprema de Justicia, fundamento del proceso constituyente que culminó en la promulgación de la constitución vigente. (Que el Poder Constituyente Originario posee carácter supraconstitucional; que no todo lo constitucional está contenido en alguna constitución concreta). La astringencia de las condiciones políticas requeridas para la activación de un procedimiento de esta naturaleza—por ejemplo, rechazo confiablemente medido de no menos de 65% y apoyo no mayor de 25%, para una diferencia de cuarenta puntos—aconseja prescindir de tratar aquí esta posibilidad terapéutica. (Fue posible en 2002 y expuesta en ese año, pero despreciada por los principales actores de la oposición en esos momentos, tal vez porque les restaba protagonismo y control al poner el problema en manos de los electores o, también, porque era non invented here).

………

En opinión del suscrito, el referéndum preferible es la consulta sobre la conveniencia de un sistema político-económico socialista. El referéndum revocatorio requiere el doble de las firmas que uno consultivo, además de tener mala recordación por haber sido un fracaso el intentado en 2004. El referéndum consultivo sobre la posibilidad de permanencia en el cargo del presidente Chávez focaliza el asunto sobre su figura, lo que puede generar resistencia en una buena parte de la población con la que todavía mantiene lazos afectivos.

En cambio, el referéndum sobre el socialismo, además de inobjetable, necesarísimo y largamente debido, sería, de resultar adverso al proyecto socialista, un golpe letal. En palabras del mismo Chávez: paralizaría todos los “motores de la revolución”. Un desenlace de este tipo tendría tanta fuerza que muy probablemente haría inevitable la renuncia de Hugo Chávez a su actual cargo; si a la convicción creciente acerca de la ineficacia e inconveniencia de su gobierno, se suma la anulación de su coartada general—el «socialismo del siglo XXI»—, la viabilidad política del régimen decrecería muy marcadamente, pues habría sido radicalmente desautorizado por el Poder Constituyente Originario, la verdadera Corona.

El sucesor

Como se dijo antes, aun un nivel muy considerable de rechazo puede no convertirse en una votación positiva del referéndum sugerido si los electores no pueden visualizar quién pudiera asumir la Presidencia de la República a la cesación del mandato de Hugo Chávez, y si las figuras asomadas como posibilidad no logran—como ninguna hasta ahora—resultar atractivas a una mayoría de los ciudadanos.

Sobre todo si la remoción de Hugo Chávez de su actual cargo ocurre antes de enero de 2011, circunstancia que implicaría elecciones dentro de los treinta días siguientes a la configuración de la falta absoluta—teóricamente; es difícil imaginar que el Consejo Nacional Electoral pueda llevar a cabo esa proeza—, sería de la mayor conveniencia la aparición de una figura convincente, para la delicada labor de una presidencia de transición que complete los dos últimos años del período. (La cesación de Chávez antes del tiempo normalmente previsto abriría un lapso muy delicado en la vida de la Nación, con enormes riesgos y una acusada propensión a la inestabilidad gubernamental. Entre otras cosas, si el sucesor no sale de filas favorables al gobierno, deberá eludir la tentación de emprender una cacería de brujas, dado el grado de irritación e indignación que el presidente Chávez y sus más cercanos seguidores han causado a una gran parte de la población. “Ahora que nos encontramos en el umbral del post-chavismo es importante entenderlo así. Si rechazamos de él su ira y su miedo, si su sentido del deber es retorcido y extraviado, no neguemos que también actúa por amor. La venganza no debe ser su sucesor”. Carta Semanal #345 de doctorpolítico, del 20 de agosto de 2009).

La tarea a acometer al término del gobierno de Chávez es ciclópea: involucra una terapia reconstructiva, tanto en lo institucional y estrictamente político como en lo concerniente a la psiquis de la Nación.

Cualquier cosa positiva que Chávez haya podido traer a su pueblo es anulada por esta permanente modelación de la violencia, por cuanto aquí el daño que infiere es a lo psíquico de nuestra sociedad. No hay, pues, nada que pueda salvar a las administraciones de Chávez en el registro de la historia, y esto debe ser explicado a sus partidarios en nuestra ciudadanía. Uno pudiera invitarles a que hicieran una lista de los aciertos de Chávez, pues por más larga que fuese sería reducida a la insignificancia al cotejarla con su perenne modelación de la violencia y la agresión, que deja cicatrices en el espíritu de la Nación. ¿Cómo puede disminuir la delincuencia en un país cuyo presidente la modela, exacerbando el azote que lacera por igual a sus partidarios y sus opositores? ¿Qué asaltante no se sentirá “dignificado” por la conducta presidencial, cuya agresividad y cuyo desprecio por la propiedad puede tomar por modelos?

Este rasgo terrible y definitivo del modo de gobernar de Hugo Chávez se complementa con una “desconexión moral”—moral disengagement, otro concepto de Bandura—que le impele a fabricar excusas para su mala conducta, eludir la responsabilidad de sus consecuencias y culpar a sus víctimas. Las razones de Chávez son, mayormente, coartadas.

Y esta espantosa modelación, más gravemente, es amplificada en el más obsceno culto a la personalidad que haya conocido Venezuela. No hay agencia oficial que no le adule, no hay programa que no se atribuya a sus méritos, no hay pieza publicitaria del gobierno que no infle su ego megalómano y tóxico.

Preparémonos para una inmensa tarea de psiquiatría política al cese de su mando. (Carta Semanal #244 de doctorpolítico, 5 de julio de 2007).

Y esto debiera hacerse en tiempo más bien breve, bajo el liderazgo ejecutivo de una persona extraordinariamente capaz y adornado con virtudes balsámicas. Es todo un “Solón de Caracas” lo que convendría.

En resumen, Solón produjo una cantidad de cambio tan grande como la que Napoleón Bonaparte generaría más tarde en su época, sólo que desde una autoridad democrática. De hecho, la tiranía le fue propuesta a Solón y la rechazó. No contento con negarse a la dictadura, Solón hizo que los atenienses se comprometieran a aceptar sus disposiciones, a las que se dio validez por el lapso de cien años (fueron escritas en tabletas giratorias de madera y colgadas por toda la ciudad) y ¡abandonó el poder! Solón, habiendo terminado su tarea, cesó su intervención y desapareció de Atenas para viajar por Egipto y otros lugares, cuidando de no regresar a la ciudad antes de que diez años expiraran, a la que volvió de nuevo como su poeta.

En su enjundioso estudio acerca de la insensatez política (The March of Folly), Bárbara Tuchman concluye que la insensatez política ha sido históricamente la regla. Solón de Atenas fue la excepción. Desprovisto de apetencias de un poder prolongado, enfrentó como médico el cuadro de enfermedades sociales de su tiempo en su patria, le dio solución inteligente y justa, y descendió por propia voluntad de la primera magistratura ateniense, rehusando toda oferta de convertirse en gobernante totalitario. Solón fue, sin duda, quien cambió la frecuencia de Atenas y abrió la puerta al Siglo de Oro signado luego por la gestión de Pericles. No en vano es Solón figura inamovible del Salón de la Fama griego, porque su vocación no fue la de ser gobernante, sino la de ser ex gobernante.

Según puede predecirse como desenlace más probable—no inexorable—de la actual situación política venezolana, estamos ante la posibilidad de una cesación del actual gobierno y la elección de un nuevo presidente que complete el período constitucional. (Desde el momento de la toma de posesión hasta el 9 de enero de 2007, según lo establecido por sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia). Tal circunstancia determina de por sí un lapso corto y extraordinario que, por una parte, estará signado por grandes dificultades y, por la otra, convendrá tomar como oportunidad especialísima para introducir cambios sustanciales y suficientes en el esquema político nacional. ¡Qué bueno sería que pudiéramos contar con Solón! (Carta Semanal #89 de doctorpolítico, 3 de junio de 2004).

La fortuna ha querido que los venezolanos tengan a la mano una persona de ese calibre: José Antonio Abreu.

El maestro Abreu es una figura que es ampliamente querida, hasta venerada, por una inmensa mayoría de los venezolanos. Su profesión, además de la de músico, es la de economista; esto es, fue adiestrado en una disciplina social diferente de la jurídica, más propiamente científica. El maestro Abreu ha sido bendito por una grandísima inteligencia, y además hace gala de una envidiable “mano izquierda”, que le ha permitido crear y desarrollar, para admiración planetaria, el ejemplar, benéfico y único Sistema de Orquestas Juveniles. El maestro Abreu tuvo una temprana vocación política, que sacrificó a la música pero le ha servido para adquirir dotes de negociación y convicción que facilitaron sus logros increíbles. De hecho, tiene conocimiento directo de la administración pública, al haber sido el segundo hombre en Cordiplán (1974) y Ministro para la Cultura (1984). El maestro Abreu, además de su Doctorado en Economía en la Universidad Católica Andrés Bello, realizó estudios de postgrado en Economía Petrolera en la Universidad de Michigan. El maestro Abreu es hombre probo, de hábitos frugales, como corresponde a quien se concentra en la búsqueda de valores espirituales permanentes. El maestro Abreu, por encima de todo, ha sido el inventor y animador principal de un movimiento que ha beneficiado directamente a cientos de miles de niños y jóvenes venezolanos, en manifestación poderosísima de una vocación social sin parangón.

El 31 de agosto de este año, José Antonio Abreu recibió de manos del rey Carl XVI Gustaf de Suecia el Premio Polar de Música, conferido por la Academia Real Sueca de Música. Esta academia dijo de él:

El Premio Polar de Música 2009 se concede al director, compositor y economista José Antonio Abreu. Impulsado por una visión de que el mundo de la música clásica puede ayudar a mejorar las vidas de los niños venezolanos, ha creado la red musical El Sistema, que ha ofrecido a cientos de miles las herramientas para superar la pobreza. La exitosa creación de José Antonio Abreu ha promovido valores tradicionales, como el respeto, la solidaridad y la humanidad. Su logro nos muestra lo que es posible cuando se hace de la música un terreno común y por eso mismo parte de la vida cotidiana de la gente. Simultáneamente, se ha dado a niños y padres, así como a los políticos, una nueva esperanza para el futuro. La visión de José Antonio Abreu sirve de modelo para todos nosotros.

En suma, José Antonio Abreu está mandado a hacer para la dificilísima tarea de asumir la jefatura del Poder Ejecutivo Nacional a la cesantía de Hugo Chávez, con una capacidad incomparable y una disposición real de unir a los venezolanos.

Hace unos días, en un sorprendente ejercicio de lucidez, por lo demás habitual en él, el Dr. Ramón J. Velásquez dibujó con hábil pincel grueso el trayecto histórico que nos ha traído a este insólito momento. Con toda la intención trazó la rúbrica de cierre: “El resultado de todo esto es que el país está dividido”.

¿Unir a “la oposición”, cuando la mitad de la nación no le está afiliada, sería la estrategia adecuada? Tal vez, pero la tarea política profunda es la de unir a ese país dividido. (Carta Semanal #320 de doctorpolítico, 19 de febrero de 2009).

Venezuela tiene, pues, la inmensa suerte de que uno de sus hijos, nacido en Valera, sea José Antonio Abreu. Es la esperanza del facultativo que prescribe estos tratamientos que, llegado el momento crítico, trascendental, el maestro Abreu sepa aceptar el reclamo que muchos venezolanos le haríamos. Nadie como él tiene la oportunidad de reparar los graves daños inflingidos al país durante las últimas décadas, primero por una clase política incompetente y luego por la dominación chavista; nadie como él restituiría ante el mundo de manera tan instantánea el buen nombre del país.

