Medicina política

Esa presentación conduciría ese mismo año a un taller de cinco días sobre Política Clínica*

 

A Atenaida Escobar

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Lo que sigue ha sido tomado del capítulo final de Las élites culposas, libro del suscrito de mediados de 2012

 

Esencialmente, la Política Clínica es la práctica de la Política como un arte de carácter médico. De tan simple postulación, se desprende una buena cantidad de consecuencias.

Primero que nada, que la Política no es una ciencia; es un arte, un oficio, una ocupación, un métier, como la Medicina o la Ingeniería, que tampoco son ciencias, y mucho menos es la Política una ciencia deductiva, como la Geometría. (En un viejo y erróneo concepto, la Política se derivaría, como un teorema, a partir de primeros principios: las ideologías). Hay ciencias médicas, por supuesto—la anatomía y la histología, la fisiología y la fisiopatología, la bioquímica y la biofísica—como se habla de “las ciencias de la Ingeniería” (Matemática, Física, Ciencia de los Materiales). Pero el médico y el ingeniero no son investigadores que contestan preguntas y expanden el campo del conocimiento teórico; son profesionales que resuelven problemas. Son practicantes de un arte. Claro, porque quieren ejercerlo responsablemente buscan el auxilio de la ciencia, el modo más riguroso y serio de obtener conocimiento.

El arte de la Política es el de resolver problemas de carácter público. Muchos problemas humanos, la gran mayoría, encuentran solución en el intercambio privado: las interacciones de personas individuales que componen el reino del Derecho Civil o Mercantil. Otros adquieren una dimensión que escapa a esa capacidad de la interacción privada y afectan a grandes contingentes de personas, a pueblos enteros, incluso al mundo todo. Entonces se hacen necesarias las instancias que puedan tramitarlos, entenderlos y resolverlos: las instituciones públicas.

El diseño, la invención de las instituciones y su operación—mediante “las políticas”, ahora en plural—para resolver los problemas públicos, es la médula del arte de la Política. Ninguna otra cosa—otra vez—que la solución a esta clase de problemas justifica a los actores públicos: partidos y líderes, instituciones y ministros, estados y gobernantes. Es para eso, y solamente para eso, que las sociedades constituyen estados; ninguno se justifica sino por eso.

Por consiguiente, los dirigentes de los estados no son los jefes de los pueblos o sociedades; son quienes comandan un aparato institucional que resuelve problemas públicos, los que aquejan a las sociedades, a los pueblos. Un médico no es el jefe de sus pacientes; es su servidor, su consejero.

Las fuentes paradigmáticas más adecuadas a la Política Clínica están en la moderna Ciencia de los Sistemas Complejos, la que incluye la Teoría del Caos. Ella, a su vez, se maneja mejor con las llamadas “matemáticas fractales”, cuyo fundador consciente es Benoît Mandelbrot, matemático franco-americano nacido en Varsovia y autor de La Geometría Fractal de la Naturaleza (1982).

Un sistema complejo es un conjunto de muy numerosos componentes que interactúan entre sí. El clima de la tierra, por ejemplo, es un sistema complejo, como lo son el aparato circulatorio humano, la dinámica turbulenta de los fluidos, los mercados de valores, las sociedades en general y, naturalmente, el mismo universo entero. Las Ciencias Sociales clásicas procuraban construir modelos lineales y simples en imitación de la Física Clásica; ahora disponen de las estructuras conceptuales provistas por la Ciencia de la Complejidad, que son mucho más poderosas para modelar entes complejos como las sociedades y su desenvolvimiento histórico. Si Carlos Marx hubiera tenido a la mano la Ciencia de la Complejidad, nunca hubiera desarrollado su “materialismo histórico”.

Uno de los rasgos definitorios de los sistemas complejos es la presencia en el conjunto de “propiedades emergentes”, las que no están presentes en los componentes individuales y por esto son impredecibles a partir de ellos.

En ilustración de Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química: si ante un ejército de hormigas que se desplaza por una pared, uno fija la atención en cualquier hormiga elegida al azar, podrá notar que la hormiga en cuestión despliega un comportamiento verdaderamente errático. El pequeño insecto se dirigirá hacia adelante, luego se detendrá, dará una vuelta, se comunicará con una vecina, tornará a darse vuelta, etcétera; uno concluirá que esa hormiga no tiene la menor idea de adónde dirigirse. Pero el conjunto de las hormigas tendrá una dirección claramente definida, la propiedad emergente de su direccionalidad.

Para la economía clásica, la mano misteriosa del mercado estaba basada en la eficiencia del decisor individual. Se lo postulaba como miembro de la especie homo œconomicus, hombre económicamente racional. Los modelos del comportamiento microeconómico postulaban competencia perfecta e información transparente. El mercado era perfecto porque el átomo que lo componía, el decisor individual, era perfecto. La propiedad del conjunto estaba presente en el componente.

Hoy en día, no es necesario suponer esa racionalidad individual para postular la racionalidad del conjunto: el mercado es un mecanismo eficiente independientemente y por encima de la lógica de las decisiones individuales.

Es esta característica natural de los sistemas complejos el más sólido fundamento de la democracia y el mercado. A pesar de la imperfección política de los ciudadanos concretos, la democracia sabe encontrar el bien común mejor que otras formas de gobierno; a pesar de la imperfección económica de los consumidores, el mercado es preferible como distribuidor social. Tanto la democracia como el mercado, naturalmente, pueden enfermar.

