por Luis Enrique Alcalá | Sep 14, 2019 | Fichas, Política |
Lo que sigue es la traducción ayudada por Google Translate de un artículo en The Guardian, un prestigioso diario inglés,* que fuera publicado hoy en su web.
Guaidó de Venezuela fotografiado con miembros de una pandilla colombiana
El líder de la oposición minimiza las imágenes, pero los analistas dicen que podrían resultar muy perjudiciales.
Juan Guaidó se toma una selfie en el concierto de Cúcuta, Colombia, en febrero: Fotografía: Luis Robayo/AFP/Getty Images
Juan Guaidó, el político venezolano que lucha por derrocar a Nicolás Maduro, enfrenta preguntas incómodas sobre su relación con el crimen organizado después de la publicación de fotografías comprometedoras que lo muestran con dos paramilitares colombianos.
En una entrevista el viernes, Guaidó restó importancia a las imágenes, en las que posó junto a dos miembros de la banda criminal colombiana que Los Rastrojos identificaron como El Hermano y El Menor.
Las fotos parecen haber sido tomadas el 22 de febrero, cuando Guaidó usó un cruce fronterizo ilegal para colarse a través de la frontera occidental de Venezuela hacia Colombia para asistir a un concierto al estilo Live Aid en la ciudad de Cúcuta.
«Tomé cientos de fotos ese día», dijo Guaidó a la emisora colombiana Blu Radio. “Era difícil saber quién estaba pidiendo una foto. Malinterpretar estas fotos significa jugar el juego del régimen de Maduro».
El viernes, la oficina del fiscal estatal de Venezuela dijo que abriría una investigación sobre las fotos.
Los analistas dijeron que las imágenes tenían el potencial de causar un daño severo a la credibilidad de Guaidó y su búsqueda de nueve meses para obligar a Maduro a abandonar el poder.
Los Rastrojos son un grupo de narcotraficantes con orígenes paramilitares que operan a ambos lados de la frontera entre Colombia y Venezuela. Además del comercio de cocaína, se dedican a la minería ilegal, el secuestro por rescate y extorsión.
Phil Gunson, un experto con sede en Caracas para Crisis Group, dijo: “Creo que es extremadamente perjudicial. Independientemente de si esto fue tan inocente como afirman, lo cual es bastante difícil de creer, o si había algo más, se ve tan mal».
Gunson dijo que las fotos entregaron «una gran victoria de propaganda» al gobierno de Maduro, que está evitando las acusaciones de vínculos con guerrilleros de izquierda y narcotraficantes.
Maduro intentó explotar el escándalo el jueves, alegando que las imágenes eran evidencia definitiva de los lazos de Guaidó con «paracos, asesinos y narcotraficantes».
En un discurso televisado, Maduro declaró: “La conexión entre el narcotráfico colombiano y la derecha venezolana está justo ahí en la foto. Nadie puede negarlo».
Otro chavista de alto rango, Freddy Bernal, afirmó que las fotos eran prueba de «la alianza criminal entre la derecha fascista [de Venezuela]» y los grupos paramilitares y terroristas. Los principales canales de propaganda de Maduro también dieron al escándalo la mejor facturación.
Carlos Vecchio, embajador de Guaidó en los Estados Unidos, rechazó esas afirmaciones. “No hay conexión entre el gobierno interino de Juan Guaidó [y] ningún grupo paramilitar o guerrillero. Cero, cero ”, le dijo al periódico colombiano El Espectador.
Gunson dijo que, sea cual sea la verdad, las fotos mostraron una «ingenuidad increíble» y fueron una vergüenza para la coalición internacional que respalda a Guaidó, que incluye a Estados Unidos, Colombia, Brasil y el Reino Unido.
«Casi no podría haber llegado en peor momento para Guaidó», dijo Gunson, señalando los planes del gobierno colombiano de denunciar los lazos de Maduro con la guerrilla izquierdista en la asamblea general de la ONU a fines de este mes.
Gunson dijo que la afirmación de Guaidó de no haberse dado cuenta de con quién estaba posando «francamente no es creíble… [Uno de ellos] parece un paramilitar sacado del elenco principal».
Las fotos fueron publicadas el jueves por Wilfredo Cañizales, director de un grupo de derechos humanos en Cúcuta, donde se realizó el concierto altamente politizado de febrero.
En declaraciones a The Guardian, Cañizales afirmó que Los Rastrojos habían impuesto un toque de queda a lo largo de la frontera antes de que Guaidó cruzara a Colombia «para asegurarse de que ningún lugareño tomara fotos de él cruzando ilegalmente a través de caminos ocultos».
Cañizales declinó decir cómo había obtenido las fotos o por qué había decidido publicarlas, pero dijo: “Los Rastrojos son paramilitares. Ellos son los que en esta región deciden quién vive y quién muere”.
