La torta

La torta de la oposición

 

Bote salvavidas: Lancha que sirve para que se ahoguen juntos los que se iban a ahogar por separado.

Enrique Jardiel Poncela – Para leer mientras sube el ascensor

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No hay democracia sin partidos, repetía Ramón Guillermo Aveledo el 6 de octubre para la web de El Nacional y su originalísima sentencia era rebotada, con entusiasmo, en el espacio virtual por frenéticos tuits de esa misma fecha. A juzgar por ese concepto, la Mesa de la Unidad Democrática hace honor a su nombre, pues son más o menos treinta partidos sus miembros; es mucha democracia.

Para la elección del 7 de octubre, no todos los partidos—algunos entran y salen, otros se fusionan o cambian el nombre—fueron con tarjeta propia. Los venerables AD y COPEI, por ejemplo, así como Proyecto Salas Gallo-Pollo (perdón, Proyecto Venezuela), optaron por no exponerse al conteo y decidieron «ir con» la tarjeta MUD Unidad. Otros han añadido la palabra o el concepto de unidad a sus denominaciones: Unidad para Venezuela, MIN Unidad, Unidos Visión Venezuela, Unidad DR, Unidad NOE. (En la lista oficial de la MUD aparece también el vetusto nombre de Unión Republicana Democrática). Muchos fueron los que quisieron montarse en el bote salvavidas, en el autobús del progreso.

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He aquí una tabla que registra el desempeño de las distintas tarjetas el pasado domingo:

Votación para Capriles Radonski por tarjetas

(Los votos reportados luego para Capriles Radonski fueron 6.499.575, vs. 8.136.637 para Chávez Frías. La proporción de las distintas tarjetas de la MUD no varía sustancialmente).

 

Resulta claro que Primero Justicia alcanzó su objetivo: siendo que el candidato de la MUD es miembro suyo, quiso ir con tarjeta propia para medirse y emerger, circunstancialmente, como el «primer partido de la oposición». Esa jugada era, obviamente, un tiro al piso. La gran mayoría de los votantes sabe que Capriles es un primojusticiero, y era natural que una buena cantidad de los votos a su favor desaguara por el canal de su partido. PJ—Primero Julio, al decir de Leopoldo López y Ramón José Medina—estuvo muy cerca de la votación por la tarjeta unitaria y diez puntos por encima de Un Nuevo Tiempo, que es porcentualmente la ventaja que Chávez obtuvo sobre su contendor. (Ahora se razona que esa diferencia es un gran progreso del autobús respecto de la elección de 2006—cuando Chávez superó a Rosales por 26 puntos—, y que la pérdida no fue por mucho; los estrategas zulianos pudieran aducir lo mismo en esto de determinar cuál es el principal partido de la oposición. Ya lo harán).

Las tres primeras tarjetas (MUD, PJ, UNT) representaron el 80% (79,8%) de la votación a favor de Capriles. Si se considera las cinco primeras, añadiendo el «popular» partido de Leopoldo López—ex Primero Justicia, ex Un Nuevo Tiempo—y Avanzada Progresista, refugio de los ex chavistas Ismael García, Henri Falcón, el «Gato» Briceño y algunos ex adecos y otros izquierdistas menores, se alcanza 90,9% de los votos de la oposición. Así se repartió la torta, y ya Moverse no puede moverse más, porque llegó en el último lugar.

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Las reacciones dignas en el mundo opositor llaman a no rendirse; así razonan los dirigentes de la MUD y el candidato mismo, tanto Julio Borges como Teodoro Petkoff: que Chávez tiene a «la mitad del país en contra», que el vaso está medio lleno. No alcanzan al obvio corolario: que Capriles tiene más de la mitad de la población en contra. Y ahora se escucha lo mismo que se decía tras la elección presidencial de 2006, cuando se creyó que Rosales era el líder que a la oposición le faltaba. (Ver la Lectura recomendada de esta semana en este blog: Medio líder). Ahora se cree haber encontrado esa figura en Capriles, sobre todo porque tuvo un desempeño mejor que el del zuliano. Si éste no ganó en ningún estado del país (sólo en el municipio Maracaibo), Capriles superó a Chávez en Mérida y Táchira, que eran los únicos estados—más Trujillo—donde COPEI, fundado en 1946, ganaba tradicionalmente con la afluencia del gomecismo (hegemonía andina) desplazado por la revolución protagonizada por militares y Acción Democrática en 1945. Son cosas que se han dicho antes: luego del revocatorio de 2004, la elección de gobernadores en 2008 y la minoría en la Asamblea Nacional en 2010. La MUD casi que celebra, como aquel entusiasmado argentino luego de la Guerra de las Malvinas: «¡Che, quedamos subcampeones!»

El precursor en su carraca

Ahora bien, como Manuel Rosales, Capriles tendría que ejercer el tal liderazgo de la oposición en el tiempo que le dejaría el ejercicio de la Gobernación del Estado Miranda (¿medio tiempo?), si es que gana la elección decembrina en la que ha decidido participar 72 horas después de cesar como candidato presidencial. Tendrá por competidor a Elías Jaua, en un estado que se suponía suyo y en el que no pudo ganarle a Hugo Chávez, quien lo superó por unos siete mil votos. A comienzos de 2007, cuando una buena parte de opositores entendidos creía con fe de bretona que Rosales era ese líder que la oposición «tanto había buscado», el Dr. Ramón J. Velásquez mostró su molestia por la nueva candidatura del zuliano a la Alcaldía de Maracaibo. (El segundo parágrafo del Artículo 160 de la Constitución especificaba entonces que los gobernadores en ejercicio sólo podían presentarse una vez a la reelección, y Rosales ya había sido reelecto el 31 de octubre de 2004). El ex Presidente dijo a una reunión de una fracción de aquellos entendidos: «¿No y que era un líder nacional? ¿Cómo es eso de refugiarse en una alcaldía? ¡Jefe es jefe!» Capriles sigue los pasos de Rosales con su mismo justificativo: Más vale pájaro en mano que cien volando. (En realidad treinta, el número de partidos que componen la MUD). El franciscanismo de Capriles no llega hasta prescindir así como así del presupuesto del estado Miranda.