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Advertencia: quien escribe certifica que no conversa con José Antonio Abreu desde un mediodía de septiembre de 1974, cuando fuera invitado por él a almorzar en el restaurante Anatole, de San Bernardino. La consideración de su posible candidatura, concebida hace un poco más de un mes, ha sido conversada solamente con cinco personas cercanas al suscrito. Ninguna de ellas ha llevado la delicada idea al maestro Abreu.

luis enrique ALCALÁ

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Contribución a la Peña de Luis Ugueto Arismendi (5)

El peñero Ugueto

El peñero Ugueto

Dicen que Jaime Balmes era tan intelectualmente capaz, que cuando llegaba a sus manos un nuevo libro se sentaba a la mesa con él y miraba fijamente su portada. Luego, lo apartaba a un lado y cavilaba un rato sobre lo que pudiera decirse bajo el título de la obra. Sólo entonces abría el libro y comenzaba a leer. Si después de un tiempo más bien breve, el texto no transitaba por donde había pensado, entonces lo desechaba por entero.

No voy a intentar el ejercicio de Balmes con La Centro Democracia, el nuevo libro de José Antonio Gil; principalmente porque no soy tan capaz como Balmes lo fuera, pero también porque mañana podré ponerme en un ejemplar, pues pretendo asistir a su presentación en El Nacional. No voy a pelar ese boche.

Pero si no hice el ejercicio de Balmes no pude menos que recordar cosas dichas por el propio José Antonio desde hace ya un buen rato. Por ejemplo, la Carta Semanal #55 de doctorpolítico, del 25 de septiembre de 2003, hace ya seis años, registraba lo siguiente:

El periodista Roberto Giusti acaba de escribir un clarísimo y pertinente análisis para El Universal, en el que insiste sobre temas adelantados en la presente publicación. Su tema es el de las desventuras y traspiés de la oposición formal en Venezuela. Después de una compacta y exacta caracterización del régimen chavista Giusti concluye: “Nunca antes un gobierno había fracasado tan estruendosamente y nunca antes una oposición fue tan inepta a la hora de meterse en el corazón de la gente y de identificarse con sus penurias”. Y luego de exponer esta carencia fundamental, señala la siguiente verdad estratégica: “A todas luces se nota el imperativo de un liderazgo único, firme y con la autoridad para desarrollar una sola política, una sola estrategia y un solo discurso, lo cual no significa un solo líder”. En intuición que apunta en dirección aun más penetrante, José Antonio Gil formula: “carecemos de un paradigma basado en el justo medio”.

O, también, en mi Carta Semanal #72, del 5 de febrero de 2004, ponía:

Las últimas décadas del siglo XX, en gran medida por usanza norteamericana, dieron en llamarse post modernismo. No teniendo conciencia clara de lo que eran, tampoco encontraron un nombre propio, un sustantivo que les describiera con propiedad. Por esto lo adjetivo, por esto lo adverbial. Nosotros somos lo que viene después del modernismo, y no tenemos nombre todavía.

Así hubo en Venezuela un lema de campaña que proponía una “democracia nueva”, o un “paquete alternativo” que se llamó “una economía con rostro humano”. Pretendían llegar a la sustantividad con la adición de adjetivos. Casi pudieran haber dicho, en vez de una nueva democracia, una post democracia, para seguir la antedicha moda intelectual norteamericana.

Así hubo una estrategia de un partido en Venezuela expresada en estos términos: oposición al gobierno de Caldera, deslinde de Acción Democrática, continuar la exploración de alianzas con el MAS, la Causa R y otros partidos. Textual. No hay, en esta estrategia alienada, fuera de sí, una sola referencia a la esencia propia. Todo se entiende en oposiciones o alianzas respecto de terceros.

O no hay ya esencia, entonces, o se carece del modo de nombrarla. Tal vez esto sea síntoma de tiempos nuevos, de cosas demasiado incipientes, de cosas que comenzamos a hacer sin saber cómo se llaman. García Márquez habló de mundos que eran tan recientes que las cosas aún no tenían nombre, y para referirse a ellas había que señalarlas con el dedo.

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Laureano Márquez y Elías Santana, por nombrar sólo dos recientes casos, emiten vistosas pero superficiales y fáciles invectivas contra una buena cantidad de ciudadanos, a quienes una igualmente superficial nomenclatura intenta designar con el negativo apelativo de «ni-ni». Lo hacen, además, con autosuficiencia moral. Regañan.

José Antonio Gil, en cambio, anticipa o echa en falta un promedio entre extremos. William Ury viene a hablarnos de un «tercer lado». ¿De quién hablamos? ¿Es que no hay modo de hablar de esa gente de modo sustantivo?


Pero también hemos tenido la delación de Luis Vicente León en El Universal del domingo pasado, quien después de asentar que “Siguen siendo mayoría los ni-ni”, adelantó palabras del propio José Antonio para decir:

La Centro Democracia es un enfoque político que busca el equilibrio entre los principios de la derecha y la izquierda.

Contrariamente a las tradicionales descalificaciones entre ellas, la C. D. considera que ambas ideologías aportan principios que son valiosos y necesarios para el funcionamiento adecuado de la sociedad: la Centro Democracia no descalifica a nadie. Lo único que rechaza es no ser pluralista, no ser tolerante de las diferencias, no ser democrático. Rechaza el autoritarismo, el totalitarismo, el pluralismo a medias, y la pseudodemocracia que manipula las leyes en ventaja del poderoso, sea de izquierda, como ocurre en Venezuela, sea de derecha, como ocurrió en el Perú de Fujimori.

El aporte que hace la derecha se puede resumir en el énfasis que pone en la libertad.

El aporte que hace la izquierda se puede resumir en el énfasis que pone en la igualdad.

No es cierto que tales principios sean dilemáticos. Por el contrario, son una díada. Ambos principios son necesarios para lograr la justicia, la paz, el bien común, así como también la prosperidad y la seguridad individual.

Finalmente, el mero título del nuevo libro de José Antonio me hizo recordar un incidente de fines de octubre de 1963, cuando Raúl Leoni, Rafael Caldera y Arturo Úslar Pietri competían por la Presidencia de la República en campaña que culminaría en las elecciones del 1º de diciembre de ese año. En ese entonces, hace la friolera de cuarenta y seis años, José Antonio y yo compartíamos pupitres del primer año de Sociología en la Universidad Católica Andrés Bello, y recibíamos clases de Filosofía Social que impartía José Rafael Revenga, aquí presente.

Bueno, nuestra querida compañera, Clementina Lepervanche, observaba a prudente distancia una conversación entre quien les habla y un simpatizante copeyano, a quien hice observaciones críticas de la campaña de Caldera. Clementina, que estaba con la campaña uslarista de la campana, razonó que el enemigo de su enemigo era su amigo, y que si yo criticaba a Caldera entonces era un mango bajito que ella recogería a favor de Úslar. Al concluir mi diálogo con el compañero copeyano se me vino encima, y me propuso que me sumara a la causa uslarista. Entonces hice también observaciones críticas a la campaña de la campana y Clementina quedó totalmente desconcertada, al no poder ubicarme en el universo. Sospechó que yo pudiera estar con Leoni o, peor aún, ser un comunista infiltrado en casa de jesuitas. Así que quiso preguntarme cuál era mi ubicación política. Alguna musa desocupada me inspiró a decir: “Clementina, lo que yo soy es un extremista del centro”. Es ésa anécdota que predijo la simpatía que guardo hacia el libro de José Antonio antes de haberlo leído.

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La tesis de José Antonio Gil tiene ilustres antecesores. Nadie menos que Octavio Paz dijo: “Debemos buscar la reconciliación de las dos grandes tradiciones políticas de la modernidad, el liberalismo y el socialismo. Es el tema de nuestro tiempo”.  (Citado por Enrique Krauze en El poder y el delirio).

Más recientemente, Bernard-Henri Lévy, el líder de la Nouvelle Philosophie de los años setenta, escribió Left in Dark Times: A Stand Against the New Barbarism (2008), que es el discurso de un izquierdista contra distorsiones como las de Chávez, motivado por su renuencia a apoyar políticamente a su amigo, Nicolás Sarkozy. En una entrevista que le hizo La Nación de Argentina al salir su libro, Lévy diagnosticó: “La izquierda está enferma de derechismo”. En otra posterior al mismo periódico, y criticando el repudio automático del liberalismo por parte de ciertos izquierdistas, dijo: “El verdadero liberalismo nunca defendió la ley de la jungla o el mercado desregulado. Por el contrario, el liberalismo exige reglas, pactos, obligaciones que enmarcan la relación de las fuerzas económicas. El liberalismo no es el mercado, es el contrato”.

Todavía recibió una pregunta que nos atañe más de cerca: “¿Usted no cree que Chávez sea de izquierda?” Lévy contestó así: “Naturalmente que no. ¿Cómo puede ser de izquierda un hombre que ejerce un poder personal, que sueña con que ese poder sea vitalicio, que amordaza a los medios de comunicación de su país, que está sentado sobre una montaña de oro que su población no aprovecha y que es el aliado de Ahmadinejad en la guerra planetaria que libran los demócratas y los antidemócratas? Hay actualmente una izquierda que piensa que Chávez es de la familia, el niño turbulento de la familia. Yo no. Yo soy de izquierda y creo que Chávez es mi adversario”.

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Para el problema escogido por José Antonio promuevo una cierta solución: no intentar la fusión de liberalismo y socialismo, sino dejar a ambos atrás, superándolos desde un plano de discurso político que prescinde de ideologías y resiste a ser entendido con ubicación precisa en el eje izquierda-derecha. Este eje es, junto con la noción de Realpolitik, la política de poder, componente fundamental del paradigma político que ha hecho crisis, la que explica la insuficiencia política notada en Venezuela desde mediados de la década de los ochenta.

La dirección descrita es lo verdaderamente moderno, al menos en comprensión de Tony Blair al describir, precisamente, la política de Nicolás Sarkozy: “[Sarkozy] se yergue en el moderno molde post-ideológico”. Recién electo, Barack Obama dijo que su gobierno no podía estar “impulsado ideológicamente”. Un intérprete de la elección que lo convirtió en Presidente de los Estados Unidos, Roger Simon, escribió el 5 de noviembre de 2008: “La victoria de Obama no señala un desplazamiento ideológico en este país. Significa que el público americano se ha hartado de las ideologías”.

Así, pues, no creo que la tarea estipulada por Octavio Paz pueda ser acometida como síntesis ideológica que nos traiga una ideología nueva y promediada. Por ejemplo, regresemos a la siguiente caracterización de José Antonio, tal como es entendida por Luis Vicente León: “El aporte que hace la izquierda se puede resumir en el énfasis que pone en la igualdad”. Pues, por una parte, también el liberalismo procede de raíz igualitaria; si el socialismo marxista propugna la igualdad final de la sociedad sin clases, el liberalismo se conformó con la tesis de la igualdad originaria de los buenos hombres que luego fueron dañados por la vida en sociedad.

Pero, más importante aún, porque la igualdad de los hombres es una utopía. Nunca seremos iguales, y esto es un dato que se obtiene de una desapasionada observación científica (que es lo que debe presidir una política responsable), y no de los deseos ideológicos. A lo mejor que puede aspirarse en materia de distribución de renta, por caso, es a una normalización de ella: a una situación en la que haya, como en toda sociedad independientemente de su régimen político, muy pocos muy ricos, pero también muy pocos muy pobres (que serán inevitables), y en cambio haya una muy mayoritaria clase media, toda en un nivel adecuado y suficiente de renta.

La sustitución del paradigma político ideológico no puede ser una combinación sintética de ideologías. No es una nueva ideología lo que necesitamos, sino dejar atrás toda ideología.

Si esta Peña decide que pudiera ser de su interés escuchar los rasgos de un paradigma político que sustituya a la ideológica política de poder, estaré a la orden para describirlos y justificarlos. Ese paradigma tiene nombre.

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Contribución a la Peña de Luis Ugueto Arismendi (4)

El peñero Ugueto

El peñero Ugueto

¿Qué condiciones necesita Venezuela para ser viable?