Gunson dijo que las fotos también plantearon preguntas incómodas para los patrocinadores de Guaidó en el gobierno colombiano y sus posibles vínculos con grupos paramilitares. «Hay muchas preguntas que no han sido respondidas», dijo.
Tom Phillips en Ciudad de México y Joe Parkin Daniels
14 Sep 2019 01.56 BST
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*En una encuesta de investigación de Ipsos MORI en septiembre de 2018, diseñada para interrogar la confianza del público en títulos específicos en línea, The Guardian obtuvo el puntaje más alto en noticias de contenido digital, con el 84% de los lectores que están de acuerdo en que «confían en lo que [ven] en él». Un informe de diciembre de 2018 de una encuesta realizada por la Publishers Audience Measurement Company (PAMCo) declaró que se encontró que la edición impresa del documento era la más confiable en el Reino Unido en el período de octubre de 2017 a septiembre de 2018. También se informó que era la más leída de las «marcas de calidad» del Reino Unido, incluidas las ediciones digitales; otras marcas de «calidad» incluyen The Times, The Daily Telegraph, The Independent y el i. Si bien la circulación impresa de The Guardian está en declive, el informe indicó que las noticias de The Guardian, incluida la informada en línea, llegan a más de 23 millones de adultos del Reino Unido cada mes. (Wikipedia).
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por Luis Enrique Alcalá | Mar 12, 2019 | Fichas, Política |
Arma explosiva hecha de fragmentos desprendibles
El 7 de septiembre de 1984, escribía una carta a Arturo Sosa hijo, el financista, ministro y padre de Arturo Sosa Abascal S. J., Padre General de los jesuitas del mundo. Está recogida íntegramente en Krisis – Memorias prematuras, mi primer libro. De esa comunicación tomo dos fragmentos hacia el final, descriptivos de una nueva clase de organización política que ya estimaba necesaria en Venezuela. Lo que sigue es, entonces, el primer esbozo de un posterior proyecto político que aún no ha cristalizado. (O terminado de explotar. Ver Tarea pendiente, 5 de octubre de 2016).
Una nueva sociedad política, no un partido. No una organización que sólo acierta a definirse si postula, casi en el mismo instante de su nacimiento, un candidato a la Presidencia de la República. Una nueva sociedad, un pacto social. Que sea ella misma el paradigma para la sociedad venezolana. Que para ella sea inconsecuente que alguno de sus miembros sea, por supuesto, mujer o negro o empresario o musulmán o militar, como que tampoco tenga necesidad ninguna de impedir la entrada de los que sean copeyanos, adecos, masistas, o fieles a cualquiera otra de estas subrreligiones, con tal de que entiendan que ninguno de esos puntos de vista fragmentarios tiene la respuesta a los verdaderos problemas de hoy día. Y que por ende les dote de un lenguaje común en el que puedan formular proposiciones que les hagan acordarse, si es que aún no se han percatado de que son sus puntos de partida los que les mantienen enconados.
Una idea, que genere un movimiento que funde una organización que preste un servicio. Una organización que emplee recursos de su presupuesto central para alimentar operaciones políticas. Como campañas pro leyes que se introduzcan por iniciativa popular. O como la elección de miembros a cargos representativos, siempre y cuando cada uno de éstos haya sido capaz de juntar un grupo de electores que lo apoye. Una sociedad que propugne un pacto social cuya encarnación no se limite a ser la Comisión Nacional de Costos, Precios y Salarios. Que lo extienda más allá de una transferencia de la economía pública a la economía privada, y que lo lleve a la transferencia de lo hipertrofiado del gobierno central al estrato del interés y la gerencia provincial y municipal. Que no restrinja la formulación de un “plan de la Nación” a la recomendación terapéutica y tenga la audacia de emplear concentrada y concienzudamente una fracción de sus recursos en conquistas más audaces. Una sociedad que lleve a todas las aulas la revolución de la informática y que al mismo tiempo establezca una comunicación regular con sus miembros que trascienda la esporádica convocatoria a un “acto de masas”. Una sociedad que nunca más se refiera a sus miembros como “masa”. Una sociedad que haga uso de la inmediata posibilidad tecnológica para dar paso a la participación de la voz del pueblo, que promueva la encuesta, la consulta, el referéndum.
