Especulación inútil

CAP y sus invitados especiales. (Foto tomada el día de la «coronación»).

 

Ni siquiera la figura política paterna de Hugo Chávez, Fidel Castro, derramó sus bendiciones sobre la intentona del 4 de febrero de 1992; todo lo contrario, se apresuró a mandar a Carlos Andrés Pérez una clarísima misiva para apoyarlo. En ella dijo: “Confío en que las dificultades sean superadas totalmente y se preserve el orden constitucional, así como tu liderazgo al frente de los destinos de la hermana República de Venezuela”. Chávez tampoco “despertó simpatías” en Cuba, al menos en ese momento; éstas vendrían después, con la ayuda petrolera y lo obsecuente del chavismo con su propia dictadura.

Más bien de la indignidad

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El diario El Nacional trae hoy un artículo del periodista—hoy cantante—Grant Torres, que asegura por el título conocer del Caracazo (27 y 28 de febrero de 1989) la historia de un plan orquestado que destruyó a Venezuela. Así expone al comienzo:

Más de 30 años han transcurrido desde que el gobierno de Carlos Andrés Pérez se tambaleó por el Caracazo. La gente rechazaba una serie de medidas bautizadas como el Paquetazo y eso desencadenó un estallido social. Hasta ahí la historia oficial suena lógica y coherente. Pero hay suficientes indicios que dejan entrever que todo pudo tratarse de un plan diseñado por los sectores más radicales de la izquierda nacional e internacional, encabezada por Fidel Castro.

Las medidas económicas que mayor impacto tuvieron y que habrían generado el estallido fueron el alza en el precio del combustible y el incremento en el valor del pasaje del transporte público. No obstante, en los periodos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro los problemas de los venezolanos se han agravado con creces y ha quedado demostrado en estos años, que ese tipo de protestas masivas en Venezuela no es algo que pueda surgir espontáneamente, sin una convocatoria abierta que haga un llamado a salir a las calles.

Permítaseme bautizar sucinta y groseramente (en inglés) tales afirmaciones: bullshit. Las «informaciones» incontrovertibles que aduce no pasan de ser alegatos hipotéticos. Por ejemplo:

De acuerdo con la información publicada por la periodista Milagros Socorro, el general de División Manuel Heinz Azpúrua, entonces Jefe del Comando Estratégico del Ejército situado en Caracas, —antes fue jefe de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención— consideró que las acciones fueron ocasionadas por grupos interesados en generar caos, quienes habrían iniciado los disturbios pero no pudieron controlar lo que pasó después, ya que a su juicio el control fue a parar a manos de la delincuencia. En su opinión el 27 de febrero estuvo vinculado con el golpe de Estado de 1992. (…) También hay testimonios que aseguran que Fidel Castro estuvo detrás de lo ocurrido el 27 de febrero y los sucesivos días, repartiendo armas y colocando francotiradores para generar un ambiente de confusión y desorden generalizado. El excomandante del Ejército de Venezuela Carlos Julio Peñaloza dio fe de ello, en una entrevista concedida al diario El Nuevo Herald, señaló que durante la toma de posición del presidente Carlos Andrés Pérez el 2 de febrero de 1989, Fidel Castro aprovechó su visita al país para preparar la insurrección con civiles y militares adeptos a la dictadura cubana, y  se habrían introducido «numerosas cajas que contenían armas», señaló Peñaloza.

Bullshit. Para esa venida de Fidel Castro, fue justamente Milagros Socorro una de las casi mil firmas al pie de un manifiesto* publicado justamente en El Nacional el 1º de febrero de 1989 (y dos días más tarde en el diario 2001). Entre otras cosas, los «manifestantes», declaraban que Castro era «una entrañable referencia en lo hondo de nuestra esperanza». Y acerca del general Peñaloza, véase en este blog su modo de «razonar» en Horror vacui (25 de noviembre de 2012).

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No había entonces en Venezuela, como tampoco ahora, ninguna organización de las «más radicales de la izquierda nacional» que tuviera la capacidad de desatar y coordinar desórdenes públicos a la escala del Caracazo. A lo sumo, en dos o tres barrios. En cabezas ineducadas como la de Torres no cabe sino la interpretación conspirativa, pues ignoran cosas como la teoría del caos o la más general de la complejidad.

Naturalmente, ciertos episodios caóticos pueden tener consecuencias lamentables en magnitudes enormes. Los acontecimientos del 27 y el 28 de febrero de 1989, por ejemplo, son más fácilmente comprensibles si se les interpreta como un caso de proceso caótico, antes que como resultado de una acción subversiva intencional. En muchos sistemas físicos la transición de una fase ordenada a una fase caótica se produce al aumentar la magnitud de algún parámetro, la velocidad, por ejemplo. En el caso del más reciente crash del mercado de valores de Nueva York (octubre de 1987), ese parámetro ha podido ser la mayor velocidad de transmisión de datos que se había logrado luego de la completa computarización de las transacciones. El 27 de febrero de 1989 pudo observarse la propagación de la avalancha desde Guarenas, exacerbándose por la transmisión del evento a través de los medios de comunicación social, pero también a través de una cadena informal de transmisión de información: los mensajeros motorizados, que exhiben desde hace mucho una rápida solidaridad de conducta y que fueron propagando el descontento desde Guarenas a Petare, de allí a Chacaíto, a la estación del Metro en Bellas Artes, y así sucesivamente.

En contraposición a estas posibilidades caóticas, los sistemas sociales aprenden y se autorganizan. A pesar de la larga acumulación de tensiones sociales en el país, el apagón masivo del sistema eléctrico venezolano del pasado 29 de octubre no condujo a disturbios dignos de ser mencionados. La ciudadanía intuyó tal vez que los disturbios, de producirse, proporcionarían un pretexto para la toma del poder político por autoridades militares. La comunicación telefónica sirvió esta vez para generalizar la impresión de que se estaba frente a la preparación de un golpe de Estado: la conciencia política lograda en estos últimos años de tanto sufrimiento social evadió la posible trampa. (Los rasgos del próximo paradigma político referéndum #0, 1º de febrero de 1994).

