por Luis Enrique Alcalá | Dic 30, 2019 | Notas, Política |

El Poder Legislativo Nacional en sesión
Faltan sólo unos pocos días para que la Asamblea Nacional, elegida el 6 de diciembre de 2015, concluya el penúltimo año de su período constitucional de cinco años (iniciado el 5 de enero de 2016); esto es, para que agote las cuatro quintas partes de su tiempo útil. En este punto conviene preguntarse para qué ha servido; ¿cuáles logros puede exhibir? ¿Es que ha sido benéfica su actuación para el Pueblo de Venezuela?
Primero que nada, vale la pena recordar las expectativas que la oposición, reunida en la Mesa de la Unidad Democrática, vendió entusiasta e irresponsablemente. El archivo de audio siguiente corresponde a tres minutos de un programa especial de Y así nos va, grabado en Radio Caracas Radio el 18 de noviembre de 2014 y puesto al aire por la emisora el 30 de diciembre de ese año. Nehomar Hernández, ancla de RCR que me entrevistaba, hizo inventario somero de las expectativas creadas principalmente por voceros del partido Primero Justicia, luego de mi predicción de que la oposición alcanzaría una mayoría de diputados, un año y 18 días antes de la elección:
Fragmento Y así nos va – 18/11/14
«Haga la última cola»—para votar y elegir una mayoría de oposición en la Asamblea Nacional—fue consigna vendida con la explícita promesa de que la Asamblea en manos opositoras acabaría con las colas de consumidores en tiempos de desabastecimiento. En el primer día de diciembre de 2015, cinco días antes de la elección del cuerpo legislativo, Juan Pablo Olalquiaga, Presidente de la Confederación Venezolana de Industriales, profetizaba: «El reto de la Asamblea va a ser voltear la economía; de no hacerlo, la opinión pública la castigará rápidamente». Así ocurrió, y a estas alturas ese castigo ha alcanzado cotas vergonzantes, como registrara Meganálisis en encuesta recentísima:

Esa medición es explicable para un órgano que, en lugar de seguir lo pautado por el Art. 136 de la Constitución—“Cada una de las ramas del Poder Público tiene sus funciones propias, pero los órganos a los que incumbe su ejercicio colaborarán entre sí en la realización de los fines del Estado”—declaró la guerra frontal al Ejecutivo Nacional el mismo día de su instalación, el 5 de enero de 2016. (En su discurso inaugural como su Presidente, Henry Ramos Allup sostuvo que era un «compromiso no transable» de la Asamblea Nacional encontrar en el plazo de seis meses una forma de lograr «la cesación de este gobierno»). Luego solicitaría a la Organización de Estados Americanos la aplicación de la Carta Democrática Interamericana a Venezuela (siendo la Asamblea Nacional parte del Estado que sería suspendido de su condición de miembro). La siguiente presidencia, de Julio Borges, declaró el «abandono del cargo» (?) por parte de Nicolás Maduro y a mediados de 2017 nombró un Tribunal Supremo de Justicia (pretendidamente «legítimo», que ha hecho vida en el exilio) faltando a lo pautado en la Constitución, la que estipula la participación del Poder Ciudadano en su designación. Omar Barboza no se distinguió por desaguisados como ésos pero, al iniciarse el año que concluye, Juan Guaidó superó tales cotas de desvarío al autoproclamarse Presidente Encargado de la República con una interpretación falaz del Art. 233 de la Constitución, aprobar un inconstitucional «estatuto de transición» y sostener que la Carta Magna confiere a la Asamblea Nacional potestad de solicitar invasiones de fuerzas armadas extranjeras y que el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca no tiene tanto que ver con el uso de la fuerza como ¡con asuntos de ayuda humanitaria!
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¿Qué ha hecho esta Asamblea Nacional opositora por el Pueblo de Venezuela? ¿Qué hará en el último año de su período de cinco? Ni siquiera ha servido como órgano de control; justamente al comienzo de sus funciones, el presidente Maduro presentó a consideración de la Asamblea Nacional su primer decreto declarativo de emergencia económica. La Asamblea presidida por Ramos Allup ignoró la Ley Orgánica de Estados de Excepción, que establece para la consideración legislativa de un instrumento tal un plazo de 48 horas sin previa convocatoria; tal omisión implicó la aprobación automática del decreto, consagrándose así la teoría de «la guerra económica» como explicación de nuestros males. Ramos Allup y José Guerra ofrecieron la excusa de que se había preguntado a Maduro por el plazo y éste les habría dicho que los diputados tenían ocho días. Bueno, uno no pregunta una cosa así al enemigo; el general Eisenhower no llamó al mariscal Rommel para preguntarle: «Dime, Edwin ¿de cuánto tiempo dispongo para desembarcar en Normandía? Tú sabes, para fines de relaciones públicas necesito avisar a los fotógrafos».