¿No es una de las críticas que se hace a Hugo Chávez que además de su cargo público ejerce muy activamente la jefatura del oficialismo como Presidente del PSUV?

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Un automatismo que no deja de ser conmovedor postula que «lo que hay que hacer», «lo que tenemos que hacer», es preservar el «capital político» obtenido el 7 de octubre. Esto es una ilusión de base lingüística: la mera conjunción del sustantivo capital y el adjetivo político. Ese capital fue gastado íntegramente el domingo pasado; Chávez no tiene un «capital» de ocho millones de votos ni Capriles uno de seis millones y medio. (Como no tenía siquiera el capital de 53,11% de electores mirandinos que lo eligieron en 2008; el domingo obtuvo el apoyo de 49,51%). En cada campaña hay que empezar de nuevo; la conciencia de la gente no es un mineral cristalizado para siempre. Y la primera persona del plural en «tenemos» se refiere, por supuesto, a quienes se definen como antichavistas. Esta gente alienada (fuera de sí, referida a algo externo y no a sí misma, sin sustancia propia) puede conformarse con el liderazgo del «Flaco»—como hay innumerables referencias en Twitter y Facebook a Capriles Radonski—por el mero hecho de que él no es Chávez, pero la cosa no será tan fácil en el seno de la central opositora. Dicho sea de paso, en una de sus ineficaces imitaciones de Chávez, Capriles adquirió la costumbre de referirse a él mismo en tercera persona, y hablaba en su mítines del «Flaco» y de «Capriles» o «Capriles Radonski». David Owen anotó como uno de los rasgos de lo que llamó enfermedad hibrística la «tendencia a hablar de sí mismos en tercera persona o con el plural mayestático». (In Sickness and in Power, 2008).

Tampoco se acerca la aprobación de la oposición organizada al volumen de votos obtenidos por Capriles el 7 de octubre. En la cuarta semana de septiembre, Datanálisis levantó los datos de su Tracking telefónico nacional; en el rubro de autodefinición política encontró un 42% de entrevistados que se identificaban con el oficialismo o chavismo—menos que el 54% que terminó sufragando por Chávez—y sólo 17,6% que lo hacían con la oposición o el antichavismo; 33,4% se denominó Ni-Ni y 7% no supo o no contestó. Claro que Datanálisis no es la encuestadora favorita de los opositores, aquella que habló primero de «empate técnico» y luego, para el 2 de octubre, de la victoria de Capriles por 4,6% de ventaja. («Alguien está mintiendo». Saúl Cabrera, Vicepresidente de Consultores 21). Los votos por Capriles no son de la Mesa de la Unidad Democrática.

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Una cosa es el liderazgo del capriloradonskismo y otra muy distinta el de los factores formales de oposición, reunidos en la Mesa de la Unidad Democrática. Esta organización de organizaciones o «movimiento de movimientos»—lo que se necesita es una organización de ciudadanos—dista mucho de ser un movimiento homogéneo. En famosa entrevista a Ciudad Ccs—un diario al que también han concedido sus declaraciones Julio Borges y Eduardo Fernández, entre otros opositores—dijo Henry Ramos Allup (9 de marzo de 2011): «Bueno, la política suele hacer extraños compañeros de cama. Hoy compartimos propósitos, no ideales ni visiones».

La cosa está entre Ramones

Por otra parte, la MUD misma, su secretaría, es objeto de competencia. Ya se comenta que Ramón José Medina buscará postularse como sucesor de Ramón Guillermo Aveledo, y ésta sería sólo una de las luchas internas en su seno. No todos querrán admitir a Capriles como líder único de la oposición, y más de uno querrá ser candidato presidencial en 2018 o aun antes, si es que una incapacitación de Chávez da paso a una nueva elección según lo contemplado en el Artículo 233 de la Constitución: «Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. (…) Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente o Presidenta de la República durante los primeros cuatro años del período constitucional, se procederá a una nueva elección universal y directa dentro de los treinta días consecutivos siguientes».

Pero peor aún es que la MUD no ha logrado desprenderse de su imagen de vieja política, por más que Capriles dijera en su campaña que la había superado. La MUD es hija de la extinta Coordinadora Democrática, a juzgar por su composición:

Mapas genéticos de madre e hija única y heredera

 

El 60% de las organizaciones que componían la Coordinadora Democrática forma ahora parte de la Mesa de la Unidad Democrática; en cualquier caso, sus miembros más importantes y vocales: Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática, COPEI, Movimiento al Socialismo, La Causa R, Proyecto Venezuela. Entre las que estaban y no están han desaparecido algunas; otras han cambiado de nombre o se han fundido, y entre las que están y no estaban hay un buen número que no existía cuando se despachaba los asuntos de la oposición desde la quinta Unidad en la popular y populosa barriada de Campo Alegre.

Cuatro días después del referendo revocatorio de 2004, la Carta Semanal #100 de doctorpolítico estableció un símil que precedía a una conclusión:

Si tuviéramos, Dios no lo permita, un pariente con tan grave dolencia que ameritara la atención de toda una junta médica; si este cuerpo de facultativos intentase primero una cierta terapéutica y con ella provoca a nuestro familiar un paro cardiaco; si a continuación prescribe un segundo tratamiento que le causa una crisis renal aguda; si, finalmente, aplica aún una tercera prescripción que desencadena en nuestro deudo un accidente cerebro-vascular, con toda seguridad no le querremos más como médicos.