No se trata de nociones tan abstrusas o hallazgos tan misteriosos que una persona común no pueda entender. La gente de CEDICE pudiera sustentar su defensa de la actividad empresarial sobre bases más actuales, y cualquier militante de Un Nuevo Tiempo o el PSUV podría aprender estas cosas si se lo propusiera, pero la dirigencia de ambos partidos insiste en que lo ideológico es lo fundamental. Son cosas como éstas las que hacen obsoleto el marco mental de los actores políticos convencionales, las que determinan su insuficiencia política.¶

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Estructura del taller (clic amplía)

 

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Nota necesaria

En Millar segundo (20 de marzo de 2019):

Hace unos días me escribió desde Los Ángeles un noble amigo—Leopoldo Hellmund Blanco—cuyo nombre de pila puse a mi hijo mayor, nacido en 1969. Este primer hijo ha sido apoyo fundamental, conceptual y tecnológico, del esfuerzo de treinta y seis años en mi peculiar política: me asistió en la escritura y diagramación de Krisis, mis «memorias prematuras» (1986), me animó en 2002 a producir lo que en un comienzo fue la Carta de Política Venezolana y luego—desde el #86 del 12 de mayo de 2004 hasta el #356 del 5 de noviembre de 2009—la Carta Semanal de Dr. Político. De hecho, fue él la fuente de tal denominación al instruirme en el concepto de «marca personal» (personal brand) que yo desconocía; me convocó una mañana a su casa para explicármelo y advertirme que mi marca personal debía expresar lo que yo era, lo que yo hacía. Respondiendo a su estímulo, sugerí que si lo que yo hacía era una política médica, clínica, tal vez Dr. Político fuera la marca adecuada. (Muchas veces he explicado que no tengo doctorado alguno, a pesar de nueve años de educación universitaria—tres en Medicina, uno de Estudios Internacionales y cinco de Sociología—; el «doctor» de mi marca es simplemente sinónimo de médico: «Vengo del doctor, el doctor me recetó»).

La explicación precedente fue ofrecida por mí a la Profra. Ana Blanco, promotora y organizadora del taller en la Escuela Luis Razetti, a pesar de lo cual fui presentado como «doctor» en materiales de promoción. El último día del programa dije que soñaba con obtener de la Escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela un doctorado honoris causa en Medicina. También que intentaría repagar, con la donación de mi cadáver a la escuela, los que había disecado en la Universidad de Los Andes en 1959-60.

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Me encuentro preparando una versión actualizada y aumentada de ese taller, con la esperanza de atraer principalmente a personas de oficio o vocación pública, aunque estará abierto a cualquier persona que se interese. Estaré informando de localización, fechas y requisitos de inscripción por este medio. LEA

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Heráldica política venezolana

Entrada actualizada en nota al pie.

Águila bifronte del Sacro Imperio Romano

 

En el siglo XVI d. C., el águila bicéfala era la marca heráldica más potente hasta ese momento, pues simbolizaba la unión de la dignidad imperial del Sacro Imperio Romano Germánico (el imperio de los Habsburgos) con la Monarquía hispánica, incluidas las colonias castellanas en tierras americanas y asiáticas. El águila bicéfala será el emblema de los Habsburgos en Madrid y en Viena. (…) La imagen del águila bicéfala apareció en Rusia en el siglo XV d. C. (…) El escudo de los zares sufrió varias transformaciones y adiciones hasta que en 1917, la revolución sustituyó el escudo imperial por la hoz y el martillo, que persistió hasta 1992. En agosto de ese año el águila bicéfala renació para ser el escudo de la Federación Rusa, junto con la bandera también de origen zarista: blanca, roja y azul. (…) El simbolismo del águila bicéfala indica que una de sus cabezas mira hacia lo infinito del pasado, y la otra hacia lo infinito del futuro, mostrando con ello que el presente es apenas una fina línea de contacto entre dos eternidades.

Wikipedia en Español

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El águila bicéfala o bifronte es símbolo del poder monárquico que pretende ser la combinación de dos orígenes, sean éstos de héroes, dinastías o civilizaciones. En el mundo romano tiene el precedente del dios Jano, cuyo nombre sobrevive en Enero, Janvier (francés), January (inglés), Januar (alemán), Janeiro (portugués), Jaanuaril (estonio), Gener (catalán), Gennaio (italiano), Ianuarie (rumano), etcétera.

Rostro bifronte de Jano Colección Vaticana

Jano en la mitología romana, es el dios de las puertas, los comienzos, los portales, las transiciones y los finales. Por eso le fue consagrado el primer mes del año y se le invocaba públicamente el primer día de enero, mes que derivó de su nombre (que en español pasó del latín Ianuarius a Janeiro y Janero y de ahí derivó a enero). Jano es representado con dos caras, mirando hacia ambos lados de su perfil y no tiene equivalente en la mitología griega. El Janículo, colina ubicada en Roma, debe su nombre a este dios. (Wikipedia en Español).

  Los pinos del Janiculum (Pinos de Roma, Ottorino Respighi)

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Un bizamuro

El suscrito está muy lejos de despreciar a su país (ver en este blog Este piazo’e pueblo, 27 de julio de 2006), pero quisiera sugerir que no es un águila bicéfala el símbolo que puede representar con fidelidad la actual política nacional; es, creo, un zamuro bifronte el emblema apropiado por varias razones.