La sesión de hoy fue originalmente planteada como un debate entre tesis contrapuestas, las de las posibles contestaciones a la pregunta: ¿es Venezuela viable? Se suponía que un orador tomaría la afirmación a esa pregunta y otro le debatiría con la negación, y que después de su tratamiento por los miembros de la Peña, éstos votarían a la manera de un club inglés de debates. Alguna dinámica incomprensible transformó ese diseño en una estructura pentagonal: además de quien les habla, cuatro ponentes más—el padre Alejandro Moreno, Luis Penzini Fleury, Arnoldo Gabaldón y José Rafael Revenga—intentarán contestar una pregunta diferente: ¿qué condiciones necesita Venezuela para ser viable? Ya no será posible, creo, votar sobre estas proposiciones, pues el referéndum se complicaría mucho. Pero también creo que éste es un experimento interesante: un método que permite el asedio ocasional, de cuando en vez, de temas profundos en esta Peña. Hoy veremos cómo funciona.

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Naturalmente, acometer la pregunta levantada presupone una clara definición del término “viable”. El DRAE nos dice que viable es, primero y viniendo del francés viable, de vie o vida, “Que puede vivir. Se dice principalmente de las criaturas que, nacidas o no a tiempo, salen a luz con robustez o fuerza bastante para seguir viviendo”. También significa desde esa etimología: “Dicho de un asunto: Que, por sus circunstancias, tiene probabilidades de poderse llevar a cabo”. Luego añade que, igualmente del francés viable, pero esta vez viniendo del latín viabilis, de via o camino, significa “Dicho de un camino o de una vía: Por donde se puede transitar”.

En el caso de un Estado-nación, cuyos rasgos definitorios incluyen por sobre todo el carácter autónomo, para tomar soberanamente sus decisiones y establecer así su destino, la viabilidad debe referirse a la posibilidad de existencia sostenida del particular diseño político y económico de esa entidad. Preguntarse, pues, por las condiciones que harían viable a Venezuela debe entenderse como los rasgos o elementos que tendrían que estar presentes para que fuera sostenible la existencia de Venezuela como país independiente, como país también suficiente para el bienestar general de sus habitantes. En suma, para asegurar el logro de los dos propósitos fundamentales de cualquier Estado: la seguridad y la prosperidad de la Nación que lo crea y lo aloja.

Dice, por ejemplo, la Sección Tercera de la Declaración de Derechos de Virginia—13 de junio de 1776—: “Que el gobierno es, o debiera ser, instituido para el beneficio común, la protección y la seguridad del Pueblo, la Nación o la comunidad; que de todos los varios modos y formas de gobierno es el mejor aquel que sea capaz de producir el mayor grado de felicidad y seguridad y esté más eficazmente asegurado contra el riesgo de la mala administración; y que, cuando quiera que cualquier gobierno fuere encontrado inadecuado o contrario a esos propósitos, una mayoría de la comunidad tendrá un derecho indudable, inalienable e irrenunciable de reformarlo, alterarlo o abolirlo, en manera tal como sea juzgado más conducente al bien público”.

No está lejos de la noción de viabilidad, hablando de esquemas de desarrollo económico, el concepto de desarrollo sustentable, que es término de invención relativamente reciente. Aquí se pone la atención sobre las estrategias o modelos de desarrollo escogidos por una nación, para dilucidar si ellos son sostenibles en el tiempo.

Obviamente, es muy difícil que un país no sea viable, en el sentido de la posibilidad de que dejen de existir. Hasta un diseño tan terrible como el de Zimbabue se muestra resistente. Pero en el pasado se han dado casos de sociedades desaparecidas: Asiria y el reino etrusco ya no existen, Polonia dejó de ser una entidad política autodeterminada a la altura del Renacimiento, y tan recientemente como en el caso de Checoslovaquia, entidad política creada en los mapas del Tratado de Versalles, se produjo la escisión entre las repúblicas checa y eslovaca para alcanzar la viabilidad política. La pregunta, pues, tiene sentido.

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Llego a este análisis pentagonal con alguna ventaja, por cuanto me he metido antes con el tema. Hace veintitrés años y un mes, compuse mi primer ejercicio en Política Clínica, al que llamé Dictamen. En junio de 1986 escribía:

La exploración de Venezuela pone de manifiesto la coexistencia simultánea—y en gran medida interactuante—de varios síndromes, cada uno de los cuales es la asociación de un conjunto de signos. Los síndromes no son todos de la misma clase, pues corresponden a proce­sos patológicos de distinta gravedad o se mani­fiestan en distintos com­ponentes o estructuras sociales. Sin embargo, es posible re­sumir así el problema somático más importante de la actualidad venezolana: Ve­nezuela padece una insuficiencia política grave.

Tal insuficiencia se manifiesta agudamente en dos planos:

1. insuficiencia política funcional: el mal funcionamiento del sis­tema político impide la producción de respuestas suficientes a un conjunto de problemas, entre los que pueden ser citados un atraso en el desarrollo del tejido político (representatividad deficiente y escasa participación decisional), una ine­ficacia e ineficiencia judicial que pro­duce el contrasentido de la “injusticia judi­cial”, un grado acusado de corrupción administrativa, un desempeño anormal del sistema econó­mico que redunda en una anormal irrigación de recompensas econó­mi­cas. Llamamos a esta condición insuficiencia política funcional por cuanto se re­fiere al desempeño mismo del sistema político.

2. insuficiencia política constitucional: Venezuela, en tanto Estado independiente, no tiene real viabilidad política o econó­mica a largo plazo. No posee la escala poblacional necesaria como para sustentar una economía sólida y diversificada. No posee la potenciali­dad política como para ser realmente autó­noma. La interacción entre países es dominada por actores de gran tamaño y nivel de desarrollo. En ese teatro político inter­nacional, Venezuela tiene muy poca in­fluen­cia y es, inversamente, vulne­rada con gran facilidad.

En esa ocasión, por tanto, puse en duda la viabilidad de Venezuela en tanto polis independiente. En el mismo trabajo relaté lo siguiente:

En un famoso debate televisado entre Rafael Caldera y Arturo Uslar Pietri durante la cam­paña electoral de 1963, el primero de los nombrados quiso defenderse de las acusaciones de “izquierdismo” que Uslar infería a COPEI al recordarle que durante el gobierno de Me­dina Angarita, del que Uslar fue parte importantísima, el partido de gobierno de la época estableció alianzas electorales con el Partido Comunista de Venezuela, y que, además, du­rante ese período se estableció relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. En un des­cuido, Uslar Pietri se excusó diciendo que tales relaciones con los rusos se habían esta­ble­cido “por presión abierta y expresa del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica”.

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Ya creía entonces que, a lo interno, Venezuela estaba urgida de un cambio paradigmático en su práctica política, puesto que diagnosticaba que la etiología de su insuficiencia política funcional radicaba en una esclerosis del paradigma operativo de sus actores políticos convencionales.  Así ponía: Es a la causa fundamental de la insuficiencia política funcional venezolana, la esclerosis paradigmática de los actores políticos tradi­cionales, a la que hay que dirigir el tratamiento de base.

Ese tratamiento no es otro que la sustitución del paradigma prevaleciente—política del poder o Realpolitik, junto con la dicotomía izquierda-derecha—por un paradigma clínico de la Política. En Dictamen decía:

En principio hay dos vías para la curación de la esclerosis pa­radigmática: 1. el reemplazo, en los propios actores políticos tradicionales, de su paradigma político esclerosado por un paradigma político distinto; 2. la emer­gencia de actores políticos diferentes que traigan de una vez consigo el nuevo pa­radigma necesario.

La primera de las rutas terapéuticas parecería ser, en primera instancia, la ruta preferible. En teoría, se mantendría la anatomía del sistema. No sería necesa­rio descartar a los partidos tradicionales como vehículos de cambio y renovación. El problema es que esta terapéutica ya ha sido aplicada y ha fracasado. Los parti­dos han recibido, tanto desde dentro por proposición de algunos de sus miembros, como desde fuera, y en múltiples instancias, proposiciones de cambio en la orien­tación política. La resistencia de los actores políticos tradicionales ha sabido anu­lar o ignorar tales proposiciones.

La situación no ha variado sustancialmente desde entonces, y es por esto que considero difícil la sustitución paradigmática sin la emergencia de una nueva clase de asociación política, con un código genético diferente al de los partidos tradicionales.

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En relación con lo externo, a su vez, creía que sin la integración política de Venezuela en una entidad de escala superior, su viabilidad sería muy escasa o imposible a largo plazo. Como apunté el lunes pasado, al seguir el modelo integracionista de la Unión Europea, que comenzó por lo económico, hicimos más difícil la integración política, que los Estados Unidos lograron desde su mismo inicio.

Las recientes ejecutorias del Estado venezolano, sin duda, han aumentado la presencia internacional de Venezuela y su influencia. Esto no quiere decir, sin embargo, que por tal cosa seamos más viables a largo plazo. El actual gobierno venezolano ha procurado aliarse con regímenes forajidos o en grupo de ideología similar, pero su agresividad depende, más aun que en el pasado, de una economía monoproductora y monoexportadora., la que en sí misma es inviable a largo plazo. Es decir, la rigidez y debilidad económica que impone esta condición, si va a permitir la supervivencia de Venezuela como nación independiente, conducirá inevitablemente a una debilidad creciente.

La integración política en una entidad de orden superior sigue siendo una necesidad. El perímetro obvio y natural, tanto por razones de continuidad geográfica como de historia bolivariana, era el de la Comunidad Andina. El delirante esquema del actual Presidente de la República ha hecho lo posible por destruir esa posibilidad.

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Un apunte final sobre, no ya condiciones somáticas funcionales o constitucionales, sino sobre el asunto de la psiquis venezolana. Ya antes del actual régimen Venezuela padecía la condición de sociedad culpable. Decía en Dictamen: “Reiteradamente, la mayoría de los diagnosticadores sociales nos restriega la culpa de nuestra desbo­cada conducta económica en nues­tro pasado inmediato. Esto viene haciéndose desde hace ya varios años de modo sistemático”.

Por esto proponía:

La dimensión del atragantamiento de divisas provenientes del ne­gocio pe­trolero ha sido enorme. Bajo otra luz distinta a la que habi­tualmente se dispone para el análisis de este proceso, bien pudiera re­sultar que halláramos mérito en nuestra sociedad, pues tal vez nos hubiera ido peor, con una menor capacidad de absorción del impacto.

En términos relativos, además, nuestra conducta se compara con similitud ante la de otros países. El Grupo Roraima, en importante tra­bajo sobre la inade­cuación de ciertos axiomas clásicos de nuestra polí­tica económica, no hizo más que constatar la semejanza de comporta­mientos de Venezuela con los de países que, con arreglo a otros indi­cadores, son habitualmente considerados como más desarrollados que nosotros. (Reino Unido, por ejemplo). Es conocido el regaño que Hel­mut Kohl imprimiera a sus compatriotas en el discurso inaugural como Primer Ministro de la República Federal Alemana, hace sólo tres años. La revista “Time” exhibió crudamente la conducta económica desarre­glada de muy grandes contingentes de norteamericanos en un famoso artículo de 1982. Etcétera.

Esto es importante constatarlo, no para refugiarnos en el con­suelo de los ton­tos, el mal de muchos, sino para salir al paso de mu­chas implicaciones, explícitas e implícitas, que suelen poblar la cons­tante regañifa que, desde hace años, soporta el pueblo venezolano. Es decir, implicaciones que establecen comparación desfa­vorable de nuestra inadecuada conducta con la supuestamente regular conducta de países “realmente civilizados.”

Está bien, ya basta. Nos comportamos mal. Dilapidamos. Pero ya basta. No tenemos siquiera ahora la capacidad de dilapidar. Es hora de emprender otra clase de reflexión que no sea la abrumante de la auto­flagelación.