Pero el pretexto universal de impotencia ha sido el tratamiento de camisa de fuerza que el Tribunal Supremo de Justicia ha impuesto a la Asamblea Nacional, por haber desacatado su sentencia sobre los diputados electos por el estado Amazonas:
El TSJ no “impuso” el desacato a la Asamblea Nacional; fue este órgano el que decidiera, bajo la presidencia de Henry Ramos Allup, hacer caso omiso de la Decisión #260 de la Sala Electoral del máximo tribunal, emitida el 30 de diciembre de 2015. Dicha sala tramitó un recurso interpuesto contra la elección de los diputados electos en el estado Amazonas el 6 de diciembre de ese año, sobre la base de una grabación ampliamente difundida en medios de comunicación que presuntamente registró la admisión de la Secretaria de la Gobernación del Estado Amazonas de que “pagaba diversas cantidades de dinero a los electores para votar por candidatos opositores”. Siendo el hecho comunicacionalmente notorio, la sala ordenó “de forma provisional e inmediata la suspensión de efectos de los actos de totalización, adjudicación y proclamación emanados de los órganos subordinados del C.N.E. respecto de los candidatos electos por voto uninominal, voto lista y representación indígena en el proceso electoral realizado el 6 de diciembre de 2015 en el estado Amazonas para elección de diputados y diputadas a la Asamblea Nacional”. (Destacado en cursivas de este blog). Esto es, se trataba de una sentencia razonable, no definitiva, y ni la Asamblea Nacional ni la Mesa de la Unidad Democrática decidieron impugnar la decisión mediante los procedimientos de derecho contencioso electoral contemplados en la Ley Orgánica de Procesos Electorales. La Asamblea Nacional, en cambio, procedió a juramentar a tales candidatos. (Alegatos de diletante, 30 de septiembre de 2019).
Fueron juramentados no una sino dos veces por Ramos Allup. En ocasión de proponer la convocatoria de un referendo consultivo por la Asamblea que pudiera causar inapelablemente una nueva elección presidencial (Prontas Elecciones, 22 de octubre de 2016), este blog anticipaba:
El Tribunal Supremo de Justicia ha ignorado o suspendido las actuaciones del Poder Legislativo Nacional sobre la base de su desacato, al haber incorporado diputados cuya investidura el mismo tribunal declaró suspendida. Que desincorpore esos diputados, pues no son requeridos para formar una mayoría calificada de dos tercios; lo que se necesita es “el voto de la mayoría de sus integrantes”. (Lo más elegante sería que los diputados en cuestión soliciten ellos mismos a la directiva de la Asamblea su desincorporación).
Esto hicieron ellos veinticuatro días después, y la reacción de Ramos Allup fue la de limitarse a pronunciar estas palabras: «Hemos tomado nota»; nunca se ocupó de tramitar el levantamiento de la sanción. (Borges sí lo haría, pero un quisquilloso Tribunal Supremo de Justicia ha sostenido que la desincorporación tuvo que ser hecha por Ramos Allup). En Del armisticio como programa (11 de mayo de 2017), propuse lo siguiente:
El Tribunal Supremo de Justicia levantará las limitaciones impuestas a la Asamblea Nacional como consecuencia de su desacato a sentencia de su Sala Electoral, relativa a los diputados electos en 2015 por el estado Amazonas. Por una parte, esos parlamentarios han solicitado ellos mismos su desincorporación, y el Presidente de la Asamblea Nacional dirigió una sesión del 9 de enero de este año que decidió oficialmente la desincorporación de los mismos. Por la otra, el conjunto de decisiones del Tribunal declarando la nulidad de actos del Parlamento por tal motivo resulta excesivo; en todo caso, hubiera podido restringir su sanción a aquellos actos en los que hubieran participado y votado los diputados en discordia; específicamente, debe admitir como válida la elección del actual Presidente de la Asamblea, por cuanto los parlamentarios objetados no participaron en ella. (…) Adicionalmente, ordenará al Consejo Supremo Electoral la celebración de nuevas elecciones en el estado Amazonas para reparar su situación de representación inexistente.
Por supuesto, la cosa era dando y dando; también propuse allí que la Asamblea Nacional rectificara:
Primero. Así como la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, gracias a la decidida intervención de la fiscal Ortega Díaz, suprimió de sus infames sentencias 155 y 156 las partes más extraviadas y excedidas—que en la práctica significaban la completa anulación de la Asamblea Nacional—, debe ésta suprimir por acto expreso su peregrina declaratoria de abandono del cargo por parte del Presidente de la República del 9 de enero de este año.*
Segundo. La Asamblea Nacional debe retractar explícitamente—en resolución expresa (o al menos en comunicación de su Presidencia)—, del programa delineado por su anterior Presidente el 5 de enero de 2016, que es un “compromiso no transable” del Parlamento “buscar nosotros, dentro del lapso de seis meses a partir de hoy, una salida constitucional, democrática, pacífica y electoral para la cesación de este gobierno”. (“El Poder Legislativo Nacional reconoce que no es una de sus facultades o propósitos la cesación del gobierno presidido por el ciudadano Nicolás Maduro Moros, elegido en libres comicios el 14 de abril de 2013 para completar el período constitucional iniciado el 10 de enero de 2013”. (Plantilla del Pacto, 25 de abril de 2016).