Ya hace, pues, más de treinta y cuatro años que propugnara por primera vez consultas referendarias, y tres meses después de lo reproducido hablaba de la política como arte de carácter médico. He aquí otros dos fragmentos de la granada:
En una reunión de Diego Urbaneja, Andrés Sosa Pietri, Alberto Krygier y yo, llegamos a la estimación de que la emergencia pública de la “sociedad política de Venezuela”, cuyo diseño estaba prácticamente listo, no debía producirse en un tiempo tan cercano a la Navidad. De hecho, en el mes de enero siguiente el país estaría dominado por la presencia de Juan Pablo II. Su atención estaría poco dispuesta a interesarse por un planteamiento como el nuestro. No obstante, quise hacer una reunión en diciembre con los nombrados y con la adición de Tulio Rodríguez, un profesional empleado en Krygier, Morales & Asociados a quien conocí en un curso que dicté a la División de Consultoría de esa empresa. También quise incorporar a Ariel Toledano, el inteligente diseñador de Válvula. La reunión se efectuó un lunes de diciembre en las oficinas de Alberto Krygier. La noche de la víspera, el domingo, pedí a Diego Urbaneja y Gerardo Cabañas que pasaran por la casa a conversar, en preparación de la reunión. Ya yo le había hablado a Urbaneja de Gerardo. Este último, tal vez por su inmersión cotidiana en lo operativo, tenía un tono distinto al de Urbaneja ante los proyectos. Mientras Diego presentaba dudas, expresaba inseguridad, enumeraba obstáculos, Gerardo exhibía una conducta práctica y positiva. Le dije a Diego que nos convenía un hombre como él. En esa reunión en mi casa expuse por primera vez mi noción de la ruta que estaba marcada para nuestra legitimación en tanto políticos como un camino “médico”. La llamé “la metáfora médica”.
El acto político es un acto médico, dije, pues en el fondo se trata de proponer, seleccionar y aplicar tratamientos a los problemas. De hecho, tesis como la que propuse en Válvula o aún la misma receta de la “sociedad política de Venezuela” no eran otra cosa que tratamientos, propuestos para ofrecer respuestas que, a diferencia de las respuestas insuficientes, las respuestas sub-estándar emitidas por los actores políticos tradicionales, fuesen al menos un intento de atacar los problemas en sus dimensiones más importantes. (Krisis).
En la carta a Sosa, se nombra la Comisión Nacional de Costos, Precios y Salarios. Un fragmento de Dictamen (una granada posterior, de junio de 1986) ofrece contexto y significado:
Así, por ejemplo, se constituye durante el presente período constitucional la Comisión Nacional de Costos, Precios y Salarios. El empleo de un mismo paradigma por parte de los partidos opuestos—Acción Democrática y COPEI—se pone de manifiesto al recordar que el expresidente Luis Herrera Campíns también intentó la constitución de un “Consejo Nacional de Precios, Costos y Salarios”. El Nacional del sábado 2 de enero de 1983 destacaba su reportaje sobre la alocución de Año Nuevo de Herrera Campíns con el siguiente titular: “La creación del Consejo Nacional de Precios, Costos y Salarios y el bono alimenticio de cien bolívares lo más sobresaliente del Mensaje”. El Presidente Lusinchi cambió el orden en “CONACOPRESA”—primero los costos y después los precios—y la denominación de “Consejo” por la de “Comisión”. (El bono alimenticio de Herrera Campíns, jamás realizado, corresponde al subsidio familiar preconizado por Luis Matos Azócar, el que tampoco ha sido llevado a la práctica).
Así quise destacar que dos presidentes, de ideologías distintas—socialcristianismo, socialdemocracia—, proponían en el fondo la misma cosa, sobre la noción de que el «país nacional» (distinto del «país político» del Estado y los partidos) quedaba completamente representado en las cúpulas empresarial y sindical. Era como la respuesta aprendida al caletre a una pregunta estándar de la escuela primaria: ¿cómo se divide el cuerpo humano? Pues en cabeza (gobierno), tronco (empresas) y extremidades (sindicatos). La política era entonces verdaderamente simple. LEA
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por Luis Enrique Alcalá | Feb 6, 2019 | Fichas |
En una batalla moral, si actúas como el enemigo eres el enemigo.*
Luis Alberto Lamata, El Enemigo (película, 2008).
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Lo peor que puede hacer un opositor a Chávez es parecerse a él.
Autor reservado, Conocimiento y opinión (2007).
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Me oyó mi amo con grandes muestras de inquietud en el semblante, pues dudar o no creer son cosas tan poco conocidas en aquel país que los habitantes no saben cómo conducirse en tales circunstancias. Y recuerdo que en frecuentes conversaciones que tuve con mi amo respecto de la naturaleza humana en otras partes del mundo, como se me ofreciese hablar de la mentira y el falso testimonio, no comprendió sino con gran dificultad lo que quería decirle, aunque fuera de esto mostraba grandísima agudeza de juicio. Me argüía que si el uso de la palabra tenía por fin hacer que nos comprendiésemos unos a otros, este fin fracasaba desde el instante en que alguno decía la cosa que no era, porque entonces ya no podía decir que nadie le comprendiese, y estaba tanto más lejos de quedar informado cuanto que le dejaba peor que en la ignorancia, ya que le llevaba a creer que una cosa era negra cuando era blanca, o larga cuando era corta. Éstas eran todas las nociones que tenía acerca de la facultad de mentir, tan perfectamente bien comprendida y tan universalmente practicada entre los humanos.
Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver (1726).
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*Hoy conocí la magnífica frase por cortesía de Orlando Amaya.