Más aún. Ya basta de hacer residir la explicación de estos hechos en una su­puesta tara congénita del venezolano, en “huellas perennes”, en la inferioridad del español ante el sajón, en la costumbre de la flo­jera indígena o la tendencia festiva del negro. Es necesario acabar con esa prédica, porque ella realimenta el síndrome de la sociedad culpa­ble, que nos anula.

………

En suma, quiero postular hoy que nuestra viabilidad como Estado-nación dependerá de un cambio paradigmático en nuestra actividad política, de una integración política de Venezuela en una confederación compatible y de un repudio de prédicas negadoras de nuestra propia autoestima.

En verdad, el asunto depende de nosotros. Pero no de un nosotros que se entienda en homogeneidad con los miembros de esta peña, sino de un nosotros más amplio que abarque a la totalidad de nuestros conciudadanos.

Allá por 1998 escribí:

Depende, por tanto, de la opinión que el líder tenga del grupo que aspira a conducir, el desempeño final de éste. Si el liderazgo nacional continúa desconfiando del pueblo venezolano, si le desprecia, si le cree holgazán y elemental, no obtendrá otra cosa que respuestas pobres congruentes con esa despreciativa imagen. Si, por lo contrario, confía en él, si procura que tenga cada vez más oportunidades de ejercitar su inteligencia, si le reta con grandes cosas, grandes cosas serán posibles.

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Contribución a la Peña de Luis Ugueto Arismendi (3)

El peñero Ugueto

El peñero Ugueto

Telón de fondo

Los últimos cuatro meses del proceso político nacional han puesto de manifiesto que el proyecto oficialista dista mucho de tener apoyo unánime entre los electores venezolanos. Éste es mayoritario, sí, y se mostró el 23 de noviembre con una mayoría de gobernaciones y, especialmente, de alcaldías obtenidas por candidatos oficialistas, así como a través de la aprobación de la enmienda que permite reelecciones indefinidas en el reciente referéndum del 15 de febrero.

Sin embargo, en lo tocante a los resultados del 23 de noviembre en materia de gobernaciones, el gobierno perdió algo de terreno[i] en comparación con las que obtuvo el 30 de octubre de 2004, pues la oposición capturó tres gobernaciones adicionales (Carabobo, Miranda y Táchira) a las dos que tenía (Nueva Esparta y Zulia). A éstas debe añadirse la pérdida oficialista de dos bastiones municipales muy significativos: la Alcaldía Metropolitana de Caracas y la Alcaldía del Municipio Sucre del Estado Miranda.

A partir de tales resultados, y a pesar de que continúan siendo afectos al proyecto oficialista 18 gobernadores y 263 alcaldes, el gobierno nacional lanzó dos ofensivas simultáneas, dirigida la primera a erosionar las posibilidades de gestión de gobernadores y alcaldes de oposición y su ámbito de poder, y la segunda a obtener, por la vía de la enmienda constitucional, lo que realmente le interesaba del proyecto de reforma que fuera rechazado por muy exigua mayoría el 2 de diciembre de 2007: la reelección presidencial indefinida.

El 15 de febrero, 55% de los votos emitidos fue positivo para la enmienda propuesta, pero algo más de 5 millones de votantes (45%) se expresó en contra. Tanto porcentualmente como en números absolutos, resultó evidente que el presidente Chávez suscita una oposición muy voluminosa, de casi la mitad del país.

A pesar de esta circunstancia y de los llamados al diálogo y la cooperación de parte de gobernadores y alcaldes de oposición, y hasta de voces afectas al oficialismo (notablemente la de José Vicente Rangel), el presidente Chávez optó por arreciar su ofensiva, y adicionar el frente económico al político. Es decir, en obvia tergiversación de los significados electorales, transformó lo que era una decisión constituyente puntual en un cheque en blanco a favor de su agenda ideológica y la expansión de su poder a costa de factores públicos y privados que no le son favorables.

La ejecución de esta ofensiva ha sido implacable: empleando tanto la fuerza pública como los activistas de choque a su disposición, ha ordenado y practicado nuevas estatizaciones y expropiaciones y desatado el acoso simultáneo de los mandatarios regionales y locales de oposición, cuyo triunfo de noviembre le irritaba.

El despliegue de esta voracidad y agresividad coincide con la imposibilidad de diferir decisiones económicas contractivas e impopulares, y sirve para disimular estas últimas.

Es ante este panorama que quienes se propongan actuar políticamente, para proporcionar al país tratamientos eficaces a sus problemas públicos principales y superar tan pernicioso proceso, deben reunir la claridad e inteligencia necesarias a una doble tarea: la superposición de un nuevo discurso y una nueva gramática política a través de una especie diferente de organización política y voces frescas, y la contención de la agresividad gubernamental cotidiana mientras lo primero se completa. Si bien la solución de fondo, la salida estratégica a plazo duradero es el establecimiento de la nueva organización mencionada, no puede ser soslayado que la Nación requiere una oposición eficaz de todos los días, la gestión táctica de la batalla cotidiana con mejores instrumentos y configuraciones.

Es el propósito de esta presentación dar cuenta de trabajos en la primera dirección y ofrecer sugerencias tal vez útiles a la segunda.

La necesidad estratégica:

Por debajo del proceso oncológico de la dominación chavista, hay una condición patológica que lo precede y lo permitió: una insuficiencia política crónica (al menos desde 1984) y grave causada por la esclerosis paradigmática del liderazgo político convencional. El paradigma político prevaleciente es todavía el que entiende la política como lucha por el poder, desde un partido que no puede entenderse sino ubicado en algún punto del intervalo definido por los polos de extrema izquierda y derecha extrema. El chavismo es la exacerbación de ese concepto: la práctica de la Realpolitik hasta sus últimas consecuencias desde un izquierdismo infeliz, extremo y sin destino.

Tal paradigma puede ser sustituido, como comienza en la práctica a ocurrir[ii] aun antes de que las elaboraciones teóricas parezcan existir. Es desarrollo conceptual fundamentalmente venezolano que el nuevo paradigma político, que sustituirá al prevaleciente, es de carácter clínico, y su aceptación está a punto, pues se percibe con claridad una reciente y creciente emergencia[iii] de su postulado fundamental y sencillo: que la Política sólo cobra sentido como el oficio de resolver los problemas de carácter público.

Pero la expresión efectiva de un paradigma político se lleva a cabo mediante el vehículo de una organización que lo practique y difunda. Es la construcción de una organización que porte y difunda ese paradigma la tarea política más importante del nivel estratégico.

En la actualidad, se inicia en el IFEDEC, en labor de ingeniería genética, el desarrollo de una opción para la organización requerida. Las siguientes son las hipótesis fundamentales que guían este desarrollo:

  1. La organización no es un partido político convencional definido por una ideología, ni nace para oponerse o desplazar a los partidos. Se rige por una metodología y pueden pertenecer a ella miembros de partidos.
  2. La organización no lo es de organizaciones, sino de ciudadanos.
  3. La organización no se define como instrumento de la “comunidad opositora”, y su apelación universal pretende ayudar a subsanar el problema de un país dividido[iv].
  4. La misión fundamental de la organización es la de elevar la cultura política de la ciudadanía en general[v], y la de formar a personas con vocación pública en el arte de resolver problemas de carácter público, esto es, en Política.
  5. La organización establecerá una unidad de desarrollo de políticas públicas, a ser sometidas a la consulta más amplia posible.
  6. La organización facilitará la emergencia de actores idóneos para el ejercicio de las funciones públicas.
  7. La organización será establecida inicialmente en los espacios de Internet. El país contaba con 7.167.000 internautas a fines de 2008 (desde el nivel de 5.500.000 a comienzos de año), de los que más del 60% se ubican en las clases D y E. El 90% de esta población usa conexión de banda ancha.
  8. La organización deberá estar en condiciones operativas en un plazo no mayor de seis meses desde ahora, a tiempo para incidir determinantemente en las elecciones de diputados a la Asamblea Nacional.

Mientras progresa el desarrollo de esta opción organizativa, el IFEDEC ofrecerá talleres para explicar con más detalle el concepto y su estado de elaboración.

La gestión de la batalla cotidiana:

La contención del avasallamiento oficialista es posible, y en más de una ocasión se ha revelado como eficaz[vi]. Hoy más que nunca, cuando el gobierno busca reducir a la impotencia los mandatarios estadales y locales que no le obedecen, y vulnerar o eliminar de un todo a importantes centros de poder económico, es preciso organizarse para esa contención[vii]. Dicho de otro modo, esta contención necesita un aparato especializado. Quienes asignan recursos financieros o comunicacionales deben propiciar su establecimiento y facilitar su acatamiento por actores autónomos.

Es este aparato el cliente necesario de una instancia que ha venido siendo propuesta con insistencia: la de una “sala situacional”[viii]. En verdad, conviene a un aparato de contención el auxilio de una función que recabe inteligencia, en posible anticipación de los movimientos del gobierno.

El aparato de contención debe responder a la guía de un jefe único. Al independizarse trece colonias del dominio de Jorge III de Inglaterra, no se produjo el nombramiento de trece generales en jefe, sino el de uno solo: Jorge Washington. Lo mismo debe hacerse en Venezuela ahora. La solución no es una instancia suprema colegiada, como se probó ya con poco éxito en tiempos de la Coordinadora Democrática. Al jefe del aparato deberá darse autoridad y recursos para que establezca el estado mayor y las unidades funcionales que hagan falta. Deberá ser persona inteligente y experimentada, que comprenda la verdadera naturaleza de la guerra y no sea meramente algún fanfarrón que sólo atine a predicar valentías radicales e inviables con envoltura moralista[ix].

Esta jefatura no guarda relación alguna con una candidatura presidencial, y quien la ejerza no deberá pretender que ésta se desprende de su trabajo. Eisenhower fue candidato ocho años después que concluyera la guerra que su jefatura militar ganara en Europa, y su mando se rodeó de discreción. Patton, que estaba bajo su mando, y MacArthur que operaba en el Pacífico, hasta Marshall en su momento, tuvieron más exposición pública que Eisenhower.

El aparato no debe exigir a gobernadores y alcaldes de oposición su participación en la lucha. Éstos deben en principio restringirse al cumplimiento de las funciones para las que fueron electos, y a la defensa de sus administrados y sus atribuciones, en ocasiones federados con colegas amenazados. Si el oficialismo abusa de los cargos que acumula involucrándolos en el combate partidista, no debe reproducirse esa conducta de este lado[x]. El aparato puede y debe, eso sí, facilitar información a los gobernadores y alcaldes de oposición y defenderles.

El aparato de contención hará bien en alejarse del protocolo de acusación ritual que cada día añade unas cuantas páginas al prontuario del régimen, sin atinar a refutarlo[xi]. El trabajo de fondo es el esbozado en la sección anterior: superponer al discurso chavista uno de nivel superior, capaz de extinguirlo. Pero mientras eso está disponible, es preciso construir refutaciones[xii].

Un método para producir metódicamente las refutaciones necesarias es la de marcación individualizada sobre cada funcionario o vocero importante del gobierno, incluyendo, por supuesto, al propio presidente Chávez. “Los dispositivos de defensa en la práctica del fútbol adoptan básicamente una de dos configuraciones: la llamada marcación o defensa de zonas, por la que se asigna a cada jugador la responsabilidad de cubrir un determinado territorio del campo de juego, o la usualmente más eficaz marcación de hombre por hombre… En el fragor de la presente lucha política nacional pareciera que los opositores al gobierno han optado por una marcación de zona. Todo el mundo se mete con todo el mundo… Tal vez valga la pena intentar ahora una marcación hombre a hombre”[xiii].

Es claro que la labor de contención no se limita a la refutación del discurso oficial, y que debe incluir operaciones de otra naturaleza, incluyendo publicaciones, emisiones radiales y televisadas, protestas y otras acciones de calle, así como presiones sobre las instituciones públicas—a pesar de su obsecuencia—y comunicaciones e interacciones con actores internacionales.