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En suma, la producción útil de la Asamblea Nacional en manos de los partidos de oposición ha sido poco menos que nula. ¿Pueden en conciencia sus diputados augurarnos un Feliz Año 2020? LEA
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* Poco después de la supresión parcial de las sentencias 155 y 156, el propio Tribunal Supremo de Justicia e incluso el presidente Maduro excitaron a la Asamblea Nacional a resolver el asunto del desacato. Es interpretación estándar, para la renuencia de la Asamblea a arreglar este asunto, que la suspensión «provisional» de los tres diputados opositores y uno oficialista en Amazonas tenía por propósito—»lo que persigue el TSJ», «lo que busca Maduro»—romper la mayoría de dos terceras partes que permitiría decisiones más poderosas (como una moción de censura al Vicepresidente Ejecutivo de la República, lo que conlleva su remoción). Pero la mayoría opositora fue reducida, por la sentencia sobre la representación de Amazonas, de un total de 167 diputados con 112 de oposición a un total de 163 diputados de los que 109 son de oposición, y éstos siguen siendo las dos terceras partes de esa base reducida. La Asamblea presidida por Henry Ramos Allup nunca quiso probar una votación calificada con esos números.
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por Luis Enrique Alcalá | Dic 27, 2019 | Música |

Conservatorio Rimsky Korsakov – San Petersburgo
Según la creencia cristiana, puede decirse de Jesús de Nazaret que nació en Belén y murió y volvió a nacer en Jerusalén. Una particular conjetura arreligiosa explicaría su presencia en la tierra, luego de su crucifixión, como la improbable pero no imposible recuperación de un evento tan traumático como ése. (De clases de religión, en el colegio católico en el que estudié hasta egresar como bachiller en 1959, recuerdo que algún profesor explicaba que a gente como los discípulos de Emaús le costaba reconocerlo por su demacrado aspecto). En todo caso, son las ocasiones de su nacimiento y su postulada resurrección las fechas cumbre de su presencia terrestre.
Hay menos controversia respecto del tiempo de su ajusticiamiento político en criminal connivencia judeo-romana; en cuanto a su nacimiento, nadie menos que el Papa Emérito, Benedicto XVI, ha sostenido que posiblemente Jesús nació antes de lo que tradicionalmente se cree. En la última parte de la trilogía—Jesús de Nazaret – Las narrativas de su infancia (desde su concepción hasta su presentación en el templo al cumplir doce años)—que escribiera sobre su vida, Ratzinger sostiene que si fuese cierto, como sostiene Mateo, que Jesús nació mientras Herodes el Grande era Rey de Judea las fechas no cuadran, pues éste habría muerto entonces cuatro años antes de Jesucristo.

Portada de la edición que tengo de Principios de Orquestación de Rimsky Korsakov
Un famoso compositor ruso miembro de Los Cinco, Nikolai Andreievich (Nicolás hijo de Andrés) Rimsky Korsakov, tal vez el más dotado de los orquestadores en la historia de la música, creó dos obras centradas en ambas fechas. Primeramente, compuso ente 1894 y 1895 la ópera Noche de Navidad, basada en un cuento homónimo de su tocayo Nikolai Gogol. He aquí la suite que sacara de esa obra por la Orquesta Nacional de Escocia, conducida por el competente director estonio Neeme Järvi. Consta de cuatro movimientos: 1. Introducción, 2. Cuadros VI y VII, 3. Polonesa y 4. Cuadro VIII.
Noche de Navidad (Suite)
Es composición anterior (1887-88) y mucho más famosa su Obertura Festival de la Pascua Rusa – Obertura sobre temas litúrgicos, más conocida como Obertura de la Gran Pascua Rusa. En esta versión escuchamos a la Orquesta Anima Eterna bajo la dirección de Jos van Immerseel.
Gran Pascua Rusa.

N. A. Rimsky Korsakov
Un solo músico, pues, musicalizó la Pascua de Navidad y la Pascua de Resurrección, los dos nacimientos de Jesús de Nazaret. ¿No decimos de quien se salvó de una muerte segura que «volvió a nacer»? LEA
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por Luis Enrique Alcalá | Dic 25, 2019 | Memorias, Política |

Cubierta de Las élites culposas – Diseño de Aitor Muñoz Espinoza (clic para ampliar)
En el #64 (año 6, noviembre de 2012) de la añorada revista El Librero, que se obtenía gratuitamente en librerías, fue publicada una entrevista que me hiciera el admirable periodista Rafael Osío Cabrices. Es la que rescato hoy de los archivos con mi eterno agradecimiento a él y a la publicación, editada por Sergio Dahbar.
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LANZAMIENTOS >> Las élites culposas, memorias imprudentes
“PREFIERO SER BRUJO DE LA TRIBU QUE BRUJO DEL CACIQUE”
Sociólogo, periodista, en suma científico social, en su nuevo libro Luis Enrique Alcalá mira al pasado, el presente y el futuro de Venezuela con una crítica feroz pero argumentada, en la que no se salvan ni políticos ni antipolíticos
>> Rafael Osío Cabrices >>

Imagen de Mauricio J. Villahermosa. (Clic amplía). El pie de foto ponía: «Alcalá piensa que los nuevos políticos deben reemplazar la ideología por la metodología. (Musiú, por su parte, se reserva su opinión)».