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por Luis Enrique Alcalá | Jul 9, 2018 | Fichas, Política |
Entonces era toda una vajilla de plata
El 27 de agosto de 1982 se celebró el séptimo aniversario de la fundación de Petróleos de Venezuela S. A., con su acostumbrada asamblea anual. En esa ocasión su Presidente, el general Rafael Alfonzo Ravard, pronunció un discurso que causó considerable revuelo. («El discurso provocó un desusado interés. Carlos y Sofía Rangel entrevistaron al general Alfonzo de inmediato, así como Marcel Granier en Primer Plano. La revista Resumen puso la efigie del general en su próxima portada y el discurso fue traducido al inglés y circulado en el exterior». Krisis – Memorias Prematuras). Casi todo su texto fue redactado por el suscrito; en marzo de aquel año PDVSA me había contratado como Consejero de su Presidencia para establecer la Unidad de Estudios Especiales que debía responder a ella. Uno de sus vicepresidentes me encargó directamente la escritura del discurso.
Alfonzo preservó prácticamente todo el texto que le presenté, salvo lo siguiente:
He girado instrucciones a Ia Unidad de Estudios Especiales de la Presidencia de Petróleos de Venezuela para que proceda a elaborar el proyecto de lo que sería la Fundación Petróleos de Venezuela la que, alimentada por significativos aportes de la industria, vendría a ser un efectivo colaborador en el desarrollo de proyectos con orientación de estricto contenido social. La acción de esa Fundación Petróleos de Venezuela sería una faceta adicional de
la considerable contribución de la industria a las tareas de desarrollo nacional. (…) Su norte deberá ser el de contribuir directamente a la modernización y avance social del país. Ya se vislumbra esbozos preliminares de algunos de los proyectos que podría acometer; uno de ellos, por ejemplo, se refiere a la creación de un instituto independiente para la investigación sistemática y el análisis creativo de la política energética nacional. Si nos hallamos atravesando circunstancias de incertidumbre y cambio, pocas iniciativas pueden ser tan importantes como la de dotar al país de un instrumento para el análisis científico y a largo plazo del desarrollo energético nacional, en el que la independencia de criterio y cuidadosas reglas para su integración aseguren su utilidad.
Las inciertas condiciones a las que Alfonzo se referiría eran las de una contracción en los precios internacionales del petróleo; el ciclo de altos precios, iniciado a fines de 1973 con el embargo árabe petrolero a raíz de la Guerra del Yom Kippur, tocaba a su fin: «Ya 1982 contenía todos los elementos preocupantes que hoy en día dominan la percepción nacional. El mercado petrolero había forzado a comienzos de ese año el famoso primer ‘techo’ en la producción de la Organización de Países Exportadores de Petróleo. Antes de la primera mitad del año el Ministro de Hacienda, Luís Ugueto Arismendi, había regresado del Japón con las tablas en la cabeza. El desasosiego que las malas noticias de México y Polonia habían causado en la red financiera internacional influyó para que los japoneses quisieran imponernos un interés de refinanciamiento superior al acostumbrado. Este era el primer signo de erosión en la calificación crediticia de primera clase que hasta entonces disfrutó Venezuela». (Op. cit.)
Por otra parte, Alfonzo era firme creyente en que la responsabilidad primaria de PDVSA era la de ser una empresa productiva y rentable y, además, creyó su responsabilidad ciudadana alertar acerca del preocupante nivel de endeudamiento externo del país, así que pidió a Dick Irving, otro miembro de la Unidad de Estudios Especiales, que preparara un fragmento que sustituyera al reproducido arriba. La sustitución declaraba que habría que apartar una cuota de 100.000 barriles diarios de petróleo durante diez años para pagar la deuda. Entre los asistentes al evento se encontraba el presidente Luis Herrera Campíns, a quien no le gustó nada tal declaración. («El discurso sirvió asimismo para que el Contralor General de la República, Manuel Rafael Rivero, quien hasta los momentos no se había manifestado al respecto, ofreciera a la prensa solemnes y preocupadas declaraciones sobre la deuda de la Nación. El presidente Herrera declaró que estas manifestaciones de altos funcionarios públicos no eran convenientes. Pocos días después se produjo su decisión, en contra de la mayoría del gabinete económico, de centralizar todas las divisas del sector público en el Banco Central de Venezuela, incluyendo, muy especialmente, las de la industria petrolera». Op. cit.)
El disgusto de Herrera Campíns fue magnificado por la comparación implícita entre su propia administración del Estado y la excelentísima de PDVSA, como se desprende de otra cita del discurso (bajo este párrafo). Justo al asumir la Presidencia de la República, Herrera había anunciado a la ciudadanía: «Recibo un país hipotecado», señalando que la deuda total de la República ascendía a 110 mil millones de bolívares. Alfonzo indicó el 27 de agosto de 1982, ante el propio Herrera y periodistas locales e internacionales, que el monto era ahora de 150 mil millones. «Luís Herrera entregó a Jaime Lusinchi una Venezuela hipotecada en segundo grado». (Op. cit.)