Apostillas:

  1. Es ya de cultura general la útil fórmula 80-20 de una “distribución de Pareto”: en términos gruesos, que usualmente el 20% de los factores producen el 80% de los resultados. A pesar de que la labor de construcción de una organización política, de código genético distinto del de un partido convencional, es la avenida estratégica de mayor profundidad, ineludible para la superación del actual y muy preocupante estado de cosas, y a pesar de que el suscrito está involucrado precisamente en esta tarea, es su recomendación que el 80% de los recursos obtenibles sea dedicado a la labor inmediata de contención. La tarea estratégica debe asumirse desde una compacta estructura de costos, informatizada, ágil, hasta que en operación normal pueda captar sus recursos de la Red. El 20% del “diezmo” debiera serle más que suficiente. Aprovecho aquí para ofrecerme como soldado para misiones que el jefe del aparato estime que pueda realizar. Esto es, por más que quiera trabajar en el largo plazo, estoy dispuesto a labores de contención en lo que sirva.
  2. Melquíades Pulido escribió hace poco a alguien: “Continuamos en la búsqueda de la letra de la ‘tesis política’.” A continuación añadió: “Esperemos que surjan los cantantes. La ventaja tuya es que puedes ser un cantautor”. Y es éste un concepto atinadísimo. No existe el programa de gobierno del Partido Republicano, como no existe el del partido Demócrata. Existen y existieron las plataformas de McCain y Reagan, las de Clinton y Obama. Las tesis políticas vienen encarnadas, por lo que es probablemente ilusorio componer la canción y su letra en un laboratorio para que luego cantantes que no la hicieron la interpreten. Si desplazamos el esfuerzo de un diseño consensual de la tesis, para buscar figuras concretas (cantautores) que de una vez traigan algo en la bola, resolveremos de un golpe el tema de la tesis y al mismo tiempo el “problema de la contrafigura” (You can’t fight somebody with nobody).

Luis Enrique Alcalá


NOTAS

 

[i] Diez días antes de la votación del 23 de noviembre, la Carta Semanal #311 de doctorpolítico concluía: “es razonablemente probable que la conclusión a la que llegará el 70% de la población que no es chavista será que el gobierno habrá visto reducirse su dominación el 23 de noviembre de 2008. Esto será suficiente, por ahora”. Tres semanas después (#314, 4 de diciembre de 2008) reportaba: “Luis Vicente León, Director de Datanálisis, ha apuntado con aguda penetración una razón del agite [la iniciativa de enmienda]: ‘Si él [Chávez] permitía que se incrustara la idea de que la oposición era fuerte por haber ganado en estados clave, las posibilidades de plantear la enmienda se le complicaban’. Está claro que el tema del 23 de noviembre no es uno que quiera seguir discutiendo”.

[ii] “La victoria de Obama no señala un desplazamiento ideológico en este país. Significa que el público americano se ha hartado de las ideologías”. (Roger Simon, Capitol News, 5 de noviembre de 2008). “Nicolás [Sarkozy] ha adoptado el bipartidismo no sólo con una gracia natural, sino también con un sincero abrazo de corazón. Él se yergue en el moderno molde post-ideológico”. (Tony Blair, TIME Magazine, edición “Hombre del Año 2008”). “Pienso que recibimos un fuerte mandato de cambio… Esto significa un gobierno que no esté impulsado ideológicamente”. (Barack Obama, TIME Magazine, edición “Hombre del Año 2008”).

[iii] El libro de John A. Vásquez, The power of power politics (1983), demuestra la crisis de ineficacia explicativa y predictiva del paradigma que concibe a la actividad política como proceso de adquisición, intercambio y aumento del poder detentado por un sujeto de cualquier escala. (Individuo, corporación, estado). Jeffrey Sachs dedica todo el capítulo cuarto (Clinical Economics), de su libro The End of Poverty (1985) a la siguiente proposición: «Propongo un nuevo método para la economía del desarrollo, una que llamo economía clínica, para subrayar las similitudes entre la buena economía del desarrollo y la buena medicina clínica».

[iv] El presidente Velásquez, luego de un inventario panorámico de nuestra historia política, diagnóstico así el 16 de febrero en la Peña: “El país está dividido”.

[v] Bárbara Tuchman (The March of Folly, 1984): “The problem may not be so much a matter of educating officials for government as educating the electorate to recognize and reward integrity of character and to reject the ersatz”. Neil Postman y Charles Weingartner, en Teaching as a subversive activity (1969), postulan que una función principalísima de la educación es proveer a los educandos con un “detector de porquerías”.

[vi] En 1999 se obligó al Ejecutivo a rehacer la redacción del decreto que convocaba a referéndum para decidir si se elegiría una asamblea constituyente. Más recientemente (2008), el gobierno debió retroceder en la imposición de normas demagógicas de admisión a las universidades, el currículo “bolivariano”, la declaración de las FARC como insurgentes, la prohibición de aumentar el costo de los pasajes en Caracas, el cobro de la transmisión de videos de Venezolana de Televisión, la Ley de Inteligencia y Contrainteligencia. (“Ley sapo”). Este mismo año debió mostrar a la comunidad judía venezolana, aunque sea momentáneamente, solidaridad y cooperación tras el ataque a la sinagoga de Maripérez, y deslindarse, aunque sea en meras palabras, de las operaciones del Colectivo La Piedrita.

[vii] Cinco días después del referéndum revocatorio del 15 de agosto de 2004, estimaba la Carta Semanal #100 de doctorpolítico: “Sería ingenuo suponer que ahora Chávez no apretará una tuerca más. La ley de policía nacional, la amenaza de renacionalizar la CANTV (tiene los reales), la ley de contenidos, una nueva ley de cultos, la toma de las universidades y nuevas represiones penales contra sus más detestados oponentes, están a la vuelta de la esquina. Urge encontrar el modo de tomarle la zurda muñeca que empuñará la llave inglesa y dificultarle el opresivo giro con el que querrá expandir su totalitaria y quirúrgica manera de gobernar”.

[viii] Sobre todo desde que el presidente Chávez famosamente saludara y agradeciera la suya en la noche del 15 de febrero, y varias decenas de personas se levantaran a recibir el saludo y la gratitud.

[ix] No es la jefatura indicada la de quienes propugnan, carentes de toda imaginación política, recetas violentas que ni siquiera existen como posibilidad. Típicamente, trabajan con bajeza y anonimato en el descrédito de figuras que, como la de Teodoro Petkoff, reúnen los talentos requeridos.

[x] Cuando Chávez, al término de las elecciones del 23 de noviembre, anunció la ofensiva de la enmienda constitucional, se opinó en la Carta Semanal #314 de doctorpolítico, del 4 de diciembre pasado: “Es encomiable, por caso, el valiente y claro llamado de Jon Goikoetxea a vencer la pretensión continuista; tiene razón al estimar que el despropósito presidencial será derrotado. Pero carece de ella cuando convoca a los gobernadores y alcaldes opositores para que se sumen como protagonistas de la cruzada. Reporta El Universal: ‘Los gobernadores y alcaldes electos tendrán un papel importante que jugar, según el líder estudiantil’. Dijo Goikoetxea: ‘Ya estamos dispuestos a empezar, hay que hacerlo en coordinación con los representantes recientemente electos, porque tienen la legitimidad y la obligación; los escogimos no sólo para ser buenos gobernadores y alcaldes, sino para tomar la delantera en este proceso, para que sean voceros y defensores de la libertad en Venezuela’. Es una interpretación fundamentalmente equivocada. De nuevo, si se criticaba a HacheChé porque quiso nacionalizar unas elecciones de ámbito local, resultaría inconsistente que ahora se convoque a gobernantes estadales y municipales a involucrarse en la inminente confrontación”.

[xi] “Nuestra oposición ostensible acusa a Chávez, pero no le refuta. Los medios de comunicación del país debieran ofrecer espacio a un ejercicio argumental diferente al del mero discurso opositor. Y a quienes sean capaces de formularlo y decirlo”. (Carta Semanal #60 de doctorpolítico, 30 de octubre de 2003). “La pregunta realmente importante es, evidentemente, ¿qué hacer ante la aplanadora que Chávez ha puesto en movimiento? Hay algo que no es lo que debe hacerse, y es el mero señalamiento de una inconformidad… Una vez más: a Chávez se le acusa pero no se le refuta. Ocho años de desmanes incontenidos, en los que la oposición se ha limitado a engrosar un prontuario, a nutrir un catálogo de acusaciones, han puesto de manifiesto la ineficacia de tal estrategia”. (Carta Semanal #220, 11 de enero de 2007).

[xii] Como fuera, por caso, el eficaz trabajo de Beatriz Adrián (Globovisión) sobre el tema de las remuneraciones de los asambleístas.

[xiii] Citas tomadas de la Carta Semanal #77 de doctorpolítico, 11 de marzo de 2004.

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Contribución a la Peña de Luis Ugueto Arismendi (2)

El peñero Ugueto

El peñero Ugueto

Observaciones preliminares

Asistimos a una crisis de crisis. Es trilladísimo lugar común que la peor de las maldiciones en China te desea que vivas una época interesante. La inestabilidad de muchos cambios se encargará de que afrontes innumerables y graves problemas. No es necesaria una maldición más específica.

Es rasgo de la época una condición a la que los médicos se refieren con el nombre de “hemorragia por capas”: se tiene la certeza de que sobrevendrán sangramientos, pero se ignora dónde y cuándo se presentarán. En 1982, Yehezkel Dror definió esta característica en los siguientes términos: “La sorpresa se ha hecho endémica”.

No podrá entenderse la crisis si se procura tomar distancia de ella (lo que, de paso, es imposible). Por lo contrario, debe uno adentrarse al mismo corazón del huracán, donde sabemos que reina la calma, propicia al examen sosegado de las cosas.

Para propósitos analíticos conviene organizar las reflexiones en dos esferas, la planetaria y la nacional.

ESFERA PLANETARIA

Primera reflexión: Luis Ugueto y Francisco Layrisse, además de enseñarnos a interpretar aspectos concretos de la crisis, nos ofrecieron un plano de conjunto, y en él destacaron eventos de magnitud cataclísmica que han resultado ser marcadores definitorios; por ejemplo, el desplome de la Unión Soviética y la reciente y súbita disminución de primacía de los Estados Unidos, entre otros.

A estas mutaciones de gran tamaño conviene añadir otras de distinto tenor, que dándose con un componente principalmente científico y tecnológico, hablan no tanto de preocupación como de esperanza.

  1. La emergencia de una conciencia ecológica. Tan tarde como en 1969 se publicaba una colección de trabajos sobre el tema bajo el nombre: “La ciencia subversiva: ensayos hacia una ecología del hombre”. En 1967, lo que sería la biblia predictiva del más prestigioso futurólogo (Herman Kahn, The Hudson Institute, The Year 2000: A Framework for Speculation on the Next Thirty-Three Years), no hacía mención alguna del tema ambiental en sus más de cuatrocientas páginas. Las nuevas generaciones, en cambio, vienen con una conciencia ecológica innata.
  2. Los inicios de la conquista del espacio. El impresionante telescopio espacial Hubble se descompone en el espacio y los ingenieros de la NASA pueden arreglarlo a casi 600 kilómetros de distancia. Los chinos acaban de alunizar y, ayudados por ellos, hasta nosotros hemos puesto un satélite “bolivariano” en órbita.
  3. La ingeniería genética. La promesa descomunal de una ingeniería que ni siquiera tenía nombre en 1979, que ya ha hecho el mapa del genoma humano, y, más en general, las nuevas tecnologías médicas. Hace dos semanas se transplantó, con total éxito funcional, dos brazos ajenos a un ciudadano alemán que el año pasado perdió los suyos en un accidente.
  4. La Internet. Con seguridad, la más trascendente de las revoluciones, asentada sobre las propias de la computación y las telecomunicaciones. La polis planetaria en gestación construye su cerebro, en conexión sin precedentes, ya no pasiva como la de la televisión, de los habitantes del planeta. En Venezuela se estimaba a inicios de este año una población de cinco millones y medio de internautas, de los que casi las dos terceras partes corresponden a los estratos D y E. Para 1995, ya IBM de Venezuela había registrado esa vocación universal de modernidad en el pueblo venezolano, al conocer que la compra-venta de computadores personales de segunda mano en los barrios caraqueños movía más dinero que el mercado corporativo de computación.