Algo más en abono de esta interpretación (en Para pensar la política, 15 de agosto de 2012):

Un rasgo fundamental y definitorio de los sistemas complejos es su “sensible dependencia de las condiciones iniciales”. Esto es, que una pequeña variación en el inicio de un proceso complejo puede conducir a un futuro muy diferente. (“¿Desata el aleteo de una mariposa en Brasil un tornado en Texas?”, preguntaba en discurso de 1972 el meteorólogo Edward Lorenz, que ya en 1959 se había topado con esa sensibilidad esencial de los sistemas complejos). ¿Quién sabe si la señora que encendió la airada protesta por el costo del pasaje de autobús en Guarenas, el 27 de febrero de 1989, había recibido abuso del marido la noche anterior? Si Carlos Andrés Pérez no hubiera accedido a su segundo gobierno en acto fastuoso que parecía una coronación, poco antes de apretar el cinturón del pueblo ¿habría reaccionado la psiquis de los caraqueños de la misma forma al aumento de ese costo?

Las condiciones iniciales del Caracazo son irrepetibles. Desde entonces, el precio del transporte público urbano e interurbano ha aumentado en innumerables ocasiones, sin que por ello se haya suscitado una agitación ciudadana tan terrible como la de aquel febrero, cuando las abejas humanas de la urbe del Ávila se africanizaran.

(…)

Una política que no esté a la vez abierta y conectada a una percepción tan amplia y elevada como ésa, que no abreve de la ciencia y se conforme con catecismos resumidos de unas “humanidades” clásicas, no puede aspirar a entender la sociedad contemporánea, mucho menos guiarla. El intento de entrar al futuro con los lentes de Ezequiel Zamora puestos, o aun las gafas de un personaje tan visionario como Simón Bolívar, sólo puede desembocar en reflujo, en retroceso. No bastan, para enfrentar las complejísimas condiciones de una sociedad de hoy—la nuestra ya se compone de veintinueve millones de personas—un bagaje de retórica y la elección de un enemigo.

Grant Torres cantando

La pieza de Torres no puede afirmar que «ha quedado demostrado en estos años, que ese tipo de protestas masivas en Venezuela no es algo que pueda surgir espontáneamente, sin una convocatoria abierta que haga un llamado a salir a las calles». No ha quedado demostrado nada. Demostrar es, para el Diccionario de la Lengua Española (segunda y cuarta acepciones): «2. Probar, sirviéndose de cualquier género de demostración. 4. Mostrar, hacer ver que una verdad particular está comprendida en otra universal de la que se tiene entera certeza». En «estos años» no ha habido, por más que ciertos liderazgos opositores lo hayan intentado muchas veces, nada que se compare a la escala del Caracazo.

El Caracazo no «destruyó a Venezuela»; más dañinas han resultado ser las sanciones del extranjero que «patriotas» como Juan Guaidó o María Corina Machado han solicitado y saludado.

Sr. Torres: ocúpese del canto a dedicación exclusiva. LEA

………

* Nosotros, intelectuales y artistas venezolanos al saludar su visita a nuestro país, queremos expresarle públicamente nuestro respeto hacia lo que usted, como conductor fundamental de la Revolución Cubana, ha logrado en favor de la dignidad de su pueblo y, en consecuencia, de toda América Latina. En esta hora dramática del Continente, sólo la ceguera ideológica puede negar el lugar que ocupa el proceso que usted representa en la historia de la liberación de nuestros pueblos. Hace treinta años vino usted a Venezuela, inmediatamente después de una victoria ejemplar sobre la tiranía, la corrupción y el vasallaje. Entonces fue recibido por nuestro pueblo como sólo se agasaja a un héroe que encarna y simboliza el ideal colectivo. Hoy, desde el seno de ese mismo pueblo, afirmamos que Fidel Castro, en medio de los terribles avatares que ha enfrentado la transformación social por él liderizada y de los nuevos desafíos que implica su propio avance colectivo, continúa siendo una entrañable referencia en lo hondo de nuestra esperanza, la de construir una América Latina justa, independiente y solidaria.

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Persistencia de la patraña

El sustituto de José Ignacio Hernández

 

 

patraña 1. f. Invención urdida con propósito de engañar.

Diccionario de la Lengua Española

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El sitio web de Banca y Negocios trajo una nota navideña (25 de diciembre) que titula Propuesta de más autonomía para Juan Guaidó desató más división en la oposición. En ella informa:

El próximo 27 de diciembre, la «comisión delegada» de la legislatura de la Asamblea Nacional electa en 2015, que sigue reivindicando la condición de parlamento legítimo, tendrá una sesión extraordinaria para decidir si Juan Guaidó se mantiene como «mandatario interino» por tiempo indefinido, hasta que se produzcan unas elecciones generales confiables, y si se separa de la autoridad del cuerpo legislativo. Este 24 de diciembre, el abogado designado por Guaidó como procurador, Enrique Sánchez Falcón, presentó una propuesta que, a partir de una interpretación literal de la Constitución de 1999, plantea que el ejercicio de la «presidencia interina» debe ser autónomo y separado del control legislativo. Hasta ahora, Guaidó actuaba bajo supervisión del cuerpo legislativo, por una interpretación que Sánchez Falcón considera «incorrecta» del texto constitucional que, en su opinión, faculta al Presidente a ejercer plenamente las competencias del Poder Ejecutivo de manera autónoma. La idea del jurista es que se reivindique la separación de poderes, lo que, en la práctica, significa que Guaidó podrá tomar decisiones «ejecutivas» sobre los activos del Estado a los que tiene acceso, incluyendo los fondos líquidos que están congelados en países donde se reconoce la investidura que asumió en 2019. En consecuencia, las reformas del Estatuto de Transición y de la Ley del Fondo para la Liberación de Venezuela y Atención de Casos de Riesgo Vital deben atenerse a esta interpretación y liberar a Guaidó de las solicitudes de autorización previa del cuerpo legislativo que, según Sánchez Falcón, son inconstitucionales.

Más adelante complementa con otra información:

El economista Francisco Rodríguez, director de la ONG «Oil For Venezuela», además de crítico de Guaidó y partidario de la supresión del «gobierno interino», sostuvo en su cuenta de Twitter que la «propuesta busca afianzar el poder de Guaidó y limitar la capacidad de otros partidos de poner límites a sus actuaciones. Busca además asegurar que el control de activos y manejo de relaciones exteriores se mantenga en manos de la facción del G4 que respalda a Guaidó». «Los recientes escándalos en torno a manejos del gobierno interino tienen su causa en la falta de control, contrapeso y transparencia en torno a sus actuaciones. Una disminución de estos controles aumentará espacios de opacidad y creará mayores riesgos de corrupción», añade el economista.