Utilizando infornación compilada por el Centro de Información Técnica de INTEVEP, podemos contrastar—el análisis comparativo es siempre el indicado en estos casos—la productividad de Petróleos de Venezuela con la de las mayores catorce empresas petroleras de los Estados Unidos de Norteamérica. Este grupo está compuesto por las siguientes compañías, en orden decreciente de volumen de ventas: Exxon, Mobil, Texaco, Standard Oil de California, Standard Oil de Indiana, Gulf Oil,
Atlantic-Richfield, Shell Oil de los Estados Unidos, Phillips, Tenneco, Sun Oil, Occidental, Standard Oil
de Ohio y, finalmente, Getty. Durante el año de 1981, la Exxon, como es sabido, ocupó el primer lugar en cifras absolutas tanto de ventas como de ganancias: vendió 108 mil millones de dólares y obtuvo ingresos netos por valor de 5.567 millones de dólares. La empresa que obtuvo el noveno lugar en ventas fue la que ocupó el segundo lugar en ingresos netos. Esa empresa se llama Petróleos de Venezuela, la que con ventas cinco veces menores—19 mil millones de dólares—rindió beneficios equivalentes al 60% de las ganancias de la Exxon, la empresa más grande del mundo. Petróleos de Venezuela tuvo ingresos netos por valor de 3.325 millones de dólares.
En materia de ingresos netos como porcentaje de ventas la Exxon ocupó el undécimo lugar, con 5,1%, siendo la segunda y la tercera Standard Oil de Ohio y Shell Oil, con 14,5 y 7,9%, respectivamente. La primera empresa en ese aspecto fue Petróleos de Venezuela, con 16,9%. La Exxon es la primera empresa en lo tocante a monto absoluto de activos, con un valor de 63 mil millones de dólares. La sexta empresa es Petróleos de Venezuela, con casi 21 mil millones y situada por debajo de Mobil, Texaco, Standard Oil de California y Standard Oil de Indiana. Sin embargo, Petróleos de Venezuela supera a esas las mayores cinco empresas norteamericanas en el rendimiento de sus activos. Exxon obtuvo un poco menos de 9% de rendimiento sobre sus activos totales, Mobil casi 7%, Texaco 8%, la empresa de California 10% y la de Indiana 8%. Petróleos de Venezuela alcanzó el 16%.
He dejado para el final la comparación que considero más ilustrativa e importante, pues recientemente los venezolanos han escuchado preguntas sobre la productividad de Petróleos de Venezuela y sobre los niveles de empleo de la empresa. Siendo la primera empresa en ingresos netos como porcentaje de ventas, como acabamos de ver; siendo la primera empresa en ingresos netos como porcentaje de los activos y la segunda como generadora de ingresos netos en términos absolutos, dentro de esa lista Petróleos de Venezuela es tan sólo la duodécima en cuanto a fuerza hombre. y este hecho incontrastable implica realizaciones muy importantes de las que el país debiera tomar noción. Petróleos de Venezuela es también la primera en términos de ingresos netos sobre el número de trabajadores. Cada trabajador de Petróleos de Venezuela genera ingresos netos por un monto de 78.901 dólares, o 23.912 dólares más que el trabajador de la que más se le acerca, Standard Oil de California. Cada trabajador de Petróleos de Venezuela genera tantos ingresos netos como el que generan sumados el trabajador de Exxon, el de Mobil y el de Texaco, las tres más poderosas empresas petroleras norteamericanas. El trabajador de Petróleos de Venezuela hace esto después de haber pagado todos los gastos de exploración, los gastos de reparación de pozos, los gastos de transporte y comercialización, los gastos de operación que le incluyen a él mismo, las inversiones que requiere su industria. El trabajador de Petróleos de Venezuela hace esto después de que su empresa ha contribuido con 60.341 millones de bolívares al Tesoro Nacional. Venezuela puede estar orgullosa de la productividad de su industria petrolera, puede estar orgullosa de su trabajador petrolero.
El contraste entre el desempeño del Gobierno Nacional y el de PDVSA no podía ser más agudo. Con razón, el discurso molestó mucho a Luis Herrera Campíns. Aún no podíamos comparar con la conducción de Rafael Ramírez, que bajo su casco de Presidente decía en julio de 2009: “PDVSA está con Chávez. PDVSA está con la revolución… Quien no esté en un comité socialista es sospechoso de conspirar contra la revolución”. LEA
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por Luis Enrique Alcalá | May 17, 2018 | Fichas, Política |
Recolección de datos del 8 al 15 de este mes
Entre las más confiables encuestas se encuentra indudablemente la de Datanálisis, y acaba de presentar resultados que terminara de recoger hace apenas dos días. Puede descargarse treinta de sus láminas en este enlace: Datanalisis Mayo. He aquí tres de ellas importantes:
Ubicación política de los entrevistados
¿Quiénes votarían?