Segunda reflexión: El frenazo del crecimiento económico, expresado en el carácter recesivo de la crisis financiera y real, marca un tiempo de diástole, aprovechable para el examen y el aprendizaje. Exactamente el mismo ideograma chino genera las nociones de crisis y oportunidad. El vocablo “crisis”, proveniente del griego, significa en esta lengua decisión. (Krinein, decidir). La decisión sensata debe ser precedida por la reflexión.

Tercera reflexión: Una idea de la profundidad y extensión de la crisis se obtiene al considerar que no sólo los procesos económicos y políticos se manifiestan críticamente. Igual cosa sucede con los sistemas de pensamiento. Prácticamente no hay ciencia que no haya experimentado o esté sufriendo una crisis de paradigmas. Cuando se creía que al fin había un modelo coherente de la materia—el Modelo Estándar (1967)—se descubre que sus leyes sólo describen el 4% de la materia presente en el universo. (La materia y la energía “oscuras”, de las que nada se sabe, componen el resto). Es a partir de 1959 cuando comienza la ciencia del caos, y después la de los sistemas complejos, la teoría de enjambres, etcétera, que ofrecen nuevos y poderosos marcos mentales que van desde la meteorología hasta la economía, pasando por la turbulencia de fluidos, la cosmología, el crecimiento de las ciudades, la cardiología y la psiquiatría, entre otras áreas del conocimiento. A empezar y pensar de nuevo. Hasta el campo religioso está en asedio. Escribió Teilhard de Chardin: “El siglo XX fue probablemente más religioso que cualquier otro. ¿Cómo pudiera no serlo, con tantos asuntos por resolver? El único problema es que todavía no ha encontrado un Dios que pueda adorar”. La imagen que las diversas y hermosas metáforas que son las religiones—budista, judía, cristiana, islámica, etcétera—proporcionan de Dios ya no son fácilmente implantables en conciencias del siglo XXI, que asumen la ciencia como piso natural de sus creencias.

Cuarta reflexión: Es imposible superar tan grande remolino sin la disposición a abandonar viejos paradigmas, algunos entre ellos los más queridos. No puede esperarse resultados nuevos de la repetición de los mismos procedimientos que nos han metido en problemas. Para ser una persona 21, que comprenda su siglo y lo maneje, es preciso ponerse al día con los más recientes marcos mentales proporcionados por la ciencia. Nuestros políticos convencionales, como en todo el mundo, son seres newtonianos, que comprenden la política en términos de espacios y fuerzas—“¿Hay espacio en Venezuela para una nueva fuerza política?”, se ha oído discutir—, y por tanto están constitucionalmente impedidos de entender la dinámica de los grandes sistemas complejos. A un alumno de cuarto grado puede aceptársele decir que el cuerpo humano se divide en cabeza, tronco y extremidades—la misma idea de una anatomía tripartita de gobierno, empresarios y trabajadores—pero no a un profesional de la Medicina.

Quinta reflexión: Resulta aconsejable un intento por estructurar la incertidumbre, puesto que no puede reducírsela por completo—la sorpresa se ha hecho endémica—y por tanto es útil un inventario de los problemas más importantes. Por ejemplo, el 13 de octubre The New Yorker ofrecía su decidido aval a la candidatura de Barack Obama en un largo editorial, donde decía: “La restauración estadounidense en asuntos exteriores requerirá un compromiso no sólo con la cooperación internacional, sino también con instituciones internacionales que puedan tratar el calentamiento global, las dislocaciones de lo que probablemente sea una crisis económica global que se profundiza, las enfermedades epidémicas, la proliferación nuclear, el terrorismo y otros desafíos más tradicionales a la seguridad. Muchos de los vehículos de la era de la Guerra Fría para el contacto y la negociación—las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el régimen del Tratado de No Proliferación Nuclear, la Organización del Tratado del Atlántico Norte—están moribundos, deteriorados u obsoletos”. Del enfoque fresco, zero budgeting, back to basics de estos problemas podrán surgir tratamientos distintos. En realidad, ningún país debiera poseer armas nucleares. Para prevenir escenarios de invasiones agresivas extraterrestres, o para demoler aerolitos amenazantes en imitación de Bruce Willis en Armagedón, la Organización de las Naciones Unidas debiera asumir un único control planetario de esta clase de armamentos.

ESFERA NACIONAL

Primera reflexión: El cuadro clínico nacional revela como signo predominante la presencia de un chavoma. Se escoge esta metáfora oncológica para resaltar que el proceso chavista no nos fue inoculado desde afuera, por un anofeles o un chipo. Estaba en nuestras entrañas. Luego, porque sus rasgos son claramente expansivos, invasivos, agresivos, perniciosos. Pero este tumor se superpone a un cuadro previo, todavía actuante, de insuficiencia política. (En el mismo sentido que decimos insuficiencia renal o cardiaca. Si el corazón no bombea la sangre como debe, hablamos de insuficiencia cardiaca. Si el sistema político no resuelve los problemas de carácter público, que es la única función que lo justifica, estamos ante un síndrome de insuficiencia política). La etiología de esta insuficiencia no es una maldad consustancial a los políticos o la política en sí misma. Es de raíz paradigmática.

No es cierto que el primer punto de la agenda estándar del Comité Nacional de COPEI, todos los lunes, fuera cómo fastidiar a los venezolanos. El CEN de Acción Democrática procuraba decidir, según lo mejor de sus entendederas, algo en bien del país. Son los marcos mentales desde los que estos políticos operan, ya obsoletos, el origen de la insuficiencia que permitió la emergencia del chavoma, la que descollaría de nuevo después de la remoción del tumor. El 20 de octubre de 1991 escribía Arturo Úslar Pietri en El Nacional: “… de pronto el discurso político tradicional se ha hecho obsoleto e ineficaz, aunque todavía muchos políticos no se den cuenta. Toda una retórica sacramentalizada, todo un vocabulario ha perdido de pronto significación y validez…” Pero ahora se da la posibilidad de construir organizaciones políticas con un código genético diferente al de un partido convencional. (Cuál es ése código es tema que puede exponerse mejor en una presentación separada). Si no cambian las reglas esenciales a la operación de los partidos, no cambiará nada. Resucitada Teresa de Calcuta e inscrita en AD, a los quince minutos comenzaría a comportarse como Henry Ramos Allup.

Segunda reflexión: Una coyuntura inminente domina ahora nuestra actuación política: las elecciones estadales y municipales del 23 de noviembre. Es llamativo que un antiguo ministro de Hugo Chávez (Ignacio Arcaya) escriba por estos días: It is expected that the government of president Hugo Chávez will face a serious setback in municipal and regional elections due on November 23”. Aunque sin duda puede hacerse todavía más de una cosa constructiva, es dado esperar que los resultados de ese día sean interpretados por el enjambre ciudadano, ya no por los activistas de lado y lado, como una reducción significativa del dominio oficialista. Es este resultado el que verdaderamente importa.

Tercera reflexión: Luego viene la elección verdaderamente crucial, mucho más importante que la de ahora, de la Asamblea Nacional. Hacia ese hito contamos con dos años para la preparación, y en ellos el componente fundamental será un proceso de formación en, justamente, nuevos paradigmas de la acción política. Si se hace las cosas bien, será posible presentar al país una nueva y competente camada de políticos, muy diferente a la actual, y lograr una mayoría en la Asamblea Nacional. A partir de ese momento, ya no más leyes habilitantes, ya no más autorizaciones a viajes presidenciales al exterior de duración superior a cinco días, ya no más aprobación automática de opacos presupuestos. En cambio, la potestad real de verdadera fiscalización y control del Ejecutivo Nacional, lo que ha estado ausente desde la época del “Plan Bolívar 2000”.

Cuarta reflexión: You can’t fight somebody with nobody, dice uno de los más famosos adagios de la política anglosajona. Es menester sacar al campo de juego una contrafigura de Chávez que pueda refutarlo. El ritual cotidiano de acusación, que comienza con Miguel Ángel Rodríguez por RCTV Internacional y cierra con Leopoldo Castillo se ha revelado como ineficaz. Más que acusar hay que refutar. Lo que conduce a preguntarnos por los rasgos de la persona apropiada. Luego de unas pocas notas adicionales, se reproduce un artículo del suscrito sobre el tema.

NOTAS

1. Jesús Eduardo Rodríguez hizo una elocuente defensa de la doctrina y trayectoria reciente de la Iglesia Católica, expresada en los grandes papas más recientes y sus encíclicas y actuaciones. Concurro con su apreciación desde adentro del catolicismo. Quise poner de manifiesto, sin embargo, que desde el punto de vista de un antropólogo extraterrestre coexisten en el planeta, en virtud de su diversidad cultural, al menos cuatro grandes bloques religiosos diversos, y que una persona del siglo XXI requiere anclajes psicológicos actualizados de la noción de Dios. A este respecto, parece ser una experiencia reiterada de la ciencia el toparse, en el lí­mite de sus especula­ciones más abstractas, con el problema de Dios. Puede que sea un importantísimo subproducto de la actividad científica moderna el de proporcionar imágenes para la meditación sobre un Dios al que ya resulta difícil imaginar bajo la forma de un ojo en una nube o una zarza ar­diendo, que eran figuras adecuadas para la mentalidad de un pastor israelita de hace 3.500 años. Tal vez un Dios informático para una Era de la Información.

Otras intuiciones pertinentes nos vienen, como de contrabando, junto con el tema de “los otros”: la presencia de otros seres inteligentes en el uni­verso. Los astrofísicos consideran muy seriamente la posibilidad de vida in­teligente extraterrestre. En realidad, dado el gigantesco número de estrellas y galaxias, contadas por centenares de millones, la hipótesis de que estamos so­los en el cosmos resulta, decididamente, una conjetura presuntuosa. Hasta ahora no hay resultado positivo de los incipientes intentos por es­tablecer comunica­ción con seres extraterrestres, a pesar de la seriedad cientí­fica de tales intentos. (Por ejemplo, el proyecto OZMA, que incluyó la transmisión hacia el espacio exterior de información desde el gran radiote­lescopio de Arecibo, en Puerto Rico, en códigos que se supone fácilmente desci­frables por una inteligencia “normal”). ¿Qué consecuencias podría esto tener para, digamos, el paradigma cris­tiano, hasta cierto punto asentado sobre una noción de unicidad del género humano en el universo? Aun antes de cualquier contacto del “tercer tipo”, la mera posibilidad del encuentro ejerce presión sobre los postulados actuales de al menos algunas –las más “personalizadas”– entre las religiones terres­tres.

2. También concurro con una central postulación de Jesús Eduardo: que es necesario plantearse el tema de cómo somos gobernados. Pude componer una cierta aproximación al asunto en 1998:

“Creer que la política debe entenderse como se entiende a la medicina no es un punto trivial. Es algo muy fundamental, porque lo que se propone es que se trata de profesión, arte, ocupación u oficio, no de una ciencia. Nuestras universidades debieran tener escuelas de política.

No hablo de las escuelas de ciencias políticas, que enfatizan, por un lado, la historia de los acontecimientos políticos tanto como la de las ideas políticas, y que por el otro examinan el fenómeno político desde la perspectiva imparcial de la ciencia, con la intención de formular alguna teoría que explique ese fenómeno más o menos adecuadamente.