Por su parte, el diario El Nacional tituló ayer «Aprobada en primera discusión la continuidad de la Asamblea Nacional de 2015 y del gobierno interino», para continuar con este sumario:

Juan Guaidó, reconocido por al menos 50 países como presidente encargado, subrayó que es una medida en defensa de la Constitución y clave para proteger a los venezolanos y a la República. Las fracciones 16 de Julio y Concertación salvaron su voto por considerar que la propuesta de reforma planteada contiene artículos inconstitucionales que deben revisarse para la segunda discusión, que se desarrollará el próximo 30 de diciembre.

A continuación, recoge estas declaraciones:

“Ni en el 2018 hubo elección presidencial ni en el 2020 hubo elección parlamentaria. Venezuela no puede estar sin poderes legítimos y, por lo tanto, respaldamos la continuidad constitucional del Poder Legislativo y la presidencia encargada”, expresó el diputado Freddy Guevara durante la sesión parlamentaria, que se hizo de manera virtual.*

“Es la única decisión coherente y constitucional para salir de la dictadura. Sería un suicidio desconocer a Juan Guaidó y al Parlamento legítimo para reconocer a Nicolás Maduro”, agregó.

Guevara afirmó asimismo que asumirán el compromiso de revisar, debatir y ajustar todos los artículos del Estatuto para la Transición. Esto para que la segunda discusión esté ajustada a las necesidades de la lucha de la oposición, a la Constitución y al país.

El Carabobeño, por su parte, reportó:

La diputada Delsa Solórzano subrayó que la continuidad constitucional de la Asamblea Nacional y del gobierno interino de Guaidó no se trata de un capricho, sino del cumplimiento del mandato establecido en el artículo 233 de la Constitución de la República.

“Es de carácter constitucional y obligatorio la continuidad que hoy está declarándose de manera formal con la reforma de la ley del Estatuto de la Transición. Honremos esa responsabilidad actuando conforme manda la Constitución. Respaldamos la continuidad, respaldamos irrestrictamente al presidente Juan Guaidó, pero no vamos a acompañar normas que ponen en riesgo la constitucionalidad”, expresó Solórzano.

Perfil del tiempo, escultura en la que Dalí vuelve a usar un reloj blando. (La persistencia de la memoria, conocido también como Los relojes blandos o Los relojes derretidos es un cuadro del pintor español Salvador Dalí pintado en 1931). Desde abril de 2012 se encuentra frente a un centro comercial en la calle Powstańców de Breslavia, Polonia. (Wikipedia en Español).

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La «constitucionalidad», sin embargo, ha sido violada repetidamente por la Asamblea Nacional electa en 2015. (Ver, por ejemplo, Cuatro años desperdiciados, 30 de diciembre de 2019). El récord nacional, sin embargo, ha sido indudablemente establecido por Juan Guaidó, quien jamás ha sido Presidente de la República, ni interino ni «exterino». Como se ha explicado acá en más de una ocasión, la fundamentación de su «interinato» en un parágrafo del Artículo 233 de la Constitución distorsiona su clarísma redacción: «Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional». Si, como afirma Guevara, no hubo elección presidencial en 2018, tampoco hubo el Presidente electo cuya falta absoluta se hubiera producido.

Y por lo que respecta a la muletilla** de «reconocido por al menos 50 países como presidente encargado», no le toca a ningún país del mundo definir quién es el Presidente de la República de Venezuela. Además, tal reconocimiento, absolutamente irrespetuoso de nuestro país y nuestra constitucionalidad, anda de capa caída. La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó reconocer las credenciales del gobierno del Presidente Nicolás Maduro como representante legítimo de la República Bolivariana de Venezuela en sesión del pasado 7 de diciembre (en el octogésimo aniversario del ataque japonés a Pearl Harbor). Samuel Moncada, Embajador de Venezuela, destacó que sólo 16 países de los 193 que integran la ONU se negaron ese día a reconocer al presidente Maduro.

LEA

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* Los momentos cumbre de la sesión «virtual» pudieran ser difundidos por los patrañeros en microvideos de TikTok. En verdad, pudiera entenderse la categoría presidencial de Juan Guaidó como algo virtual. (adj. Fís. Que tiene existencia aparente y no real. Diccionario de la Lengua Española).

** Voz o frase que alguien repite mucho por hábito. (Diccionario de la Lengua Española).

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Estocada mortal

Dos ¿líderes?


Se reproduce a continuación un reportaje generado en Colombia para
EL PAÍS de España, que fuera publicado ayer.

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VENEZUELA

EL PAÍS Internacional

La estrategia de Juan Guaidó se debilita aún más con la salida de Julio Borges

El opositor abandona el Gobierno interino pidiendo su desaparición y criticando el manejo opaco de los activos en el exterior

JUAN DIEGO QUESADA

Bogotá – 05 DIC 2021-17:51 CET

El Gobierno interino de Juan Guaidó, la estructura institucional que se creó en paralelo para tratar de derrocar al presidente Nicolás Maduro en Venezuela, comienza a resquebrajarse desde dentro. El político Julio Borges, uno de sus miembros más destacados, anunció este domingo que abandona esta forma de resistencia al considerar que se ha convertido más en un problema que en una solución. Es más, pidió la desaparición total del Gobierno en sí mismo. “No hay ruta, no hay unidad y no hay estrategia”, dijo Borges durante el anuncio de su renuncia.

Los objetivos del interinato no se han cumplido. Guaidó logró un inmenso respaldo internacional en 2019, que sumado a las protestas en el interior del país pusieron en jaque a Maduro. El chavismo, sin embargo, resistió. Tres años después, la lucha se ha desinflado y el sucesor de Hugo Chávez parece atornillado en el poder, a pesar de la inestabilidad económica y social del país. “Hemos perdido el apoyo internacional”, lamentó Borges, “porque ha habido contradicciones, errores y eso ha hecho que el mundo haya puesto el caso venezolano en la nevera”. A su modo de ver, hay que reconstruir la oposición para que el antichavismo gane legitimidad dentro y fuera de Venezuela.

“El Gobierno interino era un instrumento para salir de la dictadura, pero en este momento se ha deformado hasta convertirse en una especie de fin en sí mismo, manejado por una casta que existe allí. Se ha burocratizado y ya no cumple con su función. Tiene que desaparecer”, dijo con rotundidad Borges. Se quejó de que ahora mismo lo integren 1.600 funcionarios y que se hayan producido escándalos en el manejo de los activos en el exterior, como en el caso de Monómeros, una empresa con sede en Barranquilla controlada por la oposición. Aseguró que ese dinero lo gestiona el entorno de Guaidó. “El manejo de activos es un escándalo. Hay que crear un fideicomiso para que haya transparencia. No hay rendición de cuentas, los activos se utilizan para fines personales”.