La primera es que los zamuros son mucho más venezolanos que las águilas, a pesar de que en nuestro país sea muy conocida el águila arpía, de la que hubo—no sé ahora—un ejemplar en el Parque del Este de Caracas. (El término arpía, por otra parte, derivado de la mitología—Ave fabulosa, con rostro de mujer y cuerpo de ave de rapiña—se aplica con un sentido nada noble en la cuarta acepción que ofrece el Diccionario de la Lengua Española: «Persona codiciosa que con arte o maña consigue cuanto puede»).

Cambio zamuro por caballo

La segunda es que ya ha sugerido alguien recientemente—según una entrada en Facebook: El Zamuro como Ave Nacional de Venezuelala sustitución del blanco caballo de la libertad en el Escudo de la República de Venezuela, precisamente, por un negrísimo zamuro, ave autóctona de rapacidad carroñera, que es rasgo de más de uno de nuestros políticos y comentaristas del ramo. (Presumo, sin ser equinólogo u ornitólogo, que hay en nuestra geografía un número mayor de negros zamuros que de caballos blancos).

Una tercera razón es que el presidente Maduro también ha sido asociado con nuestra más conocida ave de rapiña, en cuyo pico se encontraría:

 

La Pepa en su primera clase

La cuarta razón: sería facilísimo el establecimiento de la Orden de la Pepa de Zamuro (inspirada en la británica Orden de la Jarretera), sobre todo porque está listo el diseño desde el collar de su Primera Clase hasta la pepita de la Tercera. Naturalmente, los zamuros presidenciales o presidenciables—Maduro y Guaidó—debieran recibirla en el grado de Comendador.

Para un blasón venezolano bifronte

Finalmente, una quinta razón viene siendo la principal: apartando los zamuros pichoncitos y ordinarios de la política local—un exquisito postre de la repostería caraqueña lleva el nombre de Zamuritos, pero no son éstos a los que me refiero—, los zamuros reyes (los hay, zoológicamente hablando) son el Presidente de la República y el Presidente de la Asamblea Nacional: Nicolás Maduro Moros y Juan Guaidó; son sus figuras las que debieran ser representadas por un zamuro bicéfalo. Uno es de izquierda y otro de derecha; he allí la bifrontalidad esencial, característica de la “comprensión habitual de nuestra política nacional como película en blanco y negro, una historia de héroes contra villanos (en roles cambiantes según quien la cuente) que no admitiría otras salidas”. (El mercado político nacional, 8 de octubre de 2014). Más aún: quien se coloca a la izquierda en un plano planísimo debe mirar a la derecha y viceversa, así que los zamuros deben mirarse de frente; es lo que aconseja la lógica heráldica. Los picos de las cabezas zamuras (no confundir con samurai) debieran tocarse, a punto de devorarse mutuamente.

¿Una quimera?

Pudiera ser que en un futuro próximo fuese posible a la ingeniería genética, con ayuda de computación cuántica, lograr la fusión en un solo ser asombroso de Juan y Nicolás. Elon Musk sería, creo, capaz de lograrlo, y entonces Donald Trump entraría de lleno en la esquizofrenia.

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Autocrítica: la nota que antecede no es propiamente clínica, por lo que tal vez no deba publicarse en este espacio, pero quien escribe carece de un blog de pelea, y la lucha es inevitable en política. Por más que ella puede ser entendida como arte de carácter médico sujeta a un código de ética, no hay modo de desembarazarse del piso inferior del cerebro humano: el Complejo R (por aquello de reptiles), que se rige por instintos de territorialidad y competencia:

…nuestro cerebro reptil continúa modelando buena parte de nuestra conducta, principalmente nuestra conducta política que entendemos, las más de las veces, como modo de dilucidar territorios a base de comportamiento agresivo y establecer jerarquías sociales que los rituales confirman. (Política natural, 19 de marzo de 2009).

Como es sabido, los reptiles dan origen evolutivo a las aves pero, si soy sincero, debo asentar que no creo en otro emblema heráldico-monárquico que éste:

LEA

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Con fecha de hoy, 13 de agosto de 2019, el apreciadísimo amigo Orlando Amaya me hizo llegar desde el exterior el siguiente comentario a esta entrada:

Es una completa desgracia que tengas toda la razón en tu sátira.

Primero, porque el espectáculo es tan ridículo o grotesco que sólo a través de la sátira puede referírsele. No hay manera de argumentar con conocimiento de lo que se habla. No merece tratársele con seriedad. Como diría Eduardo Madina (dirigente vasco de la política española), saben lo que dicen pero no saben de lo que hablan. Aunque parezca una frase suma cero, no es así. Saber lo que se dice es actuar con miopía de futuro, viendo el beneficio inmediato, de bajo orden en el campo ético y reñido con la alta política. Saber de lo que se habla, es hacerlo con propiedad profunda y con visión u ojo clínico del futuro y el fondo. Esa relación, y a la vez esa diferencia, entre la cáscara y el amarillo del huevo únicamente la conocen y la entienden los responsables, con talento, estudios profundos y experiencias valiosas en la política.

La segunda y más preocupante razón es porque cada vez se entiende más que esa manera, costumbre o manía, es la política, en lugar de la inteligencia para diseñar las fórmulas que hagan grande a un pueblo. Dios quiera que sea por el síndrome de sarchaviosis o el «Sar» Nicolás de ahora y que la enfermedad sea tratable

Hasta aquí llevo pura teoría o generalidades; por eso quisiera ver una lista de las acciones, cambios de rumbo y políticas, reestructuraciones, acuerdos para una adecuada explotación de nuestros inmensos recursos, etc. Y como estamos en confianza, y sin ánimo de ofender algo que amo profundamente como es mi Venezuela, te repetiré una frase de mi dermatólogo de Caracas: “Veo a Venezuela como un gorila sentado sobre un baúl de morocotas, con la mano estirada mendigando un pedazo de pan”.