Hablo de escuelas de política que capaciten para hacerla, no para explicarla. De escuelas en las que se enseñe cosas útiles al ejercicio de la función pública. Yo sé que se enseña algo de técnicas de decisión y cosas así en las escuelas de ciencias políticas, pero esta carrera no capacita demasiado para ese ejercicio. Lo que necesitamos es una carrera en la que se estudie mucho de lo que hay hoy en día bastante desarrollado, un arsenal de formatos para decidir, para analizar costos y beneficios, para comunicar, para inventar tratamientos, para procurar la salud pública.

Y creo que lo primero que debieran enseñar esas escuelas es que el pueblo es más sabio y poderoso que el gobierno. Que la intervención del político debe ser siempre por la salud del pueblo. Que nunca deja de aprenderse el arte del Estado.

Eso, creo, no tiene nada de trivial. La política no es la búsqueda y preservación y engrandecimiento del poder por cualquier medio eficaz, sino la potenciación de la salud pública.

Este modo de entender la política es un cambio que se dará en el mundo. Es inevitable. Nuestra sociedad está siendo cada vez más informatizada. Eso quiere decir que cada vez más habrá más canales, cada vez más interactivos, cada vez más baratos, a través de los cuales podremos hacer algo con la información, desde recibirla hasta generarla, y a través de esa generación, así sea en un solo voto en un referéndum electrónico, podremos influir cada vez más en nuestros procesos públicos.

Pronto nos daremos cuenta de que los políticos que queremos son los verdaderamente idóneos, que están preparados en las disciplinas pertinentes y que buscan por encima de cualquier cosa la salud de la sociedad. Pronto estaremos en capacidad de exigirlos en la función pública. No habrá modo de ocultar por mucho tiempo la incompetencia. La pregunta es ¿querrá Venezuela estar entre las primeras sociedades en hacer política desde esa perspectiva, o preferirá continuar siendo el terreno de batalla en el que quienes solamente quieren el poder luchan entre sí por poseerlo?”

Nueve años más tarde aduje: El mejor médico, aun ante alguien estudiado en sucesión en Boloña, la Sorbona y Yale, es el propio cuerpo humano. No hay terapia tan fina y tan poderosa como la que provee el sistema inmunológico natural. Por esto el más consciente de los médicos confía en la sabiduría fisiológica. Del mismo modo el político debe ser modesto, percatado de que el cuerpo social en su conjunto, así sea el del país más pobre y atrasado, es más sabio que él. No es un buen político quien se pretende inerrante. Menos aún cuando se cree moralmente superior a sus congéneres, o a algún grupo social. La peor de las políticas es la moralizante, como de la de McCarthy, Robespierre o Torquemada, que se sintieron autorizados a condenar. El buen médico emite dictámenes, sujetos a mejora, no juicios finales. El médico no es el jefe del paciente. En Argentina se acepta, incorrectamente, que se diga Presidencia de la Nación. El presidente de una república moderna no debe ser aceptado como jefe del país, mucho menos su dueño. Lo que debiera presidir es la rama ejecutiva del poder público constituido, nada más. No debe legislar, no debe juzgar, no debe condenar. No puede decirle a todo un país que le obedezca. Quien decide si acepta el tratamiento que el mejor médico le propone es el paciente. Sólo de él es ese derecho”.

3. Es también acierto de Jesús Eduardo apuntar esta contradicción: si la ONU está enferma, ¿cómo va a entregársele el arsenal nuclear del mundo? La contradicción sería sólo aparente si pensamos en una ONU distinta, reformada, curada. Tal vez es una agencia especializada de la organización el locus preferible.

3. Juan Antonio Müller manifestó su preferencia por el gradualismo, y advirtió contra los peligros de un excesivo cambio paradigmático. Me confieso, como dije, extremista del centro. Quien fuera por muchos años mi mentor intelectual, Yehezkel Dror, entretuvo por años un debate con Charles Lindblom, el apóstol de la postura asumida por Juan Antonio, quien la llamaba incrementalismo. Dror la entendía, con algo de ironía, como muddling through, y prescribía en cambio un radicalismo selectivo. Tampoco creía en revoluciones totales, pero aconsejaba identificar una media docena de puntos en un Estado en los que convenía hacer reformas a fondo. Incluso más: Dror desaconsejaba pensar en términos de optimización y recomendaba hacerlo con el criterio de preferización; no buscar lo óptimo, usualmente inalcanzable y por eso mismo paralizante, sino lo preferible, lo mejor dentro de lo posible. En julio de 1972, cuando vino por primera vez a Venezuela, expuso lo fundamental de su doctrina a un grupo que lo escuchó en la casa de Gustavo Vollmer Herrera. Ricardo Zuloaga le informó que el español tiene este refrán: Lo mejor es enemigo de lo bueno. A Dror le encantó la sabiduría hispánica.

Pero no se trata tanto de revoluciones de acción exterior como de mutaciones importantes en nuestra percepción y entendimiento de las cosas, y en gran medida esto es ponerse al día con estructuras intelectuales recientes que ya están allí, principalmente la ciencia de la complejidad y la asunción de la era de las redes y la comunicación digital. Fue esto último una de las claves en la conversión de Barack Obama en el cuadragésimo cuarto Presidente de los Estados Unidos. En febrero de 1985 me referí al punto de este modo: “…la actual crisis política venezolana no es una que vaya a ser resuelta sin una catástrofe mental que comience por una sustitución radical de las ideas y concepciones de lo político”. Al año siguiente insistí: “…es mi creencia que la revolución que necesitamos es distinta a las revoluciones tradicionales. Es una revolución mental antes que una revolución de hechos que luego no encuentra sentido al no haberse producido la primera. Porque es una revolución mental, una ‘catástrofe en las ideas’, lo que es necesario para que los hechos políticos que se produzcan dejen de ser insuficientes o dañinos. Por eso creo que las élites deben hacerse revolucionarias”.

(En el artículo que transcribo al final de estas notas se añade otro ángulo al tema, en referencia al tema de una constituyente, al verificar lo que más de una vez ocurre al conservatismo o gradualismo).

4. Esperaré a la próxima sesión de la peña para opinar a partir de las importantes cosas que escuchamos de Carlos Sequera Yépez, especialmente en lo tocante a la riqueza reflexiva de sus miembros y su posible proyección ulterior, y me congratulo por el testimonio de reconocimiento que ofreció a Luis Alberto Machado.

5. En la exposición de mi compañero de ticket, el Vicepresidente Electo Maxim Ross, se caracterizó al Consenso de Washington como una mera prescripción de sensatez y disciplina fiscal. Estoy seguro de que las limitaciones del tiempo le obligaron a ser taquigráfico; yo mismo fui impreciso y por esto suscité unos pocos desacuerdos. Pero el Consenso de Washington fue más que eso, pues insistía, sobre todo, en la apertura absoluta de los mercados de los países emergentes y la liberación sin freno de las tasas de interés. Sin haber llegado a los extremos de la “caja de conversión” modificada que Menem y Cavallo impusieron en Argentina, no pocas industrias venezolanas sufrieron la carga de tasas excesivas de interés, y la aplicación del paquete del segundo gobierno de Pérez, calcado sobre el Consenso de Washington, condujo al cataclismo del “caracazo”, una gravísima inestabilidad política y la crisis bancaria de 1994.

Dos de los más ilustres colegas de Maxim, con directo conocimiento del asunto, han comentado sobre los inconvenientes que trajo el Consenso de Washington. En The End of Poverty (2005), dijo Jeffrey Sachs: De algún modo, la actual economía del desarrollo es como la medicina del siglo dieciocho, cuando los doctores aplicaban sanguijuelas para extraer sangre de los pacientes, a menudo matándolos en el proceso. En el último cuarto de siglo, cuando los países empobrecidos imploraban por ayuda al mundo rico, eran remitidos al doctor mundial del dinero, el FMI. La prescripción principal del FMI ha sido apretar el cinturón presupuestario de pacientes demasiado pobres como para tener un cinturón. La austeridad dirigida por el FMI ha conducido frecuentemente a desórdenes, golpes y el colapso de los servicios públicos. En el pasado, cuando un programa del FMI colapsaba en medio del caos social y el infortunio económico, el FMI lo atribuía simplemente a la debilidad e ineptitud del gobierno. Esa aproximación, por fin, está comenzando a cambiar”.

En Globalization and its Discontents (2002), Joseph Stiglitz—Premio Nóbel de Economía en 2001 y nada menos que Economista Jefe y Vicepresidente Senior del Banco Mundial—expuso así: Las políticas del FMI, basadas en parte en el anticuado supuesto de que los mercados generaban por sí mismos resultados eficientes, bloqueaban las intervenciones deseables de los Gobiernos en los mercados, medidas que pueden guiar el crecimiento y mejorar la situación de todos. Lo que centra, pues, muchas de las disputas que describo en las páginas siguientes son las ideas y las concepciones sobre el papel del Estado derivadas de las mismas… Las decisiones eran adoptadas sobre la base de una curiosa mezcla de ideología y mala economía, un dogma que en ocasiones parecía apenas velar intereses creados. Cuando la crisis golpeó, el FMI prescribió soluciones viejas, inadecuadas aunque “estándares”, sin considerar los efectos que ejercerían sobre los pueblos de los países a los que se aconsejaba aplicarlas. Rara vez vi predicciones sobre qué harían las políticas con la pobreza; rara vez vi discusiones y análisis cuidadosos sobre las consecuencias de políticas alternativas: solo había una receta y no se buscaba otras opiniones. La discusión abierta y franca era desanimada: no había lugar para ella. La ideología orientaba la prescripción política y se esperaba que los países siguieran los criterios del FMI sin rechistar… Algún dolor era indudablemente necesario, pero a mi juicio el padecido por los países en desarrollo en el proceso de globalización y desarrollo orientado por el FMI y las organizaciones económicas internacionales fue muy superior al necesario. La reacción contra la globalización obtiene su fuerza no sólo de los perjuicios ocasionados a los países en desarrollo por las políticas guiadas por la ideología, sino también por las desigualdades del sistema comercial mundial. En la actualidad—aparte de aquellos con intereses espurios que se benefician con el cierre de las puertas ante los bienes producidos por los países pobres—son pocos los que defienden la hipocresía de pretender ayudar a los países subdesarrollados obligándolos a abrir sus mercados a los bienes de los países industrializados más adelantados y al mismo tiempo protegiendo los mercados de éstos: esto hace a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres… y cada vez más enfadados”.

Estos conocedores del monstruo por dentro avisan que el Consenso de Washington fue una fórmula simplista con evidente carga ideológica. Era la época en la que muchos creían altaneramente, con Francis Fukuyama—The End of History and the Last Man—, que la historia había llegado a su fin con la desintegración de la Unión Soviética.

La historia prosiguió, pues lo más fundamentalista del neoconservatismo llegó a ese Washington consensual de la mano de George W. Bush. Al desplome de la Unión Soviética, los poderosos Estados Unidos han debido procurar la conciliación mundial y ofrecerse como hermano mayor, no como figura paterna. Pero la arrogancia sin talento produjo lo que el 61% de 109 historiadores estadounidenses consultados considera el peor gobierno de toda la historia de los Estados Unidos. (History News Network. El 98% lo considera meramente un fracaso).

Ayer, el pueblo estadounidense—We the People—eligió en Barack Obama a su nuevo Presidente. De madrugada escribí:

“Entonces apareció un hombre de tez oscura en el Parque Grande de Chicago para comunicarse con los suyos, y hablar del pueblo y nada de sí mismo. Agradeció a su familia, a sus colaboradores; recordó a su abuela, que murió sabiendo que su nieto llegaría; aconsejó humildad a su partido en la victoria, e hizo la promesa de ser sincero y de escuchar a la gente, especialmente cuando ésta no estuviera de acuerdo con sus decisiones. Entre la multitud, el negro Jesse Jackson no podía retener el llanto, pero también captaron las cámaras la imagen de una niña hermosa y muy rubia, sentada sobre los hombros de su padre, enjugar sus propias lágrimas de infancia emocionada por la historia que sin entender intuía.