¿Por quién votarían?
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por Luis Enrique Alcalá | Mar 29, 2018 | Fichas, Política |
¿La más común de las herramientas políticas?
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.
Juan 8:44
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La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira.
Jean-François Revel – El Conocimiento Inútil (1988)
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La lectura de una reseña de libros en The New York Times—La Mentira en Política: Reflexiones sobre Los Papeles del Pentágono (18 de noviembre de 1971)—me fue posible gracias al envío de su enlace por un amigo. Transcrita a un archivo de MS Word, resulta en un abundante y abrumador documento de veinte páginas, cuya lectura hice después de medianoche sin poder parar. Su autora, Hannah Arendt, había sido enviada por The New Yorker diez años antes a Jerusalén, para cubrir el juicio del nazi Adolf Eichmann; de allí surgió Adolf Eichmann en Jerusalén: Un reporte sobre la banalidad del mal (1963). «Hoy la frase es utilizada con un significado universal para describir el comportamiento de algunos personajes históricos que cometieron actos de extrema crueldad y sin ninguna compasión para con otros seres humanos, para los que no se han encontrado traumas o cualquier desvío de la personalidad que justificaran sus actos. En resumen: eran «personas normales», a pesar de los actos que cometieron». (Wikipedia). Sólo hacían su trabajo bajo instrucciones.
Arendt fue, por supuesto, quien escribiera otra década atrás Los orígenes del totalitarismo, su obra tal vez más importante, que traza el surgimiento y despliegue del nazismo y el estalinismo en la primera mitad del siglo XX; de formación filosófica, estaba particularmente preparada para descubrir en todos estos desarrollos relaciones significantes profundas. Mientras leía su evaluación crítica de Los Papeles del Pentágono—Relaciones Estados Unidos – Vietnam, 1945-1967: Un estudio elaborado por el Departamento de Defensa—, cuya publicación debemos a una decisión de Robert McNamara (Secretario de Defensa bajo John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson entre 1961 y 1968), supe que querría ofrecer a los lectores de este blog algunos de sus impactantes pasajes, que acá pongo traducidos y corridos en su orden expositivo, aunque pertenezcan a secciones diferentes.
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Los Papeles del Pentágono, como muchas otras cosas en la historia, cuentan historias diferentes, enseñan lecciones diferentes a lectores diferentes. Algunos aducen que sólo ahora pueden entender que Vietnam fue el resultado «lógico» de la Guerra Fría o la ideología anticomunista; otros, que son una oportunidad única para aprender acerca de los procesos de toma de decisiones en el gobierno. Pero la mayoría de los lectores está de acuerdo en que el tema básico presentado en los Papeles es el engaño. Porque el secreto—eso que diplomáticamente se conoce como discreción y también como arcana imperii, los misterios del gobierno—y el engaño, la falsedad deliberada y la mentira abierta, empleados como medios legítimos para el logro de fines políticos, han estado con nosotros desde el comienzo del registro histórico. La veracidad nunca se ha contado entre las virtudes políticas, y las mentiras siempre han sido consideradas como herramientas justificables en la ocupación política.
Por consiguiente, cuando hablamos acerca de la mentira, y especialmente de ella entre los hombres de acción, recordemos que la mentira no penetró en la política por algún accidente de la concupiscencia humana, y por tal razón no es probable que la indignación moral la haga desaparecer. La falsedad deliberada trata con hechos contingentes, es decir, con asuntos que no portan ellos mismos una verdad inherente, pues no hay necesidad de que sean como son; las verdades fácticas no son nunca obligatoriamente verdaderas. Es esta fragilidad lo que hasta cierto punto hace tan fácil y tan tentador el engaño. Nunca entra en conflicto con la razón, porque de hecho las cosas pudieran haber sido como el mentiroso sostiene que fueron; las mentiras son a menudo más admisibles, más atractivas a la razón que la realidad, puesto que el mentiroso tiene la gran ventaja de saber de antemano lo que la audiencia desea o espera oír. Ha preparado su historia para el consumo público con especial cuidado de hacerla creíble,* mientras que la realidad tiene el incómodo hábito de confrontarnos con lo inesperado, aquello para lo que no estábamos preparados.
No debe sorprender que la reciente generación de intelectuales, que crecieron en la insalubre atmósfera de rampante publicidad y aprendieron que la mitad de la política es «construir imagen» y la otra mitad el arte de hacer que la gente crea en la imagen, recaigan casi automáticamente en los viejos adagios de la zanahoria y el palo cuandoquiera que la situación se haga demasiado seria para la teoría. Para ellos, la mayor desilusión de la aventura de Vietnam debió haber sido el descubrimiento de que hay gente con la que tampoco funcionan los métodos del palo y la zanahoria.