No te sabría decir cuál de las dos metáforas, la del zamuro o la del gorila, retratan mejor la situación.

Independientemente de las acciones o movimientos que haga la geopolítica, que tampoco es muy santa que digamos, creo que la fuerza del Soberano es la única opción para encauzar este río desbocado.

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¿Antipolítica?

Estas cosas pasan

Estas cosas pasan

 

Sir George Conway procedió con gravedad. Las frases caían fácilmente de sus labios: la extrema delicadeza de la posición del gobierno, los intereses del público, la solidaridad del partido, la necesidad de presentar un frente unido, el poder de la prensa, el bienestar del país… Todo sonaba bien y no significaba nada. Para él, las palabras se habían convertido en un medio para oscurecer los hechos, no para revelarlos. Era competente en el arte de la frase útil; es decir, la frase que caiga en el oído como un alivio pero esté totalmente vacía de contenido.

Agatha Christie – Los trabajos de Hércules

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Tal vez la enfermedad más grave de la sociedad venezolana es su inclinación, aparentemente inevitable, a criticarse y rechazarse a sí misma. Es una exhortación insistente, permanente, a buscar, destacar y amplificar lo negativo. (…) Al nivel del ciudadano común repetimos ese patrón de conducta de muchos entre los líderes venezolanos. Repetimos los rumores más estrambóticos y las opiniones más pesimistas.

La peor enfermedad referéndum, octubre de 1995

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Muchas personas trabajadoras, honestas y patrióticas llegan a sentir el aguijón de la desesperanza y buscan mudarse a otras latitudes para dejar de ver los problemas que aquejan a los venezolanos, para no pensar más en eso, para escapar a las trabas que un sistema anacrónico y disfuncional impone a su actividad empresarial o profesional.

In memoriam Augusto Mijares referéndum, agosto de 1994

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La política puede ser, en efecto, congelada en ineficacia a través del estéril proceso de perpetuar el conflicto en el medio de cultivo de una sociedad culpable. Es por esto que una de las tareas principales para una nueva manera de conducir el negocio político es la búsqueda de líderes, partidos o instituciones políticas de una clase diferente, que puedan hacer surgir la expiación o absolución general de una sociedad.

El estado de la psiquis venezolana: síndrome de la sociedad culpable Dictamen, junio de 1986

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Leopoldo Castillo creyó ver—A través de la mordaza—, en la crítica de la sociedad española a los principales partidos políticos de su país, un grave peligro: que España siga un camino parecido al venezolano, en el que el descrédito de Acción Democrática y COPEI habría abierto la puerta a la llegada del chavismo en las elecciones de 1998. Lo malo no fue, según Castillo, que AD y COPEI se portaran mal sino decirlo; no la sordera de los políticos sino la locuacidad de quienes nos atrevimos a criticarlos. Castillo esgrime una pobre defensa de una política que hace crisis planetaria. Para él, Carlos Fuentes habría errado en su testamento; en artículo publicado el día de su muerte (15 de mayo de 2012) éste osó advertir a François Hollande de un nuevo desafío: “…el de una sociedad que al cabo no se reconoce en ninguna de las tribus políticas tradicionales: izquierda, centro o derecha“. Es realmente irónico que quienes fueron los principalísimos responsables de la llegada de Hugo Chávez Frías a Miraflores quieran cargar la culpa a los que se preocuparon de advertir a tiempo la necesidad de corrección, que pretendan pasar factura a Ibsen Martínez y RCTV por la transmisión de un registro de la realidad: la magnífica telenovela Por estas calles. El pasticho socialista del chavismo-madurismo es, por supuesto, una trasnochada y pretensiosa ilusión, una receta que no puede traer sino fracaso, pero es igualmente desandado el acatamiento irreflexivo a una Mesa de la Unidad Democrática que en materia de fracaso es experta.

A llorar p’al valle – 8 de agosto de 2013

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…la refutación del discurso presidencial debe venir por superposición. El discurso requerido debe apagar el incendio por asfixia, cubriendo las llamas con una cobija. Su eficacia dependerá de que ocurra a un nivel superior, desde el que sea posible una lectura clínica, desapasionada de las ejecutorias de Chávez, capaz incluso de encontrar en ellas una que otra cosa buena y adquirir de ese modo autoridad moral. Lo que no funcionará es “negarle a Chávez hasta el agua”, como se recomienda en muchos predios. Dicho de otra manera, desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución.

Retrato hablado – 30 de octubre de 2008

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Una especie política nueva

Apostemos a la innovación

Apostemos a la innovación

 

Es evidente la proliferación de crisis políticas en el mundo en estos tiempos, y tal cosa sugiere que más que sólo eso estamos ante una crisis planetaria de la Política en tanto profesión. No otra cosa es el fenómeno manifestado en el Movimiento de los Indignados, Occupy Wall Street, el ascenso de Podemos en España, el de Syriza en Grecia y la sorpresiva votación de las últimas elecciones del Parlamento Europeo, que fueron un rechazo a las organizaciones políticas tradicionales y la vigorosa expresión de radicalismos de derecha e izquierda.