Ni una sola vez se refirió Obama a su triunfo. Vencedor indudable, con una cuenta de votos electorales que holgadamente duplicó la de McCain, no hizo otra cosa que certificar la grandeza de su patria y convocar de nuevo al trabajo y la unión. In Order to form a more perfect Union.

Noche mágica, eléctrica, poderosa a las orillas del lago Michigan. Y celebraron en Kenia, y el índice Nikkei subía en Tokio más de trescientos puntos, y el dólar ganaba ante el euro porque ahora los especuladores suponen que el éxito de Obama acelerará la recuperación económica. Regresa la confianza escarmentada y los estadounidenses son felices.

Ya el mundo es mejor por el 4 de noviembre; ya respira aliviado. Anoche, los Estados Unidos volvieron a ser, primus inter pares, el líder del planeta. Yes, we can”.

I rest my case. Lean, por favor, el apéndice que sigue. Con un cordial saludo a todos

Luis Enrique Alcalá

Retrato hablado

 

El 24 de junio de 1998, cuando faltaba un poco más de cinco meses para la elección presidencial de ese año, un importante encuestador venezolano recomendó, a una reunión que concluyese ya por ese entonces que Henrique Salas Römer no podría ganarle a Hugo Chávez Frías, lo siguiente: “Debe darse espacio, recursos y promoción a una contrafigura de Chávez, aunque esa contrafigura no vaya a ser candidato”. Esto es, el experto proponía deslindar el trabajo de un posible presidente y el de alguien que pudiera darle un revolcón argumental a Chávez.

De ese consejo ha transcurrido, a estas alturas, más de una década, y el problema principal de la política venezolana continúa siendo estructuralmente el mismo. Un angloparlante diría: You can’t fight somebody with nobody. (No puedes combatir a Alguno con Ninguno). Quienes se han enfrentado a Chávez como cabeza de su oposición—Salas Römer, Arias Cárdenas, Carmona Estanga, Rosales Guerrero—no han podido con él; no sólo no pudieron parar a Chávez, sino que ni siquiera pudieron parársele.

Además de estos nombres, por supuesto, ha habido muchos otros que han pretendido ser, si no candidatos presidenciales (más de uno lo ha querido), al menos la contrafigura necesaria. Alfredo Peña, Guaicaipuro Lameda, Herman Escarrá, Miguel Henrique Otero, Alejandro Armas, todos antiguos colaboradores de Chávez, han ocupado importante espacio comunicacional en estos últimos años, pero ninguno ha tocado la fibra nacional para hacerla resonar a su favor en forma suficiente. De otros, que siempre han estado en la oposición, puede decirse exactamente lo mismo. Prácticamente cada uno de ellos comanda algún partido o, al menos, algún grupo de simpatizantes de sus teóricas candidaturas futuras.

Naturalmente, 2008 no es un año en el que se elija Presidente de la República; nuestro calendario político marca ahora, para el 23 de noviembre, la elección de gobernadores de estado y alcaldes. Pero más de un avezado analista percibe que no hay refutación de Chávez—más allá de la acusación ritual—mientras los numerosos candidatos se concentran, como es lógico, en la problemática local de las circunscripciones en las que aspiran a cargos electivos. Así, por ejemplo, el Grupo La Colina preparó en septiembre pasado una presentación en la que destacaba: “…la disminución de la resistencia que le hacen sus contendores en el ruedo del día a día, habida cuenta de la focalización de Partidos y Candidatos en lograr la nominación Unitaria”. Y también: “…la Oposición estuvo ausente del escenario político-social los pasados 6 meses. La discusión interna y la dificultad de la unidad tomaron tiempo y dejaron a Chávez con muy bajo costo político por los males que se desprendieron de su gestión y por la radicalización de acciones y discursos que él desarrolló. En pocas palabras, Chávez tuvo pocos contendores en los pasados meses”. A partir de este análisis, el Grupo La Colina recomienda: “Desarrollar y mantener una campaña comunicacional diferenciada del discurso de candidatos y con foco en Chávez. (Paraguas)”.

Esto es, que como no pertenece a la temática municipal de Brión en Miranda la visita de la flota rusa o la ayuda a Cristina Kirchner, entonces alguien que no sea candidato a estas elecciones debe asumir la vocería nacional contra el Presidente de la República y su discurso. (En sentido estricto, los colineros no abogan por un vocero único, aunque sí resaltan que la contrafigura de Chávez se llama Ninguno). También, como más de un candidato opositor fuera de los Estados Vaticanos de Chacao y Baruta debe apelar al “chavismo light” para tener posibilidades de triunfo, no debe pedírsele que emprenda un ataque antipresidencial.

La necesidad a la que se refieren estos análisis y varios otros—los de John Magdaleno, por ejemplo, que hace focus groups—recrece porque Chávez, que incurre en abuso de poder e ilegalidad al tomar parte muy directa en las campañas individuales de candidatos que le son afectos, introduce un envoltorio nacional para elecciones que de suyo son locales. Y si queda poco por hacer a este respecto antes del 23 de noviembre, esa necesidad recrudecerá más para cuando sobrevengan las elecciones de Asamblea Nacional, cuyos miembros, aunque son elegidos por estados, conforman el componente legislativo del Poder Público Nacional. De aquí a diciembre de 2010, la necesidad de la contrafigura de Chávez será más aguda.

………

Siendo así las cosas ¿cuáles serían los rasgos imprescindibles en tal contrafigura?

El primero de ellos, paradójicamente, es que no sea una contrafigura de Chávez. Es decir, que su razón de ser no sea oponerse al actual Presidente de la República. El discurso de una contrafigura exitosa, si bien tendrá que incluir una refutación eficaz del chavismo, deberá alojar asimismo planteamientos nacionales que debiera sostener aun si Chávez no existiese. El problema político venezolano es más grande que Chávez. Días antes de la reunión de mediados de 1998 referida al comienzo, alguien argumentaba que se requería un proceso constituyente en Venezuela, dado que el “sistema operativo” del Estado venezolano no funcionaba bien, y había que instalar uno nuevo. (No se pasa de Windows XP o Vista a Windows 7 poniendo remiendos al sistema más antiguo, sino dominándolo con la superposición del nuevo). El “constituyente ordinario” (el Congreso de la República) quedaría excedido en sus facultades, puesto que él mismo era creación de la constitución que había que sustituir enteramente con nuevos conceptos constitucionales. Ante esta declaración, uno de sus interlocutores encontró virtud en el planteamiento, al suponer que “le arrancaría una bandera a Chávez”. El proponente admitió ese efecto colateral beneficioso, pero recalcó que la constituyente debía operar aunque Chávez no existiera. De más está decir que si se hubiese seguido ese camino, la constituyente habría sido muy distinta de la que Chávez terminó convocando. En diciembre de ese año fue posible escribir: “Pero que [se] haya dejado transcurrir [el] período sin que ninguna transformación constitucional se haya producido no ha hecho otra cosa que posponer esa atractriz ineludible. Con el retraso, a lo sumo, lo que se ha logrado es aumentar la probabilidad de que el cambio sea radical y pueda serlo en exceso. Este es el destino inexorable del conservatismo: obtener, con su empecinada resistencia, una situación contraria a la que busca, muchas veces con una intensidad recrecida”.

Luego, y en estrecha relación con lo anterior, la refutación del discurso presidencial debe venir por superposición. El discurso requerido debe apagar el incendio por asfixia, cubriendo las llamas con una cobija. Su eficacia dependerá de que ocurra a un nivel superior, desde el que sea posible una lectura clínica, desapasionada de las ejecutorias de Chávez, capaz incluso de encontrar en ellas una que otra cosa buena y adquirir de ese modo autoridad moral. Lo que no funcionará es “negarle a Chávez hasta el agua”, como se recomienda en muchos predios. Dicho de otra manera, desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución.

Quien sea capaz de un discurso así, por supuesto, deberá haber abrevado de las más modernas y actuales fuentes de conocimiento, y haber arribado a un paradigma de lo político que deje atrás tanto la desactualizada y simplista dicotomía de derechas e izquierdas—capitalismo o liberalismo versus socialismo—como el modelo de política de poder (Realpolitik). El discurso de Chávez es, obviamente, decimonónico, pero no podrá superársele con Hayek o Juan XXIII.

Quien pretenda el trabajo de contrafigura de Chávez deberá, en la misma línea, ser enciclopédicamente capaz. Esto es así, más que porque lo requiera la tarea política normal, porque la narrativa de Chávez, fuertemente ideológica, contiene una explicación y una respuesta para prácticamente casi todo. Hay una manera “bolivariana” de lavarse los dientes, de entender la historia de Venezuela y del mundo, de suponer el futuro, de estimar cómo deben ser los seres humanos, de prescribir la forma de la economía y los contenidos de la educación, de cambiar los nombres de todas las cosas, etcétera. La contrafigura tendrá que moverse con comodidad en más de un territorio conceptual, tendrá que ser tan “todo terreno” como Chávez. No bastará que sea “buen gerente”, o que haya hecho méritos como operador político convencional.

Después, la contrafigura viable no podrá tener ni rabo de paja ni techo de cristal. En particular, no debe ser asimilable a una vuelta al pasado pre-chavista, a lo que inexactamente se entiende por “Cuarta República”. Menos todavía debiera ser posible tildarla de elitista. Quien quiera asumir la misión no deberá entenderse como parte de una “gente decente y preparada” que desprecie la venezolanidad, como más de uno que denosta frecuentemente del gentilicio y se presume “material humano” superior al de la mayoría de sus compatriotas. Aparte de su injusticia e incorrección intrínsecas, el tufo de una orientación aristocratizante se distingue a cien kilómetros de distancia y no es apreciado.

Además de todo lo anterior, el candidato al empleo de contrafigura de Chávez deberá ser tan buen comunicador como él, capaz de sintonía y afinidad. No basta disponer de dotes intelectuales y morales. El acto político es esencialmente un acto de comunicación. Por supuesto, el contenido de la comunicación, el mensaje mismo, tendrá que ser sólido, serio, responsable, pero tendrá que ser comunicado con idoneidad. Los públicos no deberán oler en el líder buscado la mentira, ni detectar lenguajes corporales que contradigan su prédica.

Finalmente, y no menos importante, la persona en cuestión deberá estar dispuesta a arriesgarse grandemente. Una tarea como la descrita pondrá en peligro, indudablemente, su seguridad personal. Chávez no es José Gregorio Hernández, y aun si quisiere respetar a ese contendiente, tan distinto de los que ha confrontado hasta ahora, su círculo inmediato incluye gente violenta con lógica revolucionaria que autoriza, en nombre de valores pretendidamente superiores, prácticamente cualquier cosa. Lo de Chávez y sus principales aliados es un protocolo de poder sine die, eterno. El outsider del que se viene hablando deberá ser capaz de resistir los ataques que sobrevendrían, en una gama que puede ir desde el enlodamiento de su reputación hasta la eliminación física. El riesgo aumentará a medida que la opción que represente comience a significar una posibilidad clara de éxito.

………

A lo mejor es muy difícil hallar candidatos que reúnan las condiciones enumeradas, pero la necesidad aconseja la contratación de head hunters que puedan encontrarlos tanto como la publicación de ofertas de empleo en los periódicos.

Por otra parte, es posible afirmar que ante una contrafigura de esa clase el juego cambiaría radicalmente. Es en gran medida porque los electores no perciben la encarnación de esos rasgos en alguien concreto, que la popularidad de Chávez sigue midiéndose alta. Como se ha reportado acá, hasta en círculos chavistas se echa ahora en falta la figura de un outsider idóneo, convincente, pues ya saben que la continuación de Chávez en el poder es inconveniente para el país.

Cuando ya una mayoría nacional rechazaba a Carlos Andrés Pérez en 1991, se detectaba igualmente la negativa a su sustitución porque se ignoraba quién podía sucederlo.

LEA

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