Y ésta es la estructura del problema con la Coordinadora Democrática. La constelación que se formó alrededor de ella, no sin méritos que hemos reconocido, nos llevó primero a la tragedia de abril de 2002, luego a la sangría suicida del paro, finalmente a la enervante derrota del revocatorio. (Para no agregar al inventario una nutrida colección de derrotas menores). No hay vuelta de hoja. No podemos atender más nunca a esa dirigencia.

La hija y heredera de aquella otra organización de organizaciones, que no de ciudadanos, ha vuelto a fracasar. La misma dirigencia que entregó íntegra al gobierno la Asamblea Nacional en 2005 y fue incapaz de obtener una mayoría de curules en la de 2010—tampoco numérica: PSUV 48,13%, MUD 47,22%—, la organización que ni siquiera existía en 2007 cuando el gobierno perdió, fundamentalmente por abstención entre sus filas, el referendo sobre las reformas constitucionales de 2007, la que en el mejor de sus intentos hasta ahora logró cinco de veintitrés gobernaciones en 2008, ha aplicado un nuevo tratamiento que no cura al paciente de su chavoma.

Si la oposición tuvo su mejor desempeño desde 1998 es porque esta vez derrotar a Chávez era más fácil que nunca. Un artículo en TIME Magazine del día siguiente a la elección apuntaba:

Pero los venezolanos tenían más razones que nunca para votar en contra de Chávez en estas elecciones—delitos violentos y rampantes que han significado para el país la tasa más alta de homicidios de América del Sur, la mala gestión económica que ha producido una de las tasas de inflación más altas del mundo, la corrupción oficial que ha comenzado a recordar a los venezolanos la sordidez que Chávez condenara cuando llegó al poder—, y el hecho de que la mayoría no lo rechazara habla menos del duro ventajismo de Chávez que del persistente fracaso de la oposición en ofrecer una alternativa convincente.

Se trata de la misma gente. Es gente, hay que reconocerlo, muy consistente: volvió a poner la torta, aunque haya sido una torta más pequeña. LEA

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La calumnia: refugio del incompetente

We can do it! We can slander!

Es un hombre débil, inseguro y deshonesto aquel que busca parecer realizado no por su propio esfuerzo sino difamando a otros.

Irene Roche

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No he tenido demasiados roces con eso que llaman guerra sucia. He sabido solamente de tres trucos o golpes bajos particulares, todos dentro de la familia socialcristiana que, según los Principios de la Democracia Cristiana de Enrique Pérez Olivares, debiera distinguirse por una moral política.

Durante la campaña electoral de 1993, subía por el comienzo de la Tercera Avenida de Los Palos Grandes, muy cerca de la Francisco de Miranda, cuando me tropecé con un simpático y voluminoso conocido— el Gordo M—que salía de Parque Cristal, donde quedaba la lujosa oficina de campaña de Oswaldo Álvarez Paz. (Antes había sido ocupada—era en realidad del banquero Gustavo Gómez López—por Eduardo Fernández, quien debió desalojarla abruptamente al perder en las elecciones primarias de febrero de ese año la candidatura presidencial copeyana a manos de su marabino compadre).

Al decirme que salía de la sede del comando, le señalé como coincidencia divertida que las oficinas de campaña de Rafael Caldera, ante quien Álvarez Paz terminaría perdiendo varios meses más tarde, quedaban en la acera de enfrente, en el más modesto y pequeño edificio Tecoteca. «Claro—respondió—, ¡y las tenemos cundidas de micrófonos para grabarles todo lo que dicen!»

Quisiera poder transmitir el alegre y complejo tono con el que me comunicó tal bajeza; una de las armónicas de su entusiasta voz era señal de que esperaba mis felicitaciones por la hazaña, lo juro. El Gordo M, claro, era hombre que disfrutaba lo soterrado y también lo violento: hacía años que me había mostrado, una noche en su casa, su colección de armas de guerra, entre las que destacaba un fusil automático Kalashnikov. Como diría Jimmy Hatlo, nunca falta alguien así.

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Álvarez Paz despojó a Fernández de su oficina porque jugó a decir, primero, que Rafael Caldera era el candidato ideal a la Presidencia de la República, con lo que disminuía al previo inquilino de Parque Cristal. La única condición que exigía al fundador de COPEI era que se lanzara dentro de su partido, y fue el hecho de que Caldera lo hiciera desde una alianza de partidos menores que rodeó a Convergencia, el pretexto para competir con su compadre por la candidatura copeyana. Pero en 1986, cuando ya eran evidentes las tensiones entre Caldera y Fernández por la candidatura verde en 1988 y se temía por la división de COPEI, Álvarez Paz declaró: «Prefiero una división a una hemiplejia». Luego añadió: «Caldera debe ponerse al frente de un movimiento nacional que trascienda los partidos». Es decir, el récipe para Convergencia, que censuraría en 1993 a modo de excusa para postularse.

Los esfuerzos de Álvarez Paz contra Fernández no dieron fruto entonces; éste derrotó a Caldera en 1987 en el Congreso Presidencial de su partido, celebrado en obra del gobierno de Caldera, el Poliedro de Caracas. Fernández fue el candidato de COPEI para las elecciones de 1988, y una de las primeras cosas que dispuso fue la constitución de un laboratorio de guerra sucia.

Sé por admisión y relato satisfecho de uno de sus miembros—en tono parecido al del Gordo M en lo de pescar elogios—algunos nombres de quienes lo componían y dos entre las varias tareas que se propusieron: prontamente se ocuparon en elaborar una lista de homosexuales de Acción Democrática; también en confeccionar una carta a este partido, simulando que era la que venía prometiendo enviar Luis Piñerúa Ordaz en denuncia de casos de corrupción, para darla a la circulación como si fuera de él. Aunque Piñerúa desmintiera su autoría, algo quedaría en creencias ciudadanas residuales.