Venezuela no escapa a este fenómeno; es más, lo ha anticipado. Parece ser nuestro sino ser precursores—o bellwethers, según expresión de John Naisbitt—en materia de problemas; la crisis financiera de 2008 en los EEUU y Europa nos llegó a nosotros en 1994, las privaciones que vive ahora Grecia nos tocaron con el paquete de Pérez a partir de 1989, y esta crisis de las organizaciones políticas tradicionales ya se manifestaba entre nosotros en las encuestas de Gaither a comienzos del gobierno de Jaime Lusinchi. Aquella encuestadora solía preguntar cuál era «el mejor partido” entre las opciones AD, COPEI, MAS y otros. Usualmente obtenía un total de alrededor de 28% de encuestados que no lograban identificar un mejor partido; así fue en agosto del 74, septiembre del 79 y octubre del 83. La medición subió repentinamente a 43% en agosto de 1984, poniendo de manifiesto un repentino desplazamiento sísmico en la opinión ciudadana en este punto.

El proceso venezolano continuó su curso con la crisis del segundo gobierno de CAP entre 1991 y 1992; después con la intención de voto de hasta 70% por Irene Sáez, mientras se la vio como postura antibipartidista antes del apoyo de COPEI. El desagüe electoral de la misma preferencia a través de Chávez, quien en diciembre de 1997, un año antes de su primera elección, sólo alcanzaba de 6% a 8% de intención de voto, ocurrió una vez que Salas Römer se opuso a la constituyente que la mayoría deseaba y aceptó el apoyo de la carne de la guanábana bipartidista: Acción Democrática. Ahora Grecia y la amenaza de Podemos en España parecen seguir el curso que ya nosotros hemos recorrido.

Los electores griegos y españoles no están conscientes de las causas profundas de la crisis; como creyeron los electores que han votado por Chávez y Maduro, entendieron que la cosa era un problema de corrupción y desatención a la pobreza, que la culpa de ésta era de una “exclusión” activa intencional, cuando la verdad es, como lo puso el programa de gobierno de María Bolívar, que ningún Estado puede darle entera satisfacción material ni cultural a la sociedad”, y que no se reúne gente todas las semanas en el Country Club para discutir cómo va a excluir más personas de la riqueza.

La causa de la crisis de la Política en todo el mundo es de orden paradigmático; su etiología es la esclerosis de los marcos mentales desde los que operan los actores políticos tradicionales, y éstos no son otros que la comprensión de la Política como lucha por el poder legitimada por una ideología, y el empleo de imágenes clásicas para intentar la comprensión de la sociedad: las newtonianas de «fuerzas» y «espacios políticos» o las geométricas que representan la sociedad como un pastel que puede cortarse con nitidez. («…un Acuerdo Nacional para la Transición en el que esté representada la Unidad de todos los ciudadanos de Venezuela, a través de las visiones de los trabajadores, los jóvenes, los empresarios, los académicos, los políticos, los miembros de las iglesias y de la Fuerza Armada, en fin, de todos los sectores nacionales». Manifiesto de Ledezma, López & Machado, 11 de febrero de 2015).

La emulación, la competencia humana por el poder no va a desaparecer—el instinto territorial está cableado en el piso más primitivo del cerebro humano—pero, como con el boxeo a partir del Marqués de Queensberry, pudiera ser reglamentada. Es posible crear espacios políticos en los que se fuerce una legitimación programática, en vez de ser carismática, tradicional o burocrática, como vio Max Weber, o la que simplemente se fundamenta en la mera descalificación ritual del adversario.

Pero es más fácil todavía postular un nuevo espacio político en el que se proscriba la función ideológica. Las ideologías, en sus variedades conocidas (inventadas en el siglo XIX para manejar los asuntos públicos en sociedades de complejidad mucho menor que las del siglo XXI), son obviamente obsoletas. El mismo día de la muerte de Carlos Fuentes (15 de mayo de 2012), se publicaba simultáneamente en Madrid y Ciudad de México su último artículo: Viva el socailismo, pero… En él preguntaba: “¿Cómo responderá François Hollande a este nuevo desafío, el de una sociedad que al cabo no se reconoce en ninguna de las tribus políticas tradicionales: izquierda, centro o derecha?”

Sección del Conjunto de Mandelbrot

Sección del Conjunto de Mandelbrot

La ideología debe ser suplantada por la metodología, una metodología clínica para un oficio cuyo fin es resolver problemas de carácter público, y las nociones geométricas adecuadas ya no son las euclidianas sino las fractales, las correspondientes a la ciencia de la complejidad. Los conceptos políticos del siglo XIX no pueden asir la compleja realidad de las sociedades del siglo XXI. El uno romano ha escapado del encierro de las equis.

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En el estudio que concluyera el 20 de abril del año pasado, ya Datanálisis reportaba 47,8% de entrevistados que no se identificaban ni con el PSUV, que recabó 25,1% de identificacion, ni con la MUD, que captó 21,3%. Seis meses más tarde, la oposición formal había perdido tres décimas y el PSUV 4,6%, mientras que los “independientes”, Ni-ni o no alineados, ya sumaban un total de 51,4%, para un crecimiento de 3,6 puntos.

Una cierta forma de hacer política—reptiliana: agresiva, territorial, ritual, jerárquica—está muriendo ante nuestros ojos. Pero es la muerte de gigantes, sin los que nunca hubiéramos divisado la tierra prometida. Como tales ¿por qué tendrían que sentirse mal por haber sido enormes e indispensables? Ellos construyeron las posibilidades que hoy tenemos. No se justifica entonces que entorpezcan el progreso, pretendiendo que lo que hacen, cada vez de eficacia menor, es lo único posible. Nos deben la libertad de crear, como ellos mismos en su momento lo hicieron, una cosa distinta. (Política natural, 19 de marzo de 2009).