Luis Enrique Alcalá (Caracas, 1943) es un hombre con una denuncia. La tragedia de la política venezolana, dice al final de su libro Las élites culposas (editado en Libros Marcados, con una foto en la tapa en la que María Corina Machado saluda a Hugo Chávez), consiste en que el país «sufre la más perniciosa dominación de nuestra historia—invasiva, retrógrada, ideologizada, intolerante, abusiva, ventajista—mientras los opositores profesionales se muestran incapaces de refutarla en su discurso y superarla, pues en el fondo emplean, seguramente con mayor urbanidad, el mismo protocolo de política de poder afirmada en la excusa de una ideología cualquiera que, como todas, es medicina obsoleta, pretenciosa, errada e ineficaz”.
También es un hombre con una misión. En el mismo libro expresa, pocas líneas más adelante, que “el mal no dura un siglo” y que “es de esperar que el pueblo venezolano aprenda de estos años terribles, tal como los alemanes—hoy la nación más sólida de Europa y no sólo económicamente—pudieron aprender de una de las dictaduras más espantosas que ha sufrido alguna parte de la humanidad. Pero no puede dejarse esto al azar. Es preciso educar al Pueblo, es necesario elevar su cultura política. Es ineludible hacer una política responsable y seria, que abreve de las más modernas nociones aportadas por la ciencia. Es urgente identificar y ayudar a liderazgos más modernos y clínicos. Es imperioso acercar recursos a cabezas nuevas que tienen otro enfoque de la tarea política, que discurren acerca de las implicaciones concretas de la vocación política desde nuevos paradigmas”.
Sociólogo de la UCAB, en principio, Alcalá tiene un extenso currículum que lo ha llevado a distintas funciones en la administración privada y pública, y a otras más en el periodismo, como la de editor del diario La Columna y editor jefe de El Diario de Caracas, entre otras. En su nuevo libro, que subtitula Memorias imprudentes a sabiendas de que lo que cuenta será desagradable para unos cuantos, organiza su visión de lo que nos ha pasado y elabora su tesis de que nuestras distintas élites—que él agrega que se han transformado con la llegada de Chávez y los suyos—han fallado en conducir adecuadamente al país porque lo que tienen en la cabeza no sirve en la realidad del presente.
Con tres presentaciones, de Victoria de Stefano, José Rafael Revenga y el ex presidente Ramón J. Velásquez, Las élites culposas rebosa de citas, de argumentos y de una escritura cuidadosa y vehemente. Alcalá revisa varios momentos pivotales en la historia contemporánea venezolana y sus propias observaciones sobre el país que publicó entonces. Sus muchas advertencias sobre el mal rumbo que llevaba—que lleva—Venezuela, desoídas todas ellas, como las de otros. Por ejemplo, sus profecías sobre un próximo golpe de Estado en su libro Krisis, en 1987. *
Es que éste es un país diferente al de 1958 y al de 1998, en verdad. Mucho más indescifrable. “En 1991”—contó a El Librero en su casa de Caracas—, “Adán Celis, un hombre del grupo Mendoza que fue Presidente de Fedecámaras, me dijo que el país se había vuelto muy complicado, que antes uno levantaba el teléfono, hablaba con Rafael Caldera y luego con Gonzalo Barrios, y listo. El país de antes era mucho más simple. En 1958, la Caracas que se le alzó a Pérez Jiménez tenía no más de 800.000 personas. En esa época, en ese pequeño país, todavía había relativa lucidez en las élites venezolanas: en 1962, el año del Porteñazo, Eugenio Mendoza lanzó en una asamblea de Fedecámaras en Mérida la idea del Dividendo Voluntario para la Comunidad, una iniciativa de responsabilidad social empresarial que empezó en Venezuela tres décadas antes de que se hablara de eso en esta región. Cuando un personaje cuyo nombre no mencionaré le propuso al empresariado organizar paramilitares para combatir a la guerrilla, Pedro Tinoco le dijo que el empresariado lo que tenía que hacer era ayudar a fortalecer la democracia para quitarle piso político a la extrema izquierda. Hasta que el chorro de ingreso petrolero de 1974 hizo creer al Estado que ya no necesitaba al sector privado y empezó a hacer todo por su cuenta”.
Alcalá brinda en la conversación algunos de los matices que no faltan tampoco en su libro. “Sería muy injusto decir sobre las élites criollas que su crisis no forma parte de una crisis global del oficio político mismo, de lo que se ha entendido como política”. Llama por eso a las élites “culposas”, no “culpables”. Alcalá dice que aquí todos, chavistas y no chavistas, están “esclerosados en sus paradigmas” y siguen creyendo que la política era lo que creían que era. “Siguen viéndola de manera newtoniana, mecanicista. Creen que la política es una ciencia deductiva. No la miran con la complejidad con que deben hacerlo. Mientras hay mucha inteligencia en las clases D y E de la población venezolana, donde está el 71% de los internautas del país. Hay una gran vocación de modernidad en el barrio venezolano. No se puede pensar que ahí votan sólo con la barriga”.