Que el engaño, la falsedad, y el rol de la mentira deliberada se convirtieran en los asuntos principales de los Papeles del Pentágono se deben, antes que a la ilusión, la equivocación, el error de cálculo y otras razones parecidas, al extraño hecho de que las decisiones erróneas y los declaraciones mentirosas violaban consistentemente los sorprendentemente exactos reportes de los hechos de la comunidad de inteligencia. Aquí el punto crucial es que la política de mentir casi nunca fue dirigida al enemigo, sino principal si no exclusivamente para el consumo doméstico, para la propaganda interna y especialmente para engañar al Congreso de los Estados Unidos.
Es de incluso mayor interés que casi todas las decisiones en esta desastrosa empresa fueron tomadas con conocimiento pleno del hecho de que probablemente no podrían ser llevadas a cabo, de aquí que los objetivos tuvieron que ser constantemente cambiados. Hubo primeramente los objetivos proclamados públicamente—»asegurar que al pueblo de Vietnam del Sur se le permita determinar su futuro», o «ayudar al país para que gane en su lucha contra la …conspiración comunista», o la contención de China y evitar el efecto dominó o la protección de la reputación americana como «garante antisubversivo». A éstos ha añadido el Sr. Rusk recientemente la meta de impedir la III Guerra Mundial, aunque ella no aparece en los Papeles del Pentágono ni jugó ningún papel real según conocemos del registro de los hechos.
La misma flexibilidad marcaba consideraciones tácticas: Vietnam del Norte es bombardeado para prevenir un «colapso de la moral» en el Sur y particularmente el desmoronamiento del gobierno de Saigón. Pero cuando se programó el comienzo de las primeras incursiones ese gobierno ya se había desmoronado, «un pandemónium reinaba en Saigón», y debió posponérselas y hubo que encontrar un nuevo objetivo. Ahora era obligar «a Hanoi a detener el Vietcong y el Pathet Lao», una meta que incluso los jefes del Estado Mayor no esperaban lograr, pues dijeron: «Sería inútil concluir que estos esfuerzos tendrán un efecto decisivo».
La mayor potencia del mundo
De 1965 en adelante, la noción de una victoria clara quedó atrás y el objetivo se convirtió en «convencer al enemigo de que no puede ganar». Comoquiera que el enemigo no se convencía, apareció el nuevo objetivo: «evitar una derrota humillante», como si el significado de una derrota en la guerra fuera una mera humillación. Lo que reportan los Papeles del Pentágono es el temor por el impacto de la derrota, no sobre el bienestar de la nación sino sobre la reputación de los Estados Unidos y su Presidente. Así, poco antes, durante los muchos debates acerca de lo aconsejable de emplear tropas en tierra contra Vietnam del Norte, el argumento no era el temor de la derrota misma o la preocupación por la retirada de las tropas en caso de ella, sino que «Una vez que las tropas de EEUU estén dentro, será difícil retirarlas… sin admitir la derrota». (Énfasis añadido). Finalmente, el propósito político era el de «mostrar al mundo hasta donde están los Estados Unidos dispuestos a llegar por un amigo y «cumplir sus compromisos».
Todos estos objetivos coexistían, casi de manera desordenada; a ninguno se le permitió la cancelación de sus predecesores, puesto que cada uno se dirigía a una «audiencia» diferente y había que producir un diferente «escenario» para cada una. La muy citada enumeración de las metas de EEUU por McNaughton en 1965—evitar una derrota humillante (para nuestra reputación como garante), 70%; impedir que Vietnam del Sur (y el territorio adyacente) caiga en manos de China, 20%; permitir al pueblo de Vietnam del Sur el disfrute de un mejor y más libre modo de vida, 10%—es refrescante por su honestidad pero probablemente fue construida para poner algo de orden y claridad en los debates de la siempre molesta pregunta de por qué librábamos una guerra en Vietnam entre todos los lugares del mundo. En el borrador de un memorándum previo, McNaughton mostraba, tal vez sin proponérselo, cuán poco él mismo, ni siquiera en esa fase temprana del sangriento juego, creía en la asequibilidad de cualquier objetivo substancial: «Si Vietnam del Sur se desintegrara por completo bajo nosotros, debiéramos tratar de mantenerlo unido el tiempo suficiente para permitirnos la evacuación de nuestras fuerzas y de convencer al mundo de que acepte la unicidad (e imposibilidad congénita) del caso de Vietnam del Sur». (Cursivas añadidas).