LEA

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Reivindicación de la clínica

La demoscopia como bioanálisis político

 

El suscrito clausuró el martes 16 de los corrientes un panel convocado por Hinterlaces, integrado además por Manuel Felipe Sierra y Miguel Pérez Pirela, para comentar el resultado electoral del 7 de octubre. Previamente, Oscar Schemel presentó el análisis de la encuestadora. Su página web destaca: «Oscar Schémel insistió en que los marcos de interpretación clásicos resultan cortos, insuficientes y desacertados para re-significar, interpretar y simbolizar las nuevas realidades. (…) El Presidente de Hinterlaces explicó que en Venezuela existe una disputa social y simbólica,—pero no antagónica—por refundar una nueva Democracia y redefinir las relaciones sociales y el desarrollo». Schemel opinó que el gobierno triunfante debe extender su «base social de apoyo» y ampliar los consensos, incorporando a otras clases sociales. A continuación, el contenido de mis planteamientos.

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Pudiera decirse que las encuestadoras son los laboratorios del bioanálisis político. El buen médico no puede prescindir del bioanálisis, pues éste le ofrece las lecturas precisas de azúcar en la sangre o las proporciones exactas de los distintos tipos de glóbulos blancos en ella. Del mismo modo, el buen político debe hacer uso de los estudios de opinión cuyos resultados, por supuesto, pueden variar según el laboratorio que analice las muestras. Una encuestadora que cinco días antes de la elección presidencial daba a Henrique Capriles como triunfador sobre Hugo Chávez por 4,6 puntos de ventaja (un error de más de 15%), explicó su inexactitud el miércoles de la semana pasada, en un foro del diario Últimas Noticias, como consecuencia de «un error muestral». La verdad es que el Vicepresidente Ejecutivo de esa encuestadora dijo el 27 de junio, al comentar la diferencia de sus números con otras encuestadoras: «Eso es imposible, alguien está mintiendo“. La mentira, como sabemos, puede ser recíproca, y es bueno estar en un evento convocado por una encuestadora que no miente.

Pero el buen médico no tiene que esperar que un bioanalista le diga que alguien está enfermo; su ojo clínico le permite adelantarse. Así es también con los buenos políticos, por lo que cabe preguntarse qué es un buen político, quiénes serían aquellos a los que llegáramos a llamar estadistas porque serían gente experta en el arte del Estado. Viene en nuestro auxilio Alexis de Tocqueville, pues ofreció en El Antiguo Régimen y la Revolución una definición del «verdadero arte del Estado», al que identificó con «una clara percepción de la forma como la sociedad evoluciona, una conciencia de las tendencias de la opinión de las masas y una capacidad para predecir el futuro».

Visión. En eso consiste, pues, el «ojo político», y un ojo clínico adiestrado podía en este caso conocer de antemano cuál sería el resultado de la elección del 7 de octubre. Los resultados de esa fecha no le sorprendieron. Hay, afortunadamente, una «historia clínica» de la que tomaré extractos que me permitirán soportar la tesis de cómo puede un ojo clínico adelantarse a la demoscopia.

El 10 de marzo de 2011, año y medio antes de la votación del 7 de octubre pasado, se anticipó en El pelotón opositor, artículo en el que se analizaba las posibilidades de los precandidatos de oposición (Henrique Capriles Radonski incluido), lo siguiente:

Puede señalarse en cada uno de ellos algunas bondades, sin la menor duda, pero pareciera que ellas son insuficientes para la tarea de alcanzar la Presidencia de la República en un cotejo que, indefectiblemente, incluirá la candidatura de Hugo Chávez, quien repetirá y ampliará su comportamiento ventajista. No es un candidato “normal” quien puede derrotar al Presidente en ejercicio. Menos suficientes todavía serían esas bondades para manejar acertadamente el Poder Ejecutivo Nacional en las condiciones esperables para 2013, en el improbable caso de que éste cayera en sus manos.

Casi tres años antes, el 30 de octubre de 2008, se especificó en el artículo Retrato hablado los rasgos necesarios en una candidatura viable y eficaz, capaz de derrotar electoralmente al presidente Chávez:

Siendo así las cosas ¿cuáles serían los rasgos imprescindibles en tal contrafigura?

El primero de ellos, paradójicamente, es que no sea una contrafigura de Chávez. Es decir, que su razón de ser no sea oponerse al actual Presidente de la República. El discurso de una contrafigura exitosa, si bien tendrá que incluir una refutación eficaz del chavismo, deberá alojar asimismo planteamientos nacionales que debiera sostener aun si Chávez no existiese.

Luego, y en estrecha relación con lo anterior, la refutación del discurso presidencial debe venir por superposición. El discurso requerido debe apagar el incendio por asfixia, cubriendo las llamas con una cobija. Su eficacia dependerá de que ocurra a un nivel superior, desde el que sea posible una lectura clínica, desapasionada de las ejecutorias de Chávez, capaz incluso de encontrar en ellas una que otra cosa buena y adquirir de ese modo autoridad moral. Lo que no funcionará es “negarle a Chávez hasta el agua”, como se recomienda en muchos predios. Dicho de otra manera, desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución.