Luego de los resultados de las elecciones del 7 de octubre de 2012, Alcalá piensa en ampliar su libro con un capítulo adicional. Pero adelanta algunas de sus notas sobre el presente. “Aquí, la oposición sigue viéndose como oposición y es tan representativa de la vieja política como lo es Chávez, por su apego a la tan vencida Realpolitik como por su carga ideológica. En Capriles el tema ideológico aparece muy rara vez y él dice que no cree en el dilema izquierda versus derecha, pero igual pertenece a un partido que, como todos los demás, hizo un congreso ideológico, y en el fondo, como todos nuestros políticos, cree que puede tener el derecho de ser el jefe del pueblo y administrar el Estado petrolero”.
Respira en él una frustración que uno respira en muchos otros autores venezolanos y latinoamericanos sobre la frecuente derrota ante los jefazos, ante los que insisten en que a esta sociedad lo que le gusta es que la manden y punto, al margen de que la despojen de buena parte de lo que es suyo. “Pero la Humanidad es así aquí y en Japón. Basta leer un poco de Historia para darse cuenta de que lo que pasa aquí pasa en todas partes y en todas las épocas. Sin embargo, hay que llevar eso con filosofía, evitar neurotizarse. Yo opté por mirar la política y escribir y hablar sobre ella desde un ángulo médico, desde la figura de la política clínica. Me interesa estar entre los brujos de la tribu, no entre los brujos del cacique. ** Siento que debo empaquetar mi política clínica para gente con vocación pública, para la nueva generación de líderes, y en ese sentido va un taller que ofreceré próximamente. La propuesta: sustituir la ideología por la metodología”.
Alcalá cierra la entrevista con la misma propuesta con la que cierra el libro. Él se ofrece a formar: “Un político debe ser un profesional del arte de responder a problemas de carácter público, cosa que debe hacerse con seriedad y con un código de ética. La tarea profunda es quitarle las mentiras al electorado. Practicar la enseñanza política. Que la gente aprenda a que no le caigan a cobas, cobas además elaboradísimas, que son toda una estructura. Es lo que intento hacer con mi programa en RCR, con mi blog (doctorpolitico.com) y con mis libros: compartir un manual de ciudadanía”. ❡
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* En verdad, no fue en mis Memorias prematuras—publicadas en 1986—donde anticipé el golpe de Chávez; en mis Memorias imprudentes, pretexto de la conversación con Osío Cabrices, consta: “En Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela (septiembre de 1987), había escrito: ‘…el próximo gobierno sería, por un lado, débil; por el otro, ineficaz, en razón de su tradicionalidad. Así, la probabilidad de un deterioro acusadísimo sería muy elevada y, en consecuencia, la probabilidad de un golpe militar hacia 1991, o aun antes, sería considerable’”. Una nota al pie comenta: “La asonada de Chávez, Arias Cárdenas et al., se supo luego, estuvo prevista para fines del año de 1991. Debía darse para el 16 de diciembre de ese año, con la pretensión de amanecer en el poder en el aniversario de la muerte de Simón Bolívar”.
También se lee en las imprudentes acerca de una premonición más próxima:
…el 21 de julio de 1991, El Diario de Caracas había publicado un artículo mío—Salida de estadista—, en el que recomendaba la renuncia del presidente Pérez como modo de eludir, justamente, lo que estaba ocurriendo a pocas centenas de metros de mi casa. Allí puse: “El Presidente debiera considerar la renuncia. Con ella podría evitar, como gran estadista, el dolor histórico de un golpe de Estado, que gravaría pesadamente, al interrumpir el curso constitucional, la hostigada autoestima nacional. El Presidente tiene en sus manos la posibilidad de dar al país, y a sí mismo, una salida de estadista, una salida legal”.
** Es probable que los hombres de pensamiento que se dediquen a la formulación de políticas se entiendan más como “brujos de la tribu” que como “brujos del cacique”. Esto es, se reservarán el derecho de comunicar los tratamientos que conciban a los Electores, sobre todo cuando las situaciones públicas sean graves y los jefes se resistan a aceptar sus recomendaciones. Pero también es probable que en algunos pocos casos algunos brujos lleguen a ejercer como caciques. En situaciones muy críticas, en situaciones en las que una desusada concentración de disfunciones públicas evidencie una falla sistémica, generalizada, es posible que se entienda que más que una crisis política se está ante una crisis de la política, la que requiere un actor diferente que la trate. (De héroes y de sabios, referéndum #26, 17 de junio de 1998).
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Que tenga Ud., amable lector, en unión con su gente, una Feliz Navidad. (Dentro de lo petroposible). LEA
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por Luis Enrique Alcalá | Dic 24, 2019 | Notas, Política |

En su primera presidencia
Hace exactamente diez años de la despedida de Rafael Caldera de este mundo de los vivos, y lo recuerda la mayoría de los venezolanos con agradecimiento. Alguien complicado en actividades subversivas esperó cobardemente hasta el fin de su segundo período presidencial para atreverse a atacarlo, en despreciable artículo del 9 de diciembre de 1998 en el que afirmaba: “el juicio de la historia será muy duro con la ya triste figura de Caldera”. A mi vez, escribí poco más tarde (18 de diciembre) Tiempo de desagravio en El Diario de Caracas. Allí puse entre otras cosas:
Personalmente no creo que tenga que agradecer nada del otro mundo a Caldera. De hecho, en los últimos años transcurrió entre ambos alguna corriente de velados disgustos mutuos. Por eso todo lo que tenga que agradecerle es a título de ciudadano. Acá creo sinceramente, y a pesar de que en mi personal evaluación pudiera tener razones de insatisfacción con él, que en tanto ciudadano tengo que agradecerle bastante. Creo que los ciudadanos de la República de Venezuela tenemos que agradecer mucho a Rafael Caldera.