«Convencer al mundo», «demostrar que los EEUU eran ‘un buen médico’ dispuesto a cumplir sus promesas, ser duro, asumir riesgos, sangrar y herir al enemigo feamente»; usar «una minúscula nación atrasada» carente de toda importancia estratégica «como caso de demostración de la capacidad de los EEUU para enfrentar una ‘guerra de liberación’ comunista»; mantener intacta una imagen de omnipotencia, «nuestra posición mundial de liderazgo», demostrar «la voluntad y la capacidad de los Estados Unidos de lograr lo que se proponga en los asuntos mundiales»; mostrar «la credibilidad de nuestras promesas a amigos y aliados»; en síntesis, «comportarse como» la «más grande potencia del mundo» por ninguna otra razón que la de convencer al mundo de este «simple hecho», éste fue el objetivo permanente que, con el inicio de la Administración Johnson, sacó de la escena a los restantes objetivos y teorías, la teoría del dominó y la estrategia anticomunista de las etapas iniciales del período de Guerra Fría así como la estrategia contrainsurgente, tan querida por la Administración Kennedy.
La meta última no era ni el poder ni la ganancia. Ni siquiera fue la influencia sobre el mundo con el fin de servir a intereses particulares tangibles en pro de los cuales el prestigio, una imagen de «la mayor potencia del mundo», se necesitara y empleara con propósito. La meta era la imagen misma, como era manifiesto en el propio lenguaje de los resolvedores de problemas, con sus «escenarios» y «audiencias» que tomaron prestados del teatro. Para esta meta última, todas las políticas llegaron a ser medios intercambiables a corto plazo hasta que, finalmente, cuando todas las señales apuntaban a la derrota en una guerra de atrición, ya el objetivo no fue evitar la humillante derrota sino encontrar modos y maneras de evitar admitirla y «salvar la cara».
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Hasta aquí; podría seguir traduciendo la enjundiosa reseña de Hannah Arendt. Ella incluye, por ejemplo, un mentís a la teoría del dominó—que tras Vietnam caerían en las garras comunistas otras naciones vecinas–; así apunta que la CIA aseguraba en 1964: «Con la posible excepción de Cambodia, es probable que ninguna nación del área sucumba rápidamente al comunismo como resultado de la caída de Laos y Vietnam del Sur». También extrae de los Papeles del Pentágono una contradicción a la teoría de que los insurgentes sudvietnamitas estuvieran dirigidos y apoyados por «una conspiración comunista». Según consigue, la inteligencia estadounidense en 1961 estimaba que el 80 o 90% de los vietcongs habían sido reclutados localmente, y que había escasa evidencia de que dependieran de suministros externos. También apuntó sobre «la premisa de una conspiración monolítica del mundo comunista y la existencia de un bloque sino-soviético», que Mao y Chou En-lai se dirigieron al presidente Roosevelt en enero de 1945 «tratando de establecer relaciones con los Estados Unidos con el fin de evitar una total dependencia de la Unión Soviética».
Una cita adicional es conveniente, porque nos concierne como latinoamericanos. Hacia el final de su pieza, dice Arendt:
Finalmente, hay una lección a ser aprendida por aquellos que, como yo misma, creyeron que este país se había embarcado en una política imperialista, que había olvidado sus viejos sentimientos anticoloniales, y tal vez estaba teniendo éxito en establecer esa Pax Americana que denunciara Kennedy. Cualesquiera sean los méritos de estas sospechas, y ellas pudieran justificarse por nuestras políticas en América Latina, si unas guerras pequeñas no declaradas son medios necesarios para obtener fines imperiales, los Estados Unidos serán menos capaces de emplearlas exitosamente que cualquier otra gran potencia, puesto que mientras la desmoralización de las tropas americanas ha alcanzado ahora proporciones sin precedentes—según Der Spiegel, 80.088 desertores, 100.000 objetores de conciencia y decenas de miles de drogadictos—, el proceso de desintegración del ejército comenzó mucho antes y fue precedido por desarrollos similares durante la Guerra de Corea.
Niños huyendo del napalm
Trece años después de la reseña de Hannah Arendt, se publicaba La marcha de la insensatez: de Troya a Vietnam, obra importantísima de Barbara Tuchman (1912-1989), historiadora de dos Premios Pulitzer. Arendt habla de cómo la «Construcción de imagen como política global—no la conquista del mundo sino la victoria en la batalla por ‘ganar las mentes de la gente’—es ciertamente algo nuevo en el enorme arsenal de insensateces humanas registradas en la historia». Bueno, Tuchman no dejó de anotar en ese libro una particularmente desquiciada de la Guerra de Vietnam:
Una sensación de desastre penetraba los Estados Unidos, hecha más aguda por la observación más ampliamente citada de la guerra: «Se hace necesario destruir el pueblo con el fin de salvarlo». El mayor estadounidense quería decir que el pueblo debía ser arrasado para derrotar al Viet-Cong, pero su frase pareció simbolizar el empleo del poder americano para destruir el objeto de su protección y así preservarlo del comunismo.
No en balde se estrenó en la época (1963, el mismo año de Un reporte sobre la banalidad del mal) la película «épica»—epic film—que se llamó El mundo está loco, loco, loco, loco. LEA
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*Nota del traductor. Dijo Mark Twain: «La diferencia entre la ficción y la realidad es que la ficción tiene que ser verosímil».
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