Quien sea capaz de un discurso así, por supuesto, deberá haber abrevado de las más modernas y actuales fuentes de conocimiento, y haber arribado a un paradigma de lo político que deje atrás tanto la desactualizada y simplista dicotomía de derechas e izquierdas—capitalismo o liberalismo versus socialismo—como el modelo de política de poder (Realpolitik). El discurso de Chávez es, obviamente, decimonónico, pero no podrá superársele con Hayek o Juan XXIII.

Quien pretenda el trabajo de contrafigura de Chávez deberá, en la misma línea, ser enciclopédicamente capaz. Esto es así, más que porque lo requiera la tarea política normal, porque la narrativa de Chávez, fuertemente ideológica, contiene una explicación y una respuesta para prácticamente casi todo. Hay una manera “bolivariana” de lavarse los dientes, de entender la historia de Venezuela y del mundo, de suponer el futuro, de estimar cómo deben ser los seres humanos, de prescribir la forma de la economía y los contenidos de la educación, de cambiar los nombres de todas las cosas, etcétera. La contrafigura tendrá que moverse con comodidad en más de un territorio conceptual, tendrá que ser tan “todo terreno” como Chávez. No bastará que sea “buen gerente”, o que haya hecho méritos como operador político convencional.

Después, la contrafigura viable no podrá tener ni rabo de paja ni techo de cristal. En particular, no debe ser asimilable a una vuelta al pasado pre-chavista, a lo que inexactamente se entiende por “Cuarta República”. Menos todavía debiera ser posible tildarla de elitista. Quien quiera asumir la misión no deberá entenderse como parte de una “gente decente y preparada” que desprecie la venezolanidad, como más de uno que denuesta frecuentemente del gentilicio y se presume “material humano” superior al de la mayoría de sus compatriotas. Aparte de su injusticia e incorrección intrínsecas, el tufo de una orientación aristocratizante se distingue a cien kilómetros de distancia y no es apreciado.

Además de todo lo anterior, el candidato al empleo de contrafigura de Chávez deberá ser tan buen comunicador como él, capaz de sintonía y afinidad. No basta disponer de dotes intelectuales y morales. El acto político es esencialmente un acto de comunicación. Por supuesto, el contenido de la comunicación, el mensaje mismo, tendrá que ser sólido, serio, responsable, pero tendrá que ser comunicado con idoneidad. Los públicos no deberán oler en el líder buscado la mentira, ni detectar lenguajes corporales que contradigan su prédica.

Está clarísimo que los rasgos de ese retrato hablado no se corresponden con los aparentes en Capriles Radonski. Pero mucho antes todavía, el 31 de marzo de 2005, se dijo en la Carta Semanal #131 de doctorpolítico:

Siendo que Chávez tiene el mayor control del poder posible en Venezuela—político, militar, económico—una oposición al estilo cacical debe fracasar. Es un brujo, no un cacique, quien puede suceder a Chávez a corto plazo. (2006). No es otro “tío tigre” menor que pretenda discutirle la posición alfa a Tío Tigre en su manada. Es Tío Conejo.

Lo que tal vez llevó al editor Fausto Masó a invitar al autor de esas palabras a que contribuyera con un capítulo para el libro que publicó como Chávez es derrotable, un año antes de la elección de 2006. Ese capítulo fue entregado a Libros Marcados en octubre de 2005, y se llamó Tío Conejo como outsider. Allí se decía de Chávez, cinco años antes del anuncio de la enfermedad presidencial:

…no sólo tiene el control de todo el aparato estatal—desde el nivel nacional hasta el municipal en lo ejecutivo, y transversalmente en lo legislativo, judicial, electoral y el “poder ciudadano”—lo que incluye casi todo aparato represor—militar convencional y de reserva junto con lo policial (salvo unos pocos municipios)—sino por supuesto los recursos financieros públicos, que en el año electoral han sido presupuestados en nada menos que 85 billones de bolívares. (Más de cuatro veces, en bolívares corrientes, lo que manejara en su primer año de gobierno). Por si fuera poco, usará este poder desde una plataforma de apoyo electoral que oscila, según las encuestas, entre 45% y 60%—veinte o cuarenta puntos sobre su más cercano competidor—y, para coronar, ha adquirido una estatura mundial que, independientemente de su corrección, es superior a la de cualquier candidato emergido o emergente y a la de cualquier otro presidente venezolano de la historia, en verdad segunda sólo tras la de Bolívar. Si Chávez muriera mañana, habrá dejado un hondo y extenso recuerdo en el mundo entero, y una empatía global con su trayectoria y sus posturas se convertiría en una amplificación y diseminación de ellas. A Chávez hay que mantenerlo vivo.

Las citas que anteceden son muestra suficiente para apuntalar la tesis anunciada; el ojo clínico se anticipa al bioanálisis y, en particular, el ojo del buen político sabía, antes de que la demoscopia seria lo estableciera, que Capriles Radonski no podía ganar las elecciones presidenciales de 2012.

………

Debiera poderse abrir un nuevo lapso de la política venezolana luego de los resultados del 7 de octubre. El ojo político-clínico veía el 28 de septiembre de 2012 lo que asentó en Reporte climatológico parcial:

Creo que después del 7 de octubre habrán mejorado las condiciones para una necesaria distensión. Hace rato que ya no oímos “¡Exprópiese!” Apartando la disminución de sus fuerzas físicas, el Presidente de la República ha comenzado a notar que no cuenta con gerentes capaces en número suficiente dentro de su gobierno, que cada estatización—después del millar que ha ordenado—es un nuevo escaparate en un lomo recargado, que hasta Cuba se abre tímidamente a la iniciativa privada, que su socialismo no puede funcionar y sólo le queda definirlo de otra manera menos marxista para preservar la etiqueta en la que tanta propaganda ha invertido.