Se ha celebrado como “justicia histórica” que Rafael Caldera haya sido el Presidente de la República al momento del deceso del Pacto de Punto Fijo. Hoy en día, cuando algunas de las previsiones de este pacto—como la de elegir a un miembro del partido del Presidente Electo como Presidente del Congreso—se han repetido, no es tan claro que Punto Fijo haya muerto, por lo menos no totalmente. Si bien puede hablarse en Venezuela de un deterioro de las élites como causa última del fenómeno chavista, en los comienzos de nuestra democracia sus “componendas” se dieron entre los mejores hombres públicos del país, que asentaron bases democráticas tan firmes que han soportado eventos tan poderosos como el Caracazo, el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992, la deposición constitucional de Carlos Andrés Pérez y la elección de Hugo Chávez Frías. Yo no creo, como se ha dicho, que “el juicio de la historia será muy duro con la ya triste figura de Caldera”. Ni siquiera creo que Caldera exhibe una triste figura; creo que exhibe una figura dignísima. Y creo también que el juicio de la historia le será favorable en general, con una dosis variable de crítica ante algunos de sus procedimientos y algunas de sus decisiones.
Se ha repetido hasta el punto de convertirlo en artículo de fe que Rafael Caldera fue elegido por segunda vez Presidente de la República por el discurso que hizo en el Congreso en horas de la tarde del 4 de febrero de 1992.* Esto es una tontería. Caldera hubiera ganado las elecciones de 1993 de todas formas. Sin dejar de reconocer que ese discurso tuvo, en su momento, un considerable impacto, Caldera hubiera ganado las elecciones porque representaba un ensayo distanciado de los partidos tradicionales cuando el rechazo a éstos era ya prácticamente universal en Venezuela y porque venía de manifestar tenazmente una postura de centro izquierda frente al imperio de una insolente moda de derecha.
De mediados de 1991 data una encuesta que distribuía la intención de voto entre los precandidatos de aquellos días de modo casi totalmente homogéneo. Rafael Caldera, Luis Piñerúa, Eduardo Fernández, Andrés Velázquez, absorbían cada uno alrededor del 20% de la intención de voto (con pequeña ventaja para Caldera) y un restante 20% no estaba definido o no contestaba. Se trataba de una distribución uniforme, indiferente, que a la postre iba a desaguar por el cauce calderista por las razones anotadas más arriba. Las elecciones de 1993 contuvieron dos ofertas sesgadas a la derecha en lo económico, la de Álvarez Paz y la de Fermín, y dos sesgadas a la izquierda, la de Velázquez y la de Caldera. Con este último ganó, si se quiere, una izquierda sosegada, puesto que los candidatos furibundos eran claramente Álvarez Paz y Velázquez, que llegaron detrás de los más serenos Caldera y Fermín. El pueblo no estaba tan bravo todavía.
Se ha dicho que la culpa de que Chávez Frías haya ganado las elecciones es de Rafael Caldera, porque el sobreseimiento de la causa por rebelión impidió la inhabilitación política del primero. Esto es otra simplista tontería. Al año siguiente de la liberación de Chávez Frías se inscribe una plancha del MBR en las elecciones estudiantiles de la Universidad Central de Venezuela, tradicional bastión izquierdista. La susodicha plancha llegó de última. Y la candidatura de Chávez Frías, a exactamente un año antes de las elecciones de 1998, no llegaba siquiera a un 10%. La “culpa” de que Chávez Frías sea ahora el Presidente debe achacarse a los actores políticos no gubernamentales que no fueron capaces de oponerle un candidato substancioso. Salas Römer perdió porque no era el hombre que podía con Chávez, y ninguna elaboración o explicación podrá ocultar ese hecho.
Caldera fue quien rehabilitó a los partidos de izquierda proscritos por Betancourt, con lo que se cerró el capítulo guerrillero de la década de los sesenta. Caldera fue quien sobreseyó la causa de los alzados de 1992, reinsertándolos, ya sin uniforme, dentro de la pugna civil. Caldera fue también quien tomó todas las previsiones para impedir la interrupción de la constitucionalidad, como pretendió hacerse poco antes de las elecciones de 1993.
Caldera fue objeto, al arranque de su gobierno, de los más despiadados y prematuros ataques por su postura en materia económica, resistente a las imposiciones paqueteras que se fundaban—otra vez el simplismo—en el dogmatismo neoliberal imperante. Resulta que ahora, no después que los venezolanos rechazábamos de todas las formas posibles tan simplistas esquemas, sino luego del desplome de las economías asiáticas, incluido el Japón, de la resistente gravedad económica rusa, del terrible proceso argentino, los propios economistas norteamericanos** reconocen que el mundo no es tan sencillo como lo creía Fukuyama y que el Fondo Monetario Internacional ha estado evidentemente equivocado.