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Mi primer tropezón concreto con alguna técnica de guerra sucia sucedió mucho antes. Por lo típico, creo que es útil reproducir a continuación la cuenta que di del suceso en Estudio copeyano, un artículo sobre la tragedia de COPEI que publiqué en octubre de 1994 en mi revista mensual referéndum, treinta años después de los incidentes narrados. He aquí los fragmentos pertinentes:

Era el año de 1964. Como todos los años, como en todas las universidades, la comunidad estudiantil de la Universidad Católica Andrés Bello se aprestaba para elegir las directivas de sus centros de estudiantes y de su federación de centros. Por aquella época el editor de esta publicación era independiente, aunque de tendencia socialcristiana. Algún trabajo hecho por mí en el seno del Movimiento Universitario Católico de las universidades de Mérida y Central de Venezuela, llevó a Eduardo Fernández, entonces Secretario General de la Juventud Revolucionaria Copeyana, a pedirme que coordinara un comité de cinco personas que manejaría la campaña de los candidatos copeyanos en esas elecciones de la UCAB de hace treinta años.

Por aquella época el grado de participación de la “base” en las decisiones de COPEI era bastante menor que la que es posible hoy, por lo que la determinación de quién sería el candidato del partido a la Presidencia de la Federación de Centros de Estudiantes estaba prácticamente en manos del Secretario General de la JRC. Cuando faltaban cuarenta y ocho horas para el cierre de la inscripción de planchas, COPEI todavía no había determinado la persona que sería presentada como candidato a esa posición de dirigencia estudiantil y tampoco existía ni una sola línea escrita o pensada respecto del programa que ese candidato inexistente presentaría al electorado como su oferta de trabajo.

Ante esta situación reuní en mi casa paterna, en Las Delicias de Sabana Grande (relativamente vecina a Punto Fijo, la casa de la familia Caldera) a dos de los miembros del comité copeyano de coordinación electoral de la UCAB, los hoy economistas Alejandro Suels y Rafael Peña. (Los restantes dos jamás trabajaron en nada). Allí les planteé que a mi juicio constituía una irresponsabilidad del partido presentar un candidato a última hora e improvisar a toda prisa, en la última madrugada del plazo, un programa de actividades. Eso era, dije, muy poco serio y por tanto contrario a toda ética política o, por lo menos, a la ética política que COPEI, en tanto partido demócrata cristiano, decía sustentar. Mi argumentación resultó persuasiva, por lo que Alejandro y Rafael estuvieron de acuerdo con mi siguiente proposición: que COPEI se abstuviera de presentar candidato a la Presidencia de la Federación de Centros, restringiéndose a presentar candidaturas a los centros de estudiantes de cada facultad, donde sí podía hablarse de un trabajo meritorio y una preocupación real por los problemas estudiantiles.

Al conocerse esta decisión en la jefatura de la JRC, naturalmente estalló una reacción inusitada. Comenzó a verse por los pasillos de la UCAB la figura de dirigentes copeyanos que no la visitaban desde hacía más de un año: Luis Herrera Campíns (a la sazón coordinador de las fracciones universitarias de COPEI), Edecio La Riva Araujo, y varios otros. Quien definitivamente no apareció por allá fue el Secretario General de la JRC, Eduardo Fernández. En cambio, ordenó la celebración de una asamblea de militantes copeyanos de la universidad, que presidió Adel Muhammad, como medio de buscar una salida a la crisis planteada.

Muhammad, quien hoy funge como Secretario de la Cámara de Diputados y antes como Presidente de CORPORIENTE durante el gobierno de Herrera Campíns, identificó el origen del problema en que Alejandro Suels y yo tendríamos una “concepción beatífica de la política”. Pedí la palabra, mientras blandía en una mano el libro de Enrique Pérez Olivares, Principios de la Democracia Cristiana. Expliqué que COPEI me había pedido que yo impartiese cursos sobre este tema principista a nuevos militantes del partido, y que en tales cursos el libro de Pérez Olivares era el libro de texto. Busqué en el capítulo de “principios para la acción” y leí lo correspondiente a “moral política”, moral sin la cual una organización demócrata cristiana no lo sería. Recuerdo también haber preguntado en esa reunión de hace treinta años, retóricamente: “Si no se hace caso a este principio de moral política, ¿qué diferencia entonces a COPEI de Acción Democrática?”

Sorprendentemente, un joven copeyano, que décadas más tarde ocuparía un puesto de Director en el Ministerio de Transporte y Comunicaciones del gobierno, otra vez, de Luis Herrera Campíns, (no lo identificaré en vista de la enormidad de lo que sigue), se levantó para proponer una solución práctica al problema. Su proposición consistía en redactar, reproducir y distribuir al estudiantado ucabista un comunicado en el que debía decirse que el retraso en la presentación de la candidatura copeyana se debía a maniobras obstruccionistas en el seno de la Comisión Electoral de la UCAB (su Consejo Supremo Electoral), la que estaría controlada por los oponentes. (Por aquellos años sólo había en la UCAB dos movimientos de cierta importancia: COPEI o Plancha 4, y la Plancha 2, de tendencia neoliberal y propiciada por Pedro Tinoco y la Electricidad de Caracas de la época, entre cuyos más notables miembros se encontraban los hoy doctores José Antonio Abreu y Marcel Granier. El candidato de la Plancha 2 a la Presidencia de la Federación de Centros era el bachiller Roberto Wallis Olavarría).

Obviamente, lo propuesto por el astuto protofuncionario de Herrera Campíns era una patraña, una vulgar calumnia, pues no otra cosa que la desidia copeyana era la razón del retraso en la postulación. En vista de la proposición pedí de nuevo la palabra para decir que si tal comunicado se redactaba y repartía yo mismo tomaría un megáfono para vocear por toda la universidad la falsedad del documento. Acto seguido, me retiré de la asamblea y pocos días después hice saber de mi apoyo a la candidatura de Roberto Wallis.

Este comunicado, por supuesto, nunca llegó a redactarse. COPEI presentó a su candidato a última hora, quien, como era de esperarse, resultó a la postre derrotado. Lo sintomático, sin embargo, era que un militante de COPEI pudiera con total libertad hablar en una asamblea del partido y proponer una cosa tan contraria a los principios de su doctrina sin que a nadie se le ocurriera pedir su pase inmediato al Tribunal Disciplinario.

La guerra sucia es vieja arma de algunos socialcristianos. Lamentablemente, de los que más de una vez han prevalecido como sus autoridades y candidatos.

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La «familia socialcristiana» en Venezuela no ha podido cumplir el sueño de reconstitución que muchos de sus miembros han compartido largamente. Además de COPEI y Convergencia, se cuentan en esa parentela Proyecto Venezuela, de Henrique Salas Römer (antaño persona muy cercana a Caldera), y Primero Justicia, el partido poseído por Julio Andrés Borges Junyent. Esta agrupación prometió y se tomó su tiempo para celebrar un congreso ideológico—en imitación del copeyano de 1986—que aprobara los principios doctrinarios del partido. Éstos no son otros que los de la democracia cristiana, idénticos a los que satisfarían a un copeyano o a un exigente miembro de Proyecto Venezuela o Convergencia.

Primero Julio

Dentro de Primero Justicia mismo no han faltado acusaciones de prácticas indecorosas, algunas de ellas lanzadas contra el propio Borges por quienes fueron destacados miembros de su partido. Cuando el actual jefe del comando de campaña del primojusticiero Capriles Radonski, el ex alcalde Leopoldo López Mendoza, amenazaba con formar Primero Justicia Popular (cosa que nunca hizo) denunció manejos indebidos y ventajistas de Borges. Ramón José Medina, factotum de la Mesa de la Unidad Democrática, acompañó a López en su herejía y solía decir (en presencia de Liliana Hernández, otra que abandonó al partido) que ahora PJ no significaba Primero Justicia, sino Primero Julio.

Bueno, es el Secretario General de esa atribulada tolda política, Tomás Guanipa, quien ha salido a decir que Oscar Schemel, de la encuestadora Hinterlaces, sería financiado por el Ministerio de Comunicación e Información para viajar a España y llevar los números que mostrarían a Capriles Radonski en su papel de candidato perdedor. Hinterlaces ha reaccionado de inmediato, con justa indignación, mediante un sencillo y contundente comunicado que puede ser descargado en el enlace puesto a continuación.

HINTERLACES RECHAZA CAMPAÑA SUCIA DE LA OPOSICION (21 Mayo 2012)

Fue Primero Justicia quien nació, no Hinterlaces, financiada por el sector público nacional. Es ampliamente sabido que cuando era el embrión de lo que es hoy, una mera ONG, recibió fondos de la PDVSA de Luis Giusti—quien entonces buscaba la candidatura a la Presidencia de la República—gestionados por la señora madre de Leopoldo López, ejecutiva de la empresa estatal en la que su propio hijo era asimismo empleado. No recuerdo que el Sr. Guanipa haya repudiado airadamente alguna vez esa falla de origen; tampoco que lo haya hecho Julio Borges.

Éste ha optado, además, por no acogerse al deseo de la población opositora—que mayoritariamente quiere una tarjeta única—para capitalizar, con tarjeta separada y alianza con Podemos, el hecho de que Capriles es militante del partido que conduce de modo tan personalista como Henry Ramos Allup el suyo. De este modo poco unitario busca que Primero Justicia emerja como el partido más grande de la oposición. Primero Primero Justicia.

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Parece ser decisión del comando de campaña de Capriles emprender la guerra sucia contra las encuestadoras que miden su largo retraso, sin importar que en el proceso dañen reputaciones logradas a pulso de trabajo serio y responsable.

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El problema no son las encuestas, sino el candidato; es él quien recaba los números que miden aquéllas. Hasta hace nada se había quedado pegado en lo de «no se puede gobernar por Twitter». Bueno, ayer reaccionó a un Corto y profundo de Rafael Poleo—No camina—en ráfagas de su cuenta—@hcapriles—por ese medio, para ofrecer clisés que usaba hace un tiempo Hugo Chávez, imitándolo una vez más: «Si los perros ladran es señal de que estamos cabalgando».

También intentó refugiarse en una tesis original de Primero Justicia (que este partido sería «la nueva política»). Así tuiteó: «Mientras más nos ataque la vieja política más claro que vamos muy pero muy bien», y también «La vieja política y el actual Gobierno son la misma miasma…», de nuevo imitando la propensión procaz del Presidente de la República. Pero Primero Justicia es vieja política, como lo es el candidato de la MUD; ambos practican una política entendida como lucha por el poder con la justificación de una ideología. Son política tan obsoleta como la de Hugo Chávez.

Ayer emitió Actualidad de Unión Radio una entrevista a Oscar Schemel hecha por Vladimir Villegas, el compañero de Kico Bautista en la transmisión en la que este señor se expresó insultantemente de Schemel y su firma sin ninguna base. Le salía a Schemel el derecho a réplica y la planta concedió responsablemente el espacio para que lo ejerciera. (Bautista no participó; tal vez creyó que arriesgaba la bofetada de un caballero tan corpulento como el encuestador).

Schemel habló por sí mismo y por su empresa, por sus empleados, por la reputación de todos ellos, pero también habló por todo profesional de la política que se guíe consistentemente por principios éticos, diciendo la verdad por la que muchas veces es atacado. Yo me siento agradecido del profesionalismo, la contundencia y la altura de sus palabras. Acá se oyen bajo este párrafo. Bien harían los miembros del alto mando de la Mesa de la Unidad Democrática en escucharlas y meditarlas unos minutos. Creo que les caería la locha, percatándose de que habla muchísimo mejor que Capriles. Y si pensaran en la definición de Alexis de Tocqueville en El Antiguo Régimen y la Revolución—consiste el verdadero arte del Estado en «una clara percepción de la forma como la sociedad evoluciona, una conciencia de las tendencias de la opinión de las masas y una capacidad para predecir el futuro»—sabrían que Schemel es, muchísimo más que Capriles, un estadista. Entonces se persuadirían: «¡Coño! ¡Schemel Presidente!» LEA

Entrevista a Oscar Schemel – 21/05/12

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Triunfo rotundo

Por fin ¿cuántos caminos hay?

CAPRIL  (Captopril)
TABLETAS
Antihipertensivo

INDICACIONES: Hipertensión arterial, insuficiencia cardiaca, nefropatía diabética y pacientes con posinfarto al miocardio.

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No hubo mucha sorpresa en las elecciones primarias organizadas por la Mesa de la Unidad Democrática. Ya tiene esta federación un candidato presidencial: Henrique Capriles Radonski, quien no perdió nunca el primer lugar en las preferencias registradas por los estudios de opinión. Más aún: Capriles logró una votación porcentual de gran contundencia con el 63,9% de los votos válidos, más que duplicando al segundo lugar ocupado por Pablo Pérez, con 30,7%. Como se esperaba, María Corina Machado obtuvo la medalla de bronce, con una votación—3,7%—cercana a la que siempre le auguraban las encuestas. Claro que Capriles le sacó una ventaja gigantesca: ¡60 puntos! Diego Arria logró duplicar con 1,2% a Pablo Medina (0,5%); ésta será su última campaña por un sueño que tuvo desde niño: la Presidencia de la República.

(Todas las imágenes se amplían con un clic).

Las cifras anunciadas por Teresa Albánez

Una votación convincente

Dos cosas, no obstante, no resultaron como se presumía. La primera es la ventaja de 33 puntos de Capriles sobre Pérez, pues las encuestas le dieron en el mejor caso una diferencia a su favor de 20 puntos. Así que gran impacto tuvo, seguramente, el apoyo de Leopoldo López. Para el 15 de diciembre, Consultores 21 adjudicaba a Capriles 51% y a López 11,2%, lo que sumaba 62,2%, muy cerca de la votación de hoy a favor del primero. También midió esa encuestadora con bastante precisión la fracción favorable a Pérez: 30,1%. (Daba a Machado 3%, pero tenía invertidos a Medina con 1,1% y Arria con 0,4%. Naturalmente, con números tan bajos el error muestral puede modificar esos datos muy significativamente).

La segunda cosa que salió bastante mejor que lo esperado fue la participación total de votantes. Algún encuestador había estimado hace dos meses un rango de 1.200.000 a 1.900.000 votantes para una discusión de escenarios; la asistencia total de hoy estuvo muy cerca de tres millones (2.904.710 en 95% de mesas escrutadas, faltando básicamente el conteo de votos en el exterior). Es una votación muy apreciable. (La misma encuesta de Consultores 21 había contabilizado una intención «firme» de participar que equivalía a 28% del registro electoral, o 5.134.895 votantes. No hay duda de que la encuestadora obtuvo tal respuesta, aunque está claro que el valor predictivo de ese tipo de mediciones es más bien bajo). La MUD puede estar contenta de los resultados que cultivó con tesón.

Tampoco puede haber duda de que una presidencia de Capriles Radonski, a pesar de sus limitaciones, sería muy preferible a la continuación de Chávez en el poder. Es posible, por otra parte, que una mayoría del electorado crea el 7 de octubre que conviene la paz al país; si Capriles se distingue por algo de la opción continuista es, precisamente, porque representaría la disolución del clima pugnaz y agresivo que ha caracterizado el tiempo de Chávez. Quizás eso sea suficiente.

En todo caso, los próximos tres meses indicarán si existe alguna posibilidad de que Capriles supere a Chávez en las elecciones que sobrevendrán en ocho; ya algunas encuestas han mostrado la disminución de la ventaja de Chávez a números de un solo dígito, cuando hasta hace nada le adjudicaban 15 puntos sobre Capriles.

Este blog desea a Capriles la mejor de las suertes. Ojalá logre un desempeño convincente a breve plazo. LEA

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Dos instantáneas

Una intención que se debilita (clic para ampliar)

El mundo de Twitter—algunos lo llaman pajarera—es proclive a la distorsión. En la mañana del 23 de enero, poco antes de que tuviera lugar en la popular barriada de Altamira la firma, no unánime, de un compromiso programático de precandidatos de la Mesa de la Unidad Democrática, alguien pió de esta manera: «Consultores 21 calcula que 28% del RE irá a primarias».

Bueno, eso no fue lo que dijo la encuestadora; tan sólo registró que en su medición del 5 al 15 de diciembre del año pasado 561 entrevistados de una muestra de 2.000 ciudadanos—28,05%, redondeado gráfica y conmovedoramente a 28,1%—indicaron «alto nivel de seguridad de participación» en las elecciones primarias de la oposición el próximo 12 de febrero. En ningún momento alude Consultores 21 al registro electoral.

No cabe en 140 caracteres de un tweet, naturalmente, señalar que la expresión de tal intención ha venido descendiendo; era de 34,9% (no redondeado en este caso a 35%) en marzo de 2011, fue de 29,5% en junio y llegó en octubre a 27,7%. Los «debates» del 14 de noviembre (Globovisión) y el 4 de diciembre (Venevisión) pudieron añadir escasamente 0,4% a la declarada propensión a votar. Tal vez el tercer «debate» de anoche—de nuevo en Globovisión, con rating inferior a 3%—haya consolidado esas cuatro décimas de reciente incremento. (Principalmente porque se insistiera neciamente, con voto salvado de Diego Arria, en que vivimos en «el mejor país del mundo»).

Si el registro de la encuesta de hace un mes se tradujera en la asistencia efectiva de 28% del registro electoral, se presentaría a las mesas primarias un total de 5.134.895 electores. (El sábado 21 de enero informó el noticiero de Venevisión que el Consejo Nacional Electoral había aprobado, en su primera sesión del año, un registro electoral en diciembre de 18.338.913 ciudadanos aptos para votar). Guardemos esa cifra en la memoria, para que aprendamos del valor predictivo que una medición como la de Consultores 21 puede tener. Las elecciones primarias del 12 de febrero estarán administradas por el CNE; la MUD no podrá exagerar la participación, como hiciera COPEI en febrero de 1993 al anunciar la victoria de Oswaldo Álvarez Paz sobre Eduardo Fernández en las primarias del partido.

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La ventaja de un estadista (gobernador de un estado)

Una segunda medición de Consultores 21, similar a las de otras encuestadoras, da base al pronóstico estándar de siempre: de no ocurrir dramáticas fluctuaciones, el candidato presidencial de la oposición mineralizada será Henrique Capriles Radonski, quien saca una ventaja de veintiún puntos (20,9) a su más cercano seguidor, Pablo Pérez, el titular del profundísimo lema «Salir de abajo, echar p’alante, vivir en un país mejor». Por si fuera poca esa posición delantera, Leopoldo López ha decidido declinar su candidatura a favor de Capriles. Para el autor del tweet del comienzo, tal cosa sumaría 11,2% al gobernador mirandino, presentando a Pérez una cuesta de 32 puntos, imposible de remontar aunque su maquinaria fuera más eficiente que las de Capriles y López combinadas a la hora de llevar gente a votar.

María Corina Machado debe tener un desempeño mejor que el medido por Consultores 21 en diciembre; parte de la clientela de López la escogerá como opción y, ciertamente, su puya a Hugo Chávez la convirtió en la estrella política de la semana pasada, pero no viene María. Diego Arria pasa por la vergüenza de no llegar a 1% de las preferencias, duplicado por la candidatura indigente de Pablo Medina. Le saldría, como a López, declinar su candidatura en la Sra. Machado, a quien dijo que entregaría la banda presidencial y quien tiene el discurso que más se acerca al suyo en agresividad.

Esperemos, pues, que Consultores 21 mida a partir del 12 de febrero si Capriles es gallo para Chávez. LEA

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Quæstiones disputatæ

Triunfo de Sto. Tomás de Aquino contra los herejes - Filippino Lippi, Santa Maria sopra Minerva, Roma

El teólogo medieval Tomás de Aquino (1225-1274), voluminoso por obra y corpulencia, era un polemista formidable. Como buen profesor universitario de la Edad Media, se exponía dos veces al año a quæstiones quodlibetales de parte de la audiencia en discusión pública. Éstas eran preguntas o problemas o cuestiones que alguien del auditorio—ad libitum, como le diera la gana—planteaba al profesor. Eran, por consiguiente, de tema misceláneo. Tomás y Juan Duns Escoto dejaron obra escrita con algunas de sus contestaciones a planteamientos de esa clase.

Las quæstiones disputatæ, en cambio, eran escogidas por el ponente: «Las discusiones públicas regulares se llamaban quæstiones disputatæ, es decir, temas o preguntas discutidas en las que uno de los profesores de la universidad presentaba sus tesis y las defendía contra los argumentos de sus oponentes. En cierto modo, el profesor luchaba en su terreno, ya que era él quien elegía el tema a tratar». Es esta cómoda ventaja la que ahora escojo para dilucidar una cuestión que surgiera en reciente emisión del programa Palabras más, palabras menos, que conduce animadamente para Radio Caracas Radio la periodista María Alejandra Trujillo. Esta edición, transmitida el 6 de diciembre a partir de las 7 a.m., versó sobre los precandidatos presidenciales de la Mesa de la Unidad Democrática y, más particularmente, sobre el «debate» escenificado por Venevisión el domingo 4 de los corrientes. Pedro Pablo Peñaloza y yo fuimos los invitados.

En esa ocasión dije: «La pregunta de nuevo es: ante el enemigo, o el contendor o el competidor Hugo Chávez Frías, ¿hay alguien que haya aparecido hasta ahora que tenga una estatura suficiente como para, por ejemplo, refutar el discurso de Chávez? Nosotros acusamos todos los días a Chávez. Pedro Pablo trabaja en un programa [Aló ciudadano] que ritualmente, todos los días a la semana, mete quince páginas más al prontuario delictual de Hugo Chávez. ¡Qué maluco es! Pero el señor dijo hace siete años ‘Ser rico es malo’, y yo todavía estoy esperando el primer líder de la oposición que diga, ‘señor Chávez: usted está equivocado por esto, por esto y por esto'». A lo que la entrevistadora repuso, creyendo que me refutaba: «Lo ha dicho la diputada María Corina Machado; lo ha dicho». Y al comenzar a contestarle, me quitó la palabra para pasarla a Peñaloza, su colega.

Tengo por seguro que la Licda. Trujillo ha confundido los términos. Es verdad que la ingeniera Machado opone ahora, al «Socialismo del siglo XXI», el «Capitalismo Popular». Pero oponer no es refutar. El DRAE define: «Contradecir, rebatir, impugnar con argumentos o razones lo que otros dicen». Y una oferta meramente contraria a otra no es una refutación (1. f. Acción y efecto de refutar. 2. f. Argumento o prueba cuyo objeto es destruir las razones del contrario). Tampoco todo lo que se opone a lo malo es bueno por ese mismo hecho; ambas cosas pueden estar equivocadas y es éste, precisamente, el caso.

La diputada Machado, elegida a la Asamblea Nacional el 26 de septiembre del año pasado, aspirante a la candidatura presidencial de la MUD menos de diez meses después de haber asumido su responsabilidad actual, ha escogido el terreno ideológico para combatir a Hugo Chávez. Es la única entre los precandidatos que se medirán para dilucidarla, el próximo 12 de febrero, que lo ha hecho. Acierta al oponerse, yerra al adoptar motivo y tema ideológico porque todas las ideologías deben ser desechadas. Las ideologías son medicina antigua, esa pretensión de que una fórmula general que quiere imponer un valor particular sirve para comprender cómo funcionan las sociedades y cómo deben ser éstas organizadas. El concepto convencional de que la política es una lucha por el poder autorizada por una ideología a la que se estima suprema es obsoleto—Arturo Úslar Pietri: «…el discurso político tradicional se ha hecho obsoleto e ineficaz, aunque todavía muchos políticos no se den cuenta» (20 de octubre de 1991)—; la Realpolitik sobre la coartada ideológica es un remedio ineficaz, por más vistoso que continúe siendo. La política exigible en estos tiempos es transideológica, postideológica, médica, clínica. (Ver sobre este punto en este blog Panaceas vencidas, para no extender esta nota demasiado. Si se prefiere video, ver una explicación en la Entrevista con William Echeverría del 24 de noviembre de 2010, que coloco al final).

Pero el punto es que la oferta opuesta a Chávez del Capitalismo Popular no es propiamente hablando una refutación de su discurso. (Dicho sea de paso: ¡dale con lo de popular! COPEI, Partido Popular; la Alianza Popular de Oswaldo Álvarez Paz, que ni es alianza ni mucho menos popular; o las redes populares de Leopoldo López, precedidas de su abortada Primero Justicia Popular, sustituida finalmente por su Voluntad Popular, que ahora twitea sibilinamente diciendo que «a la voluntad popular no la detiene nada», exponiendo una verdad para que se confunda con el nombre de su movimiento. ¿A quién se quiere engañar con el adjetivo?)

Lo que he querido decir es lo mismo que he dicho ante audiencias diversas y escrito muchas veces desde hace tiempo. Por ejemplo, el 13 de octubre de 2003—hace ocho años—en la Carta Semanal #56 de doctorpolítico: «Pudiera ser que haya que tomar al pie de la letra la recomendación, que varias veces hemos citado, de Alfredo Keller: ‘Debe darse espacio, recursos y promoción a una contrafigura de Chávez, aunque esa contrafigura no vaya a ser candidato’. Esto es, identificar a quien pueda hacer el trabajo refutador, interpretativo y comunicacional de superar el discurso chavista. Una mera acusación (de la que hay tantas), repetimos, no es una refutación».

Hugo Chávez profiere, incesante y abundosamente, un discurso totalizador, una ideología que, como la marxista, ambiciona tener una respuesta para todo. Por esto escribí más recientemente (Retrato hablado, 30 de octubre de 2008):

Siendo así las cosas ¿cuáles serían los rasgos imprescindibles en tal contrafigura?

El primero de ellos, paradójicamente, es que no sea una contrafigura de Chávez. Es decir, que su razón de ser no sea oponerse al actual Presidente de la República. El discurso de una contrafigura exitosa, si bien tendrá que incluir una refutación eficaz del chavismo, deberá alojar asimismo planteamientos nacionales que debiera sostener aun si Chávez no existiese. El problema político venezolano es más grande que Chávez. (…)

Luego, y en estrecha relación con lo anterior, la refutación del discurso presidencial debe venir por superposición. El discurso requerido debe apagar el incendio por asfixia, cubriendo las llamas con una cobija. Su eficacia dependerá de que ocurra a un nivel superior, desde el que sea posible una lectura clínica, desapasionada de las ejecutorias de Chávez, capaz incluso de encontrar en ellas una que otra cosa buena y adquirir de ese modo autoridad moral. Lo que no funcionará es “negarle a Chávez hasta el agua”, como se recomienda en muchos predios. Dicho de otra manera, desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución.

Quien sea capaz de un discurso así, por supuesto, deberá haber abrevado de las más modernas y actuales fuentes de conocimiento, y haber arribado a un paradigma de lo político que deje atrás tanto la desactualizada y simplista dicotomía de derechas e izquierdas—capitalismo o liberalismo versus socialismo—como el modelo de política de poder (Realpolitik). El discurso de Chávez es, obviamente, decimonónico, pero no podrá superársele con Hayek o Juan XXIII.

Quien pretenda el trabajo de contrafigura de Chávez deberá, en la misma línea, ser enciclopédicamente capaz. Esto es así, más que porque lo requiera la tarea política normal, porque la narrativa de Chávez, fuertemente ideológica, contiene una explicación y una respuesta para prácticamente casi todo. Hay una manera “bolivariana” de lavarse los dientes, de entender la historia de Venezuela y del mundo, de suponer el futuro, de estimar cómo deben ser los seres humanos, de prescribir la forma de la economía y los contenidos de la educación, de cambiar los nombres de todas las cosas, etcétera. La contrafigura tendrá que moverse con comodidad en más de un territorio conceptual, tendrá que ser tan “todo terreno” como Chávez. No bastará que sea “buen gerente”, o que haya hecho méritos como operador político convencional.

Era a cosas así a las que me refería cuando afirmé que ningún precandidato de la MUD, o ningún dirigente opositor, había mostrado estatura suficiente para derrotar electoralmente al actual Presidente de la República o, siquiera, refutado al menos que «ser rico es malo», afirmación que glosa la vieja sentencia de Proudhon: «La propiedad es un robo». La refutación correcta de tales tesis no es ideológica; ella es científica, proveniente de la observación clínica, responsable, de la naturaleza de las sociedades. (De nuevo, sobre este tema invito a ver la entrevista colocada abajo. También, puede leerse Marcos para la interpretación de la libre empresa en Venezuela. Que el lector perdone que le ponga tareas, sólo porque la cosa es muy seria, muy grave, y requiere resistir la propensión a la más confortable consideración apurada).

Todo esto, de por sí bastante comprimido, no cabía en la entrevista que María Alejandra Trujillo nos hizo a Pedro Pablo Peñaloza y a mí. Ofrezco a ella mis excusas por haberla conducido a la confusión. LEA

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