En cualquier caso, Venezuela no se extingue el 7 de octubre, y los que se han fajado en la aventura capriloradonskista también serán mejores si son humildes:

Hace unos días, en un sorprendente ejercicio de lucidez, por lo demás habitual en él, el Dr. Ramón J. Velásquez dibujó con hábil pincel grueso el trayecto histórico que nos ha traído a este insólito momento. Con toda la intención trazó la rúbrica de cierre: “El resultado de todo esto es que el país está dividido”. ¿Unir a “la oposición”, cuando la mitad de la nación no le está afiliada, sería la estrategia adecuada? Tal vez, pero la tarea política profunda es la de unir a ese país dividido. Es imposible completarla con altanería. (Principal virtud. Carta Semanal #320 de doctorpolítico, 19 de febrero de 2009).

Este último artículo llevaba como epígrafe palabras dichas por el Presidente de los Estados Unidos recién electo en 2008, en contestación a la primera pregunta que la revista TIME Magazine le hiciera para presentarlo como Persona del Año: “…creo que ganamos una victoria decisiva. Sin embargo, cuarenta y siete por ciento del pueblo americano votó por John McCain. Por consiguiente, no creo que los americanos quieran arrogancia en su próximo presidente”.

La virtud de la modestia o humildad es una de las principales en un buen político:

…los políticos, en abrumadora mayoría, se conducen por la vida como si fuesen seres inerrantes, y eso que su campo profesional es bastante más complejo que el asumido por las ciencias naturales. Su discurso es usualmente enfático, muchas veces furibundo, como si hubiesen alcanzado una certidumbre que les da derecho a la imposición de sus criterios e ideologías. En particular, son más arrogantes cuando rebasan el discurso meramente político para pontificar como jueces morales, con la condena de amplios conjuntos humanos y pretender que su opinión es moralmente superior. Los electores debiéramos bajarle el copete a los políticos que pretenden tener toda la razón. (El político virtuoso, Carta Semanal #259 de doctorpolítico, 18 de octubre de 2007).

En su campaña, Capriles mostraba arrogancia cuando, en imitación de Hugo Chávez, comenzó a hablar de sí mismo en tercera persona, refiriéndose a él mismo como el «Flaco» y Capriles o Capriles Radonski. Por lo que respecta al Presidente de la República no fue nada modesto autodenominarse fatuamente el «corazón de su Patria»; si eso fuera verdad, Venezuela sufriría una cardiopatía severa, pues ese corazón ha sido medido en 54% de la masa corporal venezolana el pasado 7 de octubre.

Pero si Hugo Chávez y Henrique Capriles no observaran la virtud de la modestia o humildad, los venezolanos forzaremos esa distensión necesaria, esa unión de los venezolanos. La atinadísima encuestadora que es Hinterlaces reportó el 20 de julio de 2011 la rotunda respuesta de sus entrevistados de entonces a la siguiente pregunta: «¿Cree Ud. que ha llegado el momento en que chavistas y opositores se pongan de acuerdo para unir al país?» De los consultados, sólo 3% no contestó o declaró no saber y 7% se mostró contrario a esa noción; 90% de los entrevistados—representativos de 9 de cada 10 venezolanos porque Hinterlaces sí es muy cuidadosa en su diseño muestral—consideró que había llegado el momento de que opositores y chavistas se pusieran de acuerdo para unir al país.

No necesitamos que los líderes nacionales nos empujen a encontrarnos los unos con los otros. El enjambre ciudadano puede decidir ese movimiento por sí mismo. El Pueblo Soberano, la verdadera Corona, puede ordenar el reencuentro.

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Gracias a Hinterlaces, gracias a Oscar Schemel. Les felicito por un trabajo bien hecho.

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Miguel Pérez Pirela empleó reiteradamente durante su intervención, que precedió inmediatamente a la mía, una terminología dicotómica: «bolivarianos» y «opositores». A esto me referí más o menos con las siguientes palabras:

El nombre Bolívar y el adjetivo bolivariano no son marcas o franquicias al estilo de McDonald’s; hay un sentido en el que todo venezolano es asimismo bolivariano, y el adueñarse de esas denominaciones para un exclusivo uso sectario es una apropiación indebida. Puedo entender la manipulación buscada por el gobierno, cuando pretende que Bolívar era socialista. Pero el Libertador dijo a Francisco Iturbe al término de la Campaña Admirable (1813): «No tema Ud. por las castas; las adulo porque las necesito. La democracia en los labios y la aristocracia aquí», poniendo la mano en el corazón. No había entonces ningún socialismo bolivariano.

Más allá de eso, personalmente estoy harto de Bolívar. Nuestro Código Civil dice que a la mayoría de edad la gente se emancipa de sus padres, aunque los siga queriendo; pues bien, hace rato que hemos debido emanciparnos del Emancipador, del Padre de la Patria. Pérez Pirela dijo que la oposición no debía «enfrascarse en marcos mentales de los ochenta o los noventa», y le doy toda la razón. Pero mucho peor es enfrascarse en marcos del siglo XIX. «O inventamos o erramos» es la frase más manida de Simón Rodríguez, figura del panteón chavista, e inventar es dejar atrás al pasado. No se debe entrar en el futuro mirando al espejo retrovisor.

LEA

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