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La mezquindad sigue atacándolo después de muerto, echándole la culpa de nuestros males, como si incluso las patrañas protagonizadas por Juan Guaidó fuesen obra suya. Debe haber sido Rafael Caldera, verdaderamente, muy grande y poderoso para que sus efectos hayan sido tan numerosos como diversos.

De todo parece tener la culpa
Gracias, Dr. Caldera. Estaríamos mucho peor si Ud. no hubiera existido. LEA
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* En horas de la tarde del 4 de febrero de 1992, Rafael Caldera habló a las cámaras del Congreso de la República en sesión conjunta. Entre las cosas que dijo se le critica este pasaje: “Es difícil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y por la democracia, cuando piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer y de impedir el alza exorbitante en los costos de la subsistencia; cuando no ha sido capaz de poner un coto definitivo al morbo terrible de la corrupción, que a los ojos de todo el mundo está consumiendo todos los días la institucionalidad… El golpe militar es censurable y condenable en toda forma, pero sería ingenuo pensar que se trata solamente de una aventura de unos cuantos ambiciosos que por su cuenta se lanzaron precipitadamente y sin darse cuenta de aquello en que se estaban metiendo”. La misma fauna que cobra odiosamente a Caldera sus palabras, aplaude en Facebook éstas de Nelson Mandela: “La libertad es inútil si la gente no puede llenar de comida sus estómagos, si no puede tener refugio, si el analfabetismo y las enfermedades siguen persiguiéndole”. Manuel Alfredo Rodríguez dijo de ese discurso: “La piedra de toque de los hombres superiores es su capacidad para distinguir lo fundamental de lo accesorio y para sobreponerse a los dictados de lo menudo y contingente. Quien alcanza este estado de ánimo puede meter en su garganta la voz del común, y mirar más allá del horizonte”.
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** En The End of Poverty (2005), expuso [Jeffrey Sachs, antiguo defensor del Fondo Monetario Internacional y sus amargas recetas]: “De algún modo, la actual economía del desarrollo es como la medicina del siglo dieciocho, cuando los doctores aplicaban sanguijuelas para extraer sangre de los pacientes, a menudo matándolos en el proceso. En el último cuarto de siglo, cuando los países empobrecidos imploraban por ayuda al mundo rico, eran remitidos al doctor mundial del dinero, el FMI. La prescripción principal del FMI ha sido apretar el cinturón presupuestario de pacientes demasiado pobres como para tener un cinturón. La austeridad dirigida por el FMI ha conducido frecuentemente a desórdenes, golpes y el colapso de los servicios públicos. En el pasado, cuando un programa del FMI colapsaba en medio del caos social y el infortunio económico, el FMI lo atribuía simplemente a la debilidad e ineptitud del gobierno. Esa aproximación, por fin, está comenzando a cambiar”. Él mismo era quien había cambiado, luego de que se pusiera de moda criticar al FMI (ver en este blog En el fondo un villano, para constatar la opinión de Joseph E. Stiglitz, Premio “Nobel” de Economía en 2001). (Apostilla a un texto defectuoso, 31 de diciembre de 2010).
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por Luis Enrique Alcalá | Dic 21, 2019 | Música |

Checoeslovaquia durante la década anterior a la II Guerra Mundial (Wikimedia)
He compuesto mi primera (y última) sinfonía. Ha sido tarea nada difícil, puesto que su construcción no fue otra cosa que un plagio.* (Cuatro plagios, para ser exactos). Cada movimiento de esta más que holgazana «composición» fue aportado por un compositor distinto, pero la unidad del conjunto radica en que cada uno de ellos era checo. (Admito que ando en onda «hanseática«, puesto que no dejo de pensar en el amigo desaparecido, Hans Neumann, checo, desde que supiera del video promocional del libro de su hija, Ariana, sobre su existencia checo-germana antes de venir a vivir en Caracas en 1949).
En orden cronológico, es más antiguo el tercer movimiento (Polka), compuesto originalmente entre 1863 y 1866 por Bedrich Smetana para su exitosa ópera, La novia vendida. El segundo trozo más antiguo es el primer movimiento, que es verdaderamente el primero, Allegro con brio, de la bella Sinfonía #8 en Sol mayor, el opus 88 de Antonín Dvořák, completado en 1888. Luego viene el cuarto movimiento de «mi» sinfonía, contemporáneo del anterior y que es—¡oh casualidad!—el cuarto y explosivo movimiento final (Stürmisch Bewegt, Movimientos tormentosos) de la Sinfonía #1 en Re mayor (Titán) de Gustav Mahler, compuesta entre 1887 y 1888. Finalmente, el segundo movimiento, Adagio, corresponde a la Serenata para cuerdas en Mi bemol mayor (1892) de Josef Suk, discípulo y yerno de Dvořák. (Es más apropiado hablar de desorden cronológico).