La estrategia de Guaidó se debilita con la salida de Borges. Guaidó lleva en el cargo tres años, sin que desde hace dos se hayan producido avances importantes. Su vista está puesta en las elecciones presidenciales de 2024, aunque para eso todavía quedan otros tres largos años. Mucho tiempo. El político ha vivido con nerviosismo el estancamiento de su lucha y eso se le ha notado hasta físicamente. Su rostro se ha llenado de acné, como se puede comprobar en sus últimas apariciones públicas. Las propias elecciones regionales que se celebraron el pasado 21 de noviembre, con la participación de la oposición por primera vez en cinco años, fue también una forma de que otros opositores cuestionaran su liderazgo. Como Borges, esta corriente cree que el tiempo de Guaidó, al menos como presidente interino, se ha acabado y el antichavismo necesita recomponerse para presentar una alternativa sólida.

Borges afirmó que la oposición ha ido de error en error en los últimos años. La operación Gadeón*, una incursión de mercenarios en la costa venezolana en 2020 para capturar a Maduro, fue “una payasada”. El opositor, que reside en Colombia, asegura que lleva año y medio diciendo todo esto en alto, pero que no ha encontrado receptividad por parte de Guaidó. Además, le preocupa que este mencione que será presidente interino hasta que Maduro abandone la presidencia. “Eso es convertirse en parte del problema”, criticó.

Respecto a las elecciones, considera que se ha perdido “una oportunidad de oro” para presentar una fuerza interna sólida. Señaló que el informe de la UE, que reconoce mejoras en la organización de las elecciones respecto a ocasiones anteriores, es importante y que desde ese punto se puedan reorganizar los adversarios al régimen. El objetivo de presentarse a estos comicios era levantar de nuevo en territorio nacional, no en Miami ni en Madrid, una alternativa palpable al chavismo. El Gobierno de Maduro cuenta con el lastre de las sanciones internacionales, que estrechan mucho su margen de maniobra, aunque por ahora ha logrado resistir. “Si no tenemos la grandeza de dar los pasos para hacer una reforma radical de la oposición estaremos perdiendo el tiempo”, zanjó Borges. ¶

* Gedeón (no Gadeón).  Eso fue bastante más que una «payasada»; fue un acto claramente criminal. Sólo la debilidad autopercibida por Maduro impidió la inmediata aprehensión de Guaidó; por mucho menos que eso se ha apresado a un buen número de venezolanos de oposición.

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Comentario de este blog

Un día antes del reportaje bogotano, la Agencia EFE había reportado:

El líder opositor Juan Guaidó pidió este sábado la reunificación del bloque antichavista para lograr un «acuerdo de salvación nacional» y elecciones presidenciales «libres» que «permitan la solución a la crisis».

Guaidó aseguró que lo sucedido en el estado Barinas -cuna de Hugo Chávez-, donde el Tribunal Supremo de Justicia ordenó la repetición de las elecciones para el cargo de gobernador, es un «ejemplo» para la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea (MOE-UE) y para el «mundo» de que en el país no hay «Estado de derecho que garantice el respeto de la voluntad de la gente».

«Barinas demostró que en Venezuela no hay condiciones ni respeto al voto, pero sí hay voluntad para luchar hasta lograrlo», indicó.

Es característico del «liderazgo» de Guaidó la poca concreción de sus regurgitaciones. ¿»Acuerdo de salvación nacional»? ¿»Voluntad para luchar»? Pero, principalmente, toda la base de la pretensión centrada en él es una construcción falsa. (Ver en este blog Un «procurador» que ya no procura, del pasado 14 de noviembre).

Y no es que el renunciante le supere como «líder». Cuando Borges presidiera la Asamblea Nacional elegida en 2015, dispuso como primera cosa la absurda declaratoria de «abandono del cargo» por parte de Nicolás Maduro. Luego se ocuparía de elegir inconstitucionalmente un Tribunal Supremo de Justicia «legítimo», que pronto partiría al exilio.

Con líderes como ésos… LEA

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Un «procurador» que ya no procura

José Ignacio Hernández ¿procurandito?

 

Nota agregada al final, a raíz de contestación en Twitter de José Ignacio Hernández.

 

Una vez más, el servicio de noticias de Costa del Sol FM acoge con beneplácito tesis viciadas de falsedad. Ayer reprodujo una entrevista al abogado venezolano José Ignacio Hernández en la que expone esta tesis: «Con o sin gobierno interino, Maduro no es presidente legítimo».

Bueno, quien no es—y nunca lo fue—un Presidente interino legítimo es el Sr. Juan Guaidó, a quien Hernández sirvió por un tiempo como «Procurador Especial», cargo no previsto en nuestra constitucionalidad. En septiembre de 2019, se publicó acá una misiva redactada para Sebastián Piñera, Presidente de Chile, al no materializarse la oferta de un chileno residente en Venezuela de hacérsela llegar. En ella puede leerse:

…el diputado Guaidó no es en ningún caso el Presidente de Venezuela, y nuestra Asamblea Nacional no tiene la potestad de designar a nadie como «presidente encargado». Ella, por otra parte, no es la «única institución legítima y democrática que existe en Venezuela». Su actual composición, de muy holgada mayoría de diputados de oposición, fue proclamada por el mismo Consejo Nacional Electoral que proclamara como Presidente legítimamente electo al Sr. Nicolás Maduro Moros para el período 2019-2025. La elección de Asamblea fue impugnada por nueve recursos ante la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, a siete de los cuales se opuso el propio Consejo Nacional Electoral; la oposición no objetó a ninguno.

Nuestra Constitución contempla sólo un caso en el que el Presidente de la Asamblea Nacional asume la Presidencia de la República; su Artículo 233 lo establece así en su segundo parágrafo:

Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional.

Como puede Ud. ver, no es la Asamblea Nacional el órgano que designa a su Presidente como encargado de la Presidencia de la República sino esa previsión constitucional, y ésta requiere la existencia previa de un Presidente electo cuya falta absoluta se haya producido, lo que no ha sido nunca el caso. José Ignacio Hernández, el  cuestionado «Procurador Especial» nombrado inconstitucionalmente por Guaidó, escribió el 11 de enero de este año: «…el supuesto de hecho del artículo 233 es distinto a los hechos actuales. Con lo cual, y al contrario de lo que parece creerse, el artículo 233 de la Constitución no es la norma aplicable a la crisis actual». Luego argumentaría falsamente que correspondería a la Asamblea Nacional interpretar ese artículo para “ajustarlo” a la situación real, cuando el Artículo 336 confiere inequívocamente esa potestad al Tribunal Supremo de Justicia.

Entre Hernández y el suscrito se suscitó un intercambio en el espacio de Twitter. El domingo 27 de enero me envió un tuit con sólo dos signos de interrogación, porque contesté a alguien que su recomendación de que a la Asamblea Nacional le tocaba interpretar el Art. 233 de la Constitución era ir contra la Constitución. Entonces le expliqué:

En mi programa de ayer por RCR me referí a su afirmación de que corresponde a la AN la interpretación del Art. 233 de la Constitución. La jurisdicción constitucional es facultad exclusiva del TSJ.

A eso contestó:

Jurídicamente ello no es cierto. Todos los órganos del Poder Público deben interpretar y aplicar la Constitución, como dispone el artículo 7. La Sala Constitucional solo tiene la exclusividad del control concentrado de la constitucionalidad.

A mi vez, disparé esta andanada:

Esto dice el Art. 7 que Ud. esgrime: “La Constitución es la norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico. Todas las personas y los órganos que ejercen el Poder Público están sujetos a esta Constitución”. Estar sujeto no es lo mismo que interpretar. Y el Art. 336 dice clarísimamente: “El Tribunal Supremo de Justicia garantizará la supremacía y efectividad de las normas y principios constitucionales; será el máximo y último intérprete de la Constitución y velará por su uniforme interpretación y aplicación”. Ud. no tiene razón en este punto; su afirmación de que corresponde a la AN interpretar el Art. 233 no se sostiene. Eso sería usurpación de una potestad exclusiva del TSJ.

Hasta ahora, no hay reacción ulterior de Hernández.

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Nicolás Maduro es, gústenos o no, el Presidente legítimo de Venezuela. Quienes niegan esa verdad han argumentado: 1. que su investidura procede de elecciones inconstitucionalmente convocadas por la segunda y ya extinta Asamblea Constituyente de nuestra historia, siendo que la convocatoria misma, hecha por el Consejo Nacional Electoral, fue precedida por una decisión al respecto de la Asamblea Nacional Constituyente en funciones, la que nuestro CNE no podía objetar, puesto que la Constitución establece en su Artículo 349: “Los poderes constituidos no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente”. (Cualquier decisión subconstitucional de este órgano debe ser acatada); 2. que esa asamblea constituyente era espuria porque el Presidente de la República no podría convocarla—a pesar de lo dispuesto en el Artículo 384 de la Constitución: «La iniciativa de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente podrá hacerla el Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros…»—y tendría que haber provenido de un referendo, condición de un todo inexistente en el texto constitucional; 3. que la elección de Maduro para su segundo período ocurrió el 20 de mayo de 2018, en presunta contravención de lo constitucional y legalmente previsto; ciertamente, la fecha difirió de la costumbre electoral venezolana, pero ni la Constitución ni la Ley Orgánica de Procesos Electorales prescriben una fecha específica a la elección de Presidente. (Una voz solitaria, la de Blanca Rosa Mármol, argumentó que Maduro no podía convocar una Asamblea Constituyente no porque se necesitara un referendo sino porque ya no era Presidente, dado que la Asamblea Nacional presidida por Julio Borges ¡había declarado su abandono del cargo!)

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Pero el exprocurador inconstitucional argumentó: «Con o sin gobierno interino, Maduro no es presidente legítimo. No es reconocido como tal, especialmente por Estados Unidos que tiene no solo un poder de veto legal, sino yo diría un poder de veto moral en el FMI, y si esa crisis política no se soluciona, Venezuela no va a poder acceder a esos derechos especiales de giro».

No le toca a los Estados Unidos, ni a ningún otro país, establecer mediante su «reconocimiento» la legitimidad de ningún funcionario público venezolano. A fines de 2018, alguien que ha debido saber lo que se preparaba con Juan Guaidó —y no identificaré en vista de la enormidad de lo que sigue—sostuvo en una conversación conmigo la tesis de que el proceso venezolano ya se encontraba en una nueva etapa, caracterizada por la inusual atención que había despertado en el exterior, que la cosa debía ser entendida en términos del Derecho Internacional y por tanto ¡lo importante era lo que pensara Francia! (Tan peregrina noción fue desmontada en El caso Venezuela, un deporte internacional).

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Es reincidencia en el equívoco esta otra declaración de Hernández:

Lo primero que hay que aclarar es que el mandato del presidente interino no es como una leche pasteurizada, que tiene fecha de vencimiento. Eso yo no sé de dónde lo sacaron. El artículo 233 de la CRBV es muy claro: El presidente de la Asamblea Nacional es presidente encargado hasta tanto haya elecciones libres y transparentes. No hasta un año, seis meses, cinco meses. Ahí lo que hubo es un desaguisado jurídico producto del entuerto político de la AN, una reforma muy confusa del Estatuto que rige la transición.

Nuevamente, el abogado Hernández, presunta autoridad en la Constitución, tergiversa y desbarra. Repitamos el texto del artículo que cita: «Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional». Ya olvidó lo que él mismo sostuvo el 11 de enero de 2019: «el artículo 233 de la Constitución no es la norma aplicable a la crisis actual». Y la Asamblea Nacional de 2019, ya extinta, no tenía la menor facultad constitucionalmente establecida para aprobar un tal «estatuto de transición». Nuestra Constitución no prevé «transiciones» ni la extensión del período constitucional de cinco años de la Asamblea Nacional. (Artículo 192: Los diputados o diputadas a la Asamblea Nacional durarán cinco años en el ejercicio de sus funciones, pudiendo ser reelegidos o reelegidas por dos periodos como máximo). No existe ya la asamblea elegida en 2015.

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Pero la principal intención de la pieza reproducida por Costa del Sol FM es la minimización de los recientes cuestionamientos a los manejos económicos de la «administración Guaidó», que incluye al propio José Ignacio Hernández. El argumento principal para venializar los presuntos manejos indebidos en casos como el de Monómeros Colombo-Venezolanos es el sostener (sin aportación de pruebas) que la corrupción pública durante el chavismo-madurismo habría sido mucho mayor.

Hace un poco menos de tres años adelanté esta opinión:

…son insatisfactorias las caracterizaciones del chavismo (del chavoma) como la mera llegada al poder de una nueva y delincuente oligarquía. Seguramente ha habido y hay entre jerarcas mayores y menores del régimen chavista-madurista gente corrupta y malhechora, verdaderamente forajida; tal vez en proporción mayor que la que hubiera en regímenes anteriores a 1999, acá y en toda otra nación del planeta. A fin de cuentas, los más radicales izquierdistas venezolanos nunca superaron electoralmente el “seis por ciento histórico” hasta el año del advenimiento de Chávez como Presidente de la República, y como en ellos había hambre longeva de poder y de prebendas, la corrupción actual supera la de quienes los precedieron.* Pero es un juicio más ajustado a la realidad explicar el chavismo como el producto de la acusada decadencia de la política que lo anticipara, y su sustitución por una nueva hegemonía fundada en la creencia de que Marx tenía razón. La mayoría de los socialistas venezolanos cree seriamente que la explicación de todo mal social debe encontrarse en el afán de lucro de “la burguesía”; es decir, está profunda pero honestamente equivocada. (Diálogo digital, 15 de febrero de 2019).

Antes de eso (11 de junio de 2015), se produjo este intercambio en entrevista que me hiciera Edgardo Agüero para el semanario La Razón:

Hay quienes afirman que existen factores dentro de la MUD que en función de sus intereses políticos y pecuniarios, juegan a favor del gobierno. ¿Qué habrá de cierto en ello?

Mi aproximación a la política es clínica. Si un médico intentara curar un hígado enfermo tratando célula por célula se volvería loco; por eso no me intereso por la chismografía política acerca de actores particulares. Si tuviera que descalificar a algún actor político no lo haría por su negatividad, sino por la insuficiencia de su positividad. No me intereso por esa clase de asuntos.

De modo que no me ocuparé del chisme acerca de los dólares que habría recibido de «Monómeros» la madre de Leopoldo López, antigua compañera en la Escuela de Ciencias Sociales en la Universidad Católica Andrés Bello. Ni siquiera de mi renovada decepción con José Ignacio Hernández, a quien un colega suyo (que estudió en la misma universidad por esa misma época) me recomendara en 2012. Al año siguiente, reconocí—en Voto salvado (10 de enero de 2013)—haber aprendido de una observación suya, lo que me predispuso positivamente hacia él. No he recuperado tal predisposición. LEA

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  • La Ley de Salvaguarda del Patrimonio Público fue promulgada en diciembre de 1982. Al año siguiente, la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela organizó un simposio sobre el tema, y a él llevó el Dr. Humberto Njaim, a la sazón miembro de su Instituto de Estudios Políticos (después su Director; hoy Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas), una ponencia que llevó por título Costos y Beneficios Políticos de la Ley Orgánica de Salvaguarda del Patrimonio Público. Allí ofreció dos estimaciones: el régimen de Pérez Jiménez incurrió en peculado equivalente a 1% del Presupuesto Nacional; el período democrático habría sustraído entre 1958 y 1982 un montante de 1,5% del mismo. (…) Mi estimación de la corrupción del chavismo-madurismo es que esos niveles pudieran haber ascendido a 5% del Presupuesto Nacional, lo que monta a cantidades descomunales. A tres economistas destacados pedí hace un año sus propias conjeturas, pues ninguno de ellos conocía una medición hecha a conciencia. Uno solo aventuró la cifra de 10%, luego de explicarme que los períodos antes y después de 1999 eran incomparables, pues ahora existían fondos opacos que no están incluidos en el Presupuesto Nacional. Sea que su más competente estimado sea la cifra correcta o que sea la mía mejor informada, se trata de un peculado monstruoso. Aun así, no creo que sería tarea de un Presidente que pudiera sustituir a Nicolás Maduro a breve plazo una cacería de corruptos. Para eso está nuestro Poder Judicial, admitiendo, claro, que se trata de un poder también corrompido. (Mis roces con la corrupción, 18 de marzo de 2016).

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Nota final: El abogado Hernández me envió directamente por Twitter la siguiente réplica, muy cortés: «Gracias por sus comentarios. Este es un tema jurídico muy complejo. Juristas como Brewer-Carías, Duque Corredor y Aguiar han dado sólidas explicaciones. También hay sentencias en los EEUU y el Reino Unido que explican la correcta interpretación del Art. 233. Saludos». A mi vez respondí con tres tuits: 1. Ud. mismo argumentó el 11/01/19: «…el supuesto de hecho del artículo 233 es distinto a los hechos actuales. Con lo cual, y al contrario de lo que parece creerse, el artículo 233 de la Constitución no es la norma aplicable a la crisis actual». 2. Ninguna sentencia foránea puede explicar “la correcta interpretación” del Art. 233. Eso toca a nuestro TSJ. 3. La apelación a Brewer y Duque Corredor es una instancia de la «falacia de autoridad», que en Lógica es tenida como razonamiento inválido. Pruebe a leer https://doctorpolitico.com/2017/05/02/lasalida-de-maduro-segunda-parte/. Finalmente, inserté el siguiente enlace, que evoca una diferencia del suscrito con el eminente—¿infalible?—jurista Allan Randolph Brewer Carías: https://doctorpolitico.com/2017/05/17/logica-anecdotica/

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Las palabras sin las cosas

 

Foto de Aveledo sin el cerebro

 

En más de una ocasión, en este blog se ha elogiado la labor de Aveledo, realizada con constancia, inteligencia y discreción.

Ave Ledo, morituri te salutant

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El título de esta entrada ha sido tomado de un trabajo que compuse para el Dr. Federico Riu: una crítica muy molesta del libro de Michel Foucault, Les mots et les choses. El extraordinario profesor de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela condujo, en 1975, un seminario sobre Antihumanismo y antihistoricismo en la filosofía moderna, que centró en un examen crítico de aquella obra, la que postulaba que, como noción fundamental, “el hombre” ¡había muerto!*

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Lenys Martínez escribió para Noticiero Digital una notaRamón Guillermo Aveledo: Del 22N en adelante la oposición tendrá que reinventarse—que ese medio publicara anteayer. Esto reportó la redactora:

En entrevista concedida al programa A Tiempo, Aveledo señala que la oposición tendrá que reinventarse desde el 22N en adelante y «aprovechar este momento que ha vuelto contactar a la población y que está participando en elecciones para darse cuenta de lo que está ocurriendo y empezar una política más y dar respuestas a las necesidades de la gente», dijo.

A su juicio, «la política es el arte de hacer posible aquello que es necesario, buscar la manera de entenderse y mirar más allá», es decir, que la política debe centrarse en el servicio y la búsqueda del bien común y ante esto señala que la esperanza alrededor de Nicolás Maduro «está muy desgastada» y que los venezolanos necesitan ver otras opciones, ver la cara de la esperanza en otros rostros.

El exsecretario ejecutivo de la MUD considera necesario que después de las elecciones del 21N, se debería comenzar una reestructuración de los partidos políticos «desde abajo hacia arriba», donde puedan ingresar nuevas personas, con nuevas oportunidades, que estén en contacto con la vida real de la gente y, sobre todo, que hagan vida en los sectores populares.

Tengo en general una alta opinión de Aveledo. En el mismo artículo del que procede el epígrafe de esta nota, asenté: “Hoy quiero decir que Aveledo es un político más redondo y competente que cualquiera de los que participaron en las elecciones primarias de la MUD del 12 de febrero de 2012, de las que salió la candidatura presidencial de Henrique Capriles Radonski”. Pero creí que sus declaraciones en A Tiempo fueron palabras vistosas desprovistas de sustancia, y perpetúan la definición de un buen número de actores políticos como “oposición”. En entrevista para el semanario La Razón (2015), se produjo el siguiente intercambio entre Edgardo Agüero y el suscrito:

¿A qué atribuye el hecho de que la oposición no logre capitalizar el descontento popular con la actual gestión de gobierno?

La MUD es esencialmente una confederación de partidos ideológicamente disímiles. Ramos Allup dijo que en ella no se compartía ideales ni principios, sino propósitos; esto es, salir del chavismo-madurismo. De allí que su protocolo de actuación sea acusar al gobierno, mostrándose incapaz de refutar el discurso oficial en cabeza de los electores, que ha sido siempre la tarea necesaria. Como se trata de actores convencionales, sólo sabe oponerse, cuando lo que se debiera lograr es superponerse, con un discurso de nivel superior del que carece. Su falla de origen es, justamente, entenderse como oposición, como algo que está definido en función de un tercer ente externo a ella. Si ese ente deja de existir ¿qué la justificaría? Además, es la consabida “organización de organizaciones”, el “movimiento de movimientos”; lo necesario es una organización o movimiento de ciudadanos.

Aveledo viene de una distinguida trayectoria en el Partido Socialcristiano COPEI. De esta organización apunté en Las élites culposas (2012), a propósito de definición suya durante el segundo gobierno de Rafael Caldera:

Fue justamente por esos días cuando COPEI, en típico arranque de pretendida profundidad política, se sintió impelido a explicar al país, sin que éste se lo hubiera solicitado, cuáles eran “las líneas de su estrategia”. Fue Oswaldo Álvarez Paz el dirigente escogido por el Comité Nacional del partido para hacer la explicación. Las líneas de estrategia de COPEI eran: 1. oponerse al gobierno de Rafael Caldera; 2. deslindarse de Acción Democrática; 3. continuar en la búsqueda de alianzas con el Movimiento Al Socialismo (MAS), la Causa R y otros partidos similares. (…) se trataba de una estrategia alienada, fuera de sí, pues COPEI se definía en función de terceros actores, y no parecía tener nada sustancial que decir acerca de sí mismo.

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Luego está eso de “una reestructuración de los partidos políticos «desde abajo hacia arriba», donde puedan ingresar nuevas personas, con nuevas oportunidades, que estén en contacto con la vida real de la gente y, sobre todo, que hagan vida en los sectores populares”. No hay sustancia en esa prescripción, más bien descripciones adjetivales. (¿Como aquella de la democracia «nueva» que predicaba Eduardo Fernández en su fallida campaña electoral de 1988?)

Finalmente, en su cabeza parece haberse enriquecido la noción que emplearon Bismarck y Churchill—»la política es el arte de lo posible»—, de la que fuera precursor Maquiavelo con otras palabras. Ahora sería que «la política es el arte de hacer posible aquello que es necesario, buscar la manera de entenderse y mirar más allá».

Es definición tan vaga como insuficiente. Para el suscrito la política es, concretamente, el arte, la profesión u oficio de resolver problemas de carácter público, aquellos que atañen a grandes contingentes humanos y no pueden ser resueltos en transacciones civiles o mercantiles. (El Diccionario de la Lengua Española ofrece en tres de las acepciones del término: «Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados; Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos; Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo»).

Y por supuesto que se trata de hacer algo posible. La Agronomía prescribe lo que es posible mediante la actividad agrícola, la Tauromaquia lo que es posible en la lidia de toros, la Medicina en materia de curación de enfermedades. Absolutamente todas las actividades humanas ocurren en el reino de lo posible; nadie está obligado a hacer lo que es imposible.

Hace dos o tres años, un antiguo amigo pretendió descalificar mi prédica de soluciones referendarias a nuestros problemas políticos más fundamentales con esta declaración: «Menos mal que me enseñaron en la Universidad de París que la política es el arte de los posible». A las proposiciones concretas no se refirió en absoluto, pero supongo que la manida frase le pareció una salida elegante que sugería, sin decirlo, que mis proposiciones no eran de realización posible. No se necesita estudiar en La Sorbona para aprenderse esa frase de ocasión para parecer culto.

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El pasado 30 de agosto se citó acá en ¿Dos ligaditos?, texto en el que otra vez mencioné a Aveledo:

En el fondo, es la “falla de origen” de la Mesa de la Unidad Democrática concebirse como una estructura de oposición, alienada en función de la existencia del enemigo. En marzo de 2011 dijo Henry Ramos Allup: “La política suele hacer extraños compañeros de cama. Hoy compartimos propósitos, no ideales ni visiones”, y el propósito era salir de Chávez. Desde 1998, el protocolo de actuación opositora fue acusar a Chávez y ahora lo es acusar a Maduro, varias veces al día. Pero lo que había que hacer era no tanto acusarlos sino refutar su discurso, y proponer una lectura clínica desde un plano discursivo superior; en otras palabras, más que oponerse a Chávez y su heredero, superponérseles.

Finalmente, el epígrafe de Otro camino (4 de abril del año pasado) reprodujo esta postura de Aveledo, expresada en entrevista suya en Unión Radio tres días antes: «El camino de un gobierno de emergencia nacional o de un Consejo de Estado es un camino, pero puede haber otro, y nos corresponde buscarlo a los venezolanos». En esa entrada, prescindí de rechazar la noción de que un gobierno de emergencia nacional o un Consejo de Estado—opciones enteramente anticonstitucionales—fueran «un camino», para concentrarme en la alternativa. No quería contradecir a Aveledo.

Esta vez no he sabido ser tan gentil. LEA

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* Algunos llaman antihumanista a la producción intelectual de Foucault. En los capítulos finales de Les mots et les choses, Foucault sostiene que la noción de “hombre” es una invención cultural, histórica, posible a partir de una red conceptual que la sostiene y la hace posible. Ésta es la episteme del humanismo que emerge en el Renacimiento. Previamente a ella, los hombres no se pensaban a sí mismos del mismo modo. Con la ruptura moderna de la episteme renacentista, esa noción de hombre se desdibuja y desaparece. Es en este sentido que Foucault puede decir, dramáticamente, que “el hombre ha muerto”. Es el mismo tipo de rebuscamiento intelectual que impele a Gabriel Vahanian, teólogo norteamericano contemporáneo, a afirmar, de modo muy distinto que Renán, God is dead, en el libro que lleva ese nombre. (Un tratamiento al problema de la calidad de la educación superior no vocacional en Venezuela, 15 de diciembre de 1990).

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Fermín y el tiempo

La sonrisa de un político feliz

 

El diario El Universal publicó el noveno día de este mes una nota de prensa que tituló de este modo: «Claudio Fermín afirma que no es el momento de un referéndum revocatorio». Éste es su primer párrafo:

El presidente de Soluciones para Venezuela, Claudio Fermín, destacó que no es el momento de un referéndum revocatorio, ya que, descartada la posibilidad de que el Presidente de la República o la Asamblea Nacional convoquen la consulta, “la única vía sería el proceso de recolección de firmas, pero sería una distracción para las venideras elecciones del mes de noviembre, no se puede convocar de manera improvisada, lo que está planteado como una realidad son las elecciones de gobernadores y alcaldes, hay que plantarse con los pies en la tierra”.

Por supuesto que no es éste el momento y que sólo puede hacerse mediante la recolección de firmas de electores. El Artículo 72 de la Constitución establece con la mayor claridad:

Transcurrida la mitad del período para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria, un número no menor del veinte por ciento de los electores o electoras inscritos en la correspondiente circunscripción podrá solicitar la convocatoria de un referendo para revocar su mandato.

Obviamente, la mitad del segundo período de Maduro se cumple el 10 de enero de 2022. Visto así, pareciera que Fermín ha descubierto el agua tibia. Concluidas las elecciones estadales y municipales de noviembre, aún faltarían dos meses para que fuese posible convocar un referendo revocatorio de la investidura actual de Nicolás Maduro; en cambio, a partir de ese momento sería posible la revocatoria de su mandato en cualquier fecha del resto de su período, que expira el 9 de enero de 2025. Pero entonces estamos autorizados a suponer que hay dirigentes de las extintas Coordinadora Democrática y su hija única, la Mesa de la Unidad Democrática, que propugnan no distraerse ahora con las elecciones locales, dado que el problema político principal consistiría en el ejercicio presidencial de Maduro. Habrá, seguramente, quien aduzca asimismo la escasez de recursos característica de estos tiempos y la conveniencia de preservarlos para la caza mayor. ¿No es ésa la excusa de la zorra en la fábula de Samaniego? (Es voz común que a más del mediodía,
 en ayunas la Zorra iba cazando;
 halla una parra, quédase mirando
 de la alta vid el fruto que pendía. / Causábala mil ansias y congojas 
no alcanzar a las uvas con la garra,
 al mostrar a sus dientes la alta parra
 negros racimos entre verdes hojas. / Miró, saltó y anduvo en probaduras,
 pero vio el imposible ya de fijo.
 Entonces fue cuando la Zorra dijo: 
”No las quiero comer. No están maduras”. / No por eso te muestres impaciente,
 si se te frustra, Fabio, algún intento:
 aplica bien el cuento, 
y di: No están maduras, frescamente). El registro de Datanálisis en el mes de febrero de este año pareciera fundamentar que es ése el caso:

 

 

Sin embargo, el contendiente no está en mejores condiciones:

 

 

No debe haber recursos fácilmente disponibles para ninguno de los dos objetivos de la oposición que algunos contraponen, especialmente luego del desperdicio de los invertidos en la elección de Asamblea Nacional de mayoría opositora en 2015, la que resultó ser absolutamente ineficaz. Pero superado noviembre de 2021, en escasos cinco meses a partir de hoy, será indudablemente «el momento de un referéndum revocatorio». (Ver en este blog lo expuesto acá el pasado 25 de marzo en To revoke or not to revoke; that is the question). Algo que pudiera ofrecer Fermín ahora es que en diciembre de este año comenzará a trabajar denodadamente para lograr la cesantía de Maduro por revocación. LEA

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Addenda

El sitio web llamado infobae—por información Buenos Aires—trae hoy una reacción de Juan Guaidó a la temática asumida por Claudio Fermín. Así la titula: «Guaidó señaló que los comicios regionales son una estrategia de la dictadura para dividir la alternativa democrática». Luego expone sobre el tema de esta entrada:

El presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, señaló este miércoles que las elecciones regionales y municipales que se celebrarán en noviembre en el país “no son una solución” al “conflicto” en Venezuela, sino “una estrategia de la dictadura”.

En un comunicado compartido por su equipo, Guaidó indicó que “la dictadura” realiza los comicios regionales para dividir a la alternativa democrática.

“Las elecciones regionales no son la solución a la crisis. Eso es un falso dilema, estamos luchando por condiciones. Entendemos que las elecciones regionales no son una solución a nuestro conflicto, necesitamos son elecciones presidenciales”, criticó.

Asimismo, insistió en no reconocer al Consejo Nacional Electoral (CNE), que, en sus palabras, está “tutelado por la dictadura”. “Ellos no pueden ni siquiera convocar una elección presidencial porque obedece a la dictadura”, dijo.

Primeramente, llamar a Juan Guaidó «presidente interino» no es información sino lo contrario; no es información veraz sino información falaz. Luego, las declaraciones del lamentable exdiputado son una instancia adicional de la misteriosa facultad de más de un político que parece penetrar la mente de algún adversario y conocer cuáles son sus verdaderas intenciones. (“Es en todo tiempo y lugar moralmente erróneo que cualquier persona crea en algo sobre la base de evidencia insuficiente”. William Clifford, La Ética de la Creencia). Las elecciones de autoridades estadales y municipales están pautadas constitucionalmente, y hay que realizarlas aunque las entienda el Sr. Guaidó como «estrategia de la dictadura».

(Leyendo esto último, el amigo Orlando Amaya observó con grande y pedagógica agudeza: «Si navegamos en la ola de la locura, un golpista diría que hay que tumbar dos gobiernos». Esto es, el «fraudulento» de Maduro y el «legítimo» de Guaidó).

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