¿De dónde surge el cognomento de Sinfonía transecular, si cada sección fue compuesta en el acontecido siglo XIX? Bueno, porque Smetana murió en 1884, pero Dvořák (1904), Mahler (1911) y Suk (1935) lograron existir en el siglo XX, y si hubiera llamado a la obra que me pone orgulloso Sinfonía checa quienes se enteraran habrían sospechado de inmediato. (En el álbum de Columbia Records que reunía todas las sinfonías de Mahler interpretadas por la Orquesta Filarmónica de Nueva York, conducida por Leonard Bernstein, podía leerse un breve ensayo de este gran director de orquesta acerca de la figura de Mahler. Allí asentaba que Mahler era un espíritu escindido varias veces: por su doble nacionalidad bohemia e imperial, por su raíz judía y su catolicismo asumido—para no pasar tanto trabajo en el católico Imperio Austro-Húngaro—, por su nacimiento en el siglo XIX y su fallecimiento en el XX, «con una pierna en un siglo y la otra en el siguiente», escribió Bernstein; él fue, junto con Dvořák y Suk, verdaderamente transecular).
He aquí «mi» sinfonía. Los movimientos están ejecutados por distintos artistas, como conviene a un plagiario para sembrar la confusión. El primero está a cargo de George Szell y la Orquesta de Cleveland—que vino a Venezuela (con Lorin Maazel como director) en 1975**, traída por la Fundación Neumann en proyecto que manejara fundamentalmente María Cristina Anzola de Neumann, escasamente auxiliada por mi parte. (La Fundación Creole, a cargo de Alfredo Anzola Montauban, tío de Ma. Cristina, ayudó en el financiamiento de la feliz visita). Bohdan Warchal dirige la Orquesta de Cámara Eslovaca en el segundo movimiento de Sinfonía transecular, mientras que Leopold Hager dirige en la Polka la Orchestre Symphonique de Radio-Télé-Luxembourg. Finalmente, lo que es en verdad de Mahler (y no mío) ha sido confiado acá a nuestro Gustavo Dudamel, en inolvidable conducción de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles como su director titular.
1. Allegro con brio
2. Adagio
3. Polka
4. Stürmisch Bewegt
¿No me quedó estupenda? LEA
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* Para reforzar este asunto del plagio, pongo acá la presentación (en inglés) de una obra del músico humorista Peter Schickele, «descubridor» de un presunto hijo perdido de Johann Sebastian Bach: P. D. Q. Bach. (PDQ significa, según el Cambridge English Dictionary, pretty damn quick, o malditamente rápido). La pieza de Schickele, que no suena acá por espantosa, lleva por título Unbegun Symphony (Sinfonía incomenzada), en sí algo plagiario al meramente invertir el nombre de la Sinfonía Inconclusa (Unfinished Symphony) de Franz Schubert.
Presentación de Schickele
** La Orquesta de Cleveland nos ofreció dos conciertos: la noche del sábado 19 y la mañana del domingo 20 de abril de 1975. Con la facilidad que me permitía ser uno de los organizadores, había comprado boletos para toda una fila del patio del Teatro Municipal—no existía la Sala Ríos Reyna—e invitado a unos cuantos amigos que la llenarían; pero el miércoles 16 cerca del mediodía me accidenté mientras manejaba una motocicleta en la urbanización Los Ruices, con el resultado de una triple fractura de la cabeza del húmero izquierdo, lo que fue tratado con un chaleco de yeso de 11 kilos de peso que mantenía mi brazo elevado, apoyado en un trozo de palo de escoba tendido entre el antebrazo y el tórax. No me iba a perder los conciertos, por supuesto, e incluso me presenté, nuevamente premunido de mi condición de organizador, en el ensayo general el sábado a las 10 de la mañana. Lorin Maazel llegó al proscenio a trabajar y, viendo al patio, divisó con algo de detenida curiosidad a quien vestía un aparatoso chaleco de yeso. A la noche volvería a ver al mismo asistente, esta vez encorbatado, sentado en el asiento de su fila que daba al pasillo central para estorbar lo menos posible con el alzado brazo inmóvil, y lo mismo contempló a la mañana del día siguiente. Al concluir el último concierto con la Quinta Sinfonía de Tchaikovsky, salí apresuradamente a la casa de Hans y María Cristina en Los Chorros, donde éstos habían invitado a almorzar a Maazel y a todos los músicos de la orquesta. Los sorprendidos ojos del director vieron, al entrar a la casa, al accidentado melómano recibirle al lado de los anfitriones, y él me invitó a sentarme a su lado en la mesa en la que almorzaríamos para conversar. Allí le confié que yo había comprado su primera grabación (al frente de la Filarmónica de Berlín): un álbum Deutsche Grammophon con Romeo y Julieta de Tchaikovsky y extractos del ballet de Prokofiev y la sinfonía dramática de Berlioz con el mismo nombre. Otras cosas que dije después lo convencieron de que hablaba con un amante de la música sinfónica, y en un arranque entusiasta me dijo que, si alguna vez iba yo a Cleveland, él me prestaría su batuta para que yo dirigiera la orquesta durante diez minutos. Nunca fui, así que pelé ese